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obra
La estructura urbana del Nuevo Baztán se centra en un eje viario principal y responde a un trazado ortogonal simple, en el que se integran seis manzanas de casas, la última de las cuales, en la calle Nueva, es de construcción reciente. En el recinto, palacio e iglesia se convirtieron en un signo de poder y de prestigio
obra
El poblado hasta ahora mejor conocido, dentro de la arquitectura civil de época visigoda, es el de Bobalar, en la provincia de Lérida. Se trata de un habitat rural, con funciones agrícolas y ganaderas, adosado a la iglesia. El poblado se halla ubicado en una zona muy rica para el cultivo y para la ganadería, además de estar en lo alto de una elevación, dominando el valle del Segre. Su construcción parece posterior a la edificación de la basílica que se sitúa en la zona norte del conjunto, pero ello está todavía por definir claramente. Ocupa una superficie de unos 2.400 m2; por tanto, se trata de un habitat de pequeñas dimensiones que contrasta con la riqueza de la iglesia (recordemos tanto la estructura arquitectónica como el mobiliario litúrgico hallado, así como el conjunto escultórico del baptisterio). Cada una de las casas corresponde a una unidad familiar, compuesta de dos o tres habitaciones con una entrada común y relacionadas entre sí por medio de un pasillo. La datación del momento final del lugar es interesante, pues viene dada por un incendio correspondiente a los primeros años de la segunda década del siglo VIII. Las monedas acuñadas por Akhila, aparecidas en estos estratos de destrucción, confirman este hecho. Por otra parte, los materiales de la vida cotidiana, como, por ejemplo, vasijas, contenedores y cinturones, han aparecido de tal forma que atestiguan claramente el abandono del habitat debido a un incendio. La importancia del conjunto viene dada por la coexistencia de un conjunto basilical de claras tradiciones paleocristianas con un habitat rural con claros indicios de tipo hispano-visigodo, como son, por ejemplo, los broches de cinturón de tipo liriforme tan característicos de la toréutica del siglo VII, que son, por otra parte, comunes en toda la geografía peninsular, al menos en aquellas zonas más profundamente romanizadas y donde las influencias bizantinas y mediterráneas llegaban con más facilidad. La iglesia del conjunto es de tres naves separadas por columnas, cabecera tripartita recta y en el lado opuesto un contracoro. Su longitud es de 25,80 m por 12,10 m de ancho, es decir, ocupa 312 m2 de los 2.400 m2 de superficie del conjunto. En el interior del edificio se encontraron diferentes elementos que constituyen un rico mobiliario litúrgico.
obra
En la primera década de 1800 Constable se dedicará especialmente a la realización de retratos de los que tenemos más de un centenar. Pero gracias a su contacto con John Thomas Smith y tras la lectura de las obras de Gilpin, Price y Knight sobre lo pintoresco también se interesará por los paisajes, generalmente en acuarela y lápiz. Precisamente serán estos bocetos y estudios los que empleará en la década de 1820 para realizar sus lienzos del valle del Stour. En esta composición observamos en la lejanía la monumental torre de la iglesia de Dedham que será también la protagonista de un lienzo elaborado dos años después. Se trata de una vista panorámica en la que el encapotado cielo ocupa un importante papel -muestra de la admiración del inglés hacia los paisajistas holandeses del Barroco-, creando una espléndida sensación de movimiento con las nubes. Se trata de una vista empleando un punto de vista bajo, apreciándose en primer plano unas vacas que suponen el elemento pintoresco. El naturalismo que identificará la mayor parte de los trabajos de Constable se encuentra también presente en este trabajo .
Personaje Político
Fue minero hasta 1960, fecha en que se afilió al Partido Comunista de España y a CC.OO. Mientras esta fuerza estuvo en la clandestinidad, formó parte del Comité Central y del Comité Ejecutivo del Partido Comunista. Elegido en 1978 Secretario General del PC de Asturias, en 1981 volvió a renovar este cargo. Los pésimos resultados obtenidos por el PC en los comicios de 1982 provocaron una gran crisis en el partido. En consecuencia Gerardo Iglesias sustituyó a Santiago Carrillo en la secretaría general del partido. Este hecho dio lugar a una escisión dentro del partido entre dos sectores, por un lado quienes apoyaban a Gerardo Iglesias y por otro los defensores de Carrillo. Todo culminó en 1985, fecha en que esta fuerza se escindió con la creación por parte de Carrillo del Partido Comunista de los Pueblos de España. Un año después nacía Izquierda Unida, con Gerardo Iglesias al frente como presidente. En este año fue nombrado diputado por Madrid, escaño que ocupó hasta 1989. Ante esta situación se daba la paradoja de que Gerardo Iglesias ocupaba la Secretaría General del PCE, al tiempo que presidía IU. En el XII Congreso fue reemplazado por Julio Anguita. Despojado de todos sus cargos regresó a Hunosa, donde tenía una excedencia desde 1977. Aunque recibió en 1990 una propuesta para presentarse de nuevo a las elecciones autonómicas, no aceptó y dejó definitivamente la política.
contexto
Durante el reinado de Luis XIII se construyeron numerosas iglesias parroquiales y conventuales de las que una buena parte ha desaparecido. En ellas, como rasgo característico de tipo general puede señalarse la tendencia al empleo de una planta de tipo centralizado.Esta es la estructura con la que se proyectó y edificó la iglesia de Sainte Marie de la Visitation, en la rue Saint Antoine de París, construida por François Mansart entre 1632 y 1634 a expensas de Noël Brulart para las Filles de la Visitation de Sainte Marie.La planta de la iglesia, que parece derivar de la capilla del château d'Anet de Philibert de l'Orme, e incluso de un proyecto para una capilla en el château de Blois del propio Mansart, está dominada por un gran espacio circular al que se abren otros espacios menores en los ejes principales, con lo que, aunque se constituye un pequeño plan cruciforme, realmente todo se funde en un gran espacio único que de esta manera conforma un ámbito plenamente barroco.Pero lo cierto es que esa idea tan barroca de la interpretación de espacios que se apunta aquí, no fue plenamente asimilada en Francia hasta la llegada a París de Guarino Guarini en 1662, quien empleó la misma solución en la iglesia de Sainte-Anne-la-Royale, en la que el arquitecto teatino intervino desde 1662 a 1665, quedando luego detenida la obra hasta 1714, en que Liévain la reemprendió, siendo finalmente destruido el edificio un siglo después, en 1820. De todas formas, esta obra, que respondía a los rasgos propios de Guarini, no llegó a ejercer influencia en la arquitectura francesa. Por el contrario, la iglesia de la Visitación sí tuvo una mayor trascendencia en edificios posteriores.También es sumamente importante en la planta de la iglesia de Sainte Marie de la Visitation, la presencia de unos espacios más independientes y de carácter secundario, dispuestos en los ejes diagonales y abiertos hacia el volumen central. Estos, que ya estaban en la capilla de Anet, y que se podrán ir viendo más adelante en otros ejemplos, se constituyen como uno de los rasgos más característicos de una buena parte de las iglesias francesas del siglo XVII.Por otra parte, el gran espacio central y el presbiterio se cubren con sendas cúpulas truncadas, cerradas con otra por encima e iluminadas con una linterna, esquema que también será muy utilizado en edificios posteriores y al que, por ejemplo, recurrió el mismo Mansart en 1665 para el proyecto de la Capilla de los Borbones en la abadía de Saint-Denis de París.La fachada es sencilla, pero interesante. Está concebida con un gran arco que cobija la entrada compuesta por dos columnas que soportan un frontón triangular. Según Norberg-Schulz, el empleo de un pequeño edículo para la fachada de las pequeñas iglesias de planta central puede remontarse a la fachada-templo de Alberti, habiendo intentado Giacomo della Porta una solución semejante en los comienzos del barroco en la iglesia romana de Santa Maria in Scala Coeli (1582).Una de las actuaciones arquitectónicas más importantes del período estuvo en la construcción del monasterio del Val-de-Grâce, erigido por la reina Ana de Austria en acción de gracias porque, tras veintitrés años de matrimonio con Luis XIII sin haber tenido descendencia, finalmente en 1638 nació un heredero, el futuro Luis XIV.El primer día del mes de abril de 1645 e1 propio Luis XIV colocaba la primera piedra del edificio que había sido proyectado por François Mansart. Este lo planeó según un esquema que puede remontarse hasta el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, con un eje dominante marcado por la iglesia que dejaba a un lado un convento y al otro un palacio.Pero el carácter desagradable de Mansart, sus pocos cuidados con los gastos y la tendencia a ir variando los planos hacían de él un arquitecto problemático, lo que motivó que, al año siguiente, fuese sustituido por Jacques Lemercier, que ya estaba en el final de su carrera. De todas formas, y a tenor de lo construido, Anthony Blunt considera que la planta de la iglesia, así como los muros hasta la altura del entablamento y la parte inferior de la fachada, se deben a François Mansart, correspondiendo el resto a Lemercier.La iglesia, con un esquema general muy italianizante semejante al de los templos romanos de la Madonna dei Monti y Sant'Andrea della Valle, tiene una planta de cruz latina, en la que ante todo domina el gran espacio del crucero cubierto con una cúpula. A este espacio central se abren las cuatro grandes aberturas de los brazos de la cruz y otras cuatro capillas secundarias situadas en los ejes diagonales.El acceso a estas capillas diagonales también resulta interesante, por cuanto se hace a través de unos pequeños arcos de medio punto situados en la parte inferior de los grandes machones que soportan el peso de la cúpula, disponiéndose por encima de ellos unos pequeños balcones. Y esta es, más o menos, la articulación empleada para el mismo lugar en la basílica de San Pedro del Vaticano, donde únicamente cambia el que en lugar de arcos de comunicación hay nichos con estatuas.Por otra parte, la composición del cuerpo de la iglesia con un orden principal de pilastras corintias que soportan un entablamento muy sobrio, sirve de base a la hipótesis de Blunt de que esta zona de la iglesia haya sido construida por Mansart, o de que, al menos, no se alterara su proyecto.Bajo la cúpula se situó el altar mayor, que se cobijó con un baldaquino al estilo del que hizo Bernini para San Pedro del Vaticano, pero del que, sin embargo, hay la constancia de que no era del agrado del artista italiano.En el exterior, la fachada responde a un modelo italianizante. Elevada sobre una alta escalinata tiene, sin embargo, en la parte central del cuerpo inferior un pórtico sobre columnas rematadas por un frontón triangular que da una nota de clasicismo al conjunto, y que bien pudiera ser una adaptación del que aparecía en la fachada del patio del Colegio de la Sorbona. Y es este elemento el que en este caso sirve a Anthony Blunt para considerar que la parte inferior de la fachada pudo haber sido hecha por François Mansart, a pesar de que en el fondo sea algo original en su obra. Por contra, el piso superior resulta mucho más ligero y delicado.La cúpula es, sin embargo, de Lemercier. En ella este arquitecto dio muestras de una marcada evolución desde la Sorbona, aunque ésta sólo sea anterior en unos pocos años. Destaca, sobre todo, en ella la nueva sensación ascendente que viene determinada por la duplicación del número de contrafuertes del tambor, remarcados además por medio de una pilastra en resalte. Pero, además, reforzó la verticalidad al rematar estos contrafuertes, ya en la base de la media naranja, con estatuas y pináculos.Pero, tras este período floreciente de la arquitectura religiosa, las cosas cambiaron una vez que Luis XIV asumió el gobierno de la nación. Puede que en parte se debiese a que ya estaban resueltas las necesidades de iglesias, y en parte a que el empeño constructivo, se orientó hacia las obras emblemáticas que señalaran la importancia de París como capital del reino, sobre todo desde el momento en el que el rey decidió trasladar su residencia a Versalles.
Personaje Escultor
Inició sus estudios en Ciencias Químicas, pero pronto se interesó por el arte. Se formó académicamente en Londres, en la Chelsea School of Arts, dándose a conocer en el boom artístico de los años 80. Su participación en la Bienal de Venecia de 1986 le dio fama internacional, pasando a exponer en los mejores puntos artísticos del mundo. Viuda del también escultor Juan Muñoz y escultora en el sentido más actual de la palabra, trabaja en su estudio de Torrelodones en medio de la naturaleza desde hace varios años. Ella misma considera que construye desde la ilusión física y desde la ilusión que crean los espacios.
monumento
Se trata de once iglesias excavadas en la piedra, a 2.700 m. de altitud y a unos 700 km. de la capital etíope, Addis Abeba. Han sido datadas entre los siglos XII - XIII y denominadas como "la Jerusalén negra". Su construcción se atribuye al rey Lalibela (siglo XIII) que fue, más tarde, canonizado por la iglesia etíope y que ha sido considerado por los europeos como el famoso Preste Juan. El impacto que provocan las iglesias la primera vez que se ven es tan grande que el primer europeo que las vio, el sacerdote portugués Francisco Álvarez, lo eliminó de su crónica porqué pensaba que nadie le creería. Las construcciones son monolíticas, talladas en una masa inclinada de tierra volcánica roja, asentada sobre una capa de basalto gris oscuro, situadas a ambos lados del río Jordán y comunicadas mediante túneles y pasadizos con aperturas que dan a cuevas de ermitaños y catacumbas. Algunas son de tipo basílica, con características arcaicas que imitan elementos arquitectónicos de periodos anteriores, pero al mismo tiempo difieren las unas de las otras en diseño y estilo. Dos de ellas están decoradas con interesantes pinturas murales y figuras esculpidas. Se dice que el rey Lalibela tardó 24 años en construirlas. Se han clasificado en tres grupos diferentes: iglesias construidas en cuevas, estructuras sencillas construidas dentro de una cueva natural (Makina Medhane Alem, Yemrehanna Kristos); iglesias excavadas en la roca, son todas aquellas excavadas en una pared de roca y, a veces, usando una cueva ya existente para ensancharse (Aba Libanos, Bete Meskel, Bete Denagil); iglesias monolíticas, oradadas en la roca en una sola pieza y separada de ésta por trincheras por todos los lados excepto por la base (Bete Medhane Alem, Bete Mariam, Bete Emmanuel, Bete Giorgis). La erosión causada principalmente por la intemperie está deteriorando la superficie de la piedra de todas las iglesias por lo que necesitan una restauración urgente. Las principales son la iglesia de Medhane Alem, la de Maryam, la de Ammanue, la de Giyorgis y la de Golgota-Mikail. En Lalibela se siguen practicando los mismos cultos y ritos que hace 800 años y para los cristianos ortodoxos de Etiopía es una segunda Tierra Santa, con su cauce rebautizado Jordán y su Monte Tambor. Lalibela es el mejor ejemplo de cristianismo arcaico, pues en ella viven no menos de 350 sacerdotes, 250 diáconos, 400 novicios y varios cientos de monjes, todos ellos en una estructura fuertemente jerarquizada.
contexto
Entendiendo la peregrinación como un camino físico que a su vez también era una vía mística, los santuarios que se encontraban a lo largo del itinerario constituían etapas que preparaban a los romeros para, al llegar a la meta de su viaje, ante la tumba de Santiago, encontrarse en la mejor disposición espiritual de recibir los favores que esperaban. Las principales guías y los predicadores insistían en la conveniencia de visitar los santuarios donde se custodiaban los cuerpos santos y venerarlos. Aymeric Picaud, después de señalar una larga relación de todos los lugares con reliquias que los peregrinos debían recorrer a su paso por Francia y España, terminaba con esta jaculatoria tan explícita sobre el papel desempeñado por los santos y sus reliquias como intercesores ante Dios: "Que todos estos santos, con todos los demás santos de Dios, nos asistan con sus méritos y súplicas ante Nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina, Dios por infinitos siglos de los siglos. Amen". En un primer momento estos santuarios se convierten en importantes complementos de la peregrinación a Santiago, pero muy pronto adquieren por sí mismos tal relevancia que disputan el protagonismo al mismo Apóstol, dejando entrever en ocasiones que la peregrinación a Santiago puede ser sustituida por los beneficios que se obtienen en estos santuarios. Así, entre las gentes de la época, empiezan a difundirse milagros y consejos que inducen a la competencia. La catedral de Oviedo reclamaba su papel preeminente con respecto a Santiago, y muchos de sus devotos no dudaban en proclamarlo: "Quien va a Santiago/ Y no a San Salvador/ Sirve al criado/ Y deja al Señor". Detrás de estos versos no sólo está el sentimiento de amor y orgullo de unos fieles por un entrañable santuario que sienten como suyo, sino toda una teoría de poder de los hombres de Iglesia que están al frente de los diferentes centros religiosos. La presencia de peregrinos supone prestigio y cuantiosos ingresos; en resumidas cuentas, poder. Para que un santuario se convirtiese en foco de atracción era necesario que los prodigios que se realizaban allí fuesen muy importantes, lo imposible se hacía posible por la gracia divina que actuaba en aquel lugar. Estos versos de las "Cantigas" de Alfonso X nos explican cómo, en Villalcázar de Sirga (Palencia), la Virgen empezó a hacer milagros: "Esto foi en aquel tempo/ Que a Virgen començou/ A facer en Vila-Sirga/ Miragres, porque sanou/ A muitos d'enfermidades/ Et mortos ressocitou/ Et por ende as gentes algo/ Començaban d'y facer./ Como sofre muj gran coita/ O em'en cego seer,/ Assi faz gran piedade/ A Virgen en ll'acorrer". Cierta parte de la historiografía ha señalado que este culto a las reliquias en general y a los cuerpos santos en particular se había desarrollado en España a partir de la influencia carolingia, incidiendo especialmente en este sentido al referirse al hallazgo del sepulcro de Santiago en Compostela poco antes del año 834. Nada más lejos de la realidad. Desde los primeros momentos de la existencia organizada del cristianismo en nuestro país los preceptos recomendaban a los fieles acudir a los lugares donde había cuerpos santos. En el célebre "Sermón contra las supersticiones rurales", de Martín de Braga (518-525-575-580), se indicaba a las gentes que, en las fiestas, era conveniente "ad loca sancta ambulare". En las páginas siguientes haremos un breve recorrido por aquellos lugares en los que se custodian importantes depósitos de reliquias o el cuerpo de un santo venerado, analizando estos espacios en la arquitectura hispana de los siglos VI al XIII. En las iglesias cuya topografía se organizaba siguiendo las normas de la vieja liturgia hispana, las reliquias más importantes se conservaban en una de las dos sacristías que tenían los templos, conocida como tesaurum. Al comprobar los otros objetos que se custodiaban en esta dependencia, libros, diversos objetos suntuosos y documentos de propiedad, percibimos claramente el significado del valor que se daba a las reliquias. A este respecto es bien conocido cómo los príncipes y señores altomedievales coleccionaban reliquias que constituían su "tesoro", entendida esta palabra tanto en sentido espiritual como material, sin olvidarnos que este término, por un evidente efecto metonímico, también denominaba el espacio contenedor. Estos poseedores de tesoro-relicario lo situaban en sus oratorios privados, en algunos casos verdaderas capillas palatinas. Esta es la razón por la que muchas capillas adquieran la misma disposición planimétrica y tipo arquitectónico en general que los edificios martiriales. Así, la Capilla palatina de Aquisgrán, oratorio privado y depósito de la "Capella Sancti Martín", entre otras reliquias propiedad de los monarcas carolingios, adquirirá por influencia directa de su contenido una de las formas planimétricas más característica de los edificios martiriales, la planta central. La Cámara Santa, en el conjunto catedralicio de Oviedo, es donde se guardan las grandes ofrendas que los reyes y poderosos regalan a San Salvador. En este sentido podría entenderse este espacio como una sacristía-tesoro. La Cámara consta de dos pisos. En el inferior, dedicado a Santa Leocadia, es de planta rectangular cubierta de bóveda de ladrillo. La misma advocación y varias hermosas laudas sepulcrales, entre ellas la tapa del sarcófago llamado de Iatacio, hablan por sí solos del carácter funerario-martirial de esta dependencia. El piso superior mantiene la misma estructura planimétrica, aunque la parte oriental estaba separada del resto por un cancel, señalando así lo que sería propiamente el presbiterio. Este oratorio estaría bajo la advocación de San Miguel. El origen de este tipo de construcción se ha señalado en edificios martiriales hispanos como el de la Alberca de Murcia, tal como ha indicado Schlunk. Pero todavía podemos precisar algo más: se trata de la concepción de un oratorio-relicario, en el que su función como contenedor de reliquias condiciona la iconografía arquitectónica de su forma. Este monumento se inscribe en una tipología definida en la época hispanovisigoda, y más exactamente en el entorno palatino -en el sentido más amplio de este término- de la capital toledana. Aquí existía un templo dedicado a Santa Leocadia dividido en dos pisos; en el inferior, se encontraba la cripta (esta palabra en el lenguaje de la época significa tan sólo espacio arquitectónico donde existe un sepulcro) donde estaba enterrada la Santa. Debemos interpretar este monumento en el contexto de las ideas neovisigóticas de la corte ovetense, que pretendían recrear en Oviedo el paisaje monumental del Toledo de los reyes visigodos. Los mismos reyes asturianos se encargaron de elevar sobre el lugar en el que se encontró el sepulcro de Santiago un templo. La historia y la arqueología nos enseñan que este santuario fue elevado por Alfonso II primero y, después, ampliado por Alfonso III. Viejas noticias documentales nos informan que la construcción de Alfonso III fue realizada con hermosas columnas romanas transportadas desde Portugal hasta Compostela. Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo por Chamoso Lamas nos ha permitido reconstruir la planta de este conjunto prerrománico bajo la actual catedral compostelana. El edificio sería de formas sencillas, mostrando unos simples volúmenes de líneas. En la cabecera, de forma rectangular, estarían los sepulcros de Santiago y sus dos discípulos bajo el piso del presbiterio. El cuerpo del templo constaría de tres naves disponiendo de un nártex de dos tramos en la parte occidental y un baptisterio rectangular abierto a la nave septentrional. Ante la puerta meridional se levantaron sendos mausoleos destinados a enterramientos privilegiados. El conjunto responde a una respuesta lógica de un arquitecto que tiene que organizar la topografía templaria en función de un lugar sagrado, referente focal ineludible, la tumba del Apóstol. Y me refiero a una respuesta lógica y espontánea porque, aunque haya coincidencias con otros conjuntos de otras áreas geográficas y cronología, ante los mismos condicionantes es muy posible que las respuestas sean idénticas o al menos similares. De hecho, tenemos un santuario en el mismo camino jacobeo, Santa María de Tricio (La Rioja), que presenta la solución más próxima al templo compostelano de la época de Alfonso III: un viejo mausoleo romano sirve de cabecera al templo cristiano mientras que la organización de las naves se realiza mediante la reutilización de unas hermosas y monumentales columnas romanas. Lo más habitual era que los peregrinos encontrasen las reliquias que debían venerar sobre un altar en una de las capillas del templo tal como podemos ver en uno de los relieves del arca de marfil del relicario de San Millán de la Cogolla. Así era como se mostraban los cuerpos de diversos santos en lugares del Camino de Santiago: San Millán, San Isidoro o San Pelayo, entre otros. Dentro de los usos de la Iglesia hispana el cuerpo de Domingo de Silos será enterrado en el interior del templo en un sarcófago antropoide de piedra, junto a la pared septentrional cerca de la puerta, cuando éste fue proclamado santo (hasta entonces había permanecido ante la puerta claustral de la iglesia). Así, los fieles tenían un acceso fácil a esta capilla dotada de un altar sobre su sepulcro, alejados en parte de lo que será propiamente la iglesia monástica de la ampliación románica. Para su levantamiento de la sepultura se realizaría la hermosa arca de esmaltes románica que contendrían sus reliquias y que, por entonces, estaría colocada sobre el altar del Santo. En el monasterio de la Cogolla, lugar de enterramiento y arca-relicario del cuerpo santo terminaron formando parte de dos espacios diferentes. La cueva donde había habitado Emiliano dio origen a un sitio de culto que llegaría a convertirse en un importante monasterio durante la repoblación del territorio, San Millán de Suso. El aumento de la comunidad de este cenobio obligó a bajar a un lugar más cómodo, donde se erigió un edificio románico (San Millán de Yuso). El santo fue sepultado en la cueva que le había servido de vivienda, permaneciendo ésta abierta, como una capilla, a la nave septentrional del templo de los siglos X y XI. Sancho el Mayor de Navarra mandó elevar las reliquias del sepulcro y colocarlas en una caja relicario para facilitar su veneración. Cuando se construyó la iglesia del nuevo monasterio en Yuso se hizo un arca de madera y metal, de oro posiblemente, con una interesante serie de relieves ebúrneos; todo ello obrado entre 1060 y 1080. Por desgracia, en el siglo XIX se desmontaron los marfiles, el metal se perdió y algunas de estas placas relivarias terminaron en museos foráneos. Aunque conservamos el cuerpo de madera del arca original, decorado su interior con una bellísima tela oriental, se realizó un nuevo relicario en el que se han engastado los marfiles conservados en el monasterio. Este arca se colocó sobre el altar de Santa María y seguramente su disposición no variaría mucho de como aparece en la representación del milagro de los ciegos que parte nos describe así Berceo en el momento en que los ciegos salen de su casa y se dirigen al arca del Santo: "Ixieron de sues casas ambos con sos guiones,/ entraron en carrera, fincando sos bordones,/ vinieron al sepulcro lazdrados dos varones,/ pero sedien alegres entre sus corazones". Debe entenderse aquí la palabra sepulcro en un sentido muy amplio, es decir, el lugar donde se encuentran reliquias. Así se llama también al pequeño receptáculo que sirve de contenedor a una reliquia, aunque ésta sea mínima. El lugar donde había estado el sepulcro original del santo en estos casos que se había producido una traslación también solía recibir un tratamiento monumental. Se trata de lo que llamaríamos el cenotafio propiamente dicho. En el antiguo espacio sepulcral de Yuso se construyó hacia 1200 un conjunto funerario con la imagen yacente del Santo. Para darle un aspecto más acorde con la "modernidad" de aquellos tiempos se adaptó a la cueva unas columnas y nervaduras que simulaban una capilla de estructura arquitectónica gótica. Es evidente que la mayor atracción de los devotos era el cuerpo santo; sin embargo, el lugar donde había permanecido enterrado siempre había recibido un especial culto. No sólo la tradición así lo atestigua, sino que el mismo cenotafio de Millán representa a los devotos acudiendo allí a la espera de sus milagros. Si ante el arca se curaban los ciegos, no falta también aquí la representación del invidente conducido por su perro. Pero el caso emilianense que contaba con el lugar de la antigua sepultura y el arca con el cuerpo trasladado no era el habitual de la época. En la célebre iglesia de San Isidoro de León, protegida por los reyes, había dos hermosos relicarios románicos, ambos realizados por Fernando I y Sancha: en uno se guardaban los restos de San Isidoro, mientras que el otro se destinaba a los de San Pelayo. El primero es una de las joyas de la metalistería de la época. El de San Pelayo, aunque ha perdido la guarnición áurea, todavía conserva unos hermosos relieves de marfil, entre los que destaca la serie del apostolado. Las reliquias de uno y otro procedían del sur, donde había tenido lugar el entierro primitivo, por lo tanto no había propiamente un locus sanctus que venerar en el edificio leonés, sino que eran los cuerpos en sus arcas los que se exponían en distintos altares del templo. Creo haber demostrado que el conocido grupo de cinco iglesias de peregrinación, tantas veces citado en los manuales de arquitectura románica, no es lo unitario y homogéneo que pretenden algunos historiadores. Tampoco es un prototipo templario que sea utilizado durante el románico en exclusiva para conjuntos a los que acuden fieles peregrinos. Se suele insistir en una interpretación superficial de la girola de estos templos, considerando que esta era la articulación espacial que facilitaba la ambulación de los devotos para acceder al lugar santo donde se encuentra el cuerpo para su veneración. Dos edificios hispanos, ambos en el camino jacobeo, las catedrales de Santiago de Compostela y de Santo Domingo de la Calzada, muestran claramente cómo el uso del deambulatorio fue entendido de manera muy diferente. El templo románico de Compostela fue proyectado para colocar el altar principal sobre la perpendicular del sepulcro del Apóstol, tal como explica la guía de Aymeric: "En la referida y venerable catedral yace honoríficamente, según se dice, el venerado cuerpo de Santiago, guardado en un arca de mármol, en un excelente sepulcro abovedado, trabajado admirablemente y de conveniente amplitud, bajo el altar mayor, que se levanta en su honor". La misma guía nos avisa que las diferentes capillas que constituyen la cabecera y el crucero fueron erigidas para contener los altares correspondientes, aunque después alguna de ellas fuera reaprovechada además como depósito de reliquias. Termina Aymeric diciéndonos que se realizará un altar para los peregrinos: "Entre el altar de Santiago y el de San Salvador está el de Santa María Magdalena, donde se cantan las misas tempranas para los peregrinos". Como el conjunto del presbiterio no le parecía adecuado a Gelmírez para que los peregrinos tuviesen un ámbito algo más íntimo y recogido ante la contemplación del sepulcro santo, con este fin dispuso la realización de una confessio en el presbiterio, tal como nos explica la "Historia Compostelana" en los siguientes términos: "Mas como el altar construido de la manera que hemos dicho, estaba por todas partes patente a los humanos ojos, sin quedar sitio alguno oculto donde pudiesen los devotos satisfacer el deseo de orar secretamente, era oportuno, y para la santa meditación evidentemente necesario un local recogido, a fin de que las almas radiantes con el esplendor de la interna contemplación, ora lavasen con abundante raudal de las lágrimas, derramadas en lugar retirado, las manchas de sus conciencias, ora respuestas, digámoslo así, con los regalos del celestial convite, y favores de la santa oración, saliesen exoneradas de la pestífera mole de los vicios. De aquí comenzó el obispo a insistir consigo mismo en el pensamiento de hacer una confesión junto al altar, deseando íntimamente hacerla con infatigable solicitud, y que al fin llevó a cabo por debajo de dos de las columnas del altar que sostienen el baldaquino. Mas cuán amplia y magnífica la construyó, aparece cuando da feliz entrada a los que la visitan". Como queda claro en este texto, el espacio del presbiterio permanecía abierto por todas partes, será una transformación del proyecto original la que cree la confessio propiamente dicha. La girola compostelana en su origen sólo disponía la ambulación entorno al presbiterio, el acceso a las capillas y la comunicación con el exterior oriental del templo. En Santo Domingo de la Calzada el cuerpo del patrono del templo ocupaba una capilla en el brazo del crucero, aunque es muy difícil precisar si ésta se acusaba al exterior del muro o simplemente estaba, como en Silos, tan sólo arrimada al muro. Por una concesión de indulgencias de Urbano V, del año 1362, sabemos que esta capilla se había quedado pequeña. Por esta razón, continuaba el documento pontificio afirmando, que era necesario ampliar y edificarla a la vez que se hacía una caja de plata en la que se custodiase el cuerpo del Santo. Realizada la ampliación de la capilla, el cuerpo permaneció en su interior formando un único conjunto funerario tal como se explica en la tradición de la catedral y la fórmula de este juramento del siglo XV, antes de la última gran reforma de la misma, confirma plenamente: "so virtud del juramento que fizo e jurando a nuestro Sennor Dios e a los santos Euangelios e a la sannal de la santa cruz que con su mano derecha en manos de mi el dicho notario Juan Sanchez de Salas fizo dentro en la capilla del Sennor Santo Domingo e teneiendo la mano sobre su cuerpo e sepultura donde esta sepultado". El enterramiento junto a la puerta, además de atestiguar una vieja tradición atribuida a Domingo, viene muy bien para facilitar un acceso cómodo e inmediato a los fieles devotos y peregrinos. Se decía en la Calzada que el Santo había anunciado que el templo podría ampliarse hasta incluir la tumba en su interior, ésta había sido situada por él mismo en el atrio. Ubicando la capilla tan cerca de la puerta no sólo se disponía el acceso, sino que evitaba que los peregrinos penetrasen más en el interior de la iglesia molestando en todos los sentidos la práctica del ceremonial litúrgico y el propio mantenimiento del edificio. La importancia y el desarrollo del culto dominicano era tan considerable que producía una cierta aglomeración en el brazo del crucero, circunstancia que no sería resuelta hasta la última ampliación de la capilla y del crucero.
contexto
El simbolismo religioso de la forma de la cruz dio origen a una preferencia por ella en la arquitectura, que tuvo su mayor desarrollo en el mundo bizantino. El esquema de cruz, aunque no resulte exclusivo de lo bizantino, tuvo en el arte cristiano oriental su mayor desarrollo arquitectónico y dio lugar a estudios muy tempranos sobre los sistemas de disposición de bóvedas de contrarresto alrededor de una cúpula más elevada. Como referencia más significativa para la adopción de este trazado en las iglesias cristianas puede recordarse la iglesia de los Santos Apóstoles edificada por Constantino en Constantinopla, que fue destinada a mausoleo imperial; con la misma forma ordenó Justiniano la construcción de su capilla funeraria, al lado de Santa Sofía. Un conocido texto sobre la construcción de la Catedral de Gaza narra que, ante la duda entre los fieles sobre la forma que debía tener el templo, el caso se resolvió al recibirse una carta de la emperatriz Eudoxia con el plano, en forma de cruz, que debía utilizarse de modelo. Estos datos sirven para entender el alcance que pudo tener el simple concepto de planta en cruz, con independencia de que junto a él se transmitieran otros conocimientos arquitectónicos más técnicos; puede que en muchos casos se decidiera adoptar esta forma con los medios y técnicas disponibles, como hubo de hacer en Gaza el obispo Porfirio. El mausoleo cruciforme que vemos empleado por los emperadores en Constantinopla y que adopta también Gala Placidia para su sepulcro de Rávena, tiene en nuestra Península una manifestación excelente en la tumba de San Fructuoso situada en Montelios, junto a Braga. Es el edificio más bizantino de la arquitectura visigoda, que pone de manifiesto cómo pudo ser el arte de las grandes ciudades de la época, bajo el influjo de los dirigentes más cultos de la Iglesia. Se considera tradicionalmente que la iglesia de San Fructuoso en Montelios fue dispuesta por el propio obispo de Braga, poco antes de su fallecimiento en el año 665, y que él mismo ordenó, por humildad, que no se le enterrase en su interior, sino en un arcosolio lateral en el exterior de la capilla. Permaneció durante la Edad Media en un plano muy secundario, especialmente desde que el obispo Gelmírez se llevara a Santiago las reliquias del fundador, y luego pasó a ser de los capuchinos, quienes la rehicieron para luego tener que derribarla en gran parte por las necesidades del culto. En 1931 se puso al descubierto la parte conservada y se puso en marcha la restauración que ahora vemos, en la que según Gómez Moreno se cometieron temerarias libertades; la misma opinión expresaba el profesor Schlunk aunque, siendo ambos testigos de la restauración, nunca quisieron publicar detenidamente sus críticas por cierta consideración hacia sus colegas portugueses. Con la fisonomía general que hoy se nos ofrece y las indicaciones de nuestras dos máximas autoridades sobre el arte visigodo, se puede establecer la descripción de tan destacado monumento. El edificio tiene forma de cruz con los brazos iguales, y se compone de un cimborrio con cúpula, rodeado de tres capillas circulares y una sala cuadrada que sirve de entrada. La parte original es el cimborrio, la mayor parte de la entrada, la capilla meridional y el trazado interior de la capilla oriental. El cimborrio está delimitado por cuatro arcos de herradura, que cobijan en un plano posterior una estructura de tres arcos soportados en dos columnas, el central, mayor que los laterales. Las capillas ofrecen una planta de herradura por la intersección del círculo interior con las jambas rectas de las entradas; dentro de ellas había otras columnas, al parecer seis en la capilla oriental y cuatro en las laterales, sobre las que descansaban pequeñas cúpulas con un pasillo muy estrecho para deambulatorio alrededor. Todo este sistema de apoyos en arquerías interiores tiene una clara relación con la arquitectura bizantina, al igual que la cúpula central de ladrillos sobre pechinas. En el exterior, los muros descansan sobre un zócalo moldurado y se componen a base de arquerías ciegas, alternadas las angulares y las de medio punto sobre pilastras lisas. Los testeros de las capillas tienen frontones triangulares con ventanillas dobles. El cuerpo del cimborrio sobresale como una torre central con cubierta a cuatro vertientes, y su parte superior la recorre una secuencia de arquillos de herradura y ángulos soportados en columnitas adosadas que se han perdido. Este juego de vanos ciegos en la fachada es semejante al del mausoleo de Gala Placidia en Rávena, aunque el sistema de friso de arquillos en el cimborrio puede considerarse un precedente original de esta forma tan frecuente en la arquitectura románica posterior. Toda la distribución del edificio está hecha sobre la base de la unidad de medida de ochenta centímetros. Los centros de las capillas distan cuatro metros del punto de intersección de los dos ejes, y el radio de cada bóveda es de 1,60 metros; las dimensiones mayores del conjunto son 12,80 metros, equivalentes a dieciséis veces el módulo. La presencia de esta medida en otros edificios peninsulares calificados habitualmente de bizantinos como el mausoleo de las Vegas de Puebla Nueva o la basílica de Algezares (Murcia), con un baptisterio circular de ocho metros de diámetro, llevan a pensar que esta unidad de medida puede tener la misma procedencia, aunque su empleo parece muy antiguo y se extiende a toda la Península. Junto a los caracteres de procedencia oriental, suelen señalarse otros en San Fructuoso de Montelios que serían las aportaciones visigodas a este tipo de arquitectura. Entre ellos estaría la preferencia por el uso del arco de herradura, tanto en la construcción como en lo decorativo, así como el estilo de la ejecución de los capiteles y la forma de distribuir la decoración en bandas horizontales continuas, con prioridad sobre las organizaciones verticales. La preferencia por la forma de cruz debió ser frecuente en las iglesias vinculadas a los grupos sociales de mayor formación cultural, tanto los propietarios de las grandes fincas de origen hispanorromano, como los integrantes del movimiento monástico, cada día más pujante. Entre las iglesias vinculadas a dominios señoriales, de las que existe una gran documentación arqueológica pero poco sistematizada, puede seleccionarse un ejemplo representativo. Al norte de la localidad de Fraga en la provincia de Huesca, están al descubierto las ruinas de una gran explotación agrícola, cuyo dominio estuvo, al menos desde el siglo IV, en manos de cristianos; en aquellos tiempos, el dominus Fortunatus mandó hacer un pavimento de mosaico con temas entremezclados como en una mesa revuelta, en la que brotan tallos de vid, los muchachos vendimiadores, faisanes, pavos reales y palomas; para evitar dudas sobre su fe añadió en el umbral su propio nombre dividido por un crismón con las letras alfa y omega invertidas. Luego, la comunidad cristiana del predio debió crecer notablemente, de modo que en el siglo VI se construyó una iglesia junto al gran patio de la villa, cuyas dimensiones son tan amplias como las de cualquiera de los templos públicos conocidos. La iglesia de la Villa de Fortunato tiene un perímetro rectangular, de 20 por 13,60 metros, dentro del sistema de medidas ya comentado; en el lado oriental sobresale una capilla cuadrada con los ángulos redondeados por el interior, que recuerda a la de Recópolis, pero el resto de la organización tiene poco que ver con las iglesias de crucero. La diferencia más significativa es la de que en las basílicas con crucero existen dos sistemas independientes de circulación, uno el de la nave o naves longitudinales que corresponden al verdadero espacio basilical y otro el del brazo transversal o brazo de crucero; los dos recorridos se unen en el coro ante la capilla y el altar, pero no tienen por qué acusarse en una pieza arquitectónica destacada. En la iglesia de Fraga, como en todas las de planta central bizantina, se forma un espacio de confluencia de todas las circulaciones bajo el cimborrio, que se manifiesta a mayor altura en el alzado y que tiene no sólo una función litúrgica, sino también un significado simbólico. En la iglesia de Fraga el cimborrio tiene acceso por dos habitaciones al norte y al sur; el brazo occidental es más corto y sólo se accede a él por la nave; el brazo oriental precede a la capilla y se comunica con dos habitaciones que ocupan los ángulos. Al oeste hay además un conjunto de habitaciones menores, la central ocupada por un baptisterio semejante al de la basílica de Bobalà-Serós, que dista sólo unos veinticinco kilómetros de este lugar. Las habitaciones laterales del lado oriental se interpretan como celdas monásticas por su semejanza con las de iglesias monacales de planta central, aunque pudieran tener aquí otros usos, ya que su presencia está determinada esencialmente por la composición arquitectónica.