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En una agreste roca entre los ríos Eresma y Clamores se alza el Alcázar de Segovia, uno de los monumentos castellanos más importantes. Aunque posiblemente se instalara sobre asentamientos celtas y romanos, sus orígenes debemos buscarlos en la época cristiana, aludiendo las primeras crónicas a Alfonso X el Sabio como el promotor de la supresión de los adarves, al tiempo que avanzaba las habitaciones hacia el sur y el norte al edificar los salones de los Reyes y la Galera entre otros. Juan II será el responsable del magnífico torreón que lleva su nombre. En tiempos de Enrique IV se realizaron los artesonados del tocador de la Reina y la sala de las Piñas. Felipe III convirtió la fortaleza en prisión y Carlos III la destinó a Academia de Artillería en 1746. El 6 de marzo de 1862 el edificio sufrió un espectacular incendio que lo dejó reducido a muros y torres, iniciándose su restauración en 1882. En la roca viva se abre un foso que separa el alcázar de la ciudad, levantándose el primer lienzo de muralla que se flanquea por grandes cubos extremos con otros más pequeños entre ellos. En su frente se abre la galería de los Moros sobre la que se eleva la torre de Juan II, coronada por un remate de doce cubos. La esbelta y grandiosa Torre del Homenaje se sitúa en el extremo opuesto; flanqueada por cuatro cubos angulares y un quinto en forma semicircular, presenta también un torreón central y otro a su espalda. Cuatro torreones al frente y dos más en los costados dotan a la fortaleza de un aspecto inexpugnable. En el siglo XVI la construcción sufrió importantes modificaciones para adaptarse al tipo herreriano imperante en el momento. Lo más destacable de estas remodelaciones será el coronamiento de las torres con conos de pizarra. Francisco de Mora fue encargado en 1598 de dar un nuevo impulso a las obras, poniendo fin a los trabajos de las dos galerías del patio y la escalera principal. Las principales dependencias del palacio serían seis salones, una capilla, un comedor y cuatro cuartos interiores.
monumento
En una agreste roca entre los ríos Eresma y Clamores se alza el Alcázar de Segovia, uno de los monumentos castellanos más importantes. Aunque posiblemente se instalara sobre asentamientos celtas y romanos, sus orígenes debemos buscarlos en la época cristiana, aludiendo las primeras crónicas a Alfonso X el Sabio como el promotor de la supresión de los adarves, al tiempo que avanzaba las habitaciones hacia el sur y el norte al edificar los salones de los Reyes y la Galera entre otros. Juan II será el responsable del magnífico torreón que lleva su nombre. En tiempos de Enrique IV se realizaron los artesonados del tocador de la Reina y la sala de las Piñas. Felipe III convirtió la fortaleza en prisión y Carlos III la destinó a Academia de Artillería en 1746. El 6 de marzo de 1862 el edificio sufrió un espectacular incendio que lo dejó reducido a muros y torres, iniciándose su restauración en 1882. En la roca viva se abre un foso que separa el alcázar de la ciudad, levantándose el primer lienzo de muralla que se flanquea por grandes cubos extremos con otros más pequeños entre ellos. En su frente se abre la galería de los Moros sobre la que se eleva la torre de Juan II, coronada por un remate de doce cubos. La esbelta y grandiosa Torre del Homenaje se sitúa en el extremo opuesto; flanqueada por cuatro cubos angulares y un quinto en forma semicircular, presenta también un torreón central y otro a su espalda. Cuatro torreones al frente y dos más en los costados dotan a la fortaleza de un aspecto inexpugnable. En el siglo XVI la construcción sufrió importantes modificaciones para adaptarse al tipo herreriano imperante en el momento. Lo más destacable de estas remodelaciones será el coronamiento de las torres con conos de pizarra. Francisco de Mora fue encargado en 1598 de dar un nuevo impulso a las obras, poniendo fin a los trabajos de las dos galerías del patio y la escalera principal. Las principales dependencias del palacio serían seis salones, una capilla, un comedor y cuatro cuartos interiores.
monumento
No fue hasta 1545 cuando dio comienzo el proceso de transformación del Alcázar de Toledo, encomendando Carlos I la dirección de sus obras a Alonso de Covarrubias. El carácter heterogéneo de las primitivas construcciones conformaban, antes de la intervención, un conjunto carente de cualquier criterio de unidad. Para rectificar esta situación, Covarrubias ensayó una tipología -edificio de planta cuadrada, con patio central, flanqueado por cuatro torres en los ángulos- llamada a tener una amplia resonancia en las construcciones regias y procedió a reformar las fachadas mediante un proceso de regularización de sus alzados, consistente en la utilización sistemática del aparejo, la organización de las superficies con órdenes y entablamentos y la distribución de vanos de acuerdo a criterios regularizadores. Las fachadas oriental y occidental fueron las que recibieron un tratamiento más sencillo, siendo la meridional donde Covarrubias centró el carácter representativo y emblemático del edificio. Esta última se dividió mediante el uso de entablamentos en tres pisos con nueve vanos cada uno, situados en ejes ortogonales a las líneas de imposta de la fachada. Su portada, donde se emplean los órdenes jónico y compuesto, enfatiza su carácter principal mediante el tratamiento plástico de los detalles ornamentales -escudo imperial y heraldos en el piso alto- y la utilización del almohadillado en el arco de ingreso. El patio, diseñado por Covarrubias en 1550, es la pieza más clásica y monumental del conjunto que, junto con la escalera, diseñada por Villalpando y construida por Juan de Herrera, dotan al edificio de un aspecto solemnemente triunfal en sintonía con la proporción y monumentalidad clásica del conjunto.
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Las primeras referencias a esta fortaleza castellana se remontan al siglo XI, apuntándose a Fernando I como el monarca que lo mandó levantar, si bien de esta época apenas quedan restos. Posteriormente se hicieron importantes reformas en los siglos XIII y XIV, pero el edificio que hoy podemos contemplar es del siglo XV. La fortaleza se levanta sobre una roca, adaptándose a las irregularidades del terreno, por lo que la parte más fortificada es la que se abre a la ciudad al ser la más accesible. Presenta planta romboidal, destacando tres torres -una heptagonal y las otras dos pentagonales- y la del Homenaje, con planta pentagonal. Los muros llegan a alcanzar una media de dos metros de anchura, rodeados por un foso. A través de un revellín con un arco apuntado se accede al interior, muy reformado en el siglo XVIII para adaptarse a los nuevos métodos de lucha. El castillo fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931 y albergará la sede de la Escuela de Enología.
monumento
Estructura militar de origen almohade pero con importantes modificaciones con el paso de los siglos, destacando la llevada a cabo en época de Pedro I El Cruel. También los Reyes Católicos lo reestructuraron, aunque las más importante fueron las llevadas a cabo durante el siglo XVII. Actualmente, alberga el Parador Nacional. Está situado en la parte alta de Carmona, sobre el lugar de una primitiva fortaleza almohade, así como de la acrópolis turdetana y púnica. Con Pedro I se llevó a cabo su demolición, edificando una fortaleza de nueva planta. El Alcázar tiene planta rectangular y dos recintos: la barrera exterior está reforzada por cubos cilíndricos, y rodeada por un foso y, en segundo lugar, el recinto interior, también rectangular, presenta lienzos en tapial y torres cuadradas en sillería. Dentro de este recinto estaría el alcázar del rey, edificio del que apenas se conservan restos. El conjunto de la fortaleza se abre por una puerta principal situada en el torreón rectangular de piedra y mampostería rematada en matacanes, conservándose todavía varios arcos; el mayor es un arco de herradura apuntado enmarcado por un alfiz.
lugar
<p>Antiguo palacete almohade del siglo XIII, erigido durante el reinado del califa al-Muntasir, aunque más tarde experimentó remodelaciones por parte de los monarcas nazaríes. Funcionaba como lugar de esparcimiento para la corte, contando con extensas huertas y jardines, entre los cuales destacaba un gran estanque utilizado para recrear batallas navales. Aixa, madre de Boabdil (último monarca nazarí), residió en este palacio hasta la conquista de la ciudad por parte de los Reyes Católicos.</p><p>De la estructura original, solo se ha conservado un espacio de planta cuadrada, cuyo interior está ornamentado con estucos y azulejos que evocan la belleza de la Alhambra. La sala principal está cubierta por un artesonado de intrincados diseños y un friso de mocárabes. A ambos lados de esta estancia se encuentran dos pequeñas alcobas, accesibles mediante arcos gemelos. Estas estancias fueron restauradas en el siglo XIX.</p><p>&nbsp;</p><p>&nbsp;</p><p><br>&nbsp;</p>
obra
Las Caballerizas Reales están ligadas a la historia del caballo; se encuentran en un construido en época de Fernando III, aunque sobre los restos de caballerizas de época romana y musulmana. A su lado se halla el Alcázar, fortaleza del siglo XIV construida bajo mandato de Alfonso XI "el Justiciero".
Personaje Militar Político
Dionisio de Alcedo y Herrera desarrolló una importante carrera administrativa, ocupando importantes cargos en la administración de México y Perú. En 1728 será nombrado presidente de la Audiencia de Quito. En el tiempo que se mantuvo en el cargo tuvo la oportunidad de colaborar con la expedición científica dirigida por Le Condamine y en la que participaban Antonio de Ulloa y Jorge Juan. Abandonó su cargo en 1736 y cuatro años más tarde fue nombrado capitán general de Tierra Firme. No tuvo mucha suerte en su nuevo nombramiento ya que sería acusado y procesado en varias ocasiones por irregularidades administrativas y asuntos relacionados con la tolerancia con el contrabando, lo que le obligó a regresar a España en 1752. Desde ese momento se dedicó a la escritura, recogiendo en varias obras sus conocimientos sobre el mundo americano.
Personaje Literato
Alceo era un comprometido partidario de la aristocracia y de la lucha de clase para conquistar el poder por lo que luchó contra los tiranos Mirsilo y Pitaco. Sus obras fueron reunidas en época helenística en diez libros, conservándose unos doscientos fragmentos donde se manifiesta su ideología política junto con el amor efébico y la alegoría. Su estilo es firme y claro, destacando su virilidad.