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El joven artista se detiene un momento en la calle, abre su caja de pinturas y elige un paisaje que le interesa enormemente, como es la ciudad o el pueblo en su vida cotidiana. En apariencia, la mirada que proyecta el pintor no puede ser más tradicional. Aplica con rigor las leyes de la perspectiva lineal que ha aprendido, así como las de la iluminación sobre los objetos y las personas. Pero, decimos que sólo en apariencia porque, si nos fijamos bien, se trata en realidad de uno de sus primeros experimentos acerca de los efectos que provocan los elementos atmosféricos y lumínicos. Para contrastar esta afirmación sólo hay que acudir al otro cuadro del mismo nombre y año en el que, sin embargo, la hora del día es distinta y, en consecuencia, también la imagen final que formula el pintor y que recibe el espectador.
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Aunque los proyectos arquitectónicos del París napoleónico eran muchos y complejos, las realizaciones, por el contrario, fueron escasas durante el breve mandato de Bonaparte. Percier y Fontaine, arquitectos oficiales de este período, estuvieron encargados del planeamiento urbano de París, para el que propusieron numerosas reformas de saneamiento, restauración y embellecimiento. Fundamental es la configuración de la calle porticada Rivoli y la Plaza de Pirámides, que conectaban las Tullerías con el Louvre. Los proyectos más ambiciosos, incluidos en el plano, aunque no realizados, fueron un palacio gigantesco para el hijo de Napoleón, rey de Roma, en la colina de Chaillot, y el complejo de la Escuela Militar y el barrio universitario.
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Son escasas las escenas que Manet pintó al aire libre ya que prefería trabajar en su estudio. Desde el año 1874, cuando entra en contacto con Monet y Renoir en Argenteuil, su estilo cambiará, haciéndose más impresionista y preocupándose en mayor medida por la luz y el color, como en este lienzo que recoge el engalanamiento de la rue Mosnier con motivo de la fiesta nacional decretada por el gobierno francés el 30 de junio para celebrar el éxito de la Exposición Internacional de 1878. En primer plano contemplamos una gran bandera tricolor agitada por el viento junto a un carruaje. Las banderas se suceden, creándose un sensacional efecto de perspectiva, reforzado por la línea diagonal y los edificios, conseguidos a través de sucesivas líneas verticales. La pincelada empleada por Manet no puede ser más suelta y consigue crear con rápidos trazos los carruajes o las figuras, en un alarde pictórico difícil de admirar en su producción. La luz también tiene un importante papel en la composición, baña la calle y crea zonas de sombra malva, una de las características comunes al grupo impresionista.
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La celebración de la primera fiesta nacional francesa del 14 de julio hizo que las calles se engalanaran, se poblaran de banderas y los parisinos y parisinas se echaran a la calle. Monet se vio impresionado con todo este despliegue festivo y decidió realizar dos lienzos. La Rue Saint-Denis engalanada fue pintada directamente del natural, desde un balcón según reconoció el propio pintor. El interés de Monet se centra en mostrarnos la profundidad de la calle y la profusión de banderas que la decoran, sin olvidar su atracción por el juego de luz y sombra en las fachadas de los edificios. Un gran número de personas puebla la calle, realizadas con una pincelada rápida y vibrante que se corresponden con la ejecución de banderas y edificios. El conjunto se transforma en un entramado cuya única motivación es el color.