Define el hogar o residencia perteneciente a la esposa, y a la que se traslada a vivir el esposo tras contraer matrimonio.
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Cuando en 1933 Hitler se convirtió en canciller, muchos hebreos alemanes se exiliaron voluntariamente. Entre ellos había un niño de diez años cuyo nombre se hará famoso. Se llamaba Uziel Gal. Después de algunos años transcurridos en Gran Bretaña, Gal se estableció con su familia en la colonia británica de Palestina, en la región de Haifa, en el centro agrícola de Yagur. Fue precisamente allí donde durante la batalla contra los árabes, los soldados de Haganah establecieron un depósito secreto de armas. Uriel Gal llevaba ya dentro la pasión por las armas, pero ésta fue la ocasión para desarrollarla y para aprender a conocer perfectamente el funcionamiento de los más variados tipos de pistolas y fusiles, ya que los soldados de Haganah estaban armados con todo lo que, más o menos clandestinamente, encontraban en el mercado, especialmente en los países de Europa del Este. La pasión le llevó a convertirse en armero. Mientras se preocupaba de la manutención y reparaba los fusiles y los mitra, maduró la idea de realizar un arma totalmente suya, con disparo a ráfaga, compacta, fácil de usar, económica y extremadamente fiable. En la práctica, Gal pensaba en el arma perfecta para la lucha clandestina, un mitra que se pudiera esconder con facilidad debajo de la chaqueta y que no fuera difícil de usar en el disparo con ráfaga, ya que no había tiempo para formar adecuadamente a los militantes sionistas. Utilizando piezas de armas que ya no se podían reparar, entre ellas mitras checoslovacos Modelos 23 y 25 calibre 9 Parabellum, comenzó a hacer sus primeros experimentos. Mientras transportaba partes del arma que estaba ideando, fue sorprendido por una patrulla de soldados ingleses y le encarcelaron. Los más de dos años que permaneció en la cárcel los utilizó para estudiar seriamente la mecánica. En 1948, al terminar el mandato británico y al estallar la guerra árabe-israelí, Gal entró en el ejército, superando los exámenes de oficial en 1949. El Estado de Israel era ya una realidad, por lo que se anunció la formación de una comisión militar con la finalidad de establecer la que sería la ametralladora oficial de Israel. Era el primer paso para la formación de una industria de armamento autónoma, cuya necesidad se había hecho presente miles de veces durante la guerra, cuando era necesario depender del extranjero para el abastecimiento de armas y se veían obligados a utilizar armas muy heterogéneas, con todos los problemas que ello comporta. Para Gal había llegado finalmente la ocasión de trabajar seriamente en su arma, cosa que hizo con la ayuda de las máquinas de la neonata IMI (Israelian Military Industries). En 1951, los prototipos del mitra de Gal estaban listos para ser probados. En 1953, el arma entró oficialmente en dotación en el ejército con el nombre de UZI en honor del inventor, quien recibió de Moshe Dayan el Premio Nacional de la Seguridad del Estado. Es universalmente conocido el éxito que dicha arma encontró en todo el mundo; muchos recordarán las imágenes de aquel 30 de marzo de 1981, cuando en Washington, en la puerta del Hotel Hilton, un loco atentó contra el presidente americano Reagan y cómo uno de sus escoltas le sirvió de protección sacando de debajo de la chaqueta un UZI. Si los hombre de la escolta de Reagan usaban este arma no se puede dudar de su eficacia "en cualquier circunstancia", y no sólo en los campos de batalla, en donde fue protagonista durante las guerras del 67 y del 73. Por lo que se refiere al funcionamiento, la ametralladora UZI no es muy distinta del resto de las ametralladoras con cierre de masa batiente, percutor fijo y comienzo del fuego con el obturador abierto Sin embargo posee algunas particularidades constructivas que la hacen extremadamente interesante: en primer lugar, el obturados que envuelve parte del cañón, como en el mitra checoslovaco Mod 23 que, junto con la MPna, la Sten inglesa y la MAB italiana era una de las tantas armas utilizadas por los militantes del Haganah y del Irgun. Mediante el obturador envolvente, Gal consiguió dos cosas: hacer el arma extraordinariamente compacta (a pesar de haber mantenido el cañón con la longitud normal) y mejorar la confortabilidad en el tiro con ráfaga, aunque hay que disparar de costado. En la práctica, el obturador de la UZI es un paralelepípedo que tiene su cara obturable colocada en la parte posterior, mientras que la parte anterior es la que envuelve el cañón; además de ganar espacio en sentido longitudinal, este sistema permite tener una masa, la del obturador, en posición más bien avanzada, en vez de en la parte de atrás, como ocurre en todos los mitras convencionales (hecho que requiere un espacio libre para el recorrido del obturador). Una masa desplazada hacia el vuelo limita el normal levantamiento del cañón durante el tiro con ráfaga, lo que permite un mejor control del arma. Resuelto el problema de que el arma sea compacta y controlable en el tiro con ráfaga, Uziel Gal se preocupó de dar al tirador la máxima seguridad de uso. Si observamos la empuñadura, podemos ver cómo en la parte posterior, junto a un pequeño rebaje, hay un vistoso pulsador: es el seguro automático, colocado en la empuñadura, el cual, si no se aprieta, bloquea el obturador tanto si éste último se encuentra en posición de apertura como si se encuentra en posición de cierre. Por tanto, no hay peligro de que el arma se dispare si por casualidad cae a tierra. En la empuñadura también hay un seguro manual en forma de palanca selectora, la cual, al echarse totalmente hacia atrás bloquea el obturador aunque se apriete el seguro dorsal de la empuñadura. Las otras dos posiciones del selector son: disparo tiro a tiro (en el centro) y tiro con ráfaga (hacia adelante). A propósito de seguridad en el manejo de la UZI, hay que hacer notar todavía que en la versión mejorada, producida a partir de los años sesenta, se introdujo un mecanismo para evitar disparos accidentales de uno o más cartuchos en caso de que el arma se escurriera de la mano antes de que el tirador hubiera enganchado la palanca de disparo. Para evitar posibles desgastes al armar de forma incompleta el arma, si se suelta la manilla antes de terminar su recorrido, el obturador no puede avanzar, ya que posee un arpón que se engancha inmediatamente a uno de los dientes de la parte derecha del canal por el que se desliza la manilla; sólo si el obturador se arma correctamente, es decir, llegando hasta el final de su recorrido, un saliente anula el sistema de arpón y la manilla puede ir hacia adelante. Como todas las armas, incluso la UZI no está exenta de defectos, aunque más que otra cosa se trata de compromisos, opciones tomadas por el propio constructor para privilegiar una función a costa de otras. Por ejemplo, el peso más bien sensible de la UZI (más de 4 kg cargada), criticado por algunos, no significa gran cosa tratándose de un arma militar; por otra parte, el peso favorece el control del arma incluso en el tiro individual, ya que minimiza la influencia de la masa del obturador, que avanza en cuanto se aprieta el gatillo. Otro elemento que critican algunos es la falta de una, aunque fuera mínima, inclinación de la empuñadura, la cual está efectivamente a 90 grados en relación con el fuste; esto hace que sea más difícil apuntar en el tiro instintivo de costado, al menos para quien no se encuentra familiarizado con la UZI. En compensación, la posición ortogonal del cargador en relación con el cañón permite una perfecta alimentación siempre que se utilicen los cartuchos militares, que tienen una longitud muy bien definida y constante. Otra de las particularidades que posee es la empuñadura, que sirve también como sede para el cargador de estuche, lo que determina un instintivo movimiento de sustitución del cargador incluso en la oscuridad más absoluta: basta introducirlo dentro con la mano que empuña el arma sin tener necesidad de utilizar la otra mano. Nacido con el asta y la culata transportables de madera, muy confortable para apoyar la cara en el tiro mirado, la UZI ha ido evolucionando con los años, perfeccionándose en algunos pequeños detalles: ha perdido el apéndice de madera en favor de una muleta metálica transportable (plegable sobre sí misma por debajo de la caja de la culata), el asta de debajo del cañón de polímero se realiza ahora mediante una cámara interna con la finalidad de no despedir demasiado calor a la mano izquierda, o bien a la derecha, si se dispara con la izquierda, en cuyo caso el tirador tendría algún problema al desenganchar el cargador ya que la palanca está colocada en la parte inferior izquierda de la empuñadura, lo que pone en evidencia, por otra parte, la edad del arma, en contraste con las modernas realizaciones en las que el mando es ambidiestro. De todas formas, éste es el único elemento no "moderno" de la ametralladora UZI, un mitra que hace tan sólo una decena de años estaba a la cabeza de los ranking de ventas de todo el mundo y que ha dado vida a una más que grande familia, comenzando por la Mini UZI con culata plegable lateralmente, un ejemplar utilizado generalmente por los servicios secretos y por las fuerzas especiales de algunos ejércitos, dotado de un eficaz silenciador LEI 9 mm, muy útil durante las operaciones especiales. Junto al Mini UZI se encuentra el Micro UZI, dotado de una pequeña culata estampada y con una cadencia teórica de tiro de 950 tiros por minuto, lo que hace prácticamente incontrolable el tiro automático; por otra parte, dicha velocidad de repetición no se puede reducir debido a que tiene menor masa en juego y al reducido recorrido del obturador. Finalmente, está la UZI Pistol, la cual sólo dispara en tiro semiautomático, exactamente igual que la versión Carbine de cañón largo realizada para el mercado civil. La UZI nació especialmente para equipar a las tropas motorizadas y a los carros armados, aunque su uso se extendió rápidamente, convirtiéndose en el arma estándar de todas las fuerzas armadas israelíes, colaborando durante al menos treinta años en el mantenimiento de la independencia del Estado de Israel. Ninguna otra arma moderna tiene esta prestigiosa y honrosa hoja de servicios.
Personaje
Científico
Político
Cuando era un adolescente se instaló en Madrid y al año siguiente entró en la Real Academia de Bruselas. Durante un década luchó con el ejército de Flandes. Fue ascendido a capitán de Infantería y luego fue nombrado secretario general del Cuerpo del Ejército de Flandes. A lo largo de su trayectoria militar fue premiado con varios ascensos hasta convertirse en secretario de Estado y Guerra. En 1706 ingresó en la orden de Santiago por deseo de Felipe V. Un año más tarde volvía a España como economista. Desde entonces prestó sus servicios en varias instituciones como los consejos de Indias y de Castilla, o la Junta de Comercio. Uztáriz, incluso, llegó a ocupar el cargo de censor de publicaciones económicas.
contexto
V Cómo destruían o combatían los pueblos Llegada la fiesta de Hiquándiro, inviaba el cazonci mandamiento general por toda la provincia, para la leña de los cúes, y en diez días la ponían en los patios compuesta, y llegábanse todos los caciques de la provincia a la cibdad, con todos los dioses de los pueblos, y ataviábanse todos los sacerdotes que traían los dioses a cuestas, y sobían a los cúes, y atavíabanse todos los valientes hombres, entiznábanse todos y poníanse en las cabezas unas guirnaldas de cuero de venado o de pluma de pájaros. A cada uno destos valientes hombres, encomendaban un barrio, que era como capitanía, y iba con cada barrio un principal, que llevaba la cuenta de cada barrio, y conoscía los vecinos dél. Iban a esta conquista, los de Mechuacán y los chichimecas y otomíes quel cazonci tenía sujetos, y matlalcingas y uetamaecha y chontales, y los de Tuspa y Tamazula y Zapotlán, y enviaba el cazonci con toda la gente su capitán general, y aquél llevaba otro tiniente suyo, y encomendaban a toda la gente que Ilevasen todas las vituallas y los arcos e flechas e rodelas y harina e pan de bledos y ofrendas quel cazonci inviaba para los dioses que iban a la guerra. Cada pueblo se llevaba sus vituallas, y así se partía toda aquella gente de los pueblos, y por los pueblos que pasabanles sacaban al camino mucha comida, y antes que llegasen donde habían de sentar el real, juntábanse todos y entiznábanse toda la gente, y los sacerdotes que llevaban los dioses, y componíanse todos: unos se ponían penachos blancos de garzas blancas, otros plumas de águilas, otros plumas de papagayos colorados, y tomaban los de la cibdad doscientas banderas de su dios Curicaueri, de plumas blancas, y de Cuyacán cuarenta, y de Pátzcuaro cuarenta, y sacaban cuarenta varas de palo recio, que tienen unas puntas, y eran dos brazas en largo, y tenían unos ganchos, y llevaban estas varas los valientes hombres, y toda la gente llevaba unas porras de encina. Otros, en las cabezas de aquellas porras ponían muchas puyas de cobre, agudas, y sacaban sus rodelas hechas de pluma de muchas aves, unas blancas, de garzas blancas, que eran de Curicaueri: otras coloratadas de papagayos colorados: otras de unos pajaritos de color dorada y verdes y todos los valientes hombres se vestían de unos jubones de algodón y la otra gente común, unos petos de algodón, y los señores y valientes hombres, se ponían jubones de pluma de aves ricas y hacían una solemne fiesta y alarde, y hacían un camino real muy ancho para la gente y señores que iban de Mechuacán, y llegaban donde tenían sentados sus reales, y durmían allí aquella noche, y a la mañana llegábase toda la gente de guerra, y componíase el capitán general del cazonci; poniase en la cabeza un plumaje de plumas verdes, y una rodela muy grande de plata a las espaldas, y su carcax de cuero de tigre, y unas orejeras de oro, y unos brazaletes de oro, y su jubón de algodón encarnado, y un mástil arpado de cuero por los lomos, y cascabeles de oro por las piernas, y un cuero de tigre en la muñeca, de cuatro dedos de ancho, y tomaba su arco en la mano, y estaban todos los caciques, cada uno con su gente que habían traído de los pueblos, y habían dejado un lugar en medio de todos ellos. E venían cinco sacerdotes de Curicaueri compuestos, y cuatro de Xarátanga. Y todos los valientes hombres de Mechuacán, venían delante de este capitán general, todos compuestos, y después dellos venía este susodicho capitán general, y todos le saludaban, y asentábase en su silla en medio de todos, y decíales el presente razonamiento: "Señores chichimecas, del apellido de Eneani y Tzacapuhireti y Uanacac que sois venidos aquí; ya habemos traído a nuestro dios Curicaueri hasta aquí, puniéndole encima la leña y rama, que le habemos hechos su estrada de rama hasta aquí a este camino; ya nuestro dios Curicaueri y Xarátanga han dado sentencia contra nuestros enemigos, y aquí han venido los dioses llamados primogénitos y los dioses llamados uirauanecha. Cómo, chichimecas ¿no os paresce que ha dado sentencia Curicaueri y los dioses, pues que tantas ofrendas les dimos estando en los pueblos y según la leña que trujimos para los fogones y los olores que echaron en los fuegos los sacerdotes, con que despidimos a los dioses que venían a la guerra? Aquí, pues, han de venir los dioses del cielo, donde está la traza del pueblo que habemos de conquistar; aquí donde hay leña para los fuegos en cuatro partes, donde han de venir las águilas reales, que son los dioses mayores, y las otras águilas pequeñas, que son los dioses menores, y los gavilanes y halcones y otras aves muy ligeras de rapiña, llamadas tintiuápeme. Aquí nos favorescerán los dioses del cielo: esto es ansí. Vosotros, gente de los pueblos que estáis aquí, ¡mira questá contando los días el cazonci nuestro rey, para que demos batalla a nuestros enemigos! ¿Cómo le habemos de contradecir? Y los señores tienen por mal que se pierda la leña que se trajo para los cúes: pues estamos aquí de voluntad, vosotros caciques, y vosotros los que estáis aquí de las fronteras y vosotros principales de la cibdad de Mechuacán y Pátzcuaro y Cuyacán, oíd esto, caciques que estáis aquí, porque yo tengo cargo de encomendar la leña de los cúes: He aquí la traza de los pueblos que se han de conquistar. Esto es lo que le dijeron a nuestro dios Curicaueri cuando le engendraron, que vaya con sus capitanías, en orden, de día, y que vaya en medio nuestra diosa Xarátanga, y los dioses primogénitos, que vayan a la mano derecha y los dioses llamados uirauanecha, que vayan a la mano izquierda, y todos irán de día, donde les es señalado a cada uno, donde tiene la gente de sus pueblos. Pues mirá, vosotros, gente común, que no quebréis estos mandamientos, y que no os apartéis de vuestros escuadrones, porque si os fuéredes a alguna parte o contradijéremos al mandamiento del cazonci, aparejaos a sufrir vosotros caciques, que sois los capitanes. Esto es lo que os he dicho a vosotros caciques e gente común: ya con esto cumplo y ya yo estoy libre de lo que me mandó el cazonci, y de las palabras que truje con nuestro dios Curicaueri." Y acabando su razonamiento, asentábase en su silla, y respondiendo todos: que era muy bien dicho. Después que se había sentado, levantábase el señor de Cuyacán y decía a toda la gente: "Ya habéis oído, al que está en lugar de Curicaueri: ya ha cumplido con lo que os ha dicho; mira que no lo tengáis en poco, vosotros los de Mechuacán y Cuyacán y Pátzcuaro y vosotros caciques de todas las cuatro partes desta provincia, y vosotros matlacingas y otomíes y ocumiecha y vosotros chichimecas. Yo, en esto que os digo, no hago más de aprobar lo que ha dicho el que está en lugar de nuestro dios Curicaueri, que es el cazonci. Si de miedo de los enemigos os volvéis, mirá que nuestro rey hizo oración en la casa de los papas; mirá que no tornaremos todos a los pueblos, que algunos morirán en esta batalla, y a otros los pondrán el palo y la piedra en el pescuezo que son los rebeldes en el camino, ques que los matarán, si tuvieren en poco esto que les ha sido dicho. Por eso, aparejaos a sufrir, vosotros, caciques. ¿Dónde habemos de morir? Sea aquí donde muramos, porque la muerte que morimos en los pueblos, es de mucho dolor. Sea aquí nuestra muerte. ¿Dónde habéis de haber vosotros, los bezotes de piedras de turquesas y guirnaldas de cuero y los collares de huesos de pescados preciosos, sino aquí? Paraos fuertes en vuestros corazones: no miréis a las espaldas, a vuestras casas. Mira que es gran riqueza que muramos aquí como hermanos. Sentí esto que os digo, vosotros gente de los pueblos." Y asentábase. Levantábase el señor de Pátzcuaro y decía a la gente: "Ya habéis oído lo que os dijo el que está en lugar del cazonci, y lo que os dijo el señor de Cuyacán e yo apruebo lo que os han dicho, porque nuestro dios Curicaueri tiene su señorío en tres partes. Mira caciques, que no os halláis como de burla en esta batalla. Mirá que no sea responder todos a bulto, que traéis todos vuestra gente, que quizá serán más valientes hombros nuestros enemigos. Basta esto que os he dicho." Y asentábase en su silla. Después déste, se levantaba el señor de Xacona, que estaba en una frontera, y decía a la gente: "Ya habéis oído al que está en lugar del cazonci y estos señores, y esto que os decimos aquí en esto, no oís a nosotros, sino al cazonci, al que trujo leña para los cúes hasta este lugar. Ya habéis traído a nuestro señor y rey Curicaueri, al cual tenemos por riqueza, de estar a sus espaldas. Mira con cuánto dolor y trabajo, han andado las espías, quebrando el sueño de sus ojos, y con el rocío por las piernas, por mirar y buscar las sendas, por donde ha de ir nuestro dios Curicaueri a dar batalla a este pueblo. Mira que no os halláis como de burla, si no cativáredes o matáredes los enemigos, no será sino por el olvido que tuvistes con las mujeres en vuestros pueblos, por los pecados que hecistes con ellas, y por no entrar a la oración en la casa de los papas, y no entrábaoles de voluntad para hacer penitencia, y teníades en mucho juntaron con las mujeres. Mira no miréis atrás, a vuestros pueblos; mirá no os volváis, que si os volviéredes, o quebráredes esto que os han dicho, aparejaos a sufrir. No volváis la cabeza a vuestras mujeres con quien estáis casados, ni a vuestros padres viejos. Esforzaos vuestros corazones; muramos, que toda es una muerte, la que habíamos de morir en los pueblos y la que muriéremos aquí. ¿Dónde habéis de ir? Por esto sois varones. No quebréis estas palabras. Ya están todos vistos los pasos que han visto las espías en los pueblos de los enemigos. Esto es lo que os había de decir. Ya estoy libre dello." Y en acabando de decir su razonamiento, íbase donde estaba la traza del pueblo que habían visto las espías, y allí mostraba a todos los señores y gente, que estaba allí ayuntada, cómo estaban los pueblos de sus enemigos que habían de conquistar. Después de haber mostrado aquella traza, concertaba el capitán general la gente desta manera: en la frontera, poníanse todos los valientes hombres de la cibdad de Mechuacán y los sacerdotes que llevaban a Curicaueri y a Xarátanga, y todos los otros dioses mayores, y poníanse dos procisiones, de una puerta y de otra, y ponían sus celadas cada seis escuadrones, con sus dioses y banderas, y iban por medio de las celadas, un escuadrón de cuatrocientos hombres y un dios llamado Pungarancha, de los corredores, y llegaban todos éstos hasta el pueblo, con sus arcos y flechas, y ponían fuego en las casas y íbanse retrayendo, fingiendo que huían, y fingiendo questaban enfermos, y otros haciendo de los cojos; otros hacíanse caedizos en el suelo, como que iban corriendo y caían, y ansí sacaban sus enemigos del pueblo y los siguían viéndolos tan pocos, y íbanse retrayendo hasta metellos en medio de las celadas, y estando allí tenían una señal para cuando los habían de acometer, o unas ahumadas, o alguna corneta que tocaban. Decían los capitanes: "Levantaos todos"; entonces juntábanse de una parte et de otra las celadas que estaban al cebo y tomaban en medio toda aquella gente que habían salido de los pueblos, y cativábanlos, y los otros delanteros pasaban adelante, y entraban en las casas y cativaban todas las mujeres y muchachos y viejos y viejas, y ponían fuego a las casas después de haber dado sacomano al pueblo, y tomaban ocho mil cativos a aquella vez, o diez y seis mil, y ponían miedo grande en los enemigos, y traían todos estos cativos a la cibdad de Mechuacán, donde los sacrificaban en los cúes de Curicaueri y Xarátanga, y los otros dioses que tenían allí en la cibdad y por la provincia y guardaban los mochachos, y criábanlos para su servicio, para hacer sus sementeras. Los viejos y viejas y los niños de cuna y los heridos sacrificaban antes que se partiesen en los términos de sus enemigos, y cocían aquellas carnes, y comíanselas. VI Cuando metían alguna población a fuego y sangre Tornaba a enviar el cazonci por leña para los cúes por toda la provincia, cuando habían de destruir alguna población, y venían todos los caciques con la gente de sus pueblos, y hacían un camino real, hasta donde habían de asentar sus reales, y por aquel camino iban todos los señores de la cibdad de Mechuacán con su gente, y los otros pueblos iban por los herbazales, y llegada toda la gente de los pueblos donde estaba la traza y rayas del pueblo de sus enemigos que tenían allí trazado, concertábanse todos los escuadrones, y los dioses más principales poníanse en medio, en el camino, que iba al pueblo derecho, y todos los otros pueblos con sus dioses, cercaban todo el pueblo, y acometían todos a una, con cierta señal, y pegaban fuego al pueblo, y dábanle sacomano, con todo su subjeto, y tomaban toda la gente, varones y mujeres, y muchachos y niños de las cunas, y contábanlos, y apartaban todos los viejos y viejas y niños, y los heridos de las flechas, y sacrificábanlos como está dicho. E tenían puestas guardas por todos los caminos y sendas, y allí quitaban a la gente todo el oro y plata y plumajes ricos, que habían tomado en el saco, y piedras preciosas de todo el despojo y saco que se había dado. No les dejaban llevar más de las mantas, y cobre y alhajas, y todas las joyas, y oro y plata y plumajes, traían al cazonci y traían las nuevas cómo habían destruido aquel pueblo, y holgábase mucho con las nuevas. Después, como viesen sus enemigos que los trataban desta manera, salíanlos a rescebir y decían: "Seamos todos unos, y acrecentemos las flechas de Curicaueri, que dicen que son muy liberales los chichimecas". Y traían un presente de oro y plata al cazonci, y rescibíanlos muy bien, y decíales: "Señores, seáis bien venidos; quizá si venís de verdad, seremos hermanos y haciánles a todos mercedes. Y ansí los tornaba a inviar a sus pueblos y enviaba con los señores un valiente hombre y un intérprete, y llegando al pueblo, juntaban toda la gente y decíanles la liberalidad de que había usado el cazonci, y cómo los había rescibido por hermanos y que tornasen a poblar sus pueblos. VII De los que murían era la guerra Si acontecía morir algunos señores en la guerra, estaba muy triste el cazonci, y decía: "Por esto mataron los dioses de los nuestros, por probarnos, como mantinimientos" y daba mantas a las mujeres de aquellos señores. Y sabiendo sus mujeres las muertes de sus maridos, mesábanse y daban gritos en sus casas, y hacían unos bultos de mantas, con sus cabezas, y cubrían con mantas aquellos bultos, y llevábanlos de noche, y poníamos en orden delante de los cúes, cabe los fogones, y tañían unas cornetas y caracoles. Poníanles a aquellos bultos, sus arcos y flechas, y sus guirnaldas de cuero, y sus plumajes colorados en las cabezas, y poníanles muchas ofrendas de pan y vino, y quemábanlos, que serían doscientos y más sin los de la gente común, que hacían desta manera, y tomaban las cenizas y poníanlas en unas ollas y poníanles sus arcos y flechas, y enterraban aquellas ollas, y después juntábanse todos sus parientes del muerto, en su casa, y consolábanse, y decían ansí: "Como han quisido hacer los dioses que ya murió, y se desató allá, murió en la guerra, hermosa muerte es, y de valentía es cómo nos dejó. ¿Cómo otra vez vendra el pobre?" Decían a la mujer: "Está y vive en esta casa algunos días, y está viuda algunos días mirando cómo va tu marido camino, y no te cases." Esto le decían a la mujer para consolalla: "Barre el patio porque no salga yerba; no tornes a desenterrar a tu marido con lo que dijeren de ti si eres mala, porque era conoscido de todos tu marido, y a ti te hacía conoscer; por él eres conoscida." VIII De la justicia que hacía el cazonci Dicho se ha arriba, en la Segunda parte deste libro, de la justicia general que se hacía de los malhechores, y no se acabó de decir todo; por eso puse aquí este capítulo. Si algún prencipal tomaba alguna mujer de las del cazonci, mandábale matar, y a sus hijos, y mujer y parientes, y todos los questaban en su casa diciendo que habían sido todos traidores, y habían sido mezquinos, que no le habían avisado ninguno de lo que hacía aquel prencipal, y tomábale toda su hacienda, y todas sus sementeras, y era todo para la cámara e fisco del cazonci, y quitábale la insinia de valiente hombre. Si otro había cometido algún pecado no muy grave, encarcelábanle solamente algunos días; si era un poco más grave desterrábanle y quitábanle las insinias de valiente hombre, el bezote y lo demás, y a su mujer quitábanle las naguas y dejábanla desnuda, y aquellos vestidos eran del mensajero quel cazonci inviaba a hacer esta justicia a los pueblos. Si algún macegual había hecho algún delito, o algún cacique o prencipal de los de la provincia, traíanle al sacerdote mayor, y él lo hacía saber al cazonci, y él le sentenciaba, si era verdad, y a otros mataban en los mismos pueblos que habían hecho el delito. Enviaba el cazonci un mensajero, llamado uaxanoti, que era oficio por sí, y entiznábase todo, e tomaba un bordón y llegaba a la casa del delincuente, y prendíale, y luego le quitaba el bezote y orejeras de oro, y decía el delincuente: "¿Por qué me tratas así, señor?" Decía el otro: "Yo no sé la causa, que no se quejaron a mí; yo inviado soy por quel rey ha dado sentencia." Y acogotábale con una porra y a otros mandaba arrastrar el cazonci y destos unos enterraban, otros se los dejaban, para que se los comiesen los adives y auras, según que mandaba el cazonci, y otras veces iban los sacerdotes a hacer esta justicia. Y el que era hechicero, rompíanle la boca con navajas y arrastraban vivo, y cubríanle de piedras, y ansí le mataban. Y si algún hijo o hermano del cazonci no vivía bien, si se andaba de contino emborrachando, mandábale matar, y aquél era heredero del señorío, y traía leña para los cúes, que era más contino en el servicio de los dioses, y no se emborrachaba tanto, y al hijo que mandaba matar tomábale toda su hacienda, como a los otros prencipales que mandaba matar, y mandaba matar también sus ayos y amas que le habían criado, y los criados, porque ellos le habían mostrado aquellas costumbres. Mandaba matar los adúlteros y ladrones, y dábanle la pena según la calidad del delito, cuando estaba en su acuerdo el cazonci, porque algunas veces estaba borracho, y daba sentencia y mandaba matar a los principales cuando se quejaba alguno dellos, y después de haber tornado en su acuerdo, le pesaba y reñía con los que los habían muerto.
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La ciega confianza en la victoria final de Alemania, en el talento y la superioridad aria, hicieron que los jerarcas nazis y sus seguidores depositasen su esperanza en las armas secretas, de las que se venía hablando desde 1941, cuando las cosas comenzaron a rodarles mal en la URSS. Si la fantasía nazi era grande, ha de reconocerse que el talento de sus físicos e ingenieros estuvo también a gran altura. Hasta el final de la guerra desarrolló Alemania dos docenas de proyectos de cohete de interés (tierra-tierra, tierra-aire, aire-aire, aire-mar), de los cuales más de la mitad no llegaron a ser operativos y otros apenas si hicieron unos centenares de disparos que en poco afectaron a las operaciones. Los dos proyectos más interesantes por su operatividad fueron las Vergeltungswaffe (armas de represalia), más conocidas como V-1 y V-2. La primera era un pequeño avión sin piloto impulsado por un reactor que le daba una velocidad de 665 km/h y un alcance de 370 km, llevando una carga explosiva de 900 kilogramos. Un grupo giroscópico mantenía su rumbo y un contador de tiempo determinaba su alcance, cortando el carburante cuando alcanzaba el recorrido previsto. En ese momento el artefacto se desplomaba sobre el objetivo señalado. Las V-1 podían ser lanzadas desde rampas terrestres, aunque también podían ser lanzadas en vuelo por bombarderos He 111. Obra del científico Albert Pullingberg, el verdaero nombre de la V-1 era Fieseler Fi 103, en código "Kirschkern", pero fue rebautizada como Krähe (corneja) La V-1, de la que se produjeron unos 26.000 ejemplares, tenía como inconvenientes su lentitud, que la hacía vulnerable a aviones y artillería antiaérea, y su escasa precisión, pero provocó importantes pérdidas en Inglaterra. Contra ésta lanzó Hitler unos 10.500 ingenios -8.892 desde rampas y 1.600 desde aviones-, que causaron 6.000 muertos y 18.000 heridos, además de grandes destrucciones. Lieja y Amberes fueron también blancos muy afectados.
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Mayor interés que la V-1 tuvo la V-2, auténtico cohete proyectado por Von Braun, directo antecedente de la actual cohetería. Pesaba 13 toneladas y podía transportar a 400 km de distancia una tonelada de explosivos a la velocidad de 5.500 km/h. haciéndola invulnerable al ataque de aviones y antiaéreos: desde sus rampas de lanzamiento al corazón de Londres tardaba sólo cuatro minutos. Asimismo, su precisión era muy alta. Alemania construyó unas 5.000 V-2, parte de las cuales cayeron en manos aliadas tras la rendición nazi. Pese a su perfección y poder, pese a la destrucción causada en Inglaterra (1.115 lanzamientos), Lieja, París, Bruselas, Remagen, etcétera, tampoco la V-2 pudo decidir la guerra. Las V-2 eran lanzadas desde baterías móviles distribuidas sobre 10 vehículos, que integraban el carro con el cohete, cisternas para el alcohol, el oxígeno líquido y otros vehículos de apoyo. Para un lanzamiento de largo alcance, la V-2 segfuía una trayectoria de 80 a 100 km. de cota máxima; cuando el alcance no interesaba, podía alcanzar cotas superiores.