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En la catedral mexicana de Mérida, comenzada en 1563, se desarrolla un nuevo tipo de edificio de tres naves de igual altura cubiertas por bóvedas vaídas y separadas por pilares cilíndricos. El tramo central del crucero se cubre con cúpula que constituye una evocación figurativa del Panteón de Roma derivado, al parecer, del modelo publicado en el tratado de Serlio que había sido traducido al español en 1552. Los casetones que decoran las bóvedas vaídas tienen también precedentes en algunas iglesias españolas y en las bóvedas de los túneles que comunican la capilla mayor con la girola de la catedral de Granada, templo en el que también, aunque sin la literalidad que en Mérida, se evoca el Panteón.
monumento
La actual catedral de México se realizó según las trazas de Claudio de Arciniega. Tiene planta rectangular con tres naves, la central más ancha que las laterales al igual que el crucero, capillas a ambos lados y capilla mayor poligonal sobresaliente. La cubrición de la nave mayor se realiza mediante bóveda de cañón con lunetos mientras que las de las laterales son vaídas. La separación de las naves se realiza por pilares. Como modelo se ha propuesto el de la catedral de Jaén, proyectada por Andrés de Vandelvira. Junto a ella, la capilla del Sagrario constituye una de las obras maestras de la tipología de portada-retablo barroca mexicana. Realizada por Lorenzo Rodríguez a partir de 1751, se ordena como un retablo comprimido entre dos pilastras laterales. La portada está compuesta por dos cuerpos, en los que las calles del superior se fragmentan en una sucesión ininterrumpida de estípites, elemento constructivo que, con precedentes italianos y españoles, se convierte, durante el siglo XVIII en México, en un auténtico orden propio.
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La actual catedral de México se realizó según las trazas de Claudio de Arciniega tomando modelo la catedral de Jaén proyectada por Andrés de Vandelvira.
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La actual catedral de México se realizó según las trazas de Claudio de Arciniega. Tiene planta rectangular con tres naves, la central más ancha que las laterales al igual que el crucero, capillas a ambos lados y capilla mayor poligonal sobresaliente. La cubrición de la nave mayor se realiza mediante bóveda de cañón con lunetos mientras que las de las laterales son vaídas. La separación de las naves se realiza por pilares. Como modelo se ha propuesto el de la catedral de Jaén, proyectada por Andrés de Vandelvira.
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Constituye una de las obras maestras de la tipología de portada-retablo barroca mexicana. Realizada por Lorenzo Rodríguez a partir de 1751, se ordena como un retablo comprimido entre dos pilastras laterales. La portada está compuesta por dos cuerpos, en los que las calles del superior se fragmentan en una sucesión ininterrumpida de estípites, elemento constructivo que, con precedentes italianos y españoles, se convierte, durante el siglo XVIII en México, en un auténtico orden propio.
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En la Baja Edad Media, la historia de Italia sufre importantes transformaciones que llevan hacia lo que llamamos renacimiento. Este no surge del mismo modo en todas partes. La catedral de Milán es la prueba de ello. La historia de la catedral milanesa es una de las más complicadas que se conocen. Era un proyecto monumental cuya realización supuso problemas de ejecución material, de tipo estético y de proporciones, económicos, etc. Milán era una gran ciudad y Gian Galeazzo Visconti un hombre poderoso y aficionado a grandes ostentaciones, dominando sobre un territorio extenso y rico. Como consecuencia, en 1386, se decidió comenzar una gran catedral. Desde los inicios surgieron los problemas y los distintos grupos de arquitectos se fueron sucediendo. En esta primera etapa habría que citar nombres como los del miniaturista Giovannino dei Grassi o el arquitecto de Bolonia, Antonio di Vicenzo. Por entonces estaba decidida la planta definitiva: cinco naves, transepto marcado con tres naves, cabecera poligonal y dimensiones inmensas. Progresivamente desfilaron por la ciudad arquitectos franceses y alemanes, como Heinrich Parler, de la famosa dinastía, junto a otros italianos. Se discutieron proporciones y ritmos, problemas estructurales. La catedral avanzó con cierta calma. Lo que vemos hoy tiene una unidad que es relativamente falsa, porque una buena parte de esta decoración externa tan poblada de pináculos, gabletes y adornos varios es resultado de campañas que no sólo se prolongan en el siglo XVI, sino que se terminan en los siglos XVIII y XIX. En todo caso, el efecto, algo pesado al exterior, es impresionante, deslumbrante y ajeno a lo que comúnmente se entiende por gótico italiano.
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Los constructores de la catedral de Módena mostraron un especial interés por la articulación de muros y el modo de iluminación de la nave central. Comenzaron las obras en el siglo XI, sin embargo, cuando en 1106 tiene lugar la primera consagración, el maestro Lanfranco, su constructor, tan sólo había edificado la cripta. La planta del edificio no pasa de ser más que un modesto proyecto de tres naves y otros tantos ábsides semicirculares, modestia que también se aprecia en la simple armadura de madera sobre arcos diafragmas que la cubre. Al interior, sobre el intercolumnio, arcadas apeadas en pilares compuestos y columnas, corre una falsa tribuna y, por encima de ésta, un orden de ventanas que se debió añadir cuando se realizaron las bóvedas góticas. Las fachadas aparecen articuladas con una arcada continuada, órdenes de columnas y una galería.
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La dicotomía manifiesta entre la arquitectura preferentemente occidental y la decoración de esencia bizantina, lleva a pensar que los grandes señores sículo-normandos se guiaban por criterios de orden práctico. Siguieron construyendo sus fortalezas e iglesias de este modo porque pensaban -probablemente con razón- que aquéllas serían más fuertes y éstas más monumentales, espaciosas y mejor adaptadas a la liturgia occidental que sus equivalentes bizantinas, mientras que importaban de Constantinopla aquello en lo que consideraban eran superiores: esmaltes, puertas de bronce, mosaístas. La defensa de estos planteamientos haría de la catedral de Monreale, ideada por Guillermo II como mausoleo y con el propósito de emular a Roger II, el conjunto más atípicamente bizantino de toda Sicilia. No sólo su tamaño -de eje longitudinal, con 102 metros de largo y 40 de ancho- es lo que sorprende (Beckwith). En una iglesia bizantina había una perfecta armonía de los paneles de mármol que cubrían los muros y los mosaicos que ocupaban las bóvedas. En Monreale, los paneles de mármol sólo alcanzan el nivel de las ventanas más bajas. En una iglesia bizantina, la decoración pone el acento en la función litúrgica y las principales fiestas de la Iglesia; no podía ocurrir como aquí, donde se han incorporado asuntos como la historia de San Pedro y San Pablo al objeto de desarrollar una tarea expresamente didáctica y con un tratamiento claramente narrativo. Los mosaicos -hacia 1190- constituyen lo más relevante de la catedral. Después de Santa Sofía de Constantinopla, es el conjunto decorativo más grande que nos ha llegado. Se extiende sobre 6.430 metros cuadrados y sobrepasa en unos 2.000 a los de San Marcos de Venecia. Su estilo expresivo, menos elegante y bello que en los otros trabajos sicilianos -en algún caso se repiten escenas de la Capilla Palatina-, es coincidente con el de lugares tan apartados como San Jorge de Staraya Ladoga -1180- en el Norte de Rusia o Lagondera en Chipre -1192- y tiene su origen, en Nerezi.