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Nuevamente, como en los casos del arte, la educación o la ciencia, la influencia griega es fundamental para el desarrollo de la filosofía romana. Durante los siglos II y I a.C. alcanzarán un importante desarrollo dos escuelas filosóficas helenísticas: el estoicismo y el escepticismo. Ambas corrientes serán fundidas por Cicerón, hombre ecléctico que consideraba uno de sus objetivos la difusión de la filosofía griega. Sin embargo, no profundizó en el desarrollo de los conceptos, por lo que es considerado más bien un divulgador de los postulados filosóficos griegos. Lucrecio (98-54 a.C.) es presentado como el gran filósofo de la República. Sus bases se asientan en Epicuro, utilizando la filosofía para liberar a los seres humanos de los temores que traía el momento que le tocó vivir: las Guerras Civiles de César y Pompeyo. Lucrecio presenta un cuadro de la naturaleza y la sociedad en constante desarrollo, en movimiento. Durante el Imperio, el eclecticismo que caracteriza la filosofía romana se afianza, como nos demuestra el propio Séneca. La naturaleza le interesa desde el aspecto ético-religioso. La escuela estoica y Epicuro serán sus bases, manifestando que a través de la filosofía se alcanza la tranquilidad de conciencia e independencia interior que el ser humano necesita. Reconoce la igualdad de todos los hombres, exalta la vida sencilla y rechaza la riqueza. La corriente filosófica por excelencia en la época imperial será el estoicismo, al potenciar el intimismo como rechazo al complicado momento que se estaba viviendo con una inminente catástrofe social. Como ejemplo encontramos a Epícteto, liberto seguidor y continuador de Séneca. El emperador Marco Aurelio avanzó en la línea estoica, otorgando cada vez mayor peso a la cuestión social, ya que el ser humano forma parte integrante de la sociedad y todos sus actos tienen que estar en sintonía con la vida social. Durante el siglo II las cuestiones religiosas llenarán los planteamientos filosóficos. Los cultos orientales se difundieron, especialmente el cristianismo, alcanzando un importante grado de desarrollo durante el siglo IV, cuando es admitido como religión oficial del Estado.
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Dos años antes de establecerse en París, Magritte había llegado a un punto crucial para la génesis de su obra: "Decidí en 1925 no pintar los objetos más que con todas sus particularidades visibles". Así, y sin olvidar su experiencia de tres años atrás en una fábrica de papeles pintados, ni su trabajo en carteles y anuncios, empezó a practicar una técnica deliberadamente banal, carente de estilo, basada en la representación precisa y detallada de las figuras y los objetos, de una manera simplificada, sencilla y fácilmente comprensible por cualquiera, popular. Pero esa representación clara, objetiva y fría, intemporal, heredera ella también de Chirico, se aliaba a unos pocos elementos que se repiten una y otra vez de manera obsesiva y constituyen un repertorio de imágenes limitado y recurrente. Y se repiten en asociaciones absurdas e incongruentes. Cada objeto, cada imagen en sí, aislada, tiene plena coherencia; en un primer vistazo todo está en orden, pero una segunda mirada, la combinación de las cosas en un contexto insólito, con alteraciones de escala en muchas ocasiones, convierten el universo en algo desordenado, incomprensible, en una especie de recuerdos de un sueño, en situaciones sólo posibles en los sueños o en evidencias que sólo aparecen con nitidez en los sueños. El tema del vestido en el armario que adquiere características de cuerpo humano al que va a cubrir ya aparece en los últimos años de la década de 1930, en In memoriam Mack Sennet. Nos presenta una escena grotesca y humorística, especialmente en la fusión de zapato y pie, refiriéndose a esto el propio Magritte como "el testimonio de una costumbre monstruosa".
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Entre los siglos VIII-VI a.C., la época arcaica griega, las ciudades experimentaron un notable desarrollo económico y demográfico, expandiéndose por el Mediterráneo. Esto provocó a su vez una mayor diversificación social, apareciendo profesiones y especialidades nuevas, en las que el mundo del pensamiento no quedó aparte. Tradicionalmente, los griegos veían a los poetas, los reyes o los adivinos como personas rodeadas de sabiduría y conocimiento. Durante la época arcaica, este grupo resultó ampliado, al diversificarse los saberes. El cambio en las condiciones de vida, la expansión del mundo conocido, la profunda transformación cultural que experimentaban las ciudades, todo ello contribuyó a que surgieran personajes que interpretaban el mundo que les rodeaba y que lo explicaban a los contemporáneos. Muchos pensadores aún se hallaban en la frontera de un mundo cultural antiguo y otro emergente, un momento de crisis y ebullición, reflexionando acerca del cambio que ellos y sus conciudadanos estaban experimentando. En este grupo encontramos a muchos poetas líricos, como Safo, Alceo, Alcmán, Teognis, Jenófanes o Solón. Los sabios o maestros se veían a sí mismos como una herramienta al servicio de la vida en comunidad, poseedores de un conocimiento práctico que debían aplicar en la mejora de las condiciones de vida de toda la sociedad. El sabio -sophós- debía distinguirse como personaje público, trabajando por el bien común. Este papel es el que desempeñan los conocidos como siete sabios de Grecia (Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Bías de Priene, Pítaco de Mitilene, Periandro de Corinto, Epiménides de Creta y Tales de Mileto). Un grupo diferente era el de los considerados hombre de dios, como Orfeo. Es en este ambiente de efervescencia intelectual y compromiso social en el que surgen los primeros filósofos. Etimológicamente, la palabra filosofía procede de los términos griegos philein (amar, aspirar) y sophia (sabiduría), por lo que su significado sería amor o aspiración a la sabiduría. Numerosos autores antiguos consideran a Pitágoras como el inventor del término, ya que en su viaje por Grecia fue interrogado por el tirano Leonte de Fliunte sobre su profesión, a lo que él respondió que no era sabio sino amante o buscador de la sabiduría (filósofo). El objetivo de la filosofía es, por lo tanto, saber, conocer, dar respuesta a las preguntas que todos nos planteamos relacionadas con la naturaleza y su creación, abandonando los mitos para dar protagonismo al logos. Los primeros filósofos, congruentemente con el estilo de su tiempo, se sirven de la poesía para expresar su pensamiento. Jenófanes, Parménides o Empédocles usaran el verso como herramienta, si bien poco a poco la prosa acabará por imponerse, siendo sus principales promotores los filósofos de Jonia.
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El examen de la momia y la autopsia, realizados en 1925 por D. E. Derry y por el profesor de medicina Saleh Bey Hamdi, permitió constatar, en versión literal del informe publicado, lo siguiente: "quienes tuvieron el privilegio de ver el rostro al natural, una vez descubierto, pueden dar testimonio de la habilidad y objetividad del artista que representó, de manera tan fiel, sus facciones, y dejó para siempre, en metal imperecedero, un hermoso retrato del joven rey". Parece, pues, evidente que aquella fidelidad al natural, característica de los talleres de Amarna regentados por el escultor Tutmés, seguía vigente, a pesar del abandono de la capital herética y de la obligación, en el caso de los ataúdes, de dar al rey los rasgos del dios Osiris, con quien se había identificado. La autopsia permitió realizar otras observaciones de interés; por ejemplo, que la cabeza del fémur no había terminado aún de solidificarse; que las muelas del juicio estaban aún despuntando, y otros indicios que colacionados con los caracteres de los jóvenes egipcios actuales, permitían calcularle una edad entre los 17 y los 19 años. Medía de altura 1,67 m., casi lo mismo que las dos estatuas negras de madera y oro halladas en la antecámara. Tenía las orejas perforadas en los lóbulos por orificios de 7,5 mm., sin duda para pendientes como los que lo acompañaban en su ajuar funerario, y se parecía tanto a Akhenaton y a la madre de éste, Teye, como para no dudar de que llevasen una misma sangre, y que por tanto fuese hijo carnal, además de yerno, del primero. Los semblantes de la máscara y de los tres ataúdes no son absolutamente idénticos. El más parecido al modelo era el del segundo ataúd, el intermedio. El tercero, el interior, tiene los ojos más cerrados que la máscara y las facciones más juveniles que las de los otros dos ataúdes. La máscara -observa Carter- muestra una expresión triste, pero tranquila, sugerente de una juventud prematuramente truncada por la muerte. Es curioso este contraste con la expresión de confiada serenidad, de seguridad en la supervivencia, que irradian los ataúdes primero y segundo. Sobre el primero comenta Carter: "Había en él una nota de realismo: el oro de la cara y de las manos parecía distinto del resto, porque el metal de la carne era de una aleación diferente, que daba la impresión del color grisáceo de la muerte". Es curioso comparar esta observación con otra de Derry: "la piel de la cara era de un color grisáceo, muy cuarteada y frágil".
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Debido a lo avanzado de su fecha y a una cierta inexpresividad y poca insistencia en la anatomía de Cristo, se ha considerado como obra de menor calidad, incluso con participación del taller. De esto no hay duda, pues Salzillo era mayor y los encargos, muchos; sin embargo, se ve en los tres sayones la calidad acostumbrada y composición y expresión, y justifico las anotadas carencias de Cristo por un deseo del maestro de acercarse más a los nuevos presupuestos neoclásicos que se habían impuesto. Recordemos la creación de su Academia de Dibujo (1765) y la Patriótica (1779).
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Con estos fines, el 19 de junio de 1600, "la flor del ejército holandés" -12.000 infantes y 1.800 jinetes- embarcó en Flesinga. Vientos contrarios detuvieron durante dos días a la armada en el puerto, dato que anuló el factor sorpresa, y finalmente las fuerzas pudieron desembarcar el 22 de junio en Sas de Gante, fondeadero situado en el lugar donde actualmente se encuentran las esclusas del río Escalda, a 28 kilómetros de Gante. El ejército estaba mandado por Mauricio de Nasau y compuesto fundamentalmente por holandeses, pero también por valones, ingleses, escoceses, franceses y alemanes. La vanguardia la comandaba Ernesto de Nassau, primo de Mauricio; la batalla o el centro la dirigía el conde de Solms; y la retaguardia, el inglés Francis Vere. La caballería estaba a las órdenes del joven Gunther de Nassau, sobrino de Mauricio. Las aguerridas tropas ocuparon con facilidad una serie de fuertes españoles y en su itinerario hacia Nieuport -la primera de las ciudades que trataban de conquistar- pasaron, el 25 de junio, cerca de Brujas con la intención de, "teniendo muchos parciales en esa ciudad, provocar algún tumulto en su ventaja". Pero a pesar del buen comportamiento de los hombres de Mauricio de Nassau, "los flamencos no levantaron un dedo en su favor" y con frecuencia los rezagados de su ejército eran robados y asesinados por los campesinos locales. El historiador John L. Motley, en tono quejumbroso, escribió: "Los habitantes de las provincias obedientes a España preferían la tiranía a la que desde hacía medio siglo habían estado sometidos a la posibilidad de ser liberados por sus hermanos de raza, que les hablaban en su misma lengua y pretendían unirse a ellos y protegerles". Nieuport era una plaza fuerte situada a unos dos kilómetros de la costa y a 15 de Ostende, importante puerto en poder de los holandeses. Estaba comunicada con el mar por medio de un riachuelo que con la marea alta dotaba a la ciudad de un fondeadero apto para naves de poco calado. El 1 de julio, la tropa invasora, con el propósito de cercar Nieuport, se instaló en el difícil y cenagoso terreno que la rodeaba y ese mismo día la flota holandesa fondeó en un punto muy próximo a la costa, para proteger al ejército con su artillería y colaborar en el bloqueo a la ciudad.
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Cuna del nuevo arte del Renacimiento, la época de los Médici marcó el periodo de esplendor de una de las ciudades más hermosas del mundo: Florencia. Cúpulas, campanarios, torres, murallas y tejados antiguos, todo se mezcla en un limitado espacio para ofrecer al viajero un resumen de la historia de la ciudad y del arte renacentista. El Duomo es el centro neurálgico de la ciudad. Construido en el siglo XIII por Arnolfo di Cambio, presenta la tradicional decoración de mármoles de colores que caracteriza el gótico toscano. Por encima de las bóvedas nervadas sobresale la cúpula, levantada en 1417 por Filippo Bruneleschi. Con sus 45 metros de diámetro, es una de las señas de identidad de Florencia. La decoración de la cúpula diseñada por Brunelleschi la realizó Vasari entre los años 1572 y 1574, siendo finalizada por Zuccari. El tema elegido para tan importante lugar es el Juicio Final.En la decoración interior de Santa Maria de las Flores participaron los mejores artistas del Quattrocento, creando un elegante conjunto en el que sobresale la sobriedad. Ghiberti y Ucello serán los maestros sobre los que cayó el peso de la dirección de los trabajos. La basílica de Santa Reparata ocupaba el lugar en el que ahora se alza la catedral. En la cripta podemos admirar numerosos vestigios de este antiguo templo realizado en el siglo XIV. Giotto es el autor del Campanille florentino, posiblemente uno de los más elegantes de Italia. Tiene 84,70 metros de altura y se empezó a construir en 1334. Frente a la puerta principal del Duomo se encuentra el Baptisterio de San Juan, edificio construido entre los siglos IV y X. En tres de sus frentes presenta sensacionales puertas de bronce. La puerta sur la realizó Andrea Pisano hacia 1330. La puerta norte la ejecutó Ghiberti entre 1403 y 1423. La que se abre frente al Duomo recibe el nombre de Puerta del Paraíso. Es la obra maestra de Ghiberti. La decoración de mosaicos del Baptisterio fue comenzada a mediados del siglo XIII por artistas venecianos, concluyéndose en la centuria siguiente por artistas florentinos. Bajo la imagen del Creador, se inscriben escenas del Génesis, de la historia de san José, de la vida de Cristo y de la de san Juan Bautista. En el ábside se representa el Juicio Final. A la derecha del altar se encuentra la tumba del antipapa Juan XXIII, pontífice depuesto en el año 1415. La vía de Martelli nos conduce al barrio de San Lorenzo, presidido por la iglesia del mismo nombre. La parroquia de los Médici la construyó Brunelleschi entre 1425 y 1466. Los púlpitos fueron realizados por Donatello. En sus bajorrelieves se pueden apreciar escenas de la Pasión de Cristo. A las naves laterales de San Lorenzo se abren diversas capillas con importantes tesoros artísticos. Una de las más interesantes es la capilla Martelli, decorada por un cuadro de la Anunciación realizado por Filippo Lippi hacia 1440. La Sacristía Vieja de San Lorenzo es una pequeña construcción de planta cuadrada que se cubre por una cúpula semiesférica, expresando en ella Brunelleschi de manera sintética y eficaz la estética de los primeros tiempos del Renacimiento. La decoración está concebida como complemento de la arquitectura; fue realizada por Donatello entre 1428 y 1432.La capilla Martelli es el lugar en el que se encuentra la tumba de la familia, curiosa obra encargada a Donatello en 1464. El claustro da acceso a la Biblioteca Laurenziana, cuyo vestíbulo fue realizado por Miguel Angel. A la espalda de la iglesia se encuentran las Capillas Mediceas, en cuya sacristía nueva encontramos las tumbas ejecutadas por Miguel Angel a partir de 1520. El Palazzo Médici es una de las más grandiosas residencias del Renacimiento. Fue construido por Michelozzo en 1444. En su capilla, Benozzo Gozzoli pintó la famosa Adoración de los Reyes. La obra maestra del palacio es el patio porticado en el que tuvo lugar la boda de Lorenzo el Magnífico y Clara Orsini. Tras él se abre el jardín adornado con diferentes estatuas. En época de los Medici, los árboles estaban recortados tomando formas animales, según el gusto de la época. La sala de fiestas es una de las piezas principales del palacio. Luca Giordano sería el encargado de la decoración del amplio techo, eligiendo como tema la Apoteosis de la familia Medici, salpicada de figuras alegóricas y episodios mitológicos. En la sala Sodino se halla la Madonna con Niño, una tabla pintada por Filippo Lippi en el siglo XV. Desde el barrio de San Lorenzo, la vía Cavour nos lleva al Museo de San Marcos, antiguo convento dominico que conserva en sus paredes la mejor decoración al fresco pintada por Fra Angelico. La biblioteca conventual fue construida por Michelozzo entre 1441 y 1444. Nuestro siguiente destino es la Galería de la Academia, en cuyo interior se puede apreciar el famoso David de Miguel Angel. Los esclavos, estatuas inacabadas para la tumba del papa Julio II también llamarán nuestra atención. Las calles de Florencia están salpicadas de elegantes palacios construidos por las más prestigiosas familias de la ciudad. Siempre a la sombra de los Médici, cada uno de ellos presenta un especial encanto, intentando siempre superar al construido por sus rivales. Nuestra siguiente parada es Palazzo del Bargello, uno de los más antiguos de Florencia al ser construido entre 1254 y 1346. Desde 1859 es la sede del Museo Nacional de Escultura. La plaza de la Signoria es el otro centro neurálgico de Florencia. En la plaza se encuentran la famosa fuente de Neptuno y la estatua ecuestre de Cosme de Médici. Lugar de reunión popular, escenario de fiestas, marco de suplicios, está dominada por el Palazzo Vecchio, una austera construcción del siglo XIII, posiblemente realizada por Arnolfo di Cambio, en la que sobresale la elevada torre. El diseño de este patio corresponde a Michelozzo, tomando como referencia el "cortile" del Palazzo Medici. La decoración de las columnas y las paredes es obra de Vasari, al igual que los frescos que decoran las bóvedas. Vasari también es el autor de la decoración de la Sala de los Quinientos; eligió como temática para esta enorme sala las victorias de Florencia, rivalizando con el gran salón del Palacio Ducal veneciano. La escalera que nos conduce a las estancias privadas de los duques también es obra de Vasari. Se trata de salones decorados con motivos alegóricos y mitológicos, pintados en su mayoría por Vasari y sus colaboradores. En la Loggia dei Lanzi podemos ver copias de importantes estatuas vinculadas a la historia de la ciudad. El piazzale degli Uffizi nos conduce al palacio de los Uffizi, donde se encuentra el museo más importante de Florencia. Allí se puede apreciar la más amplia colección de arte italiano del mundo. A espaldas de los Uffizi se encuentra el Ponte Vecchio, identificativo por estar cubierto de tiendas, algunas de ellas colgadas sobre el Arno. Cruzando este puente llegamos al Palazzo Pitti, construido en los últimos años del siglo XV por Luca Fancelli, siguiendo un diseño de Brunelleschi. Tras el palacio se encuentran los jardines de Bóboli, conjunto vegetal diseñado por Ammananti y Bountalenti en el siglo XVI. En el Oltrarno se encuentra la iglesia de Santa María del Cármine, templo románico destruido en el siglo XVIII en el que se conserva la capilla Brancacci, decorada al fresco por Masolino, Masaccio y Filippino Lippi. El Ponte de Santa Trinitá nos conduce a la via de Tournabuoni, la calle más aristócrata de Florencia. Aquí se encuentran los principales palacios señoriales. El Palazzo Strozzi comenzado en 1489 por Benedetto da Maiano; el Palazzo Rucellai, proyectado en 1446 por Leon Battista Alberti; o el Palazzo Davanzati, construido a mediados del siglo XIV. La piazza de Santa Maria Novella es el centro de este aristocrático barrio florentino. Allí se erige la iglesia que le da nombre. Construida en estilo gótico durante los siglos XIII y XIV, Alberti será el encargado de realizar su fachada, creando una de las obras más importantes del Renacimiento. En su interior también se pueden apreciar importantes tesoros artísticos como la Trinidad de Masaccio. La última parada de nuestro recorrido es la iglesia de la Santa Croce, el mayor de los templos franciscanos de Florencia, construido en 1294 por Arnolfo di Cambio. En el exterior Brunelleschi levantó la capilla Pazzi. Los siglos y los avatares políticos y artísticos acabarán el modelado de la ciudad, pero la impronta medicea dotó a Florencia de unas señas de identidad que le han convertido en Patrimonio de la Humanidad.
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<p>1.Florencia: los primeros tiempos.&nbsp;</p><p>2.Florencia en los siglos XIV y XV.&nbsp;</p><p>Los "ciompi" florentinos.&nbsp;</p><p>El arte en la corte de los Médici.&nbsp;</p><p>Florencia, cuna del Renacimiento.&nbsp;</p><p>Nace un arte nuevo.&nbsp;</p><p>La arquitectura, faro de todas las artes.&nbsp;</p><p>3.La Florencia moderna.&nbsp;</p><p>Arquitectura manierista en Florencia.&nbsp;</p><p>El barroco florentino, fidelidad a la tradición.</p>
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Tras el paréntesis republicano, en 1512 los Médici recuperan el poder con el apoyo de las tropas españolas. Juan (1512-21), el futuro papa León X, se hizo dueño de la situación. Contrario a la tradición familiar, el nuevo gobernante no se apoyó en el pueblo sino en las grandes familias, evitando así el choque frontal con los oligarcas. Abolió el Gran Consejo republicano y continuó gobernando la ciudad tras su nombramiento como papa en 1513. Sus objetivos desde ese momento se encaminaron a crear estados en Italia para sus parientes, Juliano (1479-1516), convertido en duque de Nemours por Francisco I de Francia, y Lorenzo (1492-1519), quien consiguió el ducado de Urbino. Julio (1521-34), el futuro Clemente VII, fue el sucesor de Juan; tras su nombramiento como pontífice, dejó el poder de Florencia en manos de los cardenales. Clemente se convirtió en enemigo de Carlos V y el emperador no dudó en enviar sus tropas contra Roma. Los Médici fueron derrotados de nuevo en Florencia tras el saqueo de Roma en 1527, sustituyéndoles un efímero gobierno republicano que restableció el Gran Consejo. En 1530, tras ocho meses de heroica resistencia, los republicanos cedieron ante el asedio de ejército español que restauró, una vez más, a los Médicis. Alejandro I (1510-1537) se hacía con el poder y en 1532 era nombrado duque de Florencia. Cinco años más tarde era asesinado por su primo Lorenzo y Cosme II (1519-1574) ocupaba el gobierno al ser elegido por los florentinos. No pudo evitar la presencia de tropas españolas impuestas por el emperador y defendió su poder por medio del terror, ya que la amenaza de la República -representada por los Strozzi- estuvo siempre presente durante su gobierno. Cosme intentó convertir Florencia en el centro comercial de la península italiana, por lo que no dudó en centralizar el poder político y económico. Gracias a la intervención francesa en Siena consiguió extender su dominio al conjunto de la Toscana, lo que le valió el título de gran duque de Toscana en 1569, de manos del propio Pío V. Su actividad cultural y artística es importante, al ser el responsable de la fundación de la Academia, la construcción de los Uffizi y la conversión del Palazzo Pitti en una auténtica pinacoteca, encargando a Vasari los frescos que decoran el Palazzo Vecchio. Francisco será el sucesor, dirigiendo el ducado entre 1574 y 1587 y proclamándose vasallo del rey de España, Felipe II. Su muerte sin sucesión dejó el ducado en manos de su hermano Fernando I (1587-1609), responsable de un importante cambio político al abandonar la vinculación española y sustituirla por la francesa, impulsando el matrimonio entre su sobrina María con Enrique IV. Durante su gobierno se desarrolló el puerto de Livorno e promovió la universidad de Pisa. En el siglo XVII el Estado toscano vivió un periodo de decadencia económica y política. Gian Gastone (1723-37) será el último Gran Duque de la familia Médici, al fallecer sin descendencia en 1737. Los acuerdos entre franceses y alemanes que se rubricaron en la Paz de Viena asignaban la Toscana a Francisco-Esteban (1737-65), duque de Lorena, quien puso en marcha una política renovadora, que fue continuada por su hijo Pedro Leopoldo (1765-90), desarrollando importantes reformas en aspectos tan fundamentales como el judicial, económico o eclesiástico. Fernando III debía abandonar Toscana en 1800 al ser el Gran Ducado ocupado por las tropas de Napoleón, pasando a formar parte del reino de Etruria. Luis de Borbón-Parma era nombrado soberano del nuevo y efímero reino ya que en 1807 la Toscana era anexionada al Imperio Francés y Florencia se convertía en la capital del departamento francés del Arno. Elisa, la hermana del emperador, era nombrada gran duquesa de Toscana y residía en la ciudad. La derrota de Napoleón en 1814 y las resoluciones del Congreso de Viena reinstauraban a Fernando III en su trono, manteniéndose en él hasta 1824, año en el que fue sucedido por Leopoldo II. Su gobierno no estuvo exento de problemas ya que en 1849 se proclamó la República, que sólo duró dos meses, recuperando pasado este tiempo Leopoldo su corona. Una nueva revolución alejaría diez años después a los Habsburgo-Lorena del trono toscano, ahora para siempre. La Toscana era anexionada a la monarquía italiana de Víctor Manuel II, pasando Florencia a ser capital del nuevo reino entre 1865 y 1871, año en el que se instaló definitivamente en Roma. Desde ese momento la historia de Florencia ha estado ligada a la de Italia.
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Los cartones que ejecutó Goya para el comedor de los Príncipes de Asturias en el Palacio de El Pardo supone un hito dentro de la producción del pintor al recoger las diferentes luces y ambientes de las estaciones del año. Como era habitual y casi obligatorio, realizó previamente los bocetos - "borroncillos" según les llamaba el maestro - que serían presentados al rey. Apenas existen diferencias con respecto a los lienzos definitivos como podemos apreciar si los comparamos. La florera que aquí contemplamos está realizada con mayor soltura pero muestra el colorido tan atractivo y vivo del cartón. La nevada y La vendimia son sus compañeras.