El arte mueble se extiende desde la Europa occidental hasta Siberia. En cambio, el área de distribución del arte parietal se concentra en Francia -unas ciento treinta cuevas- y en España -unas sesenta cuevas-, con algunas extensiones en Italia. Los tres núcleos principales son: Aquitania (con particular densidad en Périgord-Dordoña), los Pirineos, y la región cantábrica. También hay cuevas decoradas en otros lugares de Francia y en el resto de la Península Ibérica. A continuación resumiremos los principales datos referentes a cada lugar, primero en Francia y luego en la Península Ibérica y en las extensiones de Italia y de la Europa oriental. Si se observa un mapa de Eurasia se verá cómo nuestro país forma como el apéndice más occidental de la extensión geográfica del primer arte de la humanidad. Prescindiremos de algunas cuevas que sólo contienen indicios o unas pocas figuras, a no ser que se trate de ejemplos excepcionales. Además, haremos una breve referencia a su atribución estilística o cronológica.
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<p>El arte parietal paleolítico tiene sus principales manifestaciones en Francia y España, con tres densos núcleos que corresponden al Perigord-Dordoña, los Pirineos franceses y la región cantábrica española. En el presente trabajo sólo se considera el existente en la Península Ibérica, si bien hay que tener en cuenta su estrecho parentesco con el de las cuevas francesas. A continuación se describirán sucintamente las obras de arte de las principales cuevas a partir de su repartición geográfica, a la espera de que algún día se pueda realizar una descripción con base cronológica. Asturias, Cantabria, País Vasco, Pirineos, la Meseta, la parte occidental de la península, la España oriental y Andalucía son las principales regiones artísticas que vamos a analizar.</p>
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En el arte rupestre peninsular encontramos dos grandes focos, que se corresponden con diferentes momentos cronológicos y estilos: el arte paleolítico cantábrico y el arte neolítico levantino. En la cornisa cantábrica, entre los Pirineos y Finisterre, se distribuye la mayor parte de arte paleolítico, realizado entre los años 30000 y 8000 a.C. En el País Vasco destacan las cuevas de Altxerri, en Guipúzcoa, y de Santimamiñe, en Vizcaya. Cantabria tiene un amplio catálogo de yacimientos, encabezado por Altamira. El foco de El Castillo en Puente Viesgo también es de gran importancia. En la localidad asturiana de Ribadesella se halla la cueva de Tito Bustillo. El arte rupestre mediterráneo o levantino se desarrolla entre Huesca y Almería, fechándose entre el VI y el III Milenio a.C. Los abrigos de la Roca dels Moros, en Cogul, y de Ermites de la Sierra de la Pietat son los yacimientos más importantes de Cataluña. En la provincia de Teruel se han hallado significativas muestras: Prado del Navazo, en Albarracín; Cañada del Marco, en Alcaine; o Charco del Agua Amarga, en Alcañiz. La Comunidad Valenciana también cuenta con un amplio catálogo, destacando el famoso Barranco de la Valltorta, el abrigo de la Sarga, en Alcoy, o la Cueva de la Araña, en Bicorp. Albacete es una provincia con un buen número de yacimientos. Entre ellos destacan los de Minateda, en Hellín, y la Solana de las Covachas, en Nerpio. Finalmente, en Andalucía destacan los sitios de Cañada de la Cruz y la Tabla de Pochico, en la provincia de Jaén, y la Cama del Pastor, en Almería.
acepcion
Tablillas sumerias conteniendo textos de carácter jurídico, singularmente litigios sueltos.
obra
Toulouse-Lautrec conseguirá bastante fama como cartelista, anunciando especialmente los locales nocturnos que frecuentaba. En este caso se trata del café-concert Divan Japonais, lugar en el que se intentaba crear un ambiente pseudo-oriental cuando todo lo que procedía de Oriente llamaba la atención. En primer plano están Jane Avril - famosa bailarina del Moulin Rouge - y el crítico simbolista Edouard du Jardin. Tras ellos aparecen los cuellos de los contrabajos, los brazos del director de orquesta y, sobre el escenario, la silueta inconfundible de Yvette Guilbert, la cantante del local que se convertiría en la obsesión del pintor. La influencia de la fotografía es muy marcada, como observamos al cortar los planos pictóricos - e incluso la cabeza de Yvette -. El agobio espacial, con los planos muy unidos entre sí, es otra de las características de este excelente cartel en el que apreciamos cierta deuda con Degas.
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Lo primero que sorprende de la población india es su gran variedad de pueblos, lenguas y credos. El motivo de ésto es que la India ha sido tradicionalmente un país de acogida, un territorio continuamente invadido y en el que sus habitantes se han tenido constantemente que adaptar para integrar a los recién llegados y hacer posible la convivencia sin renunciar por ello a sus propias pautas culturales. La superposición de culturas está en el origen de un carácter en gran medida tolerante y sincrético, en el que se yuxtaponen elementos de pueblos y culturas diferentes. La población india ha sabido establecer a lo largo del tiempo mecanismos de interacción entre las culturas autóctonas y las que fueron llegando desde el exterior, haciendo que hayan llegado hasta la actualidad numerosas formas de pensamiento, religiones y lenguas que fueron originadas hace muchísimo tiempo.
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Los hallazgos de piezas de orfebrería ibérica se deben en buena medida a la casualidad. En los poblados, los hallazgos son escasos, puesto que por tratarse de bienes de un alto valor material, sus poseedores han procurado atesorarlos y conservarlos en la medida de lo posible, llevándolos consigo en cualquier cambio de residencia. Y cuando aparecen, precisamente este alto valor material es el que hace que la mayor parte de las veces la pieza o las piezas encontradas pase a engrosar el circuito del mercado clandestino de antigüedades, pudiéndose contar con los dedos de una mano las ocasiones en que estos hallazgos son hechos públicos, casi siempre tras un proceso accidentado. Los hallazgos de materiales preciosos son más frecuentes en las necrópolis que en los poblados, ya que en la Antigüedad es frecuente que como ajuar funerario se incluya alguna pieza de valor, sea una cerámica importada, sea uno o varios objetos de oro o de plata de propiedad del difunto. Cuando aparecen en un poblado, lo hacen por regla general en forma de escondrijo o de tesoro, esto es, como consecuencia de la ocultación deliberada de un conjunto de piezas de valor ante una circunstancia anormal, casi siempre un peligro de guerra o una amenaza interior, y siempre con la esperanza de volverlo a recoger. Los tesoros más importantes que conocemos en la Península Ibérica -Carambolo, Villena, Aliseda, Jávea- relacionados con el momento y las culturas que ahora nos ocupan, proceden de hallazgos casuales, en un contexto funerario (Aliseda) o poblacional (Carambolo, Villena, posiblemente Jávea). El contenido de los tesoros varía considerablemente de unos a otros. El de Jávea es casi con toda seguridad propiedad de una rica dama e incluye como piezas principales una diadema rectangular formada por varios frisos y terminada en sus extremos en dos triángulos, varios collares y un colgante. El de ViIlena, por el contrario, debió de pertenecer a un rey o reyezuelo indígena, ya que junto a objetos de adorno personal de extraordinaria riqueza -brazaletes de varios tipos, sobre todo- encontramos también elementos de vajilla -botellas de plata, cuencos de oro- que testimonian un ambiente rico, y un pequeño fragmento del mango de un objeto desaparecido, posiblemente de madera, que está hecho de oro y hierro, utilizado éste también como material noble. Aunque se trata de un tesoro más antiguo que la época ibérica que ahora estamos considerando, creemos que refleja bastante bien los elementos básicos de las pertenencias de un personaje destacado de la sociedad. El tesoro del Carambolo, por el contrario, parece corresponder a elementos de adorno personal de una o varias personas, tal vez relacionadas con alguna actividad religiosa o de representación. Y el de La Aliseda, por su parte, nos recuerda una vez más las pertenencias de un rico personaje, con predominio de elementos de su ajuar personal, aunque con algún añadido, como el jarro de vidrio tallado, que puede considerarse tan valioso como una pieza de orfebrería, por su rareza, lo que nos está indicando que se trata del ajuar funerario de una persona con el suficiente poder adquisitivo como para poder sustituir el característico recipiente de cerámica de barniz rojo por uno de vidrio tallado. Con el paso del tiempo, estos tesoros de piezas de orfebrería ceden su lugar a otros en los que el elemento principal son las monedas; ello ocurre a partir del siglo II a. C., cuando las monedas han alcanzado ya una amplia difusión en la Península, más quizá como elemento de intercambio y de atesoramiento que como consecuencia del establecimiento de una economía propiamente monetal. A partir de esta época son muy numerosos los tesoros en los que el elemento principal son las monedas, aunque en no pocos casos, junto a ellas, aparecen objetos de metales preciosos, casi siempre plata, amortizados ya por el uso, y lingotes de plata intactos o parcialmente utilizados; algunos autores han supuesto que se trate de escondrijos de plateros, aunque es posible que las propias familias guardaran también -junto a los objetos de plata en uso- restos de otros ya estropeados e incluso pequeños lingotes que les permitieran encargar trabajos a los plateros itinerantes, proporcionándoles ellos mismos la materia prima. No todos los tesoros conocidos, sin embargo, se componen de piezas de adorno, ni todos ellos son de oro. En muchos de los tesoros con objetos de plata alternan los elementos de adorno personal con los de vajilla de mesa. Así, el de Abengibre (Albacete), está formado por numerosos cuencos de plata con inscripciones ibéricas, en las que podemos leer el nombre del propietario y en algunos casos el peso de la pieza; los de Salvacañete (Cuenca), Pozoblanco (Córdoba) y Perotitos y Mengíbar (Jaén), este último ya de finales del siglo II o comienzos del I a. C., en los que junto a piezas de adorno, como fíbulas, brazaletes, etc., existen un buen número de recipientes de vajilla de mesa decorados con repujados, incisiones y, en algunos casos, nielados. El de Mengíbar, quizás uno de los más simples, se compone de numerosos torques y brazaletes; los primeros son todos de alambres de plata trenzados, en tanto que los segundos están formados por un solo alambre de plata y son por consiguiente de superficie lisa; junto a ellos, un cuenco con decoración incisa y una horquilla o tenedor de dos puntas. Sin embargo, el más importante de todos estos tesoros es quizás el conjunto de Tivissa, en la provincia de Tarragona -en realidad un conjunto de dos tesoros- cuya ocultación se ha puesto tradicionalmente en relación con la Segunda Guerra Púnica, aunque en los últimos años se ha propuesto una fecha algo más tardía, en torno al 180 a. C. Estos tesoros incluyen pendientes de oro, monedas y, sobre todo, un conjunto de recipientes de plata (páteras, vasos caliciformes, cuencos), con decoraciones de diverso tipo y del mayor interés; las páteras están adornadas con motivos como una cabeza de felino repujado en su fondo interior, escenas y motivos diversos incisos y nielados, etc.; una de ellas incluye motivos vegetales en forma de roleos, peces y una planta que recuerda el árbol de la vida mediterráneo; otra, una figura femenina entronizada, tal vez la representación de la misma diosa ibérica que vemos en otros lugares, en torno a la cual se desarrollan diversas escenas de sacrificio y cacería. La cabeza de felino que aparece en un repujado muy alto en el centro del fondo interior de algunas estas piezas es muy similar a la que encontramos en una pátera procedente del tesoro de Perotitos, en Jaén, aunque aquí esta cabeza aparece con una cabeza humana dentro de sus fauces, como si la estuviera devorando; es posible que en ello pueda verse un último trasunto de las cabezas de Hércules cubiertas por la piel de león que encontramos en cerámicas de barniz negro del momento; pero si es así, parece que el artesano ibérico ha reinterpretado el motivo, sustituyendo la impresión de dominio del hombre sobre la fiera por la del más crudo desamparo ante ella. De todas formas, este felino o lobo es una representación muy querida por el artista y la sociedad ibéricos; la encontramos, además de en los umbos de las piezas ya citadas, en el pectoral de un guerrero de Elche y en el escudo de la Minerva de la muralla de Tarragona. Otra pátera de Tivissa muestra en relieve repujado una serie de tres cuádrigas en torno a un umbo central rodeado por un friso de flores y palmetas, motivo estrechamente relacionado con los de talleres suritálicos del momento, cuyas producciones debieron servir de modelo a la cerámica de barniz negro denominada de Cales. Aparte de estos grandes tesoros, repletos de piezas significativas y de gran interés, el mundo de la orfebrería ibérica cuenta con no pocos hallazgos de piezas aisladas realizados en muchos yacimientos, sobre todo necrópolis: la mayoría de ellos son similares a los descritos más arriba, y otros resultan tan sólo versiones desarrolladas y enriquecidas de objetos de uso cotidiano; así, las fíbulas, por lo común fabricadas en bronce, pueden ser en ocasiones de plata y bastante complejas, como nos atestiguan los hallazgos de Santisteban del Puerto o Pozoblanco, por citar sólo algunos de los más importantes; casi siempre se trata de fíbulas más grandes de lo normal, con decoración figurada, como en el último caso citado, en el que aparecen un jinete -posiblemente un cazador- y varios animales.
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En los últimos años, y especialmente durante el decenio de los ochenta, se han acentuado las diferencias en el seno del Tercer Mundo. Entre 1980 y 1990, la renta per cápita creció mucho en Asia oriental -excluido el Japón- y lo hizo de forma considerable en Asia meridional. Sin embargo, esos años constituyeron un verdadero "decenio perdido" (en expresión de la CEPAL) para tres grandes zonas del Tercer Mundo: Oriente Medio y Norte de Africa, América Latina y el Caribe y el Africa subsahariana.Además, en los últimos treinta años algunas economías del Tercer Mundo se han industrializado muy rápidamente mientras que otras -la mayoría- se han mantenido en la subindustrialización o en el estancamiento. Mientras que los "nuevos países industriales" (Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur, en Asia oriental, y Brasil y México, en América Latina) se han convertido, sobre todo en el caso de los cuatro "pequeños dragones" asiáticos, en importantes potencias manufactureras, el grueso del Tercer Mundo continúa todavía apartado de la expansión industrial moderna.Por consiguiente, se ha registrado una creciente heterogeneidad en el Tercer Mundo. Incluso es muy posible que algunos de los países citados estén incorporándose al mundo desarrollado. Es el caso especialmente de Corea del Sur y Taiwan, cuya renta per cápita es ya superior a la de Grecia o Portugal y se aproxima a gran velocidad a la de España. Corea del Sur ingresará en la OCDE en 1996. Curiosamente México, un país menos desarrollado que Corea, se incorporó a la organización en 1994. En todo caso, al margen incluso de estas excepciones, las diferencias entre países subdesarrollados son cada vez mayores.Cabe hacer brevemente referencia a los dos extremos del Tercer Mundo: los países menos adelantados (PMA) y los nuevos países industriales (NPI), aunque existen otras tipologías. Los PMA son unos cincuenta países, fundamentalmente del Africa negra, que, con una población conjunta de más de 500 millones de habitantes, forman el llamado "Cuarto Mundo", esto es, el de los países más pobres del Planeta. Han recibido una atención creciente por parte de la comunidad internacional: desde hace algunos años, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) publica un informe anual sobre esos países. Se caracterizan por tener una renta per cápita inferior a los 500 dólares (es decir, menos de una octava parte de la renta media mundial); un peso relativo de la producción manufactura en el PIB inferior al 10 por 100, y una tasa de alfabetización de adultos inferior al 20 por 100.Los principales PMA, por su peso demográfico, son, ordenados de menor a mayor PNB por habitante, Etiopía, Bangladesh, Nepal, Mozambique, Myanmar (la antigua Birmania), Tanzania, Sudán y Yemen. Los rasgos principales de sus economías son: una estructura productiva muy desarticulada y poco integrada, un nivel muy bajo de comercio exterior (los cuarenta PMA apenas llegan conjuntamente al 1 por 100 de las exportaciones mundiales frente al 9 por 100 de los cuatro "pequeños dragones" asiáticos), una dependencia extrema de la venta al exterior de uno o dos materias primas o productos alimenticios (monoexportación primaria), un mercado interior restringido, una acusada falta de servicios en educación y sanidad, una baja esperanza de vida al nacer, una alta tasa de analfabetismo y una elevada mortalidad. Por si esto fuese poco, muchos de ellos tienen un medio ambiente frágil (alto grado de exposición a desastres naturales, como ciclones, terremotos, desertización, etc.) y algún grave inconveniente geográfico o climático (insularidad, enclave, ausencia de litoral, etcétera).La situación general de los PMA ha empeorado incluso durante los años ochenta y primeros noventa. Han recibido una ayuda exterior insuficiente, problema al que hay que añadir unas políticas interiores poco adaptadas a las necesidades más urgentes (en gran medida por la imposición de programas de ajuste por parte de algunos organismos internacionales) y un marco internacional desfavorable, definido por los problemas de deuda externa o la caída de las cotizaciones internacionales de los principales productos primarios.Por el contrario, los NPI integran un selecto grupo de países que ha registrado en los últimos cuarenta años un crecimiento económico muy rápido, especialmente en el sector manufacturero, y que se han convertido en exportadores preeminentes de manufacturas. Aunque, según la clasificación de la OCDE, este grupo comprende seis países (Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Singapur, Brasil y México), el fenómeno más notable es el que se ha registrado en los NPI asiáticos. Los "dragones" han crecido a una tasa media anual que rondó el 7 por 100 en 1965-90, periodo durante el cual el conjunto del mundo lo hizo a apenas 1,5 por 100 (2,4 por 100 en la OCDE). La participación de esos cuatro países -que tienen una población conjunta inferior a los 75 millones de habitantes- en las exportaciones mundiales pasó del 2 por 100 al 9,2 por 100 en 1992, un porcentaje que duplica el de toda América Latina e iguala al de Japón, que, recordemos, tiene más de 125 millones de habitantes y una renta per cápita equivalente a más del doble de la de los "dragones".Junto con Brasil y México, aunque éstos tengan un menor grado de desarrollo, los NPI son el reverso más claro de los PMA en la realidad mundial. Tienen una economía integrada y diversificada, unos altos coeficientes de comercio exterior, unas exportaciones diversificadas (Corea exporta desde artículos de confección hasta automóviles y componentes electrónicos avanzados), un mercado interior relativamente grande (los 20 millones de taiwaneses tienen una renta per cápita que se acerca rápidamente a la de España), y unos indicadores sociales muy superiores a la media del Tercer Mundo y mayores que los de algunos países de la OCDE. Hong Kong y Corea (así como presumiblemente Taiwan, cuyas estadísticas no figuran en el informe por no ser país miembro) tienen, según el PNUD, un IDH superior al de Portugal y casi tan alto como el de España.Las razones que explican el crecimiento y el desarrollo extraordinario de los "dragones" son diversas. De entrada, es sorprendente que el crecimiento más alto del Tercer Mundo se haya producido en países carentes de recursos naturales, con una escasa tierra cultivable, que en los años cincuenta se contaban entre los más pobres del mundo y cuyas economías (muy orientadas a la exportación y muy dependientes de la importación de petróleo) eran potencialmente muy sensibles a las perturbaciones comerciales y energéticas externas de los años setenta y ochenta.Entre otros factores del desarrollo de Corea del Sur y Taiwan, los más citados por los especialistas son: una agricultura dinámica, gracias fundamentalmente a una ambiciosa reforma agraria, que contribuyó mucho a la industrialización; una amplia disponibilidad de capital extranjero en los años cincuenta y sesenta (la ayuda estadounidense, suministrada al ser países situados en la frontera exterior de la "guerra fría"); y un Estado intervencionista, en lo que se refiere al menos al sistema financiero, a la actividad exportadora y a la política industrial. En suma, la experiencia de los "dragones" no es la de un "milagro" económico "liberal", como ha defendido, por ejemplo, B. Balassa, por cuanto hay razones identificables que explican ese, sin duda extraordinario, crecimiento y porque la intervención del Estado en la actividad productiva fue al menos tan importante como en Japón.
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La penetración social del cristianismo, en esta época, abarca no sólo gente humilde. Conocemos además la existencia de cristianos que, curiosamente, eran flamines, es decir, sacerdotes del culto romano (cánones 2, 3, 4 y siguientes), que incluía también el culto imperial. En el Concilio de Elvira se les prohíben las prácticas religiosas inherentes a su cargo y es de suponer que, en esta época de crisis en la religión romana, la sustracción a tales prácticas por parte de los flamines no fuera muy difícil ya que se admite (con una condena de excomunión por dos años) que sigan llevando la corona flamínica como distintivo aunque sin ejercer sus funciones religiosas. La admisión de este hecho por los cristianos se correspondería con la posibilidad oficial de ser flamines puramente honorarios. También había cristianos que ostentaban el cargo municipal más importante, el de dunviro. A éstos se les aparta de la Iglesia durante el año de su mandato (canon 56). Los sectores económicos elevados también aparecen representados: cristianos propietarios cuyos esclavos no participan de la fe cristiana del patrón (canon 41), mujeres cristianas que poseen esclavas (canon 5) o propietarios que ajustan las cuentas a sus renteros (canon 40). Al lado de estos personajes aparecen trabajadores agrícolas (canon 49), aurigas, cómicos (cánones 62 y 67) y libertos (canon 80). La extensión social del cristianismo es, como se ve, variada y no circunscrita a un sector social determinado. La nueva religión se desarrolla en un ambiente social aún escasamente cristianizado y muchas de las creencias ancestrales relacionadas con los dioses o la religión antigua no han sido superadas ni por muchos fieles ni, en ocasiones, por las propias autoridades eclesiásticas. Así, por ejemplo, en el canon 34, se dice: "Durante el día no se enciendan cirios en los cementerios, pues no se ha de molestar a los espíritus de los justos". La idea de que los muertos mantenían una vida relacionada con su sepultura y de que las tinieblas despertaban a los malos espíritus (de ahí la necesidad de encender cirios por la noche pero no por el día, porque éstos podían perturbar a sus espíritus) está más relacionada con la muerte en la religión romana que en el cristianismo. Pero la carga ideológica de siglos está profundamente enraizada tanto entre los cristianos como en los no cristianos. Las elaboraciones teológicas y doctrinales posteriores irán cobrando fuerza con el tiempo y transformando o aboliendo, según los casos, muchas de las creencias que en esta época aún se mantenían vivas. Lo que sí aparece claro entre los clérigos reunidos en Elvira es el monoteísmo cristiano, la creencia en un Dios que excluía y combatía la existencia de todos los demás. Por consiguiente, los castigos en este campo eran muy graves para los cristianos que acudieran a los templos de los ídolos (canon 1) bien para sacrificar o bien como espectadores (canon 59). Sin embargo, la frecuencia de cristianos cuya familia o siervos no lo eran aconseja una mayor benevolencia: "Hemos creído conveniente aconsejar a los fieles que en cuanto sea posible impidan que haya ídolos en sus casas" (canon 41), pero si la supresión resultara peligrosa, bastaba con que el cristiano los ignorase manteniéndose al margen. En el mismo sentido, el canon 57 prohíbe que las mujeres y los hombres den vestiduras para adornar las procesiones mundanas, es decir, paganas. Otro canon que, al igual que el 34, demuestra la fuerza de las creencias del entorno social, es el que prohíbe matar a otro por medio de un maleficio porque "tal crimen no ha podido realizarlo sin idolatría" (canon 6). Resulta sumamente curioso que los propios clérigos creyesen en el poder de los dioses romanos, ya que confieren a éstos la capacidad de actuar contra la vida de alguien. Es por tanto una Iglesia que mantiene unas cuantas convicciones firmes que la separan del entorno político-social en el que se desenvuelve pero que, al mismo tiempo, está conformada por los mismos individuos que arrastran gran parte de su mundo tras de sí. La influencia de su entorno, del ambiente pagano y la necesidad de preservar su propia identidad configuran una escala de valores a veces contradictorios. En realidad todos los cánones conciliares y el propio espíritu del Concilio de Elvira consiste en la elaboración de una lista de prohibiciones sobre determinados comportamientos que debían producirse con frecuencia y a los que los obispos no sabían qué pena aplicar.