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Arte Islámico

Desarrollo


Complemento de todo palacio fue la jardinería, siempre inspirada en la literatura; una de estas fuentes fue el Paraíso prometido a los creyentes nacidos en la seca Arabia, y que el Corán describe como un parque, situado en las alturas, en el que los bienaventurados, en carne y hueso, disfrutarían de comodidades tales como sombra perpetua y orientable a voluntad, temperatura perfecta y estable, incontables árboles con flores y frutas inéditas, aunque se mencionan expresamente lotos, narcisos, azucenas, rosas, arrayanes, palmeras y granados, todo ello regado por cuatro clases de ríos; en estos vergeles y en unos magníficos y altísimos palacios reposarían en bancos y lechos donde serían atendidos por huríes de ojos negros y jóvenes bellos como perlas vestidos de verde. Los primeros jardines se dieron en los palacios del desierto, pues en Qasr al-Hair al-Sarqi se documenta un hair (parque cinegético) de 850 ha, mientras en el palacio de Jericó la mitad de la superficie disponible estaba dedicada a jardín, presidido por un estanque del que emergía un elaborado pabellón. En los palacios abbasíes existieron inmensos jardines y parques, capaces de hacer palidecer al mismísimo Salomón y que fueron descritos en "Las Mil y Una Noches"; algunos de ellos, datados en el segundo tercio del siglo IX, han sido excavados en fechas ya antiguas y tenemos magras descripciones que nos permiten entrever algunos datos de interés: salones de aparato con cúpulas, ligados a grandes patios y explanadas, con fuentes y estanques descomunales y organizaciones de crucero, es decir, con planta en forma de cruz.

La literatura nos permite añadir color a estos rasgos: árboles metálicos llenos de pájaros artificiales, diversos géneros de autómatas, espesuras dedicadas a los ruiseñores, amén de frondosa vegetación ordenada y animales de toda especie. En Egipto Ibn Tulun creó un palacio, Al-Maydan, que poseía hipódromo y campo de polo; casi a fines del siglo su hijo construía un jardín, en cuya sección botánica se consiguieron raros injertos y cuyas palmeras metalizó al forrar sus troncos con planchas de cobre, para ocultar las conducciones de unos surtidores; además consta que mandó modelar imágenes recortando arrayanes, construir una gran pajarera y un pabellón dorado en el que se mostraban efigies suyas y de sus mujeres y un estanque de mercurio, donde reposaba en un colchón flotante. En las fincas de recreo de los alrededores de Córdoba existieron importantes jardines, como el que se describe en un texto coetáneo y que fue propiedad de un visir del siglo X: "El hair es uno de los más maravillosos, más hermosos y sin falta lugares de placer. Su patio es de mármol puro; una corriente lo atraviesa, moviéndose como una serpiente. Hay también una alberca donde van a parar todas las aguas. El tejado del pabellón está decorado en oro y azul y en estos colores están decorados los laterales y varias partes. El jardín tiene hileras de árboles simétricamente alineados y las flores sonríen desde los espacios abiertos. El follaje del jardín evita que el sol se asome al terreno, y la brisa soplando día y noche.

(... al dueño) le divierte conversar allí y descansar mañana y tarde". Aunque el autor de este texto, el poeta Ibn Subaid, que fue enterrado en este jardín cordobés llamado Hair al-Zayyali, recurrió a tópicos para su descripción, es evidente que tenía un soporte material; este Hair se convirtió en parque público, ya en el siglo XI, por disposición testamentaria de su propietario. En Madinat al-Zahra hay varios jardines, de los cueles el mayor tiene como protagonista el Salón Rico, pues muestra una composición simétrica respecto a su plano axial; delante de aquél, corre una larga terraza cuya parte más cercana está ocupada por una gran alberca cuadrada; a continuación existió un pabellón exento cuya planta reproduce la del Salón. En los costados y trasera de esta pieza aparecen tres albercas rodeadas por la prolongación de los andenes de la terraza, que las abrazan; el contorno de esta serie de paseos está circundado por otra red de andenes y otra de canalillos enlucidos con mortero rojo, para distribuir el agua de las albercas; este jardín remite tanto a Samarra (apertura al paisaje, correspondencia salón/pabellón, reparto en crucero...), como a Siria (apariencia amurallada, pabellón rodeado por albercas...), siendo los edificios y su decoración muy cordobeses. Otro jardín, el de la Casa del Príncipe, tiene planta rectangular, alargada, cuyos extremos edificados son salas muy sencillas, abiertas al jardín mediante tríforas.

El tratamiento del patio sigue el plano de simetría que marcan los citados huecos y como en todos los patios de la ciudad existió un andén perimetral, pero dadas las exiguas dimensiones del conjunto el desnivel con la parte terriza casi se eliminó. El protagonismo lo ostenta una alberca cuadrada y profunda, que está abrazada por la prolongación de los andenes. Este sirve de eslabón con otro posteriores, aunque hemos de aguardar más de un siglo para documentar el siguiente ejemplar, ya que los jardines Muluk al-Tawaif nos han llegado sólo textos, y poco de sus formas; así abundan los de los palacios de Tulaitula, mientras los restos materiales aparecen en las alcazabas de Saraqusta y Malaqa, y poco después, en las segundas Taifas, en el palacio murciano del Castillejo de Monteagudo. El segundo capítulo de la historia de los jardines de Al-Andalus es sevillano y almohade. Comenzó en el año 1171 cuando el califa Abu Yaqub Yusuf tomó la siguiente decisión: "En este mismo mes de este mismo año (octubre de 1171) mandó también el Amir al-Murninin construir sus palacios hermosos y felices llamados la Buhayra (La Alberca o Laguna), en las afueras de la puerta de Yahwar de Sevilla (..) y se acabó con el máximo perfeccionamiento y se cercó la construcción por sus cuatro costados con un muro que la defendía y la protegía (..) cuando se acabó la construcción que había fundado, se cuidó de llevar el agua para regar lo que había plantado".

Aún se conserva la alberca, una parte del acueducto, un sector de la cerca y una inmensa huerta llamada del Rey y hace ya algunos años que se excavó el palacio; resultó ser un castillito, descrito como sigue por un texto del XVII, que equivocó el promotor: "(...) En la parte principal del estanque, labró el Marqués de Tarifa un cenador alto y bajo donde concurrían los caballeros y las señoras a festejar al Marqués y después a los Duques; y por no haberlo reparado está casi arruinado (..) labró en ella una recreación de piezas altas y bajas con cuatro torres a las cuatro esquinas, sobre un bellísimo estanque que junto a ella hizo (..)". El acueducto surtía los Alcázares de Isbiliyya, donde existen dos jardines, derivados también de ideas cordobesas; el más viejo es el Patio de Contratación, que es de crucero y cuadrado, con los andenes perimetrales estrechos y los que se cruzan en el centro anchos, para dar espacio a una ría cruciforme que, gracias a cuatro puentecillos, forma en el centro una alberca circular. Los cuarteles están rehundidos casi dos metros respecto a los andenes y sus paredes son arquerías en relieve, estucadas y pintadas al fresco fingiendo puertas, también la ría ostentaba pinturas a la almagra, tanto geométricas como florales. En el Alcázar existe otro patio, llamado del Yeso, que pudiera ser también de los últimos años del siglo XII, aunque plantea problemas de datación y está bastante mutilado, por lo que sólo retendremos la novedad del surtidor de taza rasante que aparece en el centro de la citada Sala y que por medio de un canalillo de mármol surte la alberca.

El más antiguo de los jardines nazaríes es el Generalife, Yannat al-Arif (Jardín del Arquitecto), que se fecha en época de Ismail (1314-1325); consta de un Cuarto Real, que es un mirador ubicado en el extremo norte y proyectado sobre el paisaje circundante, el Patio de la Acequia, jardín larguísimo y estrecho que sirve de transición y paso desde la tercera parte, que es el bloque de entrada, grupo de estancias que permiten resolver los desniveles del acceso. Hasta 1958 la disposición del jardín estaba presidida por una larga ría, flanqueada por alineaciones de saltadores y alimentada además por un surtidor de taza rasante en cada extremo; estando el resto acuartelado en crucero. El segundo jardín, por orden cronológico, es el más sencillo, pues el Patio de los Arrayanes tiene sólo una gran alberca, con fuentecillas de taza rasante en los extremos y dos mesas de arrayán recortado; el modelo es también almohade, el del Patio del Yeso. El más importante y conocido de los jardines de la Alhambra es el llamado de los Leones por los que sostienen en alto la taza de su fuente; hoy sabemos que, además de alguna modificación cristiana, la parte más antigua de esta fuente procedía del palacio del judío Ibn Nagrella, del siglo XI y fue aprovechada en las obras de época de Muhammad V, del XIV; el esquema se basa en las salas perimetrales y las galerías que lo convierten en un claustro, cuyos lados cortos muestran unos pabellones salientes de compleja estructura columnada. Cuatro fuentes rasantes signan los rincones del patio, mientras otras cuatro, situadas en las salas de los lados cortos y en los pabellones, forman el crucero de agua en cuyo centro se sitúa la sobreelevada fuente. En el resto de los países islámicos, especialmente en Persia, existen jardines interesantes, pero el hecho de que la mayoría haya continuado en uso durante siglos modificando sus formas, y que además todos sean muy tardíos, nos aconseja, ante la falta de espacio, dejarlos para otra ocasión.

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