En los años iniciales del siglo XIX Goya realizará posiblemente los mejores retratos de su carrera. Está en la cumbre de la fama, considerado por todos como el mejor retratista de la corte surgiendo de su pincel obras inolvidables como la Condesa de Chinchón o la Marquesa de Santa Cruz. En los retratos masculinos conviene destacar el de José Queraltó, médico catalán que había prodigado su ciencia por distintos lugares, desde América hasta Andalucía pasando por Madrid donde obtuvo cátedra en el Real Colegio de Medicina de San Carlos y el nombramiento de cirujano de cámara. Viste el uniforme de oficial médico de la Marina y recorta su figura sobre un fondo oscuro para remarcar el volumen de la figura. Esconde su mano derecha y en la izquierda sujeta un papel, esquema típico de retratos goyescos. El elegante e inteligente rostro es iluminado por un acentuado foco de luz procedente de la izquierda destacando su personalidad y su carácter, elemento fundamental de los retratos de Goya. Los detalles del uniforme o los bordados de la camisa pasan a un segundo plano, empleando una pincelada suelta que no detalla pero insinúa. De esta manera consigue un resultado digno de mención
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José Romero pertenecía a una importante familia taurina que dio sus mejores diestros en los años finales del siglo XVIII. Juan Romero fue el fundador de la dinastía, siguiéndole sus pasos sus hijos Pedro y José, ambos retratados por Goya. Natural de Ronda, su padre decidió que fuera carpintero de ribera, oficio que pronto abandonó para dedicarse a los toros junto a su hermano Pedro. Algeciras y otras plazas andaluzas serán testigos de sus primeros capotazos. Pedro pasó pronto a la cuadrilla de su padre, viéndose José abocado a suplicar la incorporación. Fue en Sevilla donde toreó con su progenitor durante los años 1767 y 1768, ganando 1.200 reales por todas sus faenas. Abandonado por su hermano, José se incorporó a las cuadrillas de Costillares y Pepe-Hillo, rivales artísticos de Pedro Romero. El año 1789 es el de su debut en Madrid acompañado de sus hermanos Pedro y Antonio. Pronto llegarán desavenencias familiares por lo que José acompaña a Pepe-Hillo en diversos carteles. En 1804 decide retirarse en una corrida con motivo del matrimonio del Príncipe de Asturias, futuro Fernando VII. Se desconoce la fecha de la muerte de este torero inteligente, sobrio y seco que fue retratado por Goya en sus años de mayor triunfo, como atestigua la información recogida en los "Anales" de don Justino Matute según la cual en la corrida del 30 de abril de 1798 se produjo un verdadero motín al ser suspendida por la lluvia, tal era el deseo de los aficionados por ver al arte de José. El torero aparece de medio cuerpo, vestido con su traje de faena, en una postura tranquila y relajada llevándose los brazos a la altura del estómago. En su rostro podemos leer la felicidad por sus triunfos, captando perfectamente Goya la personalidad del matador. Los alamares que decoran el traje de luces del diestro están tratados con una pincelada rápida y empastada, sin ninguna minuciosidad, con una técnica cercana al Impresionismo.
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Antonio del Castillo realizó una serie de seis lienzos ilustrando la historia de José, héroe del Antiguo Testamento. En ésta se incluye el cuadro que ahora nos ocupa y su vecino, José y Gedeón. El pintor recibió la influencia del naturalismo practicado años antes por el Españoleto, afincado en Nápoles. Esto se detecta en el empleo de la luz, sometida a fuertes contrastes y sombras, así como en las correctas anatomías de los personajes. En esta composición, el movimiento propio del Barroco se muestra con fluidez, cuando José es sacado del pozo donde lo habían arrojado sus hermanos para ser vendido a unos pastores.
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El título completo de este cuadro es José ordenando la prisión de Gedeón, y se refiere a uno de los episodios de la vida del héroe bíblico del Antiguo Testamento, que Antonio del Castillo realizó en seis cuadros. El autor sigue los modelos naturalistas de Ribera, que había trabajado unos años antes que él, combinándolos con una paleta de colores más claros y luminosos. La historia está ambientada en un hermoso fondo de paisaje, que el autor probablemente copiara de modelos flamencos. Estos paisajes nórdicos eran conocidos en España a través de grabados. Sin embargo, Del Castillo realiza una hermosa interpretación de los dibujos flamencos, dotándolos de una atmósfera viva y luminosa.
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La historia de José y la mujer de Putifar es muy indicada para decorar el techo de una cámara nupcial como hizo Tintoretto, ya que recoge las proposiciones deshonestas que hizo la mujer de Putifar al bello José, proposiciones que éste rechazó por fidelidad a su señor y por las que fue injustamente encarcelado al recibir la acusación de haberlas cometido. Es un tema similar al de Susana y los viejos que también decoraba dicha cámara. Todas las pinturas fueron adquiridas por Velázquez para decorar una pieza del Alcázar de Madrid. Tintoretto es, junto a Rubens, uno de los mejores maestros a la hora de realizar escorzos que otorguen mayor movimiento y dramatismo a las escenas -como aquí podemos observar en la postura de ambas figuras-. El estudio de la anatomía femenina también preocupará a ambos pintores. La perspectiva empleada para ver el lienzo desde abajo es perfecta ya que se observa el techo de la estancia donde se desarrolla la acción. La libertad de factura que ofrece el maestro es una característica definitiva.