Es posible que antes de él hubiera allí una fortaleza árabe. Alfonso VI, al reconquistar Toledo, restauró allí un castillo para defensa de la ciudad, encomendando la guarda a una comunidad cluniancense.
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Una comunidad cluniacense será la encargada de la defensa de ese castillo, construido por Alfonso VI tras la reconquista de la ciudad, tomando posiblemente como base una fortaleza árabe anterior.
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Es posible que antes de él hubiera allí una fortaleza árabe. Alfonso VI, al reconquistar Toledo, restauró allí un castillo para defensa de la ciudad, encomendando la guarda a una comunidad cluniancense. Varias veces volvieron los árabes sobre Toledo tratando de reconquistarla, así que abandonaron los monjes el castillo y se encomendó su defensa al alcaide, Alvar-Yáñez Minalla, y luego a la Orden de los Templarios. Extinguida la Orden en el siglo XIII y ya sin moros en la costa, el castillo quedó vacío y comenzó su paulatina ruina. Un par de veces más fue restaurado, pero cuando la guerra ya no se hacía a base de espadas y saetas, el castillo quedó inservible, abandonado y empleado para encerrar bueyes. Actualmente está restaurado y acondicionado como colegio.
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El castillo de Santa Catalina se levanta sobre el cerro que defiende la ciudad de Jaén, a unos 820 metros de altura. Sus orígenes debemos buscarlos en época musulmana, siendo el rey Alhamar el encargado de realizar las primeras edificaciones. Cuando la ciudad fue tomada por Fernando III el Santo en 1246, el alcázar pasó a manos cristianas, realizándose diversas modificaciones. Sufrió largas etapas de abandono y durante la Guerra de la Independencia fue ocupado por tropas francesas, sirviendo como acuartelamiento y polvorín, quedando en un estado de franca ruina. Las Guerras Carlistas del siglo XIX provocaron el desarrollo de nuevas obras en el castillo. Ya en el siglo XX fue adquirido por un particular llamado Manuel Ruiz de Córdoba, quien quiso restaurarlo pero los trabajos apenas avanzaron. En 1948 el Ayuntamiento compra el castillo, que había sido declarado Monumento Histórico-Artístico el 3 de junio de 1931, siendo destinado a Parador de Turismo en 1965, destruyéndose buena parte de los restos. El Castillo de Santa Catalina ocupa una superficie de 170 metros de largo con tres recintos en su interior: el inferior, constituido por una serie de barbacanas; el central, donde se ubica el Parador; y el superior, donde se sitúa el Alcázar Nuevo, al que se accede por un arco ojival, destacando la Torre del Homenaje, con casi 40 metros de altura y tres estancias cuadradas en su interior, unida a otra torre sin antepecho a través de una muralla. Los tres espacios fueron unificados por las reformas llevadas a cabo en el siglo XV por el condestable Iranzo.
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Frente al castillo de Sarracín, en la margen izquierda del valle del río Valcarce, se levantaba la fortaleza de Santa María de Auctares, también llamada de Veiga. Esta fortaleza fue fundada en el siglo IX por el conde de Astorga, pasando posteriormente el castillo a la propiedad del noble Nezano Gudesteiz, despiadado personaje que no dudaba en cobrar los derechos de paso a los peregrinos que se dirigían a Santiago. El propio obispo Gelmírez no titubeó a la hora de denunciar sus actos, aunque con escasos resultados. La solución vendría cuando, para garantizar la seguridad de los peregrinos, las fortalezas de Vega de Valcarce fueron ocupadas por los caballeros de la Orden del Temple. En la actualidad, apenas quedan restos de este legendario castillo.
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La tradición cuenta que este castillo fue fundado por un poderoso noble local llamado Sarraceno en tiempos de Alfonso III. Este personaje ostentaba en el siglo IX los títulos de conde de Astorga y de El Bierzo. El castillo actual estaría fechado en el siglo XIV, encargado por el marqués de Villafranca, pasando posteriormente a la propiedad de los condes de Lemos. La fortaleza está situada estratégicamente en la margen derecha del valle, frente al castillo de Auctares, controlando ambos el paso de todos los viajeros. Para garantizar la seguridad de los peregrinos, ambas fortalezas estuvieron en manos de la Orden del Temple entre los siglos XII y XIV. El estado del edificio actualmente es bastante ruinoso y no parece que vaya a mejorar al ser una propiedad privada.