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En los primeros años de su carrera artística, Manet sintió gran atracción por el desnudo, dentro de una práctica totalmente académica. Buen ejemplo de ello serán esta Ninfa, el Desayuno sobre la hierba o la Olimpia. La gran diferencia existente entre los tres desnudos reside en que la Ninfa hace alusión a un tema mitológico, mientras que sus compañeras son desnudos modernos, del siglo XIX, por lo que sufrieron la persecución de los críticos decimonónicos, que no podían admitir ese tipo de imágenes. Manet tomó por modelo a Suzanne Leenhoof, su futura esposa, con la que supuestamente había tenido un hijo ilegítimo, Léon Köella Leenhoof. Las referencias a los grandes maestros que el artista había contemplado en el Louvre son significativas. Rubens, Rembrandt o Boucher habían tratado el tema de Susana en el baño, quizá una clara referencia al nombre de la modelo. No hay que olvidar el recuerdo a las Jóvenes a la orilla del sena de Courbet, en especial en el fondo del río. La belleza de la modelo, tapando su desnudez para no mostrar su intimidad al espectador, contrasta con la ausencia de pudor de las dos imágenes que realizará Manet empleando modelos profesionales, Desayuno sobre la hierba y la Olimpia. El exquisito dibujismo del artista se aprecia en los contornos de la mujer, en los pliegues de las telas o en el largo cabello. La pincelada empleada en el fondo es más suelta, como si se tratara de arrepentimientos. Gracias a la luz, la ninfa sobresale del fondo, poniendo en contraste su nacarado cuerpo con el paño rojo sobre el que se sitúa. El gesto de sorpresa, e incluso de temor, de la ninfa denota la facilidad de Manet para captar el carácter de sus modelos, demostrando su excelente condición de retratista. Contamos con un magnífico boceto preparatorio de esta obra en el que se manifiestan las líneas básicas del lienzo definitivo.
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A raíz de la ejecución de las "poesías" para Felipe II, Tiziano realizó un buen número de obras de temática mitológica entre las que destacan la Ninfa y el pastor. El maestro de Cadore retoma un asunto inspirado en Giorgione -la mujer desnuda en un paisaje- que él mismo ya había tratado en su juventud en el Concierto campestre. Tiziano también se inspira en obras realizadas al menos sesenta años antes, tomando como fuente a Sebastiano del Piombo. Podría interpretarse como un retorno a viejos asuntos pero utilizando un estilo identificativo de la última etapa: la pincelada fragmentada, la economía cromática, la iluminación intensa que provoca fuertes contrastes, la sensación atmosférica, los escorzos o el dramatismo.La joven aparece de espaldas al espectador, girando su cabeza para mirar al pastor que interrumpe su música para apreciar la belleza de la ninfa. Las figuras se integran en un paisaje iluminado con luz crepuscular. Los especialistas buscan diferentes interpretaciones para este bucólico asunto, apuntándose a Diana y Endimión, Baco y Ariadna o Venus y Anquises.
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Aunque se conocen diversas variantes, ésta que nos ocupa parece la más ciertamente original. La más próxima es una versión conservada en el Museo del Prado de Madrid. Se suele situar a mediados de los años veinte, en torno a 1626-27, al poco de instalarse en Roma. Poussin, a la manera de Tiziano, realizó esta obra con gruesas y largas pinceladas realizadas sobre una capa de color rojo, al estilo de sus primeras batallas, pero con una mayor libertad de ejecución. Representa a una ninfa y a un sátiro o sileno, genio de la naturaleza, cuya parte inferior es de macho cabrío, enfrascados de forma perpetua en la persecución de las ninfas y el consumo de vino, entregados sin freno a los placeres sensuales.
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A través de su amigo Cassiano dal Pozzo, Poussin se introdujo en varios círculos de intelectuales de diversa procedencia, todos perfectamente relacionados en la compleja corte pontificia. Entre estos cultos mecenas, destacó el jesuita sienés Giovani Battista Ferrari, profesor de Hebreo en el Colegio Romano y consejero de Botánica de los Barberini, familia del entonces papa Urbano VIII. Escribió varias obras de éxito. Una de ellas fue "Las Hespérides", publicado en Roma en 1646. Para esta obra realizó Poussin esta ilustración de las ninfas Hespérides ofreciendo los frutos a las divinidades tutelares del lago de Garda, cercano a Trento, rodeado de hermosos jardines. Desgraciadamente, el estado en que se encuentra, con el texto del dorso visible, impide apreciar en plenitud uno de los más importantes dibujos de Poussin en este periodo. Para este círculo de intelectuales realizaría otras ilustraciones, como El Amor de pie sobre un caballo.
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Aunque Lely es un destacado retratista, también realizará algunas escenas mitológicas que, por supuesto, incluyen figuras desnudas. No olvidemos que para los pintores modernos la mitología será la excusa perfecta para pintar cuerpos desnudos, chocando con el puritanismo de una sociedad como la inglesa del siglo XVII, especialmente en la época de Cromwell. De origen holandés y formado en la escuela de los Países Bajos, Lely recurre a la pintura italiana como fuente para realizar esta composición, pero las ninfas han sido representadas de manera en exceso realista, alejándose de la estilizada elegancia de las figuras de Reni -véase Atalanta e Hipómenes-. Incluso en las telas podemos observar cierta dependencia de Van Dyck, uno de sus maestros a la hora de realizar retratos. La disposición de los cuerpos en el espacio y la sensualidad que emana de ellos es uno de los grandes logros de esta delicada composición, que servirá como punto de partida para los grandes maestros británicos del siglo XVIII, especialmente Reynolds o Gainsborough.
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Este grupo procede del dibujo Apolo y Dafne, y es un estudio previo para el cuadro Apolo enamorado de Dafne, que el pintor dejó inconcluso a su muerte y para el que realizó numerosos dibujos previos. Dos sátiros espían a tres ninfas sentadas sobre una roca, aunque una de ellas se vuelve hacia los deseosos semidioses, medio hombres y medio cabras, conocidos por sus agresiones a las náyades, ninfas que residían en los ríos y las fuentes. El trazo tembloroso del dibujo, que atestigua los problemas que Poussin padecía en sus manos, es característico de estos últimos años de vida, hasta el punto que el pintor no pudo volver a tomar el pincel o la pluma en sus últimos días.
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En algunas de sus escenas, Rubens da más importancia al paisaje que a las propias figuras como ocurre en Atalanta y Meleagro o en estas Ninfas y sátiros. Las ninfas reposan a la sombra de una frondosa arboleda jugando con los sátiros que poblaban los bosques mitológicos. Se ha pensado que la escena podría ser alusiva a la fertilidad de la tierra. Las féminas nos muestran diferentes posturas, como sí de un álbum de dibujo de tratase, acusando los escorzos y el movimiento. La luz ilumina y realza aun más el blanco de sus pieles, mientras el bosque queda en semipenumbra. El detallismo que tanto gusta al maestro lo podemos apreciar en el agua que cae del cántaro. La obra fue comprada por Felipe IV en la almoneda de Rubens para decorar el Alcázar madrileño.
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acepcion
En materia arquitectónica, así se designa al monumento construido en honor a las ninfas.
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