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El castillo de Antequera o fortaleza de "Papabellotas" está constituido por dos grandes torres enlazadas entre sí por un lienzo de muralla, en la que se han adosado dos pequeñas torres, semicilíndrica y semicuadrada. La mayor de las torres es la llamada Torre del Homenaje o de las Cinco Esquinas, torre nazarí de 16,75 por 17,70 metros, levantada con sillares regulares. Sobre este torreón se construyó en los siglos XVI-XVII el campanario que actualmente observamos. La otra torre se denomina Torre Blanca; mide 9 por 9,70 metros contaba con dos plantas, con una especie de patio interior en la más alta. La descripción que hace Madoz de este castillo en el siglo XIX es la siguiente: "En el punto más alto en que existió la antigua villa, que es el más alto de la ciudad e inmediato a la iglesia de Santa Maria y Plaza Alta, se halla el castillo cuya obra no se cree que sea de los romanos, reedificada por los godos y los agarenos. Sus muros y torreones fueron reparados últimamente por los cristianos, pero se descubre poco gusto en su arquitectura. Es de figura cuadrada, siendo sus paredones laterales de una consistencia admirable. Tiene dos torres que forman esquinas; una de ellas está destinada a polvorín y otra al reloj nombrado de "Papabellotas", propiedad del ayuntamiento y cuya campana tiene cien quintales de peso".
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En la zona más elevada de Arcos de la Frontera se halla su castillo, construido en el siglo XI y reformado en numerosas ocasiones a través del tiempo. Presenta tres torres, la más alta la del Homenaje, disponiéndose las construcciones en torno a dos patios, uno de los cuales dedicado a residencia palaciega. Sus altas murallas se coronan por pirámides. De este alcázar salían los lienzos que defendían la población, lienzos bastante deteriorados al servir de apoyo para las viviendas de la villa.
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La fortaleza presenta planta pentagonal irregular y alargada, protegiéndose por diversos cubos y atalayas.
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Las primeras noticias del castillo de Arévalo datan del siglo XIV ya que en este lugar estuvo retenida la reina doña Blanca, en 1353. Durante la centuria siguiente se realizaron algunas reformas para las que se utilizó piedra, empleándose ladrillo en el resto de las campañas constructivas. La fortaleza presenta planta pentagonal irregular y alargada, protegiéndose por diversos cubos y atalayas. Se accede por una portada con un arco de medio punto, sobre la que se levanta una atractiva cornisa compuesta por modillones dispuestos entre pequeños arcos apuntados. De grandes dimensiones es la torre del Homenaje, con planta curva al exterior y forma alargada. La zona superior se remata en piedra, debido a una ampliación de época de los Reyes Católicos. La torre se corona con una cornisa similar al resto de la edificación. Durante el reinado de Felipe IV el castillo fue destinado a prisión, custodiando en sus salas a algunos personajes importantes como el Príncipe de Orange o el duque de Osuna. En el siglo XX ha sido restaurado al ser convertido en silo.
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Sobre un peñón de 200 metros de altura se alza, majestuoso, el castillo que defiende la villa de Atienza. Los muros se adaptan al perfil del cerro, destacando su potente torreón del extremo sur, la torre del Homenaje, que tiene planta cuadrada. Tres líneas de murallas defendían la fortaleza y la villa, creando en el segundo recinto murado un patio de armas. Del poderío del castillo da testimonio que el Cid no quisiera entablar combate, al considerarlo una peña "mui fuert".
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En las aguas del Indre se levanta la majestuosa silueta del castillo de Azay-Le-Rideau, espléndida mansión campestre construida entre 1518 y 1529, durante el reinado de Francisco I. El edificio es una clara muestra de la simbiosis estilística que se manifiesta en Europa a lo largo de los primeros años del siglo XVI. El Renacimiento en Francia se va abriendo paso lentamente pero las referencias góticas aún persisten. Las lumbreras o lucarnas y las altas techumbres todavía aportan un aspecto medieval a la edificación, aunque el aire de fortificación desaparece. Las fachadas presentan sus elementos articulados de manera simétrica lo que es una clara muestra de las influencias renacentistas procedentes de Italia. La planta del castillo tiene forma de ele, habiéndose añadido torres circulares en las esquinas. Estas torres estilizan el edificio e incorporan la figura circular en la planta. El elevado techo se cubre de pizarra, contrastando su tonalidad oscura con las claras piedras de las fachadas. Las ventanas que se abren en los dos pisos están enmarcadas por pilastras jónicas, una aportación claramente renacentista al igual que las molduras paralelas que rodean el edificio.
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El castillo es uno de los monumentos más importantes de Baena. Pudo ser levantado en el siglo XI por los árabes con el fin de fortificar el asentamiento. Sin embargo, las últimas investigaciones lo sitúan a finales del siglo IX, en que llegó a la zona el rebelde del Emirato de Córdoba, Umar Ibn Hafsum. El castillo, que siempre estuvo bajo custodia de Baena, forma un gran cuadrado guarnecido por robustos baluartes y gruesas torres, sin que apenas se puedan vislumbrar en él rastros de su origen árabe. Junto a la puerta principal o Puerta de la Plazuela, se sitúa la Torre de las Arqueras, antigua torre del Homenaje, donde estuvo preso Boabdil el Chico, último monarca musulmán de Granada. En el lado opuesto, se sitúa la Puerta del Campo, junto a la cual se encuentra la Torre de los Cascabeles.
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Este fortín, fundado por el segundo califa cordobés Al Hakam II en el año 967, se llamó en su época Bury al-Hamma, tal y como se refleja en una inscripción cúfica conservada en el Museo Arqueológico Nacional. Conquistado por Fernando III en 1225, fue reformado posteriormente en varias ocasiones. El castillo presenta planta ovoidal, rodeada por catorce torres de forma cuadrada presididos por la Torre del Homenaje, llamada popularmente almena gorda. El conjunto, en el que apenas se abren vanos, se remata por almenas cuadradas. En el patio encontramos un gran aljibe con dos naves separadas por pilares que se cubre por una bóveda de cañón.