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Anteriormente nos referimos a la evolución que habrá de conocer Nubia, ya avanzado el siglo IV al fin de Meroe. De su descomposición habrán de surgir, en la región nilótica de las cataratas, tres reinos: Nobatisa, Maqurra y Alodia. El primero se extendía al parecer al norte, entre la primera y la tercera cataratas, en el país de los Noba, y conoció su epicentro en Wadi Halfa, segunda catarata, donde diversas prospecciones, algunas recientes, han permitido estudiar varias necrópolis, en parte no profanadas por los ladrones de tumbas, algunas atribuidas a una población cristiana que vivía al sur de Ibrim y que ha sido conocida como Grupo X. La misión española que pudo participar en algunas de las excavaciones de la campaña de la UNESCO por la salvaguarda del patrimonio nubio tras la inmersión de la zona a raíz de la construcción de la presa de Assuan, pudo asimismo recoger diversos ajuares de técnica bizantina y ornamentación de inspiración egipcia, similar a la que se pudo recoger en Meroe y Nagalo, que hace pensar en una posible decadencia de estos Noba cristianos, a través de Meroe. Hay, no obstante, una pugna con Bizancio. Sabemos que en el 543 los Noba conocieron un intento de evangelización por parte de Justiniano, pero que también su mujer Teodora, monofisita, envió con tal fin a un monje, Juliano, quien ganó por la mano al misionero imperial y llegó a convertir al rey Noba, Silko, quien trasladando su capital desde Ballana a Faras terminaría por proclamarse rey de los nubios y de todos los etíopes. Por los mismos años, emergerá en medio de la fértil acequia de Dongola, entre la tercera y la cuarta cataratas, el reino de Makurra, del que sólo sabemos que su capital se encontraba no lejos del valle fósil del Wadi el Milk, que permite penetrar hacia Darfur e, incluso, hasta el Chad. Makurra conocería hacia 550 la evangelización de los misioneros justinianeos, con más suerte que en Nobatia. Más hacia el sur, en la quinta catarata, se presentaba Alodia, con capital en Soba, en el Nilo Azul, a 15 kilómetros de Jartum, reino que fue cristianizado por el obispo monofisita Longino. Nos encontramos así con que estos tres reinos, que emergen del desaparecido Meroe, conocen el cristianismo merced a predicaciones bizantinas, más que egipcias, por lo que emplearían como lengua litúrgica y epigráfica, el griego, no el copto. Se ponen con ello las bases del llamado Cristianismo nubio que vive una particular prosperidad en los siglos siguientes, pudiendo sobrevivir hasta 1336 en Dongola y hasta 1504 en Soba, pese al impacto confesional islámico con la hegemonía árabe. Esta lograría no sólo aislar a los reinos cristianos del Sudán nilótico, sino incluso al reino de Axum, de todo contacto con Bizancio, y más tras la destrucción de la ciudad y puerto de Adulis, lo que permite el auge del puerto de Zeila, por donde entrarán a partir de entonces -en Axum/Etiopía- diversas mercaderías procedentes de Egipto y del Índico, a la vez que se activará el comercio de esclavos, oro y marfil. A finales del siglo X, la ciudad de Axum conocerá su golpe final a manos de la famosa reina judía Judith, conocida como Esato -la destructora-, quien tras eliminar a la dinastía reinante, reinaría durante cuarenta años, hasta el advenimiento de la dinastía Zagüe, de la tribu Agao, cristiana. Ésta, tras llevar a comienzos del siglo XII la capitalidad de Axum/Etiopía a Lasta -su provincia de origen-, adopta la escritura ghez para la lengua amharico, que pasa a ser la más importante de Etiopía. Se entra así en el que se ha llamado Medioevo abisinio con la dinastía de los Zagües, logrando cierta notoriedad el rey cristiano Lalibela -el San Luis etíope- que en 912 envió una pomposa embajada a El Cairo, construyó varias iglesias excavadas en la roca volcánica, sobre el mismo terreno, convirtió al cristianismo a varias poblaciones paganas y desde Axum trasladó su capital a una nueva ciudad que llevaría su nombre, hoy santificada por la iglesia etíope; es lugar tan frecuentado por la peregrinación como por el turismo. Hacia 1270 parece abrirse una nueva fase de la historia etíope ya bien documentada por las crónicas. Ese mismo año, sube al trono otra nueva dinastía de origen axumita, que pretende ser descendiente del hijo nacido del rey bíblico Salomón y la famosa reina arábiga Saba. Se habla pues de una presunta restauración salomónica, de la que será artífice el monje Tekla Haimanet, hoy venerado en el santoral etiópico. El primer soberano de esta dinastía, de nombre Yekuno Amlak (1270-1285), establecería su capital en Ankober, no lejos del emplazamiento actual de Addis Abbeba, en la provincia de Shoa. Dicho rey y sus sucesores supieron plasmar definitivamente las tradiciones y las costumbres qué habrán de configurar el reino etíope tanto en la vida civil como en la religiosa hasta nuestros días. Estos conocen la proclamación de una República, tras la desaparición del último dinasta, el emperador -Negus- Haile Selassie, que trajo consigo y con la revolución la abolición del feudalismo. Coincidiendo con la entronización de la dinastía salomónica, diversos núcleos cristianos conferirán particular importancia a las localidades de Amhara y Shoa, lo que supuso diversas salidas comerciales etíopes al golfo de Aden, situación que a la vez beneficiaría a determinados principados musulmanes del Cuerno de África que estrecharon relaciones con las comunidades cristianas. Los salomónidas, tras consolidar su dinastía, supieron establecer una normativa que reguló las futuras relaciones entre cristianos y musulmanes, relaciones que preocuparán a monarcas sucesivos, entre los que cabe recordar al negus Amda Seyon (1314-1344). Bajo este monarca se redacta en el monasterio de Dabra Libanós el Fetha Nagast, crónica en la que se reúnen diversas consejas para mayor gloria de la dinastía salomónica. A la vez, en otros conventos se llevan a cabo similares empresas culturales con la traducción al copto de diversos códices piadosos. Su hijo Saif Ared (1344-1372) continuaría la obra paterna, incluso empeñándose en diversas luchas religiosas. Su sucesor, David I, logra establecer pactos con el Egipto mameluco. Posteriormente, otro monarca, Yetschak (o Isaac) (1414-1429) consigue la unificación del reino. En 1434 y a su muerte, subirá al trono Zara Jacob (1434-1468), que se empeña en reformar la vida religiosa de su Imperio y tras perseguir diversas herejías impone el culto a la Santa Cruz y a la Virgen María. Durante su reinado envía una delegación al Sínodo de Florencia (1479), y una embajada a Alfonso V de Portugal, en demanda de ayuda frente al Islam. Esta circunstancia hizo renacer en la Europa medieval la célebre conseja en torno a la existencia del que se llamó Reino del preste Juan, a quien se suponía soberano cristiano de Oriente, y que entonces se asimiló al rey de Abisinia. De aquí que años después y desde Roma se enviase un emisario papal, Battista d'Imola, que logró llegar a Etiopía en 1482, siguiendo la ruta de Jerusalén-El Cairo y el curso del Nilo y finalmente, Adulis y Axum; pero no fue recibido en la corte por no llevar presentes al emperador. No obstante, en 1487, el rey de Portugal, entonces Joao II, decidió a su vez enviar dos emisarios por vía terrestre, Alfonso de Paiva y Pedro de Covilhao, que ya en camino hacia Oriente, tras ciertas informaciones recibidas desde Aden -Arabia-, asimilarán el casi legendario Reino del preste Juan con el del rey de Abisinia. En el mismo Aden, los viajeros obtendrán asimismo detalles sobre la ruta a seguir para llegar a las Indias orientales. Acto seguido, se separarían. Alfonso de Paiva marchó a Etiopía, y murió durante el trayecto. Entretanto, Pedro de Covilhao había podido navegar a las Indias, a bordo de un navío árabe y después de tocar en Goa, en el Indostán, volver a Sofala, en el África oriental, desde donde enviaría una carta a su rey, don Manuel, pormenorizando su viaje y dándole cuenta de "los cargamentos de especias, drogas y piedras preciosas que tenían lugar en Calicut..." Posteriormente y aprovechando un barco árabe, podría llegar a la corte del negus Alejandro -o Eskender- (1478-1494), que moriría poco después siendo retenido en la corte etíope por sus sucesores, mientras se llevaban a cabo negociaciones varias con vistas a una futura alianza entre Portugal y Etiopía. Sin embargo, y en el ínterin, el portugués Vasco da Gama logró, circunvalando el sur de África, abrir para Europa las rutas del Indico. Posteriormente, el soberano portugués, y a través de esta nueva vía, mandaría una nueva legación, que desembarcando en Massaua (1520) se reuniría en la corte del negus Ledna Denguel con Pedro de Covilhao. Desde este momento, Etiopía pasará a convertirse en una pieza del peligroso juego que inician cristiandad e Islam, este último a la sazón controlado por los turcos, y los portugueses empiezan a tener cierta influencia en una Etiopía amenazada por los embates musulmanes. Fuerzas expedicionarias lusitanas mandadas por Stefano de Gama, hijo de Vasco de Gama, se enfrentarán con Mohamed Granyé, soberano de Adal, lucha en cuyo curso conoce bárbara muerte su hermano Cristóbal de Gama. Los portugueses terminarán con el reino de Adal. Pero al igual que los mismos etíopes, tendrán que sufrir la presión de los galla, que con los Danakiles, Somalíes y Bedja, no terminan por ser dominados logrando establecerse en el Shoa y el oeste abisinio, haciéndose con un poder político que habrá de perdurar prácticamente hasta el pasado siglo. Al sudeste de la Etiopía histórica y en el retropaís, habrían de manifestarse asimismo, desde los inicios de la Edad de Hierro, diversos cambios que terminarán por afectar a varias comunidades ganaderas parlantes de un habla protosomalí. Se hallaban más o menos en contacto con pueblos bantuparlantes, los sabaki, que llegarían a establecer contacto con la zona litoral, organizados en grupos de edad. Al sur, entre los ríos Pangani y Wami, se asentarían los seuta y más allá de la cuenca del Wami, otros bantú, los ruvu. Al interior y a partir del siglo XI, se conocen asimismo diversos asentamientos de gentes bantuparlantes, pero también de origen nilótico y cuchita, como los kwadzas, que paulatinamente van asumiendo el impacto bantú. Estos cuchitas practicarán más al interior, en las serranías del sistema del Kilimanjaro, una agricultura intensiva, que les permitirá mantener un tráfico de excedentes con los massai, pueblos ganaderos del interior. Al norte del lago Nyassa habrán de manifestarse a su vez diversas poblaciones bantuparlantes llegadas ya del oeste, ya del sudoeste que, imponiéndose sobre habitantes más antiguos, darán lugar a hegemonías y reinos como en Nyamwanga en el siglo XVI. A su vez, en la orilla oriental, el lago Victoria conoce distintos asentamientos de bantuparlantes. En la región interlacustre propiamente dicha y a partir del siglo X, tras el asentamiento de poblaciones bantuparlantes, habrán de configurarse diversas hegemonías políticas en las que afloran concretas tradiciones culturales que darán vida a los llamados complejo Kítara, complejo Ruinda, complejo Rwanda y complejo Kintu, y finalmente, complejo Kimera. Su historia se presenta ligada, a los territorios de Uganda (Buganda Nkole y Kítara), Rwanda y Urundi, amén de alguna zona de Tanganica y, en consecuencia, Tanzania y Kenya. La costa oriental de África fue presuntamente conocida por navegantes alejandrinos, que daría lugar a la redacción del llamado Periplo del mar Eritreo y la integración de sus observaciones en la Geografía de Ptolomeo. No obstante, muy posiblemente se deben a los primeros viajeros árabes, y después a diversos descubrimientos arqueológicos, las primeras noticias que cabe tener del llamado país de Zandj, que al igual que Sudán venía a significar, más o menos, el país de los negros. Precisamente, la voz Zandj se perpetuará en el topónimo Zanzíbar, es decir, costa de los Zandj (en inglés Zindj, y en francés, Zendj). Arqueólogos e historiadores se vienen preguntando sobre el origen de los más antiguos pueblos. Incluso el paleontólogo L. Leakey llegaría a bautizar al cráneo de uno de los australanthropos desvelados en Olduvai como Zindjanthropus Boisei (Boisei por De Bois, el nombre del sponsor cuya munificencia le permitiría el famoso hallazgo). Todo esto ha creado la natural confusión cronológica, más todavía cuando, muy posiblemente, el citado homínido fósil no pudo pertenecer, por existir una barrera de casi dos millones de años, a ninguna de las razas actuales, ni a las históricas. No obstante, parece seguro que estos zandj tampoco eran de las poblaciones actuales, sino fruto de la miscegenación de varias etnias, cuyas huellas han quedado en Kenya, en Zimbabwe y en otras partes del África oriental y austral, poblaciones que conocerán un particular metamorfosis durante el I milenio d.C., con la expansión del hierro, posiblemente desde Meroe. Tempranamente los habitantes de Zandj cambiarán el hierro por el marfil de los elefantes, que los cazadores abaten en la selva, e incluso por esclavos. Fuentes historiográficas esenciales para el conocimiento del país son los cronistas árabes El Masudi, e incluso el andaluz Al-Idrisi, quien hacia 1154, por encargo del famoso Roger II, rey de Sicilia, recopilaría un sinfín de datos sobre la actividad árabe en la costa oriental y meridional de África, subrayando el desarrollo que había alcanzado en la misma metalurgia, a la que debía su prosperidad la ciudad de Malindi, y quizá dos jornadas más al sur, la ciudad de Manisa, hoy Mombasa. Por su parte, El Masudi había señalado cómo el punto más remoto a que había llegado era Sofala, descrita como Sofala del oro, puesto que a través de dicha localidad llegaba el precioso metal de Monomatapa. Allí, asimismo, se vendía marfil, pieles de leopardo e hierro. A su vez, dos siglos después, Ibn Battuta -muerto en 1377- nos lega unas curiosas impresiones de Zeila, junto al actual Djibuti, en la desembocadura del mar Rojo en el océano Indico. Es, según él, la ciudad más sucia del mundo, la más triste y la más maloliente por el hedor de los restos de pescado que se pudren en ella y de la sangre corrompida de los camellos sacrificados en plena vía pública. Por entonces ya ha adquirido cierta relevancia Maqdichu -Mogadiscio-, descrita por Obid Allah Yahut, en su Diccionario de Geografía Universal, como una ciudad islámica rica e industriosa, en la que se tejen bellas telas, que llevarán el mismo nombre de la localidad y que son exportadas a todo el mundo árabe. Aquí, sin embargo, los mercaderes árabes no se limitan a comprar y vender. Tienen sus almacenes y depósitos ya instalados, se han desposado con mujeres del país. Ello, porque cuando se dan divergencias en la península arábiga -entonces frecuentes los cismas y disputas por la misma predicación islámica-, los árabes emigraban en grupos, instalándose al otro lado del mar, en el litoral oriental africano, a la vera de la cada vez más numerosa colonia árabe. Diversa historiografía insistirá en el tema. Así sabemos que en el 695 d.C., a raíz de un levantamiento en Omán, los vencidos que escaparon se instalaron en país Zandj, donde el príncipe Hamza sentaría las bases del sultanato de Zanzíbar. Así también, la Crónica de Kilua relata cómo los emosaids -partidarios de Said, biznieto de Alí, yerno de Mahoma- tuvieron que huir de La Meca, refugiándose en África y fundando Mogadiscio, hacia el 740. Allí desposaron a mujeres del país, entonces sometido a un señorío galla. Asimismo se registraría cómo en el 834 los jatts o zotts, fugitivos del delta del Eufrates -hoy en Irak-, se instalaron en la isla de Sokotora y vivieron de la piratería, profesión lucrativa teniendo en cuenta el pujante tráfico comercial. En el 920, seis hermanos procedentes de El Haza, costa de Omán, tripulando tres barcos, toman Mogadiscio y expulsan a los descendientes de los emosaids, que habrán de huir al desierto integrándose con los caravaneros somalíes. Menudean así tradiciones y relatos más o menos legendarios en que el gentilicio árabe se utilizará para designar a inmigrantes de diversa extracción, procedentes de la península arábiga, de la misma forma que pasó en el mundo clásico con el gentilicio fenicio y en la actualidad con el del libanés que se utiliza para designar genéricamente al mercader blanco, procedente de la costa siriopalestina. Otro caso singular es el de los sohirasi, gentilicio con el que se habrá de nombrar a los descendientes de Alí ben Sultán. Hassan ben Alí, hijo de un sultán de schiras y de una esclava negra, fue desheredado quizá por prejuicios raciales por sus propios hermanos, nacidos de otra madre. Este príncipe tuvo que abandonar Persia y establecerse con seis hijos y varios centenares de allegados y colonos en el litoral africano. Allí, tras adquirir una isla, fundó la factoría de Kilua, matriz de otros establecimientos que irán surgiendo a lo largo de la costa. De esta forma, ya en el siglo XII, los schirasi se han hecho con el monopolio comercial, y el sultán de Kilua, en una genial iniciativa, es el primero en poseer ceca propia y acuñar monedas de cobre, cuando todo el mundo trocaba los géneros. En 1332, Kilua será visitado por Ibn Batuta, que le deja una buena impresión. Por entonces, es una localidad en la que ha florecido una civilización melanoafricana de mayoría zandj. Por estos años el tráfico con el Indostán, que se conocía desde el Bajo Imperio por Ptolomeo Evergetes, había alcanzado un gran auge, al aprovechar para la navegación las corrientes monzónicas estacionales. Se comerciaba así con toda clase de género, particularmente marfil, textiles, colorantes y perlas y los cargamentos llegados de las Indias orientales, vía Cambay -Calicut-, eran redistribuidos a lo largo de todo el litoral hasta Sofala, donde en 1140, los schirasi habían fundado el primer "hipermercado" del África oriental, utilizando pequeñas embarcaciones (zambucas). Por aquí, muy posiblemente, llegó a África en tiempo inmemorial la musa paradisiaca -el banano- y el cocotero. Desde hace prácticamente un siglo, en que se inició la exploración arqueológica de la zona, se han encontrado en todo el ámbito restos de porcelana y monedas chinas, a datar en la época Sung. Con su tráfico se pagaban en parte las mercancías africanas que, ya desde el siglo XII, se exportaban al Celeste Imperio en cantidades considerables. Se ha podido saber incluso que el 1115, en montante de tales importaciones a China se elevó a 500.000 unidades de cuenta, de las que el emperador retenía el 30 por 100, en concepto de tasas de aduanas. También ha podido saberse que en 1415 y desde Malingui -hoy Kenya-, llegaron a Pekín varios embajadores africanos que, dos años después, retornaron bajo la escolta de un tal Tacheng Ho, almirante imperial. Por entonces, los viajes chinos en juncos al África no eran muy corrientes y se hacían mediante escalas comerciales en distintos puertos árabes. Por otra parte, se ignora la existencia de factorías chinas en territorio africano, por lo que el tráfico debió de ser casi siempre de iniciativa afroíndica. A raíz de la expansión lusitana y la navegación europea por el Índico, el Celeste Imperio parece cerrarse a toda penetración extranjera, e incluso se prohíbe construir navíos de más de dos mástiles, actividad en la que China había sido pionera. En 1525, se mandará destruir los navíos de alto bordo que quedan. Se clausura así un tanto inexplicablemente una relación secular entre el litoral oriental africano y el Celeste Imperio.
termino
acepcion
Término de origen griego que significa "gobernante de la nación". Este título fue empleado por los reyes hasmodeos y luego por los gobernantes hereditarios de los judíos. En tiempos de los romanos recibieron el título de patriarcas.
contexto
En una visión general cabe diferenciar en África los siguientes grupos: - Pigmeos. Poblaciones de cazadores de la selva tropical. De escasa talla, color negro y demografía decreciente son, al parecer, descendientes de poblaciones antiguas que habitaron el África ecuatorial desde el Holoceno y cuyo hábitat fue más extenso en el pasado. Son también llamados negritos. - Melanoafricanos. Son los llamados negros y constituyen el grupo étnico más importante del continente que puebla el África, desde los confines del Sahara a El Cabo y desde el litoral atlántico al litoral índico. Por lo general, son de elevada estatura y de color negro por su pigmento cutáneo, la melanina. En su mayoría viven de la dedicación a la agricultura y al pastoreo. Hablan gran variedad de lenguas. Se mestizan sobre todo en los confines de sus lugares de nación con otros grupos continentales: pigmeos, khoisan, hamito-semitas, etc. Su existencia y presencia en África, cuna de la raza négrida, hay que remontarla a la Era Paleolítica, aun cuando no se han identificado restos de un presunto negro, más antiguos que los aportados por el llamado hombre de Asselar, Mali, de datación postpleistocénica. - Khoisan o capoides (bosquimanos / hotentotes). Poblaciones de cazadores/recolectores arcaicos, hoy relegados al desierto de Kalahari. En los últimos lustros la aculturación y contactos con otras etnias les han llevado a una dramática situación que quizá señala su próxima desaparición como etnia diferenciada. Durante la Prehistoria y Protohistoria la etnia conoció una particular extensión por otros ámbitos de África y particularmente por el África al este de la selva, hasta el sur del Ecuador. De talla pequeña y media, de una pigmentación particular, color aceituna sevillana, y con los cabellos en granos de pólvora, han sido objeto de muy notables estudios hasta fecha reciente. De siempre se han subrayado sus dotes artísticas, parejas quizá a las del hombre de Cromagnon, que en Europa nos ha legado el arte rupestre de las cuevas de Altamira y Lascaux. - Blancos y morenos. Bajo tal designación de un particular grupo de población se integran diversas etnias, hoy asentadas en el norte y el noreste africanos: beréberes, libios, egipcios, etc. Abarcan, aparte de los que han optado por la vida urbana, numerosos agricultores y pastores que hablan lenguas emparentadas entre sí. Se presentan a veces mezclados con negros, sobre todo en los confines meridionales de sus tierras de nación o población (ámbitos saharaui, cuenca del Nilo, etc.). Sus más antiguos restos óseos han sido localizados en África Menor, Sahara y Egipto. - Eritreos. Se presentan asentados en su mayor parte en la región oriental del llamado cuerno de África. Así, las etnias danakil, somalí, galla, abisinia, etc. Por lo general presentan gran talla, extremidades descollantes y alargadas, cabellos lisos y nariz recta. - Malgaches. De origen indonesio, emigraron tardíamente a Madagascar, ámbito insular entonces deshabitado, mezclándose después con negros de habla bantú procedentes del África oriental y que fueron asentándose en la isla en fechas posteriores. De pequeña y media talla, de pigmentación amarillo ocre y de acentuados rasgos asiáticos, presentan una cultura y lengua de raíces indonésicas. A tal división étnica pueden reducirse pues los africanos actuales, sin necesidad de apelar a complejas clasificaciones en etnias y razas, asumidas por la Antropología / Etnografía, tras la aceptación de la presencia en África de dos secuencias raciales. Una se impondría en el África septentrional, y otra ya al sur del desierto del Sahara, junto con una tercera. Ello permite hablar de la vigencia de tres secuencias: una, afroaustral a la que el antropólogo C.S. Coon denominaría capoide, por El Cabo; una segunda a denominar congoide, y por fin, una tercera, la caucasoide catalizadora de las dos anteriores. Ello, independientemente de que en la formación de alguna de ellas hayan podido intervenir imponderables hasta la fecha no considerados por la investigación racial. a) Secuencia afroaustral (capoide). Su emergencia quizá pueda remontarse a la Edad de Piedra Media o Paleolítico Medio, en algún momento del horizonte ateiense, pudiendo asignarse a la misma algunos cráneos fósiles bosquimanoides, objeto de la atención de los paleontólogos, un tanto semejantes a otros encontrados en Singa (Sudán), concheros de Homa (Kenya), Boskop (sudeste de Trasvaal), Florisbad (Estado Libre de Orange) y Fish Hoek (El Cabo, República Sudafricana). Con excepción del último, todos los cráneos presentan un aspecto que hace emparentarlos con los actuales koishan. Independientemente de su estudio, cabe señalar que al norte del Trasvaal y hasta el siglo XI, han seguido viviendo poblaciones al parecer afines. No obstante, el curioso síndrome reductor y fetalizador del que adolecen los bosquimanos actuales pudo haberse iniciado en cualquier otro lugar de África. b) Secuencia congoide. Al parecer pudo manifestarse al sur del Sahara, con anterioridad al Holoceno. A ella se atribuyen algunos ejemplares bien datados que van desde un resto craneal encontrado en Olduvai, conocido como Hombre chelense III, la calota craneana de Saldanha, Bay, El Cabo y el cráneo, bastante completo, localizado en Broken Hill; sus respectivas dataciones abarcan casi medio millón de años. Los especimenes presentan cierto aire de familia. El cráneo de Broken Hill es el único que conserva los huesos faciales y presenta rasgos negroides. Otros ejemplares sudafricanos inventariados posteriormente parecen completar la línea, hasta la llegada de los bosquimanos que pudieron miscegenizarse con los primitivos capoides. No obstante, se puede esperar que en un ámbito que llegó a denominarse desde la misma antigüedad Tierra de Negros, el de las sabanas del Sudán occidental y que incluye asimismo las selvas meridionales hasta la costa atlántica, lleguen a encontrarse en un futuro pruebas de una posible evolución, que hoy desgraciadamente se desconocen. De aquí que, hoy por hoy, el origen de los actuales negros y pigmeos siga siendo un auténtico enigma antropológico, que perdurará hasta que puedan analizarse prospecciones zonales desde Senegal y Guinea, hasta Sudán y Etiopía. Hay indicios, no obstante, que hacen suponer que el este y el sur de África, e incluso, el África que se extendía al sur del Sahara, no conocieron población humana hasta la llegada de los portadores de mandorlas y hendidores achelenses, cosa que también ocurre en el África oriental con anterioridad a que se presente el hombre identificado como chelense III. Ello permite suponer que esta secuencia se inaugura con la presencia de dos especies, por lo menos, de primates bípedos, potencialmente competitivos, llamados a extinguirse y que de existir en el lugar de un homínido, no hubieran podido permanecer allí, ya que es sumamente improbable su coexistencia con aquél. c) Secuencia caucasoide, encajada entre las dos anteriores, viene a ser una especie de catalizador entre éstas. A la misma se atribuyen los útiles líticos de hoja, identificados en Kom Ombo, Alto Egipto, a datar hacia 12.200 a.C. cuyos artífices desconocemos. A la misma pueden atribuirse quizá las osamentas holocénicas de los hombres coetáneos dei Capsiense, halladas en Kenya y Tanzania de individuos altos y delgados, presunto fruto de la miscegenación entre negros y caucasoides. De cara larga y nariz achatada, presentan un maxilar prominente. En realidad, las gentes del Capsiense del África Menor se antojan caucasoides, posiblemente mediterráneos. No obstante, los primeros moillianenses que se asentaron en el litoral marroquí y argelino eran diferentes. Los esqueletos localizados en las grutas de Afalou-Bu-Rhummel, Argelia, y de Taforalt, Marruecos, parecen pertenecer, al igual que individuos hallados en otros yacimientos, incluso tardíamente en el archipiélago canario, a gentes de estatura elevada, esqueleto robusto, cráneo macizo, ancha faz, fuertes mandíbulas y anchas fosas nasales. Muchos paleontólogos al referirse a ellos los denominan Cromagnones africanos, independientemente de su claro aire caucasoide. En realidad, sus orígenes raciales, incluso contando con su miscegenación con elementos indígenas, podrían remontarse incluso a gentes del ateriense. Gentes quizá derivadas de un phylum local Ternifine-Tánger, que incluso pudieron tener cierta afinidad con los primitivos bosquimanos. Vestigios de este particular elemento nativo se aprecian aún en la población actual del norte de África. Pasando al Egipto prehistórico, cabe suponer que los cazadores depredadores del valle del Nilo, entonces invadido por la jungla tropical y una guirnalda de marjales, presentaban un fuerte componente genético nativo africano, mientras que los agricultores del Neolítico asentados en ambas márgenes del Nilo pudieran ser caucasoides, ya procedentes de Siria-Palestina o de Anatolia, ya de otros ámbitos del Creciente Fértil. Ambos elementos glaciares se miscegenizaron antes del final de los tiempos dinásticos, como ha probado J.M. Crichton, tras un estudio de 296 cráneos de egipcios predinásticos y dinásticos y de negros. Recientemente en Wadi-Halfa, Nubia, se ha revelado la secuencia racial caucasoide en dos yacimientos mesolíticos, con numerosos cráneos dolicocéfalos de occipital abombado, prominentes arcadas superficiales, frentes huidizas, aplanamiento facial acusado en las regiones orbital y nasal, gran prognatismo alveolar, dentición muy desarrollada y robustas mandíbulas. Hay una clara afinidad entre estos cráneos y los encontrados en Yebel-Ighoud. Los esqueletos más recientes de egipcios dinásticos parecen tender a las formas caucasoides. No obstante, todo parece señalar que la franja africana del norte del Sahara conoció originalmente un asentamiento de población no caucasoide. Al arribar los caucasoides a dicho ámbito, se mezclaron con algunos nativos y relegaron a otros hacia el sur. Las sucesivas oleadas de gentes caucasoides concluyeron haciendo a la población del norte de África cada vez más caucasoide, hasta que ya tardíamente, en el umbral del África colonial y a partir del siglo XVII el tráfico de esclavos invirtió la tendencia. Es significativo el hecho de que a partir de las primeras exploraciones atlánticas por parte de los portugueses se incrementa la penetración de gentes caucasoides en el África negra, lo que explica la asimilación genética de ciertos rasgos entre caucasoides y negros, y que no se presentan estrechamente relacionados con la datación ambiental. Así, grupos sanguíneos, tipos de cerumen, de secreción auricular y huellas dactilares. El último movimiento de población que se conoce en África y que fue de dirección norte-sur fue el de tribus de habla bantú desde su posible lugar de origen en el África occidental, hasta el sudeste del continente, atravesando el África oriental en esta dirección, y que ha sido reconstruido por D. W. Phillipson. Dichos movimientos llevarían a poblaciones de habla bantú, a veces miscegenizadas con bosquimanos y caucásicos, a Sudáfrica. Innecesario es decir que en la llamada secuencia caucásica se han incluido muchas gentes leucodermas, que la tradición bíblica consideró semitas, como hijos de Sem, es decir, los actuales árabes y otras etnias asimiladas.
termino
acepcion
Término utilizado para todas aquellas comunidades o grupos que presentan una actitud descalificante y discriminatoria con otras comunidades y minorías, ensalzando los propios valores. Es parte integrante del síndrome de autoritarismo.
termino
acepcion
Proceso de violenta desaparición de una determinada cultura, destruyéndose la base intelectual y material de una etnia o grupo.
contexto
Etnografía Si hemos visto los pueblos que fue conociendo Alvar Núñez, y ya hemos insinuado sus diferentes grados culturales, la arqueología nos ayuda a completar la visión etnográfica de Cabeza de Vaca. Los pueblos de la Florida y del Golfo de México son fundamentalmente de economía cazadora y pescadora, y la agricultura es incipiente, aunque ya se cultivan el maíz, la calabaza y el fríjol. Los del noroeste de Florida pertenecen a la cultura llamada de Santa Rosa Swift creek; entre ellos abundan los concheros, que basan su economía en la recolección de moluscos especialmente, formados por especies de agua dulce obtenidas en las lagunas y ríos. Sus casas son elementales, palafíticas, y los enterramientos se realizan bajo montículos generalmente de pequeño tamaño. El uso de la lanzadera se halla muy generalizado y las puntas de dardo son de asta y hueso, y raramente de piedra tallada. Las hachas son de piedra enmangada14. Más al oeste, sobre las orillas del Mississippí, sigue esta cultura mesolítica, en la que viven los pueblos tunica, donde abunda la industria lítica, e instrumentos como hachas, cuchillos, punzones y puntas de proyectil, mientras se construían en hueso, anzuelos y punzones. El arma más usada por todos estos pueblos, y que logró atemorizar a los españoles, fue el lanzadardos. Los poblados se establecen habitualmente sobre concheros, y próximos a ellos, a lo largo de los cursos fluviales, se acumulan los enterramientos en forma de montículos cónicos, encerrando cadáveres extendidos o flexionados. Ya conocen la cerámica y la técnica decorativa más empleada es el punteado, las incisiones y el estampado, mientras se sigue utilizando la decoración a base de cuerdas. Toda esta cultura ha sido denominada Toynville. Las casas ordinarias consistían en una sola habitación rectangular, formada por muros de postes y tierra, y techumbre sostenida por varios postes, dejando un agujero central de salida de humos. Sobre los pueblos de las praderas, eminentemente cazadores y recolectores, sabemos por descontado que usaban armas líticas: dardos con punta de piedra, o huesos, cuchillos, etc. Pero lo más interesante para Cabeza de Vaca es la aparición del cobre, uno de los temas más controvertidos incluso para los arqueólogos norteamericanos. Cronológicamente parece ser que la aparición del cobre en América se dio en los comienzos de nuestra era. Su origen hay que situarlo en el norte, ya que se observan relaciones con la cultura Dorset del Canadá ártico. Los instrumentos de esta cultura servirían de modelo, pero serían copiados en metal. Y así, desde el lejano norte, se difundió por toda Norteamérica. Otro rasgo que Alvar Núñez destaca es la afición de estos pueblos a los adornos. Tenemos en primer lugar los que se aplican al cuerpo, bien sean pinturas o tatuaje. La pintura tiene carácter defensivo ante los insectos o ante el clima, y ha dado lugar al nombre de piel roja; normalmente los motivos por los que se pintan o tatuan suelen ser simbólicos, como destacar el clan al que pertenecen, y los colores más usados son el rojo, amarillo, negro y blanco. También se acicalan con collares de todas clases (piedra, hueso y concha), brazaletes, diademas, adornos de las piernas y cintura; pero sobre todo en estos indios de las praderas hay que destacar los adornos de las plumas, que por el color y clase de las mismas indicaban las hazañas llevadas a cabo, el número de enemigos muertos y cómo se les había matado. Lo mismo podemos decir de las pieles; si hasta entonces los indígenas iban totalmente desnudos, o cubiertos con unos simples harapos, cuando entramos en las praderas y en el horizonte de los bisontes, que con su caza proveen no sólo a su subsistencia, sino a múltiples necesidades, comenzando por la del calzado (los moccassins), pasando por telas y mantas decoradas espléndidamente (navajos, pueblos). Pueblos nómadas, campamentos volantes, poblados de verano; y para invernar, los indígenas de las praderas utilizan el tipi, que el cine tantas veces ha popularizado, y es la tienda de pieles cónica sobre postes, que presenta algunas variantes. Tras las praderas, y junto a una incipiente agricultura volvemos a encontrarnos poblados estables. Son pequeñas agrupaciones de casas, no más de diez o veinte, apoyadas unas a otras, en fila recta o semicírculo. De planta circular o semicircular, estas casas tenían dos entradas: una, en la parte superior, que servía al mismo tiempo de salida de humos y de entrada principal, por medio de una escalera de mano; y otra, del lado sur, por donde entraba el aire, sirviendo así de ventilador. Se corresponde también con la cultura llamada de los cesteros evolucionados, según denominación de Alcina Franch; pero lo más notable de esta última etapa de los viajeros españoles son los llamados falansterios de piedra, de la zona abrupta de Nuevo México. Se trata de verdaderas colmenas humanas, talladas en la roca, con la clásica estufa o kiva. Los pueblos son grandes edificaciones semicolectivas, de varios pisos con innumerables habitaciones, no faltando la estufa, para las reuniones secretas. Son las llamadas por Cabeza de Vaca casas grandes. Este tipo de construcción llega hasta la región de Chihuahua en México. Y por descontado se encuentran también conforme se llega a Sinaloa, con una agricultura cada vez más evolucionada.
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