Don Antonio Ricardos había nacido en Barbastro en 1727 e ingresado muy joven en el Cuerpo de Caballería, siendo el organizador del Colegio Militar de Ocaña para este arma. Contrario a Floridablanca fue destinado a Guipúzcoa como capitán general de la provincia. En 1793 realizó su campaña más gloriosa al frente del ejército de Cataluña, penetrando en territorio francés y obteniendo una importante victoria en Trouilles. Apenas pudo disfrutar de su éxito al fallecer en Madrid al año siguiente. El heroico militar posó para Goya en el otoño-invierno de 1793-1794, realizando el pintor dos retratos en los que repite el alegre rostro: uno sentado de medio cuerpo que guarda el Museo del Prado y éste que contemplamos, al aire libre. La figura del general victorioso se apoya en un gesto distendido sobre un cañón en el que ha dejado su sombrero. Con la mano izquierda parece señalar al frente de batalla donde consiguió su triunfo. Viste elegante uniforme de caballería en el que destacan las insignias de la Orden de Carlos III - la banda azul y blanca se aprecia bajo la casaca - y de la Orden de Santiago. En los puños y el fajín ostenta el Tercer Entorchado, condecoración militar obtenida tras su victoria francesa. El rostro del general es uno de los centros de atención de este retrato, mostrándonos la alegría por el triunfo. La armonía cromática resulta muy atractiva al espectador, contrastando las tonalidades oscuras de la casaca con los amarillos de pantalones y chaleco. Al aparecer el personaje al aire libre encontramos una marcada influencia de la retratística neoclásica inglesa, pudiendo ser una alusión al carácter castrense de don Antonio. El conjunto resulta bastante atractivo, especialmente por la calidad de los detalles.
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Desconocemos la identidad de este personaje que Rizi ha retratado de manera espectacular. Se especula con la posibilidad de que se trate de don Luis Méndez de Haro, VI marqués del Carpio, sobrino del conde-duque de Olivares y valido de Felipe IV. Sin embargo, este importante personaje no estuvo vinculado con la orden de Calatrava que la figura exhibe en su pecho. El personaje aparece ante un fondo de paisaje, junto a un cañón y portando el bastón de mando de los generales españoles. Viste capote, valona y botas de montar, sujetando en su mano izquierda el sombrero de plumas. Lo más importante resulta el expresivo rostro del hombre, cuyos inteligentes ojos se dirigen hacia el espectador. Rizi muestra en este retrato su admiración por la escuela flamenca, en especial Van Dyck, resultando una obra de elegancia y perfección reseñables, que la hacen más valiosa al no contar con numerosos retratos de este artista. Su estilo fluido y vaporoso también se aprecia en sus obras religiosas como la Santa Agueda.