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La Visitación fue encargada a Rafael por J. B. Branconio para la iglesia de San Silvestre del Aquila en los Abruzzos hacia 1519. En el centro de la tabla se puede leer el nombre del cliente en letras capitales doradas, mientras que a la izquierda observamos la firma del autor. Rafael ha unido en este cuadro dos escenas en una, al mostrarnos en primer plano el encuentro entre Santa Isabel y la Virgen María, mientras al fondo del paisaje - iluminado por un rompimiento de Gloria en el que aparece Dios Padre rodeado de tres ángeles - se representa el bautismo de Cristo en el que participan los dos hijos de las santas mujeres que se saludan en primer plano. El estilo del maestro va evolucionando al dejar de lado la blandura y la dulzura de sus primeras composiciones - la Sagrada Familia del Cordero - para dotarse de mayor fuerza aunque sin abandonar la belleza que caracterizará a los rostros de sus figuras durante toda su producción. Las dos santas están perfectamente dibujadas; con sus amplias túnicas y mantos no permiten ver su anatomía pero se aprecia que son figuras grandes, escultóricas, en las que se aprecia la marca de Miguel Angel. También hay que añadir el interés del maestro por el estudio de la luz, provocando contrastes y claroscuros aprendidos de la observación de la obra de Leonardo, pero perfeccionado por el genio de Rafael. El gusto por el paisaje será un denominador común en sus cuadros, fiel a la escuela de Umbría en la que dio sus primeros pasos. La tabla fue adquirida por Felipe IV para decorar el Palacio de El Escorial.
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Vicente Masip trabajó durante el Pleno Renacimiento español. Fue uno de los primeros en conocer y adoptar los rasgos pictóricos de Rafael y Leonardo. La influencia más directa que encontramos en este cuadro es precisamente su formato circular, lo que nos habla de un modelo llamado tondo, que era muy utilizado por Rafael en sus escenas religiosas en las que aparece la Virgen. El tema del tondo es la Visita que Santa Isabel, madre de San Juan Bautista, realiza a María, cuando las dos se encuentran embarazadas. El momento es en el que San Juan se agita en el vientre de Isabel y ésta conoce que María será la madre del Mesías, por lo que cae arrodillada ante su prima, que la levanta dulcemente del suelo. En toda la escena predomina un tono italianizante que da modernidad a la imagen. No sólo el formato, sino la "charis" de Rafael está presente. Este es el don de la gracia, que Masip otorga a las delicadas figuras femeninas que aparecen. Tras ellas está la pareja de los maridos, con una iconografía curiosa: San José aparece como un hombre joven, moreno, cuando la manera habitual de representarlo hasta el Barroco era la de un anciano, similar al esposo de Isabel. Uno de los primeros autores en reflejar un San José joven fue Murillo en su Sagrada Familia del Pajarito.La consecuencia del encuentro entre las madres se observa en la lejanía: en mitad del hermoso paisaje umbrío del fondo, con un río que zigzaguea hacia el horizonte, se encuentran las figuras de los hijos, ya mayores, cumpliendo con sus respectivas misiones. San Juan en la orilla bautiza a Cristo, introducido hasta las rodillas en el río. La escena tiene un tinte familiar gracias a las figuras de los sirvientes que acompañan a las familias, el hombre preparando los asnillos para el viaje, y la sirvienta aguardando en la puerta de sus señores, en una casa que parece un templo romano con columnas de capiteles corintios.
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El Políptico de la Virgen se dedica a un momento muy concreto de la vida de María, como es la concepción y el nacimiento de Cristo. Así, las cuatro tablas que lo integran recogen la escena de la Anunciación del ángel a María, el cuadro que nos ocupa con la visita que la Virgen embarazada realiza a su prima Isabel, también embarazada de San Juan, la Adoración de los Angeles y la Adoración de los Reyes Magos.Al tiempo que se narra este momento de la vida de María, se enlaza muy inteligentemente con la historia del Nuevo Testamento, que al fin y al cabo depende del nacimiento de Cristo. Está contada en los relieves fingidos que rodean la escena principal, a modo de marco de ventana real. El esquema de distribución es el que se empleaba en las portadas góticas, con figuritas bajo doseles colocadas longitudinalmente a lo largo del arco. La Visitación muestra a la vieja Isabel, que ya no podía concebir, milagrosamente embarazada de San Juan Bautista, que recibe a su prima María, ya encinta del Mesías. Ambas se saludan posando sus manos en el vientre de la otra, a modo de reconocimiento de los milagros que las han hecho concebir. La escena se desarrolla en un paisaje típicamente flamenco, con arquitecturas nórdicas del estilo de Brujas o Gante. Los relieves que rodean la escena nos cuentan la historia de la Pasión de Cristo, desde la Oración en el Huerto hasta el Espolio y la Coronación de Espinas.
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En la pared del arco que daba acceso al coro de la capilla Scrovegni, en Padua, y en su parte superior, Giotto da forma a esta Visitación. El registro superior estaba dedicado a episodios de la vida de la Virgen y de la historia de sus padres, San Joaquín y Santa Ana. En esta representación se narra el encuentro que tuvo lugar entre las primas Isabel y María, enterada esta última de que también estaba embarazada. El centro compositivo lo forma el emotivo momento en que se encuentran y abrazan las dos protagonistas. Giotto vuelve a figurar una edificación donde transcurre el relato. Ahora ha representado un pórtico de líneas muy estilizadas, decorado con relieves de carácter clásico en su fachada. El edificio no ocupa el primer plano de la composición, sino que se sitúa al fondo, y transversal al motivo narrado: su función es simplemente la de un escenario. Siguiendo esta diagonal, nos damos cuenta de las reducidas posibilidades que aquí muestra la arquitectura, ya que el eje compositivo, figurado en el centro, es el abrazo de la Virgen y Santa Isabel, ambas encintas. Se completa la composición con las acompañantes de ambas: a la derecha, la sirvienta de Isabel que sale de la casa; a la izquierda, las dos mujeres que acompañan a María en la visita. Giotto vuelve a dar especial importancia a las actitudes de los personajes. De esta forma, más que los cuerpos torsionados de las dos primas, se establece una relación de tipo emotivo entre ellas y el resto de figurantes, a partir de las miradas intensas y llenas de emoción. Por último, destacar el lugar donde se sitúa la escena: un suelo, un poco en pendiente, compuesto por las rocas acartonadas en el estilo de la decoración de la basílica Superior de Asís, que continúa la diagonal de toda la imagen.
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El encuentro entre santa Isabel y la Virgen María se produce al aire libre, a las puertas de un grupo de casas. Como todas las escenas del conjunto de la Cartuja del Aula Dei- véase la Presentación de Jesús o el Nacimiento de la Virgen - la composición se desarrolla sobre unas gradas, reforzándose la monumentalidad de las figuras, vestidas con amplios y plegados ropajes de vivos colores en los que la luz crea un atractivo juego de reflejos. Goya se ha preocupado por la sensación de perspectiva, diseñando diferentes planos que se alejan en profundidad para crear el efecto de lejanía. Las principales figuras se sitúan en el centro de la composición, característica común en toda la serie a excepción de la Adoración de los Reyes Magos.
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Villegas es el autor, en 1566, del retablo de la Visitación para la catedral sevillana. En la tabla central se representa a la Virgen y santa Isabel centrando la composición, destacando el refinado colorido y el elaborado dibujo manifestados por el artista, apreciándose ecos del manierismo. En el banco encontramos un sensacional repertorio retratístico donde aparecen los donantes del retablo, Don Diego de Bolaños y su familia.
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El prestigio alcanzado en los años iniciales de la década de 1520 lleva a Pontormo a recibir un buen número de encargos con lo que decorar las iglesias de Florencia y su entorno. Para la parroquia de San Michele en Carmignano pintará esta Visitación en la que presenta un amplia variedad de elementos manieristas. La simetría de las obras quattrocentistas se rompe para dejar paso a una composición ambigua, en la que casi desaparecen las referencias arquitectónicas y la perspectiva tradicional para ubicar a los personajes en un impactante primer plano, invitando al espectador a participar en la escena. Las figuras de Santa Isabel y la Virgen María aparecen por duplicado, mostrándolas de perfil y de frente, de la misma manera que los colores están simétricamente invertidos. Las figuras gozan de monumentalidad, inspirada en Miguel Angel, pero se presentan alargadas, al igual que más tarde hará Parmigianino o El Greco.
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Alonso Cano pintó esta obra en su última etapa y muestra en ella cómo había avanzado su estilo, simplificando las figuras, con nuevas gamas de color más vivo y contrastado, y añadiendo una gran monumentalidad a los personajes y las arquitecturas que les sirven de fondo. La Visitación forma parte de una serie de lienzos que el artista realizó por encargo de la catedral de Granada. La serie está dedicada a la vida de la Virgen María, concretamente a los Gozos. Los cuadros habían de colgarse en la catedral para ser contemplados desde lejos por gran número de fieles. Esta circunstancia hizo que Cano eligiera un tamaño generoso para las escenas y que redujera al máximo el número de personajes, para que de esta manera destacaran por su tamaño y singularidad facilitando a los espectadores la comprensión de la imagen.
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La fundadora de la Capilla Oballe de la iglesia de San Vicente de Toledo fue doña Isabel de Oballe, por lo que se pensó incluir en la decoración "una ystoria de la uisitación de santa isabel por ser el nombre de la fundadora, para lo que se a de fixar un zírculo adornado con su cornisa a la manera que está en Illescas" (sic). Así surge esta imagen, que no fue colocada en el conjunto cuando se entregó en 1613 quizá por modificaciones que desconocemos al carecer de documentación. La obra se colocó definitivamente en la iglesia de Santa Clara de Daimiel. El diseño de la escena está planteado para observarla desde abajo, como atestigua la cornisa de la zona baja y la postura de ambas figuras. María y Santa Isabel se encuentran a la puerta de la casa de ésta última, haciendo referencia a una portada manierista, simple y monumental. A la derecha contemplamos los nubarrones que pueden presagiar el destino de los hijos de ambas: Cristo crucificado y San Juan Bautista degollado. Las figuras son enormes, envueltas en gruesos ropajes con acentuados pliegues. La luz resbala por esos mantos, sustituyendo el color azul por blanco allí donde incide con mayor fuerza, según era tradicional en la Escuela veneciana. La pincelada es muy suelta, posiblemente porque sea una imagen inconclusa, a pesar de su cargado dramatismo y de la fuerza de los gestos de ambas figuras. La Asunción acompañaría a esta escena en la Capilla Oballe, resultando un conjunto de sublime delicadeza.