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Convertida oficialmente al cristianismo ortodoxo en el 988 por Vladímir I (980-1015), Rusia quedó integrada en la órbita de la civilización bizantina. Organizó su iglesia bajo el mismo modelo y dependió en un primer momento de la jurisdicción del patriarca de Constantinopla. Un hecho de trascendentales consecuencias para el futuro cultural del mundo eslavo-oriental. Para explicar dicha conversión, acontecimiento clave de su historia, se han barajado diversos argumentos. Algunos de débil consistencia, como la labor realizado por eclesiásticos procedentes de Escandinavia, o la voluntad de Roma por extender hacia el este su labor evangelizadora, a través de una misión impulsada por la viuda del emperador Otón II. Desde luego, ambas hipótesis nos indican la complejidad del hecho. La primera crónica rusa, o "Crónica de Néstor", relata cómo el príncipe Vladímir-que había unido bajo su mando el eje Kiev-Nóvgorod- tras haber sido visitado por musulmanes del Volga, por judíos jázaros y por legaciones de germanos y griegos, decidió enviar diferentes embajadores a los distintos centros religiosos para que le informasen acerca de la verdad. Entre los informes de estos observadores, al príncipe le llamó la atención la descripción de las prácticas culturales y rica liturgia de los bizantinos, por su esplendor y belleza, inclinándose sin dudar por ella. De manera que, una vez efectuado su bautismo personal, instó a todo el pueblo de Kíev a que también abrazara la nueva fe en las aguas del río Dniéper.

El bautismo de Vladímir y de su pueblo era la condición que el emperador de Bizancio le había impuesto para que pudiera casarse con su hermana Ana Porfirogénita. Una concesión que la nobilísima dinastía griega nunca había hecho, hasta entonces, a un monarca extranjero. La necesidad de ayuda militar en la larga y dura lucha que mantenían contra los búlgaros y contra las numerosas insurrecciones internas había permitido que Basilio II formulase tal promesa, en el momento en que Kíev le proporcionó un contingente de 6.000 hombres armados (varegos). Ahora bien, una vez pasado el peligro, y como la boda se fue retrasando, Vladímir invadió Jersón y las posesiones bizantinas en Crimea, consiguiendo que le enviaran la princesa en el verano del 989. Poco después, devolvería dichas conquistas a su antiguo dueño en prenda de amistad. Con esta unión, la dinastía de los Rurik alcanzó gran prestigio entre los monarcas europeos, pero mucho más decisivo que el enlace fue lo que llevaba aparejado: la aceptación del cristianismo ortodoxo. La cristianización del Estado de Kíev fue el comienzo de una nueva etapa para Rusia, que quedó sometida a la dirección espiritual y al desarrollo cultural de Bizancio. Para éste, fue un inmenso triunfo, pues extendía su influencia de forma insospechada, al tiempo que apaciguaba a su indómito vecino, cuya extensión sobrepasaba con creces la suya. A la difusión de la fe cristiana por todo el territorio ruso contribuyeron presbíteros griegos y búlgaros.

Estos últimos jugaron un papel destacado en la introducción de la liturgia eslava y también en la eslavización de la minoría rectora, de origen normando, en un proceso parecido al ocurrido con anterioridad en Bulgaria. De forma que la iglesia rusa fue una copia de la ortodoxa en lo relativo al dogma, culto, derecho y organización. A estas notas, habría que añadir pronto su estatus de privilegio, ya que para los príncipes la cristianización representó, en buena medida, un vehículo de acción política al disponer de una jerarquía y unas instituciones eclesiásticas que los apoyaban en sus empresas. De ahí que a la Iglesia, además de los deberes propios, se le encomendaran ciertos asuntos de la vida jurídica y de la administración pública. Vladímir mandó construir un templo dedicado a Maria, madre de Dios, al que dotó con la décima parte de sus ingresos; aceptó al griego Anastasio como obispo de Kíev, y mantuvo estrechas relaciones con Constantinopla. Durante los últimos años de gobierno se dedicó a fortificar la frontera sudoriental de su reino, en peligro a causa de los ataques pechenegos, un nuevo pueblo de las estepas que había venido a llenar el vacío provocado por la imprudente destrucción del Estado jázaro. La obra de Vladímir I, en definitiva, puede considerarse como el triunfo de la unificación política y espiritual. Pero a su muerte, durante el periodo que transcurre entre 1015 y 1035, los enfrentamientos entre sus hijos amenazarían su labor.

Las luchas fratricidas, salvo escasas excepciones, serán en adelante una característica dominante del primer Estado ruso. Otros rasgos distintivos serán la expansión hacia el nordeste y la creciente influencia de Bizancio. Hasta conseguir consolidarse en el trono, Yaroslav (1019-1054), uno de sus hijos, tendrá que sostener una serie de guerras contra sus numerosos hermanos, enfrentados a su vez entre sí. En relación con estas luchas, cuenta la tradición cómo dos de ellos, Boris y Gleb, fueron asesinados por su cruel hermano Sviatopolk. Víctimas piadosas e inocentes, pronto gozaron de gran devoción popular. Su canonización jugó un importante papel desde el ángulo político ya que "al ser inmolados por la paz", su sacrificio se convirtió en una especie de grito de conciencia para los demás príncipes, que en el futuro recurrirán a la lucha armada para defender sus derechos. Por otro lado, la guerra civil representó para Rusia una repetición de la historia de los varegos y de los príncipes paganos del siglo X, por cuanto Yaroslav sólo pudo triunfar con el apoyo masivo sueco. Efectivamente, al igual que su padre, también contrató guerreros escandinavos para luchar contra sus hermanos. Gracias a ellos consiguió el poder sobre todo el país en el año 1036, convirtiéndose en el único gobernante y en el príncipe más importante de este primer Estado ruso. Con el apoyo normando, siguiendo su antigua trayectoria, Yaroslav emprendería la última gran expedición contra Constantinopla en 1043.

A partir de esta fecha, el enfrentamiento con el Imperio de Oriente tocará a su fin y el proceso de bizantinización de la Rusia de Kíev será cada vez más intenso. En este tiempo, Kíev había llegado a ser uno de los centros comerciales más importantes de Europa. Asimismo, la transformación se observa en que sus antiguas estructuras tribales han cedido el paso a los principados, que toman el nombre de sus respectivos centros urbanos. Los campesinos libres (smerdy) se han articulado en torno a los titulares de las tierras de cultivo. La aristocracia escandinava y eslava que integraba la comitiva del príncipe (druzhina) ha configurado el estamento nobiliario (boyardos). Este detenta el dominio rural y nutre los cuadros rectores. Los habitantes de las ciudades comienzan a desarrollar instituciones en los grandes centros, como la asamblea local (vietche), que colaboraría con el príncipe en las decisiones políticas importantes. El vietche se desarrollará especialmente en Nóvgorod. La Iglesia está organizada en siete diócesis. Cinco de ellas están situadas en Ucrania: Kíev, Vladímir-Volynski, Túrov, Chernígov y Belgorod; una al norte, en Nóvgorod y la séptima al nordeste, en Rostov. De ellas, Kíev se ha convertido en metropolitana, estableciendo un acuerdo con Bizancio por el que sus titulares griegos y rusos deben alternarse en la prelatura. El primer metropolitano ruso, elegido en 1051, seria Hilarión, autor del "Sermón sobre la Ley" y "Sermón sobre la Gracia".

Obra que demuestra el importante grado de influencia de la cultura bizantina, adaptada a la lengua eslava. Yaroslav, apodado el Sabio, se preocupó extraordinariamente por el desarrollo cultural de su país. La política de construcciones al estilo bizantino queda reflejada con claridad en las catedrales de Kíev (1037) y Nóvgorod (1045). Iglesias que serian consagradas bajo la advocación de Santa Sofía, imitando a su modelo de Constantinopla. Este gran príncipe se preocupó también de fundar monasterios, entre los que destacamos el Monasterio de las Cuevas. Asimismo, impulsó la educación promoviendo la traducción de obras griegas al eslavo. A él, se atribuyen dos importantes obras de carácter jurídico: la denominada "Ordenación eclesiástica" y la "Rússkaia Pravda", primer código de Derecho ruso, elaborado bajo la atenta mirada de expertos bizantinos. De forma que, a nivel religioso y cultural, Rusia se preparaba para asumir su papel de heredera del Imperio bizantino, aunque a costa de su aislamiento del occidente europeo. Respecto a esta última afirmación, se ha especulado con el hecho de que los metropolitanos de Kíev, al ser indígenas desde mediados del siglo XI, recortaron sensiblemente la dependencia incondicional a Bizancio. Por otra parte, también se ha dicho que la conexión con los griegos no significó hostilidad hacia Occidente, al menos hasta bien avanzado el siglo XII. Es más, Yaroslav demostró con su política matrimonial que las relaciones con los Estados occidentales no se habían interrumpido y que, por el contrario, estaba muy interesado en que dichos contactos fueran más estrechos.

En efecto, Yaroslav ejerció una intense política de acercamiento a Occidente, a través de su matrimonio y el de sus hijos. El desposó con la hija de Olaf de Suecia. Su hijo Iziaslav se unió a la hermana del rey polaco Casimiro I, emparentándose también otros miembros colaterales de ambas dinastías reinantes. Otros de sus hijos, Vsévolod, casó con una princesa bizantina. Intentó unir, aunque no lo consiguió, a su hija Ana con el futuro emperador Enrique III. Más tarde, Ana llegaría a ser la esposa de Enrique I de Francia. Otras hijas, igualmente, se sentaron en los tronos de Hungría y Noruega. Esta política matrimonial refleja sus ambiciosas aspiraciones, porque al entrar de lleno a formar parte de las familias reales europeas, aumentaba el prestigio del principado de Kíev de modo considerable. Junto a esta política de engrandecimiento de cara al exterior, Yaroslav frenó los avances de las tribus finesas y bálticas, fundando la ciudad de Iúriev, y efectuó, junto con los polacos, una campaña contra los lituanos. Este interés por el norte presagia, en gran medida, la ocupación de la Rusia meridional por otro gran pueblo estepario, los cumanos. Estos, como nueva potencia nómada, desalojarán a los pechenegos de las estepas y cerrarán definitivamente el mar Negro a los rusos. Para prevenir las clásicas y tradicionales rivalidades entre sus hijos, Yaroslav estableció un sistema de "sucesión lateral por antigüedad".

Cada uno de sus herederos recibiría la dotación de un principado, que estaría bajo la preeminencia del primogénito, fijando el orden sucesorio, no de padre a hijo, sino de hermano mayor a hermano menor, que serían sustituidos por el primogénito de los sobrinos. A pesar del plan, el momento de esplendor para este primer Estado ruso había llegado a su fin. La muerte del gran príncipe, en 1054, marca el momento de la decadencia y desintegración posterior. Teóricamente, la primacía de Kíev continuó y el poder siguió concentrado en la familia de Yaroslav. Pero en la realidad, Kíev fue perdiendo significado y el poder llegó a estar tan dividido que desembocaría inexorablemente en interminables luchas internas.

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