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acepcion
Nombre que indica la pertenencia a una nación, a una región, a un grupo étnico o lingüístico.
obra
Desde los primeros momentos Monet se interesará por los efectos de la luz en el paisaje, desarrollando diferentes escenas en las que el motivo es el mismo pero la iluminación, las atmósferas y los colores varían. La serie de la catedral de Rouen recoge a la perfección estas teorías, pero ya algunos años antes el maestro también realizó trabajos en esta línea. En esta ocasión será la roca de la Manneporte de Etrerat la protagonista, pero ahora se envuelve en un efecto de lluvia que diluye sobremanera los contornos y crea una sensación de atmósfera y abocetamiento que supera las mejores obras de Turner. Gracias a la dirección de las pinceladas se consigue crear la dirección de la lluvia o de las olas, eliminando los volúmenes y las formas de manera que se acerca a la abstracción. Las tonalidades utilizadas están dentro de una gama fría, abundando los malvas, grises y verdes. El resultado es de gran impacto visual y, aparentemente, parece estar realizado directamente del natural, pero en esta época Monet sí tomará estudios a "plein-air" pero los concluirá en el taller, donde serán mejorados.
obra
Las rocas que formaban el acantilado de Etrerat cautivaron a Monet durante años. Ya Courbet se había dejado impresionar por esas lisas paredes de formidable altura en los años finales de la década de 1860. Claude visitaba la playa en invierno, cuando sólo estaba poblada por las barcas de los pescadores. En este caso el mar está agitado, resaltando la bravura de las olas repletas de espuma. La sensación de realidad es sorprendente, como si el espectador estuviera presente, y se consigue con una pincelada rápida que no se detiene en los detalles. La luz invernal también ha sido captada a la perfección, en un conjunto dominado por tonalidades frías.
termino
acepcion
Es una de las cuatro especias empleadas en la festividad hebrea de Sukkot.
estilo
Etruria nace en el siglo IX a.C., coincidiendo con el período Geométrico de la vecina Grecia. Ésta le transmite su cultura a través del comercio marítimo, y Etruria imita pronto sus formas escultóricas, vasijas, adornos, e incluso parte del lenguaje. Etruria nace como civilización lacustre, puesto que se asentaba sobre una región de pantanos y charcas. Sus poblados se asientan sobre cerros elevados o en palafitos, y las primeras esculturas que produce imitan las formas de sus casas, así como el poblado entero reproduce el Universo concéntrico. Eran verdaderos artistas en materia de orfebrería, donde descubren una técnica de granulado del oro, que sólo fue posible reproducir en talleres de joyeros de mediados del siglo XX. También decoraron tumbas y paneles funerarios con frescos mortuorios que seguían el estilo griego, aunque los temas eran interpretados desde el punto de vista etrusco, como en el fresco que representa a unas Amazonas luchando con un Griego. Su importancia para la formación de la cultura romana fue vital, puesto que le transmitió ritos religiosos y funerarios, culto a los familiares, alfabeto y lenguaje, técnicas artísticas e iconografías inexistentes en Grecia, como el retrato político o familiar en bronce y mármol, aunque el Arte Romano dependió grandemente del griego. Los períodos del Arte Etrusco son principalmente dos, paralelos a los griegos: la Etruria Arcaica y la Etruria Clásica.
escuela
La pintura etrusca nace en el tercer tercio del siglo VII a.C. por influencia de los griegos y los fenicios. Los temas que cultivaron en el primer momento fueron las escenas del Hades, que es el infierno subterráneo de los griegos; y el viaje a las Islas Afortunadas, que se supone representan el paraíso etrusco, una iconografía que transfirieron a Grecia durante el Clásico. Las pinturas, pues, aparecen siempre en el ámbito de lo funerario, puesto que la cerámica pintada la importaban directamente de Grecia y apenas hubo producción local. Se adoptaron iconografías de los dioses griegos a los dioses etruscos, que incluso se apropiaron algunas de sus historias. En las tumbas etruscas excavadas se han encontrado escenas de pocas figuras, frecuentemente aisladas, en especial cuando se trata de animales apotropaikos o protectores. A estos animales se añade una clase inexistente en Grecia, el animal psicopompo o "portador de almas", para llevarlas al Más Allá. El animal psicopompo por excelencia es el caballo. La pintura etrusca sufrió una helenización durante el 550 al 500 a.C.: los persas invadieron las colonias griegas en el Próximo Oriente, lo que motivó a los artistas jonios a exiliarse huyendo de la persecución. Muchos se establecieron en Etruria, puesto que Grecia poseía excelentes artistas y la competencia en Etruria no tenía color. Los principales centros artísticos fueron Tarquinia y Veyes. Los temas particularmente etruscos eran funerarios. Los ritos de fecundidad y las escenas eróticas se asociaban a la resurrección. La simbología de la fecundidad se basaba en ciertos elementos, como los toros, emblema de la potencia sexual, y las granadas, que significan la fertilidad. Otros ritos funerarios de frecuente aparición eran los cortejos funerarios. La muerte de un personaje significativo en la comunidad representaba un gran jolgorio general, con la celebración de festejos que podían durar varios días, puesto que se consideraba que el muerto alcanzaba la dignidad de un semi-dios familiar, idea que transmitieron a los romanos. Los festejos fúnebres consistían en fiestas variadas durante las cuales se incineraba el cadáver en una pira. Durante las fiestas se reservaba un sitial vacío al muerto, cuya alma presidía todo el ritual. Había un gran banquete, seguido de una borrachera general tras la cual tenían lugar diversas atracciones: bailes, competiciones de atletismo, circo, sacrificios de animales para leer los augurios en sus entrañas, luchas de fieras y cacerías, en las cuales se destacaba la del oso, por su significado trascendental: la sangre regaba el suelo y alimentaba a los espíritus que habitan en él. Estas complejísimas escenas se reproducían en la pintura, que empleaba además proporciones jerárquicas para los diversos personajes que aparecían en ellas. Pero el desarrollo de una cultura propia etrusca se vio truncado por ciertos acontecimientos relativos al Mediterráneo en general, que condicionaron el arte del período etrusco clásico.
escuela
Cuando las guerras del Peloponeso se desatan en Grecia, las diferentes polis implicadas en la lucha emplearon sus colonias como arma contra los enemigos, en una política de enfrentamiento primero, y abandono después. Las ciudades etruscas que comerciaban e intercambiaban obras de arte con las colonias griegas del sur de Italia se vieron tremendamente afectadas por los conflictos. Se produjo un hundimiento económico y cultural. De esta época se conserva la llamada Tumba de los Demonios Azules, en Tarquinia, que introduce una iconografía nueva, como es la barca de Caronte, que cruza la laguna Estigia a las almas de los difuntos. Una consecuencia de la Guerra del Peloponeso fue el enfrentamiento de potencias aliadas. Así, Tarquinia se enfrentó a Roma que se encontraba en el período republicano, con tales perjuicios para ambas, que se firmó una tregua de 30 años. Esto permitió una cierta recuperación artística: se incorporan nuevas imágenes del Hades, como el banquete de Plutón, y se añaden ciclos políticos alusivos a las batallas con Roma. Además, se comienza con el retrato funerario, que se diferencia del griego en que éste es un retrato moral y el etrusco es fisonómico, modo que adoptó el arte romano también. Tras la tregua, la guerra continuó, esta vez desequilibrada hacia el lado romano: Tarquinia termina rindiéndose. Toda Etruria entra en un período de dependencia de la potencia romana, que se ha volcado en el aspecto cultural hacia el Helenismo. El fin de la cultura etrusca llega hacia los siglos II-I a.C.
contexto
El año 311 a. C. significa el principio del fin para la cultura tirrena. Estalla la guerra y, tras crueles campañas, toda Etruria aceptará el dictado de Roma en 280 a. C., pasando a formar parte del amplio mundo de sus pueblos sometidos, aunque formalmente aliados. Sin embargo, no por ello concluye el arte etrusco: si hasta fines del siglo IV era aún el más importante de cuantos componían el complejo etrusco-itálico, el vuelco político no iba a suponer, de la noche a la mañana, el fin de encargos y talleres. La nobleza tirrena tenderá, sí, a romanizarse, a aprender latín e incluso, en ocasiones, a trasladarse a Roma, pero éste será un fenómeno progresivo, gradual, que durará más de siglo y medio. Mientras tanto, nada exige la transformación de costumbres funerarias y religiosas -por otra parte, tan parecidas a las romanas-, y por tanto los artesanos siguen trabajando. Se advierte, eso sí, un cierto empobrecimiento material; era lógico en un pueblo conquistado. Sin embargo, casi lo que más sorprende es que éste sea tan suave hasta las guerras civiles de fines de la República. Durante los siglos III y II a. C. aún se levantarán templos de importancia, y no faltarán ostentosas tumbas en las necrópolis. Basta recordar, por ejemplo, la Tumba de los Relieves, acaso la más profusamente decorada de Caere, realizada hacia el 300 a. C.; y no conviene olvidar que gran parte de las tumbas de Norchia y de su entorno rupestre datan precisamente de los siglos IV y III a. C., pese a su aspecto tradicionalista. Mas una cosa, sin embargo, resulta indudable: pese a las tendencias conservadoras de un pueblo que teme por su identidad cultural, se abre sin remedio la puerta a las novedades que llegan de Roma. La Urbe vive, desde la toma de Tarento (272 a. C.) y el sucesivo contacto con los reinos helenísticos, una intensa y absorbente pasión por todo lo griego, y la transmite a los pueblos que de ella dependen. No es que la helenización suponga en Etruria, como es obvio, ninguna novedad; lo que ocurre, sencillamente, es que su presión empieza a ser excesiva. Ya en el siglo III comienza a apreciarse tal invasión incluso en la arquitectura, que hasta entonces había sido el aspecto mejor salvaguardado de la tradición etrusca. Aparecen frontones en tumbas y templos; ciertos hipogeos (como la Tumba Hildebranda de Sovana) adoptan columnatas, como si quisiesen inspirarse en los mausoleos monumentales de Asia Menor; elementos helénicos se introducen en la decoración (las pilastras acanaladas de la Tumba de la Alcoba de Caere, por ejemplo); y hasta llegan modos constructivos más puramente romanos, como el arco: entre los más bellos monumentos que adornan aún hoy las murallas de Etruria se encuentran precisamente los poderosos arcos de entrada de Volterra y Perugia, fechados en los siglos III y II a. C. En los demás campos artísticos, la irrupción del helenismo es aún más profusa si cabe. A veces en bronce, pero casi siempre en barro, los artistas tirrenos reproducen los modelos de la plástica griega, y lo hacen en ocasiones, justo es reconocerlo, con singular fortuna; sirva como ejemplo el Apolo del templo de Lo Scasato en Faleries, que debe fecharse en la primera mitad del siglo III a. C.: se trata de un magnífico torso en arte ecléctico del Helenismo Temprano, lleno de vida por su nerviosismo, su carnosidad y su agitada cabellera. Y algo semejante puede decirse, ya en el siglo II a. C., de las figuras pintadas en la Tumba del Tifón de Tarquinia, verdadero trasunto del barroco pergaménico. En cuanto al Frontón de Ariadna hallado en Cività Alba, marca ya, a fines del mismo siglo, el enlace de lo itálico -aún representado por el material, terracota- con el arte pompeyano, bajo la fértil inspiración del decorativismo rodio.
termino