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acepcion
Aleación de plata y oro que se utilizaba para la acuñación de monedas en la antigua Grecia y durante el Imperio Bizantino.
obra
Es uno de los bocetos sobre animales que raramente se encuentran en su obra. Posiblemente se trate de uno de los bocetos realizados en la época en que pintó "Aníbal cruzando los Alpes", cuadro recientemente aparecido. Nos situamos, pues, en torno a 1625-1626, aunque algunos autores retrasen la fecha hasta 1630. Son los primeros años en Italia, en que el pintor realiza enormes esfuerzos para lograr un hueco en el complejo panorama romano. También realizó Poussin una vista frontal de elefante en El triunfo de Baco en India.
lugar
Ciudad conocida como Abu por los egipcios, de eminente carácter comercial, fue la capital del nomo egipcio más meridional, que tenía como frontera natural la Primera Catarata del Nilo. Además del comercio, la zona se dedicaba a la extracción de materiales para construcción y otros, gracias a sus canteras. Las excavaciones arqueológicas han mostrado una ocupación ya desde las primeras dinastías. Son interesantes las tumbas oficiales de las dinastías VI y IX en Qubbet el-Hawa y el santuario de Heqaib, oficial de la dinastía VI que fue adorado como dios tras su muerte y una de las deidades más seguidas en la localidad durante el Reino Medio. El templo de Elefantina estuvo dedicado a la tríada Khnum, Satis y Anukis. Es muy interesante el Nilómetro, descrito por Estrabón, una escalera de 90 escalones utilizada para medir las crecidas del Nilo, con inscripciones referentes a la evolución del río entre Augusto y Septimio Severo.
contexto
Preocupado como sus contemporáneos por el monumento funerario, el rey Noble trajo de su tercer viaje a tierras francesas a uno de los mejores artistas de su tiempo, Johan Lome, con quien debieron venir otros escultores franceses (Michel de Reims, Hanequin de Sora, Juan de Borgoña, Vicent d'Huisart, Johan de Lisla). El sepulcro se ejecutó entre 1413 y 1418 en Olite; luego fue trasladado a Pamplona donde recibió los últimos toques. R. S. Janke, que lo ha estudiado en profundidad, no duda en situarlo "entre las obras maestras de principios del siglo XV", como un eslabón fundamental de "la tradición franco-neerlandesa tal como ésta se practicó en la capital francesa". El sepulcro presenta a los reyes yacentes orantes bajo doseletes con un león y dos lebreles a los pies. Ambas figuras se labraron en alabastro, al igual que los plorantes que rodean el zócalo, todos ellos personajes contemporáneos, algunos individualizados por el uso de sombreros cardenalicios, mitras o hábitos diversos. Asombra la calidad obtenida en la labra de la piedra, que describe con minuciosidad y realismo los rostros regios, reproduce con acierto la caída de los gruesos y amplios ropajes, y diferencia atuendos, gestos y expresiones en las figuritas del zócalo. Los detalles policromados realzan la belleza dorada del material, que contrasta de modo satisfactorio con el negro del mármol de lápida y zócalo. Todo el conjunto se caracteriza por la elegancia y equilibrio del juego de densos volúmenes propio de los inicios del siglo XV. Constataremos cómo el sepulcro real marcó un hito en la escultura funeraria navarra; si bien su verdadera dimensión no se capta en un panorama tan reducido como el del viejo reino pirenaico. Hemos indicado que resiste la comparación con otras grandes obras del momento, entre las que también sobresale el monumento funerario de su hermano Pedro de Mortain y su mujer, al que reserva un lugar escogido el Museo del Louvre. Muchos otros sepulcros interesantes de los Evreux fueron destruidos en Francia durante la Revolución; los conocemos sólo por dibujos de la colección Gaignéres. Palacios, catedral y sepulcro constituyen el grueso de la promoción artística de Carlos III. En su haber podemos añadir un continuo encargo de obras a los argenteros, de vajillas a joyas pasando por piezas litúrgicas, de las que a veces tenemos descripciones. Ninguna ha llegado a nuestros días. Conviene recordar que las elevadas sumas en ellas gastadas no eran dinero perdido, sino reserva para caso de necesidad: se vendían vajillas, se empeñaban incluso coronas con tal normalidad. Mencionemos también los tapices y bordados, comprados en los reinos vecinos o realizados en Navarra por artistas extranjeros, de temática religiosa o profana. Tampoco queda nada de los dedicados a historias de la Virgen, Cristo o los santos, de los de batallas, cacerías, historias legendarias (Salomón conquistador de Bretaña, Los Nueve Barones) o alegorías (con El dios del amor, Eur y Aventura), espigados entre los que reseñan los documentos. Y, por último, la iluminación de manuscritos. Carlos III compró obras de notable calidad en París: el "Libro de Horas" de su nombre, hoy en Cleveland, realizado a comienzos del siglo XV, es la más destacada. Como su padre, tuvo el rey Noble a su servicio a "ylluminadores": Johan Flamenc y el pintor ¿de Bretaña? Juan Clemens, entre otros. No hay miniaturas en Navarra procedentes de sus encargos, aunque quizá fue Carlos III quien hizo llegar al reino el ceremonial regio inglés de finales del siglo XIV conservado en el Archivo General. En general, podemos afirmar que los años de gobierno del rey Noble representaron un tiempo de recuperación de Navarra, en que se vio beneficiado todo tipo de producciones artísticas. El monarca propició este clima, incluso perdonó impuestos a parroquias para reparos y reedificaciones (Cizur Mayor, Ororbia), colaboró con los monasterios de mendicantes, ayudó a los concejos en la mejora de sus amurallamientos, organizó con nuevos criterios la red de castillos reales con el abandono de varios que no consideraba necesarios. En pocas palabras, hizo de Navarra un lugar donde grandes artistas encontraron trabajo incluso más allá de la muerte del monarca en 1425. Unas escuetas frases de su epitafio resumen la intención del rey Noble: e"n su tiempo ennoblesció et exaltó en dignidades et honnores a muchos ricos hombres, cauailleros et fijos dalgo naturales suyos et fezo muchos notables edificios en su regno". Ennobleció a sus súbditos mediante honores, a la vez que al reino mediante construcciones. La idea no está muy lejana del topos transmitido desde la Antigüedad, que consideraba dignas de mención como actividades de los hombres ilustres las grandes edificaciones. Además, los palacios contribuyeron a hacer perdurable su recuerdo, como conscientemente buscaba el planear para Tafalla un conjunto "tal, de tal forma, que de nos perpetualment finque memoria". Es este clima lo que desarrolló un fenómeno realmente interesante: la emulación en la promoción artística por parte de las personas cercanas al rey. La política de ennoblecimiento del reino le llevó a instaurar la concesión de títulos nobiliarios entre la aristocracia local, a fundar una orden de caballería y a mostrarse espléndido en donativos monetarios o de objetos preciosos a sus cercanos. Llegó a entregar considerables sumas -mil libras cada vez- a familiares o cortesanos que estaban edificando palacios, entre los que todavía hoy podemos visitar Arazuri o Marcilla. Esta actuación regia despertó un deseo de imitación. Un ejemplo bastará: se cuentan casi con los dedos de una mano las estatuas yacentes procedentes de sepulcros navarros anteriores a 1400; en contraposición, la realización del mausoleo regio alentó durante décadas entre los particulares el interés por tener un monumento digno que hiciera perdurar la memoria de los difuntos. Quedan dos en San Francisco de Olite, uno en Tudela, dos en Estella y dos más en la catedral de Pamplona, por no añadir los que sabemos han desaparecido. Todos ellos son la consecuencia de un mecenazgo indirecto que daba no sólo modelos a imitar, sino que también proporcionaba artistas capaces de llevarlos a cabo una vez concluían las obras para las que los había contratado el rey. Por el contrario, el vacío de este tipo de obras caracterizará la segunda mitad del siglo XV.
obra
Desde 1949 hasta 1976 Motherwell dedicó cerca de ciento cincuenta cuadros a España, la serie de Elegías a la República española, enfrentándose a un tema político de forma abstracta, aunque su aire nostálgico ha llevado a compararle con poetas americanos contemporáneos, como Ginsberg y Duncan. Con un predominio evidente del color negro, ocupa grandes superficies en forma de manchas ovales, entre las cuales aparecen gruesos trazos verticales. A pesar de que se ha señalado la relación de estas imágenes con las corridas de toros, la idea no parece tener mucho fundamento.
contexto
La realeza macedónica, en su configuración inmediatamente anterior a Alejandro, se basa en el fortalecimiento de las relaciones aristocráticas dentro de una estructura tribal tendente a la descomposición. En contacto con las ciudades griegas, los reyes han desarrollado, sin embargo, un ejército de infantería, paralelo al de la aristocracia ecuestre, basado en importantes cambios, entre ellos en la consolidación de nuevos sectores de campesinos que se integran en ciudades a través de la estructura de las relaciones monárquicas, elemento clave para que la aristocracia se amolde a la situación y se fortalezca el poder real. La conquista del norte del Egeo y el acceso a los metales preciosos, tras un período en que los cambios han desarrollado la economía monetaria, permitieron que también el ejército mercenario pudiera desarrollarse dentro de la nueva estructura y que sirviera para acentuar el carácter carismático del jefe militar que proporciona la victoria. Entre tanto, en Grecia, en el período crítico de la historia de la ciudad estado, aumentan las aspiraciones a la unidad, conseguida desde una ciudad o desde fuera de ese mundo, pero siempre en la idea de que sería un individuo quien fuera capaz de llevar a cabo el proyecto. La forma de poder personal que admite la tradición aristocrática, frente a la tradición tiránica, viene a ser la que representa idealmente la resurrección de la realeza homérica, modelo aristotélico que se asimilará en la Macedonia de Antípatro, como forma alternativa a la realeza oriental. Ello colaboraría a la creación de una imagen griega de Alejandro, en que sus logros se deben a su areté, a la virtud aristocrática tradicional. Ya los macedonios habían iniciado la configuración de esa imagen, cuando el Rey se identificaba con Heracles, héroe panhelénico y conquistador, que elimina el mal y establece la civilización, con poder sobre todos los griegos. Será la imagen elaborada por Calístenes, integrada en la tradición aristocrática, el héroe providencial que esperaba Isócrates como salvador de la Hélade, sin que alterara la naturaleza de su civilización, sino que recuperara sus aspectos más tradicionales. En Macedonia, Antipatro y Parmenión serán capaces de consolidar localmente esa forma de realeza, mientras Alejandro se dedicará a la conquista y en ella surgirán las contradicciones que configuran el nuevo proceso. En la práctica, las reformas militares que refuerzan la autoridad de Alejandro sirvieron para consolidar el estado centralizado que se formó en Babilonia, encabezado por Hárpalo. En principio, este nuevo estado se limita a Asia, pero de hecho servirá como apoyo para reforzar la autoridad macedónica en Grecia.
contexto
Las tumbas podían contar también con elementos decorativos. En ocasiones son relieves escultóricos que tratan de prestigiar la tumba hacia el exterior o de dar conocer al caminante algunos de los rasgos del difunto; así, en uno de los mal llamados columbarios de Mérida, el de los Voconios, nos encontramos con una placa en relieve sobre la puerta de acceso que reproduce sobre la inscripción conmemorativa algunas de las distinciones que su ocupante, sin duda un militar, había alcanzado en vida: dos brazaletes, dos torques y varias fáleras, símbolos todos ellos distintivos de los cuerpos subalternos del ejército. Otras veces son relieves alusivos al ámbito funerario: las gorgonas o las rosetas que aparecen en el centro de algunos frontones, los Atis que encontramos en la llamada tumba de los Escipiones de Tarragona o en la tumba de Servilia de Carmona, por citar sólo algunos ejemplos, los relieves en estelas con escenas de banquetes funerarios, representaciones de trabajos y actividades diversas, esculturas que reproducen individuos masculinos o femeninos vestidos con pallium y toga y que constituyen en sí mismos retratos de los difuntos, etc. Un elemento de gran valor en las tumbas y necrópolis romanas es el contenedor de las cenizas o del cadáver. Mientras la cremación fue el rito predominante, la mayor parte de las urnas cinerarias eran de cerámica o vidrio, en algunos casos encerradas dentro de un recipiente de plomo; en ocasiones, sin embargo, la urna podía ser de piedra, y llegar a estar decorada de forma compleja, casi siempre con motivos de índole geométrica o vegetal, aunque en ocasiones pueden ser también figurados.