El rey Roger II, durante una peligrosa travesía, hizo la promesa de construir una iglesia en el mismo lugar donde desembarcara y por eso mandó construir esta catedral, en cuyo interior se albergaría el panteón de los reyes normandos de Sicilia. Se dice que tiene la fachada más hermosa de Sicilia. El pórtico aparece flanqueado por dos torres de esbeltas proporciones y un pórtico en la entrada. Se trata de un edificio basilical, de tres naves y tres ábsides semicirculares, sin cúpula, en cuyo interior destaca la decoración de mosaicos de clara influencia bizantina.
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Los mosaicos de la catedral de Cefalú hubieron de ser fijados sobre un edificio de planta basilical sin cúpula, por lo que fue necesario colocar la imagen del Pantocrátor en el ábside, mientras la Virgen, acompañada de cuatro arcángeles, ocupaba el cuerpo inferior y más abajo todavía los doce Apóstoles. Si se observa el conjunto, se aprecia la incapacidad del artista a la hora de adecuar los grupos de imágenes al nuevo marco arquitectónico; pero consideradas una a una, son creaciones excelentes de la época de los Comnenos, hechas por artistas procedentes de la capital que trajeron consigo sus cuadernos. Así ocurre en la enorme representación de Cristo, captado con una limpieza de dibujo que tiende al grafismo sin comprometer la unidad plástica de la visión. La ejecución es bella y su rostro está lleno de majestad, pero, sin embargo, carece de la espiritualidad y la fuerza de Dafni. Es un estilo menos clásico, que sería seguido de cerca por mosaístas que trabajaron unos cuarenta años más tarde en Monreale.
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La catedral de Chartres es el edificio más paradigmático dentro del modelo gótico. En 1194 un incendio destruyó la catedral de Chartres. Otro anterior ya había obligado a reconstruir la fachada occidental y fue esta zona, junto con el tramo de nave inmediato cubierto con bóveda, y las dos torres de los extremos, la única que se salvó. La gravedad de este segundo incendio, favorecido por la cubierta de madera que por entonces aún tenía la iglesia, obligó a una reconstrucción total. Aunque indudablemente se respetó la organización que presentaba la cabecera preexistente, y el mantenimiento de la Portada Real supuso optar por las usuales tres naves en la zona de los pies, lo restante del edificio se planteó desde unos presupuestos totalmente novedosos. Conocemos bastante las vicisitudes de este proyecto. Su financiación se fundó no sólo en la contribución a que estaban obligadas las parroquias de la diócesis. Fue proverbial en ella la aportación extraordinaria que consiguieron reunir los clérigos de Chartres que salieron a predicar los milagros de la Virgen, titular de la iglesia. El lugar, que ya era un santuario reputado, adquirió como consecuencia mayor fama por entonces, lo que también revirtió en la afluencia de fieles y, naturalmente, las donaciones se hicieron regulares. La iglesia se terminó en las proximidades de 1220. Realmente no es un lapso de tiempo muy largo el empleado en la edificación, y en la base de esta rapidez se halla necesariamente una buena financiación. El edificio es arquetípico dentro del modelo del norte de Francia. Tiene tres naves en la zona de los pies, transepto también de tres naves y un testero extraordinariamente desarrollado con cinco naves y doble deambulatorio. Lo único que en planta no acaba de funcionar son las capillas abiertas en la cabecera, pues por la separación entre ellas, incluso por su planta circular, responden más a planteamientos románicos que a las nuevas experiencias ya puestas a punto en la abadía de Saint-Denis unos años antes. La organización del muro responde también al modelo genuinamente gótico, depurado tras diversos ensayos. Se superponen los tres niveles clásicos: arcos, ándito ya convertido en claristorio, y ventanas. Una de las particularidades de Chartres que resulta aún hoy más llamativa y que sin duda es emblemática en su exterior es la organización del muro con los contrafuertes y los arbotantes, como contrarresto del abovedamiento interior. No sólo por todo lo dicho, sino también porque es uno de los pocos edificios que conserva la práctica totalidad de sus vidrieras originales, Chartres deviene el monumento más sobresaliente entre todos los del siglo XIII. Su interior es, asimismo, uno de los que evocan con más autenticidad (merced a las vidrieras), el ambiente de las catedrales góticas.
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La catedral de Notre-Dame de Chartes, ciudad cercana a París, se considera una de las mejores obras arquitectónicas del gótico. De sus portadas destaca el Pórtico Real, con bellísimas esculturas medievales sobre santos y profetas del Antiguo Testamento, aunque sin duda la figura más recordada es la del Cristo en Majestad del tímpano. Otra puerta famosa en el Pórtico de la Virgen, de la misma categoría artística. Un segundo foco de atención lo constituye el magnífico conjunto de vidrieras que adorna la nave central. Es uno de los escasos conjuntos medievales que han llegado íntegros y lo integran 173 ventanas. Por último, en el claustro de la catedral encontramos el Museo de Bellas Artes de Chartres, en cuyo interior podemos encontrar la Santa Lucía de Zurbarán entre obras de Chardin, Fragonard y Van Loo.
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Aunque a esta portada se le reconocen precedentes en Saint-Denis, se tiende a considerarla en términos globales (estructura, iconografía y caracteres estilísticos) punto de origen del gótico de la Isla de Francia. Incluye tres puertas que se corresponden con las tres naves interiores, cuyos tímpanos están presididos (de izquierda a derecha) por la Ascensión de Cristo, la imagen de la Segunda Parusía y escenas de la Vida de la Virgen que en su zona alta incluyen una Maiestas Mariae. Destacan en las jambas de todas ellas las estatuas-columna que, a partir de Saint Denis y Chartres, van a difundirse por una amplia zona de la geografía francesa. Las torres a ambos extremos de la fachada son un elemento circunstancial, a partir de ahora, del gótico del norte. La Portada del Sarmental de Burgos se inspira en esta magnífica muestra del gótico francés.
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La estructura de los contrafuertes de la catedral de Chartres, única entre las que presentan los restantes edificios coetáneos, pone de manifiesto el alto nivel alcanzado por los arquitectos en el primer cuarto de siglo XIII Los apoyos externos del edificio se muestran ostensiblemente.
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En estas esculturas del transepto norte de la catedral de Chartres que representan escenas del Antiguo Testamento, se observa todavía un hieratismo propio del románico. Sin embargo, han dejado de ser estatuas-columnas rígidas con los brazos pegados al cuerpo y los pies juntos, para estar adosadas a las columnas con una mayor movilidad propia de estas primeras realizaciones del gótico.
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El Juicio Final, uno de los temas más gratos al mundo románico, pervive en las grandes portadas góticas. En Chartres la que se abre en el centro del brazo sur está íntegramente dedicada a él. Ocupan las jambas los doce Apóstoles y Cristo el mainel. El tímpano está presidido en su zona alta por el Cristo del Juicio, a quien flanquean las figuras de la Virgen y San Juan, rodeados por ángeles con los instrumentos de la Pasión; la zona inferior, de formato rectangular, la ocupa un cortejo de personajes: los justos, a la izquierda, se encaminan hacia el Seno de Abraham emplazado en una de las arquivoltas, y los condenados, a nuestra derecha, se dirigen hacia la boca de Leviatán. Las arquivoltas de este lado muestran castigos infernales.