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La población de Espinosa del Camino (Burgos), de 42 habitantes, perteneció al señorío del hospital de Villafranca. El municipio presenta un bien conservado conjunto de arquitectura popular, en el que destacan los entramados de madera de los pisos superiores. Los monumentos más destacados de Espinosa del Camino son su iglesia parroquial y la Capilla de San Felices.
Personaje Religioso Político
Con Felipe II en la monarquía desempeñó el cargo de secretario real. A lo largo de su carrera política, trabajó como oidor en Sevilla, fue regente del consejo de Navarra y presidente del consejo de Castilla, entre otros cargos. Su trayectoria religiosa también resultó fulgurante. Tras ocupar el cargo de inquisidor general, pasó por el obispado de Sigüenza y en 1568 fue elegido cardenal. Pasó a la historia como un hombre justo y en más de una ocasión denunció los casos de corrupción entre los jueces. Por otra parte, su carácter arrogante le ocasionó más de un problema que le llevó a enemistarse con el mismo rey. Se dice que participó de forma activa en el asesinato del hijo de Felipe II, príncipe Carlos.
Personaje Pintor
Jeronimo Jacinto Espinosa nació en Cocentaina (Valencia) en 1600. Se formó con su padre, siendo decisiva para el joven artista la influencia de Ribalta y de Orrente, pintores con los que se vinculará estrechamente, mostrando similar admiración por el naturalismo tenebrista de Caravaggio. El realismo de sus figuras le han hecho valedor del sobrenombre de Zurbarán Valenciano, convirtiéndose Espinosa en el maestro principal de la escuela valenciana del Barroco Español tras la desaparición de Ribalta. Fallecería en Valencia en 1667.
Personaje Pintor
Pocos datos conocemos de este artista especializado en bodegones. Debió de nacer hacia 1590, siendo la fecha de su fallecimiento 1641. Su estilo tiene mucha relación con la pintura procedente de Flandes y con sus coetáneos Arellano y Sánchez Cotán.
Personaje Científico Político
Fue miembro de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País y de la Academia de Buenas Letras de Sevilla. Desempeñó cargos públicos en las Audiencias de Mallorca y Cataluña, donde fue oidor y fiscal del crimen, respectivamente. Algunos de los discursos que realizó en este tiempo fueron publicados. Su legado como literato muestra su interés por el asuntos de corte didáctico. Prueba de ello son algunos títulos como "Memoria sobre el estado actual de la agricultura e industria del Principado de Cataluña". Por encargo de la Real Sociedad Aragonesa tradujo "La Nobleza Comerciante" que había escrito el abate Coyer.
Personaje Científico Militar
Teniente de navío, realizó prácticas de astronomía en el observatorio de Cádiz y trabajó a las órdenes de Vicente Tofiño en el Atlas Hidrográfico Español. Designado miembro de la expedición de Alejandro Malaspina en 1778, motivos de salud impidieron su incorporación hasta noviembre de 1790, en que pasó a México junto al teniente de navío Ciriaco Cevallos. Con él, llevó diversos instrumentos de medición y documentación, como el Almanaque Naútico, los relojes 344 y 351 de Arnold entregados por José Mazarredo, y el péndulo simple constante, que habría de servir para comparar y unir los resultados de la expedición con los de los académicos franceses en los 45° N, para la confección de un nuevo sistema de pesas y medidas en Francia. Con la expedición Malaspina recorrió la costa de Alaska y el archipiélago de Nutka, partiendo más tarde hacia los puertos españoles de Oceanía. Al volver a América tomó tierra en Valparaíso junto a Bauzá, pasando de Chile a Argentina a través de los Andes y la Pampa. En 1794 volvió a España, siendo nombrado primer ayudante de Mazarredo. En 1796 viaja a Filipinas, regresando para ser nombrado primer director de la Dirección de Hidrografía. Desde este puesto comienza a publicar el material recopilado por al expedición Malaspina, como el "Atlas Marítimo de América" y la "Relación del viaje de las goletas Sutil y Mejicana...".. También redactó su Viaje por el virreinato del Río de la Plata, erróneamente atribuido a Haencke, con las observaciones y trabajos de Pineda y Neé.
termino
acepcion
Es la tercera persona de la Santísima Trinidad. En la doctrina cristiana se le presenta como un ser todopoderoso, eterno y conocedor de todas las cosas. En Antiguo Testamento protagoniza el relato de la creación, actuando sobre las aguas y se manifiesta en más de una ocasión en el Nuevo Testamento. Se representa en forma de paloma.
contexto
Al mismo tiempo que se producía este importante movimiento de renovación eclesiástica en Francia y el Imperio, la Iglesia católica conoció, desde los inicios del siglo XVII, un intenso florecimiento místico y espiritual. A los místicos españoles del siglo XVI sucedió en el siglo XVII lo que se ha denominado escuela francesa de espiritualidad, cuyos representantes más destacados fueron Pierre de Bérulle y san Francisco de Sales. Para hacer accesible la perfección cristiana a los cristianos sencillos, a quienes les sugiere que no es necesario abandonar el mundo para salvarse, Francisco de Sales escribió su "Introducción a la vida devota" (1608), que tuvo un extraordinario éxito de lectores, pues se hicieron 40 ediciones desde 1608 hasta 1622. En esa obra y en su "Tratado del amor de Dios" (1616) Sales desarrolló una concepción de la mística cristiana muy equilibrada, centrada en torno al amor del prójimo, muy cercana a la corriente optimista de las posibilidades naturales del ser humano que constituye el humanismo cristiano. Por su parte, Pierre de Bérulle plasmó su pensamiento en "Discours de l´état et des grandeurs de Jésus" (1623), donde desarrolla la idea agustiniana de la nada del hombre frente a la infinita grandeza de Dios. La piedad por la que apuesta Bérulle es cristocéntrica, austera y exigente. Esta espiritualidad vinculada a la mística no impidió el desarrollo de un Cristianismo activo, militante y eficaz. En el terreno de la caridad cristiana, san Vicente de Paúl se convirtió en un ejemplo a imitar. Desde 1618 dedicó su atención a los condenados a galeras, a los pobres y a los mendigos. En 1621 fundó en Macon una Hermandad de la Caridad para socorrer a los pobres, que fue imitada en otros lugares de Francia y en la que participaban muchos miembros de la alta sociedad, estimulados por su ejemplo. De ese núcleo nació la congregación de las Hijas de la Caridad (1633), gracias a Louise de Marillac, colaboradora de Vicente de Paúl. Niños expósitos, soldados indigentes y heridos en la guerra de los Treinta Años, fueron el objeto especial de su cuidado, sin desatender a los demás pobres. En todas estas obras de misericordia Vicente de Paúl recibió con frecuencia el apoyo de una sociedad secreta de piedad y de caridad denominada la "Compagnie du Sant-Sacrement", fundada en 1630 por Henri de Lévis, duque de Ventadour, con el apoyo expreso de Luis XIII, a la que se agregaron muy pronto místicos, escritores y aristócratas franceses. La "Compagnie" puso un empeño en destacar su carácter laico y autónomo con respecto a la jerarquía eclesial o política y por ello aceptó en su seno a muy pocos eclesiásticos. La "Compagnie" se extendió por toda Francia y dispuso de una red de relaciones, al mismo tiempo que contaba con abundantes recursos financieros, debido a la preeminente posición social y económica de sus componentes, de tal manera que, por igual razón, ejerció una poderosa influencia política y social, lo que despertó algunos recelos en ciertos sectores del poder. Concretamente, la actividad de la "Compagnie" suscitó reservas en Mazarino, ante quien aquélla se mostró por ello hostil hasta el punto de presionar ante la reina con el fin de conseguir su dimisión. Las acusaciones esgrimidas por sus opositores para descalificar a la "Compagnie" se referían a su intromisión en labores de control de actos religiosos ajenos a las normas de la Iglesia o a su ambición de cargos públicos para cristianos rectos. La "Compagnie" llevó a cabo, además, un combate permanente y persecutorio contra los protestantes y contra los jansenistas. Ante el peligro de persecución por parte de Mazarino, la "Compagnie" se autodisolvió en 1660. Las instituciones católicas francesas se consagraron a la enseñanza como la mejor y más eficaz forma de apostolado. La Compañía de Jesús ya poseía una larga tradición en esa labor. Sus colegios, muy frecuentados por la aristocracia y favorecidos por la Monarquía, tenían un prestigio indiscutible. Bérulle también fundó colegios, uno de los cuales se llamó "Académie royale", aunque tenían menos alumnos que los jesuitas. Su pedagogía, en cambio, era más liberal y sus alumnos pertenecían también a la alta sociedad. Este conjunto de esfuerzos y el apostolado desde los colegios produjo resultados inmediatos en la práctica religiosa, en la piedad y en la vida cristiana de la sociedad francesa. Con la renovación del clero, las parroquias se convirtieron en auténticos focos de espiritualidad. Desde ellas se restauró la práctica de la enseñanza religiosa en catequesis y de la predicación regular, para lo cual los curas disponían de catecismos editados por sus diocesanos y de sermonarios escritos por predicadores conocidos, que servían tanto de modelos como de libros de piedad. Esta revitalización de la vida cristiana hizo posible la propagación de la literatura edificante o piadosa, cuya producción destinada tanto a un público formado como a lectores sencillos gozó de un gran éxito. La mayoría de los autores eran jesuitas, oratorianos o miembros de Port-Royal y los temas preferidos eran las obras de meditación, los tratados morales sobre las obligaciones de la vida cotidiana y las vidas de santos, canonizados o no. Los ejercicios de piedad se revitalizaron también durante el siglo XVII, propagados por teólogos de prestigio o por devotos y religiosos cultos. La devoción que ocupa la mayoría de las preferencias es la de la Virgen María, a quien Luis XIII consagró solemne y oficialmente su reinado en 1638. El culto al Niño Jesús y a su infancia ocupan un lugar destacado gracias a los esfuerzos del grupo de Bérulle, el Oratorio y los carmelitas, e idéntico impulso recibió la devoción al Corazón de Jesús. Una evolución paralela sufrió el arte religioso y devocional. Hasta mediados del siglo XVII se caracterizó, sobre todo en pintura, por una gran sobriedad en las formas como consecuencia de la profunda interioridad que adoptó la vida cristiana, pero posteriormente evolucionó hacia fórmulas más decorativas. La religiosidad del siglo se prueba igualmente en la edificación de iglesias: más de 30 se levantaron en París en la primera mitad del siglo. Sin embargo, la motivación se modificó en los años sesenta, durante los cuales la arquitectura religiosa está, sobre todo, al servicio de la gloria de la Monarquía y del rey.