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Las Monarquías polaca, bohemia y húngara mantuvieron importantes intereses en los Balcanes durante la Baja Edad Media, debido a la posición estratégica que éstos ocupaban frente al avance turco. Croacia, unida a la Corona húngara por mor de los "Pacta Conventa" de 1102, mantuvo su autonomía a través de una administración propia, encabezada por un "ban" o gobernador. Tras la victoria turca en la llamada batalla del Campo de Sangre (1493), los croatas resistieron durante algunos años bajo el mandato del gobernador Krsto Frankopan. La actual Rumania, dividida durante el periodo medieval en una serie de principados independientes, giró también en torno al área de influencia de la dinastía real húngara. El voivoda Basaraba (fallecido en 1304), príncipe de la Pequeña Valaquia, combatió las miras expansionistas de Carlos Roberto de Anjou, quien tuvo que claudicar ante la belicosidad del valaco y ceder parte de los territorios del Danubio. No obstante, años más tarde, otro voivoda de Valaquia, Mircea el Viejo (1386-1418), participó como aliado de Segismundo de Luxemburgo en la batalla cruzadista de Nicópolis (1396). En ciertas ocasiones los príncipes valacos jugaron a dos barajas, reconociéndose al mismo tiempo vasallos de Hungría y del Imperio otomano. Así, Vlad Dracul (murió en 1446) rindió homenaje a Segismundo y a Amurates I; años más tarde, tras enviar a su hijo al frente de 4.000 hombres al campo de batalla de Varna y conocer la derrota cruzadista, apresó a Juan Hunyadi para cobrar un importante rescate.

Los enlaces dinásticos entre Hungría y Polonia hicieron posible que a mediados del siglo XV el príncipe de Moldavia Alejandro el Bueno jurara fidelidad a los reyes polacos. Este juramento fue respetado por sus hijos, pero no por su nieto, Esteban el Grande (1457-1504), al considerarse suficientemente fuerte para mantener la lucha contra los turcos por sí sólo. Entre 1497 y 1499 Juan I Alberto de Polonia llevó a cabo una expedición de castigo contra el voivoda moldavo, que finalizó con el descalabro de las tropas polaco-lituanas y la contraofensiva de Esteban sobre la ciudad polaca de Przemysl. Las influencias centroeuropeas no se limitaron al campo estrictamente político, al incidir también sobre la vida cultural de los Balcanes. Así, a lo largo del siglo XIV penetró en Moldavia la arquitectura gótica de procedencia bohemia y en la segunda mitad del siglo XV los influjos del Renacimiento italiano invadieron la Corte de Esteban el Grande, procedentes de Hungría. El Humanismo latino también contó en las regiones balcánicas con figuras como Iván Cesmicki, obispo croata de Pécs y autor de diversas composiciones bajo el seudónimo de Juan Panonio. Desde el punto de vista comercial, el protagonismo de los mercaderes italianos, venecianos en su mayoría, eclipsó la presencia del elemento centroeuropeo. Tras la caída de Caffa (1475), los tratantes italianos, atraídos por los yacimientos de plata serbios, comenzaron a comprar esclavos en los mercados balcánicos controlados por los turcos, abandonando los habituales enclaves del Mar Negro.

Numerosos serbios y dálmatas se incorporaron a la servidumbre doméstica de las principales familias venecianas. El contacto permanente entre la Cristiandad latina y la oriental, junto al mantenimiento de las tradiciones eslavas, hicieron posible el surgimiento de una diversidad cultural en toda la zona, que pese a su raíz altomedieval aún pervivía en los siglos XIV y XV. Así, en países como Hungría, de marcada tradición latina, todavía existían iglesias de rito oriental hasta comienzos del siglo XIV; en los dominios húngaros de Transilvania éstas perduraron durante la centuria siguiente. Este particular acervo cultural cristalizó en el desarrollo de un arte propio, auspiciado por el mecenazgo real y en el que confluyeron influencias occidentales y orientales. El emperador Carlos IV fue el gran mecenas del gótico bohemio, surgido de la mano de Matías de Arras y Pedro Parler de Gmünd. Dos de sus discípulos, Wenceslao de Praga y Juan de Prachatice, continuaron su obra con la construcción de nuevas iglesias: San Carlos (Praga), Santa Bárbara (Kutna Hora), San Jacobo (Brno), etc. El gótico bohemio no se difundió solamente por Polonia, Hungría y Transilvania, ya que también alcanzó Croacia, en donde los artistas de las ciudades de Sibenik y Trogir supieron mezclar los influjos bohemios con los procedentes de Venecia. La lengua eslava retomó un gran protagonismo, sobre todo tras el éxito del movimiento husita, que, entre otras muchas cosas, exigía el final del monopolio del latín como lengua litúrgica. La relación existente entre el desarrollo de las lenguas eslavas y la reforma religiosa trajo como consecuencia la aparición de numerosos libros y textos de himnos litúrgicos, como el "Kancionál Jistebnicky" o las "Lamentaciones de Nuestra Señora", ambos escritos en checo. La lengua magiar tuvo una presencia menor en la literatura de la época, debido en gran parte al impulso humanístico que recibió el latín desde la Corte de Matías Corvino; sin embargo, cabe destacar entre la escasa producción en húngaro la composición "O Mária Siralom".

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