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El comercio europeo experimentó importantes transformaciones en el transcurso de los siglos XIV y XV. Quizá la más importante de todas fuera la definitiva traslación del centro de gravedad del mismo desde el mar Mediterráneo hacia el océano Atlántico. En ello tuvo mucho que ver el avance creciente de los otomanos por el Mare Nostrum, que obligó a los mercaderes cristianos a replegarse hacia el Occidente, pero también la nueva valoración del espacio atlántico, que dejó de ser un mar tenebroso, así como, en general, los significativos progresos que afectaban a la navegación. No cabe duda de que las repúblicas marítimas italianas, en particular Venecia y Génova, seguían ocupando un puesto destacado en el ranking del comercio europeo de los siglos XIV y XV. Inicialmente Venecia estaba en vanguardia. Primera potencia comercial en el Mediterráneo oriental en el siglo XIII, seguía conservando en el XIV un amplio rosario de colonias, entre las que se hallaba Corfú, pero también posiciones destacadas en Morea, Creta y Negroponto, la denominada "Romania Bassa" veneciana. A su vez, la Serenísima República tenía bases en la isla de Chipre y comerciaba en Siria, Egipto y el mar Negro. No obstante, en el transcurso de la decimocuarta centuria Génova fue protagonista de progresos sustanciales en el Mediterráneo oriental. La república ligur tenía tres grandes ámbitos de actuación: el Egeo y las costas occidentales de Asia Menor; la isla de Chipre; la zona del Mar Negro, con Caffa, Trebisonda y Tana, sin duda el más importante.

Génova obtenía del Mediterráneo oriental productos valiosísimos, tales como el alumbre (procedente de Focea), madera, pieles o esclavos. Por lo demás, sus factorías eran también un hito en las rutas que conducían al Extremo Oriente, de donde se adquirían primordialmente seda y especias. Las citadas rutas estaban tuteladas por la sombra que proporcionaba el Imperio mongol, pero la caída de éste originó un espectacular retroceso del comercio de los italianos en el Mediterráneo oriental. Particularmente duro fue el periodo comprendido entre los años 1380 y 1405. Es verdad que después de esa última fecha hubo una cierta recuperación de los italianos en Levante. Los genoveses comerciaban ante todo con alumbre, en tanto que los venecianos se especializaban en productos como la pimienta, el gengibre y, en general, las medicinas. Hacia el año 1420, según las estimaciones del dogo Tomás Mocenigo, los mercaderes venecianos aún obtenían beneficios de un 20 por 100 anual. Mas la ofensiva turca, que en 1453 culminaba con la toma de Constantinopla, la segunda Roma, era una amenaza permanente pare el comercio de los italianos en el Mediterráneo oriental. Eso explica que Génova prestara cada vez más atención al Mediterráneo occidental. Recordemos su presencia en la Península Ibérica, tanto en la Andalucía cristiana como en la Granada nazarí. En esa zona los genoveses se interesaban por productos de la tierra, como la seda y el azúcar granadinos, o el atún, el mercurio y los vinos cristianos.

Pero también se proyectaron sobre el Continente africano, a la búsqueda ante todo del oro del Sudan, pero asimismo de esclavos. En tierras flamencas brilló con luz propia en el comercio europeo de fines del Medievo la ciudad de Brujas. Le favorecían su ubicación, en una zona densamente poblada, y su excelente comunicación con el mar, a través de su antepuerto, Damm, sustituido posteriormente por La Esclusa. Desde finales del siglo XIII existía un servicio regular marítimo entre las ciudades de Brujas y de Génova. Unos años más tarde Venecia establecía un servicio similar. Por lo demás, a Brujas llegaban los más variados productos, unos procedentes de Inglaterra, como la lana; otros del mundo escandinavo, como el hierro o los arenques; otros del territorio ruso, como madera y cera; otros, en fin, de Oriente, como especial. Paralelamente, Brujas se convirtió en el principal puerto exportador de las manufacturas de Flandes y de las regiones próximas. Por lo demás, la actividad bancaria alcanzó tales dimensiones que hicieron de Brujas un prestigioso centro internacional de pagos y de crédito. Así se explica que se constituyeran en dicha ciudad numerosas colonias de mercaderes. Los ingleses, hanseáticos, genoveses, venecianos, florentinos, castellanos, vizcaínos, catalanes, etc., se agrupaban en naciones, cada una de las cuales tenía su casa consular, así como almacenes y zonas asignadas para la descarga de los barcos.

Todos los factores citados contribuyeron a hacer de Brujas, en la primera mitad del siglo XVI, el principal núcleo mercantil y bancario de Europa, algo así como el Wall Street de la época. No olvidemos que desde una fecha indeterminada, aunque situada con toda seguridad en la primera mitad del siglo XIV, se realizaban en la ciudad de Brujas transacciones mercantiles en un local de la familia "Beurse", término flamenco del que procede la palabra bolsa. El viajero castellano Pero Tafur, que estuvo en la ciudad flamenca en 1438 con motivo de un viaje por Europa, consideraba que Brujas era, sin discusión, el puerto de comercio más activo de toda Europa, superior al de Venecia: "Brujas es una grant çibdat muy rica e de la mayor mercaduría que ay en el mundo, que dizen que contienden dos lugares en mercaduría, el uno es Brujas en Flandes en el Poniente, e Venecia en el Levante, pero a mi paresçer, e aun lo que todos dizen, es que muy mucho mayor mercaduría se faze en Brujas que no en Venecia, e lo por qué es esto: en todo el Poniente non ay otra mercaduría sinon en Brujas, bien que de Inglaterra algo se faze, e allí concurren todas las naciones del mundo, e dizen que día fue que salieron del puerto de Brujas seteçientas velas. Venecia es, por el contrario, que vien que muy rica sea, pero non fazen otros mercaduría salvo los naturales". Así las cosas nada tiene de extraño que la población de Brujas pasara de unos 35.000 a mediados del siglo XIV a cerca de 100.

000 al concluir la decimoquinta centuria, por más que en esta última fecha ya hubiera iniciado su declive. En efecto, desde mediados del siglo XV se detectan en Brujas síntomas inequívocos de retroceso. Es indudable que siguió funcionando, al menos hasta bien entrado el sigilo XV, como el gran centro financiero de Europa. Veamos algunos ejemplos. Agentes pontificios establecidos en Brujas transferían a la Cámara Apostólica las rentas papales originarias de Polonia, Alemania o los reinos escandinavos. Asimismo en Brujas se efectuaban, en el siglo XV, pagos de conventos prusianos. Pero en otro orden de cosas la crisis se anunciaba como irremediable. Un factor decisivo, en ese sentido, fue el progresivo encenegamiento del Zwyn, lo que hacía cada vez más difíciles las comunicaciones de la ciudad con el mar. Pero no menos importante fue la crisis de la pañería flamenca, que repercutió en una merma sensible de las exportaciones que se realizaban desde Brujas. Tampoco hay que olvidar, a la hora de analizar el declive de Brujas, el ascenso de nuevos núcleos, altamente competitivos, en particular el de Amberes. El tercer gran foco del comercio europeo de los siglos XIV y XV era la Hansa, es decir, la liga de ciudades germánicas que se había formado a mediados del siglo XIV. Nos referimos, claro es, a la liga conocida como "Civitates de Hansa Teutonicorum", constituida en el año 1356, como consecuencia de la integración de diversas ligas regionales existentes con anterioridad.

El punto de partida se hallaba en la necesidad sentida por diversas ciudades alemanas de proteger a sus comerciantes en el extranjero. La Hansa la formaban unas 70 ciudades, aparte de otras 100 que tenían simplemente la condición de asociadas. Recordemos las ciudades más significativas de la Hansa: Lübeck, Hamburgo, Rostock, Wismar, Colonia, Bremen, Danzig, etc. También formaba parte de la institución el gran maestre de la Orden Teutónica. En su conjunto la Hansa, como ha puesto de relieve Dollinger, abarcaba un amplísimo territorio, que se extendía entre el Zwiderzee, el Mosa, Turingia, Brandeburgo, Polonia y el golfo de Finlandia. En cuanto a sus normas de funcionamiento había una dieta general, prácticamente inoperante, por la dificultad de reunir a todos los miembros, y asambleas formadas por tercios (Lübeck-Sajonia, Westfalia-Prusia, Gotland-Livonia), que eran las que realmente funcionaban. La Hansa tenía, por otra parte, importantes colonias de mercaderes en el extranjero. Las principales eran las de Novgorod, Bergen, Londres y Brujas. Los ámbitos preferentes de su actividad comercial, que efectuaban a través de grandes y poderosos navíos, las "kogge", eran el Báltico y el mar del Norte. Los hanseáticos exportaban una gran cantidad de productos: bacalao seco, arenques y cera del mundo escandinavo; pieles de la zona rusa; hierro y cobre de Suecia; madera de Lituania; cerveza e incluso cereales de diversa procedencia.

En cuanto a los productos que importaban hay que citar los paños, de Flandes y de otras regiones; la sal, originaria de la costa atlántica de Francia, y los vinos. La información cuantitativa que poseemos parece indicar que el periodo de mayor actividad comercial de la Hansa comprende las últimas décadas del siglo XIV y la primera mitad del XV. Pero a mediados de la decimoquinta centuria se anunciaban ya en el horizonte algunos nubarrones. La Hansa era débil, en última instancia, porque no tenía detrás de sí el respaldo de un Estado fuerte. Asimismo, el liderazgo de facto que ejerció la ciudad de Lübeck fue objeto de fuertes críticas por otras ciudades. Por si fuera poco la Hansa empezó a encontrar competidores en su propio ámbito, los más peligrosos, sin duda, los holandeses.

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