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Capítulo sexto De la helada, nieve y granizo Señalavan cierto tiempo de la helada, diziendo que en término de ciento y veinte días helava en cada un año, y que començava el hielo desde el mes que llamavan ochpaniztli hasta el mes llamado títitl; porque cuando venía este mes o fiesta, toda la gente vulgar dezía que ya era tiempo de beneficiar y labrar la tierra y sembrar maíz y cualquier género de semillas, y ansí se aparejavan todos para trabajar. La nieve, cuando cae casi como agua o lluvía llaman ceppayáhuitl, casi hielo blando, como niebla; y cuando ansí acontecía dezían que era prenóstico de la cosecha buena y que el año que venía sería muy fértil. Las nuves espessas, cuando se veían encima de las sierras altas, dezían que ya venían los tlaloques, que eran tenidos por dioses de las aguas y de las lluvías. Esta gente, cuando veía encima de las sierras nuves muy blancas, dezían que eran señal de granizos, los cuales venían a destruir las sementeras, y ansí tenían muy grande miedo. Y para los caçadores era muy gran provecho el granizo, porque matava infinito número de cualesquier aves y páxaros. Y para que no viniesse el dicho daño en los maizales, andavan unos hechizeros que llamavan tecihutlazques, que es casi "estorvadores de granizos", los cuales dezían que sabían cierta arte o encantamiento para quitar los granizos o que no empeciessen los maizales, y para embiarlos a las partes desiertas y no sembradas ni cultivadas, o a las lagunas, donde no hay sementeras ningunas.
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Capítulo sexto De las señales y pronósticos que aparecieron antes que los españoles viniesen a esta tierra, ni viniese noticia de ellos Diez años ante que llegassen los españoles a esta tierra, y según otros onze o doze años, apareció una gran cometa en el cielo, en la parte de oriente, que parecía como una gran llama de fuego muy resplandeciente, y que echava de sí centellas de fuego. Era esta cometa de forma piramidal, ancha de abaxo, y ívase ahusando hazia arriba, hasta acabarse en un punto; parecía en medio del oriente. Començava a aparecer un poco después de la medianoche, y llegava hasta la mañana; la luz del sol la encubría, de manera que saliendo el sol, no parecía más. Según algunos, viose un año entero, y según otros, cuatro años arreo. Cuando aparecía de noche esta cometa todos los indios davan grandíssimos alaridos y se espantavan, esperando que algún mal havía de venir. Otro mal agüero aconteció aquí en México: que el cu de Uitzilopuchtli se encendió sin haver razón ninguna humana para ello. Parece que milagrosamente se encendió, y salían las llamas de dentro los maderos hazia fuera, y de presto se quemó. Dieron bozes los sátrapas para que truxessen agua para matarlo, y cuanto más agua echavan, tanto más ardía; del todo se quemó. El tercero mal agüero aconteció que cayó un rayo casi sin propósito y sin trunido sobre el cu del dios del fuego, llamado Xiuhtecutli. Este cu tenía un chapitel de paja, y sobre él cayó el rayo y le encendió, y se quemó. Tuviéronlo por milagro, porque no huvo tronido, bien que lluvía un poco menudo. El cuarto agüero fue que de día, estando el sol muy claro, vino de hazia el occidente de México una cometa, y corrió hazia el oriente. Iva echando de sí como brasa o grandes centellas; llevava una cola muy larga. Y luego toda la gente començaron a dar alaridos juntamente, que parecía cosa de espanto, y por tal le tuvieron. El quinto fue que la laguna de México, sin hazer viento ninguno, se levantó. Parecía que hervía y saltava en alto el agua. Y hízose gran tempestad en la laguna, y las olas batieron en las casas que estavan cerca y derrocaron muchas de ellas. Tuviéronlo por milagro, porque ningún viento corría. El sexto agüero fue que en aquellos días oyeron bozes en el aire como de una muger que andava llorando y dezía de esta manera: "¡Oh, hijos míos! Ya estamos a punto de perdernos." Otras vezes dezía: "¡Oh, hijos míos! ¿A dónde os llevaré?" El séptimo agüero fue que los pescadores o caçadores del agua tomaron en sus redes un ave del tamaño y color de una grulla, la cual tenía en medio de la cabeça un espejo; esta ave fue nunca vista, y assí lo tuvieron por milagro. Y luego la llevaron a Motecuçoma, que estava en su palacio, en una sala que llaman Tlillan Calmécac. Esto era después de mediodía. Y Motecuçoma miró al ave y miró al espejo que tenía en la cabeça, el cual era redondo y muy polido, y mirando en él vio las estrellas del cielo, los Mastelejos que ellos llaman mamalhoaztli. Y Motecuçoma espantóse de esto, y apartó la vista, haziendo semblante de espantado; y tornando a mirar al espejo que estava en la cabeça del ave, vio en él gente de a cavallo, que venían todos juntos en gran tropel, todos armados; y viendo esto se espantó más. Y luego embió a llamar a los adivinos y astrólogos y a los sabios en cosa de agüeros, y preguntólos: "¿Qué es esto que aquí me ha parecido? ¿Qué quiere decir?" Y estando assí todos espantados, desapareció el ave, y todos quedaron espantados y no supieron dezir nada. El octavo agüero fue que aparecieron en muchos lugares hombres con dos cabeças; tenían no más de un cuerpo y dos cabeças. Llevávanlos a que los viesse Motecuçuma a su palacio, y en viéndolos luego desaparecían sin dezir nada.
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Capítulo sexto De la cerimonia que se hazía a los mercaderes cuando llegavan a su casa, que se llama lavatoria de pies Cuando los mercaderes venían de otras provincias de mercadear a su casa no entravan de día en el pueblo ni en su casa, sino ya de noche, y aun esperavan el signo próspero como es el signo de ce calli o de chicome calli. Tenían por próspero signo este ce calli o a "una casa", porque dezían que las cosas que traían entravan en casa, de tal manera que allí havían de perseverar por ser cosas de dios. Y luego la misma noche iva a ver a su principal, debaxo de cuyo regimiento estava. Ivale hazer saber cómo havía llegado sano y vivo. Dezíale de esta manera: "Singular varón, estáis mucho en hora buena. Sabed que soy venido con salud y vida." Después que havía hablado, aquél dezíale: "A la mañana iré a ver a nuestros padres y madres, los mercaderes viejos. Irán a bever un poco de cacao a mi pobre casa a donde, hasta que nuestro señor me llame, vivo." El principal le respondía: "Seáis muy bien venido, amigo mío, ya havéis hecho plazer a vuestros padres y madres, los mercaderes antiguos. Ellos os hablarán mañana. Idos agora a descansar." Haviendo este mercader hablado a su principal y a los otros mercaderes, y haviéndolos combidado la noche precediente al combite, a la medianoche cortava papeles para ofrecer en agradecimiento, que le havían ayudado los dioses para que fuesse su viaje próspero. Cortava los papeles que eran menester para el fuego y los que eran menester para el Yiacatecutli, dios de los mercaderes. Haviendo cortado los papeles, ofreciálos a la medianoche a estos dioses, en hazimiento de gracias. Haviendo hecho esto, luego dava orden en la comida que era menester, como eran gallinas, empanadas y pastelejos de gallinas, y también gallina cozida con maíz, que ellos llaman totollaolli. Y procurava que se hiziesse muy buen cacao mezclado con especies, que se llama teunacaztli. Y los mercaderes combidados, luego en amaneciendo, ivan a la casa del combite -que solían tañer aquella hora los sátrapas, como agora se tañe a la pelde o a hora de prima. En haviéndose juntado los mercaderes, assí hombres como, mugeres, y los parientes del mismo que hazía el combite, davan luego aguamanos. Lavávanse las manos y las bocas, y luego salía la comida. Salía delante de todo, la ofrenda o comida del dios Xiuhtecutli, que es el fuego, y poníanla ordenada delante el hogar, que eran cabeças de gallinas en caxetes con su molli. Luego ponían comida delante la imagen de Yiacatecutli, dios de los mercaderes. En acabando de dar estas ofrendas a estos dioses, luego davan comida a los combidados. Haviendo comido, tornavan a lavar las manos y las bocas. Luego salían por su orden las xícaras del cacao que llamavan teutecómatl, y luego ponían una xícara delante del Xiuhtecutli, que es el fuego, y otra delante la imagen de Yiacatecutli, dios de los mercaderes, y davan luego a todos los combidados, a cada uno, su teutecómatl. A la postre davan cañas de humo para chupar. Y en acabando de comer y de bever, todos estavan cada uno en su lugar sentados, esperando lo que les havía de dar el que los combidó, que llaman ellos quinueuechiua, que quiere dezir "don de viejo venerable". Davan a los principales, a cada uno, dos tecomates que se llaman ayotectli, y a los demás dava a cada uno, uno, y juntamente dava a cada uno doscientas almendras de cacao y cien granos de aquella especie que llaman teunacaztli, y a cada uno davan una paleta de tortuga con que se rebuelve el cacao. De esta manera hazían todos los mercaderes cuando venían de lexos. Haviendo ya hecho todo lo que arriba se ha dicho, el mercader que havía llegado de provincias lexanas luego se ponía delante de sus combidados y les hablava de esta manera: "Aquí estáis presentes, señores, sabéis que fui a exercitar mi oficio de mercader con las cargas y con los báculos y con los cacaxtles, y he buelto. Hame guardado nuestro señor todopoderoso de la muerte. Por ventura hize algunas ofensas o injurias a mis próximos. Esto algún tiempo lo oiréis y sabréis, porque tengo muchas faltas y pecados. He sido digno de ver otra vez vuestras caras. Como agora lo veis, he venido otra vez a juntarme con mis parientes y tíos y tías, y sobrinos y sobrinas. Por ventura el señor todopoderoso tendrá por bien de me matar entre ellos mañana o ese otro día. Esto es, señores, lo que habéis oído." Luego los que estavan presentes le respondían de esta manera: "Aquí estás, hijo, en tu presencia hemos comido y bevido el fruto de tus trabajos que has padecido, andando por los montes y por los valles y por los páramos, y el fruto de tus suspiros y lloros que presentaste delante del señor todopoderoso. Hemos aquí recebido lo que has derramado de la misericordia que dios contigo hizo en darte los bienes temporales que has traído. Aunque nos has dado de comer y de bever, ¿cerrarnos has la boca por ventura? ¿Por ventura por esto te temeremos? ¿Por ventura con esto nos impidirás de hablar, para que no digamos como padres la doctrina que devemos dar a nuestros hijos? Queremos saber de dónde huviste la comida y bevida que nos diste. ¿Por ventura has robado o hurtado en alguna parte lo que truxiste? ¿O por ventura eres jugador de pelota o de escaques? ¿O por ventura engañaste algunas mugercillas? ¿O por ventura has tornado lo suyo a su dueño? Por ventura la comida y bevida que nos has dado no es ganada limpiamente. Por ventura si tiene rebuelta alguna suziedad o polvo o estidreol, no lo sabemos. Ignorámoslo si tal cosa has hecho; haste despeñado y arrojado en alguna grande barranca o te has despeñado de algún muy alto risco. Y si esto ansí passa, ningún merecimiento habrás de lo que has hecho. Aquí has recebido la doctrina que los padres deven dar a sus hijos, que son reprehensiones y castigos duros y ásperos que pungen y llagan lo interior del coraçón y de las entrañas. Y son estas reprehensiones los açotes y ortigas con que castiga nuestro señor dios." Y después de haver dicho estas palabras y reprehensión, que son como pedradas y palos, a la postre le consuelan y le saludan con lágrimas. Y le vedan la sobervía y altivez, y que no se atribuya a sí lo que ganó, sino a la misericordia de dios que le dio la hazienda que truxo, que son plumas ricas que se llaman quetzalli y otras tzinitzcan, otras que llaman çacuan, otras que se llaman xiuhtótotl, otras que llaman xomohíuitl, y las piedras preciosas, como son chalchíuitl y apoçonalli, o coberteras de xícaras ricas, o paletas para rebolver el cacao, o pellejos de bestias fieras, o almendras de cacao, o especies que se llaman teunacaztli. Con estas palabras los mercaderes viejos provocavan a lágrimas y a humildad a estos tratantes que venían prósperos, para que no menospreciasse las mercedes de dios. Y aquel que oía estas palabras no se enojava de oírlas. Antes se humillava y agradecía aquella buena obra, y respondía con lágrimas: "Señores míos, tengo en gran merced la misericordia que se me ha hecho con esta correción. Heos dado pena y congoxa. ¿Quién soy yo para que se me hayan abierto los tesoros de vuestras entrañas? Por ventura, como soy pobre, olvidaré y perderé estas palabras más divinas que humanas. Quiçá no las tendré en aquella estimación que devría, y ellas merecen. Descansad y reposad." Estas palabras de los viejos y viejas eran tenidas en mucho de los mancebos a quien se dezían. Guardávanlas como tesoros en su coraçón, sin perder una de ellas. Y ellos, conviene a saber, los viejos y viejas dezíanlas a aquellos mercaderes moços que traían ganado de su trato algún caudal y holgavan de oírlas, y para esto les combidavan y dezían a los de su casa: "Señores o señoras, nuestro señor me ha dado de sus bienes. Por ventura por esta ocasión me he ensobervecido y he menospreciado a mis próximos. Quiero oír las doctrinas y buenos consejos de los viejos. Llámense. Vengan." De esta manera hablavan los moços bien criados y bien doctrinados. Y para que los viejos diessen estos consejos y doctrinas que arriba se dixeron, combidávanlos y dávanlos a comer y a bever. Y entonce hablavan los consejos y doctrinas arriba dichos. Pagavan muy bien la comida y la bevida con aquellos consejos y doctrinas. Y con esto el oficio de los mercaderes era muy honrado, y ninguno de ellos era vicioso. Tenían en mucho y guardavan mucho las doctrinas y consejos de los viejos. Y arriba se dixo de la manera que bolvían de los largos caminos de sus tratos. Y por los caminos por donde venían no venían sin hazer muchas ofrendas y sacrificios, dondequiera que hallavan cúes o oratorios de los dioses o ídolos hasta llegar al pueblo de Itziucan. Allí paravan y allí miravan el signo próspero para entrar en su tierra. Y llegado el signo que era próspero, o cerca de él, partían de priessa para venir a sus casas, para entrar durante aquel signo. Y no entravan de día sino de noche, y en canoa, y secretamente. Y nadie vía lo que traían porque lo encubrían mucho. Y no iban derechos a sus casas, sino entrávanse en la casa de algún su tío o tía, o de su hermana, o de alguno otro de quien se confiavan que tendría secreto, que era humilde y callado y cuerdo, y que no tomava lo ageno. Allí, en aquella casa, los barqueros ponían de presto lo que traían, y se bolvían de noche a sus casas. Y desque amanecía, no havía rastro ni señal de nada. Y el mercader dueño de aquella hazienda no confessava, ni dezía, que aquella hazienda fuesse suya, mas antes dezía a los de la casa: "Esta hazienda guardalda, y no penséis que es mía, ni penséis que como cosa mía os lo doy a guardar, que es de los señores mercaderes principales. Ellos me lo encomendaron que lo truxesse aquí." Y por los pueblos por donde passavan, en todo el camino, ahora fuesse en Tochtépec o Anáoac o Xoconochco, en todos los pueblos que entravan no dezían que aquella hazienda fuesse suya, antes dezían : "Esta hazienda que traigo no es mía; es de nuestros padres y madres, que son los mercaderes principales." De esta manera bivían los mercaderes. No se levantavan a mayores con sus haziendas, mas antes se humillavan y abaxavan. No desseavan ser tenidos por ricos, ni que su fama fuesse tal, mas antes andavan humildes, inclinados. No desseavan honra ni fama. Andávanse por ahí con una manta rota. Temían mucho a la fama y a la honra, porque, como se dixo arriba, el señor de México quería mucho a los mercaderes y tratantes y que tratavan en esclavos, como a sus hijos. Y cuando se altivecían y desvanecían y se malvavan con el favor y honra de las riquezas, el señor entristecíase y perdíalos el amor, y buscávalos algunas ocasiones falsas o aparentes para abatirlos y matarlos, aunque sin culpa, sino por odio de su altivez y sobervía. Y con las haziendas de ellos proveía a los soldados viejos de su corte que se llamavan cuachichicti, y otros otómi, y otros yautachcauan. Y con aquéllos sustentavan su fausto y su pompa.
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Capítulo sexto De los castigos que hazían a los que se emborrachavan Los mancebos que se criavan en la casa de telpuchcalli tenían cargo de barrer y limpiar la casa; y nadie bevía vino, mas solamente los que eran ya viejos bevían el vino muy secretamente, y bevían poco; no se emborrachavan. Y si parecía un mancebo borracho públicamente, o si lo topavan con él, o le vían caído en la calle, o iva cantando, o estava acompañado con los otros borrachos, este tal, si era macegual, castigávanle, dándole de palos hasta matarle, o le davan garrote delante de todos los mancebos juntados porque tomassen exemplo y miedo de no emborracharse; y si era noble el que se emborrachava, dávanle garrote secretamente. Y estos mancebos tenían sus amigas, cada dos o tres; la una tenían en su casa y las otras estavan en sus casas. Y quien quería salir de la casa de telpuchcalli y dexar la conversación de los mancebos, pagava a los maestros de los mancebos diez o veinte mantas grandes, que se llaman cuachtli, si tenía hazienda; y ansí, en consintiendo los maestros de los mancebos, luego le dexavan salir de aquella casa y casávase, y entonces le llamavan tlapaliuhcati, que quiere dezir que no es mancebo, sino que es casado. Y el que era bien criado y aficionado a las costumbres de los mancebos, no salía de allí de su voluntad, aunque fuese ya de edad perfecta, sino que por mandado del rey o señor salía de aquella casa. Y de estos mancebos no se elegían los senadores que regían los pueblos, sino otros oficiales más baxos de la república que se llamavan tlatlacateca y tlatlacuchcalca y achcacauhti, porque no tenían buena vida por ser amancebados, y osavan dezir palabras livianas y cosas de burla, y hablavan con sobervia y osadamente. Capítulo séptimo De cómo los señores principales y gente de tono ofrecían sus hijos a la casa que se llamava calmécac, y de las costumbres que allí los mostravan Los señores o principales, o viejos ancianos, ofrecían a sus hijos a la casa que se llamava calmécac. Era su intención que allí se criasen para que fuessen ministros de los ídolos, porque dezían que en la casa de calmécac havía buenas costumbres y doctrinas, y exercicios, y áspera y casta vida, y no havía cosa de desvergüenças, ni reprehensión, ni afrenta ninguna de las costumbres que allí usavan los ministros de los ídolos que se criavan en aquella casa. Señor o principal o rico, cualquier que tenía hazienda, cuando ofrecía a su hijo, hazía y guisava muy buena comida, y combidava a los sacerdotes y ministros de los ídolos que se llamavan tlamacazque y cuacuacuilti, y a los viejos pláticos que tenían cargo del barrio. Y hecho el combite en casa del padre del muchacho, los viejos ancianos y pláticos hazían una plática a los sacerdotes y ministros de los ídolos que criavan los muchachos, de esta manera: "¡Ah, señores sacerdotes y ministros de nuestros dioses, havéis tomado trabajo de venir aquí a nuestra casa y os truxo nuestro señor todopoderoso! Hazemos os saber que nuestro señor fue servido de hazernos merced de darnos una criatura, como una joya o pluma rica que nos fue dada. Si mereciéremos que este muchacho se críe y biva, y es varón, no conviene que le mostremos oficio de muger teniéndole en casa; por tanto os le damos por vuestro hijo y os le encargamos, y agora al presente ofrecémosle al señor Quetzalcóatl, o otro nombre Tlilpotonqui, para entrar en la casa de calmécac, que es la casa de penitencia y lágrimas donde se crían los señores nobles, porque en este lugar se merecen los tesoros de dios orando y haziendo penitencia con lágrimas y gemidos, y pidiendo a dios que les haga misericordia y merced de darles sus riquezas. Desde agora le ofrecemos para que, en llegando a edad convenible, entre y viva en casa de nuestro señor, donde se crían y dotrinan los señores nobles, y para que este nuestro muchacho tenga cargo de barrer y limpiar la casa de nuestro señor; por tanto, humildemente, rogarnos que le recibáis y toméis por hijo para entrar y bivir con los otros ministros de nuestros dioses en aquella casa donde hazen todos los exercicios de penitencia, de día y de noche, andando de rodillas y de codos, orando, rogando, y llorando y sospirando ante nuestro señor". Y los sacerdotes y ministros de los ídolos respondían a los padres del muchacho de esta manera: "Aquí oímos vuestra plática, aunque somos indignos de oírla, sobre que deseáis que vuestro amado hijo, o vuestra piedra preciosa o pluma rica, entre y viva en la casa de calmécac. No somos nosotros a quien se haze esta plática, mas házese al señor Quetzalcóatl, o otro nombre Tlilpotonqui, en cuya persona la oímos. El es a quien habláis; él sabe lo que tiene por bien de hazer de vuestra piedra preciosa y pluma rica, y de vosotros, sus padres. Nosotros, indignos y siervos, con dudosa esperança esperarnos lo que será; no sabemos, por cierto, cosa cierta que os dezir, esto será o esto se hará de vuestro hijo; esperemos en nuestro señor todopoderoso lo que tendrá por bien de hazer a vuestro hijo". Y luego tomavan al muchacho y llevávanle a la casa de calmécac, y los padres del muchacho llevavan consigo papeles yo encienso, y maxtles y mantas, y otros sartales de oro y pluma rica, y piedras preciosas ante la estatua de Quetzalcóatl en la casa de calmécac. Y en llegándose todos, luego tiñían y untavan al muchacho con tinta todo el cuerpo y la cara, y le ponían unas cuentas de palo que se llama tlacopatli. Y si era hijo de pobres, le ponían hilo de algodón floxo, y le cortavan las orejas y sacavan la sangre y la ofrecían ante la estatua de Quetzalcóatl. Y si aún era pequeño, tornavan a llevarle consigo los padres a su casa. Y si el muchacho era hijo del señor o principal, luego le quitavan las cuentas hechas de tlacopatli y las dexavan en la casa de calmécac, porque dezían que lo hazían ansí por razón que el espíritu del muchachuelo estava asido a las cuentas de tlacopatli, y el mismo espíritu hazía los servicios baxos de penitencia por el muchachuelo. Y si era ya de edad convenible para vivir y estar en la casa de calmécac, luego le dexavan allí en poder de los sacerdotes y ministros de los ídolos para criarle y enseñarle todas las costumbres que se usavan en la casa de calmécac. Capítulo octavo De las costumbres que se guardavan en la casa llamada calmécac, donde se criavan los sacerdotes y ministros del templo desde niños Era la primera costumbre que todos los ministros de los ídolos que se llamavan tlamacazque dormían en la casa de calmécac. La segunda era que barrían y limpiavan la casa todos a las cuatro de la mañana. La tercera era que los muchachos, ya grandezillos, ivan a buscar y cortar puntas de maguey. La cuarta era que los ya grandezillos ivan a traer a cuestas la leña del monte que era necessaria para quemar en la casa de calmécac cada noche. Y cuando hazían alguna obra de barro, o paredes, o maizal, o çanjas o azequias, ívanse todos juntos a trabajar en amaneciendo; solamente quedavan los que guardavan la casa y los que les llevavan la comida, y ninguno de ellos faltava; con mucho orden y concierto trabaxavan. La quinta era que cesavan del trabajo un poco tempranillo, y luego ivan derechos a su monasterio a entender en el servicio de los dioses y exercicios de penitencia, y bañávanse primero, y a la puesta del sol començavan a aperejar las cosas necessarias, y a las onze horas de la noche tomavan el camino, llevando consigo las puntas de maguey. Cada uno a solas iva llevando un caracol para tañer en el camino y un incensario de barro, y un çurrón o talega en que iva el incienso, y teas y puntas de maguey. Y ansí cada uno iva desnudo a poner al lugar de su devoción las puntas de maguey. Y los que querían hazer gran penitencia llegavan hazia los montes y sierras y ríos; y los grandezillos llegavan hasta media legua. Y en llegando al lugar determinado, luego ponía las puntas de maguey, metiéndolas en una pelota hecha de heno, y ansí se bolvía cada uno a solas tañendo el caracol. La sexta era que los ministros de los ídolos no dormían dos juntos cubiertos con una manta, sino dormían cada uno apartado del otro. La séptima era que la comida que comían hazían y guisavan en la casa de calmécac, porque tenían renta de comunidad que gastavan para la comida; y si traían a algunos comida de sus casas, todos la comían. La octava era que cada medianoche todos se levantavan a hazer oración, y quien no se levantava y despertava, castigávanle punçándole las orejas, y el pecho, y muslos y piernas, metiéndole las puntas de maguey por todo su cuerpo en presencia de todos los ministros de los ídolos, porque se escarmentasen. La novena, que ninguno era soberbio, ni hazía ofensa a otro, ni era inobediente a la orden y costumbre que ellos usavan. Y si alguna vez parecía un borracho o amancebado, o hazía otro delicto criminal, luego le matavan, o le davan garrote, o le asavan vivo, o le asaeteavan. Y quien hazía culpa venial, luego le punçavan las orejas y lados con puntas de maguey o punçón. La décima era que a los muchachos castigavan, punçándoles las orejas o los açotavan con ortigas. La onzena era que a la medianoche todos se bañavan los ministros de los ídolos en una fuente. La dozena era que cuando era día de ayuno todos ayunavan, chicos y grandes; no comían hasta mediodía. Y cuando llegavan a un ayuno que se llamava atamalcualo ayunavan a pan y agua, y otros que ayunavan no comían todo el día sino a la medianoche, y otro día hasta la otra medianoche; y otros no comían hasta el mediodía, una vez nomás, y en la noche no gustavan cosa alguna, aunque fuese agua, porque dezían que quebrantavan el ayuno si gustavan cosa alguna o si bevían agua. La trezena era que les mostravan a los mancebos hablar bien y saludar y hazer reverencia. Y el que no hablava bien o no saludava a los que encontrava o estavan assentados, luego le punçavan con las puntas de maguey. La catorzena era que les enseñavan todos los versos de canto para cantar, que se llamavan divinos cantos, los cuales versos estavan escritos en sus libros por carateres. Y más, les enseñavan la astrología indiana y las interpretaciones de los sueños y la cuenta de los años. La quinzena era que los ministros de los ídolos tenían voto de vivir castamente, sin conocer a muger carnalmente, y comer templadamente, ni dezir mentiras, y bivir devotamente y temer a dios. Y con esto acabamos de dezir las costumbres y orden que usavan los ministros de los ídolos, y dexamos otras que en otra parte se dirán. Capítulo 9 De la elección de los sumos sacerdotes, que siempre eran dos: el uno se llamava Tótec tlamacazqui, el otro Tlaloca tlamacazqui, que siempre elegían los más perfectos de todos los que moravan en el templo El que era perfecto en todas las costumbres y exercicios y dotrinas que usavan los ministros de los ídolos, elegíanle por sumo pontífice, al cual elegía el rey o señor y todos los principales, y llamávanle Quetzalcóatl. Y eran dos los que eran sumos sacerdotes: el uno se llamava Tótec tlamacazqui, y el otro se llamava Tláloc tlamacazqui. Y el que se llamava Quetzalcóatl Tótec tlamacazqui servía al dios Uitzilopuchtli, y el otro que se llamava Tláloc tlamacazqui servía al dios Tlalocantecutli, que era dios de las lluvias. Y estos dos sumos pontífices eran iguales en el estado y honra, aunque fuessen de muy baxa suerte y de padres muy baxos y pobres. Mas la razón por que elegían a estos tales por sumos pontífices era porque fielmente cumplían y hazían todas las costumbres y exercicios y doctrinas que usavan los ministros de los ídolos en el monasterio de calmécac. Y por esta causa, por la eleción que hazía, a uno se llamava Quetzalcóatl, o otro nombre Tótec tlamacazqui, y el otro se llamava Tláloc tlamacazqui. Y en la eleción no se hazía caso del linaje, sino de las costumbres y exercicios y doctrinas y buena vida, si las tenían los sumos sacerdotes, si vivían castamente y si guardavan todas las costumbres que usavan los ministros de los ídolos: el que era virtuoso, y humilde, y pacífico, y considerado y cuerdo, y no liviano, y grave, y riguroso, y zeloso en las costumbres, y amoroso, y misericordioso, y compasivo, y amigo de todos, y devoto y temeroso de dios. Los grados por donde subía este tal son éstos: el primero le llamavan tlamacazto, es como acólito; el segundo le llamavan tlamacazqui, que es como diácono; el tercero le llaman tlenamácac, que es como sacerdote. De estos sacerdotes los mejores elegían por sumos pontífices, que se llamavan quequetzalcóa, que quiere dezir "sucesores de Quetzalcóatl". Y la vida que tenían y usavan los ministros de los ídolos era áspera, pero la criança de los muchachos estava partida y distinta en dos partes: la una era en la casa de calmécac, y la otra en la casa de telpuchcalli.
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Capítulo siete Del modo que tenían los mercaderes en hazer banquetes Cuando alguno de los mercaderes y tratantes tenía ya caudal y presumía de ser rico, hazía una fiesta o banquete a todos los mercaderes principales y señores, porque tenía por cosa de menos valor murirse sin hazer algún espléndido gasto para dar lustre a su persona y gracias a los dioses que se lo havían dado, y contento a sus parientes y amigos, en especial a los principales que regían a todos los mercaderes. Con este propósito començava a comprar todo lo necessario que se havía de gastar en la fiesta que tenía intento de hazer. Primeramente comprava mucho cacao, y también aquella especie muy olorosa que se llama teunacaztli o ueinacaztli, la cual molida se beve con el cacao, y otras especies que molidas se beven con el cacao. Comprava también muchas gallinas y gallos de papada, y mucha loça, toda la que era menester para servicio de la comida, y también chiquihuites de muchas maneras, y xícaras de barro para bever, y palos para rebolver el cacao, y mucha leña para guisar la comida, y cañas de maíz o otras cañas que se llaman tlachinolácatl para cozer los tamales. Todo esto lo juntava en su casa. Después de haver comprado y juntado todo lo necessario, luego dava noticia de este banquete a sus parientes y amigos, viejos y viejas, para que le ayudassen con sus personas a servir el banquete. También dava noticia y combidava a los cantores y dançadores del areito, y buscava por el arte adivinatoria, preguntando a los maestros de este arte que le dixessen cuál día sería próspero para exercitar este combite. De esta manera se disponían y aparejavan antiguamente los que havían de hazer banquete o fiesta. Primeramente escoxían personas muy avisadas y cuerdas y prudentes y diligentes y bien criados y bien hablados y recios y bien dispuestos y de buena aparencia, no cobardes ni temerosos, hombres hábiles, de buen entendimiento. No se buscava gente baxa para este negocio sino gente noble y cortesana, los cuales havían de disponer y distribuir y repartir las flores y la comida y la bevida, y havían de recebir y aposentar a todos los combidados. Y cuando davan las cañas de humo, tomavan la caña en la mano derecha, no por la caña que estava descubierta, sino por la parte que estava cubierta con el carbón; y en la mano izquierda llevavan el plato sobre que se havía de poner la caña que se llama yiecáxitl. Primeramente davan la caña, y hablavan al que la tomava, diziéndole: "Señor mío, veis aquí esta caña de perfumes." Y el otro la tomava y la ponía entre los dedos, y la començava a chupar. Esta cortesía que se hazía, y esta manera de criança, retraía la manera de tomar y tirar los dardos que usavan tirar en la guerra; con aquel aire y ademán que se usava en tirar los dardos en la guerra se dava y tomava la caña de perfumes. Y el plato retraía a la rodela que se traía en la mano izquierda. Llevavan el plato de canto, de la manera que anda la rodela en la mano izquierda. Y ansí le ponían delante el principal a quien le davan, o ora fuesse tlacatéccatl, o ora tlacochcálcatl, o ora atempanécatl, y los demás principales que se llamavan cuauhyacame o pipilti, y todos los demás combidados. Después de esto, dánseles flores. Lleva la flor en la mano derecha, que se llama chimalxúchitl, y en la izquierda otra que se llama cuauhxúchitl. Y lleva aquélla en la mano derecha porque el que la ha de tomar tiene frontera su mano izquierda, y tomávala como si fuesse rodela en la mano izquierda; y la otra que lleva la mano izquierda viene enfrente de la mano derecha, y tómala como quien toma espada. Tras esto llevan luego la comida, y llevan en la mano derecha el plato que se llama molcáxitl, en que lleva carne guisada con chilli. No le toma por la orilla, sino llévanle en el medio de la mano; y en la mano izquierda lleva un chiquíuitl lleno de tamales. No le lleva travado por la orilla sino en medio de la palma. Luego, tras esto, sirven el cacao, que es lo postrero. En la mano derecha lleva la xícara, que se llama ayotectli; no la toca en la orilla sino en la palma. Y el palo para rebolver el cacao, y también el rodeo para sentar la xícara, llévalo en la mano izquierda. Esto davan a los principales y señores, pero a los demás sirvíanlos con xícaras de barro.
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Capítulo tercero De la relación de quién era Quetzalcóatl, otro Hércules, gran nigromántico, dónde reinó y de lo que hizo cuando se fue Quetzalcóatl fue estimado y tenido por dios y lo adoravan de tiempo antiguo en Tulla, y tenía un cu muy alto con muchas gradas y muy angostas que no cabía un pie. Y estava siempre echada su estatua y cubierta de mantas, y la cara que tenía era muy fea, y la cabeça larga, y barbudo. Y los vasallos que tenía eran todos oficiales de artes mecánicas y diestros para labrar las piedras verdes, que se llaman chalchihuites, y también para fundir plata y hazer otras cosas; y estas artes todas hovieron origen del dicho Quetzalcóatl. Y tenía unas casas hechas de piedras verdes preciosas, que se llaman chalchihuites, y otras casas hechas de plata, y más otras casas hechas de concha colorada y blanca, y más otras casas hechas todas de tablas, y más otras casas hechas de turquesas, y más otras casas hechas de plumas ricas. Y los vasallos que tenía eran muy ligeros para andar y llegar a donde ellos querían ir, y se llamavan tlancuacemilhuime. Y hay una sierra que se llama Tzatzitépetl, hasta agora assí se nombra, en donde pregonava un pregonero para llamar a los pueblos apartados, los cuales distan más de cient leguas, que se nombra Anáoac, y desde allá oían y entendían el pregón, y luego con brevedad venían a saber y oír lo que mandava el dicho Quetzalcóatl. Y más dizen, que era muy rico y que tenía todo cuanto era menester y necessario de comer y bever, y que el maíz era abundantíssimo y las calabaças muy gordas, de una braça en redondo, y las maçorcas de maíz eran tan largas que se llevavan abraçadas, y las cañas de bledos eran muy largos y gordos y que subían por ellas como por árboles, y que sembravan y cogían algodón de todas colores: que son colorado, y encarnado, y amarillo, y morado, blanquecino, y verde, y açul, y prieto, y pardo, y naranjado y leonado; y estas colores de algodón eran naturales, que así se nacían. Y más dizen, que en el dicho pueblo de Tulla se criavan muchos y diversos géneros de aves de pluma rica y colores diversas, que se llaman xiuhtótotl, y quetzatótotl, y çacuan, y tlauhquéchol, y otras aves que cantavan dulce y suavemente. Y más, tenía el dicho Quetzalcóatl todas las riquezas del mundo, de oro y plata, y piedras verdes, que se llaman chalchihuites, y otras cosas preciosas, y mucha abundancia de árboles de cacao de diversas colores, que se llaman xochicacáoatl. Y los dichos vasallos del dicho Quetzalcóatl estavan muy ricos y no les faltava cosa ninguna, ni havía hambre ni falta de maíz, ni comían las maçorcas de maíz pequeñas sino con ellas calentavan los baños, como con leña. Iten, dizen que el dicho Quetzalcóatl hazía penitencia punçando sus piernas y sacando la sangre con que manchava y ensangrentava las puntas de maguey, y se lavava a la medianoche en una fuente que se llama Xipacoya; y esta costumbre y orden tomaron los sacerdotes y ministros de los ídolos mexicanos, como el dicho Quetzalcóatl lo usava y hazía en el pueblo de Tulla.
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Capítulo tercero Que trata comiença de otros años y primero por çe tecpatl, de año una piedra pedernal, que fue del nasçimiento de Huitzilopochtli y benida <en> Tula Después de auer començado año nueuo, por ellos les habló Huitzilopochtli: "Alçá el sarzo y caminemos, que çerca de aquí descansaremos otra bez", abiendo desparesçido y seco el lago y los árboles y plantas que allí abían plantado, quedando algunos árboles y cu que abían hecho a su dios. Y así, llegaron al pueblo que es agora de Tula que, asegún otros dizen, allí abían estado y permanesçieron y señorearon con los de Tula beinte y dos. Y de allí salieron y llegaron al pueblo que es agora de Atlitlalaquian, que es Atitalaquia, pueblo de otomíes. Y de allí binieron a Tequixquiac y allí labraron camellones y llamáronle chinamitl, que oy permanesçe este bocablo en Nueua España. Y de allí binieron y llegaron en Atengo, y allí pusieron el tzompan, un término de cantidad, y así se le quedó el lugar, que agora es pueblo de Çumpango. Y de allí binieron y llegaron a Cuachilco, y de allí a Xaltocan, caminando ya poco a poco y de poca distançia. Y allí en Xaltocan hizieron camellones dentro del lago (chinamitl), sembraron maíz y huauhtli, frisol, calabaça, chilchotl, xitomate. Y de allí en pos años caminaron y llegaron en Eycoac (En la parte de las tres culebras), asimismo hizieron sus sementeras y sembraron. Y de a pos años llegaron a Ecatepec, y de allí se abían diuido en Acalhuacan. Y de allí se binieron a Tulpetlac. Y de allí se binieron a Huixachtitlan. Y de allí binieron a Tecpayuca. Y allí hizo fin el año y començó otro año, que llamaron ome calli, año de dos casas. Y de allí se binieron al lugar <que> llaman Atepetlac. Y de allí binieron al lugar de Coatlayauhcan y allí estubieron algunos años. Y de allí binieron a la parte que llaman Tetepanco. 3v Y de allí se binieron al lugar de Acolnahuac y de allí llegaron a Popotlan, término que es agora de Tacuba, aunque ay en Popotlan muchos mexicanos. Y de allí no permanesçieron, biniéronse a las haldas del çerro de Chapultepec, en el lugarejo que diçen Techcatepec o Techcatitlan, y así le pusieron nombre los mexicanos a este çerro Chapultepec, y allí cumplió otro año, ome tuchtli. Y allí les habló Huitzilopochtli a los mexicanos, a los saçerdotes que son nombrados teomamaque (cargadores del dios), <que> heran Cuauhtloquetzqui y Axoloa, Tlamacazqui y Aococaltzin, a estos cargadores de este ydolo llamados saçerdotes les dixo: "Padres míos, mirá lo que a de uenir a ser, aguardá y lo beréis, que yo sé todo esto y lo que a de benir y susçeder. Esforçáos, començáos aparejar y mirá que no emos de estar más aquí, que otro poco adelante yremos en donde emos de aguardar y asistir y hazer asiento, y cantemos, que dos géneros de gentes uendrán sobre nosotros muy presto". Bueltos otra bez al primer asiento en Temazcaltitlan Teopantlan y allí les dixo el saçerdote Cuauhtloquetzqui: "Hijos y hermanos míos, començemos a sacar y cortar çéspedes de los carrizales y de debaxo del agua, hagamos un poco de lugar para sitio a donde bimos el águila estar ençima del tunal, que algún día querrá benir allí n<uest>ro dios el tlamacazqui Huitzilopochtli". Y así, cortaron alguna cantidad de çéspedes y lo fueron alargando y ensanchando el sitio del águila desde junto a la quebrada y ojo grande de agua hondable. Y así, les dixo <que> le mandó al caçerdote hiziesen los mexicanos por mandato del Huitzilopochtli, ydolo dios de los mexicanos, lo qual yban haziendo de cada día con mucho trabajo. Y así, luego hizieron una hermita toda de carrizo y tule peque del Quetzalcoatl junto al tunal del águila y ojo de agua por no tener adoues, madera, tablazón, por estar en medio del gran lago, çerçado por todas partes de carrizo y tulle y abes de bolantería de todo género. Estando <en> términos de los de Azcapuçalco y aculhuaques tezcucanos, y los de Culhuacan, que a esta causa padesçían estrema nesçesidad los mexicanos, y así entre todos ellos ordenauan de se ofresçer y dar a los de Azcapuçalco y otros estubieron de paresçer que no, que sería mobelles a yra, que se estubiesen quedos. E así, dende adelante que tenían hecho gran pedaço de poblazón, hecho gran solar de tierra, dixero<n>: "Hermanos míos mexicanos, hagamos otra cosa, compremos a los tepanecas de Azcapuçalco y tezcucanos su piedra y madera, y démosle en trueque todo género de pescado blanco y xuhuil, rranas, camarones, axolotes y todo género de lo que en el agua se cría, en espeçial yzcahuitle, tecuitlatlac (queso que llaman ahuauhtli axaxayacatl), y todo lo demás, y todo género de patos de diuersas maneras". Y así, començaron a caçar con rredes las aues y con todas estas cosas fueron Azcapuçalco y Tezcuco a traer madera, tabla, piedra, y la madera era menuda, como morillos pequeños. Y así, luego estacaron la boca del ojo de agua <que> salía de la peña abaxo y ni más ni menos estacaron la casa del ydolo Huitzilopochtli. Y siendo de noche, hizieron junta y les dixo el saserte Quauhtloquetzqui: "Hermanos, ya es tienpo que os dibidáis un trecho unos de otros en quatro partes, çercando en medio el templo de Huitzilopochtli. Y nombrá los barrios en cada una parte". Y así, conçertado para diuidirse, les habló el propio ydolo Huitzilopochtli a todos. 6r Y ansí, amanesçido otro día, todo lo tenía puesto por orden el Teomama, que en el camellón estaua puesto ya la maçorca de maíz florido y con maçorca entera berde, sazonado, y chile, tomate, calabaça, frisol, y en ella echada una culebra biua y un pato rreal sobre los güebos, y le lleuaron arrastrando los mexicanos, como quier que todo era laguna de agua hasta junto a las caserías de Azcapuçalco. Y, bisto estos los de Azcapuçalco y su rrey Teçoçomoctli, llamó a todos los suyos y díxoles: "¿Qué os paresçe a bosotros de estos mexicanos; quán ardides, bellicosos, muy sospechosos? Berdaderamente, tened por çierto que en algún tiempo éstos an de prebalesçer y ser señores de nosotros y de todas estas comarcas y serranías, de toda calidad de gentes que somos, si no miraldos por las obras". <En> la terçera bez que les fue ynpuesto otro género de más carga y tributo, <que> les fue mandado y les fue dicho por un prinçipal de los de Azcapuçalco que por teçera bez truxesen un camellón poblado de tular y en él truxesen una garça con sus güebos echada, asimismo biniese en el camellón un pato rreal con sus huebos hechada, con espresso mandato de Teçoçomoctli, rrey de tepanecas. <En>tendido por los mexicanos, <en>tristeçiéronse y començaron a llorar amargamente. Bisto por su dios Huitzilopochtli, llamólos, aunque no le bían bisiblemente, y dixo a Ococaltzin, saçerdote y principal: "Dezildes, padre mío, a buestros hijos los mexicanos que no tengan pena, <que> luego lo hagan y pongan en obra, que yo lo sé y <en>tiendo el modo, arte que será para que no se esçeda en un punto lo que piden estos tepanecas". Consolados los mexicanos por el mandato del dios Huitzilopochtli, en que les dixo: "Hea, padres, hermanos mexicanos, esforçaos y hazed lo que os mandan estos tepanecas y su rrey Teçoçomoctli, que el secreto de este misterio yo lo sé. No os dé pena de ello y cumplid con u<est>ra obligaçión, que cumplido con esto, no ternán en algún tiempo escusa alguna; que este es que con estos mandos los compramos como a esclauos, <que> lo serán en tiempo adelante sin rremisión alguna. Por eso, de presente prestad paçiençia y cumplid sus mandatos, y aliende esto, asimismo hazed de mi propio cuerpo un estatua todo lleno de yzcahuitli, que es mi cuerpo y sangre, que tiempo bendrá <que> les costará su pueblo y señorío, gente y mando, pues la prençipal causa destas demandas fue ello". Y así, lleuaron los mexicanos el camellón con la garça y pato rreal y culebra arroscada.
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Capítulo tercero Del tercero signo, llamado ce máçatl, y de la buena fortuna que tenían los que en él nacían, ansí hombres como mugeres, si por su negligencia no la perdían El tercero carácter se llama máçatl, el cual governava por otros treze días. Este signo máçatl tenía la primera casa o día; la segunda tenía tochtli; la tercera tenía atl; la cuarta tenía itzcuintli; la quinta tenía oçomatli; la sexta tenía malinalli; la séptima tenía ácatl; la octava tenía océlutl; la novena tenía cuauhtli; la décima tenía cozcacuauhtli; la undécima tenía olin; la duodécima tenía técpatl; la tredécima tenía quiáuitl. Todos los dichos treze días dezían que unos eran bien afortunados y otros mal afortunados, como parecerá por la declaración de ellos. Dezían que cualquiera que nacía siendo hijo de principal en el dicho signo, sería también noble y principal, y tendría qué comer y bever, y con qué dar vestidos a otros, y otras joyas y atavíos. Y si nacía un hijo de hombre de baxa suerte en aquel día dezían que sería bien afortunado y que merecería ser hombre de guerra y sobrepojaría a todos los de su manera, y sería hombre de mucha gravedad, y no cobarde ni pusilánime. Y si nacía hembra en aquel día, siendo hija de noble o de hombre de baxa suerte, lo mesmo merecería ser bien afortunada, varonil y animosa, y no daría pesadumbre a sus padres. Y más, dezían que cualquiera que nacía en este signo ce máçatl era temeroso y de poco ánimo y pusilánime. Cuando oía tronidos y relámpagos o rayos no los pudía sufrir sin gran miedo y se espantava. Y alguna vez le acontecía que moría del rayo, aunque no lluviesse ni fuesse noblado, o cuando se bañava ahogávase, y le quitavan los ojos y uñas algunos animales del agua, porque dezían que nasció en tal signo ce máçatl, porque es su natural del ciervo ser temeroso. Y el que nacía en este signo era temeroso demasiadamente, y los padres, como sabían el signo donde havía nacido, no tenían cuidado, por tener por averiguado que havía de parar en mal. Y en este dicho signo dezían que las diosas, que se llamavan cioateteu, descendían a la tierra, y les hazían fiesta, y les davan ofrendas y vestían con papeles a sus estatuas.
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Capítulo tercero Del agüero que tomavan cuando oían de noche algunos golpes, como de quien está cortando madera Cuando alguno de noche oía golpes como de quien corta leña de noche, tomava mal agüero. A éste llamavan yooaltepuztli; quiere dezir "hacha nocturna". Por la mayor parte este sonido se oía al primer sueño de la noche, cuando todos duermen profundamente y ningún ruido de gente suena. Oían este sonido los que de noche ivan a ofrecer cañas y ramos de pino, los cuales eran ministros del templo que se llamavan tlamacazque. Estos tenían por costumbre de hazer este exercicio o penitencia de noche, que es lo profundo de la noche. Ivan a hazer estas ofrendas a las cumbres de los montes comarcanos, y cuando oían golpes como de quien hiende madero con hacha, lo cual de noche suena lexos, espantávanse de aquellos golpes y tomavan mal agüero. Dezían que estos golpes eran ilusión de Tezcatlipuca, con que espantava de noche y burlava a los que andan de noche. Y cuando esto oía algún hombre animoso y esforçado, y exercitado en la guerra, no huía, mas antes seguía el sonido de los golpes hasta ver qué cosa era. Y cuando vía algún bulto de persona, corría a todo correr tras él hasta asirle y ver qué cosa era. Dízese que el que asía a esta fantasma, con dificultad podía aferrar con ella; así corrían gran rato, andando a la çacapella de acá para allá. Cuando ya se fingía cansada la fantasma, esperava al que la seguía. Entonce parecía al que la seguía que era un hombre sin cabeça; tenía cortado el pescueço como un tronco, y el pecho teníale abierto, y tenía cada parte como una portezilla, que se abrían y se cerravan, juntándose en el medio, y al cerrar dezían que hazían aquellos golpes que se oían lexos. Y aquel a quien havía aparecido esta fantasma, ora fuesse algún soldado valiente o algún sátrapa del templo animoso, en asiéndola y conociéndola por la abertura del pecho víala el coraçón y asía de él, como que se le arrancava tirando. Estando en esto, demandava a la fantasma que le hiziesse alguna merced, o le pedía alguna riqueza, o le pedía esfuerço o valentía para captivar en la guerra a muchos, y a algunos dávales esto que pedían, y a otros no les dava lo que pedían, sino el contrario que era pobreza y miseria y malaventura. Y ansí dezían que en su mano estava el Tezcatlipuca dar cualquiera cosa que quisiesse, adversa o próspera. Y la fantasma, respondiendo a la demanda, dezía de esta manera: "Gentil hombre, valiente hombre, amigo mío, fulano, déxame. ¿Qué me quieres? Que yo te daré lo que quisieres". Y la persona a quien esta fantasma le havía aparecido, dezíala: "No te dexaré que ya te he caçado". Y la fantasma dávale una punta o espina de maguey, diziéndole: "Cata aquí esta espina. Déxame". Y el que tenía a la fantasma asida por el coraçón, si era valiente y esforçado, no se contentava con una espina, y hasta que le dava tres o cuatro espinas no la dexava. Estas espinas eran señal que sería próspero en la guerra, y tomaría tantos captivos cuantas espinas rescibió, y que sena próspero y reverenciado en este mundo con riquezas y honras y insignies de valiente hombre. También se dezía que el que la asía del coraçón a la fantasma y se le arrancava de presto, sin dezirle nada, echava a huir con el coraçón y le escondía y le guardava con gran diligencia, embolviéndole y atándole fuertemente con algunos paños. Y después a la mañana desembolvíale y mirava qué era aquello que havía arrancado, y si vía alguna cosa buena en el paño, como es pluma floxa como algodón o algunas espinas de maguey, como una o dos, tenía señal que le havía de venir buenaventura y prosperidad. Y si por ventura hallava en el paño carbones o algún andraxo o pedaço de manta roto y suzio, en esto conocía que le havía de venir malaventura y miseria. Y si aquel que oía estos golpes nocturnos era algún hombre de poco ánimo y cobarde, ni la perseguía ni iva tras ella, sino temblava de temor y cortávase de miedo. Echávase a gatas porque ni podía correr ni andar. No pensava otra cosa más de que alguna desgracia le havía de venir por razón del mal agüero que havía oído. Començava luego a temer que le havía de venir enfermedad o muerte o alguna desventura de pobreza y trabajos por razón de aquel mal agüero.
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Capítulo tercero Del lenguaje y afectos que usavan cuando oravan al principal dios, llamado Tezcatlipuca, y Yáutl, Nécoc Yáutl, Monequi, demandándole favor en tiempo de guerra contra sus enemigos. Es oración de los sátrapas que contiene muy delicadas metáphoras y muy elegante lenguaje; En ella manifiestamente se ve que creían que todos los que morían en la guerra ivan a la casa del sol, donde gozavan de deleites eternos Señor nuestro, humaníssimo, piadosíssimo, amparador y defensor, invisible y impalpable, por cuyo alvedrío y sabiduría somos regidos y governados, debaxo de cuyo imperio bivimos, señor de las batallas, es cosa muy cierta y averiguada que comiença a fabricarse, ordenarse y formarse y concertarse gran guerra. El dios de la tierra abre la boca con hambre de tragar la sangre de muchos que murirán en esta guerra. Parece que se quieren regozijar el sol y el dios de la tierra, llamado Tlaltecutli. Quieren dar de comer y bever a los dioses del cielo y del infierno, haziéndoles combite con sangre y carne de los hombres que han de morir en esta guerra. Ya están a la mira los dioses del cielo y del infierno para ver quiénes son los que han de vencer y quiénes son los que han de ser vencidos, quiénes son los que han de matar y quiénes son los que han de ser muertos, cuya sangre ha de ser bevida, cuya carne ha de ser comida. De lo cual están ignorantes los padres y madres nobles, cuyos hijos han de morir; asimismo lo ignoran todos sus parientes y afines, y las amas que los criaron cuando niños y los dieron la leche con que los criaron, por los cuales sus padres padecieron muchos trabajos buscándolos las cosas necessarias de comer y bever y vestir y calçar, hasta ponerlos en la edad en que agora están. Ciertamente no adivinavan el fin que havían de haver los hijos que con mucho trabajo criaron, o si havían de ser captivos o si havían de ser muertos en el campo. Tened otrosí por bien, ¡oh, señor nuestro! que los nobles que murieren en el contraste de la guerra sean pacífica y jocundamente rescebidos del sol y de la tierra, que son padre y madre de todos, con entrañas de amor. Porque a la verdad no os engañáis en lo que hazéis, conviene a saber, en querer que mueran en la guerra, porque a la verdad para esto los embiastes a este mundo, para que con su carne y su sangre den de comer al sol y a la tierra. No te ensañes, señor, agora nuevamente en éstos, al exercicio de la guerra, porque en el mismo lugar donde éstos murirán han muerto gran cantidad de generosos y nobles señores, y capitanes y valiente hombres, porque la nobleza y generosidad de los nobles y generosos en el exercicio de la guerra se manifiesta y se señala. Y allí dais, señor, a entender de cuánta estima y preciosidad es cada uno, para que por tal sea tenido y honrado, bien ansí como piedra preciosa y plumaxe rico. ¡Oh, señor humaníssimo, señor de las batallas, emperador de todos, cuyo nombre es Tezcatlipuca, invisible y impalpable! Suplícoos que aquel o aquellos que permitiéredes murir en esta guerra sean rescebidos en la casa del sol, en el cielo, con amor y con honra, y sean colocados y aposentados entre los valientes y famosos que han muerto en la guerra, conviene a saber, con el señor Quitziccuacuatzin, y con el señor Maceuhcatzin, y con el señor Tlacauepantzin, y con el señor Ixtlilcuecháuac, y con el señor Ilhuitl Témuc, y con el señor Chauacuetzin, y con todos los demás valientes y famosos hombres que han muerto en las guerras ante de ésta, los cuales están haziendo regozijo, y aplauso a nuestro señor el sol, con el cual se gozan y están ricos de perpetuo gozo y riqueza, y que nunca se les acabará, y siempre andan chupando el dulçor de todas las flores dulces y suaves de gustar. Este es gran deporte a los valientes y esforçados que murieron en la guerra, y con esto se embriagan de gozo y no se les acuerda ni tienen cuenta con noche ni con día, y no tienen cuenta con años ni con tiempos, porque su gozo y su riqueza es sin fin, y las flores que chupan nunca se marchitan y son de gran suavidad, con desseo de las cuales se esforçaron a morir los hombres de buena casta. En conclusión, lo que ruego a vuestra magestad, que sois nuestro señor humaníssimo, nuestro emperador invictíssimo, es que tengáis por bien que los que murieren en esta guerra sean rescebidos con entrañas de piedad y de amor de nuestro padre el sol y de nuestra madre la tierra, porque vos solo bivís y reináis y sois nuestro señor humaníssimo. No solamente ruego por aquellos muy principales y muy generosos y nobles, pero también por todos los demás soldados que son afligidos y atormentados en su coraçón y claman en vuestra presencia, llamándoos, que no tienen en nada sus vidas, que sin temor se arrojan a los enemigos con desseo de morir, concedeldos si quiera alguna partezilla de lo que quieren y dessean, que es algún reposo y descanso en esta vida. O si acá en el mundo no han de medrar, señalaldos por servidores y oficiales del sol para que administren comida y bevida a los del infierno y a los del cielo. Y aquellos que han de tener cargo de regir la república o han de ser tlacatéccatl o tlacochcálcatl, dadlos habilidad para que sean padres y madres de la gente de guerra que andan por los campos y por los montes y suben los riscos y descienden a las barrancas; y en su mano ha de estar el sentenciar a muerte a los enemigos y criminosos, y también ha de estar en su mano el destribuir vuestras dignidades, que son los oficios y armas de la guerra, como son rodelas y las demás armas y insignias, como privilegiar a los que han de traer barbotes y borlas en la cabeça, y orejeras y pinjantes y braçaletes y cueros amarillos atados a las gargantas de los pies, y que han de privilegiar y declarar la manera de los maxtles y de las mantas que a cada uno conviene traer. Estos mesmos han de dar licencia a los que han de usar y traer piedras preciosas, como son chalchihuites y turquesas, y quién ha de traer plumas ricas en los areitos, y quién ha de usar de collares y joyas de oro, todo lo cual son dones delicados y preciosos que salen de vuestras riquezas y hazéis merced a los que hazen hazañas y valentía en la guerra. Ruego asimesmo a vuestra magestad que hagáis mercedes de vuestra largueza a los demás soldados baxos. Daldos algún abrigo y buena passada en este mundo, y hazeldos esforçados y osados, y quitad toda cobardía de su coraçón, para que con alegría, no solamente con alegría, resciban la muerte, pero que la desseen y la tengan por suave y dulce, y que no teman las espadas ni las saetas, mas que las tengan por cosa dulce y suave, como a flores y manjares suaves, ni teman ni se espanten de la grita y alaridos de sus enemigos; esto hazed con ellos como con vuestros amigos. Y por cuanto es vuestra magestad señor de las batallas y de cuya voluntad depende la victoria, y a quien quisiéredes ayudáis, y a quien quisiéredes desamparáis, y no tenéis necessidad de que nadie os dé consejo, y pues que esto es ansí, suplico a vuestra magestad que desatinéis y emborrachéis a nuestros enemigos para que se arrojen en nuestras manos y, sin hazernos daño, cayan todos en las manos de nuestros soldados y peleadores que padecen pobreza y trabajos. ¡Oh, señor nuestro! Tenga por bien vuestra magestad, pues que sois dios y lo podéis todo y lo ordenáis todo y entendéis en disponer todas las cosas y en ordenar y disponer, que esta vuestra república sea rica y próspera y ensalçada y honrada y afamada en los exercicios y valentías de la guerra, y que bivan y que sean prósperos aquellos en quien está agora el exercicio de la guerra, que sirven al sol. Y si en algún tiempo adelante tuviéredes por bien que mueran en la guerra, sea para que vayan a la casa del sol con los varones famosos y valientes que allá están y murieron en la guerra.