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Estando así las cosas, una helada noche de noviembre de 1503 después de muchos meses de desesperación por regresar a Bruselas (cosa que no le había sido permitida por encontrarse España en guerra con Francia y no poder atravesar Francia), Juana dio órdenes súbitamente a sus sirvientes para partir inmediatamente con ella hacia Bruselas. Pero el Obispo de Córdoba que se encontraba a cargo de la princesa por órdenes de la reina, ordenó inmediatamente que se cerraran todas las rejas y portones y que se levantaran los puentes levadizos del castillo para impedir la salida de Juana. Ésta, al ver impedidos sus deseos, sufrió un violentísimo acceso de cólera. Según Pfandl, "cuanto más se dirigían a ella con ruegos y súplicas o con amenazas, más iba en aumento aquella furia (5)". Se pasó toda esa noche y el día siguiente al raso, furiosamente agarrada a las rejas del patio de la fortaleza sin importarle el intenso frío y sin escuchar ni atender ninguna razón. La situación llegó a tal extremo que informaron a la reina Isabel, quien regresó desde Segovia para tratar de persuadir a su hija a que esperase hasta la primavera para hacer su viaje. Encontró a una furiosa Juana, totalmente fuera de control, quien dijo tales insultos y cosas tan horribles a su madre, que la propia reina escribió que jamás hubiera tolerado tales palabras si no fuera porque se dio cuenta perfectamente de cuál era el estado mental de la princesa (2,3,4,5): "Y entonces ella la princesa Juana me habló tan reciamente, de palabras de tanto desacatamiento y tan fuera de lo que una hija debe decir a su madre, que si yo no viera la disposición en que ella estaba, yo no se las sufriera en ninguna manera" . Todo el episodio en su conjunto demuestra el estado de agitación en el que se encontraba Juana. Este tipo de conducta es propio de una excitación maníaca en donde el paciente muestra falta de juicio: Juana no mide el peligro de salir de noche, en invierno. Los viajes súbitos han sido descritos en los pacientes maníacos. El paciente siente urgencia de salir de viaje en el momento y a la hora que sea sin importar las consecuencias y sin medir los riesgos. Si es desobedecido se irrita y en la medida en la que se le argumenta o se le contradice, la irritación va en aumento hasta que aparece la furia maníaca en la que el paciente se encuentra totalmente fuera de control, violento y furioso y puede ser muy peligroso para sí mismo y para los demás. En este estado mental puede decir cualquier cosa y pierde la capacidad para comportarse de modo adecuado, independientemente de que la persona a quien se dirija esté investida de autoridad (como en este caso la propia reina Isabel, su madre). El episodio terminó con el consentimiento de Juana de esperar a la primavera para ponerse en marcha hacia Bruselas. Es de suponer que durante el tiempo de espera, observa una conducta que no llama la atención puesto que no se encuentran referencias al respecto. Si el episodio hubiese sido motivado por una excitación catatónica (como han sugerido algunos autores), su conducta no hubiera tenido un fin determinado (como en este caso la urgencia de Juana de partir hacia Flandes), sino que hubiera pasado del estupor a la excitación sin motivo aparente y, una vez pasada la excitación, se hubiese vuelto a sumir en un estado de estupor catatónico, cosa que no parece haber ocurrido. Se ha observado en los pacientes que presentan trastorno bipolar, antiguamente conocido como psicosis maníaco-depresiva, que los episodios depresivos y maníacos suelen alternarse con períodos de lucidez en los que el paciente exhibe una conducta normal y un juicio adecuado. Estos pacientes pueden presentar cuadros psicóticos. Hasta ahora, éste parece ser el caso de Juana. Cuando por fin Juana regresó a Flandes en la primavera de 1504, se encontró con que su marido tenía una amante y volvieron a surgir los celos que, llegaron a tal extremo que, en una ocasión, sospechando de una de las damas de la corte, la emprendió a golpes contra ella, le cortó el pelo y con las mismas tijeras le hirió en la cara, de modo que quedase desfigurada y así dejara de ser del agrado de su marido. Al enterarse Felipe, se enojó tanto con Juana que le pegó, la injurió y la encerró en su cuarto. Juana protestó como pudo: se negaba a comer, gritando aporreaba la puerta con un bastón y escribía cartas de proposición a su marido. Felipe accedió a sus requerimientos algunas veces, pero tan escasas que Juana se encontró cada vez más deprimida. No quería ver a nadie y se quedaba a oscuras en su cuarto con el ánimo bajo y sin hacer caso de sí misma, descuidando su vestido, su higiene y sin comer (2,5,6,7). El resto del año transcurrió más o menos del mismo modo, con pleitos y reconciliaciones entre los esposos, y con disminución evidente del estado de ánimo de Juana, quien, según Pfandl, "...pasaba los días sentada en el suelo o recostada sobre almohadones, en silencio y en oscuridad...". El 26 de noviembre de 1504, murió Isabel la Católica en Medina del Campo. Este hecho convirtió de forma inmediata a Juana y a Felipe en reyes de Castilla. La nueva situación fue aprovechada por Felipe, quien accediendo a los deseos amorosos de Juana buscó la reconciliación y, como escribió Fernández Álvarez, ésta tuvo su fruto y nació puntualmente una nueva hija, María, el 15 de septiembre de 1505 (2). Gráfico Estos episodios de la vida de Juana demuestran sus alteraciones de ánimo, que oscilan entre la tristeza profunda que la sume en una apatía total y una exacerbación del ánimo que la lleva a la hiperactividad, la irritabilidad y la furia maníaca, pasando por períodos de aparente normalidad. En todos estos años de matrimonio, hubo reacciones anímicas congruentes con los momentos por los que estaba pasando. Se pueden considerar patológicas, porque son exageradas y tienden a situarse en los extremos del continuum del estado de ánimo. En ningún momento se encuentra con el afecto aplanado o sin resonancia afectiva que sería lo propio de una esquizofrenia. Así lo demuestra, por ejemplo, el encuentro con su padre, en donde Juana presenta una afectividad normal. Tampoco se han descrito alteraciones en el lenguaje, invención de palabras nuevas e ininteligibles (neologismos), conductas desorganizadas o síntomas de demencia o pérdida de la función cognitiva. Los celos exagerados no son únicamente producto de una imaginación enfermiza, sino que tienen una base real. (23). La hipersexualidad es más propia de un trastorno afectivo que de una esquizofrenia. De cualquier forma, Juana ha dado muestras claras de inestabilidad emocional y de reacciones desproporcionadas, lo que pone en guardia a la reina Isabel, quien tiene la experiencia de la locura de su propia madre y ha visto con sus propios ojos a su hija totalmente furiosa y fuera de sí. Por ello, Isabel dejó órdenes explícitas en su testamento referentes a cómo proceder en caso de que la princesa se encontrase impedida mentalmente para gobernar, nombrando gobernador del Reino de Castilla a Fernando el Católico hasta que Carlos, el hijo primogénito de Juana, cumpliera los veinte años y estuviera en edad de ejercer las funciones de gobierno. La posible incapacidad de Juana para gobernar se convirtió así en un arma de dos filos que fue utilizada contra ella por su marido Felipe el Hermoso, por su propio padre Fernando de Aragón y, posteriormente, por su hijo Carlos en beneficio propio.
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El 20 de diciembre de 1506, tres meses después de la muerte de Felipe, se inició el capítulo más famoso y conocido de la vida de Juana, cuando ordenó la exhumación del cadáver de su marido, sepultado en la Cartuja de Miraflores, porque recordó que él había querido ser enterrado en Granada. No sólo ordenó la exhumación, sino que además, se empeñó en abrir el ataúd en donde estaba el cadáver porque quería asegurarse con sus propios ojos de que éste no había sido cambiado por otro y que estaba efectivamente muerto. Empezó entonces una macabra procesión tras el féretro de su marido de pueblo en pueblo por Castilla, acompañada de una gran comitiva compuesta por prelados, eclesiásticos, nobles, caballeros y mucha gente de a pie. Y ... "andábase solamente de noche, porque una mujer honesta, decía Juana, después de haber perdido a su marido, que es su sol, debe huir de la luz del día" (3). No permitía a ninguna mujer que se acercase al féretro. Durante este recorrido sin rumbo fijo solía ordenar de vez en cuando que abrieran el féretro, para asegurarse de que efectivamente era su marido y no otro, quien aún yacía en él. A su fama, que venía ya de por sí precedida como la de una mujer inestable "con falta de seso", se sumó este comportamiento, que constituyó a los ojos de todos la prueba definitiva y pública de su locura. Desde entonces fue conocida por todo el mundo como Juana "la Loca". La procesión iba de un pueblo a otro, entre otras cosas, porque había una epidemia de peste y según los iba alcanzando el cortejo tenía que moverse rápidamente a un lugar más seguro. La reina solamente descansó unos meses para dar a luz a su hija menor el 14 de enero de 1507 en Torquemada. Después, el séquito continuó errante hasta que se estableció durante unos cuatro meses en Hornillos. Aquí se unió al grupo Fernando, el hijo de Juana, probablemente a petición de la propia Reina, quien había permanecido hasta entonces bajo la custodia de los Reyes Católicos (4). En esta conducta se observa claramente un estado delirante de naturaleza paranoide que lleva a Juana a sospechar de todos y a temer, especialmente, que lleguen a suplantar el cadáver de su marido. Durante estos meses se acrecentó su deterioro con respecto a su propio arreglo, higiene y cuidado de sí misma. Gráfico Fernando, su padre, regresó a la península y el 29 de agosto se encontró nuevamente con su hija. La fúnebre procesión había durado 6 meses, con un alto de cuatro meses en Hornillos. El reencuentro de Juana con su padre fue muy emotivo y tierno por parte de ambos (2,4). Pero una vez que se aseguró del estado mental de su hija, Fernando tomó con mano fuerte y firme esta segunda regencia. Durante más de un año se dedicó a pacificar el reino, lo que le llevó de un lugar a otro en compañía de su nieto Fernando, quien ya no se separaría de su lado hasta la muerte del regente (4). A principios de 1509 regresó a Arcos donde había conseguido trasladar a Juana. En esta población el estado mental de Juana había empeorado cada vez más. Dormía en el suelo, no se cambiaba de ropa ni se lavaba, ni siquiera la cara. Estaba apática, abúlica y no cumplía ni con sus deberes como reina, ni con sus deberes religiosos: "Come estando los platos en el suelo sin ningún mantel ni bajalezas. Muchos días se queda sin misa, porque al tiempo que la ha de oyr ocúpase de almorcar." (25)
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Corriente nacida en Europa en el siglo XIX, cuyo objetivo era trasladar a los judíos al territorio de Israel.
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Oficial de la caballería turca que solía tener una concesión de tierras.
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Agujero sagrado que se encontraba en la vivienda de algunos de los pueblos del Suroeste norteamericano. Estos grupos pensaban que éste era el lugar por donde emergían sus antepasados del inframundo.
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Si el arte europeo de posguerra es inseparable de la guerra y sus consecuencias, Francis Bacon (1909-1992) es uno de los ejemplos más claros y su obra una de las más inquietantes y lúcidas de todo el siglo. Nacido en Dublín de padres ingleses y muerto en Madrid, donde no era extraño verle pasear por las salas del museo del Prado, Bacon trabajó siempre en Londres, ciudad a la que se trasladó en 1914.Con cierta fama como decorador y diseñador de interiores, empieza a pintar en 1931, sin ningún éxito. La razón quizá es que Bacon no se apunta a ninguna moda: no hace surrealismo (y los surrealistas le rechazan en la exposición londinense de 1936), pero tampoco hace abstracción. Lleva una trayectoria personal y su pintura se desarrolla en solitario, como la de Van Gogh, a quien admira profundamente. En 1944 destruye la mayor parte de sus cuadros y empieza una nueva etapa con Tres estudios de figuras para la base de una crucifixión (Londres, Tate Gallery). El éxito le va llegando lentamente desde finales de los cuarenta y en 1954 representa a Inglaterra en la Bienal de Venecia. Desde entonces Bacon se convierte en un punto de referencia imprescindible en el arte del siglo XX y su lugar es cada día más importante.Los Tres estudios, expuestos en Londres en abril de 1945, el año en que acabó la guerra, produjeron consternación en el público. Bacon utiliza un medio tradicional en la pintura de Occidente para expresar el sufrimiento humano -el tríptico-, pero aclara, como Saura con sus Crucifixiones, que no se trata de un tema cristiano sino de "un acto de la conducta humana, un modo de comportarse con otro". El pintor, a partir de este momento, se sirve del tríptico con mucha frecuencia, pero no con sentido narrativo sino como un medio para enriquecer la visión de la imagen, mostrándola desde tres ángulos, con tres puntos de vista diferentes.La cultura occidental y la historia del arte están detrás de la pintura de Bacon, que utiliza con frecuencia la fotografía. Como muchos otros artistas después de la Segunda Guerra Mundial -Picasso, Saura, Balthus, el Equipo Crónica...-, Bacon saquea el almacén de la historia del arte y desfigura las imágenes de Velázquez, Rembrandt o las fotografías de sus amigos.El espacio en el que se insertan las figuras desnudas y escarnecidas, vulnerables y vulneradas ellas también de Bacon, es un espacio negativo, compuesto a base de unas pocas líneas herederas de la caja tradicional, que más que albergar, oprimen a los seres que se encuentran en su interior.Considerado una figura aislada durante años, Bacon se descubre cada vez más como alguien muy vinculado a su tiempo y a otros contemporáneos suyos por la deformación del cuerpo humano, la técnica cercana al informalismo dentro de una figuración peculiar, el interés por el espacio, la conciencia aguda de la soledad y la indefensión del ser humano en el mundo moderno.