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Rembrandt va a ser un especialista en asuntos religiosos, especialmente siguiendo la iconografía protestante, especializándose en temas del Antiguo Testamento. La escena recoge un momento de la historia de Tobías que había quedado ciego al caerle en los ojos los excrementos de las gaviotas. Su esposa Ana se dedicó a mantener a ambos, realizando labores que vendía a sus clientes. Un día además del dinero le regalaron un cabrito, siendo acusada por Tobías de robarlo. El anciano sorprendido por su falta de fe al acusar a su mujer, empezó a rezar, rogando a Dios que le castigara con la muerte. Ante esta reacción Ana le observa totalmente sorprendida. (Tobías, 2; 9-14. 3; 1-7).El maestro ha encontrado un estilo propio, representando las figuras con total verismo, interesándose por sus expresiones y por los gestos tanto como por los detalles de los objetos que aparecen en la tabla -la cesta, las cebollas, el huso de hilar o la alacena del fondo-. Los colores son ahora más restringidos pero con mayor armonía y la luz se encarga de resaltar los elementos importantes de la composición, dejando en penumbra lo intranscendente, siguiendo el tenebrismo de Caravaggio aprendido a través de su maestro Pieter Lastman y de la escuela de Utrecht. La pincelada utilizada por el holandés es bastante suelta en algunas zonas como los ropajes de Tobías mientras que en las manos y en los rostros es tremendamente minuciosa, resultando una composición equilibrada y armoniosa.
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Las relaciones entre Gerrit Dou y Rembrandt serán muy estrechas en los primeros años de la década de 1630. Las obras de Dou se verán tremendamente influidas por su maestro, recurriendo a una iluminación similar - inspirada en Caravaggio - y tratando los temas con el mayor naturalismo posible. Tobías y Ana se encuentran en una estancia de una casa holandesa, sentados junto a la ventana que ilumina la habitación y resalta los objetos, tremendamente detallados. Ana lee atentamente en voz alta mientras su marido escucha, ya que estaba ciego por los excrementos de las golondrinas. Gerrit ha despojado a la composición de todo elemento religioso para mostrarnos una imagen de la vida cotidiana. Todos los objetos pintados por el artista - la rueca, la mesa con el mantel y un plato, la jarra de cobre, etc. - están tratados con un sensacional detallismo, mostrando Dou su fidelidad al modelo y su calidad exquisita, aplicando pinceladas cortas y minuciosas. Ana y el ciego Tobías y Hombre escribiendo en su estudio también repiten el esquema de esta tabla al interesarse por figuras en una estancia iluminadas por la luz procedente de una ventana.
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Tobías y el ángel formaba pareja con el Embarco en Ostia de Santa Paula. Ambas escenas fueron encargadas, entre otras, por el rey español Felipe IV al genial paisajista francés Claudio de Lorena, quien estaba alcanzando un enorme éxito en Italia. Claudio buscó sus fuentes de inspiración entre los últimos paisajistas del Manierismo, fundamentalmente en Elsheimer, por su preferencia por las imágenes románticas. Las luces del atardecer serán las elegidas por el francés para ambientar sus estampas. En este caso, la luz del atardecer, con sus tonos rojizos, crea una niebla dorada que envuelve a los personajes bíblicos, quienes ocupan el primer plano. Obtiene de esta manera un efecto poético característico de todos sus cuadros. Los árboles de la izquierda se presentan de manera estilizada, ocupando todo el espacio pictórico en vertical, creándose una evidente sensación de pequeñez en las figuras. Su elevada reputación motivó que realizara una recopilación de sus propias obras en el Liber Veritatis, incluyendo 195 dibujos, para protegerse de futuras falsificaciones.
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En plena "crisis manierista" Tiziano realizó algunos retablos de pequeñas dimensiones como éste que contemplamos. A pesar de no ser muy frecuente en su producción, Tiziano sigue el Antiguo Testamento, precisamente el libro de Tobías donde se narra la historia del joven hijo de Tobías que es acompañado por el arcángel Rafael en su viaje a Ragués, donde desposará a Sara. Las figuras de Tobías y el arcángel están interpretadas de manera monumental, colocadas en primer plano y recortadas ante el cielo, ocupando la mayor superficie posible de la tela. Esta monumentalidad está directamente inspirada en Miguel Angel, uno de los pintores más admirados por el maestro de Cadore. Tiziano emplea un toque de pincel denso y compacto, así como una pasta muy rica, elementos identificativos de está época final de la década de 1540, al igual que la tipología del paisaje -en el que contemplamos a San Pedro arrodillado- y la actitud enfática del arcángel. El resultado es una obra de elevada calidad en la que la luz y el color están ocupando el mayor protagonismo en los trabajos del maestro.
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Nos hallamos ante la primera gran obra elaborada por Rosales a su regreso de Roma en octubre de 1860. El tema es un asunto bíblico de clara inspiración nazarena, es decir, bajo la influencia del Quattrocento italiano. El arcángel Rafael salvó la vida a Tobías cuando éste fue a lavarse los pies en el río Tigris. Un pez intentó atacar al joven y el arcángel le señaló que le capturara para quitarle la piel, el corazón y el hígado. Después le indicó que debía casarse con su pariente Sara, quien ya había contraído matrimonio anteriormente en siete ocasiones muriendo sus maridos en la noche de bodas por intervención de un demonio. El arcángel aconsejó a Tobías que quemase el corazón y los hígados del pez para ahuyentar al demonio. Sara y Tobías se casaron y fueron felices. Rosales ha elegido la primera parte de la historia, cuando el ángel indica a Tobías que capture al pez que aparece en primer plano. La mano izquierda del ángel se proyecta en escorzo hacia el exterior para señalar al pez mientras Tobías está sentado en la roca, en una postura bastante movida al situar sus piernas de frente y los hombros girados a la derecha para encontrar refugio en el ángel. Al fondo contemplamos una línea de horizonte muy baja con montañas y una playa en tonalidades claras, mezclándose los rosados con verdes y azules. La obra está sin concluir ya que le costó mucho a Rosales su ejecución, recibiendo incluso críticas negativas. El artista tampoco estaba muy convencido del estilo en el que estaba trabajando, por lo que le resultó más difícil ejecutar la obra a la perfección. Y es que Rosales gustaba más del estilo de Velázquez y Van Dyck por lo que pronto se rebeló contra el nazarenismo.