Es a partir de Augusto y en las fechas posteriores cuando se puede hablar de la existencia de urbanismo en los castros galaico-portugueses. Un urbanismo que queda patente en las enormes murallas de piedra como éstas de San Cibrás de Lás. La imagen muestra una de las puertas del castro de San Cibrán de Lás, en San Amaro (Orense), excavado a lo largo de muchos años y que en la actualidad está siendo objeto de un plan especial. Es un yacimiento de grandes dimensiones, conocido como A Cidade, que proporcionó abundante material fechable entre el siglo I a. C. y la primera mitad del siglo II d. C. Será a partir de los contactos con Roma cuando se aprecien estas transformaciones sustanciales en los poblados castreños, no sólo en su organización sino también en la utilización de la piedra para las murallas y las viviendas y en la complejidad de las edificaciones.
Busqueda de contenidos
lugar
Villa situada al sureste de la provincia de Córdoba, distante 42 km. de la capital y cuya población asciende a ocho mil habitantes. Se trata de una de las localidades con más restos arqueológicos de la provincia y presenta amplia información de las diferentes fases del Calcolítico. Parece que su fundación se produjo hacia el siglo II a.C., barajándose diversos nombres; Castra Postumiana, Soricaria o Castra Julia, éste último en honor a Julio César. Los romanos se instalaron ampliamente en toda esta región, por lo que los yacimientos de dicho periodo son muy importantes. La actual población pertenece al periodo de dominación árabe, cuando existía la fortaleza musulmana de Qasida o Qasrut, nombrada en diferentes crónicas y documentación bajomedieval. A partir del siglo XI pasó al reino ziri de Granada y a los gobiernos de Córdoba. Con los almohades se convirtió en una medina amurallada. Fue reconquistada por Fernando III en el año 1232, sirviendo de muro contra los múltiples ataques musulmanes y quedando como fortaleza fronteriza. A partir del siglo XIV, pasó a denominarse Castro, haciendo alusión precisamente al topónimo, que significa fortaleza o castillo. Desde el 1313, se le comenzó a llamar Castro del Río por su ubicación junto al río Gadajoz. En 1565 fue vendida a los marqueses de Priego al precio de 50.000 ducados, permaneciendo en sus manos hasta el reinado de Fernando VI, a mediados del siglo XVIII. La leyenda cuenta que la princesa de Éboli estuvo prisionera en la Casa de los Mendoza y, en 1592, Miguel de Cervantes en su cárcel. Fue uno de los centros económicos más importantes de la campiña cordobesa durante la etapa medieval, lo que ha repercutido en un patrimonio rico en iglesias románicas, renacentistas y barrocas. Enclavado en una colina y amurallado, debido al aumento de población se tuvo que continuar construyendo extramuros a partir del siglo XV. Desde entonces se fueron ocupando los alrededores de la muralla, fundándose algunos conventos y hospitales. Castro del Río sufrió los problemas políticos y militares del siglo XIX y, en la primera mitad del siglo XX, pasó a ser la capital del sindicalismo cordobés. En los primeros momentos de la Guerra Civil (1936 - 1939), los campesinos consiguieron frenar a los sublevados, pero a mediados del mes de septiembre fue tomada por las tropas nacionales. La segunda mitad del siglo XX ha provocado grandes cambios en la villa, con la creación de infraestructuras.
video
Villa de origen romano, Castro del Río tomó su definitivo impulso tras la llegada de los musulmanes. Tomada por Fernando III siglos después, en los episodios finales de la guerra de Granada actuó como baluarte de las tropas castellanas. Sus murallas y castillo protegen un conglomerado de calles y plazuelas, salpicadas de antiguas iglesias. El barrio de la villa, el casco amurallado, merece un paseo. A la atmósfera de sus calles y casas se añade la presencia de Miguel de Cervantes, quien estuvo preso en la cárcel de Castro en 1592. El viajero no puede dejar la villa sin degustar los ricos platos del recetario tradicional, especialmente las albóndigas y la exquisita confitería.
Personaje
Escultor
La obra de Felipe de Castro marca en la escultura la inflexión hacia el neoclasicismo. Castro ofrece la imagen del artista culto que además de ser escultor y excelente dibujante fue escritor y poeta, facetas a las que se une su actividad de profesor académico. Nacido en la comarca de Noya en los primeros años del siglo XVIII, su primera formación tiene lugar en Santiago junto a Miguel de Romay para pasar después a Portugal y finalmente a Sevilla, donde entra en el taller de Pedro Duque Cornejo con el que permanece siete años. No obstante, poco quedará en Castro del barroquismo del imaginero sevillano, pues una dilatada estancia en Roma (1733?1746) le permitió colaborar primero con Giuseppe Rusconi, discípulo del famoso escultor Camilo Rusconi, y después con Filippo della Valle. Alumno de la Academia de San Lucas de Roma ganará en 1739 la primera medalla de escultura y más adelante será nombrado Académico de Mérito. El eco de la fama ganada en Roma llega a oídos del rey Felipe V, quien lo hace venir a España a fines de 1746. Al año siguiente el rey Fernando VI le nombra su escultor personal y, como artista que goza de la confianza regia, es designado director extraordinario de escultura de la Academia para mantener la Junta Preparatoria bajo el directo control real. Análogas pretensiones regias encierra el nombramiento de Felipe de Castro en 1749, como codirector del taller de escultura del Palacio Real, cuyos trabajos se repartirá a medias con Olivieri. En una carrera ascendente de cargos y honores, Castro será nombrado en 1752 tras la inauguración de la Academia, director de Escultura al frente de tres tenientes directores: Luis Salvador Carmona, Juan Pascual de Mena y Roberto Michel. Finalmente en 1763 conseguirá ser nombrado director general de la Academia. La intensa actividad docente y directiva llevada a cabo por Felipe de Castro le impidió plasmar una amplia obra escultórica, a pesar de su larga vida, ya que muere en 1775. Como cabe esperar de un artista con su trayectoria, la escultura de Castro se inscribe casi exclusivamente bajo el epígrafe de arte oficial o arte cortesano.
Personaje
Pintor
Leonardo Antonio de Castro había nacido en Lucena el 12 de noviembre de 1656. Recibió las enseñanzas de pintura de D. Bernabé Ximénez de Illescas y las de la talla de Luis Sánchez de la Cruz. No se tienen noticias documentales de él hasta 1696, en que aparece como testigo del contrato del retablo mayor de San Francisco de Asís y posiblemente, el tracista del mismo. En 1689, para la cofradía de Nuestra Señora de la O pinta la demanda de plata del santero. Años más tarde, hacia 1694, tenemos noticias de que pintó para la naciente cofradía de la Aurora una imagen de Nuestra Señora que sería titular de ella. Por estas fechas su acción ya se extendía a otros campos fuera del pictórico; así, en 1699, Castro está ya en tratos con la hermandad de Araceli para dorar el retablo de la Virgen; aunque no llegará a realizar esta obra, sí pintó y doró el camarín, lo que se deduce por un memorial que elevó solicitando el pago de sus servicios. En 1705, comienza la obra del retablo de jaspes de la capilla mayor de San Pedro Mártir de Lucena; el cual debería tener terminado en tres años; pasados los mismos, en 1708, por una escritura de distrato, Castro se desliga de la obra de este retablo cuando todavía debería estar mediado. Ya no tenemos noticia de él hasta 1715, año en que traza las dos portadas de la iglesia del Colegio de la Concepción. "En el año 1722, proyecta la decoración de la Ermita de Nuestra Señora de Araceli (...) concierta la hechura de dos marcos de talla para ella con el dorador Aguilar, y con Francisco José Guerrero y Antonio Ribera concierta las yeserías de la bóveda, arcos, pechinas y pilastras del altar mayor (...) En 1724 enferma (...) y dicta el primero de sus testamentos (...) mas se repone pronto y pasa ya a la iglesia de San Mateo de colector de misas (...) , nos dice Ramírez de Luque en sus "Tardes divertidas...". Debió gozar de gran predicamento en la región; así, en septiembre de 1728, lo encontramos citado en el contrato entre la cofradía de la Concepción, sita en el convento de San Francisco de Asís, y Diego Ramos para la obra del retablo de esta cofradía: tanto el retablo como las esculturas deberían tener, una vez terminadas, la aprobación de Castro: "aprobación de D. Leonardo Antonio de Castro presbítero y profesor del arte de la pintura". En 1735 vuelve a enfermar y testamentó, pero nuevamente se repone y vuelve al trabajo. Ahora se va a encargar de lo que será su obra maestra: la capilla del Sagrario de la cofradía del Santísimo Sacramento; en 1740 comienzan las obras, encargándose de la traza de dicha capilla. A pesar de que se entrega activamente, no podrá ver terminada su obra máxima: en septiembre de 1745 dicta su último testamento por el que deja todos sus bienes para costear las obras del Sagrario de San Mateo. A los pocos días de redactar aquel, murió en Lucena Leonardo Antonio de Castro, rodeado de la estima de sus conciudadanos y gozando de gran fama en la región.
Personaje
Científico
Literato
Estudió bajo los consejos de Menéndez Pidal y Giner de los Ríos. Fue catedrático de Historia y Lengua Española en la Universidad de Madrid. La labor docente de Américo Castro se extendió a otras ciudades europeas y americanas, donde también impartió clases. En 1923, estando en Buenos Aires, fundó el Instituto de Filología de la universidad. Durante la II República se hizo cargo de la embajada española en Alemania. En tiempos de la contienda, se mostró partidario del bando republicano, lo que provocó que fuera expulsado de su cátedra al concluir la guerra. A partir de este momento, inicia su exilio en Buenos Aires, Río de Janeiro, Wisconsin y Texas. Desde 1941 a 1953 estuvo en la Universidad de Princeton como catedrático. Castro no regresó a España hasta 1970. De su producción cabe destacar sus estudios sobre lengua y cultura española. En ellos destaca la trascendencia de la cultura árabe y judía a lo largo de nuestra historia. Dentro de su producción literaria hay que recordar obras como "El pensamiento de Cervantes", "Santa Teresa y otros españoles: cómo llegaron a serlo", "La Celestina como contienda literaria" y "España en su Historia", donde destaca la influencia de la cohabitación entre judíos, musulmanes y cristianos, a la hora de analizar la sociedad de su tiempo. Sánchez Albornoz respondió a esta tesis recurriendo a los orígenes de la aportación romano-cristina.
Personaje
Literato
Poeta y novelista nacida en Santiago de Compostela el 24 de febrero de 1837. Es la figura más importante de la literatura gallega del siglo XIX. Con ella se terminan los siglos en que no se publicaron obras escritas en gallego, lo cual no fue incompatible para que también publicara en castellano. Entre sus obras más destacables se encuentran La hija del mar (1859), Cantares gallegos (1863), Ruinas (1866), o Las orillas del Sar (1884), última obra publicada en vida. Falleció debido a un cáncer el 15 de julio de 1885 en su casa de Padrón, actualmente museo. Se encuentra enterrada en el Panteón de Galegos ilustres, en la Iglesia de Santo Domingo de Bonaval.