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Personaje Militar Político
Entre los numerosos hijos naturales de Felipe IV sólo uno de ellos fue oficialmente reconocido. Se trata del vástago fruto de sus relaciones con la actriz María Calderón, más conocida como la "Calderona". El niño fue bautizado con los nombres de Juan José y al ser reconocido en 1642 recibió el apellido Austria. Recibió una esmerada educación dirigida a ocupar alguna dignidad eclesiástica y en 1643 fue elevado al rango de príncipe, ingresando en la Orden de San Juan. Cuatro años más tarde obtenía el título de príncipe de la Mar y vicario de la Corona de Italia, siendo enviado a Nápoles para sofocar una revuelta popular. En febrero de 1648 las tropas españolas a su mando entraron en la ciudad italiana y acabaron con la sublevación, nombrando Virrey de Nápoles al conde de Oñate. Durante este tiempo mantuvo una estrecha relación con una joven de la familia del pintor Ribera -su hija o una sobrina- de la que nació una niña criada en el convento de las Descalzas Reales de Madrid. Don Juan José abandonó Nápoles para trasladarse a Sicilia al ser designado Virrey, permaneciendo en la isla hasta 1651. Su siguiente misión será acabar con la Revolución Catalana iniciada en 1640. Fue nombrado comandante de los ejércitos de Cataluña y en 1652 tomó Barcelona, pasando al año siguiente a ser Virrey de Cataluña. En 1656 será Flandes su destino, también como Virrey, al considerarse que su exitosa carrera militar podía cambiar la situación de la guerra con los holandeses. Sin embargo, su derrota en la batalla de las Dunas de Dunquerque y la paz del mismo nombre firmada a continuación (1659), supusieron el inicio de su declive, regresando a Madrid para ser enviado en 1661 a Portugal como comandante en jefe, pero tampoco obtuvo ningún éxito destacado. La muerte de Felipe IV supone el inicio de una nueva etapa en la vida de don Juan José ya que, al no ser legitimado, no pudo participar en la Junta de Regencia de Carlos II. Su deseo sería obtener la legitimación a lo que la regente Mariana de Austria y Valenzuela se oponían. Los gobernantes de Madrid pusieron en marcha un plan de alejamiento y nombraron a don Juan José comandante del ejército de Flandes, rechazando éste el cargo. Desde ese momento empezó a conjurar lo que le valió el destierro a Consuegra en agosto de 1688, siendo detenido tres meses después. Su huida a Cataluña le permitió convertirse en un elemento desestabilizador que permitió la caída del valido Nithard. En la jura de Carlos II fue recibido en Madrid como infante y se le concedieron honores en Italia, pero él se asentó en Zaragoza donde volvió a presionar para acabar con el gobierno de Valenzuela, realizando un auténtico golpe de Estado que le permitió hacerse con el poder en enero de 1677, gestionando los asuntos de la Corona hasta su fallecimiento.
obra
Don Juan López de Robredo era el Bordador de Cámara en la década de 1790, cuando fue retratado por Goya. Su casaca azulada y su chaleco rojo están profusamente decorados con sendos bordados dorados que señalan el oficio del personaje. En sus manos sujeta unos diseños en papel. El rostro representa la zona más iluminada del conjunto, destacando el carácter del personaje; nos mira con un gesto altivo, orgulloso de su importante cargo. Goya conjuga perfectamente los detalles de los bordados con la personalidad de don Juan, ofreciéndonos una soberbia muestra de su genialidad como retratista. Las tonalidades oscuras dominan una composición en la que contrasta la claridad del rostro, resaltado aun más por el fuerte foco luminoso que impacta en su cabeza.
obra
En 1788 Juan Martín de Goicoechea y Galarza recibe la cruz de la Orden de Carlos III por sus incontables méritos como protector de las artes y las letras, benefactor del comercio y la banca y exitoso empresario. Siguiendo la tradición establecida entre los cortesanos de retratarse cuando eran distinguidos con algún importante mérito, don Juan encargó este retrato a su buen amigo Goya. Vemos su figura recortada sobre un fondo neutro, vistiendo casaca marrón de la que pende la cruz de la Orden de Carlos III, una de las más altas distinciones de la Monarquía. Lleva su mano derecha al pecho, ocultándola en el chaleco - Goya cobraba la realización de las manos aparte debido a su dificultad, lo que encarecía el resultado final - . La expresión del rostro centra la atención del retrato, resaltando el gesto de inteligencia a través de sus espabilados ojos, su frente despejada y su mirada penetrante. La luz incide sobre la cabeza, quedando el resto en semipenumbra. Para Goya lo más importante a la hora de realizar un retrato es sacar a la luz el alma de su modelo, mostrándonos en estas fechas los detalles de ropas y condecoraciones para pasar en los años finales a interesarse exclusivamente por la psicología - véase el retrato de Juan Bautista de Muguiro -.
obra
Se trata de uno de los mejores y más delicados retratos velazqueños, realizado con motivo del viaje del escultor sevillano a Madrid entre junio de 1635 y enero de 1636 para realizar el modelo de la cabeza de Felipe IV, cabeza que se puede observar en la zona de la derecha. Velázquez ha detenido el tiempo y muestra al escultor en el momento de la meditación previa a la ejecución, captando la personalidad del retratado a través de sus ojos penetrantes. El fondo neutro y el traje negro sirven para que detengamos la atención en el rostro. La zona de la derecha, inconclusa, es una excelente muestra para apreciar por qué Velázquez no realizaba dibujos preparatorios sino que pintaba directamente sobre el lienzo.
obra
Juan Mateos ostentaba el cargo de maestro de caza con Felipe IV, siendo el encargado de organizar la expediciones cinegéticas del monarca; contrajo matrimonio con Mariana Marcuarte - nieta de un famoso arcabucero alemán - y llegó a escribir un tratado titulado "Origen y dignidad de la caza". Estos datos indican que Mateos era un personaje de cierta importancia en la corte madrileña. Velázquez le representa con gran dignidad, interesándose por el rostro inteligente y las manos - curiosamente sin acabar -, relacionándose con el excelente retrato de Juan Martínez Montañés. La fornida figura se recorta sobre un fondo neutro para asemejar la cabeza a una escultura que toma volumen y se proyecta hacia el espectador. Los tonos oscuros empleados por el maestro indican la austeridad en la moda masculina en esos años mientras la factura empleada es cada vez más rápida, alejándose de la minuciosidad excesiva que caracterizaba sus años sevillanos para situarse en las puertas del estilo pre-impresionista que caracteriza su etapa madura. Este Juan Mateos aparece en la Lección de equitación en su papel de maestro de caza.