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No cabe duda de que, a pesar de lo comentado en relación a las pinturas murales de la capilla de San Martín o del Aceite de la catedral de Salamanca, es probablemente a través de la miniatura por donde en tierras castellano-leonesas se introduce el nuevo estilo pictórico. Los importantes scriptoria de tradición románica, como los de San Isidoro y los de la catedral de León, a lo largo del siglo XIII, continúan trabajando al igual que lo hacen otros, quizá de menos raigambre (San Pedro de Cardeña, San Andrés de Arroyo, San Millán de la Cogolla, Burgo de Osma, Avila, etc.) pero que producen también libros de alta calidad artística. De toda la producción, la miniatura alfonsí, realizada seguramente en su mayor parte en Sevilla, fue la que traspasó en el tercer cuarto de siglo XIII los limites de lo románico para presentar un nuevo arte que, si bien tiene que ver con lo francés, con lo italiano e incluso con lo inglés, surge de una tradición todavía no bien clarificada. Aparte de sus aportaciones formales, la miniatura promovida por Alfonso X se distingue por su preferencia hacia temas profanos (El Lapidario, El Libro de los juegos, El Libro del Saber de Astronomía, algunas de cuyas miniaturas pudieron terminarse en tierras burgalesas, La Grande e General Estoria) y, en este sentido, no se puede olvidar que la obra más preciada de la serie, Las Cantigas, si bien obedece a una temática religiosa, traza con precisión la vida cotidiana de la época. En el ámbito de la decoración mural, la catedral vieja de Salamanca es con seguridad el lugar más rico en ese tipo de pintura. Además de la primeriza de la capilla de San Martín, destaca la que decora diversos sepulcros: el del obispo Rodrigo Díaz (1339), dispuesto en el muro norte de la propia capilla de San Martín, el del obispo Don Pedro (1324), que se encuentra en la capilla de San Nicolás del crucero, y los cuatro dispuestos en el brazo sur, también del crucero: el del arcediano Diego Garci López (1324), el de Doña Elena, el del chantre Aparicio Guillén (1287) y el de Don Alfonso Vidal. En la propia Salamanca, la iglesia de San Marcos posee también restos pictóricos que cabe clasificar de protogóticos, y en la provincia hay que mencionar los murales de la parroquial de Aldeanueva de la Frontera. En tierras vallisoletanas debió de arraigar con fuerza la pintura protogótica, a juzgar por los pocos pero interesantes restos que de ella han perdurado hasta la actualidad. De ellos los más notables son los de la iglesia de San Pablo de Peñafiel, parte in situ, parte en el Museo Arqueológico de Valladolid. Es curiosa su iconografía, que gira en torno al Juicio Final, pero en la que sobresalen los episodios relativos a María Magdalena y el tema, poco habitual en la pintura de la época, de los tres vivos y los tres muertos. Por inercia se citan las pinturas de la iglesia de San Pedro de Alcazarén, en la actualidad prácticamente desaparecidas y que sólo podemos conocer gracias al estudio que, en 1924, les dedicó el historiador Francisco Antón, el cual afirmaba:"...Estas pinturas tan interesantes son obra del siglo XIII, acaso avanzado. Conozco otro ejemplar análogo: Los frescos del ábside de San Pedro de Toro, iglesia hermana de esta de Alcazarén, en el estilo, en la época y en la advocación...". Si casi se han perdido las pinturas de San Pedro, recientemente, en la iglesia de Santiago del propio Alcazarén, se ha descubierto tras el retablo barroco la decoración mural del ábside que muestra el tema de la Maiestas Domini acompañada del apostolado. Del monasterio cisterciense de Santa María de Valbuena de Duero, en la llamada capilla del Tesoro, se conserva bien restaurada la decoración de diversos arcosolios de función funeraria con bellas escenas de corte y de caballeros. Destacan sin duda el arcosolio de Doña Estefanía y el de Armengol IV, cuyas pinturas, junto a las señoriales barcelonesas, a las del castillo de Alcañiz y a las de la ermita de Cabañas de la Almunia de Doña Godina, constituyen la máxima expresión de la iconografía caballeresca en el protogótico hispánico. Zamora puede considerarse también un importante centro de pintura protogótica. Los principales murales son los procedentes del Real Convento de Santa Clara de Toro, dispuestos en la actualidad en la iglesia de San Sebastián de los Caballeros y con un curioso ciclo iconográfico dedicado a Santa Catalina de Alejandría y San Juan Bautista, que firmó Teresa Diez, probablemente una clarisa del propio convento. En la misma Zamora quizá los restos más notables sean los que cubren los nichos del ábside de la derruida iglesia de San Pedro del Olmo, con la visión teofánica y el apostolado. En ellos se hace patente un cierto regusto italianizante, si bien algunas imágenes, como la del Agnus Dei, surgen plenamente de la tradición románica. Segovia conserva asimismo restos de murales protogóticos, como los de la iglesia de San Millán de la propia capital y los más tardíos de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Martín Muñoz de las Posadas. En el valle del Duero soriano el mundo tardorrománico y el protogótico se juntan en una serie de decoraciones murales, como la de la capilla del Sancti Spiritus, de Burgo de Osma, las de Nuestra Señora del Rivero y San Miguel de San Esteban de Gormaz y la de San Martín de Rejas de San Esteban, sin olvidar la de la iglesia de San Nicolás de Soria. La enumeración de los fragmentos protogóticos en tierras castellanas sería larga, desde los de la catedral de Avila a los de San Isidoro de León (capilla de los Quiñones), pasando por los de la provincia de Burgos. En esta última, sin embargo, lo que destaca son las pinturas, en este caso sobre tabla y pergamino, que se hallaron en la sepultura de Sancho Saiz de Carrillo, de la iglesia de Mahamud (Museo Nacional de Arte de Cataluña). En ellas hay que destacar su contenido expresionismo y una preciosa factura que se puede relacionar con la de las decoraciones de algunas techumbres mudéjares. Al respecto hay que citar los restos hallados en el claustro del monasterio de Silos y algunas muestras ya del siglo XV, como las de San Millán de los Balbases.
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En 1474, al morir Enrique IV, sube al trono de Castilla la infanta Isabel y cinco años más tarde Fernando era proclamado rey de Aragón. Tras solucionar los graves problemas internos de ambos Estados (anarquía nobiliaria en Castilla y secuelas de la guerra civil en Cataluña), Fernando e Isabel ocupaban en 1492 el último de los reinos musulmanes de la Península, poco después decretaban la expulsión de los judíos y en su nombre Cristóbal Colón llegaba al continente americano. La conquista del reino granadino, la expulsión de los judíos y la unión de castellanos y aragoneses bajo unos mismos reyes cierran, para muchos historiadores, la Edad Media, cuyos límites cronológicos coincidirían en la Península con los de la reconquista, entendiendo por tal la búsqueda consciente de la unidad política y religiosa perdida tras la invasión musulmana. Estos hechos serían la culminación de un proceso consciente e inevitable, producto de una voluntad colectiva basada e influida por la tradición visigoda, pero este modo de analizar la historia medieval hispánica tiene más en cuenta la realidad moderna y contemporánea que la medieval. El matrimonio de Isabel y Fernando no fue la culminación de tendencias unificadoras sino el resultado de situaciones concretas y, por tanto, modificables. Por sí solo no significaba la unidad. Castilla y Aragón -lo mismo puede decirse de Navarra, incorporada entre 1512 y 1515 a Castilla- mantuvieron su propia organización independiente hasta el punto de que Fernando el Católico fue expulsado de Castilla después de la muerte de Isabel y contrajo nuevo matrimonio que de haber tenido descendencia habría llevado a separar nuevamente Aragón y Castilla: el primer reino sería para los hijos del segundo matrimonio, y Castilla pertenecía a Juana, hija de Fernando e Isabel. El matrimonio no fue, por tanto, la culminación de un proceso medieval aunque se sitúe en la linea de la política de enlaces de los Trastámara, sino el comienzo de una fase de unificación histórica, cuya suerte dependerá del juego de fuerzas existentes, de la voluntad de quienes en adelante integren el nuevo Estado y de la habilidad de sus dirigentes. La conquista de Granada puso fin a la presencia política de los musulmanes en la Península pero no llevó, como se ha dicho, a la unidad religiosa de los hispanos. Los vencidos fueron autorizados a permanecer en el reino y su asimilación religiosa se produciría lentamente o no tendría lugar, como lo prueba que en el siglo XVII tuvieran que ser expulsados del reino numerosos moriscos descendientes de los granadinos o de los musulmanes vencidos en los siglos XI-XIII. Unidad política y unidad religiosa no son por tanto dos realidades de la época de los Reyes Católicos sino dos ideas por cuyo logro trabajaron activamente Fernando e Isabel al organizar y extender a todos sus dominios la Santa Hermandad y la Nueva Inquisición, al impulsar la reforma de las órdenes religiosas y al controlar las órdenes militares. Esta marcha hacia la unidad se realiza desde y por Castilla, el reino más importante, con mayores recursos humanos y económicos y en el que los reyes gozan de mayor libertad al no estar limitado su poder por las Cortes ni por los Fueros nacionales. Por estas razones, Castilla se convierte en el centro del nuevo Estado con el que inconsciente o deliberadamente se tiende a identificarla hasta el punto de que castellano y español son, para muchos, sinónimos. La política exterior de los dominios unidos por los Reyes Católicos estuvo igualmente dirigida por Castilla, pero tuvo en cuenta tanto los intereses atlánticos castellanos como los mediterráneos de la Corona de Aragón, y la confluencia de ambos llevará a los reyes a intervenir simultáneamente en Italia y en Flandes para contener a Francia, convertida en época de Luis XI y de sus sucesores, en una de las mayores potencias europeas. El expansionismo francés en el Atlántico Norte y en el Mediterráneo explica en parte el mantenimiento de la unión de castellanos y aragoneses que, por separado, no estaban en condiciones de hacer frente al gran Estado ultrapirenaico contra el que Isabel y Fernando concertarán alianzas político-militar-económicas refrendadas como era habitual por acuerdos matrimoniales que harán de Carlos V -sucesor de hecho de Fernando- emperador de Alemania, rey de Castilla, León, Aragón, Valencia y Mallorca, Conde de Barcelona y señor de los Países Bajos y de gran parte de Italia como heredero del napolitano Alfonso el Magnánimo. En el Atlántico Sur la expansión castellana se hallaba amenazada por los portugueses cuyo rey, Alfonso V, tomó parte activa contra los Reyes Católicos en la guerra civil que se produjo a la muerte de Enrique IV. Los problemas internos de Castilla y la rivalidad atlántica hallaron una primera solución en los tratados de Alcaçobas-Toledo (1479), que serían completados en Tordesillas (1494), poco después de que el descubrimiento del continente americano obligara a una revisión de los acuerdos. En pocos años, Castilla ha logrado superar las divisiones internas y la guerra civil endémica que arrastraba desde el siglo XIII y ha impuesto su hegemonía sobre los reinos peninsulares, con la única excepción de Portugal. Unidos, castellanos, aragoneses y navarros bajo la dirección de Castilla controlarán en la época moderna gran parte de Europa y de América, y las bases de este dominio tienen su origen en la Edad Media y en el reinado de los Reyes Católicos que logran imponer la autoridad monárquica a nobles y ciudades.
Personaje Literato
Con quince años entró en la corte como paje de Fernando el Católico y luego ascendió a secretario del infante Fernando. En este tiempo fue testigo de numerosas intrigas protagonizadas por el infante para poder desplazar a su hermano Carlos V de la corte. Hacia 1515 se abre de nuevo una laguna sobre la vida de Castillejo y no se le vuelve a localizar hasta una década después. Parece ser que este tiempo se dedicó a la vida religiosa e ingresó en la orden del Cister. Hacia 1525 entró al servicio del archiduque Fernando como secretario, por lo que se trasladó a Viena. Durante los veinticinco años que permaneció en esta ciudad realizó numerosos viajes por el resto de Europa. Como secretario no recibía un gran sueldo por lo que en varias ocasiones Martín de Salinas le rogó al emperador que le concediese alguna ayuda. Cuando esta ayuda por llegó ya era tarde. Su muerte impidió que cobrara todo lo que se le había asignado. Las ideas de Erasmo tuvieron gran repercusión sobre este personaje. Como poeta fue uno de los representantes de la escuela tradicional castellana. Entre sus obras más conocidas cabe citar "Represión contra los poetas españoles que escriben en verso italiano" o "Contra los encarecimientos de las coplas españolas que tratan de amores". Se le ha llegado a catalogar como "antirrenacentista", pero otros autores afirman que Castillejo sí defiende una renovación aunque distinta a la propuesta de Boscán y Garcilaso. En lugar de apostar por las influencias italianas, muestra una tendencia mucho más nacionalista. Otra de sus obras más famosas fue el "Sermón de amores". Después de su muerte se publicaron otras obras como "Diálogo entre la verdad y la lisonja" o "Historia de Píramo y Tisbe".
monumento
Esta localidad burgalesa antiguamente estaba fortificada, defendiendo la frontera del Condado de Castilla, como atestigua este castillo edificado en el siglo XIV. Actualmente se conserva un torreón de planta cuadrada y factura sencilla, recientemente restaurado.
obra
Estos restos defensivos que contemplamos formaban parte de la amplia alcazaba de la localidad sevillana, mandada construir en el año 1172 por el califa almohade. Tras la conquista de la ciudad por Fernando III, se realizaron en la fortaleza numerosas reformas, añadiéndose al recinto defensivo las murallas de la propia ciudad.