Siguiendo la costumbre carolingia, Luis II de Francia el Tartamudo dejó a sus dos hijos el reino: Luis III y Carlomán. Su autoridad no era muy estable ya que el conde Boson parecía actuar de manera autónoma al tiempo que seis arzobispos y diecinueve obispos le conferían la autoridad real ya que la muerte de el Tartamudo había dejado a Francia sin defensor, habiendo sido elegido Boson por Dios. Esta usurpación motivó una rápida respuesta por parte de los carolingios que se reunieron en Grondeville (junio de 880). A la reunión acudieron Luis III y su hermano Carlomán, y Carlos el Craso, enviando un representante el enfermo Luis el Joven -rey de Francia oriental-. Se acordó una campaña contra Boson que se puso en marcha en el mes de julio, durando hasta noviembre. De esta manera parecía recuperarse la idea de la unidad del reino franco. Boson se retiró a la zona sureste de Francia donde formó el reino de Provenza. El arzobispo de Reims, Hincmaro, escribió a Carlos el Craso solicitándole que pusiera sus jóvenes primos Luis y Carlomán bajo su protección y les designara como sus sucesores. Una vez más surgía la posibilidad de unificación en el antiguo Imperio carolingio. Todo quedó en un deseo del arzobispo ya que Luis III fallecía prematuramente el 5 de agosto del año 882 -tras una importante victoria contra los normandos-, dejando a su hermano Carlomán como único soberano de Francia.
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Luis III era hijo de Bosón de Provenza y Ermengarda, la hija de Luis II. Los adversarios de Berenguer de Fruil solicitaron su ayuda en Italia por lo que Luis acudió para participar en los asuntos italianos, siendo coronado rey de Pavía en el año 900. Al año siguiente era coronado emperador por el papa Benedicto IV pero pronto sería traicionado pos su partidarios que le entregaron a Berenguer. El rebelde italiano decidió sacar los ojos al emperador por lo que recibe el sobrenombre de "El Ciego". Retirado de Italia, Luis abandonó la corona y se trasladó a Provenza donde falleció en 927.
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Duque de Baviera a partir de 1294, fue también rey de Alemania y emperador desde 1314 hasta su muerte. Combatió con Roma e impuso al antipapa Nicolás V. Derrotó e hizo prisionero a Federico de Austria.
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Luis IV era hijo de Carlos el Simple y vivió retirado en Inglaterra. Hugo el Grande, duque de Francia, confió en él como nuevo rey de Francia, con la esperanza de controlar su voluntad. Sin embargo, Luis demostró una fuerte personalidad que desembocó en un enfrentamiento entre ambos , enfrentamiento en el que participó Otón I.
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En la figura de Luis IX de Francia está representado a la perfección el espíritu medieval al sintetizar la espiritualidad con la vocación guerrera. Nos encontramos ante un hombre que vivió como un santo laico, fusionando la idea del caballero cristiano con la del hombre bueno. Por esta razón, su reinado marca un hito importante en el fortalecimiento de la monarquía en Francia y por extensión en Europa. Nació Luis IX el 25 de abril de 1214 en Poissy, siendo sus padres Luis VIII de Francia y doña Blanca de Castilla, hija del rey Alfonso VIII. El 7 de noviembre de 1226 fallece Luis VIII y es coronado el joven Luis, de doce años, con nula experiencia política y una situación interna delicada. Como regente del reino quedaba doña Blanca, viviendo ocho años muy duros en los que la nobleza francesa y las cortes intentan restar peso político a la corona. La rebelión del caballero bretón Pierre Mauclerc acompañado de un importante grupo de aristócratas será el episodio más importante de estos momentos, pero los rebeldes no consiguieron imponer su movimiento ya que nunca gozaron de popularidad al tiempo que se ganaban la enemistad de los campesinos por cuyos campos pasaban las tropas feudales. La ausencia del éxito de esta revuelta feudal y la figura de la regencia son dos elementos que nos indican la fuerza que estaba alcanzando la monarquía en Francia. La tranquilidad se adueña del reino y el 5 de abril de 1234 Luis IX es declarado mayor de edad. Su débil salud irá acompañada de una extraordinaria fortaleza y de una voluntad de hierro que manifestará en todas su acciones. Ese mismo año de la mayoría de edad, concretamente el 27 de mayo, contraerá matrimonio con Margarita de Provenza, hija del conde Ramón Berenguer IV. De este enlace nacerán cinco hijos y seis hijas; cinco de los once sobrevivieron a san Luis: Margarita, casada con Juan I de Brabante; el futuro rey Felipe III, nacido el 1 de mayo de 1245 y casado con Isabel de Aragón; Blanca, nacida en 1253; Robert de Clermont, nacido en 1256; y Agnes, nacida en 1260 y casada con el duque Roberto II de Burgundia. Los varones mayores participarán activamente en una de las obras más queridas de san Luis: las Cruzadas. A pesar de ser el rey de Francia, san Luis debía tener en cuenta a sus hermanos, quienes habían recibido en herencia grandes feudos, los famosos "apanages". Mientras Roberto había recibido el Artois, Carlos era dueño del Anjou y Poitou y Auvernia dependían de Alfonso. Precisamente será en las tierras de este último donde se produzca la principal revuelta de estos primeros años de reinado. Hugo de Lusignan se rebelará contra su señor Alfonso de Poitiers en el año 1240. En este mismo instante se produce un brote de rebeldía albigense -continuación del movimiento herético del reinado anterior-. La tensa situación se ve complicada con la sublevación de Raimundo de Tolosa y el apoyo brindado por el rey Enrique III de Inglaterra a los rebeldes. La reacción de san Luis no se hizo esperar y se dirigió contra los diversos focos rebeldes, venciendo a los ingleses en Saintes el 22 de julio de 1242. La derrota inglesa dejó sin apoyos a Hugo y Raimundo que también fueron vencidos. San Luis había obtenido el triunfo pero dio sus primeras muestras de pericia política. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados y mantuvieron sus privilegios y posesiones. Gracias a la firma del tratado de París en 1259, Enrique III recibía los feudos de Cahors y Périgueaux y la posesión del territorio de Guyena, a cambio de su renuncia a Normandía, Anjou, Turena, Poitou y Maine, poniendo fin, de esta manera, a las disputas entre los reyes de Francia e Inglaterra. Un año antes san Luis había acabado con el largo litigio abierto entre Francia y Aragón. Por el tratado de Corbeil (1258) Luis IX renunciaba a los derechos sobre el Rosellón y Cataluña y Jaime I reconocía la soberanía francesa en el Midi. Una vez más se pondría de manifiesto la capacidad diplomática de san Luis. Será con ocasión del enfrentamiento entre el Papado y el Imperio que se había enconado por el asunto de las investiduras y regalías. Mientras Federico II se convertirá en el defensor de la cuestión imperial, san Luis tomará partido por la Iglesia apoyando siempre a los pontífices y la jerarquía eclesiástica, de la misma manera que luchará por la desaparición de la herejía en su territorio, motivo por el que implantará la Inquisición romana en Francia. Consiguió que Federico II liberase a los prelados y delegados del Concilio Laterense que habían sido apresados en la isla de Giglio (1241) y cuatro años más tarde albergó en sus tierras el Concilio de Lyon. Los lazos con el Pontificado serían estrechados al permitir que su hermano Carlos de Anjou aceptara del papa la corona de Sicilia en 1265, aunque al mismo tiempo san Luis introducía a Francia en los complicados asuntos italianos. Si el papel desempeñado por el monarca francés en los asuntos exteriores es digno de resaltar, su política interior no le quedaría a la zaga. La monarquía será fortalecida convirtiéndose en el señor más rico y poderoso del reino para de esta manera erigirse en el controlador absoluto de lo que ocurre en su territorio. Para gobernar el reino contaría con la colaboración de una serie de instituciones de gran importancia. El Parlamento será el encargado de los asuntos judiciales, tramitando las apelaciones, mientras que la Cámara de Cuentas será el órgano auditor de las cuentas de la Corona y de los gastos. El Consejo del Rey se convertía en el principal instrumento asesor del monarca. El reino fue dividido administrativamente en "bailías" a cuyo cargo se situaba el bailío, funcionario real que debía presentar cuentas al finalizar su gestión. Los "enqueteurs" recorrían el territorio real para recoger las quejas por escrito, regulándose en el año 1260 las apelaciones y el procedimiento a seguir. Para estructurar adecuadamente el entramado monárquico, san Luis emitió importantes ordenanzas que tendrían aplicación general: la condena de los duelos judiciales en 1258; la referente a los blasfemos en 1269; a los judíos en 1230 o las relacionadas con la moneda (1263 y 1265) en las que se pone de manifiesto la necesidad de acuñar moneda buena, especialmente de oro, con la que fortalecer la economía. Con estas actuaciones se pone claramente de manifiesto que san Luis consideraba que su poder emanaba directamente de Dios y sus actos eran totalmente autónomos del "sacerdocium". Pero esta independencia de la Iglesia en lo político no está reñida con su exaltada espiritualidad cristiana que se refleja en su forma de vida. Era un hombre frugal en lo relacionado con la comida, generoso con sus limosnas, sobrio en el vestir, tremendamente pío, considerando que la fe inspiraba todos sus actos y evitando en todo momento la tentación del pecado. No en balde, su madre le había inculcado durante su adolescencia y juventud la fe cristiana con absoluta devoción, diciendo en numerosas ocasiones: "Hijo, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal". Su relación con los pobres y desamparados fue muy estrecha, sentando cada día a 13 desvalidos a su mesa a los que a menudo sirve él mismo. Construye un hospital para ciegos y reparte limosna por las calles y hospitales. Su devoción le lleva a castigar su cuerpo con disciplinas, pasando largos ratos orando. Sintió especial atracción hacia las reliquias y entre ellas contaba con una parte de la Sagrada Cruz, la lanza con la que se atravesó el costado de Cristo o la corona de espinas, comprada con su propio dinero a los venecianos en 1238 y recogida en la espectacular Sainte Chapelle que se levantó en palacio. La labor de san Luis como promotor de la cultura también se manifiesta en el desarrollo que alcanzó la Universidad de París durante este tiempo -en 1257 colabora económicamente en la creación de la Sorbonne-, gracias a san Alberto Magno, santo Tomás de Aquino y san Buenaventura, con los que mantuvo una estrecha relación. Como guerrero de Cristo la gran obra de san Luis serán las Cruzadas. En septiembre de 1244 la ciudad de Jerusalén había sido arrebatada a los cristianos por el sultán de Egipto. Inocencio IV animará a los gobernantes occidentales durante el concilio de Lyon a participar en una nueva Cruzada para la liberación de Tierra Santa pero la llamada del pontífice sólo será escuchada por el rey de Francia. La entrevista con el papa tuvo lugar en Cluny durante el mes de noviembre de 1245, organizando los preparativos para poner en marcha la guerra. El 12 de junio de 1248 parte de París rumbo a Marsella acompañado de sus tres hermanos y lo más granado de la nobleza francesa - el conde de Flandes o el duque de Bretaña, entre ellos-, constituyendo su ejército unos 40.000 hombres y 2.800 caballos. El 17 de septiembre llegan los cruzados a Chipre donde pasarán el invierno, siendo asolado el ejército por una epidemia de peste. El duque de Borgoña y el conde de Salisbury llegan con refuerzos en mayo de 1249, poniendo rumbo a Egipto. La plaza de Damieta será tomada el 7 de junio, lo que motivó la solicitud de paz por parte del sultán. San Luis rechaza la oferta y espera nuevos refuerzos durante seis meses, atacando El Cairo. En Mansurah las tropas cruzadas sufren una contundente derrota a manos de los musulmanes, siendo el propio rey capturado en compañía de sus hermanos Carlos y Alfonso -Roberto había muerto en la batalla- el 6 de abril de 1250. Una vez obtenida la libertad a cambio de la plaza de Damieta y la entrega de un millón de onzas de oro, los cruzados se dirigirán hacia San Juan de Acre donde pasarán cuatro años fortificando algunas plazas cristianas de la zona y peregrinando a los Santos Lugares de Nazaret y Canaán. En 1254 san Luis regresaría a Francia tras la muerte de su madre, doña Blanca de Castilla. En 1267 el papa Clemente IV insta a una nueva Cruzada para liberar Tierra Santa de los infieles y de nuevo será san Luis quien recoja el testigo. También contará con la estrecha colaboración de sus hermanos Carlos de Anjou -ahora rey de Sicilia- y Roberto de Artois así como el rey Teobaldo II de Navarra y buena parte de la nobleza y el clero francés. Las naves cruzadas se dirigieron hacia Túnez desde Aigues Mortes (4 de julio de 1270), posiblemente porqué el propio sultán había hecho creer que iba a abrazar la fe cristiana. El 17 de julio la antigua Cartago era ocupada por los cruzados, hecho que fue rápidamente contestado por los sarracenos. Al empuje enemigo las tropas cruzadas debieron de sumar los estragos de la peste que acabaría con más soldados que las armas sarracenas. El 3 de agosto de 1270 moría el segundo hijo del rey, Juan Tristán. Viendo cómo se acercaba el final de sus días, el monarca dio instrucciones a sus hijos e hijas y se preparó para la muerte. El 24 de agosto recibió los últimos sacramentos y al día siguiente fallecía, a las tres de la tarde. Luis IX de Francia tenía 56 años y llevaba 40 al frente de la corona. Su sucesor será su hijo Felipe III el Atrevido. Los huesos y el corazón de san Luis serían trasladado en primer lugar a Sicilia desde donde se llevaron a Francia para ser enterrados en el Panteón de Saint Denis de París. Allí estuvieron reposando hasta que su tumba fuera profanada durante la Revolución Francesa. La pertinaz defensa de la religión cristiana y la aureola de santidad que siempre rodeó a san Luis motivarían su rápida canonización por parte de Bonifacio VIII el 11 de agosto de 1297, en la iglesia italiana de San Francisco de Orvieto.
obra
Una de las especialidades de Goya serán los retratos infantiles. La Familia de los Duques de Osuna, los retratos de los hijos del infante don Luis o éste de Luis María de Cistué son magníficos ejemplos de la facilidad del pintor para representar niños de la manera más naturalista posible. Don Luis María era hijo de un prestigioso jurista muy relacionado con Carlos IV y de una de las camaristas de María Luisa de Parma. Con cuatro años recibió de manos del rey la cruz de la Orden de Carlos III, iniciándose después una meteórica carrera como militar y abogado. Participó en la Guerra de la Independencia al lado de Palafox, consiguiendo años más tarde un rosario de nombramientos entre los que destacan el de rector de la Universidad de Zaragoza (1833), mariscal de campo o Capitán General de Aragón. Mario de la Sala dijo de él: "En Zaragoza lo habría sido todo menos arzobispo" indicando su fuerte influencia en la capital maña.En este magistral retrato infantil le vemos junto a un tranquilo perrillo, vistiendo un traje de terciopelo verde adornado con cuello y puños de encaje y banda rosa a la cintura. Completa su atuendo con unos zapatos azulados con llamativo lazo. La referencia espacial es aquí exhibida por Goya al mostrarnos la línea que delimita la pared y el suelo, en diferentes tonalidades. El rostro del pequeño nos llama la atención con sus sonrosados mofletes y sus despiertos ojos azules, remarcado por los rubios cabellos que caen sobre sus hombros. El pintor quiere deslumbrar con esta obra por lo que aplica calidades táctiles a las telas, apreciándose la diferencia entre el terciopelo y la seda, a través de una pincelada minuciosa y preciosista aunque a veces se aprecie, como en la luz blanca que se observa en la banda. En conjunto es uno de los mejores retratos infantiles de Goya.
contexto
Luis Paret y Alcázar (1746-1799), madrileño, de padre francés y madre española, fue, sin duda, el pintor español que mejor reflejó en sus cuadros el estilo galante, con sus delicadezas formales, con sus exquisiteces cromáticas, con sus figuras menudas y graciosas. Pintor culto, formado en el pensamiento ilustrado, políglota, de alegre y accidentada juventud, abierto a los gustos europeos, se mantuvo al margen del idealismo clasicista que se impuso en la pintura española con la presencia de Mengs en la Corte de Madrid. Aun no alcanzando por ello los altos honores oficiales, su pintura fue muy estimada y valorada por sus coetáneos; Ceán Bermúdez, un académico prestigioso, escribía en 1800 en su "Diccionario", al año siguiente de la muerte del pintor, unas líneas biográficas de Paret sumamente elogiosas: "Muy pocos o ningún pintor, tuvo España en estos días, de tan fino gusto, instrucción y conocimiento como Paret". Su formación pictórica fue diversa y provechosa, lo que redundaría en la personalidad de su arte. Primero asistió a clases de la Academia de San Fernando, con Antonio González Velázquez. Después pasó a Roma (1763-66), pensionado por su protector, el infante don Luis, para perfeccionarse en pintura y en lenguas clásicas. Pero en la Ciudad Eterna, en vez de empaparse del academicismo neoclásico en auge se interesó más, en contacto con pensionados franceses, por la pintura rococó francesa y centroeuropea del momento. A su regreso a Madrid, en 1766, fue discípulo durante un tiempo del pintor y diplomático francés Charles de La Traverse, que reforzó en él su sensibilidad rococó y le animó a que inventase de repente cualquier pasaje histórico. Por entonces, es muy posible que viajase a Francia y ampliase sus conocimientos en contacto con la pintura galante francesa y con la pintura de género flamenca. Entre 1767 y 1775, al servicio de su protector el infante don Luis, su fama de pintor se extiende por los ambientes aristocráticos y cortesanos. De esa época juvenil son algunas de sus mejores obras, cuadritos de pequeño formato por lo general, como el Baile de Máscaras (1767), de alegre gusto francés, y La comida de Carlos III (hacia 1768-72), de exquisita y fría cromatura, ambos en El Prado; o el gran cuadro de Las Parejas Reales (1770), encargo de Carlos III para el Palacio Real de Aranjuez en el que se deja constancia visual de esas fiestas en las que se desarrollaban juegos hípicos y en las que los jinetes hacían vistosas evoluciones con sus caballos; o la famosa Tienda del anticuario o Tienda de telas (1772) del Lázaro Galdiano, donde las notas de realismo se aderezan con un aparente intimismo rococó en el que se recrea el sentido de la vista. El servir de cómplice al infante don Luis en sus correrías amorosas y francachelas, antes del matrimonio morganático de aquél con la zaragozana María Teresa Vallabriga, le valdría a Paret el destierro en Puerto Rico (1775-78), por orden del piadoso Carlos III, que decidió, influido por su confesor fray Joaquín Eleta, acabar con esas citas secretas y castigar a los colaboradores y cómplices del infante. En mayo de 1778 el Consejo de Castilla le conmutaría la pena de destierro, sustituyéndola por la de alejamiento de la Corte. Por ello, a su regreso a España, se instala en Bilbao (1779-87), donde se casa, y solicita en 1780 de la Academia de San Fernando el nombramiento de Académico de Mérito, remitiendo La Circunspección de Diógenes, obra por la que le concedió tal honor. En los años siguientes realiza por encargo real la bella serie de vistas de puertos vascos, que conforman uno de sus trabajos más logrados y personales, y que parecen estar sugeridas por las vistas de los puertos de Francia de Joseph Vernet. También pintará cuadros religiosos para diversos templos de Bilbao y retratos. Su capacidad decorativa la demostrará sobradamente en 1787 en la mayor empresa pictórica que Paret ejecutó, la decoración al temple de la cúpula y pechinas de la capilla de San Juan del Ramo, en la iglesia de Santa María de Viana (Navarra), con escenas de la vida del Bautista, así como los cuadros de El Anuncio del Angel a Zacarías (1786) y La Visitación (1787). En todas esas pinturas, que conforman el último gran conjunto decorativo del rococó pictórico español, Paret alcanzará la cima de su arte. Con el perdón real regresó Paret a Madrid en 1787, incorporándose a la Academia, de la que llegaría a ser vicesecretario. Paret fue uno de los tres pintores españoles más destacados de nuestro siglo XVIII, junto con Goya y Francisco Bayeu, y el más genuino representante de la pintura rococó española.
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El reinado de Luis V el Perezos es efímero ya que dura sólo dos años. Falleció sin herederos por lo que la nobleza elegía como nuevo rey a Hugo Capeto. De esta manera se ponía fin a la dinastía carolingia en Francia y surgía una nueva: los Capetos.
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Apodado el Gordo, ascendió al trono francés en 1108. Era hijo de Felipe I. Reforzó el poder monárquico centrado en su dominio sobre la Île de France. Combatió a Enrique I de Inglaterra, duque de Normandía, y frenó una invasión a cargo de Enrique V de Alemania, aliado del monarca inglés.