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El joven Monet es tan estricto en la aplicación de las lecciones que poco a poco va asimilando que la obra que contemplamos podría haber sido firmada por un buen pintor del Barroco holandés o francés. Todavía en los comienzos de su carerra, para Monet captar la esencia de la naturaleza equivalía aún a mostrar de la manera más objetiva posible los diversos estados de aquélla. Así, podemos seguir sin dificultad la aplicación de la perspectiva lineal y aérea, que habían sido dos de los pilares sobre los que la tradición se había apoyado durante siglos. Y sin embargo en la elección del momento del año, el invierno, estamos tentados de afirmar que ya en el joven Monet estaba presente la ansiedad por experimentar los cambios que la luz reflejada en la nieve podía provocar en los elementos del paisaje. En varias ocasiones a lo largo de su vida buscó los paisajes helados o nevados con esos mismos fines.
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Estamos ante una de las estampas más desoladoras de la serie de los Desastres de la Guerra, en la que un grupo de paisanos sube a un carretón los cadáveres que provoca el hambre, la desolación y la enfermedad en una ciudad en guerra. Madrid sufrió con especial virulencia un año de hambre entre 1811 y 1812, alcanzando el escaso trigo existente precios desorbitados. La belleza de la figura de la joven que está siendo izada al carro muestra lo inhumano de la situación.
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Esta pequeña obra, inacabada, se enmarca dentro de sus primeros momentos en Dresde, centro del Romanticismo alemán gracias a Novalis, Friedrich Schelling o Johann Gottlieb Fichte, por ejemplo. Sin embargo, Friedrich apenas se relacionó con estos grupos, incluso su relación con la Academia de Dresde se circunscribía a la asistencia a las clases de modelo. Su gran tarea en estos años era la de recoger numerosas vistas de los privilegiados entornos de Dresde, pensando quizá en ganarse la vida como dibujante y pintor de vistas y panoramas en tinta o sepia, según un concepto un tanto convencional del paisaje. Esto precisamente, el convencionalismo, es lo que marca esta vista de las ruinas de un arco en la ciudad de Pirna, al sur de Dresde, a orillas del río Elba. Fiel a su técnica de realizar vistas compuestas mediante la agregación de elementos recogidos en otros lugares en sus cuadernos, técnica que determinará su estilo pictórico hasta límites muy personales y extremos, Friedrich ha añadido, procedente de un cuaderno de apuntes hoy en Berlín, el árbol de la parte superior derecha. A su lado, una piedra miliar domina este paisaje no liberado aún de cierto gusto clásico, aunque apunta ya la predilección estética y simbólica por dos elementos: la ruina y el velero junto a la costa.
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Renoir estuvo más interesado por la figura humana pero no dejó de representar el paisaje tomado directamente del natural, siguiendo la filosofía del impresionismo. Ya en sus años de formación se interesó por los avances de la Escuela de Barbizon, acudiendo al bosque de Fontainebleau junto a Monet, Sisley y Bazille. Pero la crisis de la década de 1880 llevará a Renoir a interesarse especialmente por la figura para recuperar la forma y el volumen. Una vez superada esta etapa de crisis, el maestro recuperará paulatinamente los paisajes pero con un estilo diferente, ya que las pinceladas cortas, como si se tratara de pequeñas comas, han dado paso a toques de pincel más empastados y rápidos. No olvida la captación de la atmósfera y la luz tomada directamente del natural, al igual que las sombras coloreadas, preferentemente malvas. La sensación de perspectiva creada con la carretera en diagonal es sensacional, dotando de cierto movimiento a la composición con las carretas que avanzan.
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El invierno de 1867 será muy duro para Monet ya que su economía estaba en un estado bastante precario. La estrecha relación con Camille Doncieux -que posiblemente ya estuviera embarazada de Jean, el primer hijo de la pareja- no era del agrado de su familia, que decidió retirar todo su apoyo económico. Ante esta dramática situación, Monet se refugió en Honfleur donde la vida era más barata y realizó diferentes escenas del puerto antes de la llegada de las primeras nieves que pudo recoger en esta bella estampa. Ya en sus primeros momentos el maestro siente interés por los diferentes estados atmosféricos y sus consiguientes efectos lumínicos que serán el motor de importantes series como la Catedral de Rouen, el puente de Charing Cross en Londres o los Almiares. En esta imagen contemplamos el aspecto helador del camino de la granja de Saint-Siméon -en la que Monet había vivido con Bazille años atrás- ante un amplio manto de nieve. Las escasas y frías luces permiten la creación de sombras coloreadas, en sintonía con el cielo azulado y grisáceo. De esta manera se pone de manifiesto uno de los más importantes principios del Impresionismo: la sombra no es la ausencia de luz y por lo tanto toma color. El blanco de la nieve tampoco es puro ya que en la carretera podemos apreciar las marcas de un carruaje y en aquellas zonas donde no se ha pisado se aprecian los reflejos del cielo. De esta manera, Monet nos presenta una vista tomada directamente del natural de un momento frío, tanto por el color como por la luz empleados. Las imágenes de Deshielo en Vétheuil supondrán la continuación de estos efectos invernales.
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Junto a la copia de naturalezas muertas y de modelos humanos, la pintura de paisaje era el otro gran núcleo de inspiración artística, más si cabe desde que a comienzos del siglo XIX el Romanticismo otorgase la máxima categoría y consideración al género de paisaje. En Francia el Romanticismo había tenido como representantes más admirables a Géricault y Delacroix, quienes habían dejado obras fundamentales en todos los ámbitos, también en el del paisaje. Pese a esto, habría que esperar a la mitad del siglo XIX cuando el Realismo impusiera el nuevo orden. El Realismo fue muy practicado en Francia, donde Gustave Courbet, Camille Corot o los miembros de la Escuela de Barbizon supieron dar un nuevo impulso a la pintura de naturaleza. Esta última referencia es la que domina en el cuadro de Monet, de formato muy vertical y en el que prima una gama de colores terrosos así como la descripción casi científica del paisaje.
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El invierno de 1879 fue especialmente duro para Monet y su familia ya que la situación económica no era muy favorable y compartían casa y penurias con los Hoschedé. La dureza invernal será captada perfectamente por el artista en numerosos trabajos como éste que contemplamos. Comparada con la Orilla del Sena en Lavacourt podemos observar el interés del maestro por captar las diferentes iluminaciones que se presentan, interesándose tanto por los momentos de pleno sol como por los nublados y fríos inviernos. Sin embargo, el estilo no varía, trabajando con una pincelada quebrada y empastada, utilizando colores complementarios y creando espectaculares sensaciones atmosféricas que envuelven los diferentes elementos de la composición. Las tonalidades frías refuerzan la sensación invernal que Monet ha conseguido de manera perfecta.El abocetamiento generalizado de la obra indica la evolución del artista hacia la pérdida de forma y volumen, reaccionando algunos artistas ante esta pérdida recurriendo a la figura humana o la volumetría formal como en los casos de Renoir y Cèzanne respectivamente.
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En los primeros años de la década de 1880 Pissarro se interesó por las escenas campesinas, dejando de lado toda crítica social para transmitir los efectos lumínicos y cromáticos de la naturaleza. Así surgen bellas imágenes como la Joven campesina, La lavandera, la Pastora o esta composición. Una mujer carga una carretilla con hierbas en un atractivo paisaje con árboles y casas al fondo. Las luces del atardecer iluminan una escena en la que Pissarro sigue los dictados impresionistas: sombras coloreadas, pincelada rápida a base de cortos toques de color, sensaciones atmosféricas, pérdida de contornos... resultando una obra clásica de un movimiento en el que Camille pasa casi siempre desapercibido para el gran público.
Personaje Pintor
<p>Miniaturista y pintora al pastel. Formada bajo la guía de Giuseppe Diamantini y Antonio Balestra. Pronto se convirtió en una especialista del retrato al pastel. Su habilidad en un género que estaba muy en boga en toda Europa le valió la fama de gran artista. En 1721 visitó París, en 1723 en Módena fue huésped de Rinaldo de Este y en 1730 estuvo en la corte de Carlos VI en Viena. En los últimos años de su vida sufrió una gran pérdida de visión por lo que tuvo que renunciar a la pintura al pastel. Su Autorretrato se conserva en el castillo de Windsor. Además son representativas otras obras suyas como Amalia Josefa de Módenaque se encuentra en Los Uffizzi y el Cardenal de Polignac de Venecia, de la Galleria dell`Accademia. Por el refinamiento y aparente superficialidad de sus retratos, Rosalba Carriera se convierte en un de los mayores intérpretes del gusto y las costumbre europeas en la vigilia del fin de la hegemonia de las clases aristocráticasen el análisis agudo del personaje y del ambiente en el que se mueve.</p>