Es una de las obras más características del gótico clásico francés del siglo XIII, comenzada en 1210 y terminada en lo esencial hacia 1300, tuvo un desarrollo muy lento hasta 1400, quedando . en muchos puntos de su intensa decoración sin terminar, aún así puede considerarse esta catedral como una de las más equilibradas entre las grandes construcciones de este siglo. Su planta tiene tres naves, tanto en el crucero como en el desarrollo longitudinal; la nave-central sumamente ancha que crea un espacio de gran amplitud en la zona del presbiterio. Rodeando al altar mayor se sitúa una girola a la que se abren cinco capillas, constituyendo una cabecera pentagonal sumamente característica por la gran luminosidad que proporciona a esta zona. En la articulación de su fachada principal, la occidental, iniciada hacia 1240, mantiene una estructura muy similar a las de otras catedrales francesas del momento: Partición de la pared frontal en tres calles que se corresponden con la nave mayor y los basamentos de las dos torres en los flancos, y tres niveles que se determinan respectivamente por las arcadas del pórtico, el corredor o galería y la zona de ventanales y rosetón. Adquiere así un equilibrio clásico entre horizontales y verticales que adquieren un movimiento ascensional acentuado no sólo por los frontones, gabletes y torres, sino también por el progresivo estrechamiento de toda la fachada. El lenguaje formal de sus tracerías y contrafuertes es más definido y, sobre todo, más ligero que en Chartres. En los pies y en los brazos del crucero se abren amplias portadas sobre las que hay un monumental desarrollo escultórico destacando los grupos de la Anunciación y Visitación.
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La catedral de Reims tenía, como Saint-Denis, un profundo significado para la monarquía francesa. Si esta segunda era la sede del panteón dinástico y el lugar donde se custodiaban los símbolos del poder, los "Regalia", en la primera se coronaban los reyes. También un incendio, como en Chartres, en Amiens y otras muchas iglesias francesas, cuando corría el año 1210, motivó la reconstrucción de la catedral. Iniciada sólo un año después (en 1211 se coloca la primera piedra), se materializó en cien años. En 1311 parece ser que la fábrica ya estaba concluida. A diferencia de otros edificios contemporáneos, en éste se conocen los nombres de los arquitectos que se sucedieron en la dirección de la obra. Los proporcionó el laberinto que ornó el pavimento de la nave central y que fue destruido al sustituirse el original por otro nuevo en el siglo XVIII. Gracias a un dibujo sabemos que trabajaron en Reims, y en este orden: Jean d'Orbais, Jean le Loup, Gaucher de Reims y Bernard de Soissons. En el laberinto venía especificada la labor ejecutada por cada uno de ellos. Así el primero fue artífice de la planta y de los trabajos iniciales en el ala oriental hasta el transepto, el segundo terminó el coro y edificó los fundamentos del cuerpo principal del edificio, el hastial occidental y las torres; el tercero intervino en las tres puertas abiertas a los pies del edificio y el último construyó varias bóvedas (cinco en total) y el gran rosetón de los pies. La planta de Reims muestra, como rasgo más sobresaliente, la hipertrofia de la cabecera, una de las particularidades de algunas iglesias francesas del siglo XIII, aunque aquí llega a ocupar la mitad justa de todo el edificio. En el resto de la construcción se siguen las pautas habituales. Tiene tres naves, transepto también de tres naves y, en su alzado, el muro interior presenta los tres niveles canónicos: arco, triforio y ventana. La zona de la cabecera ha alcanzado un gran desarrollo que contrasta con las dimensiones del resto del edificio hasta los pies. La amplitud de toda la zona oriental se justifica parcialmente por la necesidad de ubicar en ella el coro.
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La catedral de Reims, es uno de los edificios del gótico del norte donde la presencia de la escultura es más notoria, especialmente en la fachada occidental. En el exterior, cualquier espacio disponible se ha recubierto con esculturas y su interior presenta la rica v excepcional galería de personajes. Como se ha apuntado y en contraposición al modelo italiano, la plástica en las fachadas de esta tradición, tiende a sustituir a los principales elementos arquitectónicos y Amiens responde muy directamente a esta premisa.
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Este grupo es obra de un artífice anónimo que trabaja en Reims antes de que se deje sentir allí el influjo de Amiens. Poseedor de un oficio excelente, lo más llamativo de su producción es su carácter antiquizante. El tratamiento de las telas, o de las mismas cabezas, hace pensar en un escultor que conoce muy de cerca las obras del mundo antiguo. Esta mirada fija en el pasado, la búsqueda de inspiración en él, no son patrimonio exclusivo del Renacimiento. Las formas románicas y las góticas se gestan también al abrigo de los monumentos clásicos y tardoantiguos que pueblan el occidente europeo. La magnitud de los programas escultóricos de las grandes catedrales francesas hacen prácticamente imposible la existencia de unidad estilística entre los distintos equipos que trabajan en ellas. En el caso de Reims esto es evidente. Una misma portada acoge la obra antiquizante del Maestro de la Visitación, y este ángel sonriente de una Anunciación que responde a los presupuestos del arte cortesano y amable que triunfa durante la segunda mitad del silo XIII
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La serie sobre la catedral de Rouen refuerza las teorías de Monet iniciadas años antes con los Almieres. Según éstas, los objetos varían dependiendo de la luz que se les aplique. No es lo mismo una iluminación matutina que vespertina cuando incide sobre un mismo elemento. Aquí observamos la fachada de la catedral a pleno sol por lo que las líneas de sus contornos se difuminan y casi desaparecen. Los arcos de las portadas, el rosetón o la decoración gótica son absorbidos por el sol, provocando profundos contrastes de luz y sombra, sombra que ahora es más oscura aunque dominan en ella las tonalidades malvas. La rapidez del trazo refuerza la idea de inmediatez y especialmente la impresión que causa esta magnífica catedral gótica a Claude.
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De todas las versiones que el pintor impresionista realizó sobre el tema de la catedral de Rouen, probablemente ésta sea la más atrevida en el proceso de desmaterialización de los objetos por efecto de la atmósfera. A este respecto, dicha serie - una de las más conocidas y apreciadas por crítica especializada y gran público - parece haberle servido como introducción antes de afrontar retos mayores, como el que tendría lugar aproximadamente siete años después, en 1900 y 1901, durante sus estancias en Londres y las series que allí realizó sobre el Parlamento o los Puentes de Waterloo y Charing Cross. En la imagen que podemos contemplar ahora, la niebla ha cubierto casi por entero la enorme masa de piedra que es la catedral. Sus perfiles y volúmenes se han disuelto en una sinfonía de tonos azules y malvas, colores que han sido aplicados con pequeñas pinceladas.
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El proyecto de realizar una serie sobre la catedral de Rouen escapa con mucho a cualquier precedente de la historia de la pintura. Monet acepta casi una misión religiosa, la del arte, y decide estudiar cada ínfimo cambio de luz o de atmósfera en la ciudad y sus consecuencias en la imagen final que el espectador tiene de ese edificio. En esta ocasión, se ha elegido un momento de intensa luminosidad determinado por una hora cercana al mediodía. Bajo esa luz tan fuerte, la portada de la catedral se transforma en un ser vivo, que parece moverse y avanzar. El pintor pone especial énfasis en la elección de los colores, principalmente azules y dorados, que se introducen en cada uno de los huecos arquitectónicos de la catedral, siendo muy evidente en las tres puertas de entrada, los pórticos, a las que dota de intensa vida.