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obra
Estas dos escenas circulares, en un formato muy practicado por El Bosco, son la parte posterior de una tabla pintada al óleo titulada el Arca de Noé. La obra pudo ser integrante de un conjunto dedicado al Diluvio Universal, del que también se conservaría el Mundo antes del Diluvio, en el mismo museo de Rotterdam. Ambas tablas están pintadas por detrás con similares escenas: una dedicada a los santos (en este caso la Resurrección de Lázaro), y otra con agresiones de los demonios a los seres humanos durante el desarrollo de sus labores cotidianas (ver el otro Reverso).
obra
Quedan diversas tablas atribuidas a El Bosco por su estilo minucioso y humorista, muchas de ellas posibles partes de trípticos desmembrados tras perder su poder religioso y pasar a ser objetos de compraventa en el mercado del arte. Este es el caso de la pintura que ahora contemplamos, el reverso de una probable portezuela de uno de estos trípticos. La escena está enmarcada en un círculo, un formato que El Bosco utilizó con mucha frecuencia. Representa a un labrador tirado en el suelo mientras un diablo monta su caballo. Existen dos posibles interpretaciones, y ambas cuentan con la presencia de lo demoníaco en la vida cotidiana del hombre en el siglo XV y XVI: la primera sería que el labrador estaba descansando, distraído de sus labores, y el diablo ha aprovechado para robarle sus caballos y mofarse de él. La segunda interpretación podría ser que el diablo ha desmontado al labrador de su montura. En cualquier caso, las dos se refieren a una presencia constante del mal en nuestros actos, que aprovecharía cualquier debilidad o descuido para manifestarse.
termino
acepcion
Material que forma el acabado o protección externa de una obra.
contexto
Después de la muerte de Luis XIV, Felipe V y el duque de Orleans se consideraban enemigos irreconciliables por las ambiciones que ambos albergaban sobre los tronos de España y Francia, pues se arrogaban suficientes derechos. La situación internacional aconsejaba un acercamiento entre Londres y Versalles por la creciente oposición a los tratados de Felipe V y Carlos VI. El rechazo a la política de la regencia, alentado desde España, hizo volver la vista hacia las cuestiones exteriores para reforzar su posición. Jorge I también necesitaba consolidar los recientes logros, ya que no se había alejado el fantasma de los Estuardo, existían violentas discrepancias parlamentarias y las elecciones de 1715 mermaron aún más sus posibilidades de maniobra. Detrás de estas recientes relaciones estaban el abate Dubois y Stanhope, inspiradores, mediante las Conferencias de La Haya y Hannover, de la firma del Tratado de La Haya o Triple Alianza, en enero de 1717, con el concurso de Holanda. Los franceses buscaron un rápido acuerdo porque el verdadero objetivo del duque de Orleans se concretaba en su reconocimiento como heredero en caso de muerte de Luis XV, aunque el hecho no se podía plantear de forma directa, ya que atentaba contra la legalidad vigente. Mientras, los británicos manifestaron sus reticencias, superadas por los acontecimientos en la Europa septentrional debido al protagonismo de Rusia y Prusia. Los Hannover temían por sus deseadas posesiones alemanas si Francia desplegaba su hábil diplomacia en contra, conscientes de la influencia en este espacio geopolítico. Por tales motivos, con el tratado de 1717 se preservó la presencia británica en Alemania y no se tuvieron en cuenta los problemas saboyanos por la falta de aceptación holandesa, la guerra inconclusa entre Felipe V y Carlos VI y las interesantes concesiones comerciales españolas, que peligraban con el acuerdo. En La Haya, los tres países firmantes garantizaban los tratados de 1713-1714 y, además, Versalles reconocía a los Hannover en la Corona británica, apoyaba la expulsión del Estuardo y prometía el desmantelamiento de las fortificaciones construidas después de Utrecht; Holanda conservaba las guarniciones fronterizas y Gran Bretaña aseguraba el respaldo moral y material al duque de Orleans en caso de una crisis sucesoria. En el momento de la firma la situación internacional era muy delicada por la Guerra del Norte y los problemas en el Mediterráneo. Londres aceleró la terminación de las cuestiones septentrionales en beneficio de los Hannover y sólo tenia interés en una paz en la cuenca mediterránea por motivos económicos. Francia deseaba la victoria sueca y defendía en el Sur el predominio español. Sin embargo, Stanhope no había anulado los compromisos de la Gran Alianza porque le asustaba el renacimiento del imperialismo francés; por ello, el acercamiento franco-británico fue calificado por los contemporáneos como antinatural y estuvo a punto de ruptura en varias ocasiones. A pesar de todo, la cooperación perduró durante bastantes años por la existencia de objetivos internacionales compartidos, sin que acabaran con la incierta armonía, las muertes, los cambios ministeriales o los conflictos ultramarinos.
contexto
El 9 de mayo de 1535, el Emperador dirige una carta a todas las ciudades del reino, participando su resolución de embarcarse en la Armada compuesta para "la jornada de Túnez". Les daba cuenta de la arribada a Barcelona de las fuerzas aliadas para combatir a ese "enemigo común de la religión cristiana" que era el Gran Turco, las cuales a la sazón estaban integradas por 9 galeras del Papa y 6 de la Orden de San Juan, 45 naos y 17 galeras que el marqués del Basto y Andrea Doria trajeron desde Génova, 23 carabelas y un galeón enviados por el rey de Portugal, que vinieron a sumarse al grueso de la flota hispana procedente de lugares tan dispersos como Nápoles, Sicilia, Vizcaya y Málaga. Pocos días más tarde, Su Majestad mandó pregonar la celebración de un alarde de los señores prestos a embarcarse, quienes desfilaron en el Campo de la Marina precedidos por guardas vestidos con librea de colores, presididos por el monarca con sus caballerizos y pajes, pasando revista a los caballeros ricamente aderezados y armados de lanzas con veletas de tafetán colorado. Las salvas de la artillería cerraron dicha parafernalia y la escuadra levó anclas desde el mar de España al de África, como escenifica el afamado paño con el original mapa del Mediterráneo Occidental, desde cuyo margen el autorretrato de Jan Vermayen alias Barbalunga se apresta a narrarnos la expedición, que se hizo a la mar el 14 de junio de 1535.