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En abril de 1888 Vincent había asistido a la inauguración de la temporada taurina en Arles, causándole una profunda impresión el colorido de la fiesta. Evocando esa primavera realizará este imagen en diciembre, intentando huir mentalmente de la presión a la que le sometía Gauguin quien obligaba a realizar obras de memoria, olvidando la naturaleza como referencia directa. La vista de la plaza está realizada desde la zona más elevada, quedando la arena y el toro al fondo. El gentío que abarrota el coso disfruta de la faena mientras algunas mujeres cuchichean en primer plano. La escena está tremendamente abocetada, abundando los colores oscuros a diferencia de las imágenes otoñales. Buena parte de la culpa la tiene Gauguin, existiendo entre ambos cierta tensión que estallará en la noche del 23 de octubre al marcharse Paul y Vincent cortarse una oreja como señal de arrepentimiento.
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Los asuntos taurinos habían sido tratados durante el Romanticismo por los costumbristas sevillanos, interesándose Fortuny también por esta temática aunque desde un punto de vista diferente ya que será la luz la principal preocupación del maestro catalán, quedando los aspectos decorativos y arquitectónicos en un segundo plano. Fortuny nos ofrece una amplia vista de la Maestranza con la silueta de la catedral y la Giralda al fondo, en un espectacular aspecto atmosférico que diluye los contornos al igual que harán Monet o Pisarro. En primer pleno hallamos una zona de sombra para observar en zona intermedia los tendidos de sol ocupados por un buen número de figurillas, creando la sensación de masa de manera acertada. La luz resalta la tonalidad amarillenta del albero, provocando acentuados contrastes cromáticos. La pincelada es fluida y empastada, existiendo cierta sintonía con Goya.
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También Toledo tuvo ocasión de contar con una Plaza Mayor, aprovechando y ampliando la que se había formado en los años de los Reyes Católicos, tras derribar unos edificios. Su nombre de Zocodover arrastra y recuerda su anterior función de mercado, de zoco, si bien parece que era de caballerías. El interrumpido proceso de la formación de Zocodover muestra el choque del Concejo de Toledo con Felipe II, pues queriendo el primero hacer una plaza, para lo cual había enviado al monarca dos proyectos (1590), acabó presentando una traza definitiva Juan de Herrera que es la que el rey impuso a la ciudad. Ante la demora en poner en ejecución el proyecto de Herrera, continuamente apoyado y exigido por Felipe II, este ordenó "que ninguna persona de qualquier calidad y condición que sea pueda hedificar ni rehedificar en la dicha plaza de Zocodover, si no fuese conforme a la dicha traza y orden, y lo que contra ella se hiciere o se pretendiere hazer se impida y estorbe". Los problemas de las expropiaciones y derribos para regularizar la plaza impidieron terminar ésta de acuerdo con lo proyectado por Herrera, que sólo puede reconocerse en dos de sus lados tal y cómo se llegaron a terminar a comienzos del siglo XVII. La plaza de Zocodover, que se arroga para sí la representatividad de la verdadera Plaza Mayor de Toledo, más modesta, irregular y destinada al mercado de diario, muestra tras muchos avatares, los sobrios pero recios pilares de los soportales, así como la nueva proporción y ritmo de los amplios y numerosos huecos abalconados de sus fachadas. Su aspecto es, en efecto, en todo diferente al de la Plaza Mayor de Valladolid.
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El interrumpido proceso de la formación de Zocodover muestra el choque del Concejo de Toledo con Felipe II, pues queriendo el primero hacer una plaza, para lo cual había enviado al monarca dos proyectos (1590), acabó presentando una traza definitiva Juan de Herrera que es la que el rey impuso a la ciudad.
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En 1536 el papa Paulo III encarga a Miguel Ángel la remodelación de la plaza del Capitolio. Se accede a este espacio público a través de una escalera culminada por las estatuas en mármol de Cástor y Pólux. En el centro de la plaza se erige la estatua ecuestre de Marco Aurelio, un original en bronce de época romana instalado aquí en 1538. Al fondo se alza el Palacio Senatorial, coronado por la torre de Martín V. La escalera con dos rampas convergentes es obra de Miguel Ángel y ante ella se sitúan las estatuas de los ríos Nilo y Tíber. En los extremos de la plaza se levantan el Palacio de los Conservadores y el Palacio Nuevo, cuyas fachadas se disponen convergentemente hacia el Palacio Senatorial, actual ayuntamiento de la ciudad.
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Las obras de este palacio comenzaron en 1563, todavía en vida de Miguel Ángel, pero fueron continuadas por Guido Guidetti y Giacomo della Porta hasta 1568. La fachada fue rematada por una balaustrada y estatuas y el pórtico con arcadas fue decorado con estucos y trofeos. El pórtico fue separado con seis puertas que albergaban las sedes de los gremios de comerciantes más importantes de la ciudad. Las labores de construcción continuaron en el palacio durante el siglo XVIII.