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Yacimiento neolítico, uno de los más importantes junto con el de Sesklo. Se trata de un poblado de más 100 m de diámetro, compuesto por grandes mégara y estructuras menores, circundados por muros cuya función parece ser de contención o demarcación. Dimini da nombre también a una cultura del Neolítico Medio y Reciente, que se extendió por la Grecia central y septentrional, Macedonia y el S. de Albania. Esta cultura, fechada entre el V y el IV milenio a.C., ha sido estudiada en los yacimientos de Arapi, Otzaki y Haghia Sofia. El estudio de los materiales cerámicos hallados ha permitido establecer una secuencia evolutiva. Muy poco se sabe acerca de los medios de subsistencia de sus pobladores, desconociéndose la existencia de enterramientos.
Personaje Político
Desterrado de su país, le sorprendió en Berlín el incendio de Reichstag. Dimitrov fue acusado de provocar este incidente, junto con otros acusados. Finalmente quedó en libertad. Su nombre apareció entre los miembros del Komintern en Rusia hasta 1943. Dos años después, tras serle devuelta la nacionalidad, regresó a su patria. En Bulgaria ejerció como diputado y luego como presidente del Consejo. Concluyó su trayectoria política como secretario general del Kominform.
acepcion
Diferenciación en aspectos como el color, la estructura, el tamaño y otros aspectos, entre machos y hembras pertenecientes a la misma especie.
contexto
Los primeros años del siglo XIV resultaron sumamente duros para la Corona danesa, enfrascada en un fuerte combate por el poder con la nobleza y el clero nacionales. El regente Gerardo III de Holstein consiguió poner fin a las disputes al imponer su autoridad sobre los distintos contendientes. En 1326 fue elegido como nuevo rey Waldemar III, duque de Schleswig, quien murió asesinado en 1340 por un sicario de la oposición. Su sucesor, Waldemar IV Atterdag (1340-1375), inició una serie de campañas contra Uland y Gotland, con el objetivo de imponer la supremacía comercial danesa sobre el Báltico y acabar con el monopolio mercantil de la Hansa teutónica en la región. La ofensiva danesa provocó el estallido de un conflicto abierto con la Hansa, que se prolongó a lo largo de nueve años (1361-1370) y finalizó con la victoria hanseática. El final del enfrentamiento quedó rubricado con la Paz de Stralsund (1370), mediante la cual Dinamarca reconocía la hegemonía comercial de la Hansa en el Báltico. Tras la muerte de Waldemar IV, el trono fue ocupado en calidad de regente, por su hija Margarita, casada con el rey de Noruega, Haakon VI (1355-1380). En 1380 la regente consiguió imponer a su hijo Olaf de cinco años como rey en Dinamarca y Noruega. Al morir este último de forma prematura en 1386, Margarita se convirtió en reina de Dinamarca y Noruega (1387-1412). Meses más tarde la soberana atendió la petición realizada por parte de la nobleza sueca, contraria a la política del rey Alberto de Mecklemburgo (1363-1389), de intervenir en los asuntos del país vecino. Los ejércitos daneses derrotaron a los aliados de Alberto, quien seguidamente fue encarcelado en Aasle (1389). Un sector de la población sueca siguió resistiendo a los daneses, quienes, finalmente, tomaron Estocolmo en el año 1395. En 1397 se produjo la llamada Unión de Kalmar, por la que Dinamarca, Noruega y Suecia quedaban unidas dinásticamente bajo la persona de Margarita. Dicho tratado de unión fue impulsado por las apetencias de la nobleza danesa sobre los asuntos noruegos, pese a los grandes recelos suecos. Erik VII de Pomerania (1412-1439), sobrino y sucesor de la reina Margarita, favoreció los tráficos comerciales de ingleses y holandeses en el Báltico, para contrarrestar de esta forma la hegemonía hanseática. En 1423 estableció con el mismo fin una serie de aduanas en el Sund, disposición que terminó por desencadenar una guerra abierta entre Dinamarca, la Hansa y el ducado de Holstein. En 1435, tras el fracaso danés en la lucha armada, la Paz de Vordingborg confirmó los privilegios hanseáticos sobre el comercio de la región. Los suecos, descontentos con la Unión de 1397, aprovecharon la crisis danesa para sublevarse a las órdenes del cabecilla Engelbrekt Engelbrektsson (1400-1436), quien mantuvo en jaque a las tropas danesas entre 1434 y 1436. El desprestigio del poder real llevó a los nobles de las tres naciones unidas por el compromiso de Kalmar a coaligarse con la intención de expulsar al monarca, quien huye a Alemania en 1439. El sobrino y sucesor de Erik, Cristóbal de Baviera (1439-1448), consiguió mantener la unión a duras penas, abandonada por los suecos a su muerte al elegir como regente a Carlos Knuysson (Carlos VIII de Suecia, 1448-1480). Tras un periodo de crisis del poder real, Christian I de Oldemburgo, duque de Schleswig y Holstein (1448-1481), fue elegido rey en 1460, obteniendo el reconocimiento de los noruegos. El nuevo monarca tuvo que hacer frente a una nueva sublevación sueca en 1464, encabezada por el caudillo Sten Sture I. Pese a los esfuerzos daneses por sofocar la revuelta, el ejército real fue derrotado en Brukemberg (1471). Juan de Dinamarca (1481-1513) prosiguió las luchas contra los suecos, quienes no abandonarían oficialmente la unión hasta 1523, en tiempos de Christian II (1513-1559). Durante los siglos XIV y XV la vida económica de Dinamarca estuvo regida por las actividades agrícolas y ganaderas. El paisaje rural, caracterizado por la estructura de "open field" (campos abiertos) siguiendo la orientación del sol (solskifte), se componía de grandes alodios en los que imperaba la división trienal de los cultivos (vang, aas y skift). La ganadería de bueyes y caballos constituía el principal recurso del país, monopolizado por los grandes mercados ganaderos de Ribe y Kolding. Importantes rebaños de bueyes, formados por 5.000 o 10.000 cabezas, eran conducidos hasta el mercado de Colonia, a través de numerosos caminos o cañadas ganaderas (oksveje). A lo largo de las dos centurias evolucionó la organización de las comunidades campesinas, desarrollo atestiguado por el incremento de las obligaciones comunitarias como la de reconstruir las granjas destruidas por incendios. La servidumbre siguió existiendo e incluso llegó a reforzarse gracias a la presión señorial, que llevó a los monarcas daneses a prohibir a los campesinos adscritos trabajar temporalmente en las pesquerías de la isla de Lolland. En 1411 se produjo un levantamiento campesino en Jutlandia. La actividad mercantil danesa estuvo presidida por el enfrentamiento con la Hansa teutónica por el control del comercio en el Báltico. La Paz de Stralsund (1370) supuso el acatamiento casi definitivo de la hegemonía hanseática, aunque a su vez el tratado contempló la posibilidad de ingreso en las compañías hanseáticas de comerciantes daneses. La Monarquía danesa trató de preservar de la influencia germana a Islandia, posesión noruega desde 1261 incorporada a Dinamarca con la Unión de Kalmar. Erik VII cedió los derechos comerciales sobre la isla a compañías inglesas y holandesas. Los pescadores ingleses, procedentes en su gran mayoría de Bristol, faenaban en los bancos islandeses y, a su vez, realizaban operaciones de trueque, consistentes en el intercambio de malta para cerveza por pescado salado; esta economía de trueque perduró hasta 1420 aproximadamente. A partir de 1475 el protagonismo inglés desapareció en beneficio de los mercaderes de Dantzig.
lugar
contexto
Junto a Polonia y a Suecia habría que destacar en el espacio báltico a Dinamarca, teniendo en cuenta fundamentalmente que a finales del siglo XV y comienzos del XVI constituía uno de los poderes sobresalientes de la zona. Desde 1397 existía la Unión de Kalmar que englobaba a los Reinos de Dinamarca, Suecia y Noruega, siendo la Monarquía danesa la cabeza dirigente de la asociación, lo que produjo el descontento de los otros miembros, mayormente de aquellos sectores que no aceptaban el dominio danés. Aunque en Noruega también se produjo esta oposición, sería en Suecia donde cobraría cuerpo una mayor resistencia a los intentos hegemónicos de Dinamarca, que se manifestarían con toda nitidez en la actuación de su rey Cristian II (1513-1523), cuñado del emperador Carlos V, deseoso de fortalecer su autoridad y de impulsar la formación de un Estado centralizado, unitario y con tendencia absolutista, es decir, de características similares al que estaba siendo levantado por las potencias occidentales. Con el pretexto de hacer cumplir la excomunión lanzada por el papa León X contra el administrador de Suecia, Stan Sture, y sus partidarios, defensores de la separación sueca, que a su vez habían depuesto de su cargo al arzobispo de Upsala, Gustavo Trolle, partidario de la Unión, el soberano danés invadió Suecia proclamándose también allí rey y llevando a cabo a continuación la matanza de sus enemigos en el llamado "Baño de Sangre de Estocolmo", que tan negativas consecuencias traería para sus aspiraciones. Casi de inmediato se produjo una sublevación general contra su persona que supuso por de pronto el rompimiento de la Unión, desligándose Suecia de los destinos de Dinamarca y Noruega. La protesta se extendió igualmente a su propio territorio, pues la nobleza danesa aprovechó la difícil situación en que se encontraba el monarca para destronarlo, nombrando a su tío Federico I (1523-1533) como sucesor. Este renunció a las pretensiones danesas sobre Suecia y fue el impulsor de la penetración del protestantismo en el país, medida que ahondaría las luchas internas estamentales, ya que si la aristocracia era partidaria de adoptar la doctrina luterana, que tan buenos beneficios económicos le iba a producir, el clero y una buena parte de los sectores populares mostraban una mayor predilección hacia el catolicismo. Así pues, la disputa religiosa vino a sumarse, superponiéndose, a las tensiones sociales y a la lucha por el poder que desde tiempo atrás se estaban dando. Todo esto pudo comprobarse claramente tras la muerte de Federico I, cuando se abrió otra de las repetidas crisis sucesorias en la que se dejaron entrever diversas motivaciones y la intervención de personajes enfrentados en función de sus distintos proyectos. Cristian II pretendió recuperar el trono utilizando su vinculación con la familia imperial y el apoyo que le ofrecieron determinados grupos burgueses conectados con el comercio internacional, pero no lograría su objetivo al salir triunfador en la disputa política uno de los hijos del monarca fallecido, Cristian, que contaba por su parte con la ayuda sueca y de la nobleza danesa. Cristian III (1537-1559) sería el que definitivamente, una vez asentado en el trono, impusiera el luteranismo en Dinamarca y secularizase los bienes eclesiásticos, provocando con ello un incremento notable de los ingresos estatales, ya de por sí bastante cuantiosos gracias a lo que se obtenía de los peajes del Sund, enriquecimiento paralelo al que experimentó la nobleza, también ampliamente beneficiada con la secularización de las tierras de la Iglesia, muchas de las cuales pasaron a engrosar sus ya extensos patrimonios señoriales. Una Monarquía rica y una aristocracia agradecida, asimismo poderosa, durante una buena parte del Quinientos constituyeron los soportes del andamiaje político danés, que se vio favorecido por lo demás con el desarrollo económico que se experimentaría por entonces. El reinado de Federico II, iniciado en 1559, transcurriría por estos cauces favorables, convirtiéndose Dinamarca en una de las potencias de la Europa septentrional.
contexto
La evolución interna del sistema político danés en el transcurso del siglo XVII fue bastante parecida a la del sueco, en el sentido de una dificultosa marcha hacia un absolutismo monárquico que fuera capaz de dominar a la muy poderosa aristocracia terrateniente, aunque con la diferencia notable de que mientras éste obtuvo victorias apreciables en su proyección exterior que le permitieron aumentar su ámbito territorial y su prestigio, aquél cosechó rotundos fracasos militares que mermaron algo su extensión y su protagonismo internacional. Cristian IV (1588-1648) participó en la guerra de los Treinta Años desde 1625 a 1629, siendo derrotado en varias ocasiones por Wallenstein. Similar resultado obtuvo en su enfrentamiento de 1643-1645 con los suecos, por lo que el balance final de sus empresas exteriores no fue nada satisfactorio. Tampoco le faltaron los problemas internos originados por la prepotencia nobiliaria y por el importante factor de ser electiva la Monarquía danesa, que dieron lugar al reconocimiento por la Corona de la tutela del Senado, compuesto por miembros de la nobleza, hecho que se produjo en 1648 para poder acceder al trono el hijo de Cristian IV, el nuevo rey Federico III (1648-1670). El reinado de éste iba a resultar, no obstante, de gran trascendencia para el fortalecimiento de la Monarquía. Contando con el apoyo de los estamentos representados en la Dieta, especialmente de la burguesía y del clero, ya que el campesinado, por su sometimiento y debilidad, no podía ejercer ningún tipo de presión, Federico III pudo conseguir anular la concesión regia de 1648 y someter políticamente a la altiva nobleza, acontecimiento que se realizó en 1660 al imponer su Monarquía como hereditaria y al proclamar a continuación su poder soberano sobre cualquier otra instancia. El nuevo Estado absolutista se concretaría todavía más con la normativa regia de 1665, que reafirmaba el carácter hereditario y de derecho divino de la Corona y propiciaba la creación de una administración centralizada, con un funcionariado a su servicio que extendería su poder por todo el país. El fortalecimiento del aparato gubernamental vino acompañado de un deslizamiento en los componentes de las capas altas de la sociedad, pues la nobleza tradicional se vio desplazada y superada por una nueva aristocracia cortesana, de servicio, con una fuerte influencia alemana.