El gran profeta o San Juan Bautista es una de las últimas obras de Pablo Gargallo; es una imponente figura férrea que destaca por su simplicidad y al mismo tiempo por su compleja estructura. El escultor hace un intento de esculpir el vacío, el hueco, en un contrasentido con la norma de la escultura, que consiste en dar forma al volumen. Las láminas que conforman el profeta, no componen un bloque, sino que se curvan y se tuercen entre sí. La luz resbala por la superficie del bloque, se introduce por el interior, crea zonas claras y oscuras, agudiza la expresión o la elimina, según sea la incidencia del foco. La figura resultante es un hombre que está gritando, una figura poderosa, amenazante con una mano levantada en actitud de orador, y otra que sujeta un bastón, atributo de los predicadores ambulantes, de los profetas palestinos. La preocupación por el aspecto es muy acentuada, el escultor no quiere hacer una figura abstracta, hasta el punto que, mirándolo desde cualquier parte, o desde planos distintos, el profeta es el mismo, el mismo gesto y sentido, la misma persona. La profundidad no es una continuidad frontal, sino que se consigue con el juego de piezas y de vacíos. Las líneas y planos nos conducen hacia la cabeza, y de allí a la boca, centro expresivo de la figura, tanto en su visión frontal como en las laterales. El aire entra a través de la chapa y la llena de luz, construyendo el volumen en negativo, que recorta el interior con sus concavidades. La chapa permite estas habilidades del forjador. La experiencia de unir el exterior con el interior llega a su máxima expresión. Es un juego armonioso de volúmenes convexos y de huecos igualmente curvos. El profeta presenta formas que nos recuerdan a los cubistas, pero se mueve dentro de los planteamientos espirituales del expresionismo, la dureza, la agresividad y el carácter
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monumento
Este santuario, declarado Patrimonio Nacional, es uno de los más importantes templos sintoístas del país. Su construcción se remonta al siglo III y se erigió en honor a la diosa protectora de los navegantes y viajeros.
obra
Se trata del teatro más importante de los muchos construidos en Francia en la segunda mitad del siglo XVIII. La renovación de la tipología teatral, la consideración aislada del bloque del edificio, su dimensión urbanística, hacen de las experiencias con este tipo de edificios una de las más atractivas de la historia de la arquitectura. Si proyectos previos como el del teatro de Lyon, de Soufflot, o el del Odeón de París, de Peyre y De Wailly, son hitos fundamentales de esa historia, el de Burdeos, de V. Louis, constituye, con su enorme pórtico de columnas corintias y su claridad volumétrica, un magnífico colofón.