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Desarrollo


A partir de 1054, se abre un largo periodo de crisis que se cierra con la irrupción mongola de 1223. En este tiempo se llegarían a producir ochenta y tantas guerras dinásticas en una Rusia dividida en más de sesenta principados. Entre ellos, en un principio, seguirían destacando Kíev y Nóvgorod con sus acusados contrastes. La ultima ciudad, por obra de la jerarquía eclesiástica, era la segunda Constantinopla. Lo monárquico o principesco y lo religioso habían influido recíprocamente sin obstaculizar el desarrollo económico. En este sentido, era la antítesis de Kíev. Su población artesana y sobre todo mercantil era su gran fuerza, en cambio el papel del príncipe era escaso. Nóvgorod, poco a poco, extendería su influencia hacia las zonas de Carelia, Estonia y Livonia. Inversamente a la progresión del norte, Kíev irá perdiendo importancia. La lenta reapertura del Mediterráneo al trafico comercial a lo largo del siglo XI va a representar un serio quebranto para su futuro inmediato. La época de los principados independientes se inicia en el ano 1054 en que los hijos de Yaroslav se reparten el reino: Iziaslav, el mayor, como estaba previsto, unió bajo su mando la parte central con Kíev y Nóvgorod; Sviatoslav se hizo cargo de Chernígov; Vsévolod obtuvo Vladímir-Volynski y Viaceslav, Smolensk. Con el tiempo, estos principados tenderán a aflojar sus vínculos respecto de la sede central, e inclusive a independizarse. A la vez, se irá poniendo de manifiesto que los grandes centros urbanos no estaban dispuestos a someterse sin oposición a los príncipes.

Ambos fenómenos se pondrán en evidencia en los años 1068-1069 y 1073-1077. Momentos de numerosos conflictos bélicos entre los diferentes miembros de la dinastía Ruríkida, y también fecha en la que la asamblea de hombres libres de Kíev interviene por vez primera en la designación del gran príncipe. El poder de los hermanos se iba debilitando y, como contrapartida, aumentaba el de las asambleas urbanas, que lograrían, en muchas ocasiones, influir en las querellas internas. De manera que el poder corporativo de dichas asambleas irá excluyendo progresivamente al poder principesco de la vida constitucional rusa. Aprovechando los enfrentamientos internos y la desunión del reino, los cumanos efectuarían continuas expediciones en busca de botín. Los intentos de frenarlos fracasarían una vez más. A finales del siglo XI, por iniciativa de Vladímir Monómaco, se intentó buscar un arreglo mediante las "negociaciones de familia", celebradas en el castillo de Líubej, al norte de Kíev, en 1096. En el acuerdo, se reconoció a cada miembro su derecho hereditario sobre el dominio de sus padres, sancionándose una incesante subdivisión entre los herederos. También se determinó la nueva reestructuración del espacio en base a una asociación de Estados, manteniéndose la superioridad honorífica de Kíev, que recaería en el primogénito de los Rurik, con el título de Gran Príncipe. Este pacto no duró mucho tiempo, pues en el mismo año proseguirían las luchas internas, en las que destacará con fuerza la figura de Vladímir, hijo de Vsévolod y de una princesa bizantina.

Circunstancia, esta última, que le hacía el personaje más idóneo para restaurar la antigua y decaída unión con Bizancio. Como príncipe de Pereiáslav, Smolenk y Rostov, cuando contaba con sesenta años de edad, Vladímir II Monómaco (1113-1125) sucedió al gran príncipe de Kíev. Con él, el primer Estado ruso conoce el último periodo de esplendor, pues le devolverá su antiguo prestigio hacia el exterior, e internamente unificará sus fuerzas y asegurará la frontera oriental al establecer la paz con los cumanos. Desde la óptica cultural, se le atribuye la "Instrucción", una obra que incluye la "Educación de Monómaco", especie de "Espejo de príncipes" para su hijo. Un escrito en el que se contienen todos los deberes de un verdadero príncipe cristiano. El prestigio alcanzado por Kíev en este tiempo continuó bajo su higo Metislav (1125-1132), pero a su muerte se desencadenó una nueva lucha por el dominio de la capital entre los diferentes miembros de la dinastía, que presagia su pronta decadencia. Además de este factor político, otras causas que contribuyeron al declive de Kíev fueron los cumanos y la penetración de mercaderes italianos en el mar Negro, posición desde la que consolidaron su papel comercial con Contantinopla. De los dos, el primero fue determinante. La presencia cumana provocaría, primero, gran inseguridad en las rutas de la estepa, debilitando las relaciones mercantiles con Bizancio, después, una progresiva despoblación de las regiones meridionales de Ucrania por las incesantes correrías de devastación.

El predomino de Kíev había concluido a mediados del siglo XII y aunque continuó siendo sede del metropolitano y conservó la tradición religiosa, aglutinadora de la conciencia colectiva, en el terreno político nunca volvió a constituirse en el gran Estado del pasado. La conquista de Constantinopla por los occidentales de la Cuarta Cruzada (1204) y la aparición de los patriarcados latinos en torno al Bósforo profundizarían el corte de las escasas relaciones económicas y eclesiásticas con los griegos. El centro de gravedad se desplazaría hacia otras regiones situadas al amparo de los actuales dueños de la estepa. Los nuevos centros de poder surgieron en el norte y sudeste. Al nordeste de Kíev, entre el alto Volga y el Oka, en un territorio primitivamente de colonización finesa, habían surgido plazas fuertes, como Rostov, Súzdal, Pereiáslav, Vladímir, Múrom, Yaroslavl... desarrollándose en todas, de forma firme, la voluntad de sus príncipes. De todas ellas, bajo el reinado de uno de los hijos de Vladímir II, Yuri Dolgoroki, la ciudad de Vladímir se convirtió en el centro político. Este último gobernante amplió sus dominios heredados de su padre, aseguró sus fronteras frente a los búlgaros del Volga y emprendió la fundación o reactivación de nuevos núcleos urbanos. Entre estos, hay que mencionar Moscú, cuyo nombre aparece citado por vez primera en 1147 como una pequeña fortaleza, próxima a Súzdal. Más adelante, Moscú sería la base de la formación del "Segundo Estado Ruso" o "La Rusia de Moscú".

Yuri participó en las luchas familiares en torno al trono de Kíev y fue sucedido por su hijo Andrei Bogoliubski (1157-1175), que reprimió el creciente poder de los boyardos, unió a sus dominios una gran cantidad de territorios y estableció la capital en Vladímir. Allí mandó edificar un palacio imperial, con lo que iniciaba una política de grandiosas construcciones para embellecerla, tratando de imitar el esplendor de Kíev, a la que saqueara en 1169. Al año siguiente trataría también de someter Nóvgorod, pero fracasaría. Su hermano, Vsévolod el Grande (1176-1212), llegó a extender su dominio y hegemonía a toda Rusia y sentó algunos cimientos para el futuro Estado moscovita. A su muerte, el principado de Súzdal-Vladímir quedó dividido entre sus múltiples herederos. En el sudoeste, nacieron dos nuevos centros de gravedad: Volinia, en torno a la ciudad de Vladímir-Volynski, que durante mucho tiempo había estado bajo la soberanía de Kíev, y Galitzia, más al sur. En estas regiones, la forma de gobierno se basó en una poderosa aristocracia. Los príncipes, apoyados por su séquito, pudieron mantener sin graves problemas su autoridad frente a las tentativas de independencia de la población urbana. Durante la época de Román Mestislavich (1172-1205), Volinia y Galitzia se fusionaron. Bajo el gobierno de su hijo, Daniel Romanovich (1235-1265), se produjo un acercamiento a Roma y fue coronado rey por un legado papal. Daniel, en 1253, intentó organizar una cruzada contra los mongoles, para lo que solicitó una ayuda del Pontífice.

Este colaboraría en el empeño a cambio de aceptar la unión de su Iglesia con la occidental. Sin embargo, el proyecto resultó estéril y Romanovich tuvo que romper con el Papado. Después de su muerte, las relaciones políticas y económicas con húngaros, polacos y lituanos hicieron que el país se orientase decididamente hacia Occidente. De hecho, los boyardos tenderán a conseguir, como una de sus máximas aspiraciones, una serie de privilegios similares a los de la nobleza polaca y húngara. De entre los muchos territorios soberanos que surgieron tras la decadencia de Kíev, junto a Súzdal-Vladímir o Galitzia-Volinia, destaca Nóvgorod, situado al noroeste, profundamente influenciado por la presencia de elementos germánicos. Esta ciudad, situada en un emplazamiento excepcional para el comercio, junto con sus ciudades adjuntas, Pskov e Izborsk, y su enorme hinterland que se extendía hasta los Urales, alcanzó una posición predominante. La constitución de Nóvgorod fue de tipo republicano. Los poderes del príncipe, desde muy pronto, estuvieron limitados por la asamblea o vietche y, aunque mantuvo el ordenamiento jurídico mixto, príncipe-asamblea, el poder del primero se fue limitando en favor de la segunda. Nóvgorod había dependido de Kíev, había estado integrada en los dominios de Súzdal-Vladímir, pero a partir de mediados del siglo XIII, con la figura de Alexander Nevski (1236-1263), adquiere su propia relevancia.

Alexander hizo frente a la presión nórdica y alemana. Detuvo a los suecos, al mando del conde Birger, a orillas del río Neva en 1240 y derrotó, en 1242, a los caballeros teutónicos en la batalla del lago Peipus. Victorias que determinarían la continuidad de este Estado como espacio ruso y ortodoxo. En su tiempo, se produjo la invasión mongola. Con realismo, pensó que no existía ninguna posibilidad de expulsarlos, por ello hizo todo lo posible para evitar levantamientos contra los nuevos dueños y estableció una política de sumisión y conciliación, que no le impidió incorporar a su radio de acción los territorios de Súzdal-Vladímir. Precisamente, el menor de sus hijos, Daniel Alexandrovich, hacia 1280, se convertiría en el primer príncipe de Moscú. En la etapa que siguió a la muerte de Nevski, Rusia se caracterizó por la desintegración. Los príncipes, presididos por la soberanía mongola y enfrentados unos a otros, aumentaron la confusión y perpetuaron la debilidad del país.

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