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Nos proponemos englobar bajo este título la actuación de Roma en los territorios de la Meseta y el NO de Hispania.Cuando la Meseta entró en contacto con Roma a lo largo del siglo II a. C., su nivel de urbanización era diferenciado puesto que existían zonas próximas al mundo levantino y turdetano con mayor desarrollo que otras áreas más distantes.En los valles del Tajo y del Duero se concentraban los núcleos de mayor extensión y entidad organizativa, que podríamos denominar urbes, donde vivían pueblos agricultores, como vacceos y carpetanos, y los celtíberos. Todos los autores están de acuerdo en que debió de existir una cierta jerarquización de hábitat entre los poblados de mayores dimensiones y los de tipo medio y pequeño (oppidum/castellum) pero la escasa documentación arqueológica disponible no permite aquilatar totalmente la ordenación del territorio prerromano meseteño. Encontramos grandes poblados en la Submesesta Sur como Fosos de Bayona (Cuenca), e importantes núcleos arévacos y celtiberos como Uxama, Tiermes y Numancia. Para este último enclave, famoso en la historiografía universal por los acontecimientos bélicos allí desencadenados, Schulten aseguraba la existencia de una trama regular, ortogonal de época celtibérica sobre la que se asentaría la ciudad romana. A. Jimeno ha señalado que el urbanismo actual de La Muela de Garray, donde se ubica Numantia, responde a las obras de remodelación romanas tras la toma de la ciudad, pero su trazado, señalado por los arroyos de las calles, sería de época celtibérica a excepción de algunas rectificaciones. En otros núcleos próximos a Numantia como Ocenilla, Langa, etc., se ratifica la repartición del espacio interior con esquema de plaza central y casas adosadas a la muralla al estilo de algunos poblados del valle del Ebro. Casi nada se sabe del urbanismo de la región vaccea aunque las fuentes llaman ciudades a Intercatia, Pallantia (Palencia), Ocelloduri (Zamora), Albocela (Toro), etc. La actuación de Roma en la Meseta durante el periodo republicano adolece de falta de datos arqueológicos contrastados. Parece evidente que los romanos respetaron los grandes poblados indígenas que se adaptaban bastante bien a sus necesidades y esquemas socioeconómicos. Se observa que la mayoría de las ciudades de la Meseta se mantuvieron ocupadas y conservaron su nombre indígena: Uxama, Numantia, Consabura, Toletum, Complutum, Oretum, Sisapo, etc. Los poblados de menor entidad sufrieron una suerte diversa. Una gran mayoría se abandonaron pero otros conservaron su vigencia posiblemente por intereses económicos de los romanos (zonas mineras). Roma aplicó también en la Meseta la fórmula de la contributio al primar un yacimiento respecto a los circundantes. Así lo pone de relieve A. Fuentes para el caso de Fosos de Bayona, la Sekobirikes prerromana que será trasladada a Cabeza de Griego donde se sitúa la Segóbriga romana. El fenómeno se repite en Ercávica, Clunia o Valeria, con relación a los yacimientos prerromanos próximos a cada uno de estos enclaves. Todos ellos verán un esplendoroso desarrollo urbano en época julio-claudia. En cuanto al NO peninsular, consideramos que no hubo aglomeraciones que reunieran los requisitos suficientes para ser consideradas ciudades. Los recintos castreños, aislados y dispersos, se protegían con defensas naturales de fosos y parapetos a los que a veces se agregaban murallas. No existió una ordenación interior de los espacios que se ocupaban espontáneamente con viviendas circulares o rectangulares exentas, con hogar central. No hubo calles ni otros elementos regularizadores y los poblados parecían vivir de forma autárquica. Habrá que esperar el fin de las Guerras Cántabras para observar modificaciones sustanciales en este panorama. Será a partir de Augusto cuando se creen las primeras ciudades romanas del NO a la par que se respeta el hábitat castreño preexistente en el que se introducen nuevos elementos de organización espacial.
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Las fuentes literarias de los primeros años de la conquista citan numerosas ciudades del Sur y Levante peninsular con los términos de urbs y oppidum. En la concepción romana, estas expresiones suponen una escala jerárquica elevada, en particular, la denominación urbs significaba ciudad acotada y organizada social y económicamente, siendo un oppidum una aglomeración de segundo grado por debajo de la cual estaban los vici (aldeas), pagi, castelli y fora. Las citas documentales no pueden admitirse como base única para hablar de una auténtica organización urbana entre los pueblos ibéricos. Se precisan testimonios materiales, pero desgraciadamente todavía conocemos escasos planos de ciudades y poblados elaborados a partir de excavaciones rigurosas. M. Almagro ha analizado recientemente el área superficial de las poblaciones ibéricas. Destaca en su estudio que, a pesar de la entidad de algunos establecimientos, la extensión de las ciudades ibéricas nunca superó las 50 Ha y fue menor que otras ciudades del Mediterráneo occidental, a excepción quizá de Corduba (Córdoba) y los enclaves coloniales de Gadir (Cádiz) y Cartago Nova (Cartagena). Añade este autor que las poblaciones mayores de 20 Ha se localizan todas en la Turdetania y la Oretania, frente al menor desarrollo superficial de los núcleos de la Iberia levantina y septentrional. Este dato se justificaría por la importancia de la tradición protourbana tartésica en la Iberia meridional. En cuanto a la ordenación interna de los poblados se observa, con independencia de la cuantificación de su superficie, que presentaba un urbanismo bastante desarrollado con calles cruzadas en ángulo recto delimitando manzanas de viviendas y espacios de uso público. La Serreta de Alcoy, El Tosal de Manises, La Alcudia de Elche, La Isleta de Campello, El Oral, etc., son ejemplos estudiados por L. Abad en la región levantina, donde se refleja la adopción de los patrones ortogonales al uso en Grecia o Etruria. Dentro de las variantes regionales y con adaptaciones específicas, estarían los poblados denominados de calle central, característicos del Valle del Ebro. Las casas se organizaban en torno a una calle única que constituía el eje del poblado, como se puede observar en Taratrato (Teruel), estudiado por F. Burillo. La documentación sobre el urbanismo colonial fenicio no resulta demasiado relevante. Evidentemente Gadir tuvo que ser centro urbano principal, pero apenas sabemos nada de su configuración urbanística con los datos arqueológicos en la mano. Tal vez el mejor testimonio conocido en la actualidad sea el yacimiento del Castillo de Doña Blanca en el Puerto de Santa María, que, a tenor de las últimas excavaciones, fue un importante emporio con una traza urbana de cierto alcance. Al decir de Estrabón, también Mainake en Málaga, tendría planta de ciudad griega, pero no sabemos en qué momento de su evolución -bajo el dominio griego o púnico- ha de fijarse su planta regular. En la costa catalana, la continua presencia griega tuvo reflejo claro en la ordenación de la Neapólis ampuritana y en el vecino asentamiento helenizado de Ullastret, que ostenta uno de los sistemas defensivos greco-ibéricos más impresionante. M. Bendala ha propuesto, en los últimos años, valorar de forma más explícita la importancia de la acción cartaginesa en España en materia de urbanismo. Para este autor, los bárquidas, en concreto, habrían creado un imperio en el suelo hispánico, estructurado a partir de una red de centros urbanos que serviría de base para su política expansionista. Enclaves como Akra Leuke (cerca de Cástulo), Carmo (Carmona), Carteia e Hispalis (Sevilla) junto con la capital Cartago Nova, habrían aplicado esquemas propios del mundo helenístico en su regulación urbana, funcionando a la vez como auténticos lugares centrales en la articulación territorial de las zonas del Levante y sur de la península. La aceptación de tan sugestiva hipótesis requerirá en un futuro una confirmación arqueológica fehaciente más allá de los puros datos estratigráficos. De hecho, el urbanismo de época púnica y republicana de la capital, Cartago Nova, nos es prácticamente desconocido a pesar de la descripción polibiana. En resumen, las zonas ibéricas del Levante y Mediodía peninsular presentaban a la llegada de los romanos un desarrollo urbano con suficiente entidad como para que los nuevos colonizadores encontrasen satisfechas buena parte de sus necesidades. Quizá por ello Roma fundó pocas ciudades ex novo en estas tierras optando por aprovechar la situación urbana precedente, que no se verá modificada hasta bien entrada la época imperial.
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Entre mediados y finales del siglo I d. C. reviste especial importancia la acción urbanizadora de los emperadores flavios en Hispania. Cada año se descubren epígrafes con nuevos datos sobre centros promocionados a municipios flavios. Se observa, asimismo, que en las ciudades de origen augusteo se construyeron nuevos edificios públicos, e incluso algunas áreas forenses se remodelaron casi por completo como sería el caso de Conimbriga (Condeixa-a-Velha), o se modificaron parcialmente como aconteció en Baelo (Bolonia, Cádiz) y en Munigua (Mulva, Sevilla). Pero además, se desarrollarán nuevos núcleos urbanos como Complutum (Alcalá). Un caso particular sería la creación del campamento de Legio VII en León, que se convirtió en ciudad hacia el siglo III d. C. A lo largo ya del siglo II d. C. tan sólo se puede hablar de un auténtico proyecto urbanístico en el caso de Itálica, con la creación de la nova urbs. La vieja ciudad fundada por Escipión el año 206, tras la batalla de Carmona, recibirá en este siglo el rango de colonia y verá ampliarse su núcleo fundacional, la llamada vetus urbs, situada bajo el caserío de Santiponce de la que todavía faltan numerosos datos para comprender su estructura urbana. La traza urbana de la nova urbs italicense se caracterizó por su adecuación a la topografía del terreno, sobre el que se trazaron anchas calles con aceras porticadas, sin ejes predominantes, que llegan a alcanzar 16 m de anchura. Los edificios se subordinaron al esquema ortogonal. Las insulae eran rectangulares y ocupadas por dos casas amplias, tipo domus, que disponían con frecuencia de termas privadas y estancias destinadas a tabernae. Alguna de las edificaciones domésticas más conocidas como la casa de la Exedra ha sido interpretada por Rodríguez Hidalgo como la sede de un collegium. Del recinto monumental, instalado en el centro de la ampliación adrianea de Itálica, quedan los cimientos de un enorme espacio que, según las excavaciones de P. León, sería una gran plaza rectangular porticada, con un fondo de exedras cuadrangulares y rectangulares alternantes en el centro de la cual se elevaría un gran templo a Trajano divinizado. La ciudad disponía de un teatro, y unas termas públicas ubicadas en el casco viejo, y de otros baños y edificios públicos en el recinto adrianeo. En el NO se documenta, a fines del siglo I d. C. y a lo largo del siglo II d. C., el abandono de numerosos castros que habían sido ocupados y reurbanizados después de la conquista. Se funda la colonia Flaviobriga (Castro Urdiales) cuyo tejido urbanístico nos es desconocido. Se asiste a la creación de núcleos urbanos de carácter intermedio, tanto en sus dimensiones como en su entidad, que llevarán el apelativo flavio en su nombre. Un ejemplo significativo podría ser el municipio de Aquae Flavia (Chaves), ciudad ubicada estratégicamente dentro del sistema viario del NO en una región rica en agricultura y minería y que conserva una planta rectangular con calles en retícula. Otro caso lo constituye la ciudad de Gijón, quizá la antigua Gijia ptolemaica, establecida en la falda de una estratégica península al borde del mar Cantábrico, donde en las excavaciones de los últimos años hemos documentado los restos de una factoría de salazones y unas termas. La zona estuvo ocupada desde fines del siglo I d. C. Una cierta traza regular se advierte en el tejido urbano actual. La ciudad fue cercada por una potente muralla en el Bajo Imperio. Por los datos epigráficos y textuales se sabe que en el NO existieron los fora o lugares de feria y mercado, fundados por Roma en regiones que estaban en proceso de romanización y que fueron sede de actividades administrativas y cabecera de comarca para los intercambios comerciales. Nada se ha podido documentar sobre su estructura urbanística, aunque sus nombres están constatados en las fuentes epigráficas y textuales (Forum Gigurrorum, Forum Bibalorum, Forum Limicorum).
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En claro contraste con la intensidad que posee el programa de implantación de la ciudad romana en Hispania en época de César y de Augusto, la actividad en este campo de los emperadores julioclaudios tiene menor relevancia hasta el punto de constituir en líneas generales un paréntesis en la extensión de la vida urbana en la Península Ibérica. Concretamente, son inexistentes las iniciativas de Calígula (37-41 d.C.) y de Nérón (54-58 d.C.), y tan sólo durante los reinados de Tiberio y de Claudio se producen intervenciones puntuales, que están también presentes en las decisiones que adoptan algunos gobernadores de las provincias hispanas durante las guerra civil posterior al asesinato de Nerón. Pese a que la política de Tiberio (14-37 d.C.) fue poco propicia a la concesión de estatutos privilegiados a las ciudades de las provincias, en la Península Ibérica existen datos sobre la promoción municipal de algunos centros de la Citerior Tarraconense ubicados en el valle del Ebro y zonas orientales del conventus cartaginense. Los elementos indicativos proceden de las acuñaciones de monedas y están constituidos por la presencia del nombre de este emperador en el anverso y la especificación del rango municipal seguido del correspondiente topónimo en el reverso de las emisiones de época de Tiberio realizadas en Graccuris (Alfaro), Cascatum (Cascante), Ercavica (El Castro, Cuenca) y Osicerda. En otros casos, la única evidencia es la constatación epigráfica de magistrados municipales en centros indígenas, como ocurre en Clunia (Coruña del Conde), capital del correspondiente conventus, o en Segobriga (Cabeza del Griego, Cuenca), donde se produce también en época de Tiberio una importante monumentalización de la ciudad. La municipalización de la urbanizada provincia de la Betica se ve favorecida como consecuencia de la política anexionista que Claudio (41-54 d.C.) practica en el territorio mauritano. Concretamente, el centro de Baelo (Bolonia), ubicado en el Estrecho de Gibraltar, cuya ocupación remite al siglo II o I a.C. y donde se habían desarrollado importantes factorías de salazones, fue promocionado al estatuto municipal por Claudio, convirtiéndose en uno de los centros esenciales desde donde se realiza el embarque de personas y mercancías hacia Tingi (Tánger) en territorio mauritano. El nombre del emperador Claudio también está presente en otro centro del norte de la Península Ibérica como es Claudionerium, ubicado por Ptolomeo entre los ártabros, pero ningún otro indicio poseemos sobre sus características. La potenciación del proceso de urbanización se realiza también de forma puntual durante la guerra civil posterior al asesinato de Nerón; concretamente, Galba, gobernador de la Provincia Citerior y candidato a emperador, crea una nueva legión, la VII Galbiana, concediendo a los indígenas reclutados los derechos de ciudadanía romana, y promociona a Clunia al rango de colonia por el apoyo prestado a su causa con el nombre de Clunia Sulpicia. También Otón, gobernador de la Lusitania, contribuye a la potenciación de los centros urbanos hispanos y a la promoción jurídica de algunas comunidades en el mismo contexto de la guerra civil; Tácito nos informa que concedió la ciudadanía romana a los ilercaones en la Tarraconense, y en las colonias de Hispalis y de Emerita se realizaron nuevos asentamientos de veteranos.
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En el mundo subdesarrollado existe una variedad similar o superior a la que se encuentra en la urbanización de los países desarrollados. Es difícil comparar el proceso de urbanización de países tan dispares como India y China, que juntos reúnen las dos quintas partes de la población mundial y poseen un pasado urbano brillante, con el de los casi cincuenta Estados con efectivos demográficos inferiores al millón de habitantes. Los países subdesarrollados difieren también en sus estructuras socioeconómicas como en sus experiencias históricas. Ante tal diversidad las características de la urbanización sólo pueden describirse con precisión tratando la situación por separado de cada país, lo que no es posible en una obra como la que nos ocupa. Se analizarán en primer lugar los procesos generales y más tarde presentaremos, con un alto nivel de generalización, los principales modelos de urbanización.Todos estos países conocen una industrialización tardía y en la mayor parte de los casos incompleta. El Tercer Mundo es amplio y diverso tanto desde un punto de vista natural como sociocultural y las generalizaciones sobre sus paisajes urbanos carecen de universalidad. Las ciudades islámicas del norte de Africa, por ejemplo, son ciudades muy diferentes de las que se encuentran en el Africa subsahariana, el sudeste asiático o en América Latina. Sin embargo, cabe diferenciar una serie de rasgos comunes. Así la mayoría de las ciudades conocen fuertes inmigraciones rurales que no pueden ser absorbidas por el sistema productivo. Por ello, todas las ciudades tienen una mano de obra que supera las posibilidades de empleo, y así se explica el gran número de personas que trabajan en la economía informal y especialmente en el comercio callejero.En 1960 estos países menos desarrollados reunían al 69 por 100 de la población mundial, pero al iniciarse la década de los 80 había ascendido al 74 por 100 y al finalizar el siglo constituirían el 80 por 100 de los efectivos demográficos mundiales.En 1950 sólo 300 millones de habitantes vivían en ciudades en los países subdesarrollados; en 1960 la cifra se elevó a 500 y en 1993 asciende ya a 1.435 millones de habitantes. Por otra parte, la tasa de crecimiento demográfico descendió considerablemente desde la década de los años 50, pasando del 5 al 3,4 por 100 en el momento presente.En el ámbito tercermundista aparece un sistema económico dual, entre una economía centralizada y estable y la economía de bazar, pero estos dos circuitos económicos están íntimamente relacionados. No resulta posible, pues, establecer un paralelismo entre el proceso de urbanización europeo y el del Tercer Mundo, ya que sus fuertes tasas de crecimiento demográfico, su escaso desarrollo económico y la ausencia de válvulas que permitan la emigración hacia tierras poco pobladas hacen que el crecimiento de la mayor parte de las ciudades subdesarrolladas supere ampliamente la capacidad de crear puestos de trabajo. Esta divergencia se conoce con el nombre de "sobreurbanización".Un rasgo común en el proceso de urbanización del Tercer Mundo es el fuerte crecimiento experimentado por las ciudades millonarias en los últimos 30 años. La gran mayoría de estas superciudades, de continuar las tendencias demográficas actuales, verá duplicarse sus efectivos demográficos en tan sólo quince años. Así a finales del siglo XX, Ciudad de México, Bombay y Calcuta pueden haber superado los 15 millones de habitantes, en tanto que Bangkok, Beijing, El Cairo, Delhi, Yakarta, Karachi, Manila, Río de Janeiro o Teherán pueden superar los 10 millones de habitantes. Otro rasgo característico del proceso de urbanización de los países subdesarrollados es el desarrollo del chabolismo o del "urbanismo marginal" como consecuencia del crecimiento explosivo de las ciudades. Este fenómeno tiene un carácter general, como lo atestiguan los diferentes nombres con que se conoce en estos países ("ranchos" en Caracas; "callampas" en Chile; "favelas" en Río de Janeiro, "pueblos jóvenes" en Lima; "villas miseria" en Buenos Aires; "bustee" en Calcuta, "bidonvilles" en el ámbito africano francófono, etc.). Estos asentamientos espontáneos, al margen de la planificación y disciplina urbanística, están formados por infraviviendas de autoconstrucción, con materiales de desecho y carentes de todo tipo de servicio. Este espacio urbano forma un componente esencial de la ciudad tercermundista y alberga entre un tercio y dos tercios de la población en la mayor parte de las ciudades del Tercer Mundo. Se estima que la mayor parte de las viviendas que se construyen en estas ciudades tiene este carácter y tan sólo el 20 por 100 de las viviendas las construye el sector formal.Existen diferentes modelos de urbanización fuera del Mundo desarrollado:a)Modelos asiáticos-africanos. Muchas de las grandes ciudades de Asia y Africa fueron fundadas y desarrollados por las potencias coloniales europeas. Por ejemplo, los británicos construyeron Calcuta y Bombay en la India y Nairobi y Harare en Africa; los franceses desarrollaron Ho Chi Minh en Vietnam y Dakar en Senegal; los holandeses Yakarta en Indonesia. Estas y muchas otras ciudades tienen ciertas semejanzas derivadas del pasado colonial.En el continente asiático se dan grandes diferencias en el grado de urbanización. Dado el peso de China, India e Indonesia, el continente posee un bajo nivel de urbanización (31 por 100 en 1993), y en todas las ciudades asiáticas el crecimiento está muy ligado al saldo natural de población.El crecimiento medio anual de la población urbana es del 3 por 100 y su valor no variará sustancialmente hasta el año 2000. Dentro de este continente es preciso diferenciar los países de baja renta per cápita (inferior a 400 $), de los que conocen un cierto despegue económico (1.500 $). En el primer grupo se incluye China, Pakistán, India y Bangladesh, con fuertes tasas de crecimiento demográfico total y urbano y con una hegemonía de lo rural sobre lo urbano En el segundo grupo se encuadran países con un cierto nivel de industrialización como Tailandia, Filipinas, Singapur y Corea. Todos estos países poseen un mayo grado de urbanización.En el continente asiático se puede diferenciar el modelo de ciudad del sudeste. El puerto se asocia con construcciones europeas desarrolladas durante la independencia y en torno a él aparece un distrito de negocios de estilo europeo, con comercios, hoteles y restaurantes, con comunidades de comerciantes chinas e indias. En conjunto, la población que habita en los barrios deteriorados del centro (tugurios) y en las chabolas de la periferia supone los dos tercios del total.El segundo modelo es el de la ciudad asiática del sur y resume la estructura interna colonial, apareciendo claramente la separación de los espacios residenciales de la población autóctona y la colonial. Como espacio intermedio aparece un área de poblamiento mixto y los desarrollos recientes en la periferia donde residen las elites locales. El tercer modelo es el de la ciudad bazar. Carece de centro comercial y de distritos industriales y sus usos del suelo no están bien definidos. En la ciudad bazar es muy importante el centro, convergencia de caminos, donde viven las clases acomodadas y también los comerciantes viven encima o detrás de sus tiendas. Más allá del núcleo central aparece una corona con residentes de altas rentas relativas conviviendo con un gran número de sirvientes y en la periferia surgen las chabolas segregadas de acuerdo a la etnia, religión, casta o procedencia rural de sus moradores.Africa es el continente menos urbanizado con sólo el 30 por 100 de su población de 1993 viviendo en ciudades. Presenta las tasas de urbanización más elevadas del mundo y se estima que seguirán manteniéndose hasta el año 2025. El fuerte crecimiento de la población asegura un crecimiento urbano espectacular. Las diferencias en el proceso urbanizador son notables. Africa del Sur es predominantemente urbana en tanto que el Africa oriental y occidental tiene valores entre el 20 y 25 por 100. En el Africa septentrional y meridional el factor esencial del crecimiento urbano se vincula al crecimiento natural, en tanto que en el resto de Africa juega un mayor papel la emigración rural. La ciudad africana es menos susceptible de generalización que la asiática, pero como ocurre en Asia, los europeos también crearon centros de administración y explotación y también aquí se marcó una separación clara entre la población autóctona y la europea. Los europeos imponen sus códigos estéticos y arquitectónicos sin tener en cuenta las condiciones del medio natural. Desde la independencia estas ciudades crecieron fuertemente hasta llegar a alcanzar tasas del 10 por 100 anual. Este crecimiento explosivo refleja la centralización del gobierno y la concentración del poder y la riqueza en una sola ciudad que es percibida por la elite local como símbolo del desarrollo económico y de la modernidad.Muchas ciudades, como Lagos (Nigeria), presentan un paisaje urbano confuso en el que alterna un centro de elevados edificios y buenos servicios rodeado por espacios de chabolas carentes de los servicios más elementales y con un gran índice de hacinamiento.En todas las ciudades africanas y en la mayoría de las ciudades subsaharianas, la segregación económica convive con la rígida separación en el centro y en las áreas de chabolas con segregaciones étnicas y religiosas. Las diferentes densidades, según clases sociales, son manifiestas. Y así, por ejemplo, en Nairobi el 10 por 100 de la población más rica ocupa las dos terceras partes del espacio residencial.América Latina conoce una tasa de crecimiento urbano cuatro veces superior a la del crecimiento rural. La región presenta actualmente un nivel de urbanización similar al logrado por los países desarrollados al inicio de la década de los años 70 y al finalizar el siglo XX el nivel de urbanización de América Latina está en torno al 77 por 100. El nivel de urbanización y las tasas de crecimiento urbano difieren según las regiones y así los niveles de urbanización varían del 55,5 por 100 para los países caribeños hasta el 84,5 por 100 en los países templados (Argentina, Chile y Uruguay). En 1985 la mayor parte de los países de América Latina logró un predominio de población urbana y esta condición será alcanzada por los países caribeños en los próximos veinte años.El modelo de la ciudad es mucho más occidentalizado que el de las ciudades asiáticas y africanas, pero presenta ciertas similitudes en la disposición de los usos del suelo. La riqueza limitada de las ciudades latinoamericanas limita la mayor parte de la actividad comercial al C.B.D. El sistema de transporte converge en el centro de la ciudad donde se concentra la mayor parte de los empleos. El centro de la ciudad es animado y moderno, con una gran presencia de edificios altos y un comercio de calidad. Asimismo la vivienda en el centro puede sea de gran calidad, porque muchas familias acomodadas prefieren vivir próximas al centro. Por el contrario, las clases bajas viven en la periferia y deben trasladarse diariamente al lugar del trabajo invirtiendo de una a dos horas. Existen dos rasgos característicos de la ciudad americana. En primer lugar la espina que es el eje que prolonga el C.B.D. y que es casi siempre un amplio bulevar ocupado por clases adineradas. El segundo rasgo es la disposición de la ciudad en coronas concéntricas, disminuyendo la calidad de las viviendas conforme nos separamos del centro, aunque a veces en el centro existen barrios muy deteriorados y muy hacinados (tugurios). El espacio social se organiza de forma opuesta al que aparece en la ciudad norteamericana.
Personaje Religioso
Nacido en Chatilon sur Marne, fue elegido papa en 1088. Benedictino, antes de ascender al solio pontificio desempeñó misiones diplomáticas en Alemania al servicio de Roma. Se opuso al antipapa Clemente III, uno de los más importantes, y fomentó la guerra santa contra el Islam en los concilios de Clermont y Piacenza, dando así origen a la Primera Cruzada a Tierra Santa, en la que los cruzados lograron conquistar Jerusalén. En los concilios de Melfi (1089) y Clermont (1095 renovó los decretos contra la simonía, el concubinato de los clérigos y la investidura eclesiástica a cargo de laicos, y prohibió la obligación de los eclesiásticos de prestar juramento de fidelidad a los laicos. Dichos acuerdos deben enmarcarse en el contexto de las tensiones entre Papado e Imperio y de la reforma gregoriana, donde se dirime el papel que la Iglesia jugará en los próximos siglos y su lugar entre el resto de poderes terrenales. Igualmente, la promulgación de la Primera Cruzada prestigiará el papel de la Iglesia al aunar en torno a sí las voluntades e intereses de las monarquías occidentales, objetivados sus esfuerzos en la derrota de un enemigo común. Excomulgó al emperador Enrique IV y al rey Felipe I de Francia.
Personaje Religioso
Nacido en Milán, su nombre civil era Uberto Crivelli y alcanzó el solio pontificio en 1185. Mantuvo agrias disputas con Federico I por defender el papel de la Iglesia como potencia temporal, frente a las tesis de los monarcas que sostenían que la jurisdicción papal debía mantenerse estrictamente en los límites de lo espiritual. Murió enfermo en Ferrara, parece ser que muy afectado por la conquista de Jerusalén por Saladino.
Personaje Religioso
Nacido en Troyes en una humilde familia, fue elevado al solio pontificio en 1261. Su nombre civil era Jacques Pantaleón. Mantuvo la tesis de que la Iglesia debía intervenir en asuntos políticos, enfrentándose a Manfredo en Sicilia con la ayuda de Carlos de Anjou. También apoyó a Enrique III de Inglaterra. Promovió de manera considerable a un buen número de franceses al cargo de cardenal, siendo ésta una de las causas del Cisma de Occidente.
Personaje Religioso
Nacido en Grisac, su nombre civil era Guillaume de Grimoard. Tomó los hábitos benedictinos y fue designado abad de San Víctor en Marsella. Sin alcanzar el rango de cardenal, fue proclamado papa a la muerte de Inocencio VI. Pese al restablecimiento de la sede papal en Roma por Gil de Albornoz, fue obligado a continuar residiendo en Avignon.