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La Puerta Santa de la catedral de Santiago se abre el 1 de enero de cada año jubilar o Año Santo-aquél en el cual el día 25 de julio es domingo- y se cierra en la medianoche del 31 de diciembre. Al derribarse el coro mateano sus piezas se reutilizaron. Las privilegiadas fueron las figuras de profetas, apóstoles y otros personajes del Antiguo Testamento que remataban sus fachadas. En un principio, doce se emplearon en la Puerta Santa, construida entre 1611 y 1616, y cuando en la segunda mitad del XVII se remodeló, el número de imágenes pasó a ser de veinticuatro, y se colocaron también cuatro plafones.
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Este era el aspecto de la catedral de Santiago que podían contemplar los peregrinos medievales. El edificio se proyectó con nueve torres que aportaban al conjunto un acentuado aspecto de fortaleza. Este aspecto vendría a constatar lo que era en realidad la catedral, es decir, el castillo del arzobispo.
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La cabecera compostelana presenta un gran desarrollo al disponerse las cinco capillas radiales del ábside con otras dos en cada uno de los brazos del transepto.
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Las obras de la catedral finalizan en 1168 con la contratación, por parte de Fernando II, del maestro Mateo, el arquitecto que diseña la cripta sobre la que se asienta el último tramo de las naves y el pórtico entre las dos torres. La cripta servirá para salvar el desnivel del terreno, y sobre ella se alza la gran fachada occidental, tras la que se encuentra el famoso Pórtico de la Gloria.
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En el brazo septentrional de la catedral de Santiago se levantaba la puerta de Azabachería, sustituida en el siglo XVIII por la actual. Su estructura original sería similar a la de Platerías como podemos observar en esta reconstrucción.
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Como reiteradamente se ha dicho, el arte francés, y en particular Saint-Denis, ejercen en Mateo eficaz influencia que le lleva a romper los moldes y limitaciones de la estatuaria románica. Es la vida que se manifiesta a través de unas formas naturales, de sabias proporciones y atinado movimiento, sin olvidar el estudio de la anatomía que se percibe a través de los paños. En esta incesante búsqueda quiere Mateo que sus figuras lleguen a manifestar con sus gestos y semblante su estado anímico, alcanzando las cotas más altas en la sonrisa de Daniel, en la abstraída imagen de Santiago que desde lo alto del parteluz del Pórtico de la Gloria parece saludar a sus peregrinos, o en la animada conversación de los Ancianos de la arquivolta central. Es, en fin, el germen del gótico.
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En el crucero de la catedral de Santiago de Compostela aparece representado Santiago Matamoros, montado en su caballo y portando en su mano derecha una gran espada mientras que con la izquierda sostienen un pendón. Diversos fieles orantes aparecen distribuidos por el tímpano.