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El impulsor de una nueva catedral en la ciudad de Vitoria será el obispo Cadena Eleta, convocando un concurso de proyectos en el año 1906, presupuestando en 8 millones de pesetas el nuevo templo. La familia real estuvo presente en la bendición de los primeros trabajos, encargándose de la dirección los arquitectos Francisco Javier de Luque y Julián Apraiz, recurriendo a un estilo gótico ojival del siglo XIII, aunque se incluyen elementos del XV. El ambicioso proyecto original se vio muy mermado en su construcción definitiva. Así la fachada principal fue diseñada con dos majestuosas torres que no llegaron a levantarse. El templo presenta planta de cruz latina con cinco naves -la central rematada por un triforio- girola y cripta, lugar en el que se concentran las mejores muestras de escultura.
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La Catedral Nueva de Vitoria presenta planta de cruz latina con cinco naves -la central rematada por un triforio- girola y cripta
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El hallazgo de los restos atribuidos al apóstol Santiago convirtió a Compostela en uno de los centros principales de peregrinación de la Cristiandad. También hizo necesaria la construcción de un templo que los albergase, una gran catedral que se proyectó y comenzó a edificar durante el último tercio del siglo XI. La catedral debía no sólo ser un templo, sino también una fortaleza, el castillo del arzobispo. Santiago se alzaba así en posición de igualdad con respecto a Jerusalén y Roma, que miraba recelosa hacia su competidora. Allí llegaban cada año miles de peregrinos de toda Europa, impulsados por la fe. Estos debían superar un sinnúmero de dificultades a lo largo del camino y, por tanto, a su llegada habrían de quedar maravillados ante la vista de un magnífico edificio, a la altura de los restos que custodiaba. Los peregrinos iban en grupo y habían hecho testamento antes de salir. La ruta podía durar, si todo iba bien, entre uno y dos meses. Sus vestimentas eran austeras, e incluso algunos habían de viajar desnudos, como los homicidas, que esperaban así lograr el perdón del Santo. Sobre las ropas llevaban una concha, símbolo del Apóstol y de la sabiduría y bondad que lograrían al llegar a Compostela. Un bastón, representación del tercer pie y de la Trinidad, les ayudaba a caminar. De él colgaba una calabaza con la que transportaban agua para el camino. Por último el zurrón, que contenía las provisiones, debía estar hecho de la piel de un animal encontrado muerto, símbolo de la mortificación de la carne. El viajero, el peregrino, también debía ser instruido. Por eso se tallaron complicadas escenas, como en la Puerta de Platerías, que ilustran acerca de la vida de los santos y los hacen más accesibles a sus fieles. Pero la culminación de la escultura románica en España es el Pórtico de la Gloria. En él su autor, el maestro Mateo, presenta en todo su esplendor el reino de los cielos, dominado por la figura del Salvador. Paradigma del estilo románico, las obras finalizaron en el año 1128. Aunque su aspecto interior ha permanecido intacto, el exterior ha sufrido una transformación con las reformas introducidas en el siglo XVIII, ya en pleno periodo barroco, que hacen de la catedral de Santiago un templo muy diferente del que fue en origen.
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La conquista cristiana en 1149 supuso para Lleida la recuperación del antiguo episcopado. Inicialmente, la hasta entonces mezquita debió de ser convertida en la nueva sede de la diócesis (Santa Maria in Sede), cuya ubicación exacta es difícil precisar. Hacia la última década del siglo XII, en la misma colina que preside la ciudad, y en el marco de la Roca Mitjana, empezaron a efectuarse compras de terrenos con el fin de emplazar allí un nuevo conjunto catedralicio. Simultáneamente, Pere de Coma aparece ya relacionado con el proyecto de la nueva catedral, habiendo llegado a Lleida hacia 1180 y comprometido con la obra desde 1193. Diez años más tarde debió de tener lugar la solemne colocación de la primera piedra, según el epígrafe que se encuentra en el crucero del edificio, junto al lado del Evangelio del presbiterio. Son importantes las referencias al obispo Gombau de Camporrells, y a Pere de Coma como magister y fabricator, a la vez que aparece un Berenguer como operarius. Cabe destacar que en dicha lápida, que fue perdida y reapareció en 1859, han sido detectadas ciertas irregularidades que hacen poner en duda su total originalidad. Se trate o no de una copia o falsificación posterior, la fecha de 1203 tampoco se contradice con lo que da a la luz el análisis de los primeros pasos de la construcción. La consagración en 1278 marcaría el límite aproximado para el fin de las obras de la iglesia. El conjunto catedralicio, en su resultado global exceptuando cambios posteriores al siglo XIII, es el de una iglesia de dimensiones considerables, de planta de cruz con cabecera escalonada, provista de cinco ábsides, amplio transepto y tres naves. Esta disposición se ha considerado como una variante de la cabecera de tipo benedictino, a causa de la necesidad de contar con más capillas, solucionada con su apertura en los brazos del transepto. Las catedrales de Tarragona y de Orense, entre otras, siguen un esquema similar. En el crucero se levanta el cimborrio, de sección octogonal y sostenido sobre trompas, constituyéndose en una de las principales entradas de luz. El claustro se encuentra a los pies, comunicándose con las naves a través de tres puertas, en una ubicación excepcional que parece obedecer a razones topográficas; en su ala meridional se abre un mirador que altera la imagen habitual del espacio claustral, mientras que el lado opuesto, el espacio llamado Santa Maria L'Antiga, se corresponde con las dependencias canonicales. Entre las modificaciones que se produjeron a partir de la disposición original hay que destacar las que afectaron a los ábsides laterales, abiertos en los brazos del transepto. Solamente una de las capillas, la de Les Neus, primitivamente dedicada a Santiago, contigua al presbiterio del lado del Evangelio, mantiene el tramo preabsidal y el semicírculo iniciales; a su izquierda, la de San Antolín, luego transformada en 1397 y llamada de La Gralla, fue destruida a causa de una explosión en 1812. En el lado sur, la interior, inicialmente dedicada a San Pedro, fue rehecha en el siglo XIV por los Montcada; a su lado, la de La Concepció o de Colom también se renovó durante el siglo XIV. A pesar de ello, se conserva la embocadura de todas ellas. Otras capillas fueron sucesivamente construidas a lo largo de las naves. El aspecto exterior del edificio viene marcado por la anchura del transepto y la altura del cimborrio. Este último elemento, con una estructura similar, se repetirá en otros monumentos contemporáneos: tal es el caso de la catedral de Tarragona, el del monasterio de Sant Cugat del Vallés, y el del monasterio cisterciense femenino de Santa María de Vallbona de les Monges. En general, estos cuerpos han sido fechados más allá de mediados del siglo XIII. El tratamiento mural mantiene una cierta austeridad, a pesar de las columnillas y los detalles decorativos de los ventanales, marcada por los contrafuertes anchos y escasamente salientes. En el transepto sur, el cuerpo resaltado de la puerta de La Anunciata contrasta con la severidad del conjunto. Dicho carácter varía sensiblemente en una visión longitudinal de toda la seo, con el mirador del claustro y la torre campanario, ésta acabada en el siglo XV que dan airosidad y ligereza a esta parte. Difícilmente se pueden precisar las fechas en que se produjeron los cambios más significativos en el desarrollo de la construcción y de los posibles proyectos. Hacia 1220 debió morir Pere de Coma, fecha en que el avance sería significativo, pero se desconocen los nombres de sus sucesores, a pesar de haberse especulado con los de un Berenguer de Coma. Desapareció la lápida que aludía a la consagración de la iglesia, el 1278, en época del obispo Guillem de Montcada, que se encontraba encima de la puerta central de los pies, dando al claustro. En aquellos momentos, el artífice de las obras era Pere de Pennafreita.