No es ésta una visión turística de Venecia, no es un cuadro para turistas en busca de souvenirs; es una visión cotidiana de la ciudad y de sus quehaceres en la que encontramos una mirada burguesa, al igual que Chardin; la misma precisión de la mirada que confiere vida y existencia a los objetos sobre los que se posa.
Busqueda de contenidos
contexto
Es este monumento uno de los más emblemáticos de Ampurias, no sólo por su monumentalidad, sino también por el hecho de haberse hallado siempre visible y haber sido, por tanto, mudo y espectacular testigo del pasado esplendor de la ciudad. Fue obra probablemente construida en el curso del siglo I a. C., mediante la utilización de una técnica mixta que aunaba el opus quadratum pétreo del forro -construido por enormes bloques ciclópeos-, con el opus caementicium -una mezcla de cal, arena y piedrecilla- del alma interna del monumento. Algunos indicios apuntan a que, o bien se trata de una obra inacabada o bien que el tramo construido, que queda bruscamente interrumpido por su extremo sur, satisfacía las necesidades que motivaron su construcción. Mide el monumento 82 m de longitud, 6 m de anchura y su altura alcanza los 6,50 m.
contexto
Los hallazgos más antiguos conocidos de caracteres chinos se remontan a la época de la dinastía Shang, entre los siglos XVIII a XII a.C. Respecto al origen de la escritura en lengua china, algunos historiadores han sugerido que posiblemente derivase de una fuente originaria del oeste de Asia. Pero frente a esta opinión se levantaron serias dudas, debido a que no existen similitudes en forma ni en estructura que puedan justificarla. Las inscripciones aparecieron en los bronces rituales de la dinastía Shang e igualmente en los huesos de oráculo. Las de los bronces suelen referirse a temas de propiedad o dedicatorias. En los objetos de bronce del período de la dinastía Shang se pueden encontrar hasta más de 40 caracteres grabados, que constituyen los primeros materiales documentales de la historia de China y tienen como nombre Jinwen, es decir, inscripción hecha en campanas o vasijas de trípode. En los huesos de oráculo aparecieron las inscripciones de los ruegos, las peticiones, dirigidos a los espíritus para las profecías en la caza o en las batallas. La escritura sobre caparazón de tortuga tuvo cuatro clases de signos: pictogramas, ideogramas sencillos, ideogramas completos y compuestos fonéticos, que fueron la base de los caracteres chinos posteriores. Estas inscripciones de Shang no fueron conocidas hasta el siglo XX, a pesar de que se sabía de su existencia en la historia tradicional. Debido a los continuos hallazgos arqueológicos se han llegado a conocer hoy unos dos mil caracteres de los vocablos de esta época. En el período de la dinastía Zhou, entre los siglos XII a III a.C., se desarrolló un estilo de escritura conocido como estilo de Gran Sello y en la dinastía Han, a su vez, el estilo de Sello Pequeño y el estilo oficial. El primer emperador Qinshi Huangdi, de la dinastía Qin, ordenó la quema de libros en el año 213 a.C. y la estandarización de las formas de los caracteres, que la dinastía Han desarrolló junto al estilo literario que seguirá vigente hasta el siglo XX, casi durante dos milenios. Y existe la teoría que fue durante la dinastía Han cuando la escritura china se ordenó según el sistema alternativo, alfabético, basado en el sánscrito conocido en esa época debido a la introducción del Budismo. Consecuentemente el período de la dinastía Han fue el más floreciente en la historia cultural china, comparable al de la posterior dinastía T'ang. Aunque hay noticias referentes a libros escritos o conocidos de épocas anteriores, no se han podido conservar la mayoría de ellos debido a la famosa quema de libros ya mencionada. Y un texto del período de la dinastía Han no es más difícil de leer que el escrito en el último siglo de nuestra era. También en esta dinastía la introducción del sistema de exámenes para seleccionar a los funcionarios civiles ayudó en gran medida al desarrollo del sistema de escritura, junto con la invención del papel en el primer siglo de nuestra era, por la consecuente disminución de las dificultades para la producción de libros y el lógico abaratamiento de los costos. Hasta la invención del papel, los caracteres de la escritura fueron grabados en tablillas de madera y de bambú, o escritos a pincel sobre seda. La escritura china influyó grandemente sobre las de los países vecinos, como Corea, Japón y Vietnam, que la adaptaron hasta llegar a crear las suyas propias. Sin embargo, la escritura china fue el medio de expresión utilizado durante muchos siglos en estos países, en los que se sigue utilizando todavía conjuntamente con sus caracteres propios. Todo esto es debido a que un carácter chino escrito significa lo mismo para un japonés que para un chino o coreano. Es decir, aunque las lenguas habladas sean totalmente diferentes entre sí la letra sur escrita en el carácter chino, por ejemplo, significa el sur para los tres pueblos, del mismo modo que un número arábigo, el 7, por ejemplo, significa lo mismo para un español, un inglés o un francés, aunque cada uno de estos pueblos hable su propia lengua. Los caracteres chinos están divididos en seis categorías. La primera es de los pictogramas, como la montaña, el árbol, etc., y cuyos significados son iguales para todos los pueblos arriba mencionados. A la segunda categoría pertenecerían los vocablos de números, siendo el uno una raya horizontal, el dos, dos rayas horizontales, etc. Los caracteres que son fáciles de memorizar pertenecen a la tercera categoría, tales como los que representan el sol y la luna, que juntos significan la luminosidad. Este concepto de asociación de los significados se expresa a través de la unión de dos o más carácter en un vocablo. Los caracteres que combinan un elemento indicando la pronunciación y los que dan algún indicio sobre su significado pertenecen a otros grupos de categoría. Por ejemplo, las palabras chinas oveja y océano son idénticas. Es decir cuando se pronuncian las dos palabras se distinguen claramente los dos significados. Pero combinando por escrito el símbolo de agua con el de oveja se forma el carácter de océano. Los caracteres chinos están hechos sobre la base de los elementos que están descritos, como por ejemplo, la montaña, como un triángulo dirigiendo su pico hacia arriba; el agua, como tres líneas de río fluyendo, etc. Actualmente existen miles de caracteres, y los nuevos son creados debido a la necesidad que surge ante las nuevas palabras científicas. También se conservan algunos caracteres antiguos que ahora están en desuso, porque fueron creados especialmente, como el nombre de un emperador, o para casos específicos de descripción de un determinado objeto en un momento dado. Hoy día, es necesario el conocimiento de tres mil caracteres como mínimo para leer la prensa, y muchos más para poder leer algún texto técnico.
contexto
Los métodos de la terapia psicoanalítica sirvieron de modelo a los surrealistas, que los experimentaron primero -y con mayor facilidad - en la literatura. La escritura automática es una de las bases y el primer camino que recorrieron en busca del subconsciente desdeñado. Igual que Tzara enseñaba a los dadaístas a componer un poema, Breton explica el proceso para realizar escritura automática en el Primer Manifiesto: "Haced que os traigan recado de escribir, tras haberos instalado en el lugar más favorable para la concentración de vuestro espíritu en sí mismo. Colocaos en el estado más pasivo o receptivo que podáis. Haced abstracción de vuestro genio, de vuestro talento y del talento de todos los demás. Repetid para vosotros mismos que la literatura es el más miserable camino que conduce a todo. Escribid aprisa, sin tema pensado de antemano; lo bastante aprisa para no recordar y no veros tentados a releer lo escrito. La primera frase vendrá por sí sola, tan cierto es que en cada segundo hay una frase, extraña a nuestro pensamiento consciente, que está pidiendo exteriorizarse...".Esto no era fácil y el propio Breton era consciente de las dificultades de mantener la arbitrariedad durante mucho tiempo, cerrándole el paso a la conciencia. "A continuación de la palabra que os parezca de origen sospechoso (consciente) poned una letra cualquiera, la letra L, por ejemplo, siempre la L, y al imponer esta inicial a la palabra siguiente conseguiréis que de nuevo reine la arbitrariedad". Aunque lo verdaderamente difícil era pintar imágenes automáticas.
contexto
La escritura jeroglífica egipcia es conocida desde el año 3.000 a.C. aproximadamente. Sus orígenes se remontan al calcolítico y se empleó hasta el siglo X de nuestra era, conservándose aún como lengua litúrgica aunque de forma muy reducida. La evolución de la lengua egipcia es muy complicada, dividiéndose en diferentes periodos: el egipcio antiguo, el clásico, el neoegipcio, el demótico y el copto. Cada etapa tiene variaciones notables, incorporando elementos de la lengua hablada en el lenguaje escrito. Tipológicamente, la lengua egipcia se encuadra en el grupo de las lenguas afroasiáticas, con numerosos elementos hamíticos aunque con numerosas influencias semíticas. Sólo el 1% de la población sabía leer y escribir, convirtiéndose la escritura en un signo de poder. En sus orígenes era un sistema pictográfico en el que la imagen indicaba el objeto representado. En su desarrollo los objetos se fueron convirtiendo en fonogramas, imágenes que identificaban el sonido que tuviera la palabra en la antigua lengua egipcia. El sistema jeroglífico no indica las vocales ni separa las palabras y puede leerse en diferentes sentidos, según como esté colocado el signo que representa un ser humano o un animal quienes miran en la dirección que se debe leer. Cuando dos palabras se escribían o leían igual se colocaba un signo determinativo que aclaraba su significado. Por ejemplo, unas piernas indican verbos de movimiento. La escritura se realizaba con una caña similar a un pincel, con una punta suave y deshilachada. Al ser adaptada la escritura al papiro que se utilizaba como soporte se produjo un cambio denominado "escritura hierática", una versión en cursiva de la escritura jeroglífica que se mantenían para escribir en los templos y en las estelas. El faraón Psamético I introdujo un revolucionario cambio al promover la escritura demótica, simplificación en cursiva del hierático añadiéndose nuevos signos. Los signos jeroglíficos se pueden reunir en tres grupos: fonogramas, ideogramas y determinativos. Los fonogramas son signos que expresan un sonido y se dividen en tres tipos: monolíteros (son 24 y configuran una especie de alfabeto; a cada signo le corresponde un sonido), bilíteros (signos que indican dos consonantes) y trilíteros (signos que indican tres consonantes). Los ideogramas son signos que representan lo que significan mientras que los determinativos indican la clase a la que pertenece un sustantivo o la acción que expresa una palabra. El francés Jean-François Champollion fue el quien descifró los jeroglíficos gracias al descubrimiento en 1799 por las tropas de Napoleón de la llamada Piedra de Rosetta, un gran bloque de basalto negro en el que aparecía un decreto de Ptolomeo V escrito en jeroglífico, demótico y griego. En torno a 1820 Champollion consiguió leer de manera acertada diferentes nombres, aplicando un valor fonético correcto a los diferentes signos, lo que supuso la base para posteriores descubrimientos.
contexto
La aparición de la escritura constituye no sólo un fenómeno lingüístico o epigráfico, sino también un fenómeno histórico de primera magnitud, pues este hecho sólo se produce en aquellas sociedades que han alcanzado un alto grado de desarrollo socio-económico. Para el mundo ibérico la escritura está atestiguada desde fines del siglo V a. C. por una inscripción existente en la base de un kylix ático, aparecido en Ullastret, cerca de Ampurias, en una zona de clara influencia griega y que debe hacer referencia, sin duda, al propietario de la citada cerámica. No se trata, sin embargo, de la escritura más antigua de la Península Ibérica, como tendremos ocasión de ver cuando analicemos en capítulo aparte las lenguas y la epigrafía prerromanas de España. Existen dos hipótesis suficientemente contrastadas sobre el origen de la escritura ibérica. Según la primera, no es la más antigua de la Península (De Hoz, Correa y otros), puesto que la escritura hispánica más antigua de la que tenemos noticia aparece en el Suroeste , fruto para De Hoz de la influencia ejercida por la escritura fenicia y que podemos situar en el siglo VIII o, como muy tarde, en el siglo VII a. C. Según este mismo autor, esta escritura del Suroeste se extendió hacia el Este dando lugar por influencia de los griegos a una nueva forma de escritura que es la ibérica. Ambas escrituras coinciden en sus principios básicos, pero al mismo tiempo se diferencian de manera clara en la forma de algunos signos y otros aspectos lingüísticos. Así pues, para De Hoz el origen de la escritura ibérica habría que buscarlo en la escritura del Suroeste. Pero no todos los lingüistas están de acuerdo con esta hipótesis y se ha formulado una segunda, que mantiene algunas de las afirmaciones anteriores. En esta segunda hipótesis, cuyo defensor más visible es J. Siles, la escritura ibérica se habría desarrollado cronológicamente en un período preciso entre el siglo V/IV a C. al siglo I a. C. y geográficamente en un área bastante amplia desde la Contestania hasta la Narbonense con incursiones hacia la Bética, Albacete y el interior. Sería el fruto de un intenso proceso de aculturación que se inicia con la helenización de la zona costera y termina cuando la latinización llega a su punto álgido, momento también en el que la escritura ibérica desaparecería. El origen estaría en el alfabeto greco-ibérico, alfabeto en el que aparecen los primeros documentos ibéricos más antiguos de Alcoy y el Cigarralejo en los siglos V-IV a. C. y que es consecuencia del contacto entre los indígenas y las poblaciones griegas. De ese alfabeto greco-ibérico derivaría la llamada "escritura meridional", que puede ser considerada como una fase intermedia entre el greco-ibérico inicial y el ibérico clásico resultante. El foco de expansión de esa escritura sería el Sudeste, efectuándose su sistematización progresiva en la zona de Ampurias en contacto con los focenses y expandiéndose hacia el sur y el interior. Este sistema ibérico conocerá, además, la influencia del latino, que lo va a perfeccionar, al tiempo que determina su desaparición. Pero los iberos no sólo van a adoptar una escritura para su lengua, sino que van a adaptar a su propia cultura un número considerable de tipos de documentos conocidos por los griegos: grafitos cerámicos, lápidas sepulcrales, plomos inscritos, etc. Los más numerosos y significativos hasta el momento presente son las lápidas sepulcrales y los plomos. Los plomos son piezas sin otra misión que la de servir de soporte de escritura. Básicamente parece que contienen documentos de carácter práctico: cartas de negocio, contratos, etc., no faltando alguno como el de El Cigarralejo con un posible contenido religioso. Finalmente, no es posible separar el uso que de la escritura hace un pueblo de su grado de evolución histórica en cuanto a su organización social y económica, ni de su propio desarrollo cultural. La escritura del mundo ibérico no se usa con fines literarios, ni tampoco parece que haya sido utilizada con fines públicos (no tenemos noticias de ninguna inscripción ibérica hecha por un magistrado o un organismo representativo de la comunidad), lo que conduce a la conclusión de que las inscripciones en lengua ibérica proceden de la iniciativa privada.
contexto
Hacia el 3000 a.C. los templos sumerios son dotados con escuelas, llamadas edubba o "Casa de las tablillas", en las que recibían instrucción los sacerdotes. Con el paso del tiempo, estas escuelas restringidas para el personal del templo fueron abriéndose y haciéndose más seculares, pues cualquier persona que cumpliese los requisitos solicitados podía acceder a ella y la instrucción que se daba no era sólo religiosa y administrativa sino general. La enseñanza en Sumer y Acad se estructuraba en dos escalones, elemental y superior. El primero de ellos tenía a su vez dos niveles: uno primario, en el que se enseñaban al alumno rudimentos básicos -lectura, escritura, vocabulario, principios de aritmética y geometría-, y otro secundario -en el que se estudiaban textos religiosos, redacción, matemáticas, botánica y medicina-. Los alumnos aprendían estas materias mediante unos textos redactados por los profesores en tablillas de barro. Éstas se almacenaban en jarras de arcilla o estanterías. La enseñanza primaria duraba hasta la adolescencia. La enseñanza superior se impartía en centros especializados y se prolongaba hasta la madurez. Las materias que se enseñaban eran más complejas, como ciencias, astrología, matemáticas, cirugía y farmacia. Desconocemos si a la escuela acudían las mujeres, aunque sí se sabe que en Sumer y Acad nacieron las primeras poetisas de la historia. En las escuelas existía personal especializado. El profesor era llamado ummia o adda edubba -"experto" o "padre de la Casa de las tablillas", respectivamente. Había profesores auxiliares, de dibujo, vigilantes y hasta un encargado del látigo, con la misión de imponer disciplina. Los alumnos -dumu edubba, "hijos de la Casa de las tablillas"- debían hacer deberes y comportarse con rectitud para no recibir el castigo correspondiente, generalmente corporal.
video
La escultura barroca tiene en Andalucía dos de sus focos principales: Sevilla y Granada. En Sevilla destaca la personalidad de Juan Martínez Montañés. De sus gubias salieron imágenes de Cristo, la Virgen y los santos que ponen de manifiesto su extraordinaria calidad técnica y su acendrada religiosidad, aspecto éste de capital importancia para captar en plenitud el mensaje evangélico que ellas encierran, siendo Montañés bautizado desde antiguo con el apelativo de "Dios de la madera". Juan de Mesa es el autor del Jesús del Gran Poder. Este Nazareno de vestir es el más popular paso sevillano, quizás porque cumple a la perfección su misión de conmover a los fieles, lo que consigue con un patetismo y una garra emocional únicos. La su obra maestra de Pedro Roldán es el retablo del Hospital de la Caridad de Sevilla. Dinámicas columnas salomónicas flanquean el grupo del Santo Entierro que protagoniza el conjunto. La riqueza ornamental y la luminosidad de los dorados crean un fastuoso marco para la escena principal, tratada con extraordinario realismo y fuerza expresiva. Luisa Roldán, la Roldana, realizó numerosos trabajos de imaginería, aunque su mayor aportación son sus obras de barro cocido y policromado, de pequeño tamaño, destinadas al culto privado y al de los conventos. En ellas representa temas religiosos interpretados con gran ternura y delicadeza, en escenas llenas de exquisita gracia que recuerdan el arte de Murillo. Granada tiene en Alonso Cano a su principal representante. En su obra prima la búsqueda de un ideal de belleza y de serena expresión. Para Cano la gracia prevalece sobre la intensidad, la delicadeza sobre la fuerza, la dulzura sobre el drama... Elegante y mesurado, rechaza la minuciosidad realista para preferir la apariencia arquetípica, con la que trata de alcanzar la perfección. Pedro de Mena aporta a la escuela granadina unas cualidades distintas a las de Cano; no se interesó por la elegante serenidad de este maestro, sino que por el contrario, concibió sus figuras con un penetrante ascetismo, de gran intensidad realista y apasionadas expresiones de concentración interior. Las cualidades de la escuela granadina, en la que se fundían las influencias de Cano y Mena, llegaron hasta el siglo XVIII gracias a la familia Mora, integrada por el padre Bernardo de Mora y sus hijos José y Diego.