Apenas se conservan datos sobre su educación, aunque se sospecha que discurrió en Bolonia. Uno de los artistas que mayor repercusión ejerció sobre su arte fue Rafael. A partir de los años veinte su actividad se documenta en Mantua, donde trabaja con Giulio Romano. En esta época intervino en la decoración del Palacio Ducal y del Palacio de Té, donde realizó los estucos. De Romano adoptó su modo de concebir el manierismo, según las creaciones de Rafael. Aunque rechazó la excesiva monumentalidad del anterior. Correggio y Parmigianino fueron otros dos personajes que despertaron su interés. Cuando cumple los treinta se traslada a Francia al servicio de Francisco I para colaborar con Rosso Fiorentino. Trabajó en la decoración del Pabellón de Pomona de Fontainebleau. La mayoría de estas creaciones desaparecieron con el paso del tiempo, aunque muchas se conocen a través de bocetos. Tanto su trabajo como el de Fiorentino supuso una considerable evolución en la pintura -concretamente en la decoración mural- por el refinamiento de su ritmo. A la muerte de Rosso, se consolidó como el principal artista de la corte, cargo que le obligaba a revisar todas las producciones artísticas que se realizaban para la corona. Para la corte de Francisco I protagonizó un viaje a Italia con el fin de adquirir una colección de esculturas clásicas y los vaciados de yeso de las principales creaciones de la antigüedad (como la Columna Trajana o el Laocoonte). En la década de los cincuenta contrata a Niccoló dell'Abate como ayudante. Su compañero de trabajo le sustituiría en su puesto cuando en 1559 fue elevado al rango de superintendente real por Francisco II. Desde aquí fue el responsable de la educación de los mejores artistas franceses de la corriente manierista. Para difundir su arte empleó la reproducción de grabados que se extendieron a otros países. Gracias a los dibujos que se conservan se han podido identificar algunas de sus obras como su Autorretrato (en la Galería de los Uffizi), La Sagrada Familia de Leningrado o Ulises y Penélope de Ohio. Residiendo en Francia realizó dos viajes a Italia. Durante estas estancias entró contacto con Perin del Vaga. La escultura y la arquitectura se convirtieron el refugio de los últimos años de su vida. Fue uno de los grandes exponentes del manierismo. Su estilo elegante, refinado y artificial fue decisivo en la evolución del arte francés.
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Si entre los intereses de los impresionistas estaba captar la luz de cada momento determinado, las cuatro estaciones del año les brindaban una magnífica oportunidad. Pissarro realizó una espléndida serie en 1872 mostrando esas variaciones lumínicas y cromáticas. El sol brillante inunda esta escena que representa la primavera, aportando vigor a los tonos verdes y marrones del campo. Las sombras y los perfiles de las montañas del fondo toman una tonalidad malva; las nubes crean una llamativa sensación de movimiento y las pinceladas empleadas son rápidas, olvidando detalles innecesarios. Estas características definen toda la serie formada por el Verano, el Otoño y el Invierno.
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Cosme Tura realizó hacia 1460 la decoración del "Studiolo" de Belfiore d´Este, pequeña sala donde el príncipe estudiaba en la más absoluta intimidad y donde tenía sus objetos más preciados. La estancia estaba ocupada por una serie de Musas entre las que destaca la identificada como la Primavera, una figura femenina sentada sobre un trono adornado con delfines de cobre. La dureza escultórica de Mantegna se pone claramente de manifiesto en la figura y en los suntuosos plegados del vestido, mostrada como una bella cortesana de la ciudad. Incluso el punto de vista bajo del maestro de Padua también se encuentra presente aquí. La aportación de Cosme se impone en la mujer, girada en escorzo, y en la disposición de los delfines en posturas totalmente nerviosas. La perspectiva se ve muy limitada por el cielo azul pero hay referencia a un paisaje en la zona derecha, sirviendo como punto de fuga.
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Manet mostró gran interés por realizar una serie con las Cuatro Estaciones del año, representadas cada una por una bella modelo. Quizá el motivo fuera un encargo de temática similar que recibió del rey de Bélgica el pintor Alfred Stevens. Desgraciadamente, el proyecto de Manet quedó inconcluso ya que sólo hizo la Primavera y el Otoño, al sorprenderle la muerte en 1883. Para esta escena posó la joven actriz Jeanne de Marsy, que - según nos cuenta el amigo del pintor, Proust - siguió todas las indicaciones de Manet para realizar el cuadro, incluso se compró el sombrero que el artista había aconsejado. La bella modelo se recorta de perfil en un fondo de árboles, recibe la luz natural - mostrando así la influencia del Impresionismo -, luz que no crea sombras, como ocurría en las estampas japonesas. Viste un elegante vestido blanco con decoraciones florales y lleva una sombrilla para protegerse del sol. La alegría del colorido contrasta con el gesto duro de la actriz, que parece pavonearse ante los espectadores. La iluminación y el colorido responden perfectamente a una obra que tiene como temática la primavera. El modelado de la figura demuestra la elevada capacidad como dibujante de Manet, que emplea en esta imagen una pincelada más detallista que en otras anteriores - Pavimentadores en la rue Mosnier, por ejemplo - quizá por tener como destino una muestra oficial. Fue presentada al Salón de 1882 donde fue acogida favorablemente, recibiendo numerosas críticas positivas, algunas de las cuales hablaban de figura japonesa con un claro aire parisino.
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Este bellísimo fresco sirvió de inspiración a la obra del mismo nombre que Botticelli realizó muchos años después. Se trata de la representación alegórica de la primavera, personificada en una mujer que nos da la espalda. Llama la atención la enorme calidad artística de la pintura que algunos autores han denominado "impresionismo moderno".
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Friedrich es un pintor de ciclos. Desde 1803 realizó numerosas variantes sobre este asunto, como las marinas de 1816 o los paisajes de 1820. Sin embargo, el más célebre de los ciclos llevados a cabo por su pincel es el conjunto de siete sepias conservadas en el Kunsthalle de Hamburgo, de hacia 1826. Consta de Mar con la salida del sol, Primavera, Verano, Otoño e Invierno, Esqueletos en una cueva de estalactitas y Ángeles orantes. Ha sido llamado ciclo de las "Edades de la vida". Los cinco primeros se ocupan de la vida en sus periodos; los dos últimos, añadidos al proyecto inicial, reflejan la muerte y la resurrección. El primero, el mar con la salida del sol, alude al estado previo a la vida. Las cuatro estaciones componen el cuerpo principal del conjunto, expuesto en Dresde en 1826. La Primavera recoge una luminosa mañana con dos niños que juegan con unas mariposas. Ya en su época se hizo notar la complejidad de interpretación de las obras, calificadas de "jeroglífico artístico". En cualquier caso, se refiere a la pureza y la juventud, a la infancia, referida también por el naciente riachuelo. Su significado viene, además, explicitado por la interrelación con las demás obras del ciclo. De forma condensada, también más profunda, volverá a ocuparse Friedrich del ciclo vital humano, espiritual, en Las edades.
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Maillol había quedado impresionado por la escultura griega anterior a Fidias. Obsesionado por la clasicidad, sus cuerpos se alejan del pintoresquismo y de la anécdota. Se dedicará casi siempre a un único tema: el cuerpo de la mujer en diferentes actitudes y aspectos. Para ello adopta una simplicidad y una estabilidad formal casi cúbica. Su presencia plástica equilibra naturaleza y expresión. Pese a la aparente calma no hay en estos cuerpos sensación de inmovilidad ni pose artificial. La fuerza reside en la plenitud de las formas. El movimiento no viene dado por un efecto exterior, sino por una fuerza interior: es un movimiento de vida latente y plena. Esta escultura que contemplamos es un modelo para un encargo realizado por el coleccionista ruso Ivan Morosoff en 1910, encargo constituido por tres estatuas y que Maillol completó en poco más de dos años.