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monumento
Los primeros datos sobre el templo catedralicio de Pamplona se remontan al siglo XI, cuando Sancho el Mayor decidió restablecer la antigua diócesis. Se construyó entonces una catedral románica de tres naves y tres ábsides con largo crucero, gracias a la iniciativa del prelado don Pedro de Roda. La consagración se realizó el 12 de abril de 1227, contando con la presencia de Alfonso el Batallador. Diez años más tarde concluían los trabajos del claustro.En 1390 se producía un importante hundimiento de la primitiva catedral lo que motivó la construcción de un nuevo edificio, colocándose la primera piedra en 1394. La catedral presenta planta de cruz latina con tres naves y cabecera de traza poligonal estrellada. El ala derecha del templo se ensancha para unirlo con el claustro, comenzado en el siglo XIII y finalizado en el XVI. La portada románica de la catedral se conservó hasta que en el siglo XVIII fue sustituida por la actual fachada neoclásica, obra de Ventura Rodríguez, al tiempo que añadían un tramo más a los pies del templo.
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En el capitel de la historia de Job del claustro de Pamplona la excepcionalidad es evidente, ya que tan sólo se conoce otro caso con una iconografía similar. Se trata de un capitel procedente de uno de los talleres que trabajaron en la iglesia de La Daurade de Toulouse y que hoy es conservado en el Museo de los Agustinos de dicha ciudad. En el capitel de Pamplona los episodios representados son: el banquete de Job y su familia, como muestra de la felicidad y riqueza del patriarca antes de pasar las pruebas impuestas por Dios y el diablo, y alguna de las desgracias que Dios le envía para probarle, así, la pérdida de sus ganados, el hundimiento de su casa y muerte de sus hijos y la visita de sus amigos y esposa cuando sufre la enfermedad de la lepra, junto a la conversación de Dios con Job leproso para comunicarle el fin de la prueba y la devolución crecida de todos los bienes y seres perdidos. Es un capitel que sigue de cerca el texto bíblico y cuyo contenido es claramente ejemplar. En él, como indica I. Bango, Job es presentado como modelo de resignación, ya que es el justo castigado injustamente y, como supone Cl. Fernández-Ladreda, este capitel implica también una asimilación a Cristo, como justo que sufre sin causa. De hecho, Job era tenido como una prefigura de Cristo, siendo el comentario de San Gregorio al Libro de Job uno de los textos más utilizados en la Edad Media occidental.
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De los otros dos capiteles historiados del claustro de la catedral de Pamplona, uno de ellos está dedicado a la pasión y muerte de Cristo y el otro a su resurrección, y, según L. Vázquez de Parga, ambos están influidos en su desarrollo iconográfico por el drama litúrgico. En este caso, la iconografía no se puede decir que sea excepcional, pero sí poco convencional en su distribución, ya que se ha primado el papel de algunos de los episodios representados en detrimento de la unidad compositiva e iconográfica. En el capitel de la Pasión se presenta el magnífico episodio del Prendimiento; la cárcel o juicio de Jesús, y la Crucifixión de Cristo, rodeada por san Juan y su madre, Longinos y Estefatón y los dos ladrones que mueren con él. Este capitel está estrechamente ligado con el capitel de Job desde el punto de vista del significado, puesto que la evidencia de la Pasión de Cristo es el paralelo necesario que justifica el sufrimiento de Job y que da a dicho patriarca el rango de prefigura de Cristo.
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El capitel de la Resurrección del claustro de la catedral de Pamplona es la conclusión lógica de los otros dos -el capitel de Job y el de la Pasión-, es decir, el triunfo y premio después de haber pasado la prueba. Presenta el dramático e interesante episodio del Descubrimiento de la Cruz; el dinámico entierro de Cristo; la Resurrección, fundida con la visita de las Marías al sepulcro vacío, y la comunicación de la Resurrección de Cristo por parte de María Magdalena a san Pedro y otros apóstoles. En definitiva, es la evidencia del triunfo de Cristo sobre el mal y la muerte, que a su vez justifica el triunfo de Job y hace válida la promesa del triunfo universal en el más allá. Este fragmento, igual que el detalle del Prendimiento de Cristo, muestra claramente la elevada calidad técnica de su autor y la dependencia de éste respecto de la escultura románica francesa. Las constantes formales de esta escena en particular y de su autor en general pueden conectarse con la escultura de la puerta y pórtico de la abadía de Saint-Pierre de Moissac, donde se pudo formar el escultor que trabaja en el claustro de Pamplona. Muestra evidente de ello es la concepción del plegado en esta escena, así como la anatomía de ciertas partes de las figuras, concretamente el abdomen, y la posición nada rígida de los personajes.
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Fotografía cedida por el archivo fotográfico del Servicio de Turismo del Gobierno de Navarra.
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Las obras del claustro comenzaron en el siglo XIII pero concluyeron tres centurias más tarde, añadiéndose en el año 1500 el original sobreclaustro. Al claustro se abren varias capillas, la gran cocina, el dormitorio y otras dependencias. En sus crujías encontramos varios monumentos sepulcrales de época neoclásica como el del conde de Gages o el del guerrillero Espoz y Mina.
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La fachada de la Catedral de Pamplona culmina brillantemente, con grandiosa solemnidad, todas las investigaciones del arquitecto sobre la fachada entre torres, con cuerpo bajo trabado y tetrástilo en el frente, con un estilo sobrio, pero de ascendencia barroco-clasicista, perfeccionando lo construido en Santa Fe en el año 1771. La idea consistía en dotar a la catedral gótica de "un frontispicio, y torres que correspondan a la hermosura y magnificencia del resto de la fábrica", para lo cual se hicieron planos que la Academia examinó en 1781, alabando los dos realizados por Santos Ángel Ochandátegui. Pero sin ningún pudor, Ponz sugirió al Cabildo que se le encargara el proyecto a Rodríguez, ocupado por entonces en la obra del acueducto de Noain (1782), y recomendó a Ochandátegui como aparejador, quien plasmó fielmente los proyectos hasta la terminación de la obra en 1800. Respetuosamente yuxtapuesto al edificio gótico, el formidable conjunto es una versión del proyecto para la Catedral de Toledo de 1773, con columnas lisas y capitel corintio, completado con las hermosas torres gemelas, que equilibran la tensión unitaria del cuerpo bajo horizontal. Las esculturas previstas en la balaustrada y en el frontón alto completaban una imagen, no por sobria, menos barroca en su composición. La fachada de Pamplona culmina brillantemente una trayectoria arquitectónica, formada en el espíritu del barroco italiano, estilo con el que hasta el final Rodríguez produjo composiciones basadas en la tensión unitaria y en la integración de las partes, en la utilización del lenguaje clásico y de sus dialectos, lo que hace que su obra resulte siempre solemne, en ocasiones ornamentada y en otras austera, como fruto del concepto de decoro y del uso modal de los órdenes arquitectónicos. Sin olvidar estas dos ideas, en otros momentos es simplemente la funcionalidad y la economía de medios lo que reduciendo la arquitectura a simple construcción, sin llegar a ser Neoclasicismo, por el intrínseco carácter barroco de plantas, alzados y espacialidad a las que Rodríguez fue siempre fiel.
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En 1390 se producía un importante hundimiento de la primitiva catedral lo que motivó la construcción de un nuevo edificio, colocándose la primera piedra en 1394. La catedral presenta planta de cruz latina con tres naves y cabecera de traza poligonal estrellada.