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En vistas como la reproducida puede observarse cómo Guardi, sirviéndose de maneras del rococó, abandona su sentido decorativo, lo utiliza como un escudo frente a las nuevas propuestas del neoclasicismo, y le sirve, desde su refugio, para proponer una imagen lírica de Venecia, evocación de sentimientos íntimos, figuración de su decadencia, en los que la luz parece negar la solidez de lo representado, en la mejor tradición de la pintura veneciana de Ricci a Tiépolo.
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Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo
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Cuando en 1897 murió la madre de Cézanne, los hermanos vendieron algunas propiedades para repartir la herencia, entre ellas el Jas de Bouffan, uno de los lugares favoritos del artista. Desde ese momento buscó un lugar en el que establecer un estudio, considerando la posibilidad de comprar el Château Noir, una edificación en la zona oriental de Aix que era propiedad de un rico comerciante de carbón, de ahí el nombre. El propietario rechazó la oferta del pintor pero le permitió tener alquilada una habitación como estudio. El edificio se observa entre las ramas de los árboles que aparecen en primer plano, fórmula ya empleada en la época impresionista. Cada una de las líneas de los troncos se remarca en color negro, continuando su objetivo de resaltar el volumen y las formas. El color es aplicado de manera fluida, con manchas de color toscas y diluidas con las que no reproducen las formas reales de cada uno de los árboles sino que describen impresiones cromáticas que le acercan al impresionismo de Monet e incluso anticipa la abstracción.
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A diferencia de su pareja, la vista de la ventana izquierda del estudio, esta sepia nos presenta una vista frontal de la ventana, guardando una cierta similitud con la composición que, en 1822, llevará a cabo en Mujer en la ventana. Al otro lado de la ventana, frontera de la realidad interior, de rigurosa austeridad moral y contemplación metafísica, y la exterior, se divisan el Elba y su otra orilla. Un largo mástil se alza en la misma posición que en el cuadro antes citado. Con todo, la visión de esta sepia es más realista, más detallada, no exenta, aun así, de simbolismo: en este contexto debe apreciarse la cruz girada (como en el Altar de Tetschen) que se forma en el cristal de la hoja derecha abierta. En el espejo de la parte izquierda se observa un fragmento del rostro del propio Friedrich, cuya mirada se dirige, directamente, a los ojos del espectador.