Busqueda de contenidos

termino
acepcion
Crucero.
obra
La decoración al fresco de la planta superior y las celdas del convento de san Marcos en Florencia supone el trabajo más destacable de Fra Angelico. Su cronología tardía permite admirar la asimilación de la monumentalidad de las figuras aprendida de Masaccio y Domenico Veneziano, mostrando ligeros elementos góticos como el dorado del fondo o de las coronas de los santos. La figura de Cristo preside la composición abriendo sus brazos, ubicando a los distintos santos y apóstoles a su alrededor, en una composición de carácter circular. Las forzadas posturas de los apóstoles crean una sensación de perspectiva que se cierra con el fondo y la mandorla blanca que rodea a Cristo. Una vez más, la espiritualidad pedagógica que muestra Fra Angelico en sus trabajos está presente, destacando la iluminación empleada para reforzar el momento en el que Jesús se transfiguró ante Pedro, Santiago y Juan, volviéndose sus vestidos blancos y relucientes "como ningún batanero de la tierra pudiera blanquearlos" (Marcos, 9, 1-9).
obra
Esta obra fue encargada a Tiziano en 1534, durante la construcción -por parte de Guglielmo dei Grigi- del nuevo altar mayor de la iglesia de San Salvador de Venecia. Con este lienzo se debía cubrir, los días festivos, el precioso frente de altar en plata dorada, pero no fue entregado hasta 1563. En el Evangelio según San Marcos (9; 2-9) se narra de esta manera la Transfiguración del Señor: "Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a ellos solos a un elevado y apartado monte, y se transfiguró ante ellos. Sus vestidos se volvieron relucientes y muy blancos, como ningún batanero de la tierra pudiera blanquearlos. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús. (...) Se formó luego una nube que los cubrió con su sombra y desde la nube sonó una voz: "Este es mi Hijo, el amado. Escuchadle". Miraron al punto alrededor y ya no vieron a nadie". El efecto teatral de la tela responde al lugar que ocupa, punto de convergencia de las miradas de los fieles. La composición es tremendamente innovadora al situar a Cristo en el centro de la escena, resplandeciente de luz y rodeado por Moisés y Elías, a izquierda y derecha respectivamente. En la zona inferior podemos observar a los tres apóstoles en forzados movimientos, pudiendo ser contemplados desde lejos.La pintura excluye los colores fríos y juega con una impetuosa paleta de tonalidades cálidas, desde el rojo al bronce, teniendo su momento culminante en la luz dorada que rodea a Cristo. Tiziano emplea una pincelada fluida y agitada, recordando el estilo de la segunda versión del Martirio de San Lorenzo enviado a Felipe II en 1567. La iluminación es la habitual en la década de 1560, jugando con los contrastes de luz y sombra para acentuar el dramatismo del momento, reforzando así la teatralidad de la obra, anticipando el Barroco.
obra
El cardenal Julio de Médici, obispo de la ciudad de Narbona, encargó a Rafael un gran cuadro de altar destinado a la catedral de esa ciudad en el año 1517. El encargo de la obra motivó una competición entre Sanzio y Sebastiano del Piombo que realizaría para el mismo templo la Resurrección de Lázaro. El gran cuadro se trasladó en 1523 a la iglesia romana de San Pedro in Montorio, donde estuvo hasta que en 1797 fue llevado a Francia. Los especialistas ignoran cómo estaban los trabajos cuando Rafael falleció el 6 de abril de 1520, considerándose que la zona inferior fue ejecutada por los ayudantes entre 1520 y 1522, hipótesis avalada en una petición de pago de Giulio Romano al cardenal Julio de Médici el 7 de mayo de 1522. La concepción parece entera de Sanzio aunque colaboraran los discípulos. No en balde, se trata de la obra más compleja del artista donde los efectos dramáticos y expresivos se encuentran desarrollados de la mejor manera, trabajando en el más puro estilo clasicista. El tema tratado por el maestro es bastante complejo y une dos secuencias independientes pero que se narran consecutivamente en los textos evangélicos. Así, en la tabla podemos contemplar la figura de Cristo arrebatada a los cielos, embellecida y envuelta en una túnica blanca por la acción amorosa de su padre. Los discípulos, que se habían dormido, se despiertan y contemplan asombrados el milagro de la Transfiguración mientras que Elías y Moisés acompañan a Cristo. En la zona baja hallamos a un nuevo grupo de discípulos, organizados alrededor de la escena del endemoniado a quien los apóstoles no pudieron curar por falta de fe. La composición se organiza a través de un gran triángulo cuya base son las diversas figuras de la parte baja, acercando a los espectadores la cuestión de la fe, destacando especialmente la figura femenina que está de espaldas: probablemente Rafael se inspirara para realizarla en las estatuas clásicas que continuamente se descubrían en Roma. La tensión y el drama que se respira en esta zona se proyecta hacia arriba, donde el verdadero milagro se organiza alrededor de un círculo, utilizando dos puntos de fuga diferentes, uno para cada escena. El empleo de luces procedentes de diversos focos refuerza el carácter espectacular del conjunto en el que participan las rotundas figuras envueltas en sombras, retomando la influencia de Leonardo, mientras que en los personajes advertimos cierto eco de Miguel Ángel. El resultado es una de las más bellas imágenes pintadas por Sanzio, en la que manifiesta su peculiar lenguaje.
obra
El Evangelio según San Marcos cuenta la Transfiguración de Cristo de la siguiente manera (9, 2-9): "Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a ellos solos a un elevado y apartado monte, y se transfiguró ante ellos. Sus vestidos se volvieron relucientes y muy blancos, como ningún batanero de la tierra podría blanquearlos. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús". Botticelli ha interpretado la lectura evangélica con gran acierto, situando a los apóstoles en la zona baja de la tabla - en posturas muy escorzadas - para ocupar Cristo, Moisés y Elías la mayor superficie del cuadro, destacando la figura de Jesús por su túnica blanca y ceñida y los rayos dorados que se desprenden de su cuerpo. El canon de estas tres figuras es mayor que los apóstoles para marcar su importancia, siguiendo la ley gótica de la jerarquía. El episodio se desarrolla al aire libre mostrando algunos árboles al fondo, desapareciendo el interés por la perspectiva que se aprecia en el Botticelli maduro. A ambos lados de la Transfiguración encontramos a San Agustín - a la derecha - y a San Jerónimo - en la izquierda -, dos de los Padres de la Iglesia más importantes. Ambos santos se encuentran en una misma habitación con techo de casetones y una repisa sobre la que depositan libros. Elevan su mirada para contemplar el milagro, mientras portan en sus manos libros y plumas, destacando la expresividad de sus rostros. La obra tiene importantes referencias al mundo flamenco tanto por la minuciosidad de los detalles como la expresividad de las figuras, el colorido empleado o los paisajes acartonados que sirven de fondo. Y es que Botticelli se interesa ahora por transmitir la espiritualidad cristiana en sus obras, cargándolas de mensajes evangélicos que tendrían relación con la situación de su ciudad en aquel convulso final del Quattrocento.
contexto
En la historia de la dominación del suelo, R. Fossier constata varias etapas que arrancan incluso desde antes del año mil: una primera fase de lento pero ininterrumpido crecimiento del espacio agrícola que alcanza su orto entre 1100-1125 y 1250-1275 para la mayor parte del noroeste europeo y prosigue hasta 1300 más allá del Rin, y después una estabilización que se mantiene a lo largo del siglo XIII, disminuyendo en cambio a partir del 1200 en el Mediterráneo; encontrándose desde 1250 las primeras dificultades que precederán a la "parálisis del crecimiento" a partir de 1270. Esta panorámica puede resumirse en una generalizada disminución del suelo improductivo, aunque (como el mencionado autor reconoce) todavía no estamos en condiciones para poder globalizar en una cifra la ganancia de nuevos suelos entre los años álgidos de la expansión, es decir, entre 1100 y 1250. Si acaso se puede adelantar alguna cifra al respecto que puede oscilar desde el 10 por 100 en áreas ya muy ocupadas de la Europa celta o de las regiones mediterráneas hasta el 40 por 100 en las áreas germánica o escandinava, gracias a la enorme ganancia sobre los bosques y pantanos. En conjunto, además de la transformación propia de la "geografía rural ya explotada" de antiguo en mayor o menor medida, es importante constatar que las "tierras periféricas" de los campos sembrados y cosechados habitualmente, además de constituir una frontera y hasta un espacio aparentemente de nadie, o en todo caso público, se integran también en la base económica de las poblaciones o explotaciones próximas, pues en ellas se extraen raíces y se recogen frutos silvestres, se asienta temporalmente el ganado, se practica la caza o se explota la madera, el carbón o la resina. En principio los "alodios" o explotaciones reducidas libres aumentan en número a lo largo del siglo XI, aunque se asienten sobre todo en suelo conocido y no necesariamente explotado. A la vez que los contratos correspondientes a bienes raíces en este mismo siglo en regiones muy dispares, aunque dentro de la geografía occidental (Francia, norte de Italia, Alemania o Cataluña), nos hablan de un movimiento acelerado y dirigido hacia la ampliación de los dominios particulares o colectivos, especialmente la Iglesia pero también las comunidades aldeanas. Por otro lado, a partir de 1100 los litigios y reivindicaciones aumentan en la misma medida que proliferan los contratos de roturación y de aprovechamiento de terrenos baldíos. Al igual que el asalto a suelos grasos es otro fenómeno constatable después de no haberse abordado por carencia de herramientas necesarias para removerlos, siendo entonces invadidos por los arbustos, y aprovechados después porque sus limos arcillosos sobre una plataforma calcárea llegan a formar tierras excelentes. Junto a la expansión agrícola, el aumento de la cabaña, sobre todo menor, complementa la ocupación del suelo y el aprovechamiento al máximo (al menos en las zonas más desarrolladas y dinamizadas) de sus recursos; retrocediendo la maleza y ordenando el monte bajo, conteniendo las aguas y desecando tierras lacustres, recuperando los valles y las laderas y acondicionando secarrales y pedregales en las medias alturas o en el Mediterráneo, donde la vid y el olivo serán algunos de los cultivos más beneficiados por este esfuerzo personal y colectivo, público y privado, oficial o espontáneo. Pero todo ello fue el resultado de un esfuerzo generalizado que debe valorarse en conjunto y por sus resultados, los cuales son la suma de los análisis regionales realizados hasta la fecha allí donde la documentación informa los suficiente y permite un seguimiento sin demasiados saltos en el tiempo. Así se puede constatar que las tierras meridionales debieron de ser las primeras en potenciarse (Cataluña, el norte de Italia, la Provenza), antes incluso del año mil o al menos desde mediados del siglo X con certeza, pues el crecimiento agrícola antes del milenio esta localizado y focalizado en algunas de estas áreas del sur continental y mediterráneo. Para luego, a partir de 1100, incorporarse otras tierras centrales al esfuerzo colonizador y aperturista (Aquitania, Poitou, Normandía o Flandes) y después, a lo largo del siglo XII incluirse otras áreas más continentales (parisién, lorenés, Baviera) y también Inglaterra, incorporándose finalmente el resto a partir del 1200 (Sajonia y Franconia). Este avance se desarrolló por oleadas momentáneas y con ritmos interrumpidos continuamente que propiciaron la consolidación de núcleos habitados fuera del ámbito señorial y que deberían haber servido de acicate para la liberación de los sometidos, cuando en realidad el proceso fue en muchas ocasiones inverso, pues el acicate fue para los señores y sus aspiraciones dominicales y patrimoniales. Por ello también son destacables los efectos sociales del esfuerzo generalizado en la expansión agraria, sobre todo teniendo en cuenta la ampliación del marco feudal europeo o buena parte del espacio roturado después de que previamente se hubiese dado un proceso de liberaciones colectivas de quienes eran todavía siervos por parte de los señores. Pero, ¿estamos en condiciones de constatar la alternancia de grandes "propiedades fundiarias" con "alodios" reducidos en un espacio saturado de explotaciones agrícolas? Ello conllevaría la admisión de que hacia 1200 los intersticios dejaron de existir y el espacio estaba cerrado, mostrando la compartimentación parcelaria una multiplicación de pequeñas explotaciones campesinas en los bordes y limites de las grandes propiedades señoriales. Prescindiendo de consideraciones regionales o sectoriales, y analizándose en otro momento el factor social y la cobertura feudal de la expansión agrícola, cabe señalar que como resultado del gran esfuerzo realizado por el campesinado europeo en estos siglos de crecimiento y progreso continuo, aunque limitado, los "cultivos cerealistas" sobresalen por encima del resto. El pan aporta por sí solo suficientes calorías (de 1.800 a 2.400) repartidas entre 400 gramos y uno o dos kilos diarios por persona, constituyendo todavía en esta época la base de la alimentación. Los demás alimentos son simplemente el acompañamiento (companaticum). Pero dicho pan es variado en cuanto al genero del cereal panificable, dependiendo de los suelos y demás condiciones la calidad y variedad del mismo. La cebada y la avena le siguen en cuanto a cultivo cerealista, sobre todo aprovechando la rotación de cultivos allá donde se había introducido. Ahora bien, este "predominio cerealista" no impide la constatación del "policultivo" sistemático que se encuentra en algunas regiones desarrolladas e incluso la especialización de cultivos que hallamos en el siglo XIII en alguna comarca o región señalada (vid, materias tintóreas, etc.). Aunque en conjunto prime la subsistencia sobre el interés comercial y la finalidad autárquica por encima de la necesidad de intercambios interregionales dirigidos a corregir desequilibrios alimentarios y productivos. En cuanto a la vid, su cultivo sigue siendo en estos siglos aleatorio y de difícil aclimatación, y por lo general en "complantatio" o en "promiscua", o sea, combinada con otros cultivos, ocupando como mucho entre el 10 y el 20 por 100 del suelo explotado, aunque haya zonas de mayor proporción y otras en las que la vid salpique simplemente el terreno sin constituir un cultivo concentrado. La ganadería por su parte también constituye un complemento en muchos casos y hay que llegar al siglo XIV para considerarla en su vertiente especulativa y especializada, sobre todo en lo referente al ganado bovino y ovino, pues el cerdo o el caballo representan otros intereses distintos, ya que en el primer caso se alimenta en el bosque sin control y en el segundo caso se trata de un animal muy valioso y apreciado.
contexto
La década final del XIX supuso en España, como en el conjunto de Europa, una etapa de crisis económica. En nuestro caso se podría pensar que esta situación estaría agravada por el hecho del desastre del 98 pero, en realidad, éste tuvo unas consecuencias económicas que pueden calificarse de netamente positivas en cuanto que produjo una importante repatriación de capitales. La crisis económica, sin embargo, produjo una inflexión que habría de ser de una enorme repercusión en la historia económica española. Al entrar los productos nacionales en competencia con nuevos productores cuyos precios eran mucho más bajos, se produjo una creciente tendencia hacia el establecimiento de barreras proteccionistas, favorecidas por la organización de cada rama de la producción en organizaciones sectoriales. Ya en la década de los noventa los aranceles empezaron a subir, pero con la reforma de 1906 se convirtieron en los más altos de toda Europa: la protección era normalmente del 50% y los derechos debían ser pagados en oro. Cuando en 1907 llegó al poder, Maura inició una política de corte muy nacionalista y de estímulo directo a la producción a través de la directa intervención del Estado. Así se configuró toda una tendencia en la política económica española que habría de alcanzar su momento culminante durante la dictadura del general Primo de Rivera. Señalados estos rasgos generales en la evolución de la política económica, la impresión predominante en un examen general de los distintos sectores productivos es la de que en todos ellos se produjo una modernización que puede parecer modesta, pero que en términos comparativos resulta significativa. En la agricultura, por ejemplo, el ritmo de crecimiento se duplicó, a pesar de lo cual era de tan sólo un 1,5% anual. El incremento se debió principalmente a la introducción de nuevas técnicas. No sólo se introdujo maquinaria importada sino que, además, la producción de abonos aumentó y en el año del estallido del conflicto mundial era ya superior a la importada. También se produjo una importante difusión del regadío aunque mucho más gracias a la iniciativa privada que a la de carácter público, inducida por uno de los aspectos de la mentalidad regeneracionista. Este fue el caso, a título de ejemplo, de Valencia. El conjunto de estas innovaciones en la forma de cultivo produjo un cambio en la producción. Desde comienzos de siglo España se autoabasteció de trigo y hasta los años treinta la superficie cultivada creció en aproximadamente un tercio. La vid tardó en recuperarse de la crisis de la filoxera, pero el valor de la producción se incrementó de forma considerable aunque lo hiciera menos la extensión del cultivo. El olivo no llegó a duplicar el número de hectáreas dedicadas al cultivo durante las tres primeras décadas del siglo pero sextuplicó su producción. Lo más novedoso en lo que respecta a la agricultura española del comienzo de siglo reside en la difusión de cultivos de cara a la exportación. A fines del XIX el incremento de la exportación de la naranja valenciana se llevaba a cabo a un ritmo de incremento del 20% anual. Desde comienzos del XX hasta el final de la segunda década se pasó de 3 a 10 millones de toneladas. En un tono menor la almendra también se convirtió en un cultivo de exportación conectado con la propiedad parcelada. Papel de parecida importancia a la exportación cabe atribuir a la configuración definitiva de un mercado nacional, gracias a lo cual se fue introduciendo una creciente especialización. De estos años data, en efecto, la especialización ganadera de Asturias y de Galicia. En ésta la industria conservera data también de estos momentos. El comienzo de siglo también resulta esencial para entender la configuración definitiva del sistema bancario español hasta el momento actual. La repatriación de los capitales procedentes de las colonias facilitó la creación en 1901 del Banco Hispanoamericano y, al año siguiente, la conversión del Crédito Mobiliario en Banco Español de Crédito. El resto de los grandes bancos españoles procedieron de la capitalización obtenida por la exportación de mineral de hierro hacia Gran Bretaña y por eso remiten a nombres vascos (Bilbao, Urquijo, Vizcaya...). Desde un principio la banca española tuvo un carácter mixto, no sólo comercial sino también industrial. Asimismo, en el terreno industrial los años del comienzo de siglo presenciaron novedades muy importantes. Las primeras grandes empresas de producción siderúrgica datan de estos años -Altos Hornos, 1902- lo que en la práctica supuso que una porción considerable de la producción de hierro quedara en España y no fuera, por tanto, exportada hacia Gran Bretaña. Todavía en 1914 la exportación era la actividad mayoritaria, pero ya la ría de Bilbao se había convertido en la zona siderúrgica por excelencia en España. El otro mundo industrial, Cataluña, pasó por una crisis como consecuencia de la pérdida del mercado colonial, pero el arancel de 1906 le reservó en la práctica la totalidad del mercado interior, no sólo del algodón sino también de la lana. Sin embargo, la industria catalana no tuvo tan sólo esta faceta conservadora sino también otra mucho más innovadora en la que pudo competir, con ventaja incluso, con el País Vasco. Así sucedió en los sectores de la electricidad, el cemento o la industria química. Con la primera se produjo la sustitución del vapor como fuente energética por excelencia. Aunque Iberduero e Hidroeléctrica Española fueran empresas vascas, durante la guerra mundial la industria textil catalana logró sustituir el vapor en su totalidad. La producción de cemento y la química tuvieron su centro de gravedad en Cataluña de forma casi exclusiva. De los cambios sociales acontecidos en estos años de comienzo de siglo el más importante es el que se refiere a la movilidad de la población. En los tres primeros lustros del siglo el 10% de la población española se desplazó. Lo hizo principalmente del campo hacia la ciudad, de modo que las dos grandes capitales recibieron aproximadamente medio millón de habitantes. Pero hubo también desplazamientos de más amplio recorrido. Durante el mismo período Iberoamérica recibió un tercio de millón de habitantes. En el momento en que estalló la guerra Argentina tenía una colonia de medio millón de españoles, principalmente gallegos. En el tránsito de un siglo a otro la mitad de los gallegos emigraron. Ese fue un testimonio de una sociedad tradicional que iniciaba su transformación.
contexto
El proceso de transformación que se produce en el horizonte neolítico afecta a diferentes campos (hábitat, producción de subsistencia, tecnología...), la imbricación de los cuales permite observar las características esenciales de las primeras sociedades agrícolas. El análisis global de las características de transformación, con la inclusión de algunos ejemplos del registro del Próximo Oriente y Europa, permite la definición de estas transformaciones a nivel genérico y de su incidencia en el desarrollo histórico.