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obra
La reja plateresca de la catedral de Granada, realizada por Bartolomé de Jaén, se estructura en tres cuerpos, a modo de retablo; presenta cinco calles y crestería, donde sobresalen tanto el grupo del Calvario como diversas escenas de la Pasión de Cristo.
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En lo que a vidrieras se refiere, contamos con el conjunto de la catedral granadina como uno de los más excepcionales del Renacimiento español. Se realizará a mediados del siglo, corriendo a cargo de dos vidrieros: Juan del Campo y Teodoro de Holanda. Dos programas paralelos se desarrollan en la cabecera de la catedral. El primero ocupa las ventanas de la girola y se resuelve con temas referentes a la vida de la Virgen, Apóstoles, Evangelistas y Padres de la Iglesia. El segundo y principal, sobre la Capilla Mayor, muestra la historia de la Redención.
obra
La propia Isabel se encargará de promover la construcción de la Catedral, ocupando el espacio de la mezquita aljama. Las trazas fueron dadas por Enrique Egas a principios del siglo XVI, en estilo gótico, aunque la construcción fue dirigida por Diego de Silóe, siguiendo el nuevo lenguaje renacentista.
monumento
La catedral oscense se inicia hacia 1274, tomando una planta que evoca modelos cistercienses: rectangular, de tres naves de casi la misma altura, con cuatro tramos cada una, profundas capillas entre los contrafuertes y en la cabecera cinco capillas en línea recta, sobresaliendo la central. El crucero se cubre con bóveda de terceletes, fechada en el siglo XV.
obra
La portada principal de la catedral oscense, de mitad del siglo XIV, es la más importante de su estilo en Aragón. Se trata de una característica portada abocinada con un buen número de arquivoltas apuntadas rematadas por un gablete. El tímpano está presidido por la figura de la Virgen con el Niño mientras que en las jambas podemos observar un buen puñado de figuras barbadas casi de bulto redondo.
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A comienzos de septiembre de 1520 Forment contrataba el retablo mayor de la catedral de Huesca y, por exigencias del trabajo, se trasladó al año siguiente a la capital altoaragonesa, con familia y taller. El retablo de la catedral de Huesca, por sus características y envergadura, es la segunda gran obra y más cara (cinco mil ducados de oro) contratada por Forment, y uno de los proyectos más ambiciosos de Aragón. Hay que tener presente que, en esa fecha, regía la diócesis oscense otro prelado de la casa real, don Juan de Aragón y de Navarra, ilustre mecenas. Por todo ello, tanto en las condiciones, como en las trazas y en la calidad, el cabildo impone al artista que siga el modelo del Pilar zaragozano. Se da así el relevo como obra ejemplar del retablo de la Seo por el del Pilar. Uno de los aspectos que más se insiste en el contrato es el que se hagan trazas específicas de cada grupo escultórico a su tamaño verdadero. A propósito de la importancia concedida a los dibujos -el instrumento fundamental del arte del Renacimiento- es un testimonio interesante la cláusula introducida en el contrato de aprendizaje de Gregorio Pardo (hijo de Felipe Bigarny) con Damián Forment, suscrito en 1532, en la cual se especifica que, sin licencia del escultor, no pueda sacar de vuestra saca ningún debujo. Debían ser frecuentes los robos de dibujos por parte de los oficiales del taller de un maestro, como se vislumbra en el proceso judicial llevado a cabo en Huesca en 1548 contra Sebastián Ximénez, mazonero, discípulo de Forment, proceso que nos informa del mundo complejo de criados y aprendices que rodearon a este gran escultor y sobre la vida cotidiana en un taller renacentista. El programa iconográfico que se dio al artista en un principio sufrió modificaciones dando lugar al actual retablo, compuesto de sotabanco, banco doble, cuerpo de tres calles y guardapolvo. En el primero están dos medallones con el autorretrato de Forment y su hija Ursula, mientras en la parte inferior del banco aparecen siete historias de la Pasión de Cristo (Ultima Cena, Oración en el Huerto, Prendimiento, Flagelación, Coronación de espinas, Ecce Homo y Pilatos lavándose las manos) y encima se sitúa el apostolado, por parejas, y Cristo en majestad. En los extremos están los santos locales Lorenzo y Vicente. El cuerpo, como en el retablo del Pilar, es un gran tríptico con tres escenas solamente, pero aquí de tema cristológico: Camino del Calvario, Crucifixión y Descendimiento. Encima del grupo central se dispone el expositor con el Padre Eterno. En las vistosas polseras de madera, que parecen apoyar en dos excelentes esculturas de profetas en alabastro, se localizan los escudos del cabildo y repartida entre la mazonería hay una multitud de esculturas de diverso tamaño. Los mismos valores que aparecen en el Pilar se vuelven a repetir en Huesca: virtuosismo técnico, monumentalidad en las figuras y ambigüedad estilística, apreciable tanto en la manera de componer los espacios, así ocurre en el Camino del Calvario claramente gótico, como en las fuentes figurativas empleadas para las escenas. Si en los temas de la Pasión del banco utiliza grabados de Alberto Durero, la escena del Descendimiento está inspirada en una estampa del mismo tema de Marcantonio Raimondi, composición paradigmática que sirvió de modelo para la escultura y pintura, pero Forment acentúa los tintes dramáticos del ejemplar italiano. Además hay claros reflejos italianos en las composiciones arquitectónicas, en el molduraje y en numerosas figuras, desperdigadas por todas las escenas. El retablo se concluía en 1532 y en julio de 1534 realizaban la visura del mismo Miguel Peñaranda y Nicolás Orliens, imagineros de Huesca, formados con Forment. Esta espectacular pieza, al igual que la del Pilar de Zaragoza, pronto fue muy apreciada. En la catedral oscense se conservan piezas de gran interés, atribuidas a Forment; así un relieve de la Adoración de los Magos, donado por el canónigo Jorge Semper y el retablo de la capilla de Santa Ana, además de la imagen orante del fundador de la misma, el canónigo Martín de Santángel, ambos canónigos estuvieron relacionados con la obra del retablo mayor.