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Desconocemos el significado exacto de este cuadro sin acabar, pudiendo tratarse bien de una crítica metafórica al Segundo Imperio francés que estaba dando sus últimos coletazos bien de la imagen del entierro de Baudelaire, celebrado el 2 de septiembre de 1867 con la asistencia de Manet. La comitiva se presenta en la zona derecha de la composición, bajo la inmensa silueta de los edificios de París ordenados caprichosamente por el artista. Así contemplamos el Observatorio, la iglesia de Val-de-Grâce, el Panteón, Saint-Etienne-du-Mont y la Torre de Clovis, recortados sobre un fondo tormentoso. Unos árboles en primer plano completan el conjunto, realizado con largos toques de pincel cargados de pasta pictórica. Abundan los colores oscuros que contrastan con la zona central y resaltan la clara tonalidad del lienzo sin pintar.
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Para el Convento de la Madre de Dios de Sevilla pintó Cristóbal de Morales esta tabla, en la que se pone de manifiesto la influencia de la pintura flamenca, especialmente de la obra de Quentin Metsys y Gerard David.
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Después de Montañés, Roldán fue el escultor que alcanzó mayor éxito en la Sevilla del siglo XVII. Este magnífico grupo forma parte del retablo mayor del Hospital de la Caridad de Sevilla, cuyo contrato fue firmado en 1670 por Roldán como escultor y Bernardo Simón de Pineda como ensamblador. La perfecta conjunción entre arquitectura y escultura es una de las notas predominantes de la obra, que acrecienta su calidad con la espléndida policromía realizada por Valdés Leal en 1673. La escena del Entierro de Cristo no es un baldaquino real, está dispuesto como un relieve en profunda perspectiva produciendo la ilusión de la realidad y barriendo las fronteras entre lo ilusorio y lo auténtico.
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Rogier van der Weyden viajó a Italia y allí tuvo ocasión de conocer el modo de trabajar de los pintores del Renacimiento. El estilo italiano impregnó su obra, de raíz flamenca, y realizó obras de síntesis entre los dos estilos que alcanzaron un gran éxito entre sus clientes. Esta tabla con el Entierro de Cristo fue un encargo de la familia Médici, para su villa Careggi. Weyden tomó como modelo un cuadro realizado por Fra Angelico, lo que se hace muy evidente en la posición de Cristo muerto, con los brazos extendidos mostrando las llagas. La escena muestra en realidad dos momentos: la deposición del cuerpo y el entierro. La deposición es el momento en el que se baja a Cristo de la Cruz, con los brazos extendidos como se puede ver, y ante del desconsuelo de María.
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La relación de Tiziano con el duque de Mantua, Federico Gonzaga, será tremendamente fructífera, trabajando para esta corte durante cerca de dos décadas. Precisamente será el duque quien le ponga en contacto con el emperador Carlos, su mejor cliente. Este Santo Entierro forma parte de los primeros encargos del duque, pasando después a formar parte de la colección de Carlos I de Inglaterra. Tiziano se inspira en la Deposición de Rafael, compartiendo la intensidad dramática de trabajos de esta época como los retablos de Brescia y Ancona. Para ello, el maestro recurre a la utilización de un horizonte bajo e intensos efectos de claroscuro, recurriendo a una imprecisa iluminación que puede tratarse del crepúsculo o el amanecer. Las sombras de los portadores del cuerpo de Cristo se proyectan sobre él para acentuar la intensidad dramática. Las actitudes violentas y las forzadas posturas son tomadas de Miguel Angel mientras que el empleo de colores brillantes y la integración de las figuras en el paisaje serán aportaciones propias que nos indican la maestría del genio veneciano. La admiración por la antigüedad clásica existente en el artista en estos momentos le llevará a concebir la escena como si de un relieve se tratara. Con todas estas aportaciones se pone claramente de manifiesto que Tiziano es siempre un maestro abierto a todo tipo de influencias y que nunca se anclará en un estilo determinado, manifestándose una admirable evolución en su obra.