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obra
El Dispensari Central Antituberculós presenta tres bloques en un solo cuerpo de cuatro plantas que delata sus funciones (portería, dispensario, administración, sala de conferencias).
monumento
En esta obra culmina la colaboración del grupo GATCPAC-concretamente J. L. Sert, J. B. Subirana y J. Torres Clavé- con la Generalitat. En 1934 les hace el encargo dentro de un programa de socialización hospitalaria y lucha contra la tuberculosis. Tres bloques en un solo cuerpo de cuatro plantas que delata sus funciones (portería, dispensario, administración, sala de conferencias), sorteando un solar irregular y acogiendo al usuario mediante patio-jardín. Recurso a la estructura metálica, forjados de bovedilla ligera, elementos prefabricados. Habitaciones ventiladas, yuxtapuestas, articuladas y servidas por corredor en L también ventilado e iluminado. Traducción a exterior en volúmenes puros de gran potencia plástica que, aun pudiendo recordar el Pabellón Suizo (1930-1932. París) de Le Corbusier, supera todo rigor insípido para generar la pulcritud requerida y la perduración en un entorno concreto (muros vidriados). En esta obra convergen todas las ideas condicionantes de un programa sanitario que se resuelve racional y funcionalmente, si bien superando el hospital de pabellones de fines del siglo XIX, al tiempo que mantiene unitariamente sus deslindadas funciones: higiene, asepsia, ventilación, soleamiento. En cierto modo, estos criterios planteados eran desarrollados en un frustrado proyecto de rara belleza y perfección formal, el Hospital para tuberculosos (1936, Barcelona) de Sert y Torres Clavé, que identificaba arquitectura con medicina moderna (helioterapia).
contexto
Todas las interpretaciones y problemática del Paleolítico Medio siempre han estado ligadas a dos áreas geográficas: Europa occidental y Próximo Oriente. Sin embargo, industrias relacionadas con este período se encuentran en otras áreas que todavía se conocen someramente. El continente africano es un foco de atención para las industrias más antiguas y representa un factor clave en los estudios sobre evolución humana, dado que hasta el momento está considerada como la cuna de la humanidad. Los estudios sobre el Paleolítico Medio en Africa están cobrando un cierto empuje, pero aún los datos no son tan abundantes, teniendo en cuenta la extensión del continente africano, ni la densidad de estudios es tan grande como en Europa o el Próximo Oriente. EL norte de Africa presenta diversas adaptaciones; en la zona de Nubia se conocen varios conjuntos, pero casi todos los datos provienen de yacimientos al aire libre, por lo que no hay secuencias estratigráficas largas. Pueden reconocerse diferentes tipos de conjuntos que muestran tres tendencias distintas. Unos conjuntos son parecidos al que conocemos en Europa por Musteriense Típico, otros se asemejan al Musteriense de Denticulados y, por último, aparecen aquellos que presentan características propias, entre ellas la más importante es la abundancia de buriles de tipo Khormusan. En todos ellos la técnica levallois es común. En el Sahara egipcio aparecen yacimientos que se encontraban asociados a lagos y corrientes de agua que implican un clima húmedo durante las ocupaciones del Paleolítico Medio. En la región del norte de Africa, sin embargo, destaca la cultura llamada Ateriense, muy abundante. Se caracteriza por tener las típicas piezas con pedúnculo en conjuntos que presentan raederas, puntas, denticulados y algunas piezas levallois, como sucede en Taforalt, Aliya y en otros yacimientos en cueva marroquíes. El Ateriense parece suceder al Paleolítico Medio, pero no siempre es así. Geográficamente se sitúa en las regiones que bordean el mar Mediterráneo, de Marruecos a Cap Blanc en Túnez. Se asocia a un clima húmedo, como se deduce en Dar-es-Soltán. En algunos yacimientos, entre el Ateriense y el Paleolítico Superior aparecen niveles estériles arqueológicamente, interpretados como periodos de aridez que no permitieron la ocupación humana. Del Africa subsahariana tenemos noticias en el Africa occidental y el oriental, pero la región que ofrece más datos es Sudáfrica. Los conjuntos se presentan pobres en piezas retocadas, entre las que predominan raederas, puntas y denticulados, alternando su dominio según el conjunto. La técnica levallois predomina, a su vez, en los yacimientos de regiones hacia el interior más que en la costa, lo que puede deberse a las diferentes materias primas, del mismo modo que las hojas son abundantes, pero también varia su número dependiendo de los conjuntos. Aparecen algunas piezas de dorso, que se asignan con sus conjuntos a la industria de Howieson's Poort, que a su vez representa el intermedio entre el Paleolítico Medio y el Paleolítico Superior. Hacia el sur, los niveles intermedios se presentan estériles al igual que sucedió en el norte. En Africa oriental hay pocos yacimientos, pero muestran más continuidad con el Paleolítico Superior en las áreas del Zaire, Kenia y Tanzania. En Asia, las industrias del Paleolítico Medio aparecen mal representadas en el Lejano Oriente, aunque tenemos algunos datos por la fauna e industria que rodean algunos restos fósiles humanos, de los que los más plausibles son los procedentes del lago Datong, en la provincia de Shanxi, Changyang en la provincia de Hubei y, especialmente, Dingcun en el distrito de Xiangfen, todos en China. En ellos, se observa una gran variedad en las materias primas con las que se realizó la industria lítica, destacando en la misma la presencia de bolas trabajadas de diversos tamaños, de las cuales las pequeñas e intermedias han sido interpretadas como destinadas a la captura de animales por el sistema que encontramos en algunas poblaciones sudamericanas, arrojándolas, atadas a tiras de cuero, a las extremidades de los animales a la carrera. La mayor concentración de yacimientos y estudios en el subcontinente asiático se centra en el Próximo Oriente. Las industrias presentan rasgos similares a los de Europa occidental, pero con una mayor incidencia de la técnica levallois. Los estudios más conocidos son los realizados en grandes yacimientos en cueva, como Tabun, Skhul, Qafzeh, Yabrud, Amud y Kebara, algunos de los cuales han sido investigados en diferentes etapas y cuya importancia se debe no sólo a las industrias, sino también al hallazgo de restos humanos asociados a inhumaciones. A su lado contamos con los trabajos sobre yacimientos al aire libre, como los realizados en Asiento del Neguev. El Musteriense en el Levante es posterior a la presencia de industrias como el Amadiense, que se ha considerado como una industria preauriñaciense (Paleolítico Superior Inicial) con abundancia de hojas, buriles, raspadores y cuchillos de dorso. Esta industria recientemente se observa como una continuación del Acheleo-Yabrudiense, que presenta una gran abundancia de hojas, y posee dos facies, una en la que abundan las raederas y otra en la que están presentes pequeños bifaces. Estas tres se asimilan a lo que se denomina en la actualidad el complejo industrial de Mughara, que hace 74.000 años, según la serie de Tabun, derivaría en el Musteriense. A partir de la sistematización de F. Bordes en el que ya se reconocía la importancia de la técnica levallois, se han intentado establecer secuencias diversas, entre ellas el reconocimiento de tres grandes grupos, según F. Hours, A. Copeland y C. Aurenche, basándose especialmente en la serie de Tabun. De esta forma, en 1973 se reconocían tres tipos de Musteriense: 1. Musteriense de puntas levallois alargadas, con predominio de núcleos con preparación unipolar y obtención de soportes laminares triangulares. 2. Musteriense de lascas levallois anchas, caracterizado por la ausencia de puntas levallois triangulares y desarrollo de lascas anchas transversales y ovales, obtenidas a partir de una preparación radial del núcleo. Carecen de núcleos unipolares, encontrándose las raederas y los denticulados bien desarrollados. Representativos de esta variedad son los yacimientos del Líbano y Qafzeh. 3. Por último, un Musteriense de puntas levallois cortas y anchas, con núcleos de preparación unipolar y radial, que encontramos en Yabrud, Qafzeh y niveles de Kebara. En la actualidad se han emprendido numerosos trabajos, siendo la técnica levallois el elemento decisivo para poder estudiar la variabilidad de las industrias del Levante, basándose en la lectura de técnicas de gestión y el modo de preparación y explotación de los núcleos. Resulta interesante observar que en los trabajos recientes de Kebara, realizados por un equipo multidisciplinar, en la industria se halla bien representada la técnica levallois, pero no alcanza el grado que se observa en los análisis de la excavación antigua, por lo que se pone en evidencia la selección del material realizada por los antiguos investigadores del yacimiento. En la actualidad Kebara ofrece una ocupación continua del yacimiento, en el que se superponen y entrecruzan niveles de hogares constantes a lo largo de su secuencia estratigráfica. Por otro lado, la gran abundancia de productos brutos de lascado, con numerosos elementos corticales y desechos característicos de la preparación de núcleos y el alto porcentaje de los mismos, hace suponer a O. Bar Yosef que las actividades primarias de explotación de la materia prima se llevaron a cabo en el interior del hábitat. Una característica del Musteriense en el Levante es la presencia, hacia el final del mismo, de las puntas de Emireh (yacimiento epónimo israelí) caracterizadas por tener un retoque bifacial que adelgaza la base de la pieza, probablemente para su enmangamiento. Algunos autores separan las industrias con este tipo de puntas como una facies denominada Emiriense. Otro de los rasgos más importantes que caracterizan el Musteriense en el Levante es la presencia de restos humanos, neandertales y de hombres modernos. La problemática se centra en los yacimientos de Qafzeh y Skhul, en donde los restos son de hombres modernos asociados a industrias musterienses. Estos hombres modernos cronológicamente son paralelos a los neandertales clásicos europeos, sin embargo es más difícil ver su correspondencia con los neandertales del Levante, aunque si seguimos las dataciones recientemente efectuadas mediante termoluminiscencia, por H. Valladas, estos últimos son posteriores. En Qafzeh los hombres modernos se encuentran alrededor de los 92.000 años, mientras que la sepultura del neandertal de Kebara tiene una datación cifrada alrededor de 60.000. Las industrias de transición hacia el Paleolítico Superior son difíciles de registrar en el Levante, pero la presencia de una industria con una auténtica tecnología de hojas parece derivar de una tecnología de puntas levallois, según se documenta en el yacimiento de Boker Tachtit (Neguev), con una cronología entre 47.000 y 38.000 años. Las industrias del Paleolítico Medio europeo tienen una gran expansión, caracterizándose por una diversidad amplia según las diferentes regiones. El suroeste de Europa muestra las características de los tipos musterienses definidos por F. Bordes, si bien las facies se van desdibujando progresivamente según nos alejamos del suroeste francés, cuyos yacimientos e industrias fueron la base del sistema bordiano. La polémica sobre la variabilidad de las industrias musterienses constituye un debate que continúa en nuestros días, si bien en los últimos años han aparecido trabajos sobre la tecnología de las industrias que están ampliando nuestro conocimiento sobre las mismas y ofreciendo nuevas pautas de interpretación, que no se basan exclusivamente en la tipología. Entre las investigaciones más recientes se encuentran los trabajos sobre las cadenas operatorias que se producen en la manufactura de las piezas, según los análisis de E. Böeda (fundamentalmente sobre la técnica levallois) y M. Geneste, aplicados especialmente sobre las industrias del suroeste francés. Si bien las industrias más antiguas presentan una cadena operatoria de factura, bien sobre cantos tallados o bien sobre piezas bifaciales, en el Paleolítico Medio se observan estas mismas, a las que se suman tres tipos diferentes de cadenas operatorias sobre la talla. La complejidad y diversidad es mayor, entrecruzándose varias cadenas. Según estos análisis, se define la factura como la obtención de una pieza a partir de una masa de materia prima, que desde el comienzo está investida de una aproximación progresiva de la forma y volumen final. La talla se entiende como un fraccionamiento de una masa de materia prima a partir de una panoplia de métodos específicos que se traduce en diferentes unidades de formas y de volúmenes que obtienen en series diferenciales o generalizadas, recurrentes y lineales. De esta forma habría dos series operatorias en los productos de talla; por un lado, las cadenas productivas de lascas, de talla levallois, discoides y Quina, y, por otro, las de producción mixta de hojas, lascas y puntas. El análisis del suroeste francés está marcado por la abundante presencia de largas series estratigráficas, sobre las que se han intensificado estudios interdisciplinares que han favorecido un mayor conocimiento de las mismas, al igual que sucede en el Próximo Oriente. Así, tenemos yacimientos epónimos como el de la Quina, la Ferrassie y Le Moustier, y otros, como Combe Grenal y Pech de l'Azé. Incluso aparecen yacimientos al aire libre estudiados con la misma intensidad. En cuanto a la cronología, es en esta zona donde se ha comprobado que las industrias musterienses pueden alcanzar una cronología muy alta, como es el caso del yacimiento en cueva de Vauffrey. En los últimos años y dentro del estudio de las industrias líticas, se han intensificado análisis sobre las materias primas que se utilizan para la factura y talla de las piezas. Estos trabajos llevan a considerar las estrategias de aprovisionamiento de las mismas incidiendo en el comportamiento de los grupos cazadores. Siguiendo las características de los distintos tipos de materia prima en el Paleolítico Medio del suroeste francés, se encuentran los trabajos de M. Geneste y A. Turq. Siguiendo los cursos de los ríos del Perigord, los cazadores musterienses parecen mostrar cierta tendencia a economizar la energía necesaria, transportando pequeñas cantidades de materia prima. De los 15 yacimientos estudiados, las materias primas se han trasladado a través de distancias cortas o medianas (5 a 20 Km.), que señalan el territorio de captación a partir de la ocupación de un yacimiento. Ello muestra también una explotación intensiva del medio inmediato al mismo. Aquellas materias primas cuyas fuentes se encuentran en trayectos más largos (superiores a los 20 Km.) presentan una especificación en las piezas. Por ejemplo, se encuentran útiles, productos completos de talla y a veces núcleos, que pueden ser al mismo tiempo útiles y/o reservas de materias primas. Siguiendo los estudios de Binford sobre los esquimales Nunamiut, estas variedades hacen pensar en el utillaje que lleva consigo una persona o un grupo en desplazamientos o viajes de larga duración. También pueden corresponder a la explotación estacional de un centenar de kilómetros. Dentro de este estudio, los yacimientos que presentan los territorios de aprovisionamiento más reducidos (hasta 10 Km.) son los que tienen industrias de facies Quina y musterienses con choppers. Aquellos que presentan mayor variabilidad de materias primas exóticas y más alejadas (15 a 10 Km.) corresponden a industrias del Musteriense Típico y Musteriense de Tradición Achelense. Vinculadas al suroeste francés se encuentran las industrias del Paleolítico Medio de la cornisa cantábrica. En esta zona encontramos yacimientos en cueva con largas como El Pendo, Morín, Castillo y Lezetxiki y la presencia de algunos yacimientos al aire libre. En esta zona los yacimientos en cueva presentan únicamente tres facies, según los análisis de L. Freeman y los más recientes de V. Cabrera. En lo que se refiere a la atribución de las distintas industrias a facies determinadas, nos encontramos con la atribución clara de varios conjuntos al Musteriense de Denticulados y al Charentiense en su variedad Quina, cuestión que se produce asimismo fuera de nuestras fronteras. Otros conjuntos entran en la problemática actual de algunas facies musterienses más difíciles de delimitar. En el caso de Cantabria, existe una serie de conjuntos que portan entre sus útiles un tipo especial que denominamos hendedor (hachereaux), y que no entran exactamente en lo que Bordes aisló como Musteriense de Tradición Achelense tipo A, si bien en algunos casos la curva acumulativa se aproxima a la propuesta como modelo del mismo, como inicialmente defendió L. Freeman. Por otro lado, estos mismos casos y otros conjuntos con hendedores se aproximan al Musteriense Típico con algunos matices (rico en raederas). Lo que sí es evidente es que estos complejos con hendedores no responden a una variedad homogénea de la cornisa cantábrica, si excluimos estas piezas, lo que lleva a excluir la posibilidad de una facies cantábrica, como estableció Bordes bajo el término de Vasconiense. Estos problemas no son los únicos en la cornisa, sino que entran en la complejidad general de las facies, tal y como se refleja hoy en día en Europa occidental y que sólo nuevas investigaciones podrán resolver. Así pues, la variabilidad de las facies musterienses puede radicar tanto en bases cronológicas o funcionales, como en preferencias regionales sobre el aprovechamiento de distintas materias primas. Lo que es evidente es que no existen en Cantabria conjuntos que, por el momento, puedan atribuirse al Musteriense Charentiense tipo Ferrassie, Musteriense de Tradición Achelense tipo B e incluso hay dificultades para asimilar determinadas al tipo A del mismo grupo. En cuanto a la técnica de manufactura, no aparece ninguna industria con índice levallois que pueda ser significativa, predominan los soportes y productos de lascas sobre las hojas, quizá debido a una determinación impuesta por el tipo de materia prima tanto como a una selección o preferencia cultural. En lo que se refiere a industrias más antiguas del Würmiense, hemos detectado industrias que anteceden al 90.000 que pueden incluirse en facies musteriense (Típico y de Denticulados) en los niveles basales de la larga estratigrafía del Castillo, cuyo Musteriense según nuestros análisis pertenecen a facies charentienses, Quina y Quina evolucionado con hendedores. En este mismo yacimiento, el análisis de las materias primas no parece indicar un territorio superior a 20 kilómetros, observándose una gran economía en el uso del sílex destinado a útiles específicos y encontrándose entre los restos de talla una muy baja proporción del mismo y núcleos muy agotados. En el valle del Ebro se ha intensificado el estudio de yacimientos al aire libre y en cueva, lo que permite en la actualidad tener una red más densa de yacimientos de distinta índole. Algunos de ellos son talleres de industria lítica, como en la sierra de Urbasa, mientras que otros se relacionan con cazaderos y los de cueva como hábitat, entre los que destaca Peña Miel. En el área levantina de la Península Ibérica, encontramos focos importantes en el área catalana y el área valenciana. En la primera, la densidad de yacimientos es muy alta. A partir de los años sesenta se sucedieron las investigaciones de L. Freeman, H. de Lumley y E. Ripoll y las más recientes de numerosos investigadores, como R. Mora, N. Soler y J. Maroto, trabajos que han llevado a cabo el esclarecimiento de la tecnología y cronología de los yacimientos. Entre ellos destacan L'Arbreda, el Abri Romaní y Abri Agut. Las facies representadas han sido atribuidas, en general, al Musteriense Charentiense (Quina), Típico y de Denticulados. En el estudio de las materias primas se observa una polarización en la utilización de las mismas, con series abundantes en cuarzo en el noreste, y otras con predominio del sílex hacia el sur. En el área valenciana destaca el yacimiento en cueva de Cova Negra, que presenta una larga estratigrafía estudiada recientemente por V. Villaverde y que ofrece una larga serie de niveles atribuidos al Charentiense (Quina) y Protocharentiense, con algunos niveles atribuidos al Musteriense Típico y de Tradición Achelense. En la región andaluza existen numerosos yacimientos importantes, como el conjunto de Gibraltar (Devil's Tower, Gorham's Cave, Forbes Quarry), Cova Horá, Zafarraya, Zájara I y la cueva de la Carigüela. En esta última, tras los últimos trabajos de G. Vega, ha llegado a establecer una secuencia de 61 niveles de Paleolítico Medio, y una importante secuencia cronoestratigráfica que comprende desde el Riss-Würm hasta los primeros momentos del Würm III. La industria presenta una serie muy reiterativa, siendo clasificada por H. de Lumley como Musteriense Típico. En el estudio de G. Vega, el conjunto presenta menos riqueza en raederas y técnica levallois, siendo representativas las puntas musterienses y las raederas convergentes. Carigüela, tras estos últimos trabajos, parece mostrar una pervivencia del neandertal y de las industrias musterienses más larga que en el resto de Europa. La Meseta presenta varios asentamientos en cueva, como Los Casares con industria charentiense tipo Ferrassie, o la Ermita y Cueva Millán con industrias Quina. Estos últimos son importantes para observar el poblamiento por grupos humanos del Paleolítico Medio, ya que, además de que los dos se encuentran en el mismo valle, las dataciones C14 de cueva Millán dan fechas recientes, pero hay que tener en cuenta que en el caso del Musteriense muchas veces nos dan las fechas límite, pudiendo ser mucho más antiguas. El problema de la cronología de las industrias del Paleolítico Medio presenta, pues, en esta región del suroeste de Europa industrias antiguas, en cronologías que alcanzan la glaciación Riss, como en Vauffrey; la secuencia inferior de Castillo, los yacimientos de Carigüela y, al parecer, Cova Negra inician sus secuencias en el interglaciar Riss-Würm. En el resto de la Europa mediterránea destacan yacimientos en abrigos y cuevas como l'Hortus cuya larga secuencia se corresponde con el Würm I y II, y algunos yacimientos al aire libre. En la península italiana se encuentran abundantes yacimientos del Würm antiguo, en donde están representadas todas las facies, excepto el Musteriense de Tradición Achelense. Dentro de este mundo se encuentra una variedad del Charentiense tipo Quina, que Bordes denominó como Pontiniense y que en realidad se debe a factores de aprovisionamiento de materia prima. Yacimientos a destacar son Torre in Pietra y Torre Nave en Calabria y Monte Circeo al sur de Roma. El resto de Europa presenta una variabilidad diferente, a la que se suma la caracterización de industrias del Paleolítico Medio Antiguo. El norte de Francia, el norte de Europa occidental, Europa central y oriental proporcionan industrias que pueden definirse en tres grupos, como son conjuntos con bifaces y cuchillos de dorso bifaciales, conjuntos que se asimilan a los tipos musterienses clásicos y, por último, conjuntos que tienen puntas bifaciales (foliáceos) que desembocan en conjuntos del Paleolítico Superior. En el primer grupo se encuentran bifaces pequeños y apuntados, que se distribuyen en diferentes y reducidos conjuntos por Bélgica, Alemania (bifaces foliáceos o Faustkeiblätter, bifaz triangular del Micoquiense de tipo Schwambach, piezas de dorso tipo Keilmesser), Polonia (cuchillos tipo Prodnik), Checoslovaquia y cuya expansión alcanza las llanuras rusas. Es el denominado Micoquiense (nivel 6 de La Micoque, Francia) que aparece en las fases finales del Eemiense (interglaciar Riss-Würm), se desarrolla en las fases iniciales del Würm y sobrevive hasta el fin del Würm antiguo. Anteriormente, y siguiendo la estratigrafía de la cueva Külna en Checoslovaquia, aparece el Taubachiense. Este último se caracteriza por la rara presencia de bifaces y se corresponde con industrias de lascas más antiguas en Europa central y occidental. Los pocos bifaces que se encuentran se corresponden con materias primas lejanas o exóticas. La técnica bifacial del Micoquiense, que le sucede, parece tener sus fuentes en el Achelense Superior y se encuentran próximas al Charentiense tipo Quina, pero su edad es más antigua (Riss), como se muestra en High Lodge, La Chaise, Ehringsdorf o Becov IA, y tiene una evolución ulterior transformándose en industrias con puntas foliáceas como se muestra en Rörshain, Weinberghöhlen y Kösten, participando en la formación del Paleolítico Superior (el Szeletiense) en la parte oriental de Europa central. El norte de Francia ofrece industrias micoquienses, parecidas a las descritas, y otra serie de yacimientos con Paleolítico Medio antiguo, según la alta cronología que se ofrece. En este caso se encuentra el yacimiento de la Biache-Saint-Vaast, cuya tipología y tecnología lo sitúan en una fase antigua del mismo con industrias musterienses de facies levalloisiense de tipo Ferrassie y de Denticulados. En general, los yacimientos ofrecen un Micoquiense, diferente del conjunto del nivel 6 de La Micoque por la presencia de técnica levallois y bifaces alargados y los grupos musteriense como Musteriense de Tradición Achelense, de Tradición Charentiense, Típico, de Denticulados (ambos en Arcy-sur-Cure) y una original facies laminar con una gran abundancia de hojas muy alargadas en el yacimiento de Seclin. Como hemos visto, la expansión del Paleolítico Medio se encuentra definida por los conjuntos líticos. En este sentido conviene recordar que las diferentes formas culturales que lo definen están fuera, y deben estarlo, de una concepción cronológica asociada a una cultura determinada por su tipología, como se está demostrando hoy en día. En esta orientación hemos definido el Paleolítico Medio Antiguo, basándonos exclusivamente por las dataciones relativas o absolutas de los niveles que contienen las industrias, pero cuya atribución tecnotipológica muestra la variabilidad cultural aceptada dentro de los márgenes del Paleolítico Medio. Sería inexcusable, por tanto, definir una industria como Achelense por la única razón de encontrarse en sedimentos rissienses, en este sentido se mueve la investigación actual.
contexto
Europa occidental presenta una secuencia que enlaza con el final del Paleolítico Superior, hasta el punto que el complejo Aziliense para muchos autores debía de incluirse en el anterior. Se sitúa en el Tardiglaciar para continuar entrado ya el Holoceno, presentando una extensión que abarca la Cornisa Cantábrica española, sur de Francia, Pirineos, en donde se sitúa el yacimiento epónimo de Mas d'Azil, llegando a los Alpes occidentales. En cuanto a la industria lítica se caracteriza por la microlitización. Destaca la presencia de puntas azilienses, raspadores unguiformes y buriles. En realidad, el Aziliense es descendiente directo de la etapa anterior, aun cuando toma un camino nuevo a través del utilitarismo y la simplicidad basada en una mejor explotación de las materias primas. Su industria ósea es asimismo más simplista, destacando los arpones de sección plana generalmente de una fila de dientes y con forma ovalada cerrada, en la cual se han tallado los dientes, sin que rompan la morfología general del objeto. Realizados sobre asta y fundamentalmente hueso, ofrecen una perforación basilar en ojal. Junto a ellos aparecen punzones y escasas azagayas, espátulas y algunos objetos de adorno (colgantes a partir de dientes y conchas perforados). En algunos yacimientos se presentan decorados con símbolos geométricos, como en el caso del yacimiento de Los Azules (Cangas de Onís, Asturias). Sus manifestaciones artísticas son básicamente abstractas, desapareciendo las magníficas representaciones naturalistas del periodo inmediatamente anterior, lo cual supone una ruptura con las concepciones místicas que predominaban en aquél, sin que por ello deba mantenerse la valoración puramente negativa que ha pesado sobre la decoración de los objetos y los cantos rodados pintados. El Epipaleolítico europeo continúa con el Sauveterriense, cuya cronología se establece aproximadamente entre el 7500 y 5500 a.C., durante el Preboreal y el Boreal. Su expansión es mayor que el Aziliense, encontrándose en Francia en las regiones del Perigord y Languedoc, Bélgica y Países Bajos, y hacia el este alcanzando parte de Suiza. Se caracteriza por una industria microlítica con tendencia a los geométricos como triángulos isósceles, escalenos y segmentos. Es un periodo en el que se expanden, según J. Rozoy, las puntas de proyectil, encontrándose dos o más tipos dentro de cada fase cultural. Por último, tenemos el Tardenoisiense, que se enmarca entre los 6200 y 5000 a.C., con tres fases dentro del final del Boreal y el Atlántico. Tiene una gran expansión a partir de Francia, en donde se encuentra dentro de la región de Tardenois un yacimiento clave (Cuzoul de Gramat), en el que su larga estratigrafía presenta el Tardenoisiense encima del Sauveterriense. Se le encuentra representado en Bélgica, Países Bajos, Centroeuropa y los países más septentrionales. En realidad, esta expansión hace que esta industria no sea homogénea, sino que presente facies locales, por lo que según los autores se define como grupos tardenoides que enlazan con el Neolítico. En este punto se ha requerido que se les considere como preproductores al considerarse en algunos yacimientos que pudiera existir una protodomesticación. En la industria aparecen puntas tardenoisienses, y la presencia de trapecios es característica, aunque no se observa en todos los grupos. Estos trapecios sobre hojas y hojitas ofrecen varias clases al mismo tiempo, detectándose el retoque en unas zonas (sur de Francia) sobre el borde izquierdo, mientras que en otras (Bélgica) es preferente el retoque sobre el borde derecho. Una industria que se presenta en yacimiento al aire libre, el Campiñense, presenta una producción muy distinta, al ser macrolítica con soportes de lascas al lado de hachas, cinceles, picos y hendedores. Su cronología es difícil de establecer, perteneciendo al Epipaleolítico y alcanzando la edad de los metales. Se la detecta en la Dordoña francesa, aunque muy bien pudiera encontrarse en otras regiones. La región mediterránea va a ofrecer otra serie de complejos y de industrias, en una secuencia general con distintas facies, según las zonas. A partir del Epigravetiense, se observa un complejo denominado Protoromanelliense, detectado en el Alleröd, que desembocará en el Romanelliense, cuyas raíces se encuentran en el Epigravetiense italiano con diversas manifestaciones regionales, como el Valorguiense (Provenza) o el Tardigravetiense final (Italia). Las industrias se componen de buriles, raspadores circulares, pocas hojitas de dorso y algunos geométricos, si bien los distintos complejos tienen diferentes índices. El ambiente es frío y en el Valorguiense tenemos restos de cabañas de 2,5 metros de diámetro y una caza orientada hacia grandes bóvidos, cérvidos y pequeños équidos, aunque lo más frecuente es la caza de conejos y liebres. Esta facies deriva en el Montandiense, en el Dryas III, ofreciendo un hábitat en abrigos y en un paisaje de pradera. Para algunos autores pudiera tratarse de una facies costera del Sauveterriense, con microlitos, geométricos y hojitas de dorso, todos de tamaño muy reducido. El Castelnoviense presenta las características del Tardenoisiense final, con una industria basada en trapecios, raspadores y hojas y hojitas Montbani, y numerosos microlitos. En este complejo analizado por M. Escalon de Fonton, encontramos una economía basada en la caza del ciervo y el jabalí y la pesca, y un hábitat por lo general en abrigos, en donde construyen pequeñas cabañas. Hacia el Mediterráneo oriental tenemos la cueva de Franchti en el Egeo, que muestra la relación de esta zona con los grupos preproductores del Próximo Oriente. Sobre una capa del Paleolítico Superior la técnica del microburil aparece bien representada hacia el 9.800 a.C. para la fabricación de hojitas de borde abatido. Del 9.000 al 8.000 a.C. esta técnica estaba en relación con la fabricación de microlitos geométricos (triángulos y segmentos). El comienzo del Holoceno muestra una industria sin microlitos, dominada por muescas, denticulados y raspadores, para encontrarnos en el 6.000 a.C. la presencia de trapecios y numerosos microlitos no geométricos. En esta fase encontramos una economía basada en la recolección de leguminosas y cereales silvestres, la caza de ciervos y jabalíes unida a la pesca del atún. En el 5.000 a.C. aparecen ya los ovicápridos domesticados, iniciándose la transición hacia el Neolítico. La Europa nórdica presenta otro tipo de adaptaciones y series de industrias epipaleolíticas. En realidad se observan dos grandes complejos, especializados en un medio forestal al borde de lagos y ríos y otros en recursos marinos costeros en el litoral del mar Báltico. Estos grupos inciden también en Gran Bretaña, Alemania y al este del Báltico. El complejo más antiguo es de Maglemose, conociéndose más de 41 yacimientos en Dinamarca, en una cronología aproximada del 7600 al 6000 a.C., coincidiendo sus primeros estadios en el fin del Preboreal y los últimos comienzos del periodo Atlántico. La industria lítica se caracteriza por hojas pequeñas, irregulares en el comienzo, asociándose a hojitas en las últimas fases. Aparecen algunas azuelas talladas, piqueteadas o abrasionadas, junto con microlitos truncados o de dorso curvo y triángulos, destacando la presencia de la técnica del microburil a lo largo de todo el periodo. Los objetos de asta de ciervo y hueso son abundantes y variados: arpones, puntas barbeladas, en la que el borde tiene microlitos engastados en una ranura, azuelas en asta de ciervo y algunos anzuelos, la situación de yacimientos en turbera proporciona una excelente conservación de los elementos de madera como arcos y flechas. El arte está representado por una centena de objetos decorados fundamentalmente con motivos geométricos sobre objetos de diversas materias primas: asta, hueso, ámbar y cortex de sílex, destacando la cabeza de alce tallada en ámbar de Egemarke. La economía se caracteriza por la diversidad de productos alimenticios. Productos vegetales como la avellana o nenúfares acompañan a un espectro de 58 especies animales entre peces, aves acuáticas y 20 especies mamíferas. En las primeras fases dominan el alce, el uro y el ciervo, a los que se suman en fases más recientes el corzo y el jabalí, detectándose dos especies de perro en numerosos yacimientos. Las estructuras de habitación cubren un espacio de 18 a 25 metros cuadrados, con un solo hogar. Los campamentos al borde de cursos de agua se consideran asentamientos estivales, consagrados especialmente a la pesca. Las afinidades que presenta el Maglemoisiense con un gran número de culturas del norte europeo, especialmente por la presencia de azuelas (cuya finalidad es la tala de la madera), la industria ósea y el estilo artístico, ha hecho que se les considere como una entidad mucho más vasta, denominada como Maglemoisiense por J. G. D. Clark, o Cultura Forestal por G. Childe. El segundo grupo cultural lo constituye el Ertebolliense, asociado a concheros (kjökkenmödings), distribuido por Escandinavia. Las dataciones de C14 lo sitúan aproximadamente entre el 4500 y el 3200 a.C., dentro del periodo Atlántico, conviviendo en sus últimas etapas con la llegada de los primeros neolíticos. Presenta una continuidad con Maglemose, con industrias microlíticas y macrolíticas, a lo que se une en la industria ósea la presencia de anzuelos, arpones típicos (en asta de cérvido o incluso huesos de cetáceos), espátulas, peines, punzones y brazaletes. La recogida de moluscos es un rasgo típico de su economía, aunque su distribución está vinculada a la salinidad del agua. La fauna cazada comprende 86 especies, entre ellas el ciervo y el jabalí. Este espectro tan alto está relacionado con un aumento de la depredación de peces, aves y mamíferos marinos, lo que se demuestra por los análisis de carbono realizados sobre restos humanos, que presentan una dieta en la que los animales marinos son un aporte fundamental en el régimen alimentario. Esta predación también está relacionada con una estrategia pesquera vinculada a un aumento de los ingenios de pesca y navegación (de cabotaje), demostrada por la presencia de piraguas (Tybrind Vig), anzuelos enmangados y redes. Tres grandes necrópolis se han relacionado con esta cultura, aunque presentan diferentes composiciones de la población, así como distintas formas de inhumación (apareciendo incineraciones y canibalismo, posiblemente ritual). Sin embargo, el ocre y las ofrendas son comunes a otras necrópolis epipaleolíticas/mesolíticas (como Muge u Oleni Ostrov). El arte continúa la tradición maglemoisiense y consiste generalmente en una decoración geométrica a base de alineaciones regulares de pequeños agujeros perforados con el auxilio de un taladro. Hacia el final de la cultura, la decoración de útiles desaparece. En Gran Bretaña nos encontramos con una dualidad cultural, con una prolongación de la cultura Cresweliense, una industria local del Paleolítico Superior final y otra más reciente dentro de la tradición maglemoisiense, en la que destaca claramente el yacimiento de Star Carr. Éste destaca por la cantidad de información que ha aportado a la investigación sobre el medio y la economía de los cazadores-recolectores en el Preboreal, en el VIII milenio a.C., apareciendo algunos restos de madera, como rollos de corteza de abedul y un remo de la misma madera que supone el objeto más antiguo que se conoce vinculado a la navegación. La fauna cazada está constituida por grandes ungulados, uros, ciervos, alces, corzos y pocos jabalíes, sin restos de peces y pocas aves. Se conocen restos de 14 plantas comestibles. Las estructuras de habitación son difusas, asociadas a una plataforma de ramas de abedul. La ocupación del yacimiento para muchos autores es invernal (entre ellos J. D. G. Clark y P. Mellars), mientras que otros lo asocian a la estación estival (P. Rowley y A. Legge) y otros a un asentamiento anual (M. Pitts). En la Europa central, Países Bajos, Bélgica y noroeste de Alemania se observa un Epipaleolítico particular, desde el Alleröd al comienzo del Boreal, continuando la tradición del Paleolítico Superior final. El Tjongeriense se caracteriza por contener en su industria lítica los denominados Federmesser (piezas de dorso) y puntas de Tjonger, que son similares a las puntas azilienses. En realidad, es una cultura que antecede al Ahrensburguiense local, situada entre el 9000 y el 7000 a.C. aproximadamente. Para algunos autores representa el final del Paleolítico Superior, cuestión que también sucede con la industria aziliense. Si bien las puntas de Tjonger permanecen durante algún tiempo en otras culturas. En Bélgica encontramos un complejo, el de Remonchamps, que equivale al Ahrensburguiense, y que se sitúa alrededor del 8.500 a.C., en un medio de tundra mixta con paisaje forestal (pino y abedul), y de cyperáceas y gramíneas. El Ahrensburguiense marca el final del Paleolítico Superior en las llanuras de la Europa noroccidental y se le considera como participe del tecnocomplejo de puntas pedunculadas del Tardiglaciar, comprendiendo los ciclos de Lyngby y de Swidry. La industria se caracteriza por un gran número de raspadores, cortos sobre lasca, menor número de buriles y pocos perforadores. Las puntas pedunculadas que aparecen son las de Lyngby y las propiamente ahrensburguienses. El utillaje sobre asta de reno se compone de hachas de Lyngby y arpones de una y dos hileras de dientes. Se han distinguido en tres facies del mismo (W. Taute). Su cronología relativa se detecta en Stellmoor, en donde se le ha asociado al Dryas III. Sin embargo, en otros yacimientos con dataciones radiométricas se le sitúa en el 9000 a.C., en donde se han encontrado 100 fragmentos de vástagos de flechas en madera. Asociada a las flechas pudiera estar la captura de aves, con cuyas plumas se rematarían las mismas. Los campamentos al aire libre cerca de lagos o cursos de agua se han determinado como campamentos estacionales de verano, mientras que aquéllos en cueva pudieran ser invernales. Las manifestaciones artísticas consisten sobre todo en escotaduras y líneas entrecruzadas formando complicados diseños. El Ahrensburguiense tiene una amplia distribución por el norte de Europa y ciertamente su tendencia a la microlitización, sus microburiles y sus triángulos implican el origen del Epipaleolitico en el norte de Alemania. La Europa del Este presenta una diversidad mayor, presentando algunas zonas la incidencia de culturas ya vistas anteriormente. Entre éstas podemos observar un ambiente sauveterrinense en los Alpes dináricos, con una caza sistemática de ciervo y jabalí. En Polonia y la llanura noroccidental europea observamos grupos locales emparentados con Maglemose, como el Janislawiciense, que S. K. Kozlowski engloba en el límite oriental del círculo septentrional. De igual manera, en la zona litoral occidental del Báltico observamos el complejo de Kongemose, forma local de Ertebölle, con amplios poblados costeros con una excelente conservación de elementos de madera. En los Cárpatos y el río Dniester, encontramos el Grebenikiense, hasta la fase protoneolítica de Bug-Dniester, caracterizada por campamentos a lo largo de valles fluviales, con refugios subterráneos y chozas de unos seis metros de diámetro. En el noroeste europeo, encontramos la cultura de Niemen, que se extiende por la cuenca lituana y bielorrusa del río que le da nombre y su afluente Vilia. Su territorio se extiende por el noreste de Polonia, norte de Ucrania y los límites de Letonia, conociéndose hasta 130 yacimientos de este complejo que abarca desde el primer tercio del Boreal hasta su fin en el sub-Boreal. Su industria lítica se caracteriza por una talla laminar regular, geométricos triangulares y trapezoidales, y puntas de Kunda. La industria ósea conlleva arpones de una hilera de dientes y azagayas en asta de cérvido con una ranura donde se encastran los elementos de proyectil. También aparecen macrolitos en 128 yacimientos, cuyo conjunto S. K. Kozlowski lo sitúa en el grupo lituano de la cultura Kunda, en el círculo cultural nororiental, caracterizado por campamentos base y otros satélite de ocupación estacional. En las estepas pónticas se encuentran asentamientos a lo largo de los valles del Dniester y Dnieper, con algunas estructuras semisubterráneas campamentos base, y satélites. Las sepulturas encontradas en el Valle del Dnieper ofrecen un predominio de cadáveres masculinos, algunos con huellas de muerte violenta, por lo que se ha postulado que pudiera tratarse de unidades militares masculinas, al mismo tiempo que su pertenencia a grupos patrilocales. Hemos dejado para el final la región de los Balcanes y cuenca cárpata, en donde aparece un Epipaleolítico de tradición tardigravetiense. En esta zona es donde se encuentra la cultura de Lepenski Vir, en las márgenes del Danubio, cerca de las Puertas de Hierro, con una cronología del VI milenio. A menudo se ha interpretado como un asentamiento permanente de un grupo de pescadores mesolíticos en vías de neolitización. El yacimiento epónimo ofrece una superficie de 2.500 metros cuadrados excavados. La característica del poblado ofrece casas de piedra de planta trapezoidal de tres a cuatro metros de lado sin equivalente en Europa, que contienen hogares enterrados formados por lajas verticales de piedra y, a menudo, sepulturas. Los restos de fauna se componen esencialmente de peces y de perros. El arte plástico más destacado es la presencia de cantos tallados como cabezas humanas, caso único sin equivalentes. El periodo III, que continúa ininterrumpidamente las fases I y II, pertenece por completo a la cultura Starcevo del Neolítico Antiguo. Otros yacimientos como Vlasac y Padina, próximos al epónimo, son idénticos, constituyendo un fenómeno aislado sobre el que se han dado múltiples interpretaciones.
contexto
Entre los monasterios cistercienses femeninos destacan los de Santa María de Carrizo, Santa María en Sandoval, San Andrés del Arroyo o Villamayor de los Montes (Burgos). Santa María de Carrizo debe su fundación a la condesa Estefanía Ramírez y don Pedro Ponce de Minerva. Ambos acordaron levantar un monasterio, con la advocación de Santa María, en su palacio de Carrizo y otro de Santa María en Sandoval, que en 1174, cuando fallece el conde, al parecer ya estaba concluido. La construcción de Carrizo se inició con anterioridad a la fecha de fundación, que es la de 1176. Probablemente en este año la abadía ya estaba en situación de ser habitada y es entonces cuando doña Estefanía, ya viuda, se traslada con varias religiosas, ostentando el cargo de gobernadora de la fundación hasta su muerte en 1184. Según el "Tumbo Antiguo", en 1174 ya se había edificado la capilla mayor y parte de las dependencias monásticas. Tras el fallecimiento de Ponce de Minerva, las obras fueron continuadas por su yerno, Diego Martínez de Villamayor, y concluidas por doña Estefanía, quien, como ya hemos visto, otorgó en 1176 el documento fundacional para que el monasterio fuera ocupado por monjas del Císter. La iglesia de Carrizo es, por la tipología de su cabecera, la más románica de todas las construcciones femeninas de Castilla y León. Se proyectó un templo de tres ábsides semicirculares escalonados, siguiendo el modelo benedictino, precedidos por un tramo recto; un amplio transepto y un cuerpo de tres naves. Sin embargo, el conjunto de la obra no llegó a terminarse. La cabecera, quizá la obra más homogénea y completa, cubre sus tres ábsides con bóvedas de horno reforzadas por cuatro nervios que concurren en la clave del arco de ingreso y están precedidos por un tramo recto, como se había hecho en Sandoval. En esta primera campaña constructiva, las obras llegarían hasta el transepto y posiblemente se haría el perímetro del edificio. Con esta disposición quedaría la iglesia hasta el último tercio del siglo XIII. Una lápida en el muro norte, de 1272, hace referencia a nuevas intervenciones. Quizá en torno a estos años el sistema de construcción se modifica al renunciar a las tres naves, quedándose como única la central formada por cuatro tramos que se cubrieron con una armadura de madera, que en el siglo XVII fue sustituida por cuatro bóvedas de arista. De las laterales, la de la epístola quedó dentro de la clausura y la del Evangelio como ámbito independiente. Las dependencias claustrales son de distintas épocas y casi todas posteriores a la fábrica medieval. Solamente la sala capitular, con sus tres vanos en arco apuntado carentes de ornamentación y cubierta con una techumbre de alfarjes sin pintar, podía ser coetánea a las obras primitivas. La primera noticia documental que tenemos sobre la fundación del monasterio de San Andrés del Arroyo es un privilegio de Alfonso VIII, de 23 de abril de 1181, por el que compensaba a la condesa doña Mencía de Lara -que ya figura como abadesa- de los 2.000 áureos que le debía, concediéndole la iglesia de San Millán, cerca de Villasandino. El monarca siguió acrecentando el patrimonio del monasterio con numerosas donaciones, lo que confirma que San Andrés del Arroyo si no es una fundación real como Las Huelgas, al menos obtuvo grandes beneficios por parte de Alfonso VIII. El monasterio de San Andrés es una réplica en pequeño del de las Huelgas. Al igual que en la abadía burgalesa, la entrada principal de la iglesia se halla en un lado de ésta, como era habitual en los monasterios femeninos. Un pórtico lateral se extiende a lo largo del muro norte, como el de los Caballeros, formado por una serie de arcos de medio punto. La iglesia, en su cabecera, es una copia de las Huelgas. Está formada por una capilla central poligonal, precedida de un tramo recto; flanqueándola, dos capillas de planta cuadrada, tipología de cabecera utilizada en otros ejemplos, como veremos. La construcción llega hasta el transepto, quedando sin concluir el posible proyecto original. El claustro es la parte más espectacular del monasterio. En él se pueden advertir las pervivencias románicas, con sus capiteles vegetales que recuerdan a los de las Claustrillas o a otros de la zona palentina, como los de Aguilar de Campóo. Entre las dependencias claustrales destaca la sala capitular, donde se hace notar la influencia de la arquitectura burgalesa, cubierta con una esbelta bóveda octopartita que la aproxima, más que otros monasterios, a los sistemas empleados en Las Huelgas o en Cañas. Por todas las connotaciones que Arroyo tiene con Las Huelgas podemos creer que son fábricas coetáneas, cuyas obras se están realizando a lo largo del segundo cuarto del siglo XIII. Por otra parte, dada la protección real de ambos monasterios, no nos extrañaría que algunos maestros de Las Huelgas interviniesen aquí en San Andrés, ya que tanto el pórtico como la iglesia o el claustro no sólo repiten las mismas estructuras, sino que los motivos ornamentales, en algunas partes, parecen haber salido de la misma mano. Al conde García Fernández y a su esposa doña Mayor Arias se debe la fundación del monasterio de Villamayor de los Montes (Burgos). Había heredado don García una parte de lo que había sido un monasterio familiar de curas seculares, denominado San Vicente Diácono. En 1223 el matrimonio adquiere toda la propiedad del antiguo monasterio y, a instancias de doña Mayor, se inicia el trámite de fundación para establecer en él como abadesa a una hermana suya, doña Marina Arias, religiosa de Las Huelgas. Así, el nuevo monasterio se somete en obediencia a la abadesa de Las Huelgas como filial suya. La construcción se empezó ese mismo año de 1223 y las obras se llevaron a cabo con gran celeridad, ya que, al parecer, las religiosas en 1227 ya habitaban el nuevo edificio, aunque no estaba concluido. En 1228 se autorizó la fundación por el obispo de Burgos, don Mauricio. La planta de Villamayor es una copia de la de San Andrés del Arroyo: ábside central poligonal, precedido de un tramo recto. A cada lado hay una capilla rectangular. El transepto es de tres tramos, lo que denota el proyecto de una iglesia de tres naves, de las que sólo se realizó la central para coro de las monjas. El claustro es una imitación del de las Claustrillas y el de Arroyo. Arcos de medio punto voltean sobre columnas geminadas, con capiteles vegetales donde abundan los crochets. Aunque la disposición sea la de un románico inercial, sin embargo, la ornamentación responde a las fórmulas del gótico pleno.
contexto
La primera noticia del desembarco norteamericano llegó a la gran base japonesa de Rabaul procedente de Tugali. Inicialmente el Cuartel General japonés supuso que se trataba de un golpe de mano, pero horas después se hacía cargo de la envergadura de la operación cuando desde Tugali llegó este mensaje: "Oramos para soportar los sufrimientos de la guerra... Resistiremos hasta el último hombre..., sumergidos por fuerzas enemigas defenderemos posiciones hasta la muerte". Desde la base aérea de Simpson Harbor, en Nueva Bretaña, la aviación Imperial envió 37 bombarderos y dos escuadrillas de cazas para aniquilar a las fuerzas desembarcadas si fuera posible o, al menos, para averiguar la envergadura de la operación norteamericana y si ésta se extendía a islas más próximas a la base de Rabaul. Desde ésta partió un grupo de 18 bombarderos, cuyo ataque contra la cabeza de puente norteamericana fue muy poco significativo (averiaron un destructor y mataron a 22 hombres), entre otras cosas, porque hubieron de combatir con la aviación norteamericana, que derribó 16 aparatos japoneses, perdiendo 12. El ataque norteamericano contra Guadalcanal dejó al Estado Mayor de Tokio enfrentado con el problema de su inmenso despliegue, que le obligaba a ocupar y defender todas y cada una de sus conquistas a lo largo y ancho de todo el Pacífico. En la práctica esto significaba ocuparlo todo con fuerzas reducidas, claramente insuficientes ante cualquier ataque de envergadura, y esterilizaría a la mayor parte de sus efectivos en una actitud de tensa espera, exclusivamente defensiva, pasiva, inoperante, costosísima y, finalmente, desmoralizadora y fatalista. Un ataque obligaba ahora a los japoneses a defenderse en condiciones de inferioridad, pues eran sus enemigos quienes decidirían la proporción de fuerzas; a sufrir casi siempre los efectos desconcertantes de la sorpresa; a depender de los refuerzos y suministros llegados, casi siempre tarde y escasos por largos y peligrosos trayectos marítimos que propiciaban todo género de incidentes y pérdidas. Además, el hecho de hallarse el Ejército Imperial disuelto en multitud de islas, por lo general de exigua extensión, hacían imposible montar, en buena parte de los casos, ataques de una aviación de asalto que partiera de bases próximas o contraataques de masas importantes de infantería y artillería contra los enemigos de desembarcados cuando éstos tenían los pies en el agua, único procedimiento rápido de aniquilar un ataque anfibio antes de que se extendiera rápidamente fuera de sus cabezas de playa. Los japoneses, que a partir de Guadalcanal perderían claramente la iniciativa, se hallaban frente a los mismos problemas que en los primeros meses de la guerra debieron afrontar las guarniciones de los imperios blancos del Extremo Oriente y del Pacífico, que Tokio había arrollado con tanta facilidad. Para mantener eficazmente esa situación defensiva era condición indispensable el dominio del mar, pero desde el hundimiento de cuatro grandes portaaviones en Midway, Japón estaba perdiendo rápidamente la hegemonía naval. Tokio aún superaba en el verano de 1942 a los aliados en cruceros y acorazados, pero las flotas de portaaviones estaban igualadas y muy pronto las industrias aeronavales norteamericanas volcarían sobre el Pacífico material en tal cantidad y calidad que Japón, incapaz siquiera de cubrir sus pérdidas, quedaría abocado a la derrota (14).
obra
Cuando Masaccio parte de Florencia hacia Roma en 1428, abandona la decoración de la capilla Brancacci. Entre 1481 y 1485 continúa con los trabajos Filippino Lippi, bien por encargo de los carmelitas de la iglesia o la propia familia Brancacci, que había regresado a la ciudad empobrecida tras su exilio. Lippi realizará tres frescos enteros: San Pedro visitado en la cárcel por San Pablo, la Liberación de San Pedro y esta imagen, así como algunos retoques en las escenas de Masaccio. El fresco narra sendos episodios recogidos en los Hechos de los Apóstoles. San Felipe llegó a la ciudad de Samaria predicando la palabra de Dios, consiguiendo convertir a todos aquéllos que antes habían creído a Simón el Mago, obteniendo su propia conversión. Lippi muestra a los apóstoles discutiendo con Simón sentado en su cátedra, rodeado de sus seguidores. En la escena contigua encontramos la crucifixión de san Pablo ante las murallas de una ciudad, siendo izado por los verdugos mientras un grupo de personas contempla el martirio. Las figuras volumétricas y monumentales son herederas de Masaccio, con cierta influencia de Botticelli, de quien Lippi era contemporáneo. La eterna atracción hacia la perspectiva presente en el Quattrocento también existe aquí, desarrollada a través de la arquitectura y del paisaje. Uno de los personajes del martirio mira hacia el espectador, considerando algunos especialistas que se trata de un autorretrato del artista.
obra
Para la Scuola de Santo Stefano, Carpaccio realizó un ciclo de "tellari" dedicado a la vida de san Esteban. En esta escena el santo está discutiendo con los eruditos orientales en el interior de una logia, mostrándose en primer plano las columnas. Al fondo se desarrolla un complejo estudio de perspectiva arquitectónica y paisajística, incluyendo las figuras en el espacio con sabiduría, eliminando el efecto de telón de fondo de años anteriores. La galería de personajes que escucha la discusión son los miembros de la cofradía, en un alarde retratístico sin parangón. La iluminación empleada refuerza los volúmenes y crea un ambiente placentero, destacando a san Esteban, cuya mirada se dirige al espectador. La intervención de colaboradores será muy limitada en esta serie ya que en esos momentos Carpaccio compite con Tiziano por el puesto oficioso de primer pintor de Venecia, saliendo triunfador éste último, lo que obligó a Vittore a emigrar hacia provincias.
obra
Se considera tradicionalmente que este fresco fue el primero realizado por Rafael a su llegada a Roma dentro de la decoración de la Estancia de la Signatura. El título de la obra no se corresponde exactamente al tema, siendo más apropiado el Triunfo de la Iglesia o el Triunfo de la Eucaristía para simbolizar la Teología. Sanzio ha organizado una composición protagonizada por la simetría y la perspectiva lineal, tomando como centro la Sagrada Forma ubicada sobre el altar. Hacia allí convergen las líneas de fuga del embaldosado suelo y las diferentes figuras del espacio terrenal. La composición se organiza en torno a dos hemiciclos poblados por multitud de personajes, haciendo una separación entre la superficie terrenal y la celestial, acentuada a través de las tonalidades empleadas en una y otra zona. El espacio superior está presidido por la Trinidad con Dios Padre, Cristo y el Espíritu Santo sobre la Sagrada Forma. A la derecha de Cristo encontramos a la Virgen, Jeremías, san Esteban, David, san Juan Evangelista, Adán y san Pedro mientras que a la izquierda aparecen san Juan Bautista, Judas Macabeo, san Lorenzo, Moisés, san Mateo, Abraham y san Pablo. En la zona terrestre han sido identificados algunos personajes como Bramante -apoyado en la balaustrada-, Francesco Maria della Rovere -el joven que se dirige al espectador-, san Gregorio Magno con el rostro de Julio II, san Jerónimo, san Ambrosio, san Agustín, san Buenaventura, Dante -coronado con laurel- o Savonarola -semioculto con un capuchón negro-. Las figuras se ubican alrededor del altar permitiendo su contemplación, creando una estructura ascendente gracias a las gradas como también repetirá en la Escuela de Atenas. Tras ellos, en la zona de la derecha encontramos un enorme bloque de piedra que alude a la construcción de la basílica vaticana. Las influencias en Rafael son aun perceptibles mostrando ecos de Leonardo y Fra Bartolomeo aunque resulta absolutamente personal en su deseo de dotar de vida y expresividad a cada uno de sus personajes, mostrando las diferentes actitudes humanas en un momento de cierta tensión. Sanzio va abandonando el estilo florentino para convertirse en un pintor romano dotando a sus personajes de elegancia clásica y un acentuado y brillante colorido resultando una obra de inolvidable belleza.