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El final de la dinastía de los Arpad, acaecida a la muerte de Andrés III en 1301, trajo consigo la división del país. Ladislao V (1301-1305) y su primo Otón de Wittelsbach consiguieron importar su autoridad sobre el norte y el oeste de Hungría, gracias al apoyo de las familias Csák y Aba. Por su parte, Carlos Roberto de Anjou, candidato real que contaba con el favor del Papa, obtuvo los territorios croatas pertenecientes a la Corona de San Esteban, desde donde pretendió ocupar el resto del país. Los esfuerzos del mandatario no fueron baldíos, ya que en 1307 la Dieta húngara aceptaba a Carlos Roberto como único rey. Carlos Roberto de Anjou (1307-1342) trató de restablecer el poder real, debilitado por la pujanza de los principales linajes de la alta nobleza. Entre 1311 y 1318 sostuvo un enfrentamiento armado con Matías Csák, quien consiguió atrincherarse en sus fortalezas de Komáron, Nyitra y Trencsén; el rey no consiguió imponer su autoridad hasta la muerte de Matías en 1321, que supuso un duro golpe para las ambiciones nobiliarias. En 1335 firmó un pacto defensivo con Juan de Bohemia y Casimiro III de Polonia, ante las amenazas del Imperio, enemigo tradicional de la casa de Anjou. El monarca angevino mantuvo las antiguas instituciones de los Arpad, como la "Curia Regis" (consejo real formado por los familiares del rey, los oficiales más importantes del Reino y los representantes de la alta nobleza) o la Dieta (asamblea de los delegados del clero, la baja nobleza y las ciudades), y desarrolló la cancillería real, encabezada por un protonotario.

También reorganizó el ejército feudal, al incorporar tropas mercenarias y formar los llamados regimientos de bandera, dirigidos por oficiales reales; la frontera oriental del país (Transilvania, Valaquia y Moldavia) fue asignada a tropas autónomas bajo mandos locales. Carlos Roberto trató de imponer su autoridad a través de la captación de nuevos recursos para la Monarquía. A tal efecto promulgó la ley sobre el monedaje, que convertía la moneda en monopolio real y favorecía las primeras acuñaciones de florines de oro (1325), sobre el modelo florentino (3,25 gramos). En esta misma línea de actuación, creó nuevas tasas que incidieron sobre la población judía, las ciudades reales y los beneficios eclesiásticos; dichos impuestos pasaron a ser controlados por las Cámaras Reales de Finanzas. Su hijo y sucesor, Luis el Grande (1342-1382), consiguió mantener la dirección efectiva del Reino, gracias a sus grandes recursos patrimoniales. Reforzó el poder real con el apoyo de la baja nobleza y las ciudades y mejoró la condición del campesinado mediante la promulgación del edicto de 1351, que ordenaba la cumplimentación escrita de los censos, servicios y obligaciones de los campesinos y decretaba la libertad de desplazamiento para los mismos. El monarca involucró a Hungría en las luchas dinásticas por el control del Reino de Nápoles, feudo angevino. Tras el asesinato de su hermano Andrés, monarca napolitano, Luis inició una campaña militar en Italia, que se desarrolló entre 1347 y 1350 y que concluyó con su momentánea coronación como rey de Nápoles.

Su éxito en la península italiana supuso también la restitución de las ciudades dálmatas a Hungría por parte de Venecia. En 1370 Luis el Grande fue elegido rey de Polonia en virtud de un acuerdo previo con Casimiro III. Su brillante política internacional se vio coronada por el triunfo contra los turcos en 1371. A raíz de la victoria, numerosos príncipes balcánicos solicitaron la protección del monarca frente al avance turco. Luis dejó dos herederas, María y Eduvigis. La primera, casada con Segismundo de Luxemburgo, reinaría en Hungría, mientras que la segunda, desposada con Jaguellón de Lituania, lo haría en Polonia. Sin embargo, su ascenso al trono no fue tarea fácil, ya que su legitimidad fue contestada por la nobleza de ambos países. El caso de Eduvigis ya ha sido analizado con anterioridad, por lo que cabe centrarse en la figura de María de Hungría. La juventud de esta hizo necesaria la creación de un Consejo de regencia, encabezado por la reina madre Isabel y por el noble Nicolás Garai. Este Consejo no contaba con las simpatías de la mayoría de la nobleza, que apoyaba a un candidato alternativo al trono, Carlos de Nápoles, sobrino de Luis el Grande. Las familias Cillei y Garai, partidarias de María, viendo la debilidad de la posición de su favorita, ofrecieron la Corona a Segismundo, miembro de la familia imperial, quien derrotó en 1387 a la facción carolina. Segismundo, tras la muerte de María en 1395, se convirtió en rey de Hungría.

El nuevo monarca tuvo que hacer frente a la presión turca, acrecentada tras el acceso al sultanato de Bayaceto en 1389. Este había derrotado a los serbios en Kosovo (1393), sometido a los búlgaros (1395) y vencido al príncipe valaco Mircea, quien buscó refugio en la Corte húngara. La amenaza otomana hizo estallar la Cruzada en toda Europa, alentada por el emperador bizantino Manuel II Paleólogo y por el papa Bonifacio IX. Pese a la leva generalizada, Segismundo, al frente de un ejército de cruzados procedentes de diversas regiones europeas, fue derrotado en la batalla de Nicópolis (1396). Esta derrota marcó el inicio de la consolidación turca en los Balcanes, confirmada por el nuevo triunfo de los ejércitos otomanos en 1412, la amenaza sobre la fortaleza de Belgrado y la firma de un tratado de paz en 1419, poco halagüeño para la frontera oriental de Hungría. Desde el punto de vista interno, las guerras sucesorias y la cruzada contra los turcos extenuaron los recursos de la Corona. El rey, necesitado de dinero, alienó parte de los dominios reales, base de la autoridad de Luis el Grande, y subió los impuestos. Los mayores beneficiados de las ventas del patrimonio real fueron los Cillei y Garai, auténticos dominadores de la escena política húngara, sobre todo tras las segundas nupcias de Segismundo con un miembro de la familia Cillei. Esta imagen del monarca acosado por las deudas y presto a vender el patrimonio real ha sido matizada por historiadores como E.

Fugedy. La nobleza contraria al monarca y al clan Cillei-Garai aunó sus fuerzas en torno a Ladislao, hijo de Carlos de Nápoles, y consiguió apresar a Segismundo entre abril y mayo de 1401. No obstante, el rey se hizo con la victoria final en su pulso con la nobleza, gracias a la intervención de tropas bohemias. En 1405 promulgó una serie de privilegios para apaciguar los ánimos, que contemplaban el aumento de los censos campesinos y la abolición del monopolio real sobre las minas. En 1408 la alta nobleza vio aumentados sus derechos políticos con la creación de la Orden del Dragón, cuyo estatuto convertía al rey en un "primus inter pares". Los grandes se convirtieron en el elemento principal de la vida política del país, controlado por los linajes de los Perényi, Széchényi, Bethlen y Hunyadi. Las largas ausencias del monarca, elegido sucesivamente rey de romanos (1410), rey de Bohemia (1419), emperador (1420) y rey de Italia (1431), le hicieron delegar el poder en su yerno y heredero Alberto de Habsburgo, quien tuvo que afrontar una importante revuelta campesina en Transilvania (1437-1438), acallada por la nobleza local tras la toma de Kolazsvar. Alberto I (1437-1439) sufrió durante su breve reinado el avance turco en Transilvania, favorecido por la agitación de la región. A pesar de contar con un heredero póstumo, Ladislao, la Dieta eligió como rey a Ladislao Jaguellón, soberano polaco, que casó con la reina viuda Isabel. La decisión de la Dieta quizá estuvo mediatizada por la necesidad de un gobernante capaz de plantar cara a los otomanos. Juan Hunyadi fue elegido "voivoda de Transilvania" y encargado de conducir la guerra contra los turcos entre 1442 y 1444. Hunyadi alcanzó el triunfo en Sofía con el que obtuvo una tregua por diez años, rota por las exigencias del legado pontificio Cesarini. La contienda se reinició, esta vez con el desastre húngaro en la batalla de Varna (1444), en la que perdieron la vida el rey Ladislao y el legado Cesarini.

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