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Personaje Pintor
Jorge Inglés fue uno de los numerosos artistas extranjeros que se afincaron en Castilla a mediados del siglo XV. Ellos contribuyeron a la introducción de la Pintura Flamenca que tiene como resultado el estilo Hispanoflamenco. Jorge Inglés se formó en Flandes en el círculo de Van Eyck, del cual aprende su forma de pintar: pliegues muy quebrados en los ropajes, rostros algo anchos y afeados, abundantes joyas y adornos... Un matiz personal de su pintura fue su marcada preferencia por los fondos de paisaje en vez de rellenarlos con pan de oro, según el gusto español de la época. Buen dibujante, su éxito en España fue grande, entrando al servicio personal del marqués de Santillana, a quien retrató junto con su esposa en el retablo que éste le encargó para el Hospital de Buitrago, en 1455.
obra
Convaleciente tras su estancia en la clínica para desintoxicarse del alcoholismo que padecía, Toulouse-Lautrec decidió trasladarse a Burdeos, embarcando en el puerto de El Havre. En este lugar descubrió una taberna inglesa situada en la rue Général Faidherbe donde trabajaba como camarera, bailarina y animadora una inglesa llamada Miss Dolly. Lautrec quedó absolutamente seducido por el local y la inglesita por lo que pidió a su amigo Joyant lo necesario para pintar, realizando varios retratos de la bailarina: uno en plena actuación y éste de busto que contemplamos donde la seductora sonrisa de la joven y su cabello rubio se convierten en los auténticos protagonistas de la composición. Lautrec ha recuperado la admiración por el color aplicado con largos toques, dejando algo de lado la preponderancia de las líneas para retomar el estilo inicial de trabajos como la Condesa de Toulouse o el retrato de Lily Grenier. La personalidad de la "starlette" será el centro de atención del conjunto, acercando la figura a primer plano y renunciando a cualquier referencia espacial a excepción de una serie de elementos geométricos que parecen anticipar el cubismo.
contexto
Una larga serie de descubridores, contrabandistas, piratas, corsarios y colonizadores frustrados, fueron preparando el asentamiento definitivo de Inglaterra en el Nuevo Continente. Entre sus descubridores más notables destacaron Martín Frobisher y Davis, relacionados con la "Sociedad de Comerciantes Aventureros para el descubrimiento de Tierras nuevas", fundada por Sebastián Gaboto en 1551, después de trasladarse de España a Inglaterra. La Sociedad creyó las fantasías anotadas en el mapa de Nicolás Zeno (1558), realizado sobre relatos reales y ficticios de diversos descubrimientos que apuntaban la posible existencia de un estrecho interoceánico en América septentrional, situado entre un rosario de islas dibujadas al oeste de Irlanda. En busca de dicho paso zarpó de Inglaterra, en 1576, el capitán Frobisher con tres naves. Alcanzó la bahía que lleva su nombre donde tomó posesión, hizo exploraciones y realizó intercambios con los esquimales. Al año siguiente, efectuó otro viaje en el que capturó una familia esquimal y encontró un mineral parecido al oro. Volvió asegurando haber descubierto el Estrecho de Magallanes boreal. A las supuestas minas de oro se envió, en 1578, una expedición de 15 naves. Los colonos pasaron muchas penalidades durante la travesía a causa de los icebergs y confirmaron que el oro de Frobisher era simplemente pirita oscura. Este fracaso apagó durante algún tiempo el entusiasmo por los viajes, hasta que fueron reanudados por John Davis, comisionado por la Sociedad de Comerciantes Aventureros para encontrar el paso. Salió de Portsmouth en 1583 con dos naves, y franqueó el estrecho que lleva su nombre entre Groenlandia y la Tierra de Baffin, alcanzando luego los 66° 40' de latitud norte. En 1586 y 1587 realizó otras dos expediciones. Durante la última de ellas subió hasta los 72° 12` (proximidades de Upernivik). Maestro de los contrabandistas ingleses fue John Hawkins, a quien se debe el hallazgo de varias cosas importantes, como el desabastecimiento de esclavos y de manufacturas europeas en las colonias españolas y la corrupción de sus autoridades. Inició sus correrías en 1562, robando 300 esclavos en Guinea y vendiéndolos en Santo Domingo. En su segundo viaje de 1564 llevó ya cuatro buques, entre ellos uno de la marina real (Jesus of Lubeck), pues Isabel I decidió entrar en el negocio del contrabando poniendo su parte. Hawkins robó otros 400 esclavos en Guinea y los vendió en la isla Margarita y en el puerto de la Borburata, donde perfiló ya su futuro sistema operativo, que fue el siguiente: arribaba a un puerto español y solicitaba a su gobernador permiso para reparar sus navíos averiados y para aprovisionarse de víveres. El gobernador negaba la autorización, naturalmente, y Hawkins le amenazaba con tomar la ciudad, disparando algunos cañones como argumento de convicción. El gobernador cedía y Hawkins le comunicaba entonces que como no tenía dinero en efectivo se veía precisado a vender los negros que transportaba, único elemento de valor con que contaba, para procurarse así lo que necesitaba. Hasta se permitía pagar los derechos reales con más negros. Este procedimiento era a veces puramente formal, pues las autoridades españolas se avenían fácilmente a negociar, una vez que habían salvado su honor. La verdad es que Hawkins vendía los negros a bajo precio, sin posible competencia, ya que los conseguía gratis, robándolos a los traficantes. Eran precios de asalto, como ha dicho el historiador Mota. Hawkins completó su periplo contrabandista en Curazao, Riohacha y Santa Marta, y regresó a Inglaterra. Isabel I le nombró Caballero. El contrabandista escogió como cimera de su escudo la figura de un negro cautivo. De la escuela del maestro Hawkins surgieron muchos discípulos, entre los que destacó John Lowell, que hizo otro viaje con contrabando a la costa venezolana en 1566, llevando un joven aprendiz llamado Francis Drake. Incluso aparecieron competidores franceses, como Jean Bontemps, Pierre de Barca, etc. Peor resultó el tercer viaje de Hawkins realizado en 1567. Tras robar 450 esclavos en Guinea y Senegal, se dirigió al Caribe. Contrabandeó esclavos, hierro, lienzos y otras mercaderías -iba ampliando el negocio- en la isla Margarita, la Borburata, Riohacha y Santa Marta. Sorprendido luego por un huracán, tuvo que buscar un buen puerto para reparar sus naves. Una de ellas, el Jesus of Lubeck, tenía 700 toneladas y sólo podía arreglarse en Veracruz, dado su enorme porte. Se dirigió allí, entrando en el puerto con subterfugios (se hizo pasar por una armada española). A los tres días apareció la flota española, con la que trabó un combate desafortunado, perdiendo todos sus barcos excepto tres: el Minion, en el que logró salvar la vida, el Judith, que mandaba el joven Francis Drake, y un patache. En cuanto a la piratería inglesa, se activó a partir de 1568, año en que la reina Isabel I soltó sus "perros del mar" contra los barcos y posesiones de Felipe II, defensor del Catolicismo y martillo de protestantes. La gran piratería duró veinte años, al cabo de los cuales Inglaterra entró formalmente en guerra con España, situación que transformó a sus "perros del mar" en auténticos corsarios hasta 1604, cuando volvió a firmarse la paz. Muchos fueron los piratas y corsarios afamados de estos años, como Cavendish, Cumberland, Richard Hawkins, Shirley, Parker, etc. El más notable fue sin duda Francis Drake, que constituyó una verdadera pesadilla para las plazas costeras del Caribe. Realizó su primer viaje a América, en 1566, como contrabandista a las órdenes de John Lowell y el segundo, en 1567, bajo el mando del propio Hawkins, salvando el pellejo milagrosamente en el desastre de Veracruz. En 1570 y 1571, hizo algunas expediciones por su cuenta y, en 1572, intentó apoderarse en Panamá de la plata que venía del Perú. Su primer viaje realmente importante fue el de 1577, que culminó con la vuelta al mundo. Se proyectó como una operación de hostigamiento a las plazas españolas del Pacífico. Drake partió con una flotilla de cuatro barcos que fue perdiendo por el camino y llegó al Pacífico con sólo uno, el Pelican, que rebautizó como Golden Hind, en honor al dueño de la embarcación, Mr. Christopher Hatton, cuya cimera era una cierva (hind) saltando. Subió por la costa chilena, sembrando el pánico en las indefensas poblaciones y mercantes. Era la primera vez que un pirata irrumpía en aquellas costas. Drake robó en Arica barras de plata del tamaño de ladrillos, entró en El Callao confundido por un buque español y capturó en la costa quiteña un mercante que se dirigía a Panamá con 13 cofres reales de plata, 80 libras de oro, 26 toneladas de plata sin acuñar y otras joyas y objetos de valor por unos 360.000 pesos. En su ruta hacia Nueva España apresó otros navíos, uno de ellos el mercante Nuestra Señora de la Concepción, que transportaba desde Acapulco a Panamá un valioso cargamento procedente de Filipinas. A bordo del mismo iban dos pilotos del famoso Galeón de Manila, Sánchez Colchero y Martín Aguirre, con un buen conjunto de cartas de navegación para las travesías por el Pacífico. Fueron las primeras que tuvieron los ingleses. Drake decidió entonces continuar su viaje completando la vuelta al mundo, en vez de regresar al Estrecho de Magallanes, donde los españoles le estarían esperando con toda seguridad. Pasó ante Acapulco y subió por la costa mexicana hasta California, donde recaló en una ensenada que llamó la Nueva Albión (quizá San Francisco o Bodega) para reparar su nave y prepararse para la travesía transpacífica. Partió de allí el 23 de julio de 1579, cruzando el Océano y alcanzando las islas Marianas. Desde allí prosiguió la vuelta al mundo. Ancló en Plymouth el 26 de septiembre de 1580, casi tres años después de haber zarpado de dicho puerto, con un botín valorado en 250.000 libras, suma superior al presupuesto anual del Parlamento británico. Isabel I le armó caballero en su propio barco. Drake se convirtió luego en un hombre honorable. Compró la abadía de Buckland por 3.400 libras, en 1581; fue nombrado alcalde de Plymouth y hasta representó a una villa de Cornualles en el Parlamento. En 1586, efectuó una gran expedición al Caribe. Asaltó y saqueó Santo Domingo y Cartagena. Finalmente puso rumbo a Virginia, para ayudar a los colonos de Raleigh. Destruyó San Agustín y volvió a Europa a tiempo para tomar parte en la victoria inglesa contra la Invencible (1588). Al año siguiente, pretendió tomar La Coruña y Lisboa y en 1595 dirigió, junto con John Hawkins, la mayor operación de castigo a las colonias españolas del Caribe. Esta armada, compuesta de 27 barcos y 2.500 hombres, fracasó en su intento de tomar San Juan de Puerto Rico, donde murió Hawkins, y luego en el de apoderarse de Panamá, atravesando el istmo desde Nombre de Dios. Drake enfermó de disentería y murió frente a Portobelo, el 28 de enero de 1596. Otros piratas ingleses que surcaron el Pacífico fueron Cavendish y Richard Hawkins. El primero de ellos dio igualmente la vuelta al mundo (1586-88) y capturó el galeón de Manila. El segundo hostilizó la costa chilena y fue apresado en Atacames en 1594, siendo enviado a España. La gran figura inglesa de los intentos de colonización en la centuria decimosexta fue Walter Raleigh. Corsario, empresario, poeta, músico, cortesano y escritor, fue en realidad el último gran pirata del Renacimiento. Nació en el seno de una familia hidalga y estudió leyes en Oxford, pasando luego a Londres como cortesano, convirtiéndose en favorito de la Reina Virgen. Su interés por América le vino por vía familiar, ya que su hermano de padre, Humphrey Gílbert, había realizado varios viajes a Indias e intentado colonizar en Terranova el año 1582. Raleigh organizó, en 1584, una expedición a América bajo la dirección de los capitanes Arthur Barlow y Philiph Amydas. Llegaron a una isla llamada Roanoka o Roanoke (Carolina del Norte), donde fueron bien recibidos por los indios. Los ingleses volvieron contando maravillas del sitio y Raleigh bautizó el lugar como Virginia, en honor a su soberana, que seguía sin contraer matrimonio. Isabel I correspondió a tal gentileza nombrando Sir a Raleigh, quien puso manos a la tarea de colonizar Virginia. Preparó siete buques con 100 hombres, a las órdenes de Richard Greenville y Raph Lane, y los mandó a Roanoke. Al cabo de unos meses, las relaciones entre los ingleses y los indios eran francamente tirantes. Lane decidió entonces invitar a un banquete a los caciques principales y a los postres quemó la casa donde les dio el ágape, con sus invitados dentro. Los indios empezaron a atacar a los ingleses y la situación se volvió imposible. Afortunadamente, apareció de pronto Francis Drake, que regresaba de una de sus correrías, y los colonos le pidieron que les repatriara a Inglaterra. De este intento colonizador quedaron dos cosas importantes, que fueron el tabaco y las patatas, ambas introducidas por los repatriados. El incansable Raleigh persistió en su proyecto y, en 1587, mandó otro grupo de colonos con John White. Nuevamente arribaron a Roanoke, donde levantaron sus viviendas y permanecieron un tiempo, volviendo luego a su patria. Raleigh se casó entonces con Elizabeth Thockmorton, una dama de honor de Isabel I, lo que indignó a ésta, que mandó encerrar al matrimonio en la Torre de Londres. Logró salir mas tarde, pero no pudo contar ya con el favor real. En 1595, Raleigh se dirigió a la Guayana, pues supo que su gobernador, don Antonio de Berrío, estaba reclutando tropas para buscar El Dorado. El inglés arribó a Trinidad y capturó la ciudad de San José de Oruña, donde estaba Berrío. Le sometió entonces a un intenso interrogatorio sobre el asunto de El Dorado. El Gobernador estaba enloquecido por el mito y le contó todo con pelos y detalles, encantado de encontrar alguien que le escuchara. Raleigh se creyó todas las tonterías que le dijo Berrío, convirtiéndose desde entonces en doradista crónico. Como le pareció que la empresa era demasiado importante, regresó a Londres para buscar los refuerzos adecuados. Allí escribió su famoso libro "Discovery of the large, rich and beautiful Empire of Guaiana, with a relation of the Great and Golden city of Manoa (which the Spaniards call El Dorado)", en el que recogió todos sus datos sobre el mito. En 1616, logró permiso del rey Jacobo I para establecer una colonia en la Guayana. El monarca le prohibió realizar piraterías, ya que había firmado la paz con España. Raleigh salió en 1617 con 14 naves y 2.000 soldados. Se dirigió a San José de Oruña, en la isla Trinidad, desde donde dispuso un plan para apoderarse de Guayana. Su lugarteniente Keymis asaltó Santo Tomé, pero los ingleses no pudieron sostenerse en la plaza a causa de las guerrillas españolas. Tras perder 250 hombres (entre ellos el propio hijo de Raleigh) y algunos meses buscando El Dorado, Keymis regresó fracasado a Trinidad. Raleigh abandonó la empresa y volvió a Inglaterra en 1618. El monarca inglés mandó ahorcarle por pirata.
contexto
Aunque los ingleses barrieron el Caribe durante los últimos cuarenta años del siglo XVI, su primer asentamiento en el mismo data del segundo cuarto del siglo XVII y fue la colonia de San Cristóbal, de la que hablamos anteriormente. Expulsados de allí por el almirante Oquendo, se dispersaron por otras islas, como la Barbada y la Tortuga. Algunos volvieron a Saint Kitts y otros se establecieron en la cercana Nevis (1628). Un gran contingente se había instalado en las Barbados el año 1625, adonde arribaron 80 colonos enviados por William Courteen, que se incrementaron pronto con otros, enviados por Lord Carlisle. Eran principalmente colonos contratados por siete años mediante el pago de pasaje. Se plantó caña de azúcar y se importaron esclavos. Hacia 1663, había ya unos 50.000 negros en las Barbados. Algo similar ocurrió en otras islas como San Vicente, Monserrate, Antigua y Santa Lucía. Hacia 1650, se calcula que vivían unos sesenta mil colonos en las islas de Saint-Kitts, Nevis y Barbados. Con todo, la mejor colonia inglesa del Caribe fue Jamaica, conquistada en 1655. Tras la guerra contra Holanda (1652-54), Oliwer Cromwell necesitaba otro conflicto externo capaz de catalizar la acción de los puritanos y se lo sirvió en bandeja, o mejor en libro, Thomas Gage, un dominico que había vivido en las colonias españolas y se había convertido luego al protestantismo. Gage publicó, en 1648, su famosa obra The English Arnerican, en la cual resaltó la debilidad de las ciudades españolas en América. Cromwell le pidió un informe detallado de las colonias del Caribe y encargó a John Milton la justificación moral de la agresión que preparaba. El gran poeta inglés cumplió el mandato el 26 de octubre de 1655, escribiendo el manifiesto titulado "Scriptum domini protectoras contra Hispanos", donde se tocaban los tópicos de las crueldades españolas contra las autoridades civiles y religiosas inglesas y la injustificada pretensión de poseer toda América. Cromwell los repitió en el Parlamento para lanzar la operación Western Design. La armada se envió antes de hacerse la declaración de guerra, como era la costumbre inglesa. La mandaba el almirante William Penn. Robert Venables dirigía la tropa de desembarco. El plan era dirigirse a Cuba, Puerto Rico o la Española, establecer allí un punto de apoyo, y atacar luego Cartagena. Penn tocó en las islas Barbados, Antigua, Nevis y St. Kitts, donde hizo un buen acopio de barcos y filibusteros. Completó así 57 naves y 13.000 hombres, con los que salió para Santo Domingo. El 13 de abril de 1655 se presentó ante dicha ciudad, que se puso en estado de alerta con sus 300 soldados y sus vecinos armados. La flota siguió a Nizao y desembarcó las tropas, que empezaron a asaltar la ciudad el 17 de dicho mes. El 26 de abril sufrieron una espantosa matanza y el 31 decidieron retirarse. Penn puso rumbo a Jamaica. Esta isla estaba más desguarnecida. Su capital, Santiago de la Vega, capituló el 17 de mayo de 1655. Jamaica aumentó pronto su población gracias a la tenacidad de Cromwell en enviar numerosos colonos. En 1658, contaba ya con 4.500 blancos y 1.500 esclavos. El cultivo de la caña fue introducido desde Barbados. A fines del siglo XVII, tenía 75.000 esclavos y unos 8.000 blancos. Jamaica fue sobre todo la cuna del filibusterismo y del contrabando ingleses. Este filibusterismo atravesó dos etapas; una ofensiva, que duró desde 1656 a 1664, y otra de supervivencia, que transcurrió a lo largo del sexenio 1665-1671. Los gobernadores de la isla comprendieron pronto que la caña azucarera no lograría mejorar excesivamente la colonia. La única posibilidad de que se volviera próspera era transformarla en un banco para las presas filibusteras, protegiendo a todo aquel que deseara organizar una operación contra los dominios españoles. En 1657 fue nombrado gobernador Edward Doyley, que se dedicó a otorgar patentes de corso a todo el que se la pedía, con la única condición de que prometiese dar luego al Rey su parte correspondiente del botín. Hizo más: patrocinar directamente algunas de tales empresas. En 1659, envió tres fragatas con 300 hombres bajo el mando de Christopher Myngs, que destruyeron Cumaná y asaltaron Puerto Cabello y Coro. La Corona inglesa decidió relevar a Doyley por Lord Windsor. Debía ser intérprete en Jamaica de la nueva política de paz de la Corona británica (el 10 de septiembre de 1660 se había establecido el cese de hostilidades con España), pero Windsor comprendió que Jamaica sólo sobreviviría si lograba sostenerse como foco filibustero. En 1662, envió a Myngs contra Santiago de Cuba y Campeche, mientras otros filibusteros hacían de las suyas en diversos reinos indianos. A Lord Windsor le sucedió Lyttleton, que actuó igual que su predecesor, y a éste Sir Thomas Modyford (1664), rico propietario de plantaciones en la Barbada, que llegó también con inútiles instrucciones de Londres de evitar el corso contra los españoles. Modyford no fue promotor de empresas de piratería, pero dejó hacer a los piratas. En esta época brillaron personajes como Bartholomeu Portugués y Rock "el Brasileño". Desde 1665 a 1671, Jamaica auspició ya una piratería indiscriminada contra los españoles, holandeses y franceses. En el primero de dichos años, Inglaterra declaró la guerra a Holanda y la Isla se vio enfrentada a sus colonias en América. Modyford no contaba con ayuda real para la guerra intercolonial y echó mano de los filibusteros, a los que dio patentes de corso. Así, requirió los servicios del experimentado Edward Mansfield, almirante de los Hermanos de la Costa, para que dirigiera una gran expedición hacia Cuba y Centroamérica, de la que resultó la conquista de Santa Catalina. En enero de 1666, Francia declaró la guerra a Inglaterra y Modyford se encontró frente a los aliados franceses y holandeses. Comprendiendo su debilidad, quiso atraerse a su bando a los filibusteros de la Tortuga y Santo Domingo. Estos le dijeron que se movían por intereses económicos, y no políticos. Modyford les ofreció entonces patentes de corso para atacar buques y plazas españolas con tal de que le ayudaran. Esto generalizó la piratería en todo el Caribe. Los ingleses, con sus corsarios y filibusteros contra los demás países: Francia, Holanda y España. Fue una época dorada con grandes y pequeñas figuras: Mansvelt, el Olonés y Morgan fueron los verdaderos maestros. El primero de ellos, por su intento de construir una tercera base filibustera en el Caribe, concretamente en la isla de Providencia, que podría haber tenido consecuencias catastróficas para las poblaciones españolas de Centroamérica y Tierra Firme. El segundo, porque logró grandes éxitos en los ataques terrestres (en los que habían fracasado Drake y Cumberland, entre otros). Morgan, el tercero de ellos, porque fue el más alto exponente del oficio, logrando con el asalto a Panamá mayor gloria que ninguno de sus compañeros. En 1670, después de una larga carrera de pirata, Morgan tomó Portobelo, cruzó el istmo y asaltó la ciudad de Panamá, donde se apoderó de la plata que iba a ser enviada a España. Saqueó e incendió la ciudad, que abandonó el 24 de febrero de 1671, llevando consigo 175 mulas cargadas de oro y plata y joyas, amén de unos 600 prisioneros. Carlos II le recompensó nombrándole Caballero y Teniente de Gobernador en Jamaica. El asalto a Panamá, en 1671, marcó el momento de máximo apogeo del filibusterismo inglés, que entró en decadencia a partir de entonces. Inglaterra estaba volcada hacia la colonización en América y el filibusterismo era ya un compañero peligroso del que había que desprenderse con rapidez, antes de que se convirtiera en un peligro para las ciudades portuarias de Norteamérica. Lo difícil era la forma de hacerlo, después de haber prestado tantos servicios a la Corona. El viraje se inició el mismo 1671. Se prohibió a los gobernadores de la Isla otorgar nuevas patentes de corso y se dio una amnistía a los que habían pirateado hasta entonces, ofreciéndoles la alternativa de convertirse en colonos o ingresar en la Royal Navy. Los filibusteros rechazaron ambas ofertas y huyeron en desbandada a las colonias del rey francés, donde siguieron sus actividades tradicionales. Sir Thomas Lynch, el nuevo gobernador a quien le tocó cumplir los nuevos mandatos de Londres, tuvo que ahorcar algunos filibusteros, asentar otros como colonos, y darles a unos terceros el aliciente de cortar palo en Belice. Fue relevado por Lord Carlisle en enero de 1674, pero como éste tardó cuatro años en integrarse a su puesto, se nombró entre tanto un gobernador interino, Lord Vaugham, que llegó a Jamaica a mediados de 1675 y tuvo que actuar con Morgan bajo sus órdenes. Según Vaugham, su lugarteniente era excesivamente benevolente con los piratas y vivía como uno de ellos, ya que casi siempre estaba en las tabernas bebiendo y jugando, cosas que en su opinión deshonraban el oficio que le había dado. El arribo de Carlisle acentuó la represión al filibusterismo y los piratas huyeron del Caribe hacia las costas norteamericanas, al Pacífico e incluso al Viejo Mundo. Al cumplir Carlisle su mandato, quedó como Gobernador interino Henry Morgan, que ejerció esta vez su oficio con gran energía, colgando a varios de sus antiguos colegas. Nada modificó el siguiente gobernador Sir Thomas Lynch, fallecido en agosto de 1684, ni su sucesor el teniente de gobernador Hender Molesworth. El balance de la piratería inglesa durante el último cuarto de siglo lo hizo por entonces el Marqués de Barinas en 1685, anotando que durante el reinado de Carlos II de Inglaterra (1660-1685) España había perdido 60 millones de coronas, cómputo que sólo abarcaba la destrucción de pueblos y ciudades, sin la pérdida de más de 250 buques mercantes y frágatas. Era, en realidad, el balance de la piratería auspiciada desde Jamaica, una isla que desde entonces vivió plácidamente de las plantaciones y del contrabando.
Personaje Pintor
Jean Auguste Dominique Ingres nació el 20 de agosto de 1780 en la ciudad francesa de Montauban. Su ligazón con la ciudad se mantuvo a lo largo de toda la vida del pintor, quien donó importante parte de su obra al ayuntamiento, recibió honores de sus conciudadanos y finalmente disfrutó en ella de su propio museo, el Museo Ingres de Montauban. Ingres era hijo del pintor Joseph Ingres, miembro de la Academia de Bellas Artes de Toulouse. Toulouse era la ciudad más importante cerca de Montauban y allí es donde el padre se llevó enseguida al pequeño para formarle como artista. Dos fueron las disciplinas en las que el padre inició al joven Ingres, y en ambas destacó como un experto, sin abandonar jamás su práctica: música y pintura. En música, el violín era su instrumento favorito y su destreza alcanzó el nivel de virtuosismo. Dio numerosos conciertos, pero normalmente para círculos muy reducidos y en fiestas particulares de sus amigos. Respecto a la pintura, el dibujo era sin duda la guía y la herramienta preferida por el artista, hasta el punto de aconsejar al joven Degas, quien le admiraba: "Trace líneas, joven, muchas líneas, de memoria o al natural, así podrá llegar a ser un buen artista". En ambas ramas del arte Ingres poseía dos mentores o modelos a los que trataba de emular; en la música, Mozart representaba para él la más alta cota de la creación, mientras que en pintura Rafael fue siempre el modelo a seguir, no sólo en lo que se refiere a la práctica de la pintura, sino en su propia biografía que, dicho sea de paso, el pintor francés conocía a través de deformaciones novelescas. Sin embargo, a Ingres siempre le fascinó la vida amorosa de Rafael, en especial la relación mantenida con la bella Fornarina, su amante y modelo de gran parte de sus cuadros. La propia vida de Ingres se inició dentro de una línea de indefinición amorosa, que no le impidió llegar a un matrimonio estable y duradero que casi acabó con su carrera cuando la esposa murió.Ingres se formó, pues, siguiendo la dirección marcadas por su padre, quien le trazó un ordenado plan de estudios en Toulouse. Primero se lo encargó al pintor Pierre Vigan, de quien aprendería el valor del dibujo, una noción que ya nunca abandonaría en su carrera. Tras él pasó a las manos de Joseph Roques, pintor bastante exitoso. Fue Roques el que inculcó a Ingres la devoción por Rafael; por último, el remate de su formación en Toulouse corrió a cargo de Jean Briant, que ejerció menor influencia sobre el aprendiz. Tras esta etapa, en la que aprovechó todo lo que pudo la vida de provincias, Ingres se trasladó a París, la capital del arte neoclásico, ingresando en el taller de David hacia el año 1797. Se mantuvo allí hasta 1801, tras un desagradable incidente con su maestro. David era el pintor más famoso de Francia. Era el intérprete del régimen napoleónico, como antes lo había sido de la revolución; sus lienzos provocaban auténticas conmociones sociales en las exposiciones del Salón Oficial y él mismo formaba parte del jurado que premiaba cada año las obras presentadas al Salón. La relación con Ingres no fue cordial, aunque tampoco significó enemistad. Ingres aprendió de él la forma de componer un lienzo y la grandiosidad de la pintura de historia, el género que Ingres deseaba practicar. También tomó de David la manera de organizar un taller de pintura y trasladó el método a su propio taller cuando llegó el momento de abrirlo, primero en Florencia y luego en París. Sin embargo, Ingres no propició el ambiente ruidoso y colectivo que reinaba en el taller de David, donde los grupos de jóvenes pintores tomaban partido por diferentes opciones pictóricas y organizaban apasionados debates. Por el contrario, Ingres ejerció una disciplina paternalista sobre sus discípulos, y al que se apartaba de su método le acusaba de descarriado e insolente. El incidente que marcó la separación de Ingres respecto de su maestro David tuvo lugar en 1800, cuando Ingres se presentó por primera vez al Salón Oficial con cinco pinturas. Una de sus obras quedó en segundo lugar por el voto en contra de su maestro, algo que Ingres jamás perdonó a David. Al año siguiente, Ingres se presentó de nuevo y consiguió el primer premio, que le proporcionaba además una beca para estudiar en la Escuela de Francia en Roma, situada nada menos que en la bellísima Villa Médici. Las circunstancias económicas del consulado napoleónico hicieron que se retuvieran las becas de ese año por lo que Ingres no pudo hacerla efectiva hasta 1806.De camino a Roma se detuvo en Florencia para visitar a su amigo, el escultor Lorenzo Bartolini, de quien hizo un bonito retrato de juventud. Visitó las iglesias de la zona, decoradas al fresco durante el Quattrocento, y se afianzó su admiración hacia la pintura de los primitivos italianos: Botticelli, Mantegna, Masaccio o Piero. Durante su estancia en Roma participó en conciertos, estudió ruinas y hallazgos arqueológicos y se buscó una clientela particular que le encargó numerosos retratos. La caída de los Bonaparte en Italia determinó la huida de los aristócratas que le proporcionaban trabajo. En 1812 recibió el encargo de decorar el Palacio de Monte Cavallo, pero finalmente tuvo que marchar de Roma y se instaló en Florencia, donde abriría su propio taller, ya en 1819. Mientras tanto, Ingres había seguido enviando obras a los Salones Oficiales de París: la crítica no las había acogido muy bien, pese al academicismo formal de sus obras. La razón solía estar en ciertas violaciones de la composición, la anatomía, etc. Tan sólo Baudelaire apreciaba el valor de Ingres, que en sus lienzos introducía ya temas y enfoques que anticipaban el sentimiento romántico, pero no desde posiciones de la pasión o el sentimiento, sino desde una evolución lógica del propio Neoclasicismo.Su apariencia formal y su trasfondo romántico hicieron a Ingres navegar siempre entre dos corrientes, rechazado y adorado a un tiempo por ambos bandos. Por fin, en el Salón de 1824 Ingres triunfó con El Voto de Luis XIII, exaltación de la monarquía y los valores tradicionales. Se expuso frente a La Matanza de Quíos, de Delacroix. Ambos representaban dos posturas enfrentadas, la reaccionaria y la revolucionaria, la académica y la pasional, el dibujo frente al color empastado. La oposición entre ambos pintores se haría ya simbólica de una época. Ingres siempre había ansiado el éxito en París, por lo que el triunfo del año 24 le animó a cerrar inmediatamente su taller florentino y a trasladarse a la capital francesa. En 1826 se le encargó nada menos que la decoración de algunos techos del Palacio del Louvre, ya convertido en museo nacional. Este hecho marca una serie de hitos triunfales en su carrera: fue nombrado vicepresidente de la Escuela de Bellas Artes de París para inmediatamente después hacerle Presidente, en el año 1833. En 1834 se le encomendó la dirección de la Escuela de Francia en Roma, donde él mismo había sido becado. Allí ejerció hasta el año 1841, cuando vuelve a París atraído por el clamor social que reclamaba la presencia del pintor, que había acumulado éxitos y famas como intérprete del régimen de poder oficial.Su ligazón con la Corona y los estratos oficiales se afianzó con un encargo de 1842: el heredero de Luis Felipe había muerto y se le pidió que trazara los diseños para las vidrieras de la capilla funeraria del príncipe. En 1849 murió su primera esposa, Madeleine Chapelle, lo cual le sumió en una etapa de casi inactividad, hasta que en 1852, a los 72 años, contrajo segundas nupcias con una mujer de 43, Delphine Ramel. En 1855 tuvo lugar la Exposición Universal de París y en ella se organizó la primera exposición retrospectiva del pintor, a la cual pudo acudir, ya muy anciano. Ingres murió a los ochenta y siete años, en Montauban. Enfermó tras una cena en casa de sus amigos y pocos días después, el 14 de febrero de 1867, fallecía.La obra de Ingres a lo largo de toda su vida se divide en cinco grandes temas. El más abundante fue el retrato, en el que alcanzó enorme habilidad. Todos los grandes personajes del siglo XIX francés fueron retratados por él, así como las personas más íntimas del pintor. Su método de trabajo resulta sorprendente pero al mismo tiempo de gran efectividad. Su pasión por el dibujo le hacía tomar innumerables bocetos del modelo y siempre lo hacía sobre desnudos; después pasaba a vestirlos minuciosamente con estudios de plegados en los vestidos, que algunos críticos enjuiciaron como goticistas y, por lo tanto, arcaicos. En ese sentido se puede mencionar el retrato de la Princesa de Broglie que, confrontado con el estudio previo, en donde la noble dama aparece totalmente desnuda, no puede por menos que chocar. Este modo de trabajar le aseguraba al pintor una correcta concepción anatómica de la figura. Su rigor dibujístico contrasta en este terreno de perfección con el segundo tema de sus obras, el desnudo, recordado por su sensualidad y exotismo. Dada la mentalidad puritana de su época, el pintor los ambientaba en baños turcos, escenas míticas, etc., de modo que la aparición del cuerpo femenino desnudo estuviera justificado por el contexto. Pero esto no pasaba de ser una mera excusa para que el artista realizara una y otra vez el mismo tema, que le obsesionaba, emblematizado por la Bañista de Valpinçon. Esta figura femenina de espaldas aparece repetida en numerosos lienzos del artista: en ella no existe corrección anatómica sino pura deformación por un fin estético. El artista ablanda los huesos para que los miembros de las figuras obtengan un aspecto sinuoso. Los cuellos se alargan en vertiginosas curvas de placer. La maravillosa espalda de la bañista está "construida" a partir de tres espaldas diferentes, encajadas, para alargarla y engrandecer su presencia.Este modo de reconstruir la figura conceptualmente para obtener un objeto bello y decorativo tendrá sus consecuencias en la pintura contemporánea. Picasso declaraba haber aprendido de Ingres el modo de descomponer y recomponer a su gusto el cuerpo humano. Este tratamiento heterodoxo del cuerpo fue algo que jamás comprendió la crítica del siglo XIX, que tachó a Ingres de pintor excéntrico. Ingres se muestra mucho más convencional y "aceptable" en sus pinturas de tema religioso. La pintura religiosa alcanzó una honda revalorización en el siglo XIX, cuando la Restauración de la monarquía y el puritanismo moral trajeron de nuevo devociones olvidadas. Ingres adaptó a sus cuadros religiosos los modelos aprendidos de Rafael, e incluso trasladó casi literalmente determinadas madonnas del italiano a sus propias vírgenes. Fue un soplo de calidad insuflado a un género que había caído en el aspecto de estampa popular blanda y sin valor artístico. Como punto de curiosidad mencionaremos que, al igual que en el resto de su obra, Ingres también trazaba los bocetos de sus cuadros religiosos con las figuras de santos y vírgenes completamente desnudos, vistiéndolas después. Los dos últimos temas que trató Ingres fueron la pintura de historia y la de mitología. Por sus rasgos formales, ambos temas están muy relacionados; se trata de cuadros de enorme formato, con muchas figuras y moraleja incluida, al gusto del Neoclasicismo.Ingres deseaba ser recordado como un pintor de historia, pues consideraba a éste como el género más digno de la pintura. Curiosamente, sus peores composiciones son sus cuadros de historia. En ellos trata el llamado "género trovador": recupera el gusto por la Edad Media, por el aspecto primitivo de la pintura, así como se ocupa del origen de la monarquía y de las instituciones tradicionales. Sus obras son serviles y centradas en lo meramente anecdótico, sin la grandeza que mostraron los grandes neoclásicos como su propio maestro, David. Aparte del relato de hechos históricos hizo referencias a la literatura medieval y renacentista, como en los lienzos que dedicó a la desgraciada historia de Paolo y Francesca, o los que tienen como motivo los amores de Rafael y la Fornarina.Los lienzos dedicados a mitología tienen las mismas características formales de sus pinturas de historia. Son composiciones pretenciosas, pero en las que la belleza del tema hace perdonar los desmanes sentimentales de la interpretación. Entre los lienzos dedicados a la mitología se incluyen también cuadros dedicados a estrenos teatrales del momento que le impactaron, como la ópera Antíoco y Estratónice. En estos lienzos, que para él significaban su más alta realización como pintor, hacía un profundo estudio previo, que podía alcanzar los 300 ó 500 dibujos preparatorios. El rigor histórico era también una característica de Ingres. Los objetos de la época y los adornos eran copiados de apuntes que Ingres tomaba de sus visitas a yacimientos arqueológicos, así como de su importante colección de vasos etruscos y griegos.La trascendencia de Ingres en el siglo XIX se puede establecer en dos vías: formal y de contenido. En el aspecto formal, los pintores a los que influyó fueron en primer lugar sus discípulos: Flandrin y Lehman entre otros. Federico de Madrazo y Rosales, españoles ambos, también adaptaron su modo de pintar en el eclecticismo español. José de Madrazo incluso llegó a conocer al maestro francés, a quien admiraba profundamente. Por último, en la generación siguiente, Puvis de Chavannes y Gustave Moreau asumieron de Ingres su estilo lineal y depurado. La transmisión del contenido se llevó a cabo en la pintura romántica de género trovadoresco, en especial con influencias sobre los pintores nazarenos, los prerrafaelitas y los simbolistas, entre los que se cuenta el mencionado Moreau. Aparte de ellos, el impresionista Degas también admiraba la solidez dibujística de Ingres y se animó a visitarle y pedirle consejo. Mas allá del siglo XIX, en la década de 1920 se produjo en el arte de vanguardias una llamada "vuelta al orden", a la línea, al clasicismo de la figura y el tema, en la cual la pintura de Ingres tomó un gran peso específico, hasta el punto de servir de referencia al Picasso clasicista de estos años, Gino Severini o Salvador Dalí.
Personaje Político
Era la hija del rey de Austrasia, Sigeberto, y contrajo matrimonio con Hermenegildo. Ingunda, durante el reinado de Leovigildo, se encargó de la conversión al cristianismo de su marido, lo que provocó un conflicto de graves consecuencias.
termino
acepcion
Se trata de una serie de pruebas o ritos que cada persona debía superar para formar parte de una determinada comunidad secreta o sencillamente para mejorar socialmente. Laceraciones, pruebas de confirmación, circuncisión, tatuajes... transforman radicalmente la posición social o religiosa. Era muy habitual entre pueblos primitivos la prueba de iniciación en el paso de la infancia a la pubertad o de la juventud a la madurez, pues simboliza la madurez sexual y su acogida como miembro de pleno derecho dentro de la comunidad. Fue muy practicado en sociedades greco-orientales.
contexto
A lo largo del V milenio se producirá en las costas mediterráneas el definitivo paso del Epipaleolítico al Neolítico, paso tranquilo y reposado posiblemente producto de la influencia del Próximo Oriente, aunque algunos especialistas apuntan la posibilidad de una evolución propia de cada una de las regiones. Podemos realizar una división regional para un mejor conocimiento de cada una de las culturas que florecen en este período de génesis neolítica donde se produce la convivencia de comunidades neolitizadas con otras más atrasadas. El Egeo, los Balcanes, Dalmacia, Italia, Sicilia y Francia Meridional serán las regiones que conoceremos con mayor profundidad, sin dejar atrás el desarrollo del Neolítico en la península Ibérica.