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Capítulo 21 De las cerimonias y sacrificios que hazían en el segundo mes, que se llamava tlacaxipeoaliztli En el postrero día del dicho mes hazían una muy solenne fiesta a honra del dios llamado Xippe Tótec, y también a honra de Uitzilopuchtli. En esta fiesta matavan todos los captivos, hombres y mugeres y niños; antes que los matasen hazían muchas cerimonias, que son las siguientes. La vigilia de la fiesta, después de mediodía, començavan muy solemne areito, y velavan por toda la noche los que havían de morir en la casa que llamavan calpulco. Aquí los arrancavan los cabellos del medio de la corona de la cabeça; junto al fuego hazían esta cerimonia. Esto hazían a la medianoche, cuando solían sacar sangre de las orejas para ofrecer a los dioses, lo cual siempre hazían a la medianoche. Al alva de la mañana llevávanlos a donde havían de morir, que era el templo de Uitzilopuchtli; allí los matavan los ministros del templo de la manera que arriba queda dicho, y a todos los desollavan, y por esto llamavan la fiesta tlacaxipeoaliztli, que quiere dezir "desollamiento de hombres". Y a ellos los llamavan xipeme, y por otro nombre tototecti; lo primero quiere dezir "desollados"; lo segundo quiere dezir "los muertos a honra del dios Tótec". Los dueños de los captivos los entregavan a los sacerdotes abaxo, al pie del cu, y ellos los llevavan por los cabellos, cada uno al suyo, por las gradas arriba. Y si alguno no quería ir de su grado, llevávanle arrastrando hasta donde estava el taxón de piedra donde le havían de matar, y en sacando a cada uno de ellos el coraçón y ofreciéndole, como arriba se dixo, luego le echavan por las gradas abaxo, donde estavan otros sacerdotes que los desollavan; esto se hazía en el cu de Uitzilopuchtli. Todos los coraçones, después de los haver sacado y ofrecido, los echavan en una xícara de madera, y llamavan a los coraçones cuauhnochtli, y a los que morían después de sacados los coraçones los llamavan cuauhtéca. Después de desollados, los viejos, llamados cuacuacuilti, llevavan los cuerpos al calpulco, adonde el dueño del captivo havía hecho su voto o prometimiento; allí le dividían y embiavan a Motecuçoma un muslo para que comiese, y lo demás lo repartían por los otros principales o parientes; ívanlo a comer a la casa del que captivó al muerto. Cocían aquella carne con maíz, y davan a cada uno un pedaço de aquella carne en una escudilla o caxete, con su caldo y su maíz cocida. Y llamavan aquella comida tlacatlaolli; después de haver comido andava la borrachería. Otro día, en amaneciendo, después de haver velado toda una noche, acuchillavan sobre la muela otros captivos, como se dixo en el capítulo pasado, los cuales llamavan oaoanti. También a éstos los arrancavan los cabellos de la corona de la cabeça, y los guardavan como por reliquias. Otras cerimonias muchas hazían en esta fiesta que se quedan por no dar fastidio al lector, aunque todas están esplicadas en la lengua. Hazían en esta fiesta unos juegos que son los siguientes. Todos los pellejos de los desollados se vestían muchos mancebos, a los cuales llamavan tototecti. Poníanse todos sentados sobre unos lechos de heno o de tíçatl o greda; estando allí sentados, otros mancebos provocávanlos a pelear o con palabras o con pellizcos, y ellos echavan tras los que les incitavan a pelear y los otros huían, y alcançándolos començavan a luchar o pelear los unos con los otros, y se prendían los unos a los otros, y encerravan a los presos y no salían de la cárcel sin pagar alguna cosa. En acabando esta pelea, luego començavan acuchillar a los que havían de morir acuchillados sobre la muela. Peleavan contra ellos cuatro, los dos vestidos como tigres y los otros dos como águilas, y antes que començassen a pelear levantavan la rodela y la espada hazia el sol, como demandando esfuerço al sol, y luego començavan a pelear uno contra otro; y si era valiente el que estava atado y se denfendía bien, acometíanle dos y después tres, y si todavía se defendía, acometíanle todos cuatro en esta pelea; ivan bailando y haziendo muchos meneos los cuatro. Cuando ivan a acuchillar a los ya dichos hazían una procesión muy solemne de esta manera. Salían de lo alto del cu, que se llamava Yopico, muchos sacerdotes adereçados con ornamentos que cada uno representava a uno de los dioses; eran en gran número; ivan ordenados como en procesión, detrás de todos ivan los cuatro, dos tigres y dos águilas, que eran hombres fuertes; ivan haziendo ademanes de pelea con la espada y con la rodela como quien esgrime, y en llegando abaxo ivan hazia donde estava la piedra como muela donde acuchillan los cativos, y rodeávanla todos y sentávanse en torno de ella, algo redrados, en sus icpales que llamavan quecholicpalli. Estavan todos ordenados. El principal sacerdote de aquella fiesta, que se llamava Yooallaoa, se assentava en el más honrado lugar, porque él tenía cargo de sacar los coraçones aquellos que allí morían; y en estando sentados, començavan luego a tocar flautas, trompetas, caracoles, y a dar silvos y a cantar. Estos que cantavan y tañían llevavan todos banderas de pluma blanca sobre los hombros en sus astas largas, y sentávanse todos ordenadamente en torno de la piedra, algo más lexos que los sacerdotes. Estando todos sentados, venía uno de los que tenía captivos para matar y traía a su captivo de los cabellos hasta la piedra donde le havían de acuchillar. Allí le davan a bever vino de la tierra o pulcre, y como el captivo recebía la xícara de pulcre alçávala contra el oriente, y contra el septentrión, y contra el occidente, y contra mediodía, como ofreciéndola hazia las cuatro partes del mundo. Y luego bevía, no con la xícara, sino con una caña hueca, chupando, y luego venía un sacerdote con una codorniz y cortávale la cabeça, arrancándosela delante del captivo que havía de morir, y luego el mesmo sacerdote tomava la rodela al captivo y levantávala hazia arriba, y luego la codorniz que havía cortado la cabeça echávala atrás de sí. Hecho esto, luego hazían subir al captivo sobre la piedra redonda a manera de muela, y estando sobre la piedra el captivo venía uno de los sacerdotes, o ministros del templo, vestido con un cuero de osso, el cual era como padrino de los que allí morían, y tomava una soga, la cual salía por el ojo de la muela, y atávale por la cintura con ella. Luego le dava su espada de palo, la cual en lugar de navajas tenía plumas de aves pegadas por el corte, y dávale cuatro garrotes de pino con que se defendiese y con que tirasse a sus contrarios. El dueño del captivo, dexándole de esta manera ya dicha sobre la piedra, ívase en su lugar y desde allí mirava lo que passava con su captivo, estando bailando. Luego los que estavan aparejados para la pelea començavan a pelear con el captivo de uno en uno. Algunos captivos que eran valientes cansavan a los cuatro peleando y no le podían rendir. Luego venía otro quinto, que era izquierdo, el cual usava de la mano izquierda por derecha; éste le rendía y quitava las armas y dava con él en tierra; luego venía el que se llamava Yooallaoa y le abría los pechos y le sacava el coraçón. Algunos de los captivos, viéndose sobre la piedra atados, luego desmayavan y perdían el ánimo, y como desmayados y desanimados tomavan las armas, mas luego se dexavan vencer y los sacavan los coraçones sobre la piedra. Algunos captivos havía que luego se amortezían, como se vían sobre la piedra atados echávanse en el suelo, sin tomar arma ninguna, deseando que luego les matasen; y así le tomavan echándole de espaldas sobre la orilla de la piedra. Aquel llamado Yooallaoan abríale los pechos y sacávale el coraçón, y ofrecíale al sol; echávale en la xícara de madera, y luego otro sacerdote tomava un cañuto, de caña hueca, y metíala en el agujero por donde le havían sacado el coraçón, y tiñéndola en la sangre tornávala a sacar y ofrecía aquella sangre al sol. Luego venía el dueño del captivo y recebía la sangre del captivo en una xícara bordada con plumas toda la orilla; en la misma xícara iva un cañuto también aforrado con plumas. Iva luego a andar las estaciones, visitando todas las estatuas de los dioses, por los templos y por los calpules; a cada una de ellas ponía el cañuto teñido en la sangre, como dándole a gustar la sangre de su captivo; haziendo esto iva compuesto con sus plumages y con todas sus joyas. Haviendo visitado todas las estatuas del pueblo y haviendo dado a gustar la sangre de su captivo, iva luego al palacio real a descomponerse, y el cuerpo de su captivo llevávale a la casa que llamavan calpulco, donde havía tenido la vigilia la noche antes. Allí les desollavan; de allí llevava el cuerpo desollado a su casa; allí le dividía y hazía presentes de la carne a sus superiores, amigos y parientes. El señor del captivo no comía de la carne, porque hazía de cuenta que aquella era su misma carne, porque desde la hora que le captivó le tenía por hijo, y el captivo a su señor por padre. Y por esta razón no quería comer de aquella carne, empero comía de la carne de los otros captivos que se havían muerto. El pellejo del captivo era del que le havía captivado, y él le prestava a otros para que le vistiessen y anduviessen por las calles con él, como con cabeça de lobo. Y todos le davan alguna cosa al que lo llevava vestido, y él lo dava todo al dueño del pellejo, el cual lo dividía entre aquellos que le havían traído vestido, como le parecía. Acabado de acuchillar y matar a los captivos, luego todos los que estavan presentes, sacerdotes y principales y los señores de los esclavos, començavan a dançar en su areito en rededor de la piedra donde havían muerto a los captivos. Y los señores de los captivos en el areito, dançando y cantando, llevavan las cabeças de los captivos asidas de los cabellos, colgadas de las manos derechas; llamavan a este areito motzontecomaitotía. Y el padrino de los captivos, llamado cuitlachueue, cogía las sogas con que fueron atados los captivos en la piedra y levantávalas hazia las cuatro partes del mundo, como haziendo reverencia o acatamiento; y haziendo esto, andava llorando y gimiendo como quien llora a sus muertos. A este espectáculo secretamente venían a mirar y a estar presentes aquellos con quien Motecuçoma tenía guerra, que eran los de esa parte de los puertos de Uexotzinco, de Tlaxcalla, de Nonoalco, de Cempoalla, y otras partes muchas; y los mexicanos disimulavan con ellos porque dixessen en sus tierras lo que pasava cerca de los captivos. Hechas todas estas cosas, se acabava la fiesta de los acuchillados sobre la piedra. Cuando se hazía esta fiesta comían todos unas tortillas, como empanadillas, que hazían de maíz sin cozer, a las cuales llamavan uilocpalli. Todos los que ivan a ver este espectáculo hazían muchila de estas tortillas y comíanlas allá donde se hazía la farsa. El día siguiente todos se aparejavan para un muy solemne areito, el cual començavan en las casas reales; adereçávanse con todos los adereços o divisas o plumajes ricos que havía en las casas reales, y llevavan en las manos, en lugar de flores, todo género de tamales y tortillas; ivan adereçados con maíz tostado que llaman mumúchitl, en lugar de sartales y guirnaldas. Llevavan también bledos colorados hechos de pluma colorada, y cañas de maíz con sus maçorcas. Y passando el mediodía cesavan los ministros del templo del areito, y venían todos los principales, señores y nobles, y poníanse en orden delante las casas reales todos de tres en tres. Salía también Motecuçuma en la delantera y llevava a la mano derecha al señor de Tezcuco y a la izquierda al señor de Tlacupa; hazíase un areito solemníssimo; durava el areito hasta la tarde, a la puesta del sol. Acabado el areito, començavan otra manera de danças en que todos ivan travados de las manos; ivan dançando como culebreando. En estas danças entravan los soldados viejos y los bisoños y los tirones de la guerra. También en estas danças entravan las mugeres matronas que querían, y las mugeres públicas; durava esta manera de danças, en este lugar donde havían muerto los captivos, hasta cerca de la medianoche; dilatavan estas fiestas por espacio de veinte días hasta llegar en las calendas del otro mes que se llamava toçoztontli. Capítulo 22 De las fiestas y sacrificios que hazían en el postrero día del segundo mes, que se dezía tlacaxipeoaliztli En el postrero día del segundo mes, se llamava tlacaxipeoaliztli, hazían una fiesta que llamavan ayacachpixolo, en el templo llamado Yopico. En esta fiesta los vezinos de aquel barrio estavan cantando sentados y tañían sonajas todo un día en el dicho templo, y ofrecían flores en el mismo templo. Estas flores que se ofrecían eran como primicias, porque eran las primeras que nacían aquel año y nadie osava oler flor ninguna de aquel año hasta que se ofreciessen, en el templo ya dicho, las primicias de las flores. En esta fiesta hazían unos tamales que se llamavan tzatzapaltamalli, hechos de bledos o cenizos; principalmente hazían estos tamales los del barrio llamado Coatlan, y los ofrecían en el mismo cu delante de la diosa que ellos llamavan Coatlicue, o por otro nombre Coatlantonan, en la cual estos maestros de hazer flores tenían gran devoción. En esta misma fiesta escondían en alguna cueva los cueros de los captivos que havían desollado en la fiesta passada, porque ya estavan hartos de traerlos vestidos y porque ya hedían. Algunos enfermos de sarna o de los ojos hazían promesa de ir a ayudar asconder estos pellejos, porque los ascondían con processión y con mucha solemnidad. Ivan estos enfermos a esta processión por sanar de sus enfermedades, y dizque algunos de ellos sanavan, y atribuíanlo a esta devoción. Con grandes cerimonias se concluía esta fiesta, y con grandes cerimonias se lavavan los que havían traído los pellejos vestidos; los dueños de los captivos y todos los de su casa no se bañavan ni lavavan las cabeças hasta la conclusión de la fiesta, casi por espacio de veinte días; hecho lo dicho, lavavan, bañávanse ellos y los de su casa. Los que havían traído los pellejos vestidos lavávanse allí en el cu con agua mezclada con harina o con masa de maíz, y de allí ivan a bañarse en el agua común; y no se lavavan ellos, sino lavávanlos otros, no fregándolos el cuerpo con las manos, sino dándoles palmadas con las manos mojadas en el cuerpo; dezían que así salía la grosura del pellejo que havía traído vestido. También los dueños de los captivos, los de su casa, hecho todo esto, se lavavan y xabonavan las cabeças de lo cual se havían abstenido veinte días, haziendo penitencia por su captivo difunto. Después de todo lo dicho, el dueño del esclavo que havía muerto ponía en el patio de su casa un globo redondo, hecho de petate, con tres pies, y encima del globo ponía todos los papeles con que se havía adereçado el captivo cuando murió, y después buscava un mancebo valiente y componíale con todos aquellos papeles. Estando compuesto con los papeles, dávanle una rodela en la una mano, en la otra le ponían un bastón, y salía corriendo por essas calles, como que quería maltratar a los que topasse, y todos huían de él y todos se alborotavan, y en viéndole dezían: "Ya viene el tetzómpac". Y si alguno alcançava, tomávale las mantas, y todas cuantas tomava las llevava y las arrojava en el patio de aquel que le havía compuesto con los papeles. Después de esto el dueño del captivo que havía muerto ponía en el medio del patio de su casa un madero como una columna, en el cual todos conocían que havía captivado en la guerra; aquello era en blasón de su valentía. Después de esto tomava el hueso del muslo del captivo, cuya carne ya havían comido, y componíale con papeles y con una soga le colgava de aquel madero que havía hincado en el patio; y para el día que le colgava combidava a sus parientes y amigos y a los de su barrio, y en presencia de ellos le colgava, y los dava de comer y bever. Aquel día hazían ciertas cerimonias con el pulcre que dava a bever, y todo este día cantavan los cantores de su casa; todas estas cosas pasavan dentro de veinte días hasta llegar uei toçoztli. Capítulo 23 De la fiesta y cerimonias que hazían en las calendas del cuarto mes, que se llamava uei toçoztli Al cuarto mes llamavan uei toçoztli. En este mes hazían fiesta al dios de las mieses llamado Cintéutl y a la diosa de los mantenimientos llamada Chicomecóatl. Ante que celebrasen esta fiesta ayunavan cuatro días, y en estos días ponían espadañas junto a las imágines de los dioses, muy blancas y muy cortadas, ensangrentada la parte de abaxo donde tiene la blancura con sangre de las orejas o de las piernas. Este servicio hazían los mancebos y muchachos en las casas de los principales, mercaderes y ricos; ponían también unos ramos que se llaman acxóyatl. Hazían también delante de las diosas o de sus altares unos lechos de heno, y las orillas de ellos entretexíanlas como orillas de petate; lo demás del heno estava todo rebuelto, echado a mano. Y después de lo arriba dicho, hazían muchas maneras de maçamorra, y estando muy caliente y casi herviendo echávanlo en sus caxetes, en la casa que llamavan telpuchcalli. A la mañana los mancebos y muchachos andavan por las casas donde havían enramado los dioses y pedían limosna cada uno por sí; ninguno andava junto con otro. Dávanlos aquella maçamorra para que comiesen y los mancebos de los cúes que llamavan tlamazcatoton llevávanla al calmécac, allá la comían; y los mancebos del pueblo que llamavan telpupuchti llevávanla al telpuchcalli y allí la comían. Después de esto ivan todos por los maizales y por los campos y traían cañas de maíz y otras yervas que llamavan mecóatl. Con estas yervas enramavan al dios de las mieses cuya imagen cada uno tenía en su casa, y componíanla con papeles y ponían comida delante de él, de esta imagen, cinco chiquihuites con sus tortillas, y encima de cada chiquíuitl una rana asada, de cierta manera guisada. Y también ponían delante de esta imagen un chiquihuite de harina de chían que ellos llaman pinolli; otro chiquihuite con maíz tostado rebuelto con frixoles. Cortavan un cañuto de maíz verde y henchíanle de todas aquellas viandas, tomando de cada cosa un poquito, y ponían aquel cañuto sobre las espaldas de la rana como que le llevava a cuestas. Esto hazía cada uno en su casa; por esto llamavan esta fiesta calionooac; y después a la tarde llevavan todas estas comidas al cu de la diosa de los mantenimientos llamada Chicomecóatl, y allí andavan a la rebatina con ello y lo comían todo. En esta fiesta llevavan las maçorcas de maíz que tenían guardadas para semilla al cu de Chicomecóatl y de Cintéutl, para que allí se hiziesen benditas. Llevavan las maçorcas unas muchachas vírgines a cuestas, boeltas en mantas, no más de siete maçorcas cada una; echavan sobre las maçorcas gotas de azeite de ulli; envolvíanlas en papeles. Las donzellas llevavan todas los braços emplumados con pluma colorada, y también las piernas; poníanlas en la cara pez derretida que ellos llaman chapopotli, salpicada con marcasita. Cuando ivan por el camino, ivan con ellas mucha gente, rodeada de ellas, y todas las ivan mirando sin apartar los ojos de ellas; y nadie osava hablarlas, y si por ventura algún mancebo travieso las dezía alguna palabra de requiebro, respondía alguna de las viejas que ivan con ellas: "Y tú cobarde, ¿hablas bisoño?, ¿tú havías de hablar? Piensa en cómo hagas alguna hazaña para que te quiten la vedija de los cabellos que traes en el cocote, en señal de cobarde y de hombre para poco. Cobarde, bisoño, no havías tú de hablar aquí; tan muger eres como yo; nunca has salido tras del fuego". De esta manera estimulavan a los mancebos para que procurassen de ser esforçados para las cosas de la guerra; y alguno de los mancebos que tomava por sí esta reprehensión, respondía diziendo: "Muy bien está dicho, señora; yo lo recibo en merced; yo haré lo que vuessa merced manda; iré donde haga alguna cosa por donde me tengan por hombre, yo tendré cuidado. Querría más dos cacaos que a vos y a vuestro linaje; poneos de lodo en la barriga; rascaos la barriga y poneos la una pierna sobre la otra, y echaos a rodar por esse polvo; allí está una piedra áspera, daos con ella en la cara y en las narizes para que os salga sangre, y si más quisiéredes, agujeraos la garganta con un tizón para que escopáis por allí. Ruégoos que calléis y os pongáis en vuestra paz". Aunque de esta manera respondían a la muger que lo reprehendía, era por mostrar ánimo, que bien quedavan lastimados los mancebos de las palabras de la muger que havía reprehendido, y después dezían entre sí: "Ofrézcola al diablo, la vellacona, ¡y cómo nos ha reprehendido tan de agudo, que nos ha lastimado el coraçón con sus palabras! Amigos, menester es que vamos a hazer alguna cosa con que nos tengan en algo". Después que havían llevado al cu las maçorcas de maíz, bolvíanlas a sus casas; echávanlas en el hondón de la troxe; dezían que era el coraçón de la troxe, y en el tiempo de sembrar, sacávanlas para sembrar; el maíz de ellas servía de semillas. Esta fiesta hazían a honra de la diosa llamada Chicumecóatl, la cual imaginavan como muger y dezían que ella era la que dava los mantenimientos del cuerpo para conservar la vida humana, porque cualquiera que le falta los mantenimientos se desmaya y muere. Dezían que ella hazía todos los géneros de maíz, y todos los géneros de frixoles y cualesquiera otras legumbres para comer, y también todas las maneras de chía; y por esto la hazían fiesta con ofrendas de comida, y con cantares y con bailes, y con sangre de codornizes. Todos los ornamentos con que la adereçavan eran bermejos y curiosos y labrados; en las manos la ponían cañas de maíz. De esta manera acabavan la fiesta de esta diosa, y començavan con danças la fiesta que se sigue. Capítulo 24 De la fiesta que se hazía en las calendas del quinto mes, que se llamava tóxcatl Al quinto mes llamavan tóxcatl. En este mes hazían fiesta y pascua a honra del principal dios llamado Tezcatlipuca, y por otro nombre Titlacaoan, y por otro Yáutl, y por otro Telpuchtli, y por otro Tlamatzíncatl. En esta fiesta matavan un mancebo muy acabado en disposición, al cual havían criado por espacio de un año en deleites; dezían que era la imagen de Tezcatlipuca. En matando el mancebo que estava de un año criado, luego ponían otro en su lugar para criarle por espacio de un año; y de éstos tenían muchos guardados para que luego sucediessen otro al que havía muerto. Escogíanlos entre los captivos, los más gentiles hombres, y teníanlos guardados los calpixques; ponían gran diligencia en que fuessen los más hábiles y más bien dispuestos que se pudiesen haver, y sin tacha ninguna corporal. Al mancebo que se criava para matarle en esta fiesta enseñávanle con gran diligencia que supiese bien tañer una flauta, y para que supiese tomar y traer las cañas de humo y las flores, según que se acostumbra entre los señores y palancianos; y enseñávanle a ir chupando el humo y oliendo las flores, yendo andando, como se acostumbra entre los señores y en palacio. Estos mancebos, estando aún en el poder de los calpixques, ante que se publicasen por diputados para morir, tenían gran cuidado los mismos calpixques de enseñarlos toda buena criança, en hablar y en saludar a los que topavan por la calle y en todas las otras cosas de buenas costumbres, porque cuando ya eran señalados para morir en la fiesta de este dios, por espacio de aquel año en que ya se sabía de su muerte, todos los que le vían le tenían en gran reverencia y le hazían gran acatamiento, y le adoravan besando la tierra. Y si por el buen tratamiento que le hazían engordava, dávanle a bever agua mezclada con sal para que se parase cenceño. Luego que este mancebo era diputado para morir en la fiesta de este dios, començava a andar tañendo su flauta por las calles, con sus flores y su caña de humo; tenía libertad de noche y de día de andar por todo el pueblo, y andavan con él acompañándole siempre ocho pajes ataviados a manera de palacio. E siendo publicado este mancebo para ser sacrificado en la pascua, luego el señor le ataviava con atavíos preciosos y curiosos, porque ya le tenía como en lugar de dios, y entintávanle todo el cuerpo y la cara; emplumávanle la cabeça con plumas de gallina pegadas con resina; criava los cabellos hasta la cinta. Después de haberle ataviado de ricos atavíos, poníanle una guirnalda de flores, que llaman izquixúchitl, y un sartal largo de las mismas colgado desde el hombro al sobaco, de ambas partes; poníanle en las orejas un ornamento como cercillos de oro; poníanle al cuello un sartal de piedras preciosas -colgávanle un juel de una piedra preciosa blanca que colgava hasta el pecho-; poníanle un barbote hecho de caracol marisco. Llevava a las espaldas un ornamento como bolsa de un palmo en cuadro, de lienço blanco, con sus borlas y flocadura; poníanle también en los braços, encima de los codos, en los morcillos de los braços, unas ajorcas de oro en ambos braços; poníanle también en las muñecas unos sartales de piedras preciosas, que ellos llaman macuextli, que le cubrían casi todas las muñecas hasta el codo. Cubríanle con una manta rica, hecha a manera de red, con una flocadura muy curiosa por las orillas; poníanle también ceñido una pieça de lienço muy curiosa que ellos usavan para cubrir las partes baxas que llamavan máxtlatl; las estremidades de este máxtlatl eran muy labradas, tanta anchura como un palmo de todo el ancho del lienço; colgavan estas estremidades por la parte delantera casi hasta la rodilla. Poníanle también unos cascaveles de oro en las piernas, que iva sonando por dondequiera que iva; poníanle unas cotaras muy pintadas, muy curiosas, que las llamavan ocelunacace. De esta manera ataviavan a este mancebo que havían de matar en esta fiesta. Estos eran los atavíos del principio del año. Veinte días antes de llegar a esta fiesta mudávanle las vestiduras con que hasta allí havía hecho penitencia y lavávanle la tintura que hasta allí solía traer este mancebo. Y casávanle con cuatro donzellas con las cuales tenía conversación aquellos veinte días que restavan de su vida; y cortávanle los cabellos a la manera que los usavan los capitanes; atávanle los cabellos con una borla sobre la corona de la cabeça; con una franxa curiosa atávanle aquella atadura de los cabellos dos borlas con sus botones, hechas de pluma y oro y tochómitl, muy curiosas, que ellos llamavan aztaxelli. Las cuatro donzellas que le davan por sus mugeres también eran criadas en mucho regalo para aquel efecto; poníanlas los nombres de cuatro diosas, a la una llamavan Xochiquétzal, a la otra Xilonen, y a la tercera Atlatonan, y a la cuarta Uixtocíoatl. Cinco días antes de llegar a la fiesta, donde havían de sacrificar a este mancebo, honrávanle como a dios. El señor se quedava solo en su casa, y todos los de la corte le seguían, y se hazían solemnes banquetes y areitos con muy ricos atavíos. El primero día le hazían fiesta en el barrio que llaman Tecanman; el segundo en el barrio donde se guardava la estatua de Tezcatlipuca; el tercero en el montezillo que se llama Tepetzinco, que está en la laguna; el cuarto en otro montezillo, que está también en la laguna que se llama Tepepulco. Acabada esta cuarta fiesta, poníanle en una canoa, en que el señor solía andar, cubierta con su toldo, y con él a sus mugeres que le ivan consolando. Y partiendo de Tepepulco, navegavan hazia una parte que se llama Tlapitzaoayan, que es cerca del camino de Itztapalapan, que va hazia Chalco, donde está un montezillo que se llama Acaquilpan o Caoaltépec; en este lugar le dexavan sus mugeres y toda la otra gente y se volvían para la ciudad: solamente le acompañavan aquellos ocho pajes que havían andado con él todo el año. Llevávanle luego a un cu pequeño y mal aliñado que estava orilla del camino y fuera de despoblado, distante de la ciudad una legua, o casi; llegado a las gradas del cu, él mismo se subía por las gradas arriba, y en la primera grada hazía pedaços una de las flautas con que tañía en el tiempo de su prosperidad, y en la segunda grada hazía pedaços otra, y en la tercera otra, y assí las acabava todas, subiendo por las gradas. Llegando arriba, a lo más alto del cu, estavan aparejados los sátrapas que le havían de matar, y tomávanle, echávanle sobre el taxón de piedra, y teniéndole por los pies y por las manos y por la cabeça, echado de espaldas sobre el taxón, el que tenía el cuchillo de piedra metíaselo por los pechos con un gran golpe, y tornándole a sacar, metía la mano por la cortadura que havía hecho el cuchillo y arrancávale el coraçón y ofrecíale luego al sol. De esta manera matavan a todos los que sacrificavan; a éste no le echavan por las gradas abaxo como a los otros, sino tomávanle cuatro y baxávanle abaxo al patio: allí le cortavan la cabeça y la espetavan en un palo que llamavan tzompantli. De esta manera acabava su vida éste que havía sido regalado y honrado por espacio de un año. Dezían que esto significava que los que tienen riquezas y deleites en su vida, al cabo de ella han de venir a pobreza y dolor. En esta mesma fiesta hazían de masa, que se llama tzoalli, la imagen de Uitzilopuchtli, tan alta como un hombre hasta la cinta. En el cu que llamavan Uitznáoac hazían para ponerla un tablado; los maderos de él eran labrados como culebras y tenían las cabeças a todas cuatro partes del tablado contrapuestas las unas a las otras, de manera que a todas cuatro partes havía colas y cabeças. A la imagen que hazían poníanla por huesos unos palos de mízquitl, y luego lo hinchían todo de aquella masa, hasta hazer un bulto de un hombre; hazían esto en la casa donde siempre se guardava la imagen de Uitzilopuchtli. Acabada de hazer, componíanla luego con todos los atavíos de Uitzilopuchtli; poníanle una xaqueta de tela labrada de huesos de hombres; cubríanle con una manta de nequén de tela muy rala; poníanle en la cabeça una corona a manera de scriño que venía justa a la cabeça, y en lo alto ívase ensanchando, labrada de pluma sobre papel; del medio de ella salía un mástil también labrado de pluma, y en lo alto del mástil estava engerido un cuchillo de pedernal, a manera de hierro de lançón, ensangrentado hasta el medio; cubríanle otra manta, ricamente labrada de pluma rica; tenía esta manta en el medio una plancha de oro redonda, hecha de martillo. Abaxo ponían unos huesos, hechos de tzoalli, cerca de los pies de la imagen, y cubríalos la misma manta que tenía cubierta en la cual estavan labrados los huesos y miembros de una persona despedaçada; a esta manta, labrada de esta manera, llamavan tlacuacuallo. Otro ornamento hazían para honra de este dios, que era un papelón que tenía veinte braças de largo y una de ancho y un dedo de grueso. Este papelón lo llevavan muchos mancebos recios delante de la imagen, assidos de una parte y de otra del papelón, todos delante la imagen; y porque el papelón no se quebrase, llevávanle entablado con unas saetas que ellos llamavan téumitl, las cuales tenían plumas en tres partes: cabe el casquillo, y en el medio y al cabo; ivan estas saetas una debaxo y otra encima del papel; llevávanlas dos, uno de una parte y otro de otra, llevándolas asidas ambas juntas con las manos, y ellas apretavan el papelón, una por encima y otra por debaxo. Acabada de componer esta imagen de la manera ya dicha, alçavan el tablado sobre que estava puesto muchos capitanes y hombres de guerra, y unos de una parte y otros de otra, ívanla llevando como en andas, y delante de ella iva el papelón, y todos los que le llevavan ivan todos en procesión. Ivan cantando sus cantares del mesmo dios, y bailando delante de él con grande areito; y llegando al cu, donde le havían de subir, llevavan con unas cuerdas atado el tablado por las cuatro esquinas y asían de las cuerdas para subirle, de manera que fuesse muy llano, que a ninguna parte se acustease la imagen. Y los que llevavan el papelón subían delante; los que llegavan primero a lo alto començavan a coger el papel enrollándole; ansí como ivan subiéndole, ivan enrollando con gran tiento para que no se quebrase ni rompiese; y las saetas ívanlas sacando y dávanlas a quien todas y juntas las tuviesse hechas un haz. En llegando arriba la imagen, poníanla en su lugar, o silla, donde havía de estar, y el papelón que ya estava enrollado atávanle muy bien porque no se tornase a desenrollar, y poníansele delante del tabladillo en que estava la imagen. Después de haver assentado el tabladillo en lo alto del cu, y puesto el papelón enrollado junto al tabladillo, descendíanse todos los que le havían subido; solamente quedavan allá los que havían de guardar, que eran los sátrapas de los ídolos. Cuando le acabavan de subir ya era a puesta de sol, y luego entonce hazían ofrendas a la imagen de tamales y otras comidas. Otro día, en amaneciendo, cada uno en su casa hazía ofrenda de comida a la imagen del mesmo Uitzilopuchtli que tenía en su casa, y todos ofrecían sangre de codornizes delante de la imagen que havían puesto en el cu. Primero començava el señor: arrancava la cabeça a cuatro codornizes, ofreciéndolas al ídolo recien puesto, y luego ofrecían los sátrapas, y después todo el pueblo, y en arrancando la cabeça a la codorniz, arrojávanla delante del ídolo; allí andava revoleando hasta que se moría, y los escuderos y hombres de guerra del señor cogían las codornices después de muertas y hazíanlas pelar y asar y salar, y dividíanlas entre sí: parte de ellas al señor, y parte a los principales, y parte a los sátrapas, y parte a los escuderos. Todos llevavan braseros, y en el cu encedían lumbre y hazían brasa; llevavan también copalli y sus incensarios de barro como caços agujerados y muy labrados, que ellos llamavan tlémaitl; llevavan también copal de todas maneras. Y como ivan procediendo en las cerimonias del servicio de aquel dios, los sátrapas, llegando a cierto punto, tomavan todos brasas en sus incensarios, echavan allí el copal o incienso, y incensavan hazia la imagen de Uitzilopuchtli, que poco antes havían puesto en el cu. No solamente en este lugar se hazía esta cerimonia, pero también en todas las casa de los dueños de ellas incensavan a todas las estatuas de los dioses que en sus casas tenían; acabado de incensar, echavan las brasas en un hogar redondo, dos palmos o casi alto de tierra, que estava en medio del patio, al cual llamavan tlexictli. En esta fiesta todas las donzellas se afeitavan las caras y componían con pluma colorada los braços y las piernas, y llevavan todas unos papeles puestos en unas cañas hendidas, que llamavan tetéuitl; el papel era pintado con tinta. Otras, que eran hijas de señores o de personas ricas, no llevavan papel, sino unas mantas delgadas, que llamavan canáoac; también las mantas ivan pintadas de negro a manera de vírgulas, de alto a baxo. Llevando en las manos estas cañas, con sus papeles o mantas altas, andavan la procesión con la otra gente a honra de este dios; y también bailavan estas donzellas con sus cañas y papeles assidos con ambas manos en derredor del fogón, sobre el cual estavan dos escuderos, teñidas las caras con tinta, y traían a cuestas unas como jaulas hechas de tea, en las orillas de las cuales ivan hincadas unas banderitas de papel; y llevávanlas a cuestas, no assidas de la frente como las cargas de los hombres, sino atadas de los pechos como suelen llevar las cargas las mugeres. Estos, alrededor del fogón, en lo alto, guiavan la dança de las mugeres, bailando al modo que ellas bailan. También los sátrapas del templo dançavan también con las mugeres; ellos y ellas bailando saltavan, y llamavan a este baile toxcachocholoa; quiere dezir "saltar o bailar de la fiesta de tózcatl". Llevavan los sátrapas unas rodaxas de papel en las frentes, froncidas a manera de rosas de papel. Todos los sátrapas llevavan emplumadas las cabeças, con pluma blanca de gallina, y llevavan los labios y parte de los rostros enmelados, de manera que relucía la miel sobre la tintura de la cara, la cual siempre traían teñida de negro. Los sátrapas llevavan unos paños menores que ellos usavan de papel, que llamavan amamaxtli, y llevavan en las manos unos cetros de palma, en la punta de los cuales iva una flor de pluma negra y en lo baxo una bola, también de pluma negra, por remate del cetro. A este cetro llamavan cuitlacuchtli, por razón de la bola que llevava abaxo en el remate. La parte por donde llevavan assidos estos cetros iva envuelta con un papel pintado de listas o rayas negras, y cuando éstos ivan dançando llegavan al suelo con el cetro, como sustentándose en él, según los pasos que ivan dando. Y los que hazían el son para bailar estavan dentro de una casa que llamavan calpulco, de manera que no se vían los unos a los otros, ni los que bailavan a los que tañían, ni los que tañían a los que bailavan. Estos que tañían estavan todos sentados; en medio de ellos estava el atabal, y todos tañían sonajas y otros instrumentos que ellos usan en los areitos. Toda la gente del palacio y la gente de guerra, viejos y moços, dançavan en otras partes del patio, trabados de las manos y culebreando, a manera de las danças que los populares hombres y mugeres hazen en Castilla la Vieja. Entre éstos tambíen dançavan las donzellas, afeitadas y emplumadas de pluma colorada todos los braços y todas las piernas, y llevavan en la cabeça puestos unos capillejos compuestos, en lugar de flores, con maíz tostado, que ellos llaman momóchitl, que cada grano es como una flor blanquíssima. Estos capillejos eran a la manera que los capillejos de flores que usan las moças en Campos por mayo; llevavan también unos sartales de lo mismo colgados desde el hombro hasta el sobaco, de ambas partes. A esta manera de dançar llaman tlanaoa, que quiere dezir "abraçado"; quinaoa in Uitzilopuchtli, "abraçan a Uitzilopuchtli". Todo esto se hazía con gran recato y honestidad, y si alguno hablava o mirava deshonestamente luego le castigavan, porque havía personas puestas que velavan sobre esto. Estos bailes y danças duravan hasta la noche. Cuando por espacio de un año regalavan al mancebo, que al principio se dixo que era imagen de Titlacaoan y le matavan en el principio de esta fiesta, juntamente criavan otro que llamavan Isteucale y por otro nombre Tlacauepan, y por otro Teicauhtzin, y andavan ambos juntos, aunque a éste no le adoravan como al otro y ni le tenían en tanto. Acabadas todas las fiestas ya dichas, y regozijos y cerimonias, al cabo matavan a este Tlacauepan, el cual era imagen de Uitzilopuchtli; para haverle de matar componíanle con unos papeles todos pintados con unas ruedas negras, y poníanle una mitra en la cabeça, hecha de plumas de águila, con muchos penachos en la punta, y en medio de los penachos llevava un cuchillo de pedernal enhiesto y teñido la mitad con sangre; iva adornado este pedernal con plumas coloradas. Llevava en las espaldas un ornamento de un palmo en cuadro hecho de tela rala, al cual llamavan icuechin, atado con unas cuerdas de algodón a los pechos, y encima del ycuechin llevava una taleguilla que llamavan icpatoxin; llevava también en uno de los braços otro ornamento de pellejo de bestia fiera, a manera de manípulo que se usa en la missa; a éste llamavan ymatácax. Llevava también unos cascabeles de oro atados a las piernas, como los llevan los que bailan; éste, ansí adornado, dançava con los otros en esta fiesta; en las danças plebeyas iva delante, guiando. Este, él mismo y de su voluntad y a la hora que quería, se ponía en las manos de los que le havían de matar; aquellos sátrapas que le tenían para cuando le matavan los llamavan tlatlacaanalti; en las manos de éstos le cortavan los pechos y le sacavan el coraçón, y después le cortavan la cabeça y la espetavan en el palo que llamavan tzompantli, cabe la del otro mancebo de que diximos al principio. Este mismo día los sátrapas del templo davan unas cuchilladas con navaja de piedra a los niños y niñas en el pecho y en el estómago, y en los morcillos de los braços y en las muñecas; estas señales parece que eran como hierro del demonio con que herrava a sus ovejas; y los que agora todavía hazen estas señales no carecen de mácula de idolatría, si después del baptismo la recibieron. Cada año, en esta fiesta, señalavan a los niños y niñas con estas señales. Capítulo 25 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del sexto mes, que se llamava etzalcualiztli Al sexto mes llamavan etzalcualiztli. En este mes hazían fiesta a honra de los dioses del agua, o de la pluvia, que llamavan tlaloque. Ante de llegar esta fiesta, los sátrapas de los ídolos ayunavan cuatro días, y ante de començar el ayuno ivan por juncias a una fuente que está cabe el pueblo que llaman Citlaltépec, porque allí se hazen muy grandes y muy gruesas juncias, las cuales llaman aztapilin o tolmimilli; son muy largas y todo lo que está dentro del agua es muy blanco. Arrancávanlas en una fuente que se llama Temilco o Tepéxic o Oztoc; después que las havían arrancado, hazíanlas hazes y embolvíanlas en sus mantas para llevar a cuestas, y atávanlas con sus mecapales con que las havían de llevar; luego se partían para donde havían de ir, llevávanlas enhiestas y no atravesadas. Los ministros de los ídolos, cuando ivan por estas juncias y cuando bolvían con ellas, tenían por costumbre de robar a cuantos topavan por el camino; y como todos sabían esto, cuando ivan y cuando bolvían nadie parecía por los caminos, nadie osava caminar; y si con alguno topavan, luego le tomavan cuanto llevava, aunque fuesse el tributo del señor; y si el que tomavan se defendía, tratávanle muy mal de golpes y de coces, y de arrastrarle por el suelo; y por ninguna cosa de estas penavan a estos ministros de los ídolos. En llegando con las juncias al cu donde era menester, luego las cosían y componían, contrapuestas, y entrepuesto lo blanco a lo verde, a manera de mantas pintadas; hazían también de estas juncias sentaderos sin espaldares y otros con espaldares. Para hazer estas mantas de juncias componíanlas en el suelo primero, y luego cosíanlas como estavan compuestas con cuerdas hechas de raízes de maguey. Llegado el ayuno que llamavan netlalocaçaoaliztli, todos los sátrapas y ministros de los ídolos se recogían dentro de la casa que llamavan calmécac; en sus retraimientos recogíanse en este lugar los que llamavan tlamacaztequioaque, que quiere dezir "sátrapas que ya havían hecho hazañas en la guerra", que havían captivado tres o cuatro. Estos, aunque no residían continuamente en el cu, en algunos tiempos señalados acudían a sus oficios al cu; recogíanse también otros que llamavan tlamazcazcayaque, que quiere dezir "sátrapas que ya han captivado uno en la guerra"; tampoco éstos residían siempre en los oficios de los cúes, mas acudían los tiempos señalados a sus oficios; recogíanse también otros que llamavan tlamacazque cuicanime, que quiere dezir "los sátrapas cantores", éstos siempre residían en los cúes, porque aún ninguna hazaña havían hecho en la guerra. Después de éstos se recogían todos los otros ministros de los ídolos que eran menores, que llamavan tlamacazteicahoan, que quiere dezir "ministros menores". También se recogían otros muchachos como sacristanejos, a los cuales llamavan tlamacaztoton, que quiere dezir "ministros pequeñuelos". Después de esto tendían alrededor de los hogares aquellas mantas de juncias que havían hecho, a las cuales llamavan aztapilpétlatl, que quiere dezir "petates jaspeados de juncias blancas y verdes". Después de haver tendido estos petates o esteras, luego se adereçavan los sátrapas de los ídolos para hazer sus oficios. Vestíanse una xaqueta que ellos llamavan xicolli, de tela pintada, y poníanse en la mano, en el braço izquierdo, un manípulo a la manera de los que usan los sacerdotes de la iglesia, que ellos llaman matacaxtli; luego tomavan en la mano izquierda una talega con copal y tomavan en la mano derecha el incensario, que ellos llaman tlémaitl, que es hecho de barro cozido a manera de caço o sartenexa; luego, ansí adereçados, salíanse al patio del cu; puestos en medio del patio, tomavan brasas en sus incensarios y echavan sobre ellas copal, y incensavan hazia las cuatro partes del mundo: oriente, septentrión, occidente, mediodía. Haviendo incensado, vaziavan las brasas en los braseros altos, que siempre ardían de noche en el patio, tan altos como un estado, o poco menos, y tan gruesos que dos hombres apenas los podían abraçar. El sátrapa que havía ofrecido el incienso, acabado su oficio, entrávase en el calmécac, que era como una sacristía, y allí ponía sus ornamentos. Luego començavan los sátrapas a ofrecer delante el hogar unas bolillas de masa, cada uno ofrecía cuatro; poníanlas todos sobre los petates de juncias, y poníanlas con gran tiento para que no se rodassen ni meneasen, y si se rodava alguna de aquellas bolas, los otros acusávanle de aquella culpa, porque havía de ser castigado por ella, y ansí estavan con grande atención mirando a cada uno cómo ponía su ofrenda, para acusarle; a estas bolillas llamavan uentelolotli; y otros ofrecían cuatro tomates o cuatro chiles verdes. Miravan también mucho a los que ofrecían si traían alguna cosa de suziedad en sus mantas como algún hilo, o paja, o cabello, o pluma, o pelos, y al tal luego le acusavan y havía de ser castigado por ello. Mirávase también mucho si alguno tropeçava o caía, porque luego acusavan al tal porque havía por ello de ser castigado. En estos cuatro días de su ayuno, juntamente con cuatro noches, todos andavan con mucho tiento por no caer en la pena del castigo. Acabado de ofrecer cada día, venían unos viejos que llamavan cuacuacuiltin, los cuales traían las caras teñidas de negro, trasquilados salvo en la corona de la cabeça que tenía los cabellos largos al revés de los clérigos. Estos coxían la ofrenda y dividíanla entre sí todos estos cuatro días. Esta era la costumbre de todos los sátrapas y de todos los cúes, que cuando ayunavan cuatro días antes de la medianoche una hora despertavan y tañían cornetas y caracoles y otros instrumentos, como tañiendo a maitines. En haviendo tañido a maitines, luego todos se levantavan, y desnudos sin ninguna cobertura ivan a donde estavan las puntas de maguey que el día antes havían cortado y traído para aquel efecto, con pedaços del mismo maguey; y en cortando las puntas de maguey, luego con una navajita de piedra se cortavan las orejas y con la sangre que de ellas salía ensangrentavan las puntas del maguey que tenían cortadas y también se ensangrentavan los rostros. Cada uno ensangrentava tantas puntas de maguey a cuantas alcançava su devoción: unos cinco, otros más, otros menos. Hecho esto, luego todos los sátrapas y ministros de los ídolos ivan a bañarse por mucho frío que hiziesse; yendo, ivan tañendo caracoles marinos y unos chiflos hechos de barro cozido. Todos llevavan a cuestas unas taleguillas atadas con unos cordelejos de ichtli, con unas borlas al cabo, y de otras colgavan unas tiras de papel pintadas, cosidas con las mismas talegas que llamavan yiecuachtli; y en aquellas talegas llevavan una manera de harina, hecha a la manera de estiercol de ratones, que ellos llamavan yiacualli, que era conficionada con tinta y con polvos de una yerva, que ellos llaman yietl, que es como beleños de Castilla. Iva delante de todos éstos un sátrapa con su incensario lleno de brasas y con su talega de copal; todos ellos llevavan una penca de maguey corta, en que ivan hincadas las espinas que cada uno havía de gastar. Delante de todos éstos iva uno de aquellos que llamavan cuacuacuiltin, y llevava en el hombro una tabla tan larga como dos braços, tan ancha como un palmo o poco más; ivan dentro de esta tabla unas sonajas, y el que la llevava iva sonando con ellas; llamavan a esta tabla ayochicaoaztli o naoalcuáuitl. Todos los sátrapas ivan en esta processión; solos cuatro dexavan en el calmécac, que era su monesterio, los cuales guardavan entre tanto que ellos ivan a cumplir sus devociones. Estos cuatro se ocupavan en cantar y tañer en un atabal y menear unas sonajas estando sentados, y esto era un servicio que hazían a sus dioses, y aún agora lo usan alguno. Llegados los sátrapas al agua donde se havían de bañar, estavan cuatro casas cerca de aquel agua, a las cuales llamavan ayauhcalli, que quiere dezir "casa de niebla". Estavan estas cuatro casas ordenadas hazia las cuatro partes del mundo: una hazia oriente, otra hazia septentrión, otra hazia el occidente, otra hazia el mediodía. El primero día se metían todos en una de éstas, y el segundo en la otra, y el tercero en la tercera, y el cuarto en la cuarta, y como ivan desnudos ivan temblando y otros batiendo los dientes de frío. Estando ansí, començava de hablar uno de los sátrapas que se llamava chalchiuhcuacuilli y dezía: "cóatl içomocayan; amóyotl icaoacayan, atapálcatl inechiccanaoayan, aztapilcuecuetlacayan"; quiere dezir "éste es lugar de culebras, lugar de mosquitos, y lugar de patos, y lugar de juncias". En acabando de dezir esto el sátrapa, todos los otros se arrojavan en el agua; començavan luego a chapotear en el agua con los pies y con las manos, haziendo grande estruendo; començavan a bozear y a gritar, y a contrahazer las aves del agua: unos a las ánades, otros a unas aves çancudas del agua que llaman pipitzti, otros a los cuervos marinos, otros a las garçotas blancas, otros a las garças. Aquellas palabras que dezía el sátrapa parece que eran invocación del demonio para hablar aquellos lenguajes de aves. En el agua donde éstos se bañavan estavan unos varales hincados. Cuatro días arreo hazían de esta manera. En acabándose de bañar, salían del agua y tomavan sus alhajas que havían traído y bolvían a sus monesterios desnudos y tañendo con sus pitos y caracoles. Y llegando a sus monesterios, echávanse todos sobre aquellos petates de juncias verdes y cubríanse con sus mantas para dormir: unos estavan muertos de frío, otros dormían, otros velavan; algunos dormían profundamente, otros con sueño liviano; algunos soñavan, otros hablavan entre sueños; otros se levantavan dormiendo; otros roncavan, otros resoplavan, otros davan gemidos dormiendo; todos estavan rebueltos, malechados; hasta el mediodía no se levantavan. Haviéndose levantado los ministros y sátrapas, luego se adereçava el sátrapa de los ídolos con sus ornamentos acostumbrados y tomava su incensario, y incensava por todas las capillas y altares a todas las estatuas de los ídolos; ivan delante de él, acompañándole, sátrapas viejos llamados cuacuacuiltin. En acabando de incensar en todas las partes acostumbradas, luego se ivan todos a comer; sentávanse en corrillos en el suelo para comer, puestos en cuclillas como siempre suelen comer, y luego davan a cada uno su comida como se la enviavan de su misma casa; y si alguno tomava la comida agena o la trocava, castigávanle por ello. Eran muy recatados y curiosos que no derramassen gota ni pizca de la comida que comían allí donde comían, y si alguno derramava una gota de la mazamorra que sorbían o del chilmolli en que mojavan, luego le notavan la culpa para castigarle, si no redimiesse su culpa con alguna paga. En haviendo acabado de comer, luego ivan a cortar ramos que llaman acxóyatl, y donde no havía estos ramos cortavan cañas verdes en lugar de acxóyatl, y traíanlos todos al templo, hecho hacezillos, y sentávanse todos juntos y esperavan a la hora que les havían de hazer señal para que fuessen a enramar las capillas, que tenían por tareas señaladas. En haziéndoles la señal que esperavan, arrancavan todos juntos con sus ramos y cañas, con priesa muy diligente, y cada uno iva derecho al lugar donde havía de poner sus ramos; y si alguno errava el puesto donde havía de poner las cañas, o quedava atrás de sus compañeros y no llegava juntamente con los otros al poner de las cañas, penávanle. Havía de pagar una gallina, o un maxtle, o una manta; y los pobres pagavan una bola de masa en una xícara puesta. Estas penas eran para el acusador; estas penas se pagavan en los cuatro días, porque en el quinto día ninguno se podía redemir, sino que havía de ser castigado. Llegada la fiesta, todos hazían la comida que se llama etzalli; no quedava nadie que no lo hiziesse en su casa. Este etzalli era hecho de maíz cozido, a manera de arruz, y era muy amarillo; después de hecho, todos comían de ello y davan a otros. Después de comido, los que querían bailavan y regozijávanse; muchos se hazían zaharrones disfraçados de diversas maneras y traían en las manos unas ollas de asa que se llaman xocuicolli; andavan de casa en casa demandando etzal o arruz; cantavan y bailavan a las puertas; dezían sus cantarejos, y a la postre dezían: "Si no me das el arruz, agujerarte he la casa". El dueño de la casa luego le dava una escudilla de arruz. Andavan éstos de dos en dos, de tres en tres, de cuatro en cuatro, y de cinco en cinco. Començavan este regozijo a la medianoche y cesava en amaneciendo. En saliendo el sol, aparejávanse los sátrapas con sus ornamentos acostumbrados: una xaqueta debaxo, y encima de ella una manta delgada, trasparente, que se llama ayauhquémitl, pintada de plumas de papagayo aspadas o cruzadas. Después de esto, poníanle a cuestas una flor de papel grande, fruncida, redonda a manera de rodela, y después le atavan al colodrillo unas flores de papel también froncidas que sobravan a ambas partes de la cabeça, a manera de orejas de papel como medios círculos; teñíanle la delantera de la cabeça con color açul, y sobre la color echavan marcaxita. Llevava este sátrapa, colgando de la mano derecha, una talega o çurrón hecha de cuero de tigre, bordado con unos caracolitos blancos a manera de campanitas que ivan sonando los unos con los otros; a la una esquina del çurrón iva colgando la cola de tigre, y a la otra los dos pies, y a la otra las dos manos. En este çurrón llevava encienso para ofrecer; este encienso era una yerva, que se llama yiauhtli, seca y molida. Delante de este sátrapa iva un ministro que llaman cuacuilli, y llevava sobre el hombro una tabla de anchura de un palmo y de largura de dos braças; a trechos ivan unas sonajas en esta tabla, unos pedaçuelos de madero rolliços y atados a la mesma tabla y dentro de ella, que ivan sonando los unos con los otros; esta tabla se llamava ayauhchicaoaztli. Otros ministros ivan delante de este sátrapa; llevavan en braços unas imágines de dioses hechas de aquella goma que salta y es negra, y la llaman ulli; llamavan estas imágines ulteteu, que quiere dezir "dioses de ulli". Otros ministros llevavan en braços unos pedaços de copal, hechos a manera de panes de açucar, en forma piramidal; cada uno de estos pedaços de copal llevava en la parte aguda una pluma rica, que se llama quetzal, puesta a manera de penacho; llamávanla esta pluma quetzalmiyaoáyutl. Estando ordenados de esta manera, tocavan las cornetas y caracoles, y luego començavan a ir por su camino adelante. Esta procesión se hazía para llevar a los que havían hecho algún defeto de los que se dixeron atrás al lugar donde los havían de castigar, y así los llevavan presos en esta processión; llevávanlos assidos por los cabellos del cogote para que no se huyesen; a algunos de ellos llevavan assidos por los maxtles que llevavan ceñidos, y los muchachos sacristanejos, que también havían hecho algún defeto, llevávanlos puestos sobre los hombros sentados en un sentaderuelo hecho de espadañas verdes, y los otros muchachos que eran mayorcillos llevavan assidos de la mano. Y llevándolos al agua donde los havía de castigar, arrojávanlos en el agua donde quiera que hallavan alguna laguna en el camino, y maltratávanlos de puñadas y coces y empellones, y los arrojavan y los revolcavan en el lodo de cualquier laguna que estava en el camino; de esta manera los llevavan hasta la orilla del agua donde los havían de çambullir, la cual llamavan Totecco. Allegados a la orilla del agua, el sátrapa y los otros ministros quemavan papel en sacrificio, y las formas de copal que llevavan y las imágines de ulli, y echavan encienso en el fuego y otros derramavan alrededor sobre las esteras de juncia con que estava ordenado aquel lugar. Juntamente con esto, los que llevavan los culpados arrojávanlos en el agua, cuyos golpes hazían gran estruendo en el agua, y alçavan el agua echándole en alto por razón de los que caían en ella. Y los que salían arriba tornávanlos a çambullir, y algunos que sabían nadar ivan por debaxo del agua a sumorgujo y salían lexos, y assí se escapavan; pero los que no sabían nadar de tal manera los fatigavan que los dexavan por muertos a la orilla del agua. Allí los tomavan sus parientes y los colgavan de los pies para que echassen fuera el agua que havían bevido por las narizes y por la boca. Esto acabado, bolvíanse todos por el mismo camino que havían venido en procesión; ivan tañendo sus caracoles hazia el cu o monesterio de donde havían venido, y a los castigados llevávanlos sus parientes a sus casas; ivan todos lastimados y temblando de frío y batiendo los dientes; assí los llevavan a sus casas para que convaleciessen. En bolviendo los sátrapas a su monasterio, echavan otra vez esteras de junças, como jaspeadas, y también espadañas, y luego començavan otro ayuno de cuatro días, al cual llamavan netlacaçaoaliztli. En este ayuno no se acusavan los unos a los otros, ni tampoco comían a mediodía. En estos cuatro días los sacristanejos aparejavan todos los ornamentos de papel que eran menester para todos los ministros y también para sí. El uno de estos ornamentos se llamava tlaquechpányotl; quiere dezir "ornamento que va sobre el pescuezo"; el otro se llamava amacuexpalli, era ornamento que se ponían tras el colodrillo, como una flor hecha de papel; el otro se llamava yiataztli, que era un çurrón para llevar encienso. Este çurrón de papel comprávase en el tiánquez; también compravan unos sartales de palo, los cuales se vendían también en el tiánquez. Acabados los cuatro días del ayuno, luego se adornavan los sátrapas con aquellos atavíos, y también todos los ministros. El día de la fiesta luego de mañana se ponían en la cabeça color açul; poníanse en la cara y en los rostros miel mezclada con tinta, y todos llevavan colgados sus çurrones con encienso, y bordados con caracolillos blancos. Los çurrones de los sátrapas mayores eran de cuero de tigre, y los de los otros menores eran de papel pintado a manera de tigre; algunos de estos çurroncillos los figuravan a manera del ave que se llama atzitzicuílotl, y otros a manera de patos; todos llevavan sus enciensos en los dichos çurrones. Después de todos ataviados, luego començavan su fiesta; ivan en procesión al cu; iva delante de todos el sátrapa del Tláloc. Este llevava en la cabeça una corona hecha a manera de escriño, justa a la cabeça y ancha arriba, y del medio de ella salían muchos plumajes; llevava la cara untada con ulli derretido, que es negro como tinta; llevava una xaqueta de tela que se llama áyatl; llevava una carantoña fea con grande nariz; llevava una cabellera larga hasta la cinta, esta cabellera estava engerida con la carátula. Siguíanle todos los otros ministros y sátrapas. Iban hablando como quien reza hasta llegar al cu de Tláloc; en llegando, el sátrapa de aquel dios parávase y luego tendían esteras de juncos, y también hojas de tunas empolvorizadas con encienso. Luego sobre las esteras ponían cuatro chalchihuites redondos, a manera de bolillas, y luego davan al sátrapa un garavatillo teñido con açul; con este garavato tocava a cada una de las bolillas, y en tocando hazía un ademán como retrayendo la mano, y dava una vuelta, y luego iva a tocar la otra y hazía lo mismo, assí tocava a todas cuatro con sus boltezuelas. Hecho esto, sembrava encienso sobre las esteras de aquello que llaman yiauhtli; sembrado el encienso, dávanle luego la tabla de las sonajas y començava a hazer sonido con ella, meneándola para que sonassen los palillos que en medio estavan encorporados o atados. Hecho esto, luego se començavan todos a ir para sus casas y monesterios, y a los castigados llevavan a sus casas; luego se descomponían de los ornamentos con que ivan compuestos y se sentavan, y luego a la noche començavan la fiesta; tocavan sus teponaztles y sus caracoles, y los otros instrumentos musicales, sobre el cu de Tláloc, y cantavan en los monasterios y tocavan las sonajas que suelen traer en los areitos. De todos estos instrumentos se hazía una música muy festiva, y hazían velar toda aquella noche a los captivos que havían de matar el día siguiente, que los llaman imágines de los tlaloques. Llegados a la medianoche, que ellos llamavan yoalli xeliui, començavan luego a matar a los captivos. Aquellos que primero matavan dezían que eran el fundamento de los que eran imagen de los tlaloques, que ivan adereçados con los ornamentos de los mismos tlaloques, que dezían que eran sus imágines, y assí ellos murían a la postre; ívanse a sentar sobre los que primero havían muerto. Acabado de matar a éstos, luego tomavan todas las ofrendas de papel y plumajes y piedras preciosas y chalchihuites y los llevavan a un lugar de la laguna que llaman Pantitlan, que es frontera de las ataraçanas. También llevavan los coraçones de todos los que havían muerto, metidos en una olla pintada de açul y teñida de ulli en cuatro partes; también los papeles ivan todos manchados de ulli. Todos los que estavan presentes a esta ofrenda y sacrificio tenían en las manos aquella yerva que llaman iztáuhyatl, que es casi como axenxos de Castilla, y con ellos estavan oxeando, como quien oxea moscas sobre sus caras y de sus hijos, y dezían que con esto oxeavan los gusanos para que no entrassen en los ojos, para que no se causase aquella enfermedad de los ojos que ellos llaman ixocuillooaliztli. Otros metían esta yerva en las orejas; también por vía de superstición, otros traían esta yerva apuñada o apretada en el puño. Llegados con todas sus ofrendas y con los coraçones de los muertos, metíanse en una canoa grande, que era del señor, y luego començavan a remar con gran priesa; los remos de los que remavan, todos ivan teñidos de açul; también los remos ivan manchados con ulli. Llegados al lugar donde se havía de hazer la ofrenda, al cual se llamava Pantitlan, metían la canoa entre muchos maderos que allí estavan hincados en cerco de un sumidero que llamavan aóztoc; entrando entre los maderos, luego los sátrapas començavan a tocar sus cornetas y caracoles puestos de pies en la proa de la canoa. Luego davan al principal de ellos la olla con los coraçones; luego los echava en medio de aquel espacio que estava entre los maderos, que era el espacio que tomava aquella cueva donde el agua se sumía. Dizen que echados los coraçones se alborotava el agua y hazía olas y espumas; echados los coraçones en el agua, echavan también las piedras preciosas y los papeles de ofrenda, a los cuales llamavan tetéuitl; atávanlos en lo alto de los maderos que allí estavan hincados; también colgavan algunos de los chalchihuites y piedras preciosas en los mismos papeles. Acabado todo esto, salíanse de entre los maderos; luego un sátrapa tomava un incensario, a manera de cajo, y ponía en él cuatro de aquellos papeles, que llamavan tetéuitl, y encendíalos, y estando ardiendo hazía un ademán de ofrecer hazia donde estava el sumidero, y luego arronzava el incensario con el papel ardiendo hazia el sumidero. Hecho aquello, volvía la canoa hazia tierra y començavan a remar y aguijar hazia tierra donde llaman Tetamaçolco, que éste era el puerto de las canoas. Luego todos se bañavan en el mismo lugar y de allí llevavan la canoa a donde la solían guardar. Todo lo sobredicho se hazía desde media noche arriba hasta que amanecía. Al romper de la mañana, y todas las cosas acabadas, todos los sátrapas se ivan a lavar a los lugares donde ellos se solían lavar, allí se lavavan todos con agua, para quitar la color açul, solamente la delantera de la cabeça. Y assí alguno de los sátrapas o ministros de los ídolos que estavan acusados y havían de ser castigados, entonce cuando se lavavan con el agua açul, le traían y le castigavan como a los arriba dichos. Hecho esto, luego se ivan a su monesterio y sacavan todas las esteras de juncos verdes que havían puesto, y las echavan fuera del monesterio detrás de la casa. Estas son las cerimonias que se hazían en la fiesta que se llamava etzalcualiztli.
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Capítulo veinte y uno Que habla de muchos dioses imaginarios, a los cuales todos llamavan tlaloques A todos los montes eminentes, especialmente donde se arman nublados para llover, imaginavan que eran dioses y a cada uno de ellos hazían su imagen, según la imaginación que tenían de ellos. Tenían también imaginación que ciertas enfermedades, las cuales parecen que son enfermedades de frío, procedían de los montes, o que aquellos montes tenían poder para sanallas; y aquellos a quien estas enfermedades acontecían, hazían voto de hazer fiesta y ofrenda a tal y tal monte de quien estava más cerca o con quien tenía más devoción. También hazían semejante voto aquellos que se vían en algún peligro de ahogarse en el agua de los ríos o de la mar. Las enfermedades por que hazían estos votos era la gota de las manos o de los pies, o de cualquiera parte del cuerpo; y también el tullimiento de algún miembro o de todo el cuerpo; y también el embaramiento del pescuezo o de otra parte del cuerpo, o encogimiento de algún miembro o el pararse yerto. Aquellos a quien estas enfermedades acontecían, hazían voto de hazer las imágenes de estos dioses que se siguen: del dios del aire, la diosa del agua, y el dios de la lluvia. También la imagen del vulcán que se llama Popucatépetl, y la imagen de la Sierra Nevada y la imagen de un monte que se llama Poyauhtécatl, o de otros cualesquier montes a quien se inclinavan por su devoción. El que havía hecho voto a alguno, a algunos montes o de estos dioses hazía su figura de una massa que se llama tzoalli, y poníalos en figura de personas; no lo hazía él por sus manos, porque no le era lícito, sino rogava a los sátrapas, que eran en esto experimentados y para esto señalados, que le hiziessen estas imágines a quien havía hecho voto. Los que las hazían, poníanles dientes de pepitas de calabaça, y poníanles en lugar de ojos unos frixoles negros que son tan grandes como havas, aunque no de la misma hechura, y llámanlos ayecutli; en los demás atavíos poníanselos según la imagen con que los imaginan y pintan: al dios del viento como a Quetzalcóatl, al agua como la diosa del agua, a la lluvia como al dios de la lluvia, y a los otros montes según las imágines con que los pintan. Después de hechas estas imágines, ofrezíanles papel de lo que ellos hazían, y era que un pliego de papel le echavan muchas gotas de la goma que se llama ulli, derretido; hecho esto, colgavan al cuello de la imagen el papel de manera que le cubría desde los pechos abaxo, y con el remate de abaxo arpavan el papel. También ponían estos mismos papeles goteados con ulli y colgados de unos cordeles delante de las mismas imágenes, de manera que los papeles estavan asidos los unos de los otros, y meneávalos el aire porque estavan los cordeles en que estavan colgados atados a las puntas de unos barales o báculos que estavan hincados en el suelo, y de la una punta del uno a la punta del otro estava atado el cordel o mécatl. Ofrezían ansimismo a estas imágenes vino o uctli o pulcre, que es el vino de la tierra, y los vasos en que lo ofrezían eran de esta manera. Hay unas calabaças lisas, redondas, pecosas, entre verde y blanco o manchadas, que las llaman tzilacayutli, que son tan grandes como un gran melón; a cada una de éstas partíanla por la mitad y sacávanle lo que tenía dentro y quedava como una taça, y henchíanla del vino dicho, y poníanlas delante de aquella imagen o imágines, y dezían que aquellos eran vasos de piedras preciosas que llaman chalchíuitl. Todas estas cosa dichas hazían los sátrapas que eran experimentados o estavan señalados para estos sacrificios. La otra gente no usavan hazer esto, aunque fuesse para en su casa. Después de hechas las imágenes, aquellos por cuyo voto se hazían combidavan a los sátrapas para el quinto día; después de hechas las imágenes, se havía de hazer la fiesta. Y llegado el quinto día pasavan aquella noche velando, cantando y bailando a honra de aquellas imágines y de los dioses que representavan. Y aquella noche ofrezían cuatro vezes tamales, que son como unos pastelejos redondos hechos de maíz, a los que cantavan y bailavan, que eran los sátrapas que havían hecho estas imágines y otros combidados para esta fiesta. A todos davan comida cuatro vezes en aquella noche, y todas cuatro vezes tocavan instrumentos musicales, los que ellos usavan que eran silvos que hazen metiendo el dedo muñique en la boca y tocando caracoles y flautas de las que ellos usavan. Esto hazían unos moços juglares que usavan de hazer esta música, y también a éstos les davan comida. Esto se hazía cuatro vezes en esta noche; en amaneciendo, los sátrapas descabeçavan aquellas imágines que havían hecho de massa; descabeçávanlos torciéndolos las cabeças, y tomavan toda aquella massa y llevávanla a la casa donde estavan todos juntos los sátrapas, que se llamava calmécac. Y aquellos por cuyo voto se havían hecho aquellas imágenes entrávanse luego donde estavan sus combidados, estavan con ellos todo aquel día, y a la tarde de par de noche bevían todos los viejos y viejas vino que se llama pulcre o uctli, porque éstos tenían licencia de bever este vino, y después que ya estavan medio borrachos, o del todo, se ivan para sus casas. Unos de ellos ivan llorando, otros ivan haziéndose fieros como valientes y bailando y pompeándose, otros ivan reñiendo unos con otros. Los que hazían esta fiesta combidavan y apercebían para ella a los taberneros que hazían el pulcre y exhortávanlos para que hiziessen buen vino, y los taberneros procuravan de hazer bien su vino. Y para esto se abstenían cuatro días de llegar a muger ninguna, porque tenían que si llegassen a muger en aquellos días, el vino que hiziessen se havía de azedar y estragar. Absteníanse ansimismo aquellos días de bever el pulcre, ni la miel de que se haze, ni aun mojando el dedo en ella lo llegavan a la boca hasta en tanto que el cuarto día se encetase con la cerimonia que arriba se dixo. Tenían por agüero que si alguno bevía, aunque fuesse muy poco, antes que se hiziesse la cerimonia del abrimiento de las tinajas, como arriba se dixo, que se le havía de torcer la boca hazia un lado en pena de su pecado. Dezían también que si alguno se le secava la mano o el pie, o temblava, o se le acucharava la mano o el pie, o le temblava la cara, o le temblava la boca o los labios, o si entrava en él algún demonio, todo esto dezían que acontecía porque estos dioses de que aquí se trata se havían enojado contra él. Después de acabada la fiesta, otro día luego de mañana, el que havía hecho la fiesta juntava a sus parientes y a sus amigos y a los de su barrio, con todos los de su casa, y acabavan de comer y bever todo lo que havía sobrado de la fiesta; a esto llamavan apeoalo, que quiere dezir "añadidura a lo que estava comido y bevido"; ninguna cosa quedava de comer ni de bever para otro día. Dezían que los gotosos, haziendo esta fiesta, sanavan de la gota o de cualesquiera de las enfermedades que arriba se dixeron; y los que havían escapado de algún peligro con hazer esta fiesta cumplían con su voto. Acabada toda la fiesta, los papeles y adereços con que havían adornado estas imágenes, y todas las vasijas que havían sido menester para el combite, tomávanlo todo y llevávanlo a un sumidero que está en la laguna de México que se llama Pantitlan, y allí lo arrojavan todo. Capítulo veinte y dos Que habla del dios llamado Tezcatzóncatl, que es uno de los dioses del vino El vino o pulcre de esta tierra siempre en los tiempos passados lo tuvieron por malo por razón de los malos efectos que de él se causan, porque los borrachos unos de ellos se despeñan, otros se ahorcan, otros se arrojan en el agua donde se ahogan, otros matan a otros estando borrachos; y todos estos efectos los atribuían al dios del vino y al vino, y no al borracho. Y más tenían, que el que dezía mal de este vino, o murmurava de él, le havía de acontecer algún desastre; lo mismo de cualquiera borracho, que si alguno murmurava de él, o le afrontava, aunque dixesse o hiziesse mil vellaquerías, dezían que havía de ser por ello castigado, porque dezían que aquello no lo hazía él sino el dios, o, por mejor dezir, el diablo que estava en él que era este Tezcatzóncatl, o alguno de los otros. Este Tezcatzóncatl era pariente o hermano de los otros dioses del vino, los cuales se llamavan, uno Yiauhtécatl, otro Acoloa, otro Tlilhoa, otro Pantécatl, otro Izquitécatl, otro Tultécatl, otro Papáztac, otro Tlaltecayooa, otro Umetuchtli, otro Tepuztécatl, otro Chimalpanécatl, otro Colhoatzíncatl. De lo arriba dicho se colige claramente que no tenían por pecado aquello que hazían estando borrachos, aunque fuessen gravíssimos pecados, y aun se conjectura con harto fundamento que se emborrachavan por hazer lo que tenían en su voluntad, y que no les fuesse imputado a culpa y se saliessen con ello sin castigo. Y aún agora, en el cristianismo, hay algunos o muchos que se escusan de sus pecados con dezir que estavan borrachos cuando los hizieron, y esto con pensar que el opinión errónea que tenían de antes corre también en el cristianismo, en lo cual están muy engañados y es menester avisallos de ello, assí en la confesión como fuera de ella. Fin del libro Comiença el apéndiz del primero libro, en que se confuta la idolatría arriba puesta por el testo de la Sagrada Escriptura, y buelta en lengua mexicana, declarando el testo suficientemente Prólogo en romance Vosotros, los habitadores de esta Nueva España, que sois los mexicanos, tlaxcaltecas, y los que habitáis en la tierra de Mechuacan, y todos los demás indios de estas Indias Occidentales, sabed que todos havéis vivido en grandes tinieblas de infidelidad e idolatría en que os dexaron vuestros antepasados, como está claro por vuestras escripturas y pinturas, y ritos idolátricos en que havéis vivido hasta agora. Pues oíd agora con atención, y entended con diligencia, la misericordia que Nuestro Señor os ha hecho por sola su clemencia, en que os ha embiado la lumbre de la fe católica para que conozcáis que El solo es verdadero dios, criador y redemptor, el cual solo rige todo el mundo. Y sabed que los errores en que havéis vivido todo el tiempo passado os tienen ciegos y engañados; y para que entendáis la luz que os ha venido conviene que creáis y con toda voluntad recibáis lo que aquí está escrito, que son palabras de Dios, las cuales os embía vuestro rey y señor que está en España y el vicario de Dios, Sancto Padre, que está en Roma; y esto es para que os escapéis de las manos del diablo en que havéis vivido hasta agora, y vais a reinar con Dios en el cielo.
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Capítulo 26 De la fiesta y cerimonias que se hazían en las calendas del séptimo mes, que se nombrava tecuilhuitontli Al séptimo mes llamavan tecuilhuitontli. En este mes hazían fiesta y sacrificios a la diosa de la sal, que llamavan Uixtocíoatl; era la diosa de los que hazen la sal. Dezían que era hermana de los dioses de la pluvia, y por cierta desgracia que huvo entre ellos y ella, la persiguieron y desterraron a las aguas saladas, y allí inventó la sal de la manera que agora se haze con tinajas y con amontonar la tierra salada, y por esta invención la honravan y adoravan los que tratan en sal. Los atavíos de esta diosa eran de color amarillo, y una mitra con muchos plumajes verdes que salían de ella, como penachos altos, que del aire resplandecían de verdes, y tenía las orejas de oro muy fino y muy resplandeciente, como flores de calabaça. Tenía el huipil labrado con olas de agua; estava bordado el huipil con unos chalchihuites pintados. Tenía las naoas labradas de la misma obra del huipil; tenía en las gargantas de los pies atados cascabeles de oro o caracolitos blancos; estavan enxeridos en una tira de cuero de tigre; cuando andava hazían gran sonido. Los cactles o cotaras que llevava eran texidos con hilo de algodón, y los botones de los cactles o cotaras también eran de algodón, y las cuerdas con que se atavan también eran de algodón floxo. Tenía una rodela pintada con unas hojas anchas de la yerva que se llama atlacueçona. Tenía la rodela colgando unos rapacejos de pluma de papagayo con flores en los cabos, hechas de pluma de aguila. Tenía una flocadura hecha de pluma pegada de quetzal; también plumas del ave que se llama çacuan, y otras plumas del ave que llaman teuxólotl. Cuando bailava con estos adereços iva campeando la rodela; llevava en la mano un bastón rollizo y en lo alto como un palmo o dos ancho, como paleta, adornado con papeles goteados de ulli, tres flores hechas de papel, una en cada tercio. Las flores de papel ivan llenas de encienso; junto a las flores ivan unas plumas de quetzalli cruzadas o aspadas. Cuando bailava en el areito, ívase arrimando al bastón y alçándole a compás del baile. Diez días continuados bailava en el areito con mugeres que también bailavan y cantavan por alegrarla; eran todas las que hazían sal, viejas, moças y muchachas. Ivan todas estas mugeres travadas las unas de las otras con unas pequeñas cuerdas, la una assía de un cabo de la cuerda, la otra del otro, y ansí ivan bailando; llevavan todas guirnaldas en las cabeças, hechas de aquella yerva que se llama iztáuhyatl, que es casi como axenxos de Castilla. El cantar que cantavan, dezíanle en tiple muy alto; ivan algunos viejos delante de ellas guiándolas y regiendo el cantar. La que iva compuesta con los atavíos de la diosa, y que havía de morir, iva en medio de todas ellas, y delante de ella iva un viejo que llevava en las manos un plumaje muy hermoso y hecho a manera de manga de cruz; llamávase este plumaje uixtopetlácotl. Este cantar començavan de sobretarde y llegavan hasta la medianoche cantando. Todos estos diez días andava en el baile y cantava aquella que havía de morir con las otras; passados los diez días, toda una noche entera bailava y cantava aquella que havía de morir, sin dormir ni reposar, y traíanla de los braços una viejas, y todas bailavan en esta noche. También bailavan y velavan los esclavos que havían de morir delante de ella, sobre los cuales havía de ir a la mañana. Cuando era la fiesta, adereçávanse los sátrapas que havían de matar a esta muger, que la llamavan como a la diosa Uixtocíoatl, y a los captivos a los cuales llamavan uixtoti. Y también ivan compuestos con los ornamentos conformes a la fiesta, con sus papeles al pescueço, y en la cabeça llevavan unos plumajes a cuestas, hechos a manera de un pie de águila con toda su pierna y plumas, hecho todo de pluma, puesto en un cacaxtli agujereado en diversas partes, y en estos agujeros ivan hincados plumajes; llevávanle ceñido con unas vendas de manta, coloradas, del anchura de dos manos. El pie del águila llevava las uñas hazia arriba, el muslo hazia abaxo entre las uñas; en medio del pie estava agujerado, y en aquel agujero iva metido un muy hermoso plumaje. Toda la gente que mirava el areito tenía en las manos flores amarillas que llaman cempoalxúchitl; otros tenían la yerva que llaman iztáuhyatl en las manos; luego subían a la muger que havían de matar, que dezían ser imagen de la diosa Uixtocíoatl, a lo alto del cu de Tláloc, y tras ella subían a los captivos que también havían de morir antes de ella. Estando todos arriba començavan a matar a los captivos, los cuales muertos, matavan también a la muger a la postre, a la cual echada de espaldas sobre el taxón, cinco mancebos la tomavan por los pies y por las manos y por la cabeça, y teníanla muy tirada; poníanla sobre la garganta un palo rollizo al cual tenían dos apretándole, para que no pudiesse dar vozes al tiempo que la abriessen los pechos. Otros dizen que éste era un ocico de espadarte, que es un pez marino que tiene un arma como espada en el ocico, que tiene colmillos de ambas partes; con éste le apretavan la garganta. Según otros el que la havía de matar estava a punto; en estando como havía de estar, luego con dos manos la dava con el pedernal por los pechos, y en rumpiendo el pecho, luego la sangre salía con gran ímpetu, porque la tenían muy estendida y el pecho muy tieso. Y luego metía la mano el mismo que la degolló y sacava el coraçón, y luego le ofrecía al sol y le echavan en una xícara que estava para esto aparejada, que llamavan chalchiuhxicalli. Cuando estas cosas se hazían de la muerte de esta muger, tocavan muchas cornetas y caracoles. Luego descendían el cuerpo de aquella muger y el coraçón cubierto con una manta. Acabado de hazer esto, que era de mañana, toda la gente que estava a ver este sacrificio se iva para sus casas, y todos comían, y holgavan, y combidavan los unos a los otros, esto es, toda la gente que tratava en sal, bevían largamente pulcre, aunque no se enborrachavan. Passado este día y venida la noche, algunos que se enborrachavan reñían los unos con los otros, o apuñávanse, o davan vozes, baldonándose los unos con los otros. Después de cansados, echávanse a dormir por essos suelos a donde se acertavan. Después otro día bevían el pulcre que les havía sobrado; llamávanle cochuctli. Y aquellos que estando borrachos la noche antes havían reñido o apuñalado a otros, desque se lo dezían, estando ya en buen seso, y después de haver dormido, combidavan a bever a los que havían maltratado de obra o de palabra, porque los perdonassen lo que mal havían dicho o hecho. Y los agraviados con bever luego se les quitava el enojo y perdonavan de buena gana sus injurias. Aquí se acaba la relación de la fiesta, que se llamava tecuilhuitontli. Capítulo 27 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del octavo mes, que se dezía uei tecuílhuitl Al octavo mes llamavan uei tecuílhuitl. Ante de llegar a esta fiesta, cuatro o cinco días el señor y el pueblo hazían combite a todos los pobres, no solamente del pueblo, pero también de la comarca para darlos a comer. Hazían una manera de brebaxe que ellos llaman chienpinolli; hazían gran cantidad de este brebaxe, mezclando agua y harina de chían en una canoa. Todos tomavan de aquel brebaxe con unas escudillas que llamavan tiçaapanqui; cada uno de los que estavan presentes bevían uno o dos de escudillas de aquel chianpinolli, niños, hombres, y mugeres, sin quedar nadie; los que no podían acabar lo que tomavan guardavan su sobra; algunos llevavan otra basixas para guardar las sobras, y el que no llevava nada en que recibiesse la sobra, echávansela en el regaço; nadie iva a bever dos vezes. A cada uno davan una vez todo cuanto podía bever, y si alguno tornava otra vez dávanle de verdascaços con una caña verde. Después de haver todos bevido, sentávanse y reposavan; poníanse en corrillos y començavan a parlar los unos a los otros, y tenían gran chacota; entonce bevían las sobras o lo davan a bever a sus hijuelos. A la hora del comer, que era al mediodía, sentávanse otra vez ordenadamente; los niños y niñas con sus padres y madres se sentavan. Sentada la gente, los que havían de dar la comida atavan sus mantas a la cinta según lo demanda la disposición de aquel exercicio; atavan los cabellos con una espadaña a manera de guirnalda porque no se les posiessen delante los ojos. Cuando sirvían, luego tomavan tamales a almantadas, y començavan desde los principios de las rencles a dar tamales, y davan a cada uno todos los tamales que pudían tomar con una mano. Davan tamales de muchas maneras: unos llamavan tenextamalli, otros xocotamalli, otros miaoatamalli, otros yacacoltamalli, otros necutamalli, otros yacacollaoyo, otros exococolotlaoyo. Los que servían tenían cuidado de los niños y niñas en especial, y algunos de los servidores a sus amigos y parientes davan más tamales; nadie tomava dos vezes, y si alguno se atrevía a tomar dos vezes, dávanle de açotes con una espadaña torcida, y tomávanle lo que havía tomado y lo que le havían dado. Algunos de los que estavan a la postre no les alcançavan nada, por tanto porfiavan de ponerse en buen lugar para que luego les diessen. Los que se quedavan sin nada lloravan y acuitávanse por no haver podido tomar nada diziendo: "De valde hemos venido acá que no nos han dado nada". Ívanse hazia los corrillos donde estavan comiendo por ver si los darían algo y no se querían apartar de allí, aunque les davan de verdescaços; entremetíanse entre los otros escolándose. Ocho días durava este combite que hazía el señor a los pobres, porque cada año en este tiempo hay falta de mantenimiento y hay fatiga de hambre; en este tiempo solían murir muchos de hambre. Acabado este combite, començavan luego la fiesta; començavan luego a cantar y bailar, luego en poniéndose el sol, en el patio de los coes, donde havía gran copia de braseros, altos cerca de un estado y gruesos que apenas los podían dos abraçar; estavan en rencle muchos de ellos, y en anocheciendo encendían fuego sobre ellos, y a la lumbre de aquel fuego y llama cantavan y bailavan. Para començar el areito salían los cantores de las casas que eran sus aposentos; salían ordenados y cantando y bailando de dos en dos hombres, y en medio de cada dos hombres una muger. Estos que hazían este areito era gente escogida, capitanes y otros valientes hombres exercitados en las cosas de la guerra. Estos que llevavan las mugeres entre sí, llevávanlas assidas de las manos. La otra gente noble, que no eran exercitados en la guerra, no entravan en este areito. Ivan las mugeres muy ataviadas con ricos huipiles y naoas, y labrados de diversas labores y muy costosos; unas llevavan naoas que llaman yollo, otras que llaman totolitipetlayo, otras que llaman cacamoliuhqui, otras que llaman ilacatziuhqui o tlatzcállotl, otras que llaman pétztic; todas sus cortapisas muy labradas; y los huipiles unos llevavan los que se llaman cuappachpipílcac, otros que llaman pocuipilli, otros que llaman yapalpipílcac, otros que llaman cacallo, otros que llaman mimichcho, otros blancos sin ningún labor; las gargantas de estos huipiles llevavan unos labores muy anchos que cubrían todo el pecho, y las flocaduras de los huipiles eran muy anchas. Bailavan estas mugeres en cabello, los cabellos tendidos y las trenças con que suelen atar los cabellos llevávanlas atadas desde la frente al colodrillo; ninguna cosa llevava en la cara puesta; todas llevavan las caras exentas y limpias. Los hombres andavan también muy ataviados; traían una manta de algodón, rala como red. Los que de ellos eran señalados por valientes y que podían traer beçotes traían estas mantas bordadas de caracolitos blancos; estas mantas assí bordadas llamavan nochpalcuechintli; los demás que no eran assí señalados traían estas mantas negras con sus flocaduras. Todos llevavan orejeras hechas de una materia baxa, pero los que ivan delante llevavan orejeras de cobre con unos pinjantes, y los beçotes llevavan conformes a las orejas. Unos los llevavan hechos a manera de lagartija, otros a manera de perrillos, otros cuadrados o de cuatro esquinas; y los mancebos que havían hecho alguna cosa señalada en guerra llevavan unos beçotes redondos, como un círculo, con cuatro circulillos en cruz dentro en la circunferencia que era algo ancha; todos los otros mancebos llevavan unos beçotes a manera de círculo sin otro labor. Todos estos beçotes eran hechos de conchas de hostias de la mar. Todos los valientes llevavan unos collares de cuero y de ellos colgavan sobre los pechos unas borlas a manera de flores grandes, de las cuales colgavan unos caracolillos blancos en cantidad; otros llevavan unas conchas de mariscos colgadas del cuello, a éstos llamavan cuacuachicti y a otros otomin. Estos llevavan también unos barbotes o beçotes hechos a manera de águila de la misma concha; y otros que se tenían por más valientes compravan unas cuentas blancas de unos mariscos que se llaman teuchipoli. La otra gente baxa se adornava con unas cuentas amarillas, también hechas de conchas de mariscos, que son baratas y de poco valor; los de éstos que havían tomado en la guerra captivos llevavan sobre la cabeça un plumaje para ser conocidos que havían preso en la guerra algún captivo. Los capitanes llevavan unos plumajes atados en las espaldas en que se conocían ser valientes, los cuales plumajes llamavan cuauhtzontli, porque eran como unos árboles de que salían unas ramas labradas de hilo y pluma, con unas flores en los remates que salían de unos vasitos de cuero de tigre. Otros llevavan otros plumajes de otras maneras, unos que llamavan xiloxochiquetzalli, otros que llamavan aztaxelli, otros llevavan unos plumajes que llamavan cuatótotl, otros llevavan unos plumajes hechos de su mano de diversas colores. En los pies algunos llevavan atados al pie izquierdo pescuños de ciervos, atados con unas correas de ciervo delgadas. Ivan todos embixadas las caras de diversas maneras: unos con tinta negra hazían en los carrillos unas roedas negras, y en la frente una raya también de tinta negra que toma de sien a sien, sobre la tinta echavan marcaxita; otros ponían una raya de tinta negra desde la una oreja hasta la otra por la frente; también echavan marcaxita; otros echavan una raya de tinta desde la punta de la oreja hasta la boca con su marcaxita. Todos ellos llevavan cortados los cabellos de una manera, hazia las sienes, rapados a navaja en la frente, un poco largos los cabellos y todo lo delantero de la cabeça escarrapoçados hazia arriba. Por todo el cogote llevavan colgados cabellos largos que colgavan hasta las espaldas; en las sienes llevavan puesto color amarillo. Llevavan hachas de teas encendidas delante de sí cuando ivan dançando; llevavan estas hachas unos soldados mancebos exercitados en la guerra, que se llamavan telpuchtequioaque; eran pesados estos hachones, hazían dublegar a los que los llevavan; iva goteando la resina y cayendo brasas de los hachones, y algunas vezes algunas teas ardiendo se caían por los lados. De una parte y de otra ivan alumbrando con candeleros de teas que se llaman tlémaitl. Estos llevavan unos mancebos que por su voto hazían penitencia veinte días en el cu; los de una parte eran tenuchcas, y de la otra parte eran tlatilulcas; éstos no bailavan, solamente ivan alumbrando y miravan con diligencia si alguno hazía deshonestidad, mirando o tocando a alguna muger; y si alguno era visto hazer algo de esto, el día siguiente o después de dos días le castigavan reziamente, atizoneándole, dándole de porraços con tizones, tanto que le dexavan por muerto. El señor algunas vezes salía a este areito, otras vezes no, como se le antojava. Los que dançavan unos ivan assidos por las manos, otros echavan los braços a su compañero, abraçándole por la cintura. Todos llevavan un compás en el alçar del pie y en el echar del paso adelante, y en el volver atrás y en el hazer de las voeltas. Dançavan por entre los candeleros o fugones haziendo contrapaso entre ellos; dançavan hasta bien noche, cesavan a la hora de las nueve de la noche. En cesando el que tañía el atambor y teponaztli, luego todos se paravan, y luego començavan de ir a sus casas. A los muy principales ivan alumbrando con sus hachas de tea adelante; y las mugeres que havían dançado juntávanse todas en acabando el areito, y los que tenían cargo de ellas llevávanlas a las casas donde solían juntarse. No consentían que se derramassen, ni que se fuessen con ningún hombre, ecepto con los principales si llamavan a algunas de ellas para darlas de comer; también a las matronas que las guardavan las davan comida y mantas porque las llevavan a sus casas; lo que le sobrava de la comida siempre lo llevavan. Algunos principales soldados si querían llevar alguna de aquellas mojas dezíanlo secretamente a la matrona que las guardava para que la llevasse; no osavan llamarlas públicamente. La matrona la llevava a casa de aquél, o a donde el mandava; de noche la llevava y de noche salía. Si alguno de éstos hazía esto públicamente érasele tenido a mal y castigávanle por ella públicamente; quitávanle los cabellos que traía por señal de valiente, que ellos llamavan tzotzocolli, y tomávanle las armas y los atavíos que usava. El castigo era que le apaleavan y le chamuscavan la cabeça; todo el cuerpo se le arronchava y hazía vexigas del fuego y de los palos; luego le arrojavan por ahí delante y dezíanle: "Anda, vete, vellaco, aunque seas valiente y fuerte no te tenemos en nada; aunque vengan nuestros enemigos a hazernos guerra, no haremos cuenta de ti". Estas y otras palabras injuriosas le dezían después que le echavan por ahí a empellones; ívase azcadilando y cayendo y quexándose por el mal tratamiento que le havían hecho; nunca más bolvía a dançar ni a cantar. Y la muger con quien éste se havía amancebado también la despedían de la compañía de las otras; nunca más havía de dançar, ni de cantar, ni de estar con las otras, ni la que tenía cargo de ellas hazía mas cuenta de ella; y el mancebo que fue castigado tomava por muger a la que también fue castigada por su causa. Andados diez días de este mes celebravan la fiesta que llamavan uey tecuílhuitl, en la cual a honra de la diosa que se llamava Xilonen matavan una muger, la cual componían y adornavan con los ornamentos de la diosa, y dezían que era su imagen, a la cual adornavan de esta manera: poníanla la cara de dos colores, desde la nariz abaxo de amarillo y la frente de colorado; poníanla una corona de papel de cuatro esquinas, y del medio de la corona salían muchos plumajes como penachos; colgávanla del cuello muchos sartales de piedras ricas anchas, los cuales le adornavan los pechos; sobre las piedras llevava una medalla de oro redonda; vestíanla de un huipil labrado de imágines del demonio y poníanle unas naoas semejantes al huipil, todo era curioso y rico; poníanla cotaras pintadas de unas listas coloradas; poníanle en el braço izquierdo una rodela, y en la otra mano un bastón teñido de color bermejo. Ataviada con estos atavíos, cercávanla muchas mugeres; llevávanla en medio a ofrecer encienso a cuatro partes; esta ofrenda hazía a la tarde, antes que muriesse. A esta ofrenda llamavan xalaquia, porque el día siguiente havía de morir. El uno de estos lugares se llama Tetamaçolco, el otro se llama Nécoc Ixtecan, el otro se llama Atenchicalcan, el cuarto se llama Xolloco; estos cuatro lugares donde ofrecían era en reverencia de los cuatro caracteres de la cuenta de los años. El primero se llama ácatl, que quiere dezir "caña"; el segundo se llama técpatl, que quiere dezir "pedernal", como hierro de lança; el tercero se llama calli, que quiere dezir "casa"; el cuarto se llama tochtli, que quiere dezir "conejo". Con estos cuatro caracteres, andando alrededor hasta que cada uno de ellos tuviesse treze años, contavan la cuenta de los años hasta cincuenta y dos. Acabadas de andar estas estaciones, toda aquella noche antes que la matassen cantavan y dançavan las mugeres, velando toda la noche delante del cu de la diosa Xilonen, y ésta que havía de morir traíanla en el medio. El cantar que dezían era a honra de la diosa Xilonen. Venida la mañana, començavan a bailar todos los hombres de cuenta; llevavan todos en las manos unas cañas de maíz, como arrimándose a ellas; a estas cañas de maíz llamavan totopánitl. También bailavan las mugeres juntamente con la que havía de morir, y traían emplumadas las piernas, y en los braços con pluma colorada; la cara llevavan teñida con color amarillo desde la barba hasta la nariz, y todas las quixadas y la frente con color colorado. Llevavan todas guirnaldas de flores amarillas, que se llaman cempoalxúchitl, y sartales de lo mismo las que ivan delante guiando, las cuales se llamavan cioatlamacazque, que eran las que servían en los cúes, que también vivían en sus monesterios. Los hombres que ivan dançando no ivan entre las mugeres, porque las mugeres ivan todas juntas rodeadas de Xilonen, que era la que havía de morir, ivan cantando y bailando; a las mugeres ívanlas tañendo con un teponaztli que no tenía más que una lengua encima y otra debaxo, y en la de baxo llevava colgado una xícara en que soelen bever agua, y assí suena mucho más que los que tienen dos lenguas en la parte de arriba y ninguna abaxo. A este teponaztli llaman tecomapiloa; llevávale uno debaxo del sobaco, tañéndole, por ser de esta manera hecho. Los gentiles hombres, que ivan bailando, ivan delante y no llevavan aquel compás de los areitos, sino el compás de las danças de Castilla la Vieja, que van unos travados de otros y culebreando. También los ministros de los ídolos ivan bailando y dançando al son del mesmo teponaztli; ivan tañendo sus cornetas y sus caracoles. Y cuando los sátrapas hazían vuelta delante de la diosa Xilonen, sembravan encienso por donde iva a passar, y el sátrapa que havía de matar aquella muger iva con sus aparejos y a cuestas llevava un plumaje que salía de entre las uñas de un águila, el cual plumaje estava enxerido en una pierna de águila hechiza; y uno de los sátrapas llevava delante la tabla de las sonajas de que havemos hablado atrás. En llegando al cu del dios que se llamava Cintéutl, donde havía de morir esta muger, poníase delante de ella el sátrapa que llevava la tabla de las sonajas, que se llamava chicaoaztli, y poníala enhiesta delante de ella y començava hazer ruido con las sonajas, meneándole a una parte y a otra; sembravan delante de ella encienso, y haziendo esto, la subían hasta lo alto del cu. Allí la tomava luego uno de los sátrapas a cuestas, espaldas con espaldas, y luego llegava otro y la cortava la cabeça; en acavándola de cortar la cabeça, la abrían los pechos y la sacavan el coraçón y le echavan en una xícara. Hecho este sacrificio a honra de la diosa Xilonen, tenían todos licencia de comer xilotes y pan hecho de ellos, y de comer cañas de maíz. Antes de este sacrificio nadie osava comer estas cosas; también de ahí adelante comían bledos verdes cozidos, y pudían también oler las flores que se llaman cempoalxúchitl y las otras que se llaman yiexúchitl. También en esta fiesta hazían areito las mugeres, moças, viejas y muchachas; no bailavan con ellas hombres ningunos; todas ivan ataviadas de fiesta, emplumadas las piernas y los braços con pluma colorada de papagayos, afeitadas las caras con color amarillo y con marcaxita. En esta fiesta todos comían unos tamales, que llaman xocotamalli, y hazían ofrendas a sus dioses en sus casas; y los viejos y viejas bevían vino, pero los moços y moças no; y si algunos de los que no tenían licencia lo bevían echávanlos presos y castigávanlos. Los de la audiencia, los sentenciavan, que llamavan petlacalco; algunos sentenciavan con pena de muerte por bever el pulcre, y los assí sentenciados ningún remedio tenían. Matávanlos delante todo el pueblo porque en ellos escarmentassen los otros, y para poner espanto a todos llevávanlos los juezes, las manos atadas, al tiánquez y allí hablavan a todo el pueblo que nadie beviesse el pulcre sino los viejos y viejas. Y después que se acabava la plática, luego davan a los que havían de morir con un bastón tras el cogote y le achocavan; los verdugos de este oficio se llamavan cuauhnochtli, ezoaoácatl, ticociaoácatl, tezcacooácatl, maçatécatl, atenpanécatl. Estos no eran de los senadores, sino de la gente baxa que llamavan achcacauhtin; no venían por eleción a aquel oficio sino mandados; solamente pretendían para este oficio que fuessen valientes, esforçados y de buena plática. Los que vían hazer esta justicia tomavan temor y escarmiento si eran avisados, pero los que eran tochos y son locados reíanse de este negocio y burlavan de lo que se dezía; no tenían en nada el castigo, ni la plática; todo lo echavan por alto, no temían la muerte. En acabando de hazer esta justicia, todos los que estavan juntos mirándola començavan a derramarse y irse a sus casas, levantando mucho polvo con los pies y sacudiendo sus mantas; no quedava nadie en aquel lugar. Aquí se acaba la relación de esta fiesta llamada uey tecuílhuitl. Capítulo 28 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del nono mes, que se llamava tlaxuchimaco Al nono mes llamavan tlaxuchimaco. Dos días antes que llegasse esta fiesta toda la gente se derramava por los campos y maizales a buscar flores, de todas maneras de flores, ansí silvestres como campesinas, de las cuales unas se llaman acocoxúchitl, uitzitzilocoxúchitl, tepecempoalxúchitl, nextamalxúchitl, tlacoxúchitl; otras se llaman oceluxúchitl, cacaloxúchitl, ocoxúchitl o ayacoxúchitl, cuauheloxúchitl, xiloxúchitl, tlalcacaloxúchitl, cempoalxúchitl, atlacueçonan, otras se llaman tlapalatlecueçonam, atzatzamulxúchitl. Y teniendo juntas muchas de estas flores, juntávanlas en la casa del cu donde se hazía esta fiesta; allí se guardavan aquella noche y luego en amaneciendo las ensartavan en sus hilos o mecatejos; teniéndolas ensartadas, hazían sogas torcidas de ellas gruesas y largas y las tendían en el patio de aquel cu, presentándolas a aquel dios cuya fiesta hazían. Aquella misma tarde, la vigilia de la fiesta, todos los populares hazían tamales y matavan gallinas y perrillos, y pelavan las gallinas, chamuscavan los perrillos, y todo lo demás que era menester para el día siguiente; toda esta noche, sin dormir, se ocupavan en aparejar estas cosas. Otro día muy de mañana, que era la fiesta de Uitzilopuchtli, los sátrapas ofrecían a este mismo ídolo flores, encienso y comida, y adornávan con guirnaldas y sartales de flores. Haviendo compuesto esta estatua de Uitzilopuchtli con flores y haviéndole presentado muchas flores muy artificiosamente hechas y muy olorosas, hazían lo mismo a todas las estatuas de todos los otros dioses por todos los cúes; y luego en todas las casas de los señores y principales adereçavan con flores a los ídolos que cada uno tenía, y los presentavan otras flores poniéndoselas delante, y toda la otra gente popular hazía lo mismo en sus casas. Acabado de hazer lo dicho, luego començavan a comer y bever en todas las casas de chicos, grandes y medianos; llegando a la hora del mediodía, luego començavan un areito muy pomposo en el patio del mismo Uitzilopuchtli, en el cual los más valientes hombres de la guerra, que se llamavan unos otomin, otros cuacuachicti, guiavan la dança, y luego tras ellos ivan otros que se llaman tequioaque, y tras ellos otros que se llaman telpuchyaque, y tras ellos otros que se llaman tiachcaoan, y luego los mancebos que se llaman telpupuchti. También en esta dança entravan mugeres, moças públicas, y ivan asidos de las manos una muger entre dos hombres, y un hombre entre dos mugeres a manera de las danças que haze en Castilla la Vieja la gente popular. Y dançavan culebreando y cantando, y los que hazían el son para la dança y regían el canto estavan juntos, arrimados a un altar redondo que llamavan mumuztli. En esta dança no hazían ademanes ningunos con los pies, ni con las manos, ni con las cabeças, ni hazían bueltas ningunas, más de ir con pasos llanos al compás del son y del canto muy despacio; nadie osava hazer ningún bollicio, ni atravesar por el espacio donde dançavan; todos los dançantes ivan con gran tiento que no hiziessen alguna disonancia. Los que ivan en la delantera, que era la gente muy exercitada en la guerra, llevavan echado el braço por la cintura de la muger, como abraçándola; los otros que no eran tales no tenían licencia de hazer esto. A la puesta del sol cesava este areito y se ivan todos para sus casas; lo mesmo hazían en cada casa cada uno delante de sus dioses; havía gran ruido en todo el pueblo por razón de los cantares y del tañer de cada casa. Los viejos y las viejas bevían vino y enborrachávanse, y reñían unos con otros a vozes, y otros se jactavan de sus valentías que havían hecho cuando mocos. Aquí se acaba la relación de la fiesta que se llamava tlaxuchimaco. Capítulo 29 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del dézimo mes, que se llamava xócotl uetzi Al dézimo mes llamavan xócotl uetzi. En passando la fiesta de tlaxuchimaco cortavan un gran árbol en el monte de veinte y cinco braças en largo, y haviéndole cortado, quitávanle todas las ramas y gajos del cuerpo del madero y dexavan el renuevo de arriba del guión; y luego cortavan otros maderos y hazíanlos cóncabos; echavan aquel madero encima de ellos y atávanle con maromas, y llevavan arrastrando, y él no llegava al suelo porque iva sobre los otros maderos porque no se roçase la corteza. Cuando ya llegavan cerca del pueblo, salían las señoras y mugeres y principales a recebirle; llevavan xícaras de cacao para que beviessen los que le traían, y flores con que enrosavan a los que le traían. Desque le havían llegado al patio del cu, luego començavan los tlayacanques o cuadrilleros, y davan bozes muy fuertemente para que se juntassen todo el pueblo para levantar aquel árbol que llamavan xócotl. Juntados todos, atávanle con maromas, y hecho un hoyo donde havía de levantarse, tiravan todos por las maromas y levantavan el árbol con gran grita; cerravan el hoyo con piedras y tierra para que quedasse enhiesto, y assí se estava veinte días. La vigilia de la fiesta, que se llamava xócotl uetzi, tornávanlo echar en tierra muy poco a poco, porque no diesse golpe, porque no se quebrasse o hindiese, y ansí le ivan recibiendo con unos maderos atados de dos en dos, que llaman cuauhtomáçatl, y poníanle en tierra sin que recibiesse daño, y dexávanle assí y ívanse; las maromas dexávanlas coxidas sobre el mismo madero. Estávase toda aquella noche y el día de la misma, en amaneciendo, juntávanse todos los carpinteros con sus herramientas y labrávanle muy derecho; quitávanle si alguna corcoba tenía; poníanle muy liso. Y labravan otro madero de cinco braças delgado; hazíanle cóncabo y poníanle en la punta desde donde començava el guión, y recoxían las ramas del guión dentro del cóncabo del otro madero y atávanle con una soga, ciñéndole desde donde començavan las ramas hasta la punta del guión. Acabado esto, los sátrapas adereçados con sus ornamentos componían el árbol con papeles, y ayudávanles los que llaman cuacuacuiltin y los que llamavan tetlepantlazque, que eran tres muy altos de cuerpo; al uno de ellos llamavan coyooa, y al otro çacáncatl, y al tercero ueycamécatl; ponían estos papeles con gran solicitud y bollicio. También componían de papeles a una estatua, como de hombre, hecha de massa de semillas de bledos. Este papel con que le componían era todo blanco, sin ninguna pintura ni tintura; poníanle en la cabeça unos papeles cortados como cabellos, y unas estolas de papel de ambas partes, desde el hombro derecho al sobaco izquierdo, y desde el hombro izquierdo al sobaco derecho, y en los braços ponían los papeles como alas donde estavan pintadas imágines de gavilanes, y también un maxtle de papel. Ponían arriba unos papeles a manera de huipil, uno de la una parte, y otro a la otra a los lados de la imagen. Y en el árbol, desde los pies de la imagen, colgavan unos papeles largos que llegavan hasta el medio del árbol, que andavan rebolando; eran estos papeles anchos como media braça, y largos como diez braças. Ponían también tres tamales grandes hechos de semilla de bledos sobre la cabeça de la imagen, hincados en tres palos. Compuesto el árbol con todas estas cosas, atávanle diez maromas por la mitad de él; atadas las maromas, tiravan de ellas con gran grita, exhortándose a tirar de las maromas, y como le ivan levantando, poníanle unos maderos atados de dos en dos y unos puntales sobre que descansase. Cuando ya le enhiestavan davan gran grita y hazían gran estruendo con los pies; luego le echavan al pie grandes piedras para que se estuviesse enhiesto y no se acostasse, luego encima le echavan tierra; hecho esto, ívanse todos a sus casas, nadie quedava allí. Luego venían aquellos que tenían captivos presos, que los havían de quemar bivos, y traíanlos allí, a donde se havía de hazer este sacrificio. Venían adereçados para hazer areito; traían todo el cuerpo teñido con color amarillo y la cara con color bermejo; traían un plumaje, como mariposa, hecho de plumas coloradas de papagayo; llevavan en la mano izquierda una rodela labrada de pluma blanca con sus rapazejos que colgavan a la parte de abaxo; en el campo de esta rodela ivan piernas de tigre o de águila, debujadas de pluma al propio; llamavan a esta rodela chimaltetepontli. Cada uno de los que ivan en el areito, assí adereçados, iva pareado con su captivo; ivan ambos dançando a la par. Los captivos llevavan el cuerpo teñido de blanco, y el maxtle con que ivan ceñidos era de papel; llevavan también unas tiras de papel blanco a manera de estolas, echadas desde el hombro al sobaco; llevavan también unos cabellos de tiras de papel cortadas delgadas; llevavan emplumada la cabeça con plumas blancas a manera de bilma; llevavan un beçote hecho de pluma; llevavan los rostros de color bermejo y las mexillas teñidas de negro. En este areito perseveravan hasta la noche. Puesto el sol, cesavan y ponían los captivos en unas casas que estavan en los barrios que se llaman calpulli. Allí los estavan guardando los mesmos dueños y velavan todos y hazían velar a los captivos, y acerca de la medianoche ívanse todos los viejos vezinos de aquel barrio a sus casas. Llegada la medianoche, los señores de los esclavos, cada uno al suyo, cortávanlos los cabellos de la corona de la cabeça a raíz del casco, delante del fuego y a honra del fuego. Estos cabellos guardavan como por reliquias y en memoria de su valentía; atávanlos con unos hilos colorados a unos penachos de garçotas, dos o tres. A la navajuela con que cortavan los cabellos llamávanla "uña de gavilán"; estos cabellos los guardavan en unas petaquillas o cofres hechos de caña, que llamavan "el cofre de los cabellos". Este cofre o petaca pequeñuela llevávala el señor del captivo a su casa y colgávala de las vigas de su casa, en lugar público, porque fuesse conocido que havía captivado en la guerra; todo el tiempo de su vida le tenía colgado. Después de haver cortado los cabellos de la coronilla a los captivos, sus dueños dormían un poco y los captivos estavan a mucho recado porque no huyessen. En amaneciendo, luego ordenavan todos los captivos delante del lugar que se llamava tzompantli, que era donde espetavan las cabeças de los que sacrificavan. Estando assí ordenados, luego començava uno de los sátrapas a quitarlos unas vanderillas de papel que llevavan en las manos, las cuales eran señal de que ivan sentenciados a muerte; quitávanles también los otros papeles con que ivan adereçados y alguna manta, si llevavan cubierta, y todo esto poníanlo en el fuego para que se quemasse en un pilón, hecho de piedras, que llamavan cuauhxicalli. Todos ivan por esta orden desnudándoles y echando en el fuego sus atavíos, porque no tenían más necessidad de vestiduras, ni otra cosa, como quien luego havía de morir. Estando assí todos desnudos esperando la muerte, venía un sátrapa adereçado con sus ornamentos y traía en los braços la estatua del dios que llamavan Páinal, también adornada con sus atavíos. Llegado aquel sátrapa con su estatua, que tenía en los braços, subía luego al cu donde havían de morir los captivos y llegava al lugar donde los havía de matar que se llama Tlacacouhcan. Llegado allí, luego tornava a descendir y passava delante de todos los captivos, y tornava otra vez a subir como primero. Los señores de los captivos estavan también ordenados en rencle, cada uno cabe su captivo, y cuando la segunda vez el Páinal subía al cu, cada uno de ellos tomava por los cabellos a su captivo y llevávalo a un lugar que se llama apétlac, y allí los dexavan todos. Luego descendían los que los havían de echar en el fuego y enpolvorizávanlos con encienso las caras, arrojándoselo a puñados, el cual traían molido en unas talegas; luego los tomavan y atávanlos las manos atrás, y también los atavan los pies; luego los echavan sobre los hombros a cuestas y subíanlos arriba a lo alto del cu, donde estava un gran fuego y gran montón de brasa, y llegados arriba luego davan con ellos en el fuego. Al tiempo que los arrojavan, alçávase un gran polvo de ceniza, y cada uno donde caía allí se hazía un gran hoyo en el fuego, porque todo era brasa y rescoldo, y allí en el fuego començava a dar boelcos y hazer bascas el triste del captivo; començava a rechinar el cuerpo como cuando asan algún animal, y levantávanse vexigas por todas partes del cuerpo. Y estando en esta agonía, sacávanle con unos garavatos, arrastrando, los sátrapas que se llamavan cuacuacuiltin y poníanle encima del taxón que se llamava téchcatl, y luego le abrían los pechos de tetilla a tetilla o un poco más abaxo; luego le arrancavan el coraçón y le arrojavan a los pies del estatua de Xiuhtecutli, dios del fuego. De esta manera matavan todos los captivos que tenían para sacrificar en aquella fiesta, y acabándolos de matar todos, ívanse toda la gente para su casa; y al estatua del dios Páinal llevávale el mesmo sátrapa que le havía traído al lugar donde solía estar, ívanle acompañando todos los viejos que estavan aplicados al servicio de aquel dios; en acabándole de poner en su lugar, descendíanse al cu y ívanse a sus casas a comer. En acabando de comer, juntávanse todos los mancebos y moçoelos y muchachos, todos aquellos que tenían vedixas de cabellos en el cogote que llamavan cuexpaleque, y toda la otra gente; se juntavan en el patio de Xiuhtecutli a cuya honra se hazía esta fiesta. Luego al mediodía començavan a bailar y a cantar; ivan mugeres ordenadas entre los hombres; hinchíase todo el patio de gente que no havía por donde salir, estando todos muy apretados. En cansándose de cantar y bailar, luego davan una gran grita y salíanse del patio y ívanse a donde estava el árbol levantado; ivan cuaxados los caminos y muy llenos de gente tanto que los unos se atropellavan con los otros. Y los capitanes de los mancebos estavan en derredor del árbol para que nadie subiesse hasta que fuesse tiempo, y defendían la subida a garrotaços; y los mancebos que ivan determinados para subir al árbol apartavan a empellones a los que defendían la subida, y luego se asían de las maromas y començavan a subir por ellas arriba. Por cada maroma subían muchos a porfía; colgava de cada maroma una piña de mancebos, que todos subían a porfía por ella, y aunque muchos acometían a subir, pocos llegavan arriba. Y el que primero llegava tomava la estatua del ídolo, que estava arriba hecha de massa de bledos; tomávale la rodela y las saetas, y los dardos con que estava armado, y el instrumento con que se arrojan los dardos que se llama átlatl; tomava también los tamales que tenía a los lados, desmenuzávalos y arrojávalos sobre la gente que estava abaxo. Toda la gente estava mirando arriba, y cuando caían los pedaços de los tamales todos extendían los braços para tomarlos, y algunos reñían y se apuñeavan por el tomar de los pedaços; havía gran bozería sobre el tomar los pedaços que caían de arriba; y otros tomavan los penachos que tenía sobre la cabeça la imagen o estatua, que echava de arriba el que havía subido. Hecho esto, el que havía subido descendíase con las armas que havía tomado de arriba; en llegando abaxo, tomávanle con mucho aplauso y llevávanle y subíanle a lo alto del cu, que se llama Tlacacouhcan; subíanle a aquel lugar muchos viejos. Allá le davan joyas o empresas por la valentía que havía hecho, y luego todos tiravan de las maromas con gran fuerça, echavan en tierra el árbol, y davan gran golpe en el suelo, y hazíase pedaços. Hecho esto, todos se ivan a sus casas, nadie quedava allí; y luego llevavan a su casa aquel que havía ganado en subir primero al árbol; poníanle una manta leonada atada al hombro y por debaxo del braço contrario, como se pone la estola al diácono; llevava esta manta una franja en la orilla de tochómitl y pluma. Esta manera de manta era lícito traer a los que hazían esta valentía, a los otros no les era lícito traer esta manta. Podíanlas tener en su casa y vender todos los que querían, pero no traerlas. Aquel que havía llevado la victoria, llevávanle trabado por los braços dos sátrapas viejos que llamavan cuacuacuiltin, y muchos de los ministros de los ídolos ivan tras ellos, tocando cornetas y caracoles. Llevava a cuestas la rodela que havía tomado en el árbol; dexándole en su casa, bolvíanse al cu donde havían salido. Esta es la relación de la fiesta llamada xócotl uetzi. Capítulo 30 De la fiesta y cerimonias que se hazían en las calendas del onzeno mes, que se llamava ochpaniztli Al onzeno mes llamavan ochpaniztli. Los cinco días primeros de este mes no hazían nada tocante a la fiesta; acabados los cinco días, quinze días antes de la fiesta començavan a bailar un baile que ellos llamavan nematlaxo; este baile durava ocho días. Ivan ordenados en cuatro rencles y bailavan en este baile, no cantavan; ivan andando y callando, y llevavan en las manos ambas unas flores que se llaman cempoalxúchitl, no compuestas sino cortadas con la misma rama. Algunos mancebos traviesos, aunque los otros ivan en silencio, ellos hazían con la boca el son que hazía el atabal, a cuyo son bailavan; ningún meneo hazían con los pies ni con el cuerpo, sino solamente con las manos, abaxándolas y levantándolas a compás del atabal; guardavan la ordenança con gran cuidado, de manera que nadie discrepase del otro. Començavan este baile hazia la tarde, y acabávase en poniendo el sol. Esto durava por ocho días, los cuales acabados, començavan luego las mugeres médicas, moças y viejas, a hazer una escaramuça o pelea, tantas a tantas, partidas en dos escuadrones. Esto hazían las mugeres delante de aquella muger que havía de morir en esta fiesta por regozijarla, para que no estuviesse triste ni llorasse, porque tenían mal agüero si esta muger que havía de morir estava triste o llorava, porque dezían que esto significava que havían de morir muchos soldados en la guerra, o que havían de morir muchas mugeres de parto. Cuando hazían esta escaramuça o pelea aquella muger que estava diputada para morir, a la cual llamavan la imagen de la madre de los dioses, a quien la fiesta se hazía, hazía el primer acometimiento contra el escuadrón contrario. Ivan acompañando a ésta tres viejas que eran como sus madres, que nunca se le quitavan del lado; a la una llamavan Aoa, a la otra Tlauitecqui, a la tercera Xocuauhtli. La pelea era que se apedreavan con pellas hechas de aquellas hilachas que nacen en los árboles, o con pellas hechas de hojas de espadañas y con hojas de tunas, y con flores amarillas que llaman cempoalxúchitl. Todas ivan ceñidas, y en la cintura llevavan unas calabaçuelas colgadas con polvos de aquella yerva que llaman yietl; ivan apedreándose el un escuadrón tras el otro, y después el otro bolvía tras el otro; de esta manera escaramuçavan ciertas bueltas, con todas las cuales acabadas, cesava la escaramuça y luego llevavan a la muger que havía de morir a la casa donde la guardavan. Esta muger llamavan Toci, que quiere dezir "nuestra abuela"; llaman assí a la madre de los dioses, a cuya honra ella havía de morir. Esta escaramuça hazían por espacio de cuatro días continuos, los cuales passados, sacavan aquella muger a pasearse por el tiánquez; ivan con ella todas las médicas acompañándola por el tiánquez; a este passeo llamavan "acozeamiento del tiánquez", porque nunca más havía de bolver a él. Saliendo del tiánquez, rescebíanla luego los sátrapas de la diosa llamada Chicomecóatl, y rodeávanse de ella, y ella sembrava harina de maíz por donde iva, como despidiéndose del tiánquez, y luego aquellos sátrapas llevávanla a la casa donde la guardavan, que era cerca del cu donde la havían de matar. Allí la consolavan las médicas y parteras, y la dezían: "Hija, no os entristezcáis, que esta noche ha de dormir con vos el rey, ¡alegraos!" No la davan a entender que la havían de matar, porque su muerte havía de ser súpita, sin que ella lo supiesse. Y luego la ataviavan con los ornamentos de aquella diosa que llaman Toci, y llegada la medianoche llevávanla al cu donde havía de morir, y nadie hablaba ni tosía cuando la llevavan; todos ivan en gran silencio, aunque iva con ella todo el pueblo. Y desque havía llegado al lugar donde la havían de matar, tomávanla uno sobre las espaldas y cortávanla de presto la cabeça, y luego caliente la desollavan, y desollada, uno de los sátrapas se vestía su pellejo, al cual llamavan teccizcuacuilli; escogían para esto el mayor de cuerpo y de mayores fuerças. Lo primero la desollavan el muslo, y el pellejo del muslo llevávanle al cu de su hijo que se llamava Cintéutl, que estava en otro cu, y vestíansele. Después que se vestía aquel sátrapa con el pellejo de aquella muger, iba a tomar a su hijo Cintéutl, luego se levantava al canto del cu, y luego baxava abaxo con priesa. Acompañávanle cuatro personas que havían hecho voto de hazerle aquel servicio; tomávanle en medio, dos de la una parte y dos de la otra, y algunos de los sátrapas ivan detrás de este que llevava el pellejo vestido, y otros principales y soldados que le estavan esperando se ponían delante para que él fuesse tras ellos persigiéndolos, y ansí començavan a huir delante de él reziamente; ivan bolviendo la cabeça y golpeando las rodelas, como provocándole a pelear, y tornavan luego a correr con gran furia. Todos los que vían esto temían y temblavan de ver aquel juego; y este juego se llamava çacacalli, porque todos aquellos que ivan huyendo llevavan en las manos unas escobas de lacates ensangrentadas. Y el que llevava el pellejo vestido con los que ivan acompañándole perseguían a los que ivan delante huyendo, y los que huían procuravan de escaparse de los que los perseguían, porque los temían mucho. Y llegando al pie del cu de Uitzilopuchtli, aquel que llevava el pellejo vestido alçava los braços y poníase en cruz delante de la imagen de Uitzilopuchtli, y esto hazía cuatro vezes. Hecho esto, bolvíase a donde estava la estatua de Cintéutl, hijo de aquella diosa llamada Toci, a quien éste representava. Este Cintéutl era un mancebo el cual llevava puesto por carátula el pellejo del muslo de la muger que havían muerto, y juntávase con su madre. Los atavíos que llevava era la carátula del pellejo metida por la cabeça, y un capillo de pluma metido en la cabeça que estava pegado a un hávito de pluma que tenía sus mangas y su cuerpo; la punta del capillo, que era larga, estava hecha una rosca hazia tras; tenía un lomo como cresta del gallo en la rosca, y llamavan a este tal capillo itztlacoliuhqui, que quiere dezir "dios de la helada". Ivan junto con su madre; ivan ambos a la par muy despacio; ivan al cu de la madre Toci, donde havía muerto aquella muger. Poníase en el cu aquel que representava a la diosa Toci, el cual llevava el pellejo de la otra. Todo lo dicho passava de noche, y en amaneciendo poníase aquel que representava a la diosa Toci en el canto del cu, en lo alto, y todos los principales que estavan abaxo esperando aquella demonstración començavan a subir con gran priessa por las gradas del cu arriba, y llevavan sus ofrendas y ofrecíanselas. Unos de ellos emplumávanle con pluma de águila -aquellas blandas que están a raíz del cuerpo- la cabeça y también los pies; otros la afeitavan los rostros con color colorado; otros le vestían un huipil, no muy largo, que tenía delante los pechos un águila labrada o texida en el mesmo huipil; otros le ponían unas naoas pintadas; otros descabelavan codornizes delante de ella; otros le ofrecían copal. Esto se hazía muy de presto, y luego se ivan todos, no quedava nadie allí. Luego la sacavan sus vestiduras ricas y una corona muy pomposa que se llamava amacalli, que tenía cinco vanderillas, y la de medio más alta que las otras. Era esta corona muy ancha en lo alto y no redonda sino cuadrada, y del medio de ella salían las vanderillas; las cuatro vanderillas ivan en cuatro esquinas, y la mayor iva en medio; llamavan a esta corona meyotli. Luego ponían en rencle todos los captivos que havían de morir, y ella tomava uno y echávale sobre el taxón de piedra, que llamavan téchcatl, y abría los pechos y sacava el coraçón, y luego a otro, y luego a otro, hasta cuatro; y acabando de matar estos cuatro, los demás encomendava a los sátrapas para que ellos los matassen, y luego se iva con su hijo para el cu donde solía estar, el cual llamavan Cintéutl o Itztlacoliuhqui. Ivan delante de ellos aquellos sus devotos que se llaman icuexoan; ivan algo delante adereçados con sus papeles, ceñido un maxtle de papel torcido y sobre las espaldas un papel fruncido y redondo como rodela. Llevava a cuestas unos plumajes compuestos con algodón; en este plumaje llevava colgadas unas hilachas de algodón no torcido. Y las médicas y las que venden cal en el tiánquez ivan acompañando de una parte y de otra a la diosa y a su hijo. Ivan cantando los, sátrapas que se llamavan cuacuacuilti; ivan cantando y rigiendo el canto de las mugeres, y tañendo teponaztli de una lengua que tiene abaxo un tecómatl. Llegando al lugar donde espectavan las cabeças en el cu de su hijo Cintéutl, estava allí un atabal, y aquel que llevava el pellejo vestido y era imagen de la diosa Toci ponía un pie sobre el atabal, como cozeándole. Estavan allí esperando al hijo de esta diosa, Cintéutl, que era un mancebo rezio y fuerte, muchos soldados viejos, y tomávanle en medio y ivan todos corriendo, porque havían de llevar el pellejo del muslo de la que murió -el cual, aquel que llamavan su hijo traía metido en la cabeça y sobre la cara como carátula- a un cerro que se llamava Popotl Temi, que era la raya de sus enemigos. Ivan en compañía de éstos muchos soldados y hombres de guerra con gran priesa corriendo; llegando al lugar donde havía de dexar el pellejo, que se llamava mexayácatl, muchas vezes acontecía que salían sus enemigos contra ellos, y allí peleavan los unos con los otros y se matavan; el pellejo poníanlo colgado en una garita que estava hecha en la misma raya de la pelea, y de allí se bolvían y los enemigos también se ivan para su tierra. Acabados todos estos juegos y cerimonias, a aquel que era imagen de la diosa Toci llevávanle a la casa que se llamava Atenpan. El señor poníase en su trono en las casas reales; tenía por estrado un cuero de águila con sus plumas, y por espaldar de la silla un cuero de tigre. Estava ordenada toda la gente de guerra, delante los capitanes y valientes hombres, en medio los soldados viejos, al cabo los bisoños; y ivan todos delante del señor assí ordenados, y passavan como haziendo alarde por delante de él, haziéndole gran reverencia o acatamiento, y él tenía cerca de sí muchas rodelas y espadas y plumajes, que son adereços de la guerra, y mantas y maxtles, y como ivan passando a cada uno le mandava dar de aquellas armas y plumajes; a los más principales y señalados lo mejor y más rico, y assimismo de las mantas y maxtles, y cada uno en tomando lo que le havían dado, ívase aparte y adereçávase con ello; a los de medio davan lo menos rico, y a los de tras davan lo que quedava. Y como todos se huviessen adereçado con las armas que havían tomado, ordenávanse otra vez y passavan por delante del señor armados y adereçados, y hazíanle gran acatamiento cada uno como iva passando. Acabado esto, ya estavan haziendo areito en el patio de la diosa Toci, y luego todos los que havían tomado las armas ívanse al areito; éstos a quien se davan estas armas tenían entendido que havían de morir con ellas en la guerra. En este baile o areito no cantavan, ni hazían meneos de baile, sino ivan andando y levantando y baxando los braços al compás del atambor, y llevavan en cada mano flores. Todos los que bailavan parecían unas flores, y todos los que miravan se maravillavan de sus atavíos; andavan alrededor del cu de aquella diosa Toci. Las mugeres que estavan a la mira de este areito lloravan y dezían: "Estos nuestros hijos que van agora tan ataviados, si de aquí a poco apregonan guerra, ya quedan obligados a ir a ella; ¿Pensáis que bolverán más? ¡Quizá nunca más los veremos!" De esta manera se acuitavan las unas a las otras, y se angustiavan por los hijos. Aquel hombre que era imagen de la diosa Toci, y sus devotos y las médicas ivan bailando aparte, detrás de los que hazían el areito, y cantavan en tiple muy alto en este areito, començando al mediodía. Otro día hazían el mismo areito, y salían todos a él, porque el día antes muchos no havían salido. Por el alarde que se hazía este día, salían todos los principales y los piles, y adereçávanse muy ricamente, y el señor iva delante con ricos atavíos ataviado; era tanto el oro que resplandecía con el sol en gran manera en todo el patio. Y a la tarde, acabando el areito, salían los sátrapas de la diosa Chicomecóatl vestidos con los pellejos de los captivos que havían muerto el día antes; a éstos llamavan tototecti. Estos se subían encima un cu pequeño que se llamava "la mesa de Uitzilopuchtli"; desde allí arrojavan o sembravan maíz de todas maneras, blanco, y amarillo, y colorado y prieto, sobre la gente que estava abaxo, y también pepitas de calabaça, y todos cogían aquel maíz y pepitas, y sobre ello se apuñeavan las donzellas que servían a la diosa Chicomecóatl, a las cuales llamavan cioatlamacazque. Todas las llevavan a cuestas cada una siete maçorcas de maíz rayadas con ulli derretido y embueltas con papel blanco en una manta rica; ivan adereçadas con sus plumas en las piernas y en los braços, pegadas a manera de bilma, y afeitadas con marcaxita; ivan cantando juntamente con los sátrapas de la diosa Chicomecóatl, los cuales regían el canto. Hecho esto, luego los sátrapas ivan a recogerse a sus sacristías; luego descendía un sátrapa de lo alto del cu de Uitzilopuchtli, y traía en las manos un gran altabaque de madera lleno de greda blanca y molida como harina, y de pluma blanda como algodón; poníalo abaxo, en un lugar que se llamava Coaxalpan, que era un espacio que havía entre las gradas del cu y el patio abaxo, al cual espacio subía por cinco o seis gradas. En poniendo su altabaque allí, estavan muchos soldados esperando, y arrancavan a huir, cual por cual llegaría primero a tomar lo que venía en el altabaque, y aquí parecían los que eran mejores corredores y más ligeros. Arremetían con el altabaque y tomavan a puñados lo que en ella estava, greda y pluma; en tomando bolvían corriendo hazia donde havían partido, y aquel que tenía vestido el pellejo de la muger muerta, que era imagen de la diosa Toci, estava presente cuando tomavan aquella pluma y greda. En acabando de tomar, arrancava a correr tras ellos, como persiguiéndolos, y todos davan grita; y cuando hazía esta corrida el sobredicho, como iva entre la gente huyendo, todos le escopían y le arrojavan lo que tenían en las manos, y el señor también dava una remetida corriendo poco trecho. Ansí se entrava en su casa corriendo, y todos los demás hazían lo mismo, y assí dexavan todos aquel que era imagen de la diosa Toci, excepto algunos que le seguían con algunos sátrapas hasta llevarle al lugar donde havía de desnudarse el pellejo, el cual lugar se llamava Tocititlan. Allí le colgava en una garita que allí estava; tendíale muy bien, para que estuviessen tendidos los braços y la cabeça hazia la calle o camino. Hecho esto, se acabava la fiesta y cerimonias de ochpaniztli. Este es el fin de la relación de esta fiesta.
contexto
Capítulo 31 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del dozeno mes, que se llamava teutleco Al dozeno mes llamavan teutleco, que quiere dezir "llegada" o "venida de los dioses". A quinze días andados de este mes enramavan unos altares, que ellos llamavan momoztli, con cañas atadas de tres en tres. Tenían cargo de hazer esto los moços y muchachos que se criavan en las casas que llamavan telpuchcalli. Estos altares enramavan solamente en las casas de las diosas; también enramavan los altares donde estavan las estatuas de los ídolos particulares, en las casas del pueblo, y dávanles por esto en cada casa un chiquíuitl de maíz o cuatro maçorcas, y los más pobres dávanlos dos o tres maçorcas; llamavan a esto cacálotl, como quien dize aguinaldo para que comiessen tostado, y no lo comían todos, sino aquellos que eran ya conocidos por diligentes y trabaxadores. A los tres días que andavan enramando, llegava el dios que llamavan Telpuchtli y Tlamatzíncatl, éste llegava primero porque como mancebo andava más y era más rezio y ligero, y assí ofrecíanle al tercero día. Y las ofrendas que le davan era semilla de bledos tostada y molida, y lo rebolvían con agua y otro rebolvían con miel; y hazían cuatro pellas de esta masa y poníanlas en un plato. Esta era la ofrenda de cada uno de los que havían de ofrecer, y luego las llegavan a ofrecer a aquel dios en su cu, y se las ponían delante. A la noche luego començavan a bever pulcre los viejos y las viejas; dezían que lavavan los pies al dios Telpuchtli, que havía llegado de camino. En el cuarto día quitavan los ramos que havían puesto de los altares, y al quinto día era la fiesta de teutleco; es la llegada de los dioses, que era el último día de este mes. A la media noche de este día molían un poco de harina de maíz y hazían un montonzillo de ella, bien tupida; hazían este montonzillo de harina, redondo como un queso, sobre un petate. En este montoncillo de harina vían cuando havían llegado todos los dioses, porque aparecía una pisada de un pie pequeño sobre la harina; entonce entendían que eran llegados los dioses. Un sátrapa llamado teuoa estava esperando toda la noche cuando parecería esta señal de la llegada de los dioses; iva y venía cada hora, muchas vezes, a mirar el montoncillo de la harina, y en viendo la pisada sobre la harina, luego aquel sátrapa dezía: "¡Venido ha su magestad!" En oyendo los demás sátrapas y ministros de los ídolos esta voz, luego se levantavan y tocavan sus caracoles y cornetas en todos los cúes, en todos los barrios y en todos los pueblos. En esto entendía toda la gente que los dioses eran llegados; luego todos començavan a ir a los cúes con sus ofrendas para ofrecer a los dioses rezien llegados, y lo que ofrecían era aquellos tamales de semillas que havían hecho el día antes. En acavando de ofrecer, luego se ivan a sus casas, no quedava allí nadie; y a la noche bevían pulcre los viejos y viejas; dezían que lavavan los pies a los dioses. El día siguiente llegava el dios de los mercaderes llamado Yacapitzáoac o Yiacatecutli, y otro dios llamado Ixcoçauhqui o Xiuhtecutli, que es el dios del fuego, a quien los mercaderes tienen mucha devoción. Estos dos llegavan a la postre, un día después de los otros, porque dezían que eran viejos y no andavan tanto como los otros. Acabado esto, luego quemavan bivos a muchos esclavos echándolos bivos en el fuego en un altar grande que se llamava teccalco, que tenía gradas por cuatro partes; encima del altar andava bailando un mancebo adereçado con una cabellera de cabellos largos, con un plumaje de plumas ricas con la corona; la cara teníala teñida de negro con unas rayas de blanco, una que salía desde la punta de la ceja hazia lo alto de la frente, y otra que descendía desde el lagrimal del ojo hazia la mexilla, haziendo medio círculo. Traía a cuestas un plumaje, que se llamava uacalli; traía un conejo seco en él. Cuando echavan un captivo en el fuego, silvava metiendo el dedo en la boca como lo acostumbran. También otro mancebo se adereçava como murciélago, con sus alas y con todo lo demás para parecer murciélago; traía unas sonajas, en cada mano la suya, que son hechas como cabeças de dormideras grandes; con éstas hazían son. Haviendo echado en el fuego los captivos, luego los sátrapas se ponían en processión, compuestos con unas estolas de papel desde el hombro izquierdo al sobaco derecho, y desde el hombro derecho al sobaco izquierdo, y subían travados de las manos a la hoguera y davan una buelta alrededor de ella muy despacio, y descendían corriendo abaxo; desasíanse de las manos los unos de los otros casi por fuerça; algunos de ellos caían, unos de los bruces y otros de lado; este juego se llamava mamatlauitzoa. Otro día juntávanse por los barrios y por las calles, y hazían danças travados de las manos; pintávanse los braços y el cuerpo con plumas de diversas colores, apegándolas a la carne con resina. Esto hazían chicos y grandes, y aun a los que estavan en la cuna pintavan con estas plumas; solamente a los machos. Esta manera de dança començavan desde el mediodía, y cantavan por ahí algunos cantares como querían; dançavan de esta manera hasta la noche, y los que querían también de noche. Estos dos días postreros eran del mes que se sigue. Esta es la relación de la fiesta llamada teutleco. Capítulo 32 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del trezeno mes, que se dezía tepeílhuitl Al trezeno mes llamavan tepeílhuitl. En la fiesta que se hazía en este mes cubrían de masa de bledos unos palos, que tenían hechos como culebras, y hazían unas imágines de montes fundadas sobre unos palos, hechos a manera de niños, que llamavan hecatotonti; era masa de bledos la imagen del monte; poníanle delante junto unas masas rolliças y larguillas de masa de bledos a manera de huesos, y éstos llamavan yomio. Hazían estas imágines a honra de los montes altos donde se juntan las nubes, y en memoria de los que havían muerto en agua o heridos de rayo, y de los que no se quemavan sus cuerpos, sino que los enterravan. Estos montes hazíanlos sobre unos rodeos o roscas hechos de heno, atados con sogas de çacate, y guardávanlos de un año para otro. La vigilia de esta fiesta llevavan a lavar estas roscas al río o a la fuente, y cuando las llevavan, ívanles tañendo con unos pitos, hechos de barro cozido, o con unos caracoles mariscos; lavávanlas en unas casas o oratorios que estavan hechos a la orilla del agua, que se llaman ayauhcalli; lavávanlas con unas hojas de cañas verdes; algunos en el agua que passava junto a su casa las lavavan. En acabándolas de lavar, bolvíanlas a su casa con la misma música; luego hazían sobre ellas las imágines de los montes, como está dicho. Algunos hazían estas imágines de noche, antes de amanescer, cerca del día. La cabeça de cada un monte tenía dos caras, una de persona y otra de culebra, y untavan la cara de persona con ulli derretido, y hazían unas tortillas pequeñuelas de massa de bledos amarillos, y poníanlas en las mexillas de la cara de persona de una parte y de otra; cubríanlas con unos papeles que llamavan tetéuitl; poníanlos unas coroças en la cabeça con sus penachos. También a las imágines de los muertos los ponían sobre aquella rosca de çacate, y luego en amanesciendo ponían estas imágines en sus oratorios sobre unos lechos de espadañas o de juncias o juncos. Haviéndolos puesto allí, luego los ofrecían comida: tamales y mazamorra, o cajuela hecha de gallina o de carne de perro, y luego los incensavan, echando encienso en una mano de barro cozido, como cuchara grande llena de brasas; y a esta cerimonia llamavan calonóoac. Y los ricos cantavan y bevían pulcre a honra de estos dioses y de sus difuntos; los pobres no hazían más de ofrecerlos comida, como se dixo. En esta fiesta matavan algunas mugeres a honra de los montes, o de los dioses de los montes. A la de una de ellas llamavan Tepóxoch, y a la segunda Matlalcuae, y a la tercera Xochtécatl, y a la cuarta Mayáuel, que era imagen de los magueyes. El quinto era hombre, y llamávanle Milnáoatl; este hombre era imagen de las culebras. Ivan adereçados con coronas de papel, y todos los papeles con que ivan adereçados ivan muy manchados con ulli derretido; el mismo atavío llevava el hombre que llamavan Milnáoatl, que era imagen de las culebras. A estas mugeres y a este hombre llevávanlos en literas; llamávase "paseo de literas". Traíanlos como en procesión; llevávanlos en los hombros; hombres y mugeres ivan cantando con ellos. Los que llevavan las literas o andas ivan muy bien adereçados, las mugeres con sus naoas y huipiles labrados y afeitadas las caras. Venida la hora del sacrificio, ponían en las literas a las mugeres y al hombre que havían de morir, y subíanlos a lo alto del cu, y desque estavan arriba, sacávanlos de las literas y uno a uno echávanlos sobre el taxón de piedra y abríanlos los pechos con el pedernal; sacávanlos el coraçón y ofrecíanlos al dios Tláloc. Luego descendían los cuerpos, trayéndolos rodando por las gradas abaxo, poco a poco teniéndolos con las manos; y llegando abaxo, llevávanlos al lugar donde espetavan las cabeças: allí los cortavan las cabeças y las espectavan por las sienes en unos varales que estavan echados como en lancera; los cuerpos llevávanlos a los barrios de donde havían salido, y otro día, que se llamava texinilo, hazíanlos pedaços y comíanlos. También entonce despedaçavan las imágines de los montes en todas las casas que los havían hecho, y los pedaços subíanlos a los tlapancos, para que se secasen al sol, y ívanlos comiendo cada día poco a poco. Y con los papeles con que estavan adereçadas aquellas imágines de los montes cubrían aquellos rodeos de çacate, sobre que les havían puesto, y colgávanlos de las vigas, cada uno en su oratorio que tenía en su casa. Un año entero estava colgado allí hasta que llegasse otra vez la fiesta; entonce tomavan los papeles, juntamente con el rodeo, y llevávanlos a los oratorios que se llaman ayauhcalli, y el papel dexávanlo allí y el rodeo bolvíanle a su casa para hazer ofrenda a las imágines. Aquí se acaba la relación del mes y fiesta que se llama tepeílhuitl. Capítulo 33 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del catorzeno mes, que se llamava quecholli Al mes catorzeno llamavan quecholli. Salido el mes passado, en cinco días no se hazía cerimonia ninguna ni fiesta en los cúes; todo estava en calma lo que toca al servicio de los dioses. Al sexto día juntávanse los que tenían cargo de los barrios: mandavan que se buscassen cañas para hazer saetas, y cada uno de los soldados traían una carga de cañas, y todos juntos, del Tlatelulco y de México, ofrecían todas aquellas cañas a Uitzilopuchtli, poniéndolas en el patio delante del cu de este dios. Luego allí las repartían a la otra gente, y cada uno llevava a su casa las que le cabía. Otro día venían al patio de Uitzilopuchtli todos los que havían llevado cañas, para enderezar las cañas al fuego; este día no se hazía más de enderezar las cañas, y bolvíanlas a sus casas. Otro día siguiente bolvían con ellas al patio de Uitzilopuchtli, y venía toda la gente, chicos y grandes, no quedava nadie, y a todos los muchachos subíanlos al cu de Uitzilopuchtli; allí los hazían tañer con los caracoles y cornetas, y los hazían cortar las orejas y sacavan sangre y untávanlos por las sienes y por los rostros. Llamávase este sacrificio momaçaiço, porque le hazían en memoria de los ciervos que havían de ir a caçar. Desque se juntavan todos juntos en el patio de Uitzilopuchtli, los tenuchcas y los tlatilulcas -en una parte se ponían los tenuchcas y en otra los tlatilulcas- començavan a hazer saetas; a este día llamavan tlacati in tlacochtli. En este día todos hazían penitencia, todos sacavan sangre de las orejas cortándose, y si alguno no se sangrava de las orejas, tomávanle la manta los que tenían cuidado de recoger la gente, que llamavan tepan mani y nunca más se la davan. Y los días que entendían en hazer estas saetas nadie dormía con muger, y nadie bevía pulcre. Todas las saetas eran hechas a una medida, y los caxquillos, que eran unas puntas tan largas como un xeme, hechas de roble, eran también todas iguales. Todos cortavan las cañas a una medida; cortadas, dávanlas a los que las ponían las puntas, y aquellos atávanlas muy bien con ichtli, con hilos de nequén muy bien torcidos, porque no se hindiessen al meter de las puntas; metían engrudo en el agujero de la caña, y luego la punta sobre el engrudo; en poniéndola la punta como havía de estar, untavan con resina la atadura de la caña y también al cabo donde havía de herir la cuerda del arco. En acabando de aparejar las saetas, hazíanlas luego hazecillos de veinte en veinte, y luego se ordenavan como en procesión; llevavan hazecillos todos a ponerlos y presentávanlas delante de Uitzilopuchtli; allí las ponían todas juntas; en acabándolas de poner, ívanse a sus casas. Al cuarto día llamavan calpan nemitilo, que quiere dezir "el día que se hazen saetas particulares para jugar con ellas", para exercitarse en el tirar, y ponían por blanco una hoja de maguey y tirávanla; aquí parecían quiénes eran los más certeros en tirar. Al quinto día hazían una saeticas pequeñas a honra de los difuntos; eran largas como un xeme o palmo y poníanlas resina en las puntas, y en el cabo el caxquillo era de un palo de por ahí; atavan cuatro saeticas y cuatro teas con hilo de algodón floxo, y poníanlas sobre las sepulturas de los difuntos. También ponían juntamente un par de tamales dulces; todo el día estava esto en las sepulturas, y a la puesta del sol encendían las teas, y allí se quemavan las teas y las saetas. El carbón y ceniza que de ellas se hazía enterrávanlo sobre la sepultura del muerto, a honra de los que havían muerto en la guerra. Tomavan una caña de maíz, que tenía nueve nudos, y ponían en la punta de ella un papel como vandera, y otro largo que colgava hasta abaxo; al pie de la caña ponían la rodela de aquel muerto, arrimada con una saeta; también atavan a la caña la manta y el maxtle; en la vandera señalavan con hilo colorado un aspa de ambas partes, y también labravan el papel largo con hilo colorado y blanco, torcido desde arriba hasta abaxo, y del hilo blanco colgavan el paxarito que se llama uitzitzilin, muerto. Hazían también unos manogitos de plumas blancas del ave que llaman áztatl, atadas de dos en dos, y todos los hilos se juntavan y los atavan a la caña; estavan aforrados los hilos con pluma blanca de gallina pegado con resina; todo esto lo llevavan a quemar a un pilón de piedra que se llamava cuauhxicalco. Al sexto día llamavan çacapanquixoa, y llamávanle de esta manera porque en el patio del cu del dios que llaman Mixcóatl tendían mucho heno, que lo traían de las montañas, y sobre el heno se sentavan las mugeres ancianas que servían en el cu, que se llamavan cioatlamacazque; delante de ellas tendían un petate; luego venían todas las mugeres que tenían hijos o hijas y traíanlos consigo. Estas traían cada cinco tamales dulces, y echávanlos sobre el petate delante de las viejas, y luego cada una dava a su hijo a alguna de aquellas viejas, y la vieja que le tomava brincávale en los braços, y hecho esto, dávanlos a sus madres y ívanse a sus casas. Esto començava a la mañana y acabava a la hora de comer; los tamales tomavan las viejas para su comer. Al onzeno día de este mes ivan a hazer una caça a aquella sierra que está enzima de Atlacuioayan, y ésta era fiesta por sí; de manera que en este mes havía dos fiestas, la que está dicho y lo que comiença. Esta montaña o ladera donde ivan a caçar llamavan Çacatépec, y llamávanle también Ixillantonan. El día que llegavan a esta ladera descansavan allí aquella noche en sus cabañas de heno; hazían hogueras para dormir aquella noche. A diez días del mes arriba dicho hazían fiesta al dios de los otomíes llamado Mixcóatl, en el modo que se sigue. Otro día de mañana almorçavan todos; haviendo almorçado, adereçávanse todos para la caça, ciñían sus mantas a los lomos, y poníanse todos en ala. No solamente los mexicanos ivan a esta caça, pero también los de Cuauhtitlan, y de Cuauhnáoac, y de Coyoacan, y otros pueblos comarcanos. Todos llevavan arcos y saetas, y ívanse juntando poco a poco, acorralando la caça, que eran ciervos, y conejos, y liebres y coyotes; cuando ya estava junta la caça, arremetían todos y tomava cada uno lo que podía; pocos animales de aquéllos se escapavan o casi ninguno. Haviendo tomado los animales, ívase cada uno para su pueblo, y los que tomaron alguna caça matávanla y llevávan la cabeça consigo; y los que caçavan algunos animales dávanlos mantas por ligeros y osados; también los davan comida. En acabando la caça, luego se ivan a sus casas. Todas las cabeças de los animales que havían tomado, los cuales llevavan, colgávanlas en sus casas. En el sexto día, que se llamava çacapanquixoa, davan los adereços de papel a los esclavos que havían de matar a honra del dios Tlamatzíncatl, y a honra del otro dios que se llamava Izquitécatl. Estos esclavos compravan los que hazen pulcre y los que hazían pulcre para Motecuçoma; éstos morían a honra de aquellos dioses ya dichos. Otros dos esclavos que matavan a honra del dios Mixcóatl y de su muger, que se llamava Coatlicue, comprávanlos los calpixques. Allende de estos hombres que matavan a honra de Tlamatzíncatl, matavan muchas mugeres a las cuales llamavan cóatl incue, y eran sus mugeres de Tlamatzíncatl y Izquitécatl; también a estas mugeres las componían con sus papeles. Llegada la fiesta, que era el último día de este mes, davan una buelta a todos los que havían de morir, trayéndoles en procesión por alrededor del cu. Passado el mediodía, llevávanlos al cu donde los havían de matar, y traíanlos en procesión alrededor del taxón donde los havían de matar, y tornávalos a descendir abaxo y llevávanlos a la casa del calpulco; allí los hazían velar toda la noche. Y a la medianoche, delante del fuego, cortávanlos los cabellos de la coronilla; luego los esclavos quemavan sus hatos, que era una vanderilla de papel y su manta y su maxtle, y algunos quemavan las sobras de las cañas de humo y sus vasos que tenían para bever; todo lo quemavan allí en el calpulco. Y las mugeres también quemavan todos sus hatos y sus alhajas, su petaquilla y sus husos y la greda con que hilavan, y los vasitos sobre que corre el huso, y el ordidero y las cañas, y el tupidero con que texían, y los liços y el ataharre, y los cordeles con que atan la tela para que esté alta, y la caña para tupir, y las espinas o puntas de maguey, y la medida para texer, con todas las otras baratixas todo lo quemavan las mismas cuyo eran. Dezían que todas estas alhajas que quemavan se las havían de dar en el otro mundo donde ivan después de la muerte. Esto se hazía la vigilia de la fiesta. El día en amanesciendo, componíanlos luego con sus papeles con que havían de morir, y luego los llevavan al lugar de la muerte; subíanlos por las gradas del cu a cada uno dos mancebos, uno de un braço, otro de otro, porque no desmayassen ni cayessen, y otros dos los baxavan después de muertos por las gradas abaxo; a cada uno de ellos la llevavan uno una vandera de papel delante. Cada uno de estos esclavos iva con esta compañía; cuando subían por las gradas del cu llevavan delante de todos cuatro captivos atados de pies y manos, los cuales havían atado en el rescibimiento del cu, que se llama apétlac, que es donde comiençan las gradas. A cada uno llevavan cuatro, dos por los pies y dos por las manos llevávanlos boca arriba; llegados arriba, echávanlos sobre el taxón y abríanlos los pechos, y sacávanlos los coraçones. Subíanlos a éstos de esta manera en significación que eran como ciervos, que ivan atados a la muerte. Los demás esclavos ivan por su pie. Haviendo muerto a todos éstos, a la postre matavan a la imagen del dios Mixcóatl, porque todos los matavan en su cu; y a los que eran del dios Tlamatzíncatl también los matavan en su cu; subíanse de su cu y ivan al taxón donde los matavan en el cu de Tlamatzíncatl. Las mugeres matávanlas en otro cu que llamavan Coatlan, ante que a los hombres, y las mugeres cuando subían las gradas unas cantavan y otras gritavan, y otras lloravan; ivan llevándolas por los braços algunos hombres porque no desmayassen, y después que las havían muerto no las arrojavan por las gradas abaxo, sino descendíanlas rodando poco a poco. Estavan abaxo cerca del lugar donde espetavan las cabeças dos mugeres viejas, que llamavan teixamique; tenían cabe sí unas xícaras con tamales y una salsa de mulli en una escudilla, y en descendiendo a los que havían muerto, llevávanlos a donde estavan aquellas viejas, y ellas metían en la boca a cada uno de los muertos cuatro bocadillos de pan, mojados en la salsa, y rociávanlos las caras con unas hojas de caña mojadas en agua clara, y luego los cortavan las cabeças los que tenían cargo de esto, y las espetavan en unos varales, que estavan passados por unos maderos como en lancera. Hecho todo esto, se acabava la fiesta y se ivan todos a sus casas. Esta es la relación de lo que passava en esta fiesta. Capítulo 34 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del quinzeno mes, que se dezía panquetzaliztli Al quinto décimo mes llamavan panquetzaliztli. Ante de llegar a este mes, por reverencia de la fiesta que en él se hazía, los sátrapas y ministros de los ídolos hazían penitencia ochenta días, y ivan a poner ramas en todos los oratorios y humilladeros de los montes; començavan esta penitencia un día después del mes que se llama ochpaniztli. A la medianoche ivan a enramar los altares y oratorios, y humilladeros de los montes, aunque estuviessen lexos; ivan a hazer esta devoción de noche y desnudos todos los días y todas las noches hasta llegar a este mes de panquetzaliztli. Por ramos llevavan cañas verdes y espinas de maguey; ivan tañendo con su caracol o corneta y con su pito: un rato tañían con la corneta y otro rato con el pito, y assí ivan remudando la música. Acabado el mes de quecholli, que es este passado, luego començavan a bailar y a cantar, y cantavan un cantar que se llama tlaxotecáyotl, que es cantar a loor de Uitzilopuchtli; començaban este cantar al principio de la noche y acabavan a la media noche cuando tañían a maitines. En este cantar cantavan y bailavan también las mugeres mezcladas con los hombres. Nueve días antes que matassen los que havían de morir, bañavan los que havían de morir con agua de una fuente que llaman Uitzilatl, que está cabe el pueblo de Uitzilopuchco. Por esta agua ivan los viejos de los barrios; traíanla en cántaros nuevos y atapados con hojas de cedro que llaman auéuetl; en llegando a donde estavan los esclavos, que estavan delante del cu de Uitzilopuchtli, a cada uno echavan un cántaro de agua sobre la cabeça, sobre todos los vestidos que tenían, ansí hombres como mugeres. Esto hecho, quitávanlos las vestiduras mojadas y adereçávanlos con papeles con que havían de morir, y teñíanlos todos los braços y todas las piernas con açul claro y después se las raían con texas; y pintávanlos las caras con unas vandas de amarillo y açul atravesadas por toda la cara, una de amarillo y luego otra de açul, luego otra de amarillo y otra de açul; y poníanlos en las narizes una saetilla atravesada y un medio círculo que colgava hasta abaxo; poníanlos unas coroças o coronas hechas de cañitas atadas, y de lo alto salía un manojo de plumas blancas; y a las mugeres poníanlas plumas amarillas sobre las coroças. Adereçados de esta manera delante del cu de Uitzilopuchtli, llevávanlos por delante de las casas que llamavan calpulli, y cada uno le llevava su dueño a su casa; en llegando a casa, descomponíanlos de los papeles con que estavan compuestos y poníanlos en las petacas. Desde allí començaban a bailar y a cantar un hombre y una muger pareados. Llegavan al quinto día antes del día que los matassen; començavan a ayunar los dueños de los esclavos todos aquellos cinco días, y también ayunavan los viejos de los barrios. Comían al mediodía por el ayuno, y bañávanse a la medianoche por la penitencia en los oratorios que se llaman ayauhcalco, los cuales estavan a la orilla del río; las mugeres, señoras de aquellos esclavos, bañávanse en el agua que passava cabe sus casas. Los que se bañavan llevavan cuatro puntas de maguey cada uno, y antes que se bañassen cortávanse las orejas y con la sangre que salía ensangrentavan las puntas de maguey: la una echavan en el agua, la otra hincavan a la orilla del agua, otras dos ofrecían al ídolo que estava en aquel oratorio de ayauhcalco. Las mugeres que se bañavan cabe sus casas ensangrentavan una punta de maguey y hincávanla a la orilla del agua. Acabado los cuatro días de la penitencia, juntávanse con los esclavos y esclavas los dueños de ellos, hombres y mugeres, y también los que havían de subir al cu y los que los havían de descendir después de muertos, y las que los havían de lavar las caras, y también los que havían de llevar las vanderillas delante de ellos; todos juntos se travavan por las manos, hombre y mugeres, y ivan dançando y cantando y culebreando para assirse. Hazían unas roscas como guirnaldas de cuerdas o de espadañas, y no se asían de las manos sino de las guirnaldas o roscas. Y los esclavos que havían de morir ivan dançando mezclados entre los otros que dançavan; ivan con gran priesa saltando y corriendo, y dançando, galopeando y aceçando, y los viejos de los barrios ívanlos haziendo el son y cantando; iva mirando esta dança mucha gente. Los que havían hecho penitencia, ni havían dormido con sus mugeres, ni rescebido otros regalos ningunos por reverencia del ayuno, ni las mugeres havían dormido con sus maridos, acabavan estas danças a la medianoche; entonce luego se ivan todos a sus casas, y luego en amanesciendo començaban la fiesta porque era el postrero día del mes. Entonce ivan los esclavos que havían de morir a las casas de sus amos a despedirse, y llevávanlos delante una escudilla de tinta o de almagre o de color açul; ivan assí cantando con muy alta voz que parescía que rumpían el pecho. Y en llegando a la casa de sus amos, metían las manos ambas en la escudilla de color o de tinta, y poníanlas en los umbrales de las puertas y en los postes de la casa de sus amos, y dexávanlas allí impressas con las colores; lo mismo hazían en casa de sus parientes, y poníanlos comida en casa de sus amos y en casa de sus parientes, y algunos que tenían buen coraçón comían y otros no podían comer con la memoria de la muerte que luego havían de padescer. Hecho esto, tenían aparejadas los dueños de los esclavos muchas mantas y muchos maxtles que havían de distribuir en la fiesta, cogidos con sus cargas, y cargávanselas sobre los hombros a los que las havían de llevar. Y los que havían de morir componíanse con sus papeles y tomavan a cuestas sus vanderillas, y las mugeres llevavan a cuestas las petaquillas de sus alhajuelas. Luego se ponían todos en procesión delante la puerta, y los esclavos entravan en los cilleros de la casa y cercavan los hogares, andando alrededor de ellos algunas bueltas, y luego començaban a ir hazia la casa que se llama calpulco, y los esclavos ivan detrás de todos. Y en llegando al calpulco, los esclavos dançavan por el patio, y los que llevavan las cargas metíanlas en el calpulco y luego ponían cada cosa por sí: las mantas todas juntas, y los maxtles todos juntos, y los huipiles todos juntos y las naoas todas juntas. Luego entravan los combidados, y los que hazían la fiesta dávanlos mantas y maxtles o lo que querían, y las mugeres entravan ordenadas por otra parte y dávanles huipiles o naoas o lo que querían. Estas fiestas hazían solos los mercaderes que compravan los esclavos. Haviendo dado las mantas y lo demás a los combidados, luego llevavan los esclavos al cu, y después que havían dado buelta al cu en procesión, luego los subían sobre el cu. Llegando arriba, andavan en procesión alrededor el taxón, y tornavan a descendir abaxo, y desque llegavan abaxo ivan corriendo al calpulco; otros no corrían, sino ivan despacio. Y llegando al calpulco, descomponíanlos los papeles y sentávanlos sobre unos petates; traíanlos allí de comer, y también pulcre, porque comiessen y beviessen los que quisiessen. Toda la noche los hazían velar allí, y llegada la medianoche poníanlos en rencle delante del fuego y cortávanlos los cabellos de la coronilla, y guardávanlos por reliquias, como esta dicho. Hecho esto, començavan a comer masa de bledos que tenían aparejados; ninguno dexava de comerla, y estos tamales rolliços no los partían con las manos, sino con un hilo de ichtli. En acabando de comer estos tamales, cogían los petates y enrollávanlos, y poníanlos todos juntos en un lugar; esto se hazía en todas las casas del pueblo. Echávanse en el suelo o sobre unas mantillas rotas que tendían debaxo, y en amenesciendo, ante que fuesse de día, descendían el dios Páinal de lo alto del cu de Uitzilopuchtli, y luego iva derecho al juego de pelota que estava en el medio del patio, que llamavan teutlachco. Allí matavan cuatro captivos, dos a honra del dios Amapan, y otros dos a honra del dios Oappatzan, cuyas estatuas estavan junto al tlachco; en haviéndolos muertos, arrastrávanlos por el tlachco; ensangrentávase todo el suelo con la sangre que de ellos salía yéndolos arrastrando. Hecho esto, iva luego corriendo hazia el Tlatilulco; ivan acompañándole cuatro nigrománticos y otra mucha gente, y desde allí iva por el camino que llaman Nonoalco, donde agora está una iglesia de Sanct Miguel. Allí le salía a rescebir el sátrapa de aquel cu con la imagen del dios Cuauitlícac, que es su compañero del dios Páinal; ambos tenían unos ornamentos o atavíos; luego ambos juntos ivan hazia Tlacuba, al lugar que se llama Tlaxotlan. De allí ivan hazia el barrio que se llama Popotlan, a donde está la iglesia de Sanct Estevan, y delante de un cu, que allí estava, matavan otros captivos. Y luego corriéndose partían hazia Chapultépec y passavan por el cerro de Chapultépec, y passavan un río que corre por allí que llaman Izquitlan. Delante del cu, que allí estava, matavan otros captivos a los cuales llamavan izquitéca. De allí ivan derechos hazia Coyooacan, y llegavan allí a un lugar que se llama Tepetocan, junto a las casas de Coyooacan; y de allí ivan derechos a Maçatlan, que es cerca de la iglesia de Sancto Matías Iztacalco, y de allí bolvían a un lugar que se llama Acachinanco, que es cerca de las casas de Alvarado. Entre tanto que se hazía esta procesión, hazían una escaramuça los esclavos que havían de morir; un vando eran de Uitznaoa, y de otro vando otros esclavos, y de la parte de Uitznaoa ayudavan los soldados de Uitznaoa. A éstos dava el señor jubones amarillos y rodelas pintadas de unas esférulas blancas y negras, entrepuestas las unas a las otras. Estos soldados llevavan por espadas unos garrotes de pino y unos dardos con que peleavan y tiravan, y los esclavos tiravan saetas de caxquillos de pedernal. Matávanse unos a otros en esta escaramuça, y los que captivavan los esclavos de los soldados también los matavan; echavan a los que captivavan sobre un teponaztli, y allí le sacavan el coraçón, y desque tornava el dios Páinal, ya que llegava al lugar del cu donde peleavan, el que estava mirando desde enzima del cu dava vozes diziendo: "¡Ah, mexicanos, no peleéis más, cesad de pelear, que ya viene el señor Páinal". Oída esta voz los que peleavan, los soldados echavan a huir y los esclavos siguíanlos, y assí se desbaratava la guerra. Delante del dios Páinal traían dos plumajes redondos como rodelas, y tenían el medio agujerado; eran aquéllas como malas que llevavan delante de aquel dios puestas en unas astas, como astas de lança; llevávanlos unos muchachos corriendo, y en aparesciendo aquéllas de lexos, el atalaya dava vozes que cesasse la guerra. Y llegando cerca del cu de Uitzilopuchtli, dos soldados de aquellos que acompañavan tomavan las malas a los muchachos y llevávanlas corriendo hazia el cu, y salían otros dos y tomávanlas a aquéllos y llevávanlas otro trecho, y ansí se remudavan hasta llegar a la puerta del patio del cu de Uitzilopuchtli, que se llamava Cuauhquiáoac. Llegando allí, ninguno podía tomar las malas a los que las llevavan; ellos las subían al cu de Uitzilopuchtli, y llegando arriba, ponían las malas sobre la estatua de Uitzilopuchtli, que era hecha de masa de bledos. Allí caían cansados, allí estavan carleando de cansados; luego iva un sátrapa y cortava las orejas con un pedernal a estos dos que havían llegado cansados, y tornando en sí, baxavan del cu trayendo consigo la estatua de Uitzilopuchtli captiva, que era de masa, y llevávanla para sus casas, y hazían combite con ella a sus parientes y a todos los de su barrio. Hecho esto, tomávanle luego a los captivos y a los otros esclavos que havían de morir, y traíanlos en procesión alrededor del cu, sola una vez; ivan delante de todos los captivos, y luego los ponían en orden. Luego descendía un sátrapa de lo alto del cu, y traía en las manos un volumen grande de papeles blancos, que llaman teteppoalli, o por otro nombre tetéuitl; en llegando abaxo, alçava los papeles, como ofreciéndolos hazia las cuatro partes del mundo; luego los ponía en un pilón que se llama cuauhxicalco. Luego descendía otro sátrapa que traía un hachón de Leas muy largo, que llaman xiuhcóatl; tenía la cabeça y la cola como culebra y ponían en la boca unas plumas coloradas que parescía que le salía fuego por la boca. Traía la cola hecha de papel, dos o tres braças de largo; cuando descendía no parescía sino gran culebra; descendía culebreando y moviendo la lengua, y llegando abaxo, ívase derecho al pilón donde estava el papel, y ofrecíalo hazia las cuatro partes del mundo, y luego tornava a ponerlo junto y arrojava sobre ello la culebra ardiendo; allí se quemava todo junto, y el sátrapa tornávase a subir al cu, y llegando arriba començavan luego a tocar las corneta y caracoles. Luego descendía un sátrapa con gran priesa, trayendo en los braços la estatua de Páinal, vicario de Uitzilopuchtli, y llegando con ella abaxo, passava por delante del pilón y por delante de los captivos y los esclavos que havían de morir, como guiándolos. Luego tornava a subir al cu; en llegando arriba, matavan primero a los captivos para que fuessen delante de los esclavos, y luego matavan a los esclavos; en matando a uno, luego tocavan las cornetas y caracoles; descendían el cuerpo por las gradas rodando, derramando por ellas la sangre; assí hazían a todos los esclavos que matavan a honra de Uitznáoatl; solos ellos morían; ningún captivo moría con ellos; matávanlos en su cu de Uitznáoatl. Acabados de matar los esclavos y captivos todos se ivan a sus casas, y el día siguiente bevían pulcre los viejos y viejas, y los casados, y los principales. Este pulcre que aquí bevían se llamava matlaluctli, que quiere dezir "pulcre açul", porque lo tiñían con color açul. Los demás de estos que bevían el uctli, bevíanlo secretamente, porque si se sabía los castigavan; dávanlos de porraços y tresquilávanlos, arrastravan y acoceávanlos, y arrojávanlos por ahí muy mal tratados. En las casas de los dueños de los esclavos cantavan y tañían y tocavan las sonajas; no bailavan, sino estavan sentados, davan mantas a los servidores de la fiesta que tenían cargo de dar la comida y bevida, y cañas de humo, y flores, etc. Y también davan naoas y huipiles a las mugeres que tenían cargo de hazer pan y comida y bevida, y también a todos los vezinos del barrio davan mantas. Y al tercero día, al cual llaman chonchayocacalioa, que quire dezir "escaramuça de çaharrones", componían uno de çaharrón, con unos balandranes y carátulas espantables, y hazíanse luego dos vandos: de una parte se ponían los ministros de los ídolos y con ellos el çaharrón, y de otra parte se ponían los moços del telpuchcali, y al mediodía començavan a pelear los unos con los otros. Peleavan con unos ramos de oyámetl o pino, y con cañas, y también con cañas maciças, atadas unas con otras de tres en tres o de cuatro en cuatro. Y cuando se aporreavan con ellas hazían gran ruido; lastimávanse los unos a los otros, y a los que captivavan fregávanles las espaldas con pencas de maguey y molido, lo cual haze gran rescocimiento. Y los ministros del templo a los que captivavan punçávanlos con espinas de maguey las orejas y los molledos de los braços, y los pechos, y los muslos; hazíanlos dar gritos, y si los moços del calmécac vencían a los contrarios, encerrávanlos en la casa real o palacio, y los que ivan tras ellos robavan cuanto havía: petates, icpales y teponaztli, huehuetes, etc. Y si los moços del calpulco vencían a los del calmécac, encerrávanlos en calmécac, y robavan cuanto hallavan: petates, icpales, cornetas y caracoles, etc. Y apartávanse y cesava la escaramuça a la puesta del sol. Al cuarto día llamavan nexpixolo. Dezían los viejos que los esclavos que havían sido muertos estavan aún todavía por ahí, que no havían ido al infierno; y el cuarto día, que se llamava nexpixolo, entonce entravan al infierno, y aquel mismo día ponían en sus petacas los papeles con que los esclavos y captivos havían muerto; y aquel mismo día los dueños de los esclavos y captivos y toda la otra gente se bañavan y xabonavan y lavavan las cabeças, y luego se ivan todos para sus casas porque ya era acabada la fiesta. Capítulo 35 De la fiesta y cerimonias que se hazían en las calendas del 16 mes, que se llamava atemuztli Al mes dézimo sexto llamavan atemuztli, que quiere dezir "descendimiento de agua", y llamávanle ansí porque en este mes suelen començar los truenos y las primeras aguas allá en los montes; y dezía la gente popular: "Ya vienen los dioses tlaloques". En este tiempo los sátrapas de los tlaloques andavan muy devotos y muy penitentes, rogando a sus dioses por el agua y esperando la lluvia; començando a tronar y hazer señales de lluvia, luego estos sátrapas tomavan sus incensarios, que eran como unas cucharas grandes agujeradas, llenas de brasas, y los astiles largos, delgados y rolliços y huecos, y tenían unas sonajas dentro y el remate que era una cabeça de culebra. En estos incensarios, sobre las brasas, echavan su incienso, que llaman yiauhtli, y començaban luego a hazer ruido con las sonajas que estavan en el astil, moviéndole acá y allá, y començavan luego a incensar todas las estatuas de los cúes y de los tlaxilacales; con estos servicios demandavan y esperavan la lluvia. La otra gente, por amor del agua, hazían votos de hazer las imágines de los montes. Cinco días antes de llegar a esta fiesta compravan papel y ulli, y nequén y navajas, y con mucha devoción aparejávanse con ayunos y penitencia para hazer las imágines de los montes y para cubrirlos con papel. En estos tiempos, aunque se bañavan, no lavavan la cabeça sino solo el pescueço; absteníanse los hombres de las mugeres y las mugeres de los hombres. La noche de la vigilia de la fiesta, para amanescer a la fiesta de atemuztli, que era a los veinte días de este mes, toda la noche gastavan en cortar papeles de diversas maneras; a estos papeles, ansí cortados, llamavan tetéuitl. Cortados estos papeles, pegávanlos a unos varales grandes desde baxo hasta arriba, a manera de vandera -todos estos papeles estavan manchados de ulli-, y después hincavan este varal en el patio de su casa cada uno, y allí estava todo el día de la fiesta. Y estos que hazían el voto de hazer las imágines combidavan a los ministros de los ídolos, para que viniessen a sus casas a hazer los papeles con que havían de componer a las imágines de los montes, y hazíanlas en su monesterio que se llama calmécac. Después de haverlo hecho, llevávanlas a las casas de los que havían votado y llevavan también su teponaztli, y sus sonajas y la concha de la tortuga para tañer. En llegando, luego componían las imágines que estavan hechas de masa de bledos; algunos tenían hechas cinco, algunos diez, y otros quinze. Eran las imágines de los montes sobre que las nubes se arman, como es Vulcán, y la Sierra Nevada, y la Sierra de Tlaxcalla, etc., y otras de esta manera. Después de haver compuestas estas imágines, poníanlas en orden en el oratorio de la casa, y luego ponían comida a cada una por sí. Delante de ellas sentávanse, y los tamales que las ponían eran muy chiquitos conforme a las imágines que eran muy pequeñitas; poníanlos en unos platillos pequeñuelos y unos caxitillos con un poquitito de maçamorra, y también unos tecomates pequeñitos que cabían poquito de cacáoatl. En una noche los presentavan comida de esta manera, cuatro vezes; también los ponían tecomates de calabaça verde, que se llama tzilacayotli; hinchíanlos de pulcre, y toda la noche estavan cantando delante de ellos. Tañían sus flautas, y no tañían los flauteros, sino unos mancebillos que buscavan para esto, y dávanlos de comer. Hecho todo esto, en amanesciendo, los ministros de los ídolos demandavan a los dueños de la casa aquel instrumento para texer que llaman tzotzopaztli, y metíansele por los pechos a las imágines de los montes, como matándoles, y cortávanle el cuello y sacávanle el coraçón, y luego le davan al dueño de la casa puesto en una xícara verde. Haviendo ya muerto, como está dicho, todas aquellas imágines o estatuas, quitavan los papeles con que estavan adereçadas y todo junto los quemavan en el patio de la casa, y con ellos quemavan también los caxitillos de la comida, y todos los petates de juncias verdes con que estavan adornadas aquellas imágines, y todas las alhajas en que havían puesto comida y bevida a las imágines o estatuas; todo lo llevavan a los oratorios que llaman ayauhcalco, que estavan edificados a la orilla del agua. Hecho esto, luego se juntavan los combidados y comían y bevían a honra de las estatuas muertas, que se llamavan tepicme; luego ponían delante comida a cada uno por sí. Haviendo comido, dávanles a bever pulcre. Y las mugeres que entravan en este combite todas llevavan maíz, o majorcas de maíz en los almantos; ninguna iva sin llevar algo, o maçorcas de maíz hasta quinze o veinte. Entrando, sentávanse aparte, y dávanles allí comida a cada uno por sí, y también a bever pulcre. Tenían este pulcre en unos cangilones prietos; bevían tomando el pulcre de los cangilones con unas talas negras. Acabado el combite, cogían los papeles de los varales que estavan puestos en los patios, que llamavan tetéuitl, y llevávanlos a ciertos lugares del agua que estavan señalados con unos maderos hincados, o a las alturas de los montes. Este es el remate de esta fiesta, y la conclusión de la relación de atemuztli.
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Capítulo 36 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del décimo séptimo mes, que se llamava títitl Al mes dézimo séptimo llaman títitl. En este mes matavan a una muger esclava comprada por los calpixques; matávanla a honra de la diosa Ilamatecutli. Dezían que era su imagen; ataviávanla con una naoas blancas y un huipil blanco, y encima de las naoas, poníanla otras naoas de cuero cortadas y hechas correas por la parte de abaxo; y de cada una de las correas llevava un caracolito colgado; a estas naoas llamávanla citlalli icue, y los caracolitos que llevava colgados llamávanlos cuechtli. Y cuando iva andando esta muger con estos atavíos, los caracolitos tocávanse los unos con los otros, y hazían gran ruido que se oían lexos. Las cotaras que llevava eran blancas y los calcaños eran texidos de algodón; llevava también una rodela blanca, emblanqueada con greda; llevava en el medio de la rodela un corro hecho de plumas de aguila y cosido a la misma rodela; los rapazejos de abaxo eran blancos, hechos de plumas de garçotas, y en los remates de los rapazejos ivan unas plumas de águila enxeridas; en la una mano llevava la rodela, en la otra el tzotzopaztli con que texen, y llevava la cara teñida de dos colores: desde la nariz abaxo de negro, y desde la nariz arriba de amarillo; y llevava una cabellera que le colgava por las espaldas. Llevava por corona unas plumas de águila apegadas a la cabellera; llamavan a esta cabellera tzompilinalli. Ante que la matassen a esta muger, hazíanla dançar y bailar, y hazíanle el son los viejos, y cantávanle los cantores; y andando bailando, llorava y suspirava y angustiávase viendo que tenía cerca la muerte. Esto passava hasta mediodía, o poco más; ya que el sol declinava hazia la tarde, subíanla aquel cu de Uitzilopuchtli, y ívanla siguiendo todos los sátrapas, vestidos de los ornamentos de todos los dioses, y enmascarados; y también uno de ellos llevava los ornamentos y máscara de la diosa Ilamatecutli. Haviéndola llegado arriba, matávanla luego y sacávanle el coraçón; luego la cortavan la cabeza y dávanla al que llevava los ornamentos de aquella diosa con que iva vestido, el cual iva delante de todos, y tomávala por los cabellos con la mano derecha y llevávala colgando; iva bailando con los demás, y levantava y abaxava la cabeça de la muerta a propósito del baile, y guiava a todos los demás dioses o personajes de los dioses. Assí bailando, andavan alrededor por lo alto del cu; haviendo dado algunas bueltas tornávanse a descender por su orden, como en procesión; y llegando abaxo, luego todos se esparzían y se ivan a sus casas, que eran los calpules donde se guardavan aquellos ornamentos. Cuando bailava aquel que iva adereçado con los atavíos de la diosa Ilamatecutli, hazía continencias bolviendo hazia atrás, como haziendo represa, y alçava los pies hazia atrás; llevava en la mano por bordón una caña maziza sobre que istribava; esta caña tenía tres raízes y su cepa, y aquello iva hazia arriba y punta hazia abaxo; a esta manera de bailar dezían "recula". La diosa Ilamatecutli llevava también una máscara de dos caras, una atrás y otra delante, las bocas muy grandes y los ojos salidos; llevava una corona de papel almenada. En yéndose los dioses para los calpules, descendía luego un sátrapa de lo alto del cu; venía ataviado como mancebo; traía una manta cubierta como red, que llamavan cuechintli. Llevava en la cabeça unos penachos blancos, y atados los pies, como cascabeles, unos pescuños de ciervos; y llevava una penca de maguey en la mano, en lo alto de ella una vanderilla de papel; y llegando abaxo, ívase derecho para el pilón que llaman cuauhxicalco. Allí estava una casilla, como jaula, hecha de teas, y lo alto tenía empapelado como tlapanco; a éste llamavan la troxe de la diosa Ilamatecutli. Aquel sátrapa ponía la penca de maguey cabe la troxe, y pegava fuego a la troxe, y otros sátrapas que allí estavan luego arrancavan a huir por el cu arriba a porfía. A esta cerimonia llamavan xochipaina; y estava arriba una flor, que llamavan teuxóchitl, y el que primero llegava tomava aquella flor, y los que havían subido descendían trayendo la flor y arrojávanla en el cuauhxicalco, adonde estava ardiendo la troxe; hecho esto luego se ivan todos. El día siguiente començaban el juego que llaman nechichicuauilo. Para este juego todos los hombres y muchachos que querían jugar hazían unas taleguillas, o redezillas, llenas de la flor de las espadañas o de algunos papeles rotos; atavan a ésta un cordelejo o cinta, media braça de largo, de tal manera que pudiesse hazer golpe; otros hazían a manera de guante las taleguillas, y hinchíanlas de lo de arriba dicho, o de hojas de maíz verde. Ponían pena a todos éstos, que nadie echasse piedra, o cosa que pudiesse lastimar, dentro de las taleguillas. Començavan luego los muchachos a jugar este juego a manera de escaramuça, y dávanse de talegaços en las cabeças y por donde acertavan; y de poco en poco se ivan multiplicando de los muchachos, y los más traviesos davan de talegaços a las muchachas que passavan por la calle; a las vezes se juntavan tres o cuatro para dar a una; de tal manera la fatigavan que la hazían llorar. Algunas muchachas, que eran más discretas, si havían de ir a alguna parte, entonce llevavan un palo o otra cosa que hiziesse temer para defenderse. Algunos muchachos traviesos ascondían la talega, que llamavan chichicuatli, y cuando passava alguna muger descuidadamente, dávanla de talegaços, y como le dava un golpe dezía: Chichicuatzin, tonantzé, que quiere decir: "Madre nuestra, es la talega de este juego"; y luego dava a huir. Todos estos días que durava este juego las mugeres andavan muy recatadas cuando ivan a alguna parte. Esta es la relación de la fiesta de títitl. Capítulo 37 De la fiesta y cerimonias que se hazían en las calendas del 18 mes, que se llamava izcalli Al deziocheno mes llamavan izcalli. A los diez días de este mes hazían tamales de hojas de bledos muy molidas. Dezían a esta fiesta motlaxquian tóta, que quiere dezir "nuestro padre el fuego tuesta para comer". Hazían la estatua del dios del fuego de arquitos y palos atados unos con otros, que ellos llaman colotli, que quiere dezir "zimbria o modelo". Poníanle una carátula de obra de musaico; era toda labrada de turquesas con unas vandas de piedras, que se llaman chalchihuites, atravesadas por la cara; era muy hermosa esta máscara, y resplandeziente. Poníanle una corona que la llamavan quetzalcómitl; era hecha de plumas ricas; era angosta, conforme al redondo de la cabeça en lo de abaxo, pero ívase ensanchando hazia arriba; estavan las plumas arriba muy paradas, bien así como un clavel que está enredado de cañas, y arriba están parradas todas las flores por enzima de las cañas. Lleva también esta corona dos plumajes, uno de la parte izquierda y otro de la parte derecha, que salen de junto a las sienes, a manera de cuernos inclinados hazia adelante; en el remate de ellos van muchas plumas ricas, que llaman quetzalli, que salen de unos vasos hechos a manera de xícara chiquita; estos dos plumajes o cuernos se llamavan cuammamalitli. Llevava esta corona cosida por la parte trasera y baxa, y una cabellera de cabellos rubios que colgava sobre las espaldas; eran estos cabellos cercenados por la parte de abaxo muy iguales; parescía que estos cabellos salían debaxo la corona y que eran naturales. Ponían a esta estatua un ornamento de plumas muy ricas plegado al cuello, tan ancho como todos los pechos, que descendía hasta los pies del mismo anchor; y aunque sobrava sobre los pies más de dos palmos, que se tendían delante los pies, era hecho de tal manera este ornamento que cualquiera aire que corriesse, por poco que fuesse, le meneava y levantava, y todas las plumas resplandecían y parecían de diversas colores. Estava sentada esta estatua en un trono de cuero de tigre que tenía pies y manos y cabeça natural, aunque estava seco; esta estatua así adornada no lexos de un hogar que estava delante de ella. Y a la medianoche sacavan fuego nuevo para que ardiesse en aquel hogar, y sacávanlo con unos palos, uno puesto abaxo y sobre él barrenavan con otro palo, como torciéndole entre las manos con gran priessa, y con aquel movimiento y calor se encendía el fuego; y allí lo tomavan con yesca y encendíanlo en el hogar. A la mañana, en amanesciendo, venían todos los muchachos y mancebillos trayendo todos la caça que havían tomado el día antes, y ordenávanse todos en rencle y ivan delante los viejos, que estavan allí junto a la casa del calpulli, donde estava la estatua, y ofrecíanlas las aves que traían caçadas de todo género, y también peces y culebras, y otra savandijas del agua; y recibiendo estas ofrendas, los viejos echávanlas en el fuego que era grande y ardía delante la estatua. Las mugeres toda la noche se ocupavan en hazer unos tamales que llamavan uauhquiltamalli, y también en amanesciendo los ivan a ofrecer delante la estatua, y assí estava gran cantidad de ellos delante la estatua. Y como los muchachos ofrecían la caça que traían, entravan assí como ivan ordenados y davan una buelta en rededor del fuego, y cuando passavan cabe el fuego estavan otros viejos que davan a cada uno de los muchachos un tamal, y assí se tornavan a salir los muchachos por su orden. A estos tamales los llamavan también chalchiuhtamalli. Toda la gente y en todas las casas se hazían estos tamales, y combidavan unos a otros con ellos; a porfía trabaxavan cual por cual haría primero estos tamales. Y la que primero los hazía iva luego a combidar con ellos a sus vezinos para mostrar su mayor diligencia y su mayor urbanidad. La vianda que se comía con estos tamales eran unos camarones que ellos llaman acocilti, hechos con un caldo que ellos llaman chamulmulli. Todos comían en sus casas esta comida muy caliente y tras el fuego; y las camisillas de maíz con que estavan envueltos los tamales, cuando se las quitavan para comerlos, no las echavan en el fuego sino juntávanlas para echarlas en el agua. En acabando de comer esta comida, luego bevían pulcre los viejos del barrio en la casa del calpulco, donde estava la estatua, y llamavan esta bevida texcalceuía; bevían y cantavan delante la imagen de Xiuhtecutli hasta la noche. Esta es la relación de la fiesta que llamavan uauhquiltamalcualiztli. Lo que está dicho arriba se hazía a los diez días de este mes, y a los veinte días de este mismo mes hazían otra vez estatua del dios del fuego de palillos y círculos atados unos con otros, como arriba se dixo. Acabada de hazer la estatua, poníanla una carátula, o máscara, hecha de musaico, de pedacitos de conchas que llaman tapachtli; la barba y hasta la boca tenía esta máscara de piedras negras, que llamavan téutetl. También tenía una banda de piedras negras, que atravesava las narizes y ambos los rostros; era hecha de unas piedras que se llama tezcapuctli. Poníanle en la cabeça una corona de plumajes ricos, que estavan alrededor de la cabeça, y del medio salían muchos quetzales ricos y altos; colgavan de esta corona, sobre las espaldas, unas plumas verdes muy preciosas. Tenía aquella corona adornado el chapitel de unas plumas muy negras, que resplandecían de negras, que crían las gallinas y los gallos en el pescueço, y entrepuestas unas pestañas de plumas peladas que parescían como pestañas de tafetán. Poníanle una pieza hecha de plumas de papagayo plegada al cuello; era tan ancha que tomava de un hombro a otro, y colgava hasta los pies y aun arrastrava; era igualmente ancha desde arriba hasta abaxo. Estando adornada esta estatua, que llamavan Milíntoc, y sentada en su trono, ofrecíanle harina de maíz; esta harina rebolvían con agua caliente; de esta masa hazían unos panecillos pequeños, echávanlos en el medio frixoles como empanados, no molidos, y luego ivan a ofrecer delante la estatua. Cada uno llevava cinco de aquellos panecillos, y poníanle a los pies de la estatua. También los muchachos y mancebillos, puestos por orden, traían su caça y dávanla a los viejos, y los viejos echávanla en el fuego que ardía delante la estatua. Esta caça era de aves y culebras, y otras savandijas; y las pequeñas culebras y las pequeñas aves quemávanse del todo en el fuego, y las grandes culebras y las grandes aves, desque estavan asadas, sacávanlas; echávanlas allí, a la orilla del fuego. Y después que se templavan, comíanlas los viejos que llamavan calpuleque. Y los muchachos, como ivan ofreciendo, davan bueltas alrededor del fuego, y a la passada davan, a cada uno, uno de los panecillos que havían ofrecido, los cuales llamavan macuextlaxcalli. Acabando de comer estos panecillos y la demás comida, luego los viejos bevían pulcre; esta bevida llamavan texcalceuilo; bevían allí en el mismo oratorio donde estava la estatua del Milíntoc, que llaman calpulco. Y los que hazían vino de maguey, que llamavan tlachicque o tecutlachicque, tenían cargo de traer el pulcre para bever; de su voluntad ivan; traíanlo en sus xarros o xícaras; echavan en un lebrillo que estava allí delante la estatua; los que bevían este pulcre no se emborrachavan. Estas dos cerimonias dichas no se hazían en todas partes, sino por aquí, por Tlatilulco. Acabado este mes, los cinco días que se siguen son sobrados de los trezientos y sesenta ya dichos, los cuales todos de veinte en veinte están dedicados a algún dios; estos cinco días a ningún dios están dedicados y por esso los llaman nemontemi, que quiere dezir que están por demás, y teníanlos por aziagos; ninguna cosa hazían en ellos. Los que nacían en estos días teníanlos por mal afortunados; ningún signo los aplicavan. Tres años arreo hazían lo que arriba está dicho en este mes y en esta fiesta, pero al cuarto año hazían muchas otras cosas, según que se sigue. Este cuarto año matavan muchos esclavos, como imágines del dios del fuego, que llamaban Ixcoçauhqui o Xiuhtecutli, y cada uno de ellos iva con su muger que también havía de morir. Este cuarto año, el último día de este mes, en amanesciendo, llevavan a los que havían de morir al cu, donde los havían de matar. Las mugeres que havían de morir llevavan todos su hatillos y todas sus alhajas a cuestas, y los hombres lo mismo. Los papeles con que havían de morir no los llevavan vestidos, mas llevávanselos uno delante puestos en una trípoda, que era un globo que tenía tres pies sobre que estava; sería medio estado de alta esta trípoda sobre el globo. Ivan compuestos estos papeles y colgados, y uno llevava esta trípoda delante del mesmo esclavo, a quien se lo havían de vestir. Y llegando al cu donde havían de morir, componíanlos con sus papeles en la forma del dios Ixcoçauhqui, ansí a los hombres como a las mugeres, y por su orden subían al cu. Llegados arriba, davan buelta por delante del taxón donde los havían de matar, y tornávanlos a descendir por su orden y llevávanlos al calpulco, y descomponíanlos de los papeles, y metíanlos en una casa y guardávanlos con gran diligencia. Y a los hombres atavan unas sogas por medio del cuerpo, y cuando salían a orinar, los que los guardavan teníanlos por la soga porque no se huyesen. Y llegada la medianoche, cortávanlos los cabellos de la coronilla de la cabeça, delante del fuego, para guardar por reliquias. Haviéndolos cortado los cabellos, echávanlos una bilma en toda la cabeça con resina y plumas de gallina blanca, así a los hombres como a las mugeres. En aquella noche nadie dormía; luego quemavan sus hatillos y alhajas allí en el calpulco, y haviéndolos quemado, tornavan otra vez a encerrar. Algunos de ellos no quemavan sus hatos, sino los davan de gracia a sus parientes. Y luego, en amanesciendo, componían a los que havían de morir con sus papeles, y luego los echavan en procesión al lugar donde havían de morir; ivan bailando y cantando hasta el cu y davan muy grandes vozes. Este canto y este baile durava hasta después de mediodía, y passando el mediodía, luego baxava del cu un sátrapa vestido con los ornamentos del dios Páinal, y passava por delante de los que havían de morir y luego tornava a subir al cu, y luego los captivos ivan tras él subiendo por el cu, porque ellos havían de morir primero. Haviendo muerto a los captivos, luego matavan a los esclavos que eran imágines del dios lxcoçauhqui, que era el dios del fuego. Y después que todos havían muerto, estavan aparejados los señores principales para començar su areito muy solemne, y luego le començaban, y el que guiava era el señor. Llevavan todos en la cabeça unas coronas de papel como medias mitras; solamente llevavan la punta delante sin la de tras. Llevavan en las narizes un ornamento de papel aquí hecho como media mitra pequeñita que envestía la nariz y colgava hasta la boca; era como corona de la boca. Llevavan orejeras hechas de turquesas, de obra de musaico; otros que no alcançavan estas orejeras llevávanlas de palo labradas con flores. Llevavan una xaqueta pintada de color açul, de unas flores curiosas. Llevavan por joel colgado al cuello una figura de perro hecha de papel y pintada de flores, y llevavan unos maxtles con unas vandas negras en los cabos que colgavan, y llevavan en las manos unos palos a manera de machetes, la mitad de ellos teñida con colorado y la mitad blanco, desde el medio arriba de colorado y desde el medio abaxo de blanco; de la mano izquierda llevava colgado una taleguilla de papel con copal. El principio de este baile era en lo alto del cu adonde estava el taxón, y haviendo bailado un poco descendían abaxo, al patio del cu, y davan cuatro bueltas bailando al patio, las cuales acabadas, luego se deshazía el areito y entrávanse en el patio real acompañando al señor. Este baile se llamava netecuitotilo, porque en él nadie havía de bailar sino el señor y los principales; hazíase de cuatro en cuatro años tan solamente. En este mesmo día agujeravan las orejas a todos los niños y niñas que havían nascido en los tres años passados; agujerávanselas con un punçón de hueso, y después se las ensalmavan con plumas de papagayo, con las muy blandas que parescen algodón, que se llama tlachcáyotl, y con un poco de ocótzoll. Y cuando esto se hazía, los padres y madres de los muchachos y muchachas buscavan padrinos y madrinas, que ellos en su lengua llaman tíos y tías, tétlat, teaui, para que los tuviessen cuando agujeravan las orejas; y ofrecían entonces harina de una semilla que llaman chían, y a los padrinos y madrinas dávanles al hombre una manta leonada o bermeja, y a la madrina davan su huipil. Acabándolos de horadar las orejas, llevávanlos los padrinos y madrinas a rodearlos por la llama de un fuego que tenían aparejado para esto, que en latín se dize lustrare, que es cerimonia que la Sagrada Escritura reprehende. Havía gran bozería de los muchachos y muchachas por el agujeramiento de las orejas. Hecho esto, ívanse a sus casas y allá comían y bevían los padrinos y madrinas, todos juntos, y cantavan y bailavan. Y al mediodía los padrinos y madrinas ivan otra vez al cu y llevavan sus ahijados y ahijadas; también llevavan pulcre en sus jarros; luego començavan un areito, y bailando traían a cuestas a sus ahijados y ahijadas y dávanlos a bever del pulcre que llevavan con unas tacitas pequeñitas; y por esto llamaban a esta fiesta "la borrachera de los niños y niñas". Durava este baile hasta la tarde; entonces se ivan a sus casas, y en el patio de sus casas hazían el mismo areito, y todos los de casa y los vezinos bevían pulcre. También hazían otra cerimonia, que tomavan con las manos a los niños y niñas, apretándoles por las sienes los levantavan en alto; dezían que assí los hazían crescer, y por esto llamavan a esta fiesta izcalli, que quiere dezir "crescimiento". Esta es la relación de esta fiesta, aunque hay otra más copiosa que se pondrá adelante. Capítulo 38 De la fiesta llamada oauhquiltamalcualiztli, que se hazían a los diez días del mes arriba dicho, que se hazían a honra del dios llamado Ixcoçauhqui Síguese otra relación más copiosa de este mes, y es que este mes començava siempre a ocho de enero y en él se acabava el año. En este mes, como está dicho arriba, comían tamales por todos los pueblos y en todas las casas y toda la gente, y combidávanse los unos a los otros con ellos, como arriba se dixo. Y también ofrecían al fuego cada uno en su casa cinco hoauhquiltamales puestos en un plato, y también ofrecían sobre las sepulturas de los muertos, adonde estavan enterrados, a cada uno un tamal. Esto hazían ante que ellos comiessen de los tamales; después comían todos y no dexavan ninguno para otro día; esto por vía de cerimonia. Cuando ya estava cerca la fiesta donde havían de matar los esclavos a honra del dios del fuego llamado Ixcoçauhqui, aquellos que por su devoción tenían comprados esclavos para matar, y engordados como puercos para comer, haziendo demonstración de ellos, uno o dos días antes de la fiesta, adereçava a cada uno su esclavo con los papeles y ornamentos del dios Ixcoçauhqui. Esta demonstración hazían con desseo de ser honrado y tenido de los otros por poderoso y devoto, y con desseo que se le augmentassen las riquezas con aquella devoción. Estos dueños que matavan a estos esclavos llamávanse tealtiani, que quiere dezir "bañadores", y es porque cada día bañavan con agua caliente a estos esclavos. Este regalo y otros muchos los hazían porque engordassen; hasta el día que havían de morir dávanlos de comer delicadamente y regaladamente, y acompañava cada dueño del esclavo a una moca pública a su esclavo para que alegrasse y retoçasse, y le regalasse y no le consintiesse estar triste, porque assí engordasse. Y cuando aquel esclavo iva a morir dava todos sus vestidos aquella mora que le havía acompañado todos los días antes. Esta fiesta se dezía izcalli, porque en ella hazían aquella cerimonia a los niños y niñas para que creciessen como está dicho. No solamente hazían esto, pero también en esta fiesta, o en los términos de ellas chapudavan los magueyes y los tunales para que cresciessen. Lo demás que en esta fiesta se hazía, que se contiene en esta letra de la lengua mexicana, que es del agujerar de las orejas de los niños y niñas, etc., ya queda dicho atrás. Llamavan a esta fiesta pillaoano, que quiere dezir "borrachera de los niños"; en esta borrachera todos bevían pulcre, hombres y mugeres, niños y niñas, viejos y moços; todos emborrachavan públicamente y todos llevavan su pulcre consigo, y los unos davan a bever a los otros, y los otros a los otros. Andava el pulcre como agua en abundancia, y todos llevavan unos vasos que tenían tres pies y cuatro esquinas, que llamávanlos tzicuiltecómatl; con éstos bevían y davan a bever; todos andavan muy contentos, muy alegres y muy colorados con el pulcre que bevían en abundancia. Y después de borrachos, riñían los unos con los otros, y apuñávanse y caíanse por esse suelo de borrachos unos sobre otros, y otros ivan abraçados los unos con los otros hazia sus casas; y esto teníanlo por bueno, porque la fiesta lo demandava assí. Después de esta fiesta, como está dicho, siguíanle luego los cinco días que llamavan nemontemi, a los cuales tenían por aziagos y ninguna cosa osavan hazer en ellos, ni aun barrer la casa, ni havía actus judiciarios. A los que en ellos nacían, si era varón, poníanle nombre nemon o nentlácatl, o nenquizqui, que quiere dezir "ni vale nada, ni será para nada, ni havrá provecho de él"; y si era muger, llamávanla nencíoatl, que quiere dezir "muger para nada". Guardávanse en estos días de dormir entre día, ni de reñir los unos con los otros, ni de tropeçar, ni caer, porque dezían que si alguna cosa de éstas les acontecían estos días, que siempre les havía de acontescer adelante. Y si alguno enfermava en estos días, dezían que no havía de sanar; nadie tenía esperança que havía de bivir o escapar, ni hazían cuenta del tal, ni le aplicavan medicina. Y si alguno sanava, dezían que dios havía havido misericordia de él, y que él solo havía entendido en sanarle o curarle.
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En el Capítulo sexto Se trata de las diosas principales que se adoravan en esta Nueva España La primera de estas diosas se llamava Cioacóatl. Dezían que esta diosa dava cosas adversas como pobreça, abatimiento, trabajos. Aparecía muchas vezes, según dizen, como una señora compuesta con unos atavíos como se usan en palacio. Dezían que de noche bozeava y bramava en el aire. Esta diosa se llamava Cioacóatl, que quiere dezir "muger de la culebra"; y también la llamavan Tonantzin, que quiere dezir "nuestra madre". En estas dos cosas parece que esta diosa es nuestra madre Eva, la cual fue engañada de la culebra, y que ellos tenían noticia del negocio que passó entre nuestra madre Eva y la culebra. Los atavíos con que esta muger aparecía eran blancos, y los cabellos los tocava de manera que tenía como unos corneçuelos cruzados sobre la frente. Dizen también que traía una cuna a cuestas, como quien trae a su hijo en ella, y poníase en el tiánquez entre las otras mugeres, y desapareciendo dexava allí la cuna. Cuando las otras mugeres advertían que aquella cuna estava allí olvidada, miravan lo que estava en ella y hallavan un pedernal como hierro de lançón, con que ellos matavan a los que sacrificavan; en esto entendían que fue Cioacóatl la que lo dexó allí. El séptimo Capítulo Trata de la diosa que se llamava Chicomecóatl; es otra diosa Ceres Esta diosa llamada Chicomecóatl era la diosa de los mantenimientos, assí de lo que come y de lo que beve. A ésta la pintavan con una corona en la cabeça, y en la mano derecha un vaso, y en la izquierda una rodela con una flor grande pintavan; tenía su cueitl y uipilli y sandalias, todo bermejo, y la cara teñida de bermejo. Devió ésta ser la primera muger que començó a hazer pan y otros manjares y guisados. El Capítulo octavo Trata de una diosa que se llamava la madre de los dioses, coraçón de la tierra y nuestra abuela Esta diosa era la diosa de las medicinas y de las yervas medicinales. Adorávanla los médicos y los cirujanos y los sangradores, y también las parteras y las que dan yervas para abortar; y también los adivinos que dizen la buenaventura, o mala, que han de tener los niños, según su nacimiento. Adorávanla también los que echan suertes con granos de maíz, y los que agurean mirando el agua en una escudilla, y los que echan suertes con unas cordeçuelas que atan unas con otras, que llaman mecatlapouhque, y los que sacan gusanillos de la boca y de los ojos, y pedreçuelas de las otras partes del cuerpo, que se llaman tetlacuicuilique. También la adoravan los que tienen en sus casas baños o temazcales. Y todos ponían la imagen de esta diosa en los baños y llamávanla Temazcalteci, que quiere dezir "a abuela de los baños". Todos los arriba dichos hazían cada año una fiesta a esta diosa, en la cual compravan una muger y la componían con los ornamentos que eran de esta diosa, como parecen en la pintura que es de su imagen. Y todos los días de su fiesta hazían con ella areito y la regalavan mucho y la halagavan porque no se entristeciesse por su muerte, ni llorasse. Y la davan de comer delicadamente y combidavan con lo que havía de comer y la rogavan que comiesse como a gran señora. Y estos días hazían delante de ella ardides de guerra con vozería y regozijo y con muchas devisas de guerra, y davan dones a los soldados que delante de ella peleavan por hazerla plazer y regozijo. Llegada la hora cuando havía de morir, después de haverla muerto con otros dos que la acompañavan en la muerte, la desollavan; y un hombre o sátrapa vestíase su pellejo y traíale vestido por todo el pueblo, y hazían con esto muchas vanidades. Las vestiduras y ornato de esta diosa eran que tenía la boca y barba hasta la garganta teñida con ulli, que es una goma negra; tenía en el rostro como un parche redondo de lo mismo; tenía en la cabeça a manera de una gorra hecha de manta, rebuelta y añudada: los cabos del nodo caían sobre la espalda; en el mesmo nodo estava enxerido un plumaje del cual salían unas plumas a manera de llamas: estavan colgando hazia la parte trassera de la cabeça. Tenía vestido un uipilli, el cual en la estremidad de abaxo tenía una cortapisa ancha y arpada; las naoas que tenía eran blancas; tenía sus cutaras o sandalias en los pies; en la mano izquierda una rodela con una chapa redonda de oro en el medio; en la mano derecha tenía una escoba, que es instrumento para barrer. El noveno Capítulo Se trata de una diosa llamada Tzaputlatena Esta diosa que se dize Tzaputlatena fue una muger, según su nombre, nacida en el pueblo de Tzaputla, y por esto se llama "la madre de Tzaputla", porque fue la primera que inventó la resina que se llama úxitl. Y es un aceite sacado por artificio de la resina del pino que aprovecha para sanar muchas enfermedades; y primeramente aprovecha contra una manera de bubas o sarna que nace en la cabeça que se llama cuaxocociuiztli; y también contra otra enfermedad es provechosa assimismo que nace en la cabeça, que es como bubas, que se llama chacuachiciuiztli; y también para la sarna de la cabeça; aprovecha también contra la ronquera de la garganta; aprovecha también contra las grietas de los pies y de los labios. Es también contra los empeines que nacen en la cara o en las manos; es también contra el usagre; contra muchas otras enfermedades es bueno. Y como esta muger devió ser la primera que halló este azeite, contáronla entre las diosas y hazíanla fiesta y sacrificios aquellos que venden y hazen este aceite, que se llama úxitl. En el CapÍtulo dÉcimo Se trata de unas diosas que llamavan ciuapipilti Estas diosas llamadas ciuapipilti eran todas las mugeres que morían del primer parto, a las cuales canonizavan por diosas, según esta escripto en el Libro Sexto, en el capítulo veinte y ocho; allí se cuenta de las cerimonias que hazían a su muerte y de la canonización por diosa; allí se verá a la larga. Lo que en el presente capítulo se trata es de que dezían que estas diosas andan juntas por el aire, y aparecen cuando quieren a los que viven sobre la tierra, y a los niños y niñas los empecen con enfermedades, como es dando enfermedad de perlesia, y entrando en los cuerpos humanos. Y dezían que andavan en las encruzijadas de los caminos haziendo estos daños, y por esto los padres y madres vedavan a sus hijos y hijas que en ciertos días del año en que tenían que decendían estas diosas, que no saliessen fuera de casa porque no topassen con ellos estas diosas, y no los hiziessen algún daño. Y cuando alguno le dava perlesia o otra enfermedad repentina, o entrava en él algún demonio dezían que estas diosas lo havían hecho. Y por esto las hazían fiesta, y en esta fiesta ofrezían en su templo, o en las encruzijadas de los caminos, pan hecho de diversas figuras: unos como mariposas, otros de figura del rayo que cae del cielo que llaman xonecuilli, y también unos tamalejos que se llaman xucuichtlamatzoalli, y maíz tostado que llaman ellos ízquitl. La imagen de estas diosas tiene la cara blanquezina, como si estuviesse teñida con color muy blanco, como es el tíçatl; lo mismo los braços y piernas. Tenían unas orejeras de oro, los cabellos tocados como las señoras con sus corneçuelos, el huipil era pintado de unas olas de negro; las naoas tenía labradas de diversos colores; tenía sus cutaras blancas.
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Capítulo 6 Al sexto mes llamavan etzalcualiztli. En el primero día de este mes hazían fiesta a los dioses de la pluvia; a honra de estos dioses ayunavan los sacerdotes de estos dioses cuatro días antes de llegar a su fiesta, que son los cuatro postreros días del mes pasado. Etzalcualiztli Para la celebración de esta fiesta los sátrapas de los ídolos y sus ministros ivan por junças a Citlaltépec, que se hazen muy grandes y muy hermosas en un agua que se llama Temilco; de allí las traían a México para adornar los cues; por el camino donde venían nadie parecía; todos los caminantes se abscondían de miedo de ellos, y si con alguno encontravan, tomávanle cuanto traía hasta dexalle en pelo, y si se defendía, maltratávanle de tal manera que le dexavan por muerto. Y aunque llevasse el tributo para Motecuçoma se le tomavan; y por esto ninguna pena les davan, porque por ser ministros de los ídolos tenían libertad para hazer estas cosas y otras peores sin pena ninguna. Otras muchas cerimonias hazían los sátrapas del templo en estos cuatro días que están a la larga puestas en la historia de esta fiesta. Allegada la fiesta de etzalcualiztli, todos hazían una manera de puchas o poleadas que se llama etzalli -comida delicada a su gusto-; todos comían en su casa y davan a los que venían, y hazían mil locuras en este día. En esta mesma fiesta, a los ministros de los ídolos que havían hecho algún defecto en el servicio de ellos, castigávanlos terriblemente en el agua de la laguna, tanto que los dexavan por muertos, y assí los dexavan allí a la orilla del agua. De allí los tomavan sus padres o parientes y los llevavan a sus casas medio muertos. En este mismo mes matavan muchos cativos y otros esclavos, compuestos con los ornamentos de estos dioses llamados tlaloques, por cuya honra los matavan en su mismo cu. Los coraçones de estos que matavan ívanlos a echar en el remolino o sumidero de la laguna de México, que entonces se vía claramente; otras muchas cerimonias se hazían. Capítulo 7 Al séptimo mes llamavan tecuilhuitontli. En el primero día de este mes hazían fiesta a la diosa de la sal que llamavan Uixtocíoatl; dezían que era hermana mayor de los dioses tlaloques; matavan a honra de esta diosa una muger compuesta con los ornamentos que pintavan a la misma diosa. Tecuilhuitontli La vigilia de esta fiesta cantavan y dançavan todas las mugeres, viejas y moças y muchachas; ivan asidas de unas cuerdas cortas que llevavan en las manos, la una por el un cabo y la otra por el otro. A estas cuerdas llamavan xochimécatl. Llevavan todas guirnaldas de axenxos de esta tierra que se llama iztáuhyatl; guiávanlas unos viejos, y regían al canto; en medio de ellas iva la muger que era la imagen de esta diosa, y que havía de morir adereçada con ricos ornamentos. La noche antes de la fiesta velavan las mugeres con la misma que havía de morir, y cantavan y dançavan toda la noche; venida la mañana adereçávanse todos los sátrapas y hazían un areito muy solemne; y todos los que estavan presentes al areito tenían en la mano aquellas e flores que se llaman cempoalxóchitl. Assí bailando llevavan muchos cativos al cu de Tláloc, y con ellos a la muger que havía de morir, que era imagen de la diosa Uixtocíoatl. Allí matavan primero a los captivos, y después a ella. Otras muchas cerimonias se hazían en esta fiesta, y también gran borrachería, todo lo cual está a la larga puesto en la historia de esta fiesta. Capítulo 8 Al octavo mes llamavan uei tecuílhuitl. En el primero día de este mes hazían fiesta a la diosa llamada Xilonen -diosa de los xilotes-. En esta fiesta davan de comer a todos los pobres, hombres y mugeres, niños y niñas. A honra de esta diosa matavan a una muger a diez días de este mes compuesta con los ornamentos con que pintavan a la misma diosa. Uei tecuílhuitl Davan de comer a hombres y mugeres, chicos y grandes, ocho días continos antes de la fiesta. Luego muy de mañana dávanles a bever una manera de maçamorra que llaman chienpinolli; cada uno bevía cuanto quería, y al mediodía poníanlos todos por orden en sus rencleras, sentados, y dávanlos tamales. El que los dava, dava a cada uno cuantos podía abarcar con una mano, y si alguno se desmandava a tomar dos vezes, maltratávanle y tomávanle los que tenía, y ívase sin nada. Esto hazían los señores por consolar a los pobres, porque en este tiempo ordinariamente hay falta de mantenimientos. Todos estos ochos días bailavan y dançavan, haziendo areito hombres y mugeres, todos juntos, todos muy ataviados con ricas vestiduras y joyas; las mugeres traían los cabellos sueltos; andavan en cabello bailando y cantando con los hombres; començava este areito en poniéndose el sol, y perseveravan en él hasta hora de las nueve. Traían muchas lumbreras como grandes hachas de tea, y havía muchos braseros o hogueras que ardían en el mismo patio donde bailavan. En este baile o areito andavan travados de las manos, o abraçados, el braço del uno asido del cuerpo, como abraçado, y el otro asimismo del otro, hombres y mugeres. Un día antes que matassen a la muger que havía de morir a honra de la diosa Xilonen, las mugeres que servían en el cu, que se llamavan cioatlamacazque, hazían areito en el patio del mismo cu, y cantavan los loores y cantares a esta diosa. Ivan todas rodeadas de la que havía de morir, que iva compuesta con los ornamentos de esta diosa. De esta manera, cantando y bailando, velavan todas la noche precedente al día en que havía de morir. Y en amaneciendo todos los nobles y hombres de guerra hazían areito en el mismo patio, y con ellos bailava también la muger que havía de morir con otras muchas mugeres adereçadas como ella. Los hombres ivan por sí, bailando delante, y las mugeres ivan tras ellos. Desque todos assí bailando llegavan al cu, donde havía de morir aquella muger, subíanla por aquellas gradas arriba; llegada arriba, tomávala uno a cuestas, espaldas con espaldas, y estando assí, la cortavan la cabeça y luego la sacavan el coraçón y le ofrecían al sol; otras muchas cerimonias se hazían en esta fiesta. Capítulo 9 Al nono mes llamavan tlaxochimaco. El primero día de este mes hazían fiesta a honra del dios de la guerra llamado Uitzilopuchtli; ofrecíanle en ella las primeras flores de aquel año. Tlaxochimaco La noche antes de esta fiesta ocupávanse todos en matar gallinas y perros para comer, en hazer tamales y otras cosas concernientes a la comida. Luego de mañanita el día de esta fiesta, los sátrapas de los ídolos componían con muchas flores a Uitzilopuchtli, y después de compuesta la estatua de este dios componían las estatuas de los otros dioses con guirnaldas y sartales y collares de flores, y luego componían todas las otras estatuas de los calpules y telpuchcales; y en las casas de los calpisques y principales y maceguales todos componían las estatuas que tenían en sus casas con flores. Compuestas las estatuas de todos los dioses, luego començavan a comer aquellas viandas que tenían aparejadas de la noche pasada, y dende a un poco después de comer començavan una manera de baile o dança en la cual los hombres nobles con mugeres, juntamente bailavan asidos de las manos y abraçados los unos con los otros, echados los braços sobre el cuello el uno del otro; no dançavan a manera de areito, ni hazían los meneos como en el areito, sino ivan paso a paso al son de los que tañían y cantavan, los cuales estavan todos en pie, apartados un poco de los que bailavan, cerca de un altar redondo que llaman momuztli. Durava este cantar hasta la noche, no sólo en los patios de los cues, pero en todas las casas de principales y maceguales; tañían y cantavan con gran bozería hasta la noche, y los viejos y viejas bevían el uctli, pero ningún mancebo ni moça lo bevía, y si alguno lo bevía, castigávanlos reziamente; otras muchas cerimonias se hazían en ésta que está a la larga, etc. Capítulo 10 Al décimo mes llamavan xócotl uetzi. En el primero día de este mes hazían fiesta al dios del fuego llamado Xiuhtecutli o Iscoçauhqui; en esta fiesta echavan en el fuego vivos muchos esclavos atados de pies y manos, y antes que acabasen de morir los sacavan arrastrando del fuego para sacar el coraçón delante de la imagen de este dios. Xócotl uetzi Durante la fiesta de tlaxochimaco ivan al monte, cortavan un árbol de altura de veinte y cinco braças y traíanle arrastrando hasta el patio de este dios. Allí le escamondavan y le levantavan enhiesto, y estava assí enhiesto hasta la vigilia de la fiesta; entonce le tornavan a echar en tierra con mucho tiento y con muchos pertrechos para que no diesse golpe. La vigilia de esta fiesta, bien de mañana, venían muchos carpinteros con sus herramientas y mondávanle y hazíanle muy liso. Después de mondado y haverle compuesto con muchas maneras de papeles, atávanle sogas y otros mecates y levantávanle con muchas bozes y muchos estruendos, y afixávanle muy bien. Desque la viga o árbol estava levantada y adornada con todos sus aparejos, luego los que tenían esclavos para echar en el fuego, vivos, adereçávanse con sus plumajes y atavíos ricos, y teñíanse el cuerpo de amarillo que era la librea del fuego; y llevando sus captivos consigo, hazían areito todo aquel día hasta la noche. Después de haver velado toda aquella noche los captivos en el cu, y después de haver hecho muchas cerimonias con ellos, empolvorizávanlos las caras con unos polvos que llaman yiauhtli para que perdiessen el sentido y no sintiessen tanto la muerte; atávanlos los pies y las manos, y assí atados poníanlos sobre los hombros y andavan con ellos como haziendo areito enrededor de un gran fuego y gran montón de brasa. Ansí andando, ívanlos arrojando sobre el montón de brasas, agora uno, y desde a un poco otro; y el que havían arrojado dexávanle quemar un buen intervalo, y aún estando vivo y basqueando sacávanle fuera arrastrando con cualque garavato, y echávanle sobre el taxón y, abierto el pecho, sacávanle el coraçón; de esta manera padecían todos aquellos tristes cativos. Estava el árbol atado con muchas sogas de lo alto, como la jarcia de la nao está pendiente de la gavia; en lo alto de él estava en pie la imagen de aquel dios hecha de masa que llaman tzoalli. Acabado el sacrificio ya dicho, arremetían con gran impetu todos los mancebos; otras muchas cerimonias hazían según a la larga está escripto adelante en esta fiesta.
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Capítulo III De la gente natural de esta isla, y de otras particularidades de ella La gente de esta isla es de estatura algo menor que la de España comúnmente, y de color loros claros. Tienen mujeres propias, y ninguno de ellos toma por mujer a su hija propia ni hermana, ni se echa con su madre; y en todos los grados usan con ellas siendo o no siendo mujeres. Tienen las frentes anchas y los cabellos negros y muy llanos, y ninguna barba ni pelos en ninguna parte de la persona, así los hombres como las mujeres; y cuando alguno o alguna tiene algo de esto, es entre mil uno y rarísimo: andan desnudos como nacieron, salvo que en las partes que menos se deben mostrar traen delante una pampanilla, que es un pedazo de lienzo o otra tela, tamaño como una mano; pero no con tanto aviso puesto, que se deje de ver cuanto tienen. Mas paréceme conveniente cosa, antes que adelante se proceda, decir la manera del pan y mantenimiento que estos indios de esta isla tienen, porque menos nos quede que decir en lo de Tierra-Firme; porque cuanto a esta parte los unos y los otros tienen un mantenimiento. Capítulo IV Del pan de los indios, que hacen del maíz En la dicha isla Española tienen los indios y los cristianos, que después usan comer el pan de estos indios, dos maneras de ello. La una es maíz, que es grano, y la otra cazabe, que es raíz. El maíz se siembra y coge de esta manera: esto es un grano que nace en unas mazorcas de un geme, y más y menos longueza, llenas de granos casi tan gruesos como garbanzos; y para los sembrar, lo que se hace primero es talar los cañaverales y monte donde lo quieren sembrar, porque la tierra donde nace yerba, y no árboles y cañas, no es tan fértil, y después que se ha hecho aquella tala o roza, quémase, y después de quemada la tierra que así se taló, queda de aquella ceniza un temple a la tierra, mejor que si se estercolara; y toma el indio un palo en la mano, tan alto como él, y da un golpe de punta en tierra y sácale luego, y en aquel agujero que hizo echa con la otra mano siete o ocho granos poco más o menos del dicho maíz, y da luego otro paso adelante y hace lo mismo, y de esta manera a compás prosigue hasta que llega al cabo de la tierra que siembra, y va poniendo la dicha simiente; y a los costados del tal indio van otros en ala haciendo lo mismo, y de esta manera tornan a dar al contrario la vuelta sembrando, y así continuándolo hasta que acaban. Este maíz desde a pocos días nace, porque en cuatro meses se coge, y alguno hay más temprano, que viene desde a tres; pero así como va naciendo tienen cuidado de lo desherbar, hasta que está tan alto, que va ya el maíz señoreando la yerba; y como está ya bien crecido y comienza a granar, es menester ponerle guarda, en lo cual los indios ocupan los muchachos, que a este respecto hacen estar encima de los árboles y cadalsos que ellos hacen de cañas y de maderas, cubiertos por el agua y el sol de suso, y desde allí dan grita y voces, ojeando los papagayos, que vienen muchos a comer los dichos maizales. Este pan tiene la caña o asta en que nace, tan gruesa como el dedo menor de la mano, y algo menos, y alguno algo más, y crece más alto comúnmente que la estatura del hombre, y la hoja es como la de la caña común de acá, salvo que es más luenga y más domable, y no tan áspera, pero no menos angosta. Echa cada caña una mazorca, en que hay doscientos, y trescientos, y quinientos, y muchos más y menos granos, según la grandeza de la mazorca, y algunas cañas echan dos y tres mazorcas, y cada mazorca está envuelta en tres o cuatro, o al menos en dos hojas o cáscaras juntas, y justas a ella, ásperas algo, y casi de la tez o género de las hojas de la caña en que nace, y está el grano envuelto de manera, que está muy guardado del sol y del aire, y allí dentro se sazona, y como está seco se coge. Pero los papagayos y los monos gatos mucho daño hacen en ello, si no se guarda de los monos: en la isla seguros están, porque (como primero se dijo) ninguna cosa de cuatro pies, más de coris y hutias, no había en ella, y estos dos animales no lo comen; pero los puercos ahora hacen daño, y en la Tierra-Firme más, porque siempre los hubo salvajes, y muchos ciervos y gatos monos que comen los maizales. E por tanto, así por las aves como por los animales, conviene haber vigilante y continua guarda en tanto que en el campo está el maíz; y esto se aprendió todo de los indios, y de la misma manera lo hacen los cristianos que en aquella tierra viven. Suele dar una hanega de sembradura veinte, y treinta, y cincuenta, y ochenta, y en algunas partes más de cien hanegas. Cogido este pan y puesto en casa, se come de esta manera: en las islas comíanlo en grano tostado, o estando tierno casi en leche; y después que los cristianos allí poblaron, dase a los caballos y bestias de que se sirven, y esles muy grande mantenimiento; pero en Tierra-Firme tienen otro uso de este pan los indios, y es de esta manera: las indias especialmente lo muelen en una piedra algo concavada, con otra redonda que en las manos traen, a fuerza de brazos, como suelen los pintores moler los colores, y echando de poco en poco poca agua, la cual así moliendo se mezcla con el maíz, y sale de allí una manera de pasta como masa, y toman un poco de aquello y envuélvenlo en una hoja de yerba, que ya ellos tienen para esto, o en una hoja de la caña del propio maíz o otra semejante, y échanlo en las brasas, y ásase, y endurécese, y tórnase como pan blanco y hace su corteza por desuso, y de dentro de este bollo está la miga algo más tierna que la corteza; y hase de comer caliente, porque estando frío ni tiene tan buen sabor ni es tan bueno de mascar, porque está más seco y áspero. También estos bolos se cuecen, pero no tienen tan buen gusto; y este pan, después de cocido o asado, no se sostiene sino muy pocos días, y luego, desde a cuatro o cinco días, se mohece y no está de comer. Capítulo V Otra manera de pan que hacen los indios, de una planta que llaman yuca Hay otra manera de pan que se llama cazabe, que se hace de unas raíces de una planta que los indios llaman yuca; esto no es grano, sino planta, la cual es unas plantas que hacen unas varas más altas que un hombre, y tiene la hoja de la misma manera que el cáñamo, como una palma de una mano de un hombre, abiertos y tendidos los dedos; salvo que aquesta hoja es mayor y más gruesa que la del cáñamo, y toman para la sembrar esta rama de esta planta, y hácenla trozos tan grandes como dos palmos, y algunos hombres hacen montones de tierra a trechos y por linderos en orden, como en este reino de Toledo ponen las cepas de las viñas a compás, y en cada montón ponen cinco o seis o más de aquellos palos de esta planta; otros no curan de hacer montones, sino llana la tierra, hincan a trechos estos plantones, pero primero han rozado o talado y quemado el monte para sembrar la dicha yuca, según se dijo en el capítulo del maíz, escrito antes de éste, y desde a pocos días nace, porque luego prende; y así como va creciendo la yuca, así van limpiando el terreno de la yerba, hasta que esta planta señorea la dicha yerba; y esta no tiene peligro de las aves, pero tiénele mucho de los puercos, si no es de la que mata, que ellos no osan comer, porque reventarían comiéndola; pero hay otra que no mata, que es menester guardarla a causa del hozar, porque el fruto de esto nace en las raíces de las dichas plantas, entre las cuales se hacen unas mazorcas como zanahorias gruesas y muy mayores comúnmente, y tienen una corteza áspera y casi la color como leonada, entre parda, y de dentro está muy blanca, y para hacer pan de ella, que llaman cazabe, rállanla, y después aquello rallado, extrújanlo en un cibucan, que es una manera de talega, de diez palmos o más de luengo, y gruesa como la pierna, que los indios hacen de palmas, como estera tejida, y con aquel dicho cibucan torciéndole mucho, como se suele hacer cuando de las almendras majadas se quiere sacar la leche, y aquel zumo que salió de esta yuca, y es mortífero y potentísimo veneno, porque con un trago súbito mata; pero aquello que quedó después de sacado el dicho zumo o agua de la yuca, y que queda como un salvado liento, tómanlo, y ponen al fuego una cazuela de barro llana, del tamaño que quieren hacer el pan, y está muy caliente, y no hacen sino desparcir de aquella cibera exprimida muy bien, sin que quede ningún zumo en ella, y luego se cuaja y se hace una torta del gordor que quieren, y del tamaño de la dicha cazuela en que la cuecen, y como está cuajada, sácanla y cúranla, poniéndola algunas veces al sol, y después la comen, y es buen pan; pero es de saber que aquella agua que primero se dijo que había salido de la dicha yuca, dándole ciertos hervores y poniéndola al sereno ciertos días, se torna dulce, y se sirven y aprovechan de ella como de miel o otro licor dulce, para lo mezclar con otros manjares; y después también tornándola a hervir y serenar, se torna agrio aquel zumo, y sirve de vinagre en lo que le quieren usar y comer, sin peligro alguno. Este pan de cazabe se sostiene un año y más, y lo llevan de unas partes a otras muy lejos, sin se corromper ni dañar, y aun también por el mar es buen mantenimiento, y se navega con él por todas aquellas partes y islas y Tierra-Firme, sin que se dañe si no se moja. Esta yuca de este género, que el zumo de ella mata, como es dicho, la hay en gran cantidad en las islas de San Juan y Cuba y Jamaica y la Española; pero también hay otra que se llama boniata, que no mata el zumo de ella, antes se come la yuca asada, como zanahoria, y en vino y sin él, y es buen manjar; y en Tierra-Firme toda la yuca es de esta boniata, y yo la he comido muchas veces, como he dicho, porque en aquella tierra no curan de hacer cazabe de ella todos, sino algunos, y comúnmente la comen de la manera que he dicho, asada en el rescoldo de la brasa, y es muy buena. Pero la del zumo que mata es en las islas donde ha acaecido estar algún cacique o principal indio, y otros muchos con él, y por su voluntad matarse muchos juntos; y después que el principal, por exhortación del demonio, decía a todos los que se querían matar con él, las causas que le parecía para los atraer a su diabólico fin, tomaban sendos tragos del agua o zumo de yuca, y súbitamente morían todos, sin remedio alguno. Esta yuca no llega a su perfección ni está de coger hasta que pasan diez meses o un año que está sembrada, y cuando está de esta edad la comienzan de gastar o aprovecharse de ella.
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Capítulo LI Hormigas Las diferencias de las hormigas son muchas, y la cantidad de ellas tanta, y tan perjudiciales algunas de ellas, que no se podría creer sin haberlo visto, porque han hecho mucho daño, así en árboles como en azúcares y en otras cosas necesarias al mantenimiento de los hombres; pero por no me detener en esto, digo que aquellas que los osos hormigueros comen son de una manera y son pequeñas y negras, y otras hay rubias, y otras hay que llaman comején, que la mitad son hormigas, y la otra mitad es un gusanico que traen metido en una casilla o cáscara blanca que llevan arrastrando, y son muy dañosas, y penetran las maderas y casas, y hacen mucho daño éstas que son comején; las cuales, si suben por un árbol o por una pared, o por doquiera que hagan su camino, llevan una bóveda de tierra, cubierta toda, tan gruesa como un dedo y como la mitad, y más y menos, y debajo de aquel artificio o camino cubierto van hasta donde quieren asentar, y allí donde paran ensanchan mucho aquella bóveda, y hacen una casa de barro, cubierta y tan grande como tres y cuatro palmos, y más y menos, y tan ancha como es luenga o como la quieren hacer, y allí crían, y por aquel lugar podrescen y comen la madera, y asimismo las paredes hasta dejarlas tan huecas como un panar, y es menester tener aviso para que así como comienzan a hacer aquellas bóvedas o senderos cubiertos se les rompan antes que tengan lugar de hacer daño en las casas, porque para la casa es aqueste animal no otra cosa que la polilla para el paño. Hay otras hormigas mayores que las susodichas, y con muchas diferencias; pero entre todas tienen el principado de malas unas que hay negras y tan grandes casi como abejas de acá, y éstas son tan pestíferas, que con ellas y otros materiales ponzoñosos los indios hacen yerba que tiran con sus flechas, la cual yerba es sin remedio, y todos los que con ella son heridos mueren, que entre ciento no escapan cuatro; de estas hormigas se ha visto muchas veces por experiencia en muchos cristianos picados de ellas que así como pican dan luego calentura grandísima, y nace un encordio al que han picado. Otras hay que son del tamaño de las hormigas comunes de España, pero aquéllas son bermejas, y éstas y todas las más de las otras que de suso tengo dicho que hay en Tierra-Firme son de paso. Capítulo LII Tábanos En Tierra-Firme hay muchos tábanos y muy enojosos, y pican mucho, y hay muchas diferencias de ellos, y tantas, que sería largo y enojoso proceso de escribir, y no apacible a los lectores. Capítulo LIII Aludas En aquellas partes hay aludas, de la misma manera que las hay en España; y así, se hacen cuando a las hormigas les nacen las alas, y son algo menores que las aludas de acá. Capítulo LIV De las víboras y culebras y sierpes y lagartos y sapos y otras cosas semejantes. Víboras Hay en Tierra-Firme, en Castilla del oro, muchas víboras, según y de la misma manera que las hay en España, y los que son picados de ellas muy presto mueren, porque pocos hombres pasan del cuarto día si presto no son socorridos; pero entre ellas hay una especie de víboras menores que las otras, y de las colas son algo romas, y saltan en el aire a picar al hombre. E por esto algunos llaman tiro a esta manera de víboras, y la mordedura de estas tales es más venenosa, y incurable las más veces. Una de éstas me picó una india de las que en mi casa me servían, en un heredamiento, y fue muy presto socorrida con muchas cosas, y asimismo con la sangrar o dar lancetadas en un pie en que fue picada, y se hizo en ella todo lo que los cirujanos ordenaron; pero ninguna cosa aprovechó, ni le pudieron sacar gota de sangre, sino una agua amarilla, y antes del tercero día expiró, que ningún remedio tuvo, y lo mismo acaeció a otras personas; esta misma india que así he dicho que murió era de edad de hasta catorce años o menos, y muy ladina, porque hablaba castellano como si naciera y se criara toda su vida en Castilla, y decía que aquella víbora que le había picado en la garganta de un pie sería de dos palmos o poco más, y que saltó en el aire para la picar desde a más de seis pasos. E con aquesto concordaban muchas personas que tenían conocimiento de las dichas víboras o tiros, y que habían visto morir a otras personas de semejantes picaduras, y éstas son las más ponzoñosas que allá hay. Capítulo LV Culebras o sierpes Unas culebras delgadas, y luengas de siete o ocho pies, he visto yo en Tierra-Firme; las cuales son tan coloradas, que de noche parecen una brasa viva, y de día son casi tan coloradas como sangre. Estas son asaz ponzoñosas, pero no tanto como las víboras. Hay otras más delgadas y cortas y negras, y éstas salen de los ríos, y andan en ellos y por tierra cuando quieren, y son asimismo harto ponzoñosas. Otras culebras son pardas, y son poco mayores que las víboras, y son nocivas y ponzoñosas. Hay otras culebras pintadas y muy luengas. E yo vi una de éstas el año de 1515 en la isla Española, cerca de la costa de la mar, al pie de la sierra que llaman de los Pedernales, y la medí, y tenía más de veinte pies de luengo, y lo más grueso de ella era mucho más que un puño cerrado, y debiera de haber sido muerta aquel día, porque no hedía y estaba la sangre fresca, y tenía tres o cuatro cuchilladas. Estas culebras tales son de menos ponzoña que todas las susodichas, salvo que por ser tan grandes pone mucho temor el verlas. Acuérdome que estando en el Darién, en Tierra-Firme, el año de 1522 años, vino del campo muy espantado un Pedro de la Calleja, montañés, natural de Colindres, una legua de Laredo, hombre de crédito y hidalgo, el cual dijo que había visto en una senda dentro de un maizal solamente la cabeza con poca parte del cuello de una culebra o serpiente, y que no pudo ver lo demás de ella a causa de la espesura del maíz, y que la cabeza era muy mayor que la rodilla doblada de una pierna de un hombre mediano, y allí lo juraba, y que los ojos no le habían parecido menores que los de un becerro grande; y como la vio desde algo apartado, no osó pasar, y se tornó; lo cual el susodicho contó a muchos y a mí, y todos lo creímos por otras muchas que en aquellas partes habían visto algunos de los que al dicho Pedro de Calleja le escuchaban lo que es dicho; y en aquella sazón, pocos días después de esto, en el mismo año, mató una culebra un criado mío, que desde la boca hasta la punta de la cola tenía de luengo veinte y dos pies, y en lo más grueso de ella era más gorda que dos puños juntos de las manos de un hombre mediano, y la cabeza más gruesa que un puño, y la mayor parte del pueblo la vido; y el que la mató se llama Francisco Rao y es natural de la villa de Madrid. Capítulo LVI Yu-ana Yu-ana es una manera de sierpe de cuatro pies, muy espantosa de ver y muy buena de comer, de la cual en el capítulo seis, atrás, se dijo suficientemente lo que convenía de este animal o sierpe; hay muchas de ellas en las islas y en Tierra-Firme. Capítulo LVII Lagartos o dragones Hay muchos lagartos y lagartijas de la manera de los de España, y no mayores, pero no son ponzoñosos; otros hay grandes, de doce y quince pies, y mucho más de luengo, y más gruesos que una arca o caja; y algunos de los más grandes son tan gordos casi como una pipa, y la cabeza y lo demás a proporción, y el hocico tiénenle muy luengo, y el labio de alto horadado en derecho de los colmillos, por los cuales agujeros salen los colmillos que tiene en la parte más baja de la boca; los cuales y los dientes tienen muy fieros; y en el agua es velocísimo, y en tierra algo pesado y torpe, a respecto de la habilidad que en el agua tiene. Muchos de ellos andan en las costas y playas de la mar, y entran y salen de ella por los ríos y esteros que entran en ella, y son de cuatro pies, y tienen muy recias conchas, y por medio del espinazo está lleno de luengo a luengo de puntas o huesos altos, y son tan recios de pasar sus cueros, que ninguna espada o lanza los puede ofender, si no les dan debajo de aquella piel durísima por las ijadas o la tripa, porque allí es flaca y vencible la piel de estos lagartos o dragones, los cuales cuando quieren desovar, es en el tiempo más seco del año, en el mes de diciembre, que los ríos no salen de su curso, y en aquella sazón, faltando las lluvias, no les pueden llevar los huevos las crecientes; y hacen de esta manera: sálense a los arenales y playas por la costa o ribera de los ríos, y hacen un hoyo de arena, y ponen allí doscientos o trescientos huevos, o más, y cúbrenlos con la dicha arena, y ad putrefactionem, con el sol se animan y toman vida, y salen de debajo del arena y vanse al río que está junto, siendo no mayores que un geme, o poco menos grandes, y después crecen hasta ser tan gruesos y tamaños como atrás se dijo, y en algunas partes hay tantos de ellos, que es cosa para espantar; y lo más continuamente se andan en los remansos y hondo de los ríos, y cuando salen fuera de ellos por la tierra y playas, todo aquel contorno vecino huele a almizcle, y sálense a dormir muchas veces a los arenales cerca del agua, y cuando se desvían algo más y los topan los cristianos, luego huyen al agua; y no saben correr haciendo vueltas o a un costado o a otro declinando, sino derecho; y así, aunque vaya tras un hombre no le alcanzará si el tal hombre es avisado de lo que es dicho y tuerce el correr al través; antes muchas veces por esta causa ha acaecido irle dando de palos y cuchilladas hasta lo matar o hacer entrar en el agua; pero lo mejor es desde lejos de ellos tirarles con ballestas y escopetas, porque con las otras armas, así como espadas o dardos y lanzas, poco daño les pueden hacer, excepto si les aciertan a dar por la barriga y ijadas, porque aquello tiene muy delgado; y cuando corren por tierra llevan la cola levantada sobre el lomo, enarcada como las plumas de la cola del gallo, y la barriga no arrastrando, sino alta de tierra un palmo, o más o menos, al respecto de la grandeza o altura de los brazos, y tienen manos y pies en fin de los dichos brazos y piernas; y los tales pies y manos muy hendidos, y los dedos luengos y las uñas luengas. Finalmente, que estos lagartos son muy espantosos dragones en la vista: quieren algunos decir que son cocatrices, pero no es así; porque la cocatriz no tiene expiradero alguno más de la boca, y aquestos lagartos o dragones sí; y la cocatriz tiene dos mandíbulas, así alta como baja, y así menea la superior tan bien como la inferior, y aquestos lagartos que digo no tienen más de la mandíbula baja. Son en el agua muy velocísimos y muy peligrosos, porque se comen muchas veces los hombres y los perros y los caballos y las vacas al pasar de los vados; y por esto se tiene aqueste aviso, que cuando alguna gente pasa por algún río en que los hay, siempre se toma el vado por los raudales y donde el agua va más baja y corriente mucho, porque los dichos lagartos siempre se apartan de los raudales y de donde está bajo el río. Muchas veces acaece, matándolos, que les hallan en el vientre una y dos espuertas de guijarros pelados, que el lagarto come por su pasatiempo y los degiste. Mátanlos muchas veces, con anzuelos gruesos de cadena, y de otras maneras, y algunas veces hallándolos fuera del agua, con las escopetas. Estos animales más los tengo yo por bestias marinas y de agua que no terrestres, puesto que, como es dicho, nacen en tierra, de aquellos huevos que entierran en los arenales, los cuales son tan grandes o más que los de las ánsares, y son tan anchos en el un cabo o punta como de la otra parte o cabo; y si dan en el suelo con ellos, no se quiebran para se salir, pero quiébrase la cáscara primera, que es como la de los huevos de los ánsares; y entre aquella y la clara tiene una tela delgada que parece baldrés, que no se rompe sino con alguna punta de herramienta o de palo agudo; y dando en el suelo con un huevo de estos, salta para arriba y hace un bote, como si fuese pelota de viento. No tienen yema, y todos son clara, y guisados en tortillas son buenos y de buen sabor; yo he comido algunas veces de estos huevos, pero no he comido de los lagartos, puesto que muchos cristianos los comían cuando los podían haber, en especial los pequeños, al principio que la tierra se conquistó, y decían que eran buenos. E cuando estos lagartos dejaban los huevos cubiertos en el arena, y algún cristiano los hallaba, cogía aquella nidada, y traíalos a la ciudad del Darién, y dábanle cinco o seis castellanos, y más, según los que traía, a razón de un real de plata por cada huevo; yo los pagué en este precio, y los comí algunas veces en el año de 1514 años; pero después que hubo mantenimientos y ganados, se dejaron de buscar, pero no porque si con ellos topan acaso, dejen de comerlos de buena voluntad algunos. Capítulo LVIII Escorpiones Hay en muchas partes escorpiones venenosos en la Tierra-Firme, y yo los hallé en Santa Marta, dentro en tierra, bien tres leguas apartado de la costa y puerto de mar, donde el año de 1514 tocó el armada que por mandado del rey Católico don Fernando V, de gloriosa memoria, pasó a la Tierra-Firme. Son casi negros sobre rubios; y en Panamá, en la costa del mar del Sur, los he visto asimismo algunas veces. Capítulo LIX Arañas Hay arañas grandes, y yo las he visto mayores que la mano extendida, con piernas y todo; pero dejados los brazos, sino solamente el cuerpo, digo que aquello de en medio de una araña que vi una vez, era tamaño como un gorrión o pájaros de estos pardales, y llena de vello, y la color era pardo oscuro, y los ojos mayores que de un pájaro de los que he dicho; son ponzoñosas, pero de aquestas grandes hállanse raras veces, y muchas comúnmente mayores que las de estas partes. Capítulo LX Cangrejos Cangrejos son unos animales terrestres que salen de unos agujeros que ellos hacen en tierra, y la cabeza y cuerpo es todo una cosa redonda que quiere mucho parecer capirote de halcón, y del un costado le salen cuatro pies, y otros tantos del otro lado, y dos bocas como pincetas, la una mayor que la otra, con que muerden, pero su bocado no duele mucho ni es ponzoñoso; su cáscara o cuerpo y lo demás es liso y delgado como la cáscara del huevo, salvo que es más dura. La color es parda o blanca o morada que tira a azul, y andan de lado y son buenos de comer, y los indios se dan mucho a este manjar, y aun también en Tierra-Firme muchos cristianos, porque se hallan muchos, y no son manjar costoso ni de mal sabor; y cuando los cristianos van por la tierra adentro, es manjar presto y que no desplace, y cómense asados en las brasas. Finalmente, la hechura de ellos es de la misma manera que se pinta el signo de Cáncer; en el Andalucía, a la costa de la mar y del río de Guadalquivir, donde entra en ella, en San Lúcar, y en otras partes muchas, hay cangrejos, pero son de agua, y los que he dicho de suso son de tierra. Algunas veces son dañosos y mueren los que los comen, en especial cuando los dichos cangrejos han comido algunas cosas ponzoñosas o manzanillas de aquellas de que se hace la yerba con que tiran los indios caribes flecheros, de la cual se dirá adelante; pero por esto se guardan los cristianos de comer de ellos cuando los hallan cerca de donde hay los dichos árboles de las manzanillas; aunque se coman muchos de aquellos que son buenos, no hacen mal ni es vianda que empacha.
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Capítulo LXI De los sapos Hay muchos sapos en la Tierra-Firme y muy enojosos por la grande cantidad de ellos; pero no son ponzoñosos: donde más de ellos se han visto es en la ciudad del Darién, muy grandes; tanto, que cuando se mueren en tiempo de la seca, quedan tan grandes huesos de algunos, en especial algunas costillas, que parecen de gato o de otro animal tamaño; pero como cesan las aguas, poco a poco se consumen y se acaban, hasta que el año siguiente, al tiempo de las lluvias, los torna a haber; pero ya no hay con mucha cantidad tantos como solía; y la causa es que, como la tierra se va desabahando y tratándose de los cristianos, y cortándose muchos árboles y montes, y con el hálito de las vacas y yeguas y ganados, así parece que visible y palpablemente se va desenconando y deshumedeciéndose, y cada día es más sana y apacible. Estos sapos cantan de tres o cuatro maneras, y ninguna de ellas es apacible; algunos como los de acá, y otros silbando, y otros de otra forma; unos hay verdes y otros pardos, otros casi negros; pero todos, los unos y otros, muy feos y grandes y enojosos, porque hay muchos; pero como es dicho, no son ponzoñosos; y donde se pone recaudo para que no haya agua encharcada y que corra o se consuma, luego no hay sapos; que ellos se van a buscar los pantanos, etc. DE LOS ÁRBOLES Y PLANTAS Y YERBAS QUE HAY EN LAS DICHAS INDIAS, ISLAS Y TIERRA-FIRME Primeramente, pues que está dicho de los árboles que de España se han llevado, y cómo todos se hacen bien en aquellas partes, quiero decir de los otros naturales de ellas; y porque todos los que hay en las islas (y muchos más) los hay en la Tierra-Firme, diré de los que se me acordare, todavía ocurriendo a la protestación que al principio hice, y es que está todo lo que aquí diré, con lo demás que se me olvidare, copiosamente escrito en mi General historia de Indias; y comenzando del mamey, digo así. Capítulo LXII Mamey Las principales plantas y mantenimiento de los indios son la yuca y maíz, de que hacen pan, y también vino del maíz, como atrás se dijo; hay otras frutas muy buenas, sin aquello. Hay una fruta que se llama mamey, el cual es un árbol grande y de hermosas y frescas hojas. Hace una graciosa y excelente fruta, y de muy suave sabor, tan gruesa por la mayor parte como dos puños cerrados y juntos; la color es como de la peraza, leonada la corteza, pero más dura algo y espesa, y el cuesco está hecho tres partes, junta la una a par de la otra, en el medio de lo macizo, a manera de pepitas, y de la color y tez de las castañas injertas mondadas, y así propio que ninguna cosa le faltaría para ser las mismas castañas si aquel sabor tuviese; pero aquesto cuesco así dividido o pepita es amarguísimo su sabor como la hiel; pero sobre aquello está una telica muy delgada, entre la cual y la corteza está una carnosidad como leonada, y sabe a melocotones y duraznos, o mejor, y huele muy bien, y es más espesa esta fruta y de más suave gusto que el melocotón, y esta carnosidad que hay desde el dicho cuesco hasta la corteza es tan gruesa como un dedo, o poco menos, y no se puede mejorar ni ver otra mejor fruta. Capítulo LXIII Guanábano El guanábano es un árbol muy grande y hermoso en la vista, y alto, y las ramas de él derechas, y la hoja de él de larga y ancha facción y fresco verdor, y hace unas piñas, o fruta que lo parecen, tan grandes como melones, pero prolongadas, y por encima tienen unas labores sutiles que parece que señalan escamas, pero no lo son ni se abren; antes cerrada en torno, está toda cubierta de una corteza del gordor de cáscara de melón, o algo menos, y de dentro está llena de una pasta como manjar blanco, salvo que aunque es tan espesa, es aguanosa y de lindo sabor templado, con un agrio suave y apacible, y entre aquella carnosidad tiene unas pepitas mayores que las de la cañafístola, y de aquella color y casi tan duras; y aunque un hombre se coma una guanábana de éstas que pese dos o tres libras y más, no le hace daño ni empacho en el estómago, y es muy templada y de hermosa vista; solamente se deja comer de ella aquella corteza delgada que tiene y las pepitas; y hay algunas que son de cuatro libras y más, y si la tienen empezada, aunque esté algunos días no se torna de mal sabor, salvo que se va enjugando y consumiendo en parte, destilándose la humedad y agua de ella estando decentada, y las hormigas luego vienen a la que está partida, y por esto nunca la comienzan sino para acabarla; y hay muchas de estas guanábanas, así en las islas como en la Tierra-Firme. Capítulo LXIV Guayaba El guayabo es un árbol de buena vista, y la hoja de él casi como la del moral, sino que es menor, y cuando está en flor huele muy bien, en especial la flor de cierto género de estos guayabos; echa unas manzanas más macizas que las manzanas de acá, y de mayor peso, aunque fuesen de igual tamaño, y tienen muchas pepitas, o mejor diciendo, están llenas de granitos muy chicos y duros, pero solamente son enojosas de comer a los que nuevamente las conocen, por causa de aquellos granillos; pero a quien ya la conoce es muy linda fruta y apetitosa, y por de dentro son algunas coloradas y blancas; y donde mejores yo las he visto es en el Darién, y por aquella tierra, que en parte de cuantas yo he estado de Tierra-Firme; las de las islas no son tales, y para quien la tiene en costumbre es muy buena fruta, y mucho mejor que manzanas. Capítulo LXV Cocos El coco es género de palma, y la grandeza y hoja de la misma manera de las palmas reales de los dátiles, excepto que difieren en el nacimiento de las hojas, porque las de los cocos nacen en la vara de la palma de la manera que están los dedos de la mano cuando con la otra mano se entretejen, y así están después más desparcidas las hojas. Estas palmas o cocos son altos árboles, y hay muchos de ellos en la costa de la mar del Sur, en la provincia del cacique Chiman, al cual dicho cacique yo tuve cierto tiempo en encomienda con doscientos indios. Estos árboles o palmas echan una fruta que se llama coco, que es de esta manera: toda junta, como está en el árbol, tiene el bulto mayor mucho que una gran cabeza de un hombre, y desde encima hasta lo de en medio, que es la fruta, está rodeada y cubierta de muchas telas, de la manera que aquella estopa con que están cubiertos los palmitos de tierra en el Andalucía; digo de tierra, que no son palmitos de palmas altas; y de aquella estopa y telas en Levante hacen los indios telas muy buenas y jarcias, y las telas las hacen de tres o cuatro maneras, así para velas de los navíos como para vestirse, y las cuerdas delgadas y más gruesas, y hasta cables y jarcias de navíos; pero en estas Indias de vuestra majestad no curan los indios de estas cuerdas y telas que se pueden hacer de la lana de estos cocos, como se hacen en Levante, porque tienen mucho algodón y muy hermoso sobrado. Esta fruta que está en medio de la dicha estopa, como es dicho, es tan grande como un puño cerrado, y algunos como dos, y más y menos, y es una manera de nuez o cosa redonda, algo más prolongada que ancha y dura, y de dentro, pegado al casco de aquella nuez, una carnosidad de la anchura de la mitad de la groseza del menor dedo de la mano, la cual es blanca como una almendra y de muy suave gusto. Cómese así como se comerían almendras mondadas, y después de mascada esta fruta, queda alguna cibera como de la almendra, pero si la quisieren tragar, no es despacible, aunque ido el zumo por la garganta abajo antes que esta cibera se trague, parece que queda aquello mascado algo áspero, pero no mucho ni para que se deba desechar cuando el coco es fresco y ha poco que se quitó del árbol. Esta carnosidad o fruta, no comiéndola y majándola mucho, y después colándola, se saca leche de ella, muy mejor y más suave que las de los ganados, y de mucha substancia, la cual los cristianos echan en las mazamorras que hacen del maíz o del pan, a manera de puches o poleadas; y por causa de esta leche de los cocos son las dichas mazamorras excelente manjar, y sin dar empacho en el estómago, dejan tanto contentamiento en el gusto y tan satisfecha la hambre, como si muchos manjares y muy buenos hubiesen comido; pero procediendo adelante, es de saber que por tuétano o cuesco de esta fruta está en el medio de ella, circundado de la dicha carnosidad, un lugar vacuo, pero lleno de una agua clarísima y excelente, y tanta cantidad, cuanta cabría dentro de un huevo, o más o menos, según el tamaño del coco; la cual agua bebida es la más sustancial, la más excelente y la más preciosa cosa que se puede pensar ni beber, y en el momento parece que así como es pasada del paladar (de planta pedis usque ad verticem) ninguna cosa ni parte queda en el hombre que deje de sentir consolación y maravilloso contentamiento. Cierto parece cosa de más excelencia que todo lo que sobre la tierra se puede gustar, y en tanta manera, que no lo sé encarecer ni decir. Adelante prosiguiendo, digo que aquel vaso de esta fruta, después de quitado de él el majar, queda muy liso, y le limpian y pulen sutilmente, y queda por de fuera de muy buen lustre, que declina a color negro, y de dentro de muy buen tez; los que acostumbran beber en aquellos vasos, y son dolientes de la ijada, dicen que hallan maravilloso y conocido remedio contra tal enfermedad, y rómpeseles la piedra a los que la tienen, y hácela echar por la orina. Todas estas cosas que he dicho sumariamente aquí a vuestra majestad, tiene aquesta fruta de estos cocos. El nombre de coco se les dijo porque aquel lugar donde está asida en el árbol aquesta fruta, quitando el pezón, deja allí un hoyo, y encima de aquél tiene otros dos hoyos naturalmente, y, todos tres vienen a hacerse como un gesto o figura de un monillo que coca, y por eso se dijo coco; pero en la verdad, como primero se dijo, este árbol es especie de palma, y según Plinio y otros naturales lo escriben, todas las palmas son útiles y, provechosas para esta enfermedad de la ijada; y de aquí viene que los cocos, como fruto de palma, sean útiles a semejante dolencia. Capítulo LXVI Palmas En el capítulo de suso se dijo que los cocos son género de palmas; y por esto, antes que se diga de otros árboles, es bien que de las palmas se diga un poco. Las que llevan dátiles, hasta ahora no se han hallado en aquellas partes; pero por industria de los cristianos ya hay muchas en las islas de Santo Domingo o Española, y en la de Cuba y San Juan y, Jamaica, así en las casas de morada como en las huertas y jardines; que de los cuescos de los dátiles que se llevaron de acá fue su origen y, principio; y en la ciudad de Santo Domingo en muchas casas las hay muy hermosas, y en una casa en que yo vivo y tengo en aquella ciudad hay una palma que cada un año lleva mucha fruta, y es muy grande y de las más hermosas que hay en aquella tierra toda. Pero de las palmas naturales de las islas y Tierra-Firme hay siete o ocho maneras y diferencias de ellas. Hay unas que tienen la hoja como la de los palmitos terreros del Andalucía, que es como una palma o mano de un hombre, abiertos los dedos, y éstas llevan por fruta unas cuentas pequeñas y redondas. Hay otras palmas que echan la hoja como las de los dátiles, y aquéstas echan otra forma de cuentas mayores, pero no tan duras como las que se dijo de suso. Hay otras palmas de la misma manera de hojas, y son muy excelentes los palmitos para comer, y muy grandes y tiernos, y también llevan cuentas. Hay otras palmas que también son muy buenos los palmitos para comer, y son algo más bajas y más gruesas que las susodichas, y llevan asimismo cuentas. Hay otras palmas altas y de buenos palmitos, y llevan por fruta unos cocos, no mayores que las aceitunas cordobesas, y son como el coco sin la estopa, sino solo el cuesco, con los tres agujerillos que le hacen parecer mono cocando; pero son aquestos cocos menudos y macizos, y no sirven de nada. Hay otras palmas altas muy espinosas, las cuales son de la más excelente madera que puede ser, y es muy negra la madera y muy pesada y de lindo lustre, y no se tiene sobre agua esta madera, que luego se va a lo hondo; hácense de ella muy buenas saetas y virotes, y cualesquiera astas de lanzas o picas, y digo picas porque en la costa del sur, delante de Esquegna y Urraca, traen los indios picas de aquestas palmas, muy hermosas y luengas; y donde pelean los indios con tiraderas, las hacen de esta manera, tan luengas como dardos, y aguzadas las puntas, con que tiran y pasan un hombre y una rodela; asimismo hacen macanas para pelear, y cualquiera asta o cosa que se haga de esta madera es muy hermosa, y para hacer címbalos o vihuelas o cualquier instrumento de música que se requiera madera, es muy gentil, porque, demás de ser muy durísima, es tan negra como un buen azabache. Capítulo LXVII Pinos Hay en la isla Española pinos naturales como los de España, que no llevan piñones, y de la misma manera son aquéllos, y en otra parte de las islas y Tierra-Firme yo no he oído que los haya, a lo que se me puede acordar al presente. Capítulo LXVIII Encinas En la costa de la mar de la Sur, al occidente, partiendo de Panamá y delante de la provincia de Esquegna, se han hallado muchas encinas, y llevan bellotas, y son buenas de comer; lo cual en Tierra-Firme yo oí, y me informé de los mismos cristianos que lo vieron y comieron de las dichas bellotas. Capítulo LXIX Parras y uvas En aquellas partes de Tierra-Firme por los montes y bosques de arboledas se hallan muchas veces muy buenas parras salvajes y muy cargadas de uvas y racimos de ellas, no muy menudas, sino más gruesas que las que en España nacen en los sotos, y no tan agrias, sino mejores y de mejor sabor, y yo las he comido muchas veces y en mucha cantidad; de que quiero inferir que se harán muy bien las viñas y parrales en aquellas partes queriéndose dar a ellas; y todas las que yo he visto y comido de estas uvas son negras. En Santo Domingo he comido yo muy buenas uvas de las que se han hecho en parras, llevados los sarmientos de España, blancas y gruesas, y de tan buen sabor como acá. Capítulo LXX De los higos del mastuerzo En la costa del poniente, partiendo de la villa de Acla, y pasando adelante del golfo de San Blas y del puerto del Nombre de Dios, la costa abajo, en tierra de Veragua y en las islas de Corobaro, hay unas higueras altas, y tienen las hojas trepadas y más anchas que las higueras de España, y llevan unos higos tan grandes como melones pequeños, los cuales nacen pegados en el tronco principal de la higuera en lo alto de ella, y muchos de ellos en las ramas y en cantidad, y tienen la corteza o cuero delgado, y todo lo demás es de una carnosidad espesa como la del melón, y de buen sabor, y córtase a rebanadas como el melón; y en el medio del dicho higo o fruto tienen las pepitas, las cuales son menudas y negras, y envueltas en una manera de materia y humor, de la forma que lo están las de los membrillos, y son tanta cantidad como un huevo de gallina, poco más o menos, según la cantidad del higo o fruta de suso expresada, y aquellas pepitas se comen y son sanas, pero del mismo sabor, ni más ni menos, que el mastuerzo. E por esto los que por aquellas partes andamos sirviendo a vuestra majestad llamamos esta fruta los higos del mastuerzo, de la cual simiente se ha puesto en el Darién, y se hicieron estas higueras muy bien, y yo comí muchos higos de estos, y son de la manera que lo he dicho.